Hermanas
February 25

Alejandra: campamento con mi hermano ( 3 )

El grupo ha llegado a su destino y tras instalarse comparten un momento en el lago que entre risas, manoteos y arrimones ponen a todos a tono. Abel presenciará cómo uno de sus amigos besa todo el cuerpo de su hermana mientras él descubre intensos y nuevos sentimientos hacia Fernanda, su mejor amiga.⚡

El viaje continuó con preguntas picantes que en su mayoría se dirigieron a mi hermana, pero la verdad era que no estaba prestando atención al juego, lo que acababa de pasar con Fer me había movido el piso de una forma completamente inesperada, nunca me hubiera imaginado estar con ella de esa manera, como tampoco lo hubiera imaginado con Ale; pero cuando mi amiga y yo nos besamos, sentí como si algo se conectara dentro de mí, como si nunca hubiera visto antes a esa chica y la acabara de conocer, era muy extraño entrar en contacto con esa faceta de Fernanda, y para ser honesto, me asustaba un poco lo mucho que había disfrutado de ese beso.

- ¡Llegamos chicos! - dijo Juan desde el asiento del copiloto, haciendo que mi atención volviera a concentrarse en el entorno y dejara de darle vueltas inútiles a mis pensamientos.

El lugar era una verdadera delicia, se trataba de un lago enorme, rodeado por un verde y nutrido campo de pinos, sobre una espesa alfombra de pasto. Era tan lindo que todos nos permitimos un momento para disfrutar del paisaje en cuanto bajamos del auto, a excepción de mis amigos, para quienes la vista que realmente interesaba, era la que les proporcionaban los senos de mi hermana.

Decidimos no bajar las cosas de la camioneta hasta que la tienda estuviera armada, lo cual, como los grandísimos idiotas que éramos, pensamos que sería algo sumamente sencillo, sin embargo, como pronto nos dimos cuenta, aquello requería un poco más que seguir las confusas instrucciones del manual.

- Pero que cuarteto más inútil - dijo Ale, después de la primera hora en que estuvimos examinando todo sin lograr clavar una sola estaca. Se acercó a nosotros con un aire de divertido enfado y nos arrebató el manual, le echó un ojo y de inmediato comenzó a separar los componentes de la tienda, lo que no le llevó más de unos pocos minutos, antes de comenzar a ordenarnos lo que teníamos que hacer.

- Sí, definitivamente me encanta tu hermana, Ab - dijo Fer, con mucha más timidez de la que había expresado en toda su vida.

Era claro que ella tampoco se sentía demasiado cómoda con lo que había pasado entre nosotros, pero trataba de superarlo mostrándose sonriente, mientras miraba como Ale se montaba en el papel de dirigente de obras en el levantamiento de aquella malditamente complicada tienda.

- ¡Listo! - dijo mi hermana minutos después, satisfecha cuando la tienda quedó armada, un segundo antes de darnos un zape a cada uno por no haberlo hecho solos y luego soltarse a reír, mofándose de nosotros junto con Fernanda - no me quiero imaginar lo que habrían hecho si no hubiera venido, seguramente terminarían durmiendo en la camioneta y muriéndose de frío.

Nadie tuvo nada que objetar al respecto, era claro que ninguno había acampado en su vida, o al menos no lo habíamos hecho sin adultos que se encargaran de todo.

Poco después bajamos las maletas y comenzamos a acomodarlas dentro de la tienda. Como el espacio era demasiado para las pocas personas que íbamos, era completamente innecesario que nuestras improvisadas camas quedaran muy juntas; no obstante, mi hermana se empeñó en dormir justo a un lado de mí, quedando a poco menos de un metro de distancia de la improvisada cama de Juan, quien se dormiría al otro lado de Alejandra.

Para sorpresa mía, Fer se instaló en el lado contrario de donde se encontraba Ale, tan pegada a mí como lo estaba mi hermana, algo que no pasó por desapercibido por los chicos, quienes intercambiaron entre ellos miradas y sonrisas nerviosas, sin que se atrevieran a juntar más sus provisionales camas a las de las chicas.

Diego se instaló del otro Lado de Fer sin quedar muy cercano a ella, pero sin perder de vista los movimientos de Alejandra, algo ante lo que preferí hacerme el desentendido; Beto fue el último en entrar y al mirar la disposición de las camas, se vio tentado a acostarse en el espacio que había entre Ale y Juan, sin embargo, mi fiel amigo intervino de nuevo, de la misma forma como lo hizo cuando Beto trató de sentarse a lado de mi hermana en la camioneta.

- Ni modo Beto, te tocó al fondo de la tienda, ándale, instálate de este lado - le ordenó Juan a nuestro amigo, sin importarle la cara de fastidio que Beto le brindó mientras se dirigía al lugar que Juan había señalado.

Ale y Fer intercambiaron una mirada entre ellas como si yo no estuviera ahí, antes de soltar una risa nerviosa y continuar en lo suyo, hasta que terminaron y ambas se recostaron en sus respectivas camas, aunque ciertamente Ale lucía mucho más cómoda que Fer, quien cerró los ojos en lo que creí que era un deliberado acto para evitar mi mirada.

El ambiente era tenso cuando todos terminamos de arreglar nuestras cosas al interior de la tienda, pero nadie se animaba a romper el silencio mientras intercambiábamos miradas nerviosas, sin saber qué hacer o qué decir, hasta que afortunadamente, Ale se percató de la incomodidad que estábamos sufriendo y con una risilla se incorporó hasta quedarse sentada, recargando sus manos sobre las cobijas.

- Chicos, hace algo de calor, ¿Qué les parece si nos damos un chapuzón en el lago? Solo que van a tener que salirse de la tienda para que podamos cambiarnos, ¿Vale?

- Vale - respondimos todos al unísono, de una forma tan cómica que las chicas soltaron una carcajada, mientras salíamos un poco apenados de la tienda.

Estando afuera y una vez que las chicas cerraron la tienda de campaña, nos alejamos casi hasta llegar al lago, a una distancia donde ellas no escucharían nada de lo que dijéramos, lo que resultó conveniente por lo que Beto nos dijo a continuación.

- Necesitamos tener una charla, no me malentiendan ¿Vale? Solo quiero asegurarme de que todos estemos en el mismo canal, porque al parecer Ale viene en un plan muy diferente del que imaginé y, por lo que vi, Fer le va a seguir el rollo, entonces, si las chicas siguen con el juego, Diego y Ab, ¿Tienen algún problema con que su prima o hermana jueguen también con los demás? Yo no quiero broncas con ustedes y tampoco quiero que me peguen por lo que pueda llegar a pasar, así que de una vez ponemos las cartas en la mesa.

Diego y yo intercambiamos una mirada, claramente a ninguno de los dos nos hacía gracia ver que otro tocara a Fer, en caso de Diego o a Ale en mi caso, pero aun cuando no lo dijéramos, era evidente que él quería meterle mano a mi hermana y yo quería hacer lo mismo con su prima, aunque hasta ese momento nunca se me hubiera pasado por la cabeza encontrarme en una situación de esa clase con mi amiga.

- Entonces, ¿Que responden? - exigió Beto, quien de todos los presentes era quien se veía más ansioso porque algo pasara con las chicas, y no era de extrañarse, pues siendo el más bajito y rellenito de nosotros, quien al parecer le resultaba menos atractivo a las mujeres; su experiencia con las chicas era cercana a cero, por lo que resultaba normal que quisiera vivir un poco de todo lo que se había perdido durante la preparatoria. Diego me miró de nuevo, pero esta vez lo hizo con una sonrisa y un gesto suspicaz en el rostro.

- Si tú no tienes problema, tampoco yo - dijo mi amigo y ambos sonreímos nerviosos, un gesto que también mostró Juan, pues se dio cuenta de que el plan del viaje nuevamente había cambiado; el único que no se enteró de nada, supongo que por lo ansioso que estaba, fue Beto.

- ¿Entonces? - preguntó mi amigo, desesperado por una respuesta, como si solo esperara nuestro veredicto, para meterse a la tienda y atacar a las chicas.

- Entonces, creo que Beto tiene mucho calor - comenzó a decir Juan - tal vez convenga refrescarlo un poco - soltó, mientras los tres intercambiábamos una maliciosa mirada que Beto no entendió, hasta que lo asaltamos por sorpresa, tomándolo de pies y manos, llevándolo al lago para hacerle cuna un par de veces y lanzarlo al agua, en medio de risas y carcajadas al ver que se revolvía en el agua con la ropa puesta en su intento por salir del lago.

- ¡Sí, muy graciosos! ¡Cabrones idiotas! ¡Qué risa! - nos gritó nuestro amigo, molesto por la broma que le jugamos, hasta que repentinamente se paró en seco y se quedó congelado, mirando a un punto detrás de nosotros.

Su gesto de sorpresa fue tan grande que de inmediato nos giramos para ver qué lo había dejado como idiota, sin salir por completo del agua. Nos quedamos con la boca abierta cuando nos encontramos a las chicas fuera de la tienda, descalzas, vistiendo trajes de baño de dos piezas, ambas mostrando sus cuerpos semidesnudos y sonriendo al ver que las mirábamos embobados, como perros enfrente de un jugoso pedazo de carne.

- Te lo dije, míralos, babeando como animales - gritó Fer en medio de risas, algo que solo se vio incrementado cuando los pantalones, los tenis y la playera de Beto, salieron volando hacia nosotros, lo que nos hizo salir del ensimismamiento en que estábamos y girar la cabeza en dirección a nuestro amigo, encontrándonos a un muchacho bonachón, vestido solamente con unas bermudas, que sonreía mientras miraba a las chicas y levantaba los brazos como si quisiera que le dieran un abrazo.

No me podía creer que aquel gesto le hubiera funcionado, pues bastaron menos de unos pocos segundos para que las chicas corrieran en dirección de nuestro amigo y lo abrazaran, tirándolo con la fuerza de su impulso y metiéndose con él en el agua.

Estábamos tan atónitos por lo que veíamos, que Ale tuvo que salir del agua y gritarnos para sacarnos del estado de estúpida inmovilidad en el que habíamos caído.

- ¿Qué esperan, sonsos? - Diego me dio un ligero golpe en el estómago, haciendo que volteara hacia abajo y me encontrara con su puño.

- ¿Tenemos un trato, viejo? - choqué su puño mientras mi mirada regresaba a las chicas, concentrando mi vista en los hermosos senos de Fer, cubiertos precariamente por diminutos triángulos de tela; nunca me hubiera imaginado que tuviera un cuerpo tan hermoso ni mucho menos que le gustara ese tipo de bañadores, y pensar que había pasado años de mi vida a su lado sin notar a la chica que se escondía debajo toda esa ropa holgada que acostumbraba usar.

- Trato - dije, sin dejar de mirar a quien hasta ese momento había sido mi mejor amiga.

Vi que Juan sonreía al ver que habíamos cerrado aquel pacto, al igual que lo hizo Beto, quien en ese momento cargaba a Fernanda en sus brazos, con una de sus manos apretándole el culo.

Los tres nos desvestimos tan rápido como nos fue posible. Íbamos preparados al igual que Beto, llevábamos puestos los trajes de baño debajo de la ropa, por lo que no nos tardamos más de unos pocos segundos en quitarnos todo y meternos de clavado al agua.

Por un largo rato estuvimos jugando con la chicas, las perseguíamos y las cargábamos para soltarlas en el agua de golpe mientras ellas trataban de hundirnos, un pretexto perfecto para disfrutar del cuerpo de aquellas bellas mujeres y también recibir de vuelta sus caricias, pues en más de una ocasión pude sentir las manos de Fer y de mi hermana apretándome el paquete, o la forma como me pegaban el culo para frotarse sobre mi sexo; y lo mismo pasó con mis amigos, algo que resultó evidente cuando nos cansamos del agua y todos salimos mostrando orgullosos las maravillosas erecciones que se postraban ante las miradas risueñas y nerviosas de las chicas.

Mientras salíamos del lago, Fer se acercó a mí y me tomó de la mano, haciendo que volteara a verla para encontrarme con una chica nerviosa, que me miraba con un gesto de duda.

- ¿Todo bien? - le pregunté, ella se sonrojó y sonrió nerviosa, antes de asentir y colgarse de mi cuello, rodeando nuevamente mi cintura con sus piernas, de la misma forma que lo hizo cuando me saludó, solamente que en esta ocasión fue mucho más íntimo al estar semidesnudos y posar mis manos directamente en su trasero. Tras unos segundos de abrazarnos, Fer se separó un poco de mí y me miró a los ojos.

- Sabes que te quiero mucho ¿Cierto? - me preguntó en voz baja, algo poco común en ella, dada su explosiva y alegre personalidad.

- Lo sé, yo también te quiero mucho, Fer - contesté sonriendo y ella se abrazó con fuerza de mi cuello por unos segundos más, antes de darme un tierno beso en la mejilla, bajar de un brinco de mis brazos y alejarse corriendo en dirección a donde Ale se encontraba formando un círculo de toallas en la arena, mientras Juan, Diego y Beto se dirigían a la camioneta.

Curiosamente el gesto que tuvo Fer conmigo, hizo que me relajara un poco con respecto de lo que pasó previamente entre nosotros, que pensara que aquello solamente había sido un momento, que debía comportarme justo como mi hermana me lo recomendó, sin pensar demasiado y disfrutando de lo que la vida me ofrecía.

Los chicos sacaron de la camioneta una hielera con cervezas y la pusieron en la arena, cerca de donde estaba sentado, en medio de Alejandra y Fernanda, antes de lanzarnos una lata a cada quien y brindar por lo que prometía ser un fin de semana fabuloso.

Aunque nadie lo dijera y a pesar de que la estábamos pasando de maravilla entre bromas y risas, era más que claro que todos, incluidas las chicas, queríamos que el juego de la camioneta se reanudara: ellas miraban continuamente los bultos que se formaban bajo nuestros trajes de baño y nosotros no perdíamos oportunidad de mirar sus senos y la manera como sus labios se marcaban en sus bikinis.

- A ver, no quisiera ser el salido que lo diga, pero hay que seguir con lo que quedó pendiente en la camioneta ¿No? - dijo Beto, haciendo que las miradas lascivas que intercambiamos, los gestos de complicidad y las risas nerviosas, bastaran para que Fer tomara nuevamente la iniciativa y reanudara el juego de inmediato.

- Juan, ¿Verdad o reto? - gritó la chica, mirando a mi amigo, quien repentinamente se había puesto demasiado nervioso como para sostener la mirada de Fernanda.

- Reto - respondió, dirigiendo su mirada a la arena ante las risas y burlas que le dirigimos los demás por haberse apenado de esa forma.

- ¡Genial! - gritó Fer, a quien el ánimo le había regresado después del juego en el lago y de aquel pequeño intercambio de palabras que tuvimos minutos atrás - vale, vamos a torturar un poquito a Ale - sentenció Fer con malicia, ante lo que Ale soltó una risa nerviosa - tienes permitido besar todo el cuerpo de mi amiga, pero ninguno de los dos puede tocar al otro, solamente tu boca puede hacer contacto con ella y si alguno rompe esa regla, el infractor será castigado ¿Entendido?

Nuevamente ahí estaba Fer, subiéndose por las paredes con un reto demasiado demandante y atrevido; estoy seguro de que en ese momento no hubo una sola persona que no agradeciera haberla llevado a ese viaje.

Alejandra y Juan intercambiaron una mirada risueña, mi amigo se quedó inmóvil, mirando embobado a mi hermana, supongo que sin poderse creer lo que estaba a punto de hacer con una chica que estaba completamente fuera de nuestra liga o tal vez esperando que Ale reaccionara de alguna forma, hasta que mi hermana soltó una risilla y le guiñó un ojo, antes de mover la cabeza en señal de asentimiento, dándole a entender a mi amigo que estaba de acuerdo, un gesto necesario para que Juan se acercara ella.

Cuando el chico al fin estuvo enfrente de mi hermana, ella se tiró en la arena con los brazos colocados a sus costados, mientras Juan se tomaba un momento para mirar su cuerpo. Era claro que a mi amigo de gustaba demasiado mi hermana, se podía ver en la forma como la contempló, momentos antes de colocarse a un lado de ella, ante la expectante y nerviosa mirada de Ale, quien cerró sus ojos en cuanto Juan se agachó y besó sus labios.

Todos mirábamos maravillados la manera como aquellos dos se besaban. Alejandra no se había guardado nada y le seguía el ritmo a mi amigo sin el más mínimo atisbo de pudor, sin embargo, ese beso solamente duró unos segundos, pues Juan no quería perder la oportunidad de conocer otras partes del cuerpo de esa chica, quien cerró los ojos y arqueó un poco su espalda cuando mi amigo bajó sus labios a su cuello y comenzó a darle pequeños chupones en él, continuando se descenso hasta llegar a un par de hermosos senos, donde se detuvo un momento, separando su boca de la piel de Ale y mirándola a los ojos en cuanto ella se enderezó, al sentir que Juan dejaba de besarla.

A pesar de ser un juego en el que las reglas le concedían a mi amigo el permiso para besar todo el cuerpo de mi hermana, él la miró en un acto de caballerosidad, esperando a que Ale le diera su permiso para hacer lo que quería hacer, hasta que ella asintió y dejó caer de nuevo su cabeza, mientras los labios de Juan se adherían a las tetas de Alejandra, destapándolas al morder la tela que las cubría y hacerla a un lado, antes de meterse un pezón en la boca y hacer que mi hermana gimiera con fuerza, mientras cerraba los puños en un muy complicado esfuerzo por no tocar al chico que le estaba haciendo sentir tanto placer, pero Juan quería ir más lejos, quería ir por todo, algo que fue evidente cuando sus labios comenzaron a besar el abdomen de la chica que tenía frente a él, momento en el que, para sorpresa de todos, mi hermana abrió las piernas, intuyendo lo que Juan quería hacer, haciendo que mi amigo se colocara entre ellas, mientras esa chica no dejaba de retorcerse en la arena ante nuestra atenta mirada.

Juan besaba una de las piernas de mi hermana, partiendo desde su rodilla, dándole besitos en su muslo hasta quedar muy cerca de su entrepierna, donde estaba a punto de hacer a un lado la tanga de Alejandra, cuando…

- ¡Bueno, bueno! ¡Ya, fue suficiente! - gritó Fernanda entusiasmada, haciendo que Juan se detuviera en el acto, con una sonrisa que delataba la frustración que Fernanda le había provocado, mientras Alejandra gritaba de una forma risible, tan frustrada como lo estaba mi amigo, pues evidentemente ambos hubieran querido que Juan llegara hasta el final.

- ¡Fernanda! ¡Te voy a matar! - gritó mi hermana cuando al fin se levantó, con la cara colorada y los pezones visiblemente endurecidos, brindándonos una vista maravillosa de su cuerpo.

Fer movió las piernas entusiasmada, emocionada por la travesura que acababa de hacer mientras me abrazaba fuertemente de la cintura.

- Tu turno, Juanito - dijo mi amiga, con la cabeza recargada en mi pecho.

Juan la miró con un gesto de astucia que no me gustó en lo más mínimo. Luego su mirada se centró también en mi hermana y una risa escapó de su boca, ante la expectativa de todos los que esperábamos que continuara con el juego.

- Vale, esta va para Fer y para Ale, pero solamente funcionara si eligen reto, así que ¿Verdad o…?

- ¡Reto! - contestaron las dos al unísono, haciendo que los demás las miráramos un poco sorprendidos al mostrarse tan ansiosas, nerviosas y entusiasmadas por conocer lo que a Juan se le acababa de ocurrir.

- Vale - dijo mi amigo sonriente - como al parecer ninguna de las dos tiene problemas con los retos fuertes, es hora de que los chicos se diviertan, así que cada una va a escoger a uno de entre Diego, Abel y Beto, para…

- Yo escojo a Diego - interrumpió mi hermana para sorpresa de todos, mirando luego a Fernanda con una sonrisa astuta.

- Okey, está bien, pero déjame acabar - dijo Juan, tan sorprendido como los demás y con una amplia sonrisa en el rostro - una vez que escojan a su chico, que en el caso de Ale será Diego, van a competir entre ustedes hasta lograr que su elegido se corra - todos intercambiamos miradas nerviosas, incluidas Fer y Ale - la única regla es que no pueden usar sus bocas, ni tampoco pueden tocar directamente las cosas de los chicos, todo tiene que ser por encima de los trajes de baño y los chicos no las pueden tocar.

Ale y Fer intercambiaron nuevamente una mirada nerviosa, como preguntándose si en realidad lo harían, sin embargo, Ale sonrió y luego miró a Juan.

- ¡Va! - dijo sonriente antes de lanzarle a Diego una mirada sumamente lasciva, mientras Fernanda abría mucho los ojos sin despegar la vista de mi hermana.

- ¿Tú qué dices Fer? - preguntó Juan, un poco nervioso y tal vez pensando, como yo lo hacía, que Fer rechazaría el desafío, sin embargo, al parecer pudo más su rivalidad con Alejandra que su reticencia a cumplir tal clase de reto.

- Vale - contestó, pero nuevamente la seguridad la había abandonado.

- Y ¿A quién escoges? ¿Beto o Abel? - la cara de mi amiga se puso tan roja que parecía como si fuera a explotar de un momento a otro, mientras bajaba la cabeza y en un hilo de voz apenas perceptible, susurró mi nombre.

En esta ocasión fue Ale la que se entusiasmó demasiado mientras alternaba su mirada entre mi amiga y yo, moviendo las piernas y mordiéndose el labio, deseosa de que la competencia iniciara cuanto antes.

- Vale, pues las parejas ya están formadas, solo olvidaba una cosa: la que pierda será castigada por la ganadora, así que yo en su lugar me esforzaría por ganar, porque las dos están locas - dijo Juan, con un tono de malicia que incluso a mí me hizo erizar la piel.

Fer y Ale intercambiaron una divertida pero desafiante mirada. Fue en ese momento cuando las dudas desaparecieron repentinamente del rostro de mi amiga, quien de inmediato se giró para encontrarse con mi mirada mientras se mordía el labio y se subía encima de mí, temblando de nervios al sentir mi erección haciendo presión sobre su concha.

Estaba demasiado nervioso al tenerla encima de mí, lo del beso había sido algo inesperado pero que pudo arreglarse con unas pocas palabras que nos hicieron entender que todo estaba bien, que nada había cambiado; sin embargo, lo que estábamos a punto de hacer salía de cualquier límite que hubiéramos imaginado romper.

Por el gesto que Fer tenía en el rostro, entendía que ella tampoco estaba del todo tranquila con lo que estaba a punto de pasar; lucía angustiada, mirándome con los ojos llenos de dudas hasta que repentinamente Fer se abrazó de mi cuello, con la única intención de susurrarme algo al oído.

- Prométeme que sin importar lo que pase en este viaje, vamos a seguir estando juntos, prométeme que seguiremos siendo amigos y que nada de lo que pase aquí nos importará cuando regresemos a casa, por favor Ab, promételo - me dijo, con un tono suplicante.

En ese momento me di cuenta de que Fer tenía miedo, que le preocupaba que aquella clase de juegos pusiera fin a nuestra amistad, después de más de diez años de haber sido mejores amigos; en ese momento me di cuenta de que también tenía mucho miedo de que esa posibilidad se convirtiera en realidad.

Ella se separó de mí con los ojos enrojecidos a punto del llanto, pero al mirarme asentí, logrando que ella sonriera nerviosa mientras sentía entre sus piernas la erección que me había provocado todo lo que en ese campamento estaba pasando.

- ¿Listas chicas? - preguntó Juan, sentado a un lado de Beto, ambos con una cerveza en las manos brindando emocionados y divertidos ante el espectáculo que estaban a punto de presenciar.

- ¡Lista! - grito Alejandra, más eufórica y entusiasmada de lo que me hubiera esperado.

- Lista - dijo Fernanda, a quien nuevamente aquella efusiva y explosiva personalidad la había abandonado.

- ¡Comiencen! - gritó Juan y de inmediato sentí el movimiento de caderas con el que Fernanda empezó a restregar su vulva sobre mi pene, algo que no solamente tuvo un efecto en mí, pues ella también parecía disfrutarlo.

Cerró sus ojos mientras se movía sobre mi cuerpo, mordía su labio y sus manos se colocaron en mi pecho, apretando mis pectorales ligeramente mientras no dejaba de moverse, provocándome un placer enorme, sintiendo el roce ligeramente amortiguado por la tela que cubría nuestros genitales, pero deleitándome con la imagen de sus senos al moverse al ritmo que marcaban sus caderas.

Los minutos pasaban y nadie daba señales de estar cerca del orgasmo, escuchaba gemidos provenir del algún lugar, y algunas risas, pero mi atención estaba centrada en Fer, en sus movimientos, en su cuerpo, en los sonidos que trataban de salir de su boca mientras ella se esforzaba por apretar los labios para impedir que eso pasara, hasta que no pudo mantener más tiempo la boca cerrada.

- ¡Ahhh! - se le escapó un gemido particularmente fuerte a Fernanda, pero eso no le importó, simplemente siguió moviéndose, cada vez más rápido, cada vez con más fuerza, haciendo que me viera tentado a llevar mis manos a sus senos, a tomarla del trasero y mover mis caderas para acompañar su ritmo; sin embargo, aquellas intenciones se vieron remplazadas por la emoción que sentí cuando sus piernas comenzaron a temblar y sus gemidos se hicieron más frecuentes y mucho más intensos.

- ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ay, Ab! - dijo, permitiendo que la parte superior de su cuerpo cayera sobre la mía - ¡Ahhh! ¡Me voy a venir! - ronroneó en un susurro que escapó entre los gemidos que en ese momento era incapaz de contener, hasta que repentinamente me abrazó del cuello y sus caderas se detuvieron, abrazándome con sus piernas con mucha fuerza, poniendo su cuerpo en tensión mientras mordía mi hombro y ahogaba en mi piel los gemidos que acompañaron a su orgasmo.

Fer se desmontó de encima de mí, jadeando ante el esfuerzo realizado, sin olvidarse del reto que tenía que llevar a cabo. Miramos a la otra pareja y nos encontramos con Alejandra masturbando a Diego por encima del traje de baño, mientras se sacaba las tetas y las restregaba sobre la cara de mi amigo.

Fernanda estaba en problemas pues por la cara que puso Diego y el color rojo de su rostro, era evidente que no tardaría mucho en venirse, entonces mi amiga me miró con una expresión que resultaba de la mezcla de su excitación y la desesperación que sentía al pensar que mi hermana estaba a punto de derrotarla, mientras su mano se posaba sobre mi pene y comenzaba a acariciarlo.

- ¡No sé qué más hacer Ab! ¡Ayúdame! ¡No quiero perder! - me suplicó Fer.

- Recuéstate - le dije, después de un breve momento en que consideré la situación, hasta dar con una idea que tal vez podría funcionar.

Fernanda me hizo caso y de inmediato se recostó sobre la arena. Me levanté y me puse de rodillas, metiendo mi mano en el traje de baño para hacer que mi pene apuntara hacia arriba, sujetándolo del glande con el resorte de mi bañador, cuidando que ninguna parte de mi pene se asomara fuera de mi traje de baño; luego me coloqué entre sus piernas como si estuviéramos a punto de hacer el amor, comenzando de inmediato a restregar mi miembro sobre su entrepierna, sintiendo la suavidad de sus hinchados labios a través de su ropa, mirando cómo su rostro se contraía en gestos de placer mientras nuestros ojos permanecían unidos por una extraña conexión magnética y sus gemidos comenzaban a salir de su boca nuevamente, pero esta vez sin tratar de contenerlos, dejando que escaparan libres.

En ese momento la imaginé desnuda bajo mi cuerpo, haciendo el amor, fingiendo que sus gestos y sus gemidos eran generados por el placer de sentirme dentro, taladrando su vientre y sacudiendo su cuerpo. Fue el sentir sus piernas abrazando mi cintura, el entender que lo estaba disfrutando tanto como yo y que quería llegar hasta el final, lo que me llevó al límite.

Una oleada de placer me cegó, una corriente eléctrica que recorrió todo mi cuerpo, seguida por la vieja sensación de cosquilleo que nació en la base de mi pene y lo recorrió hasta la punta, explotando al llegar a mi glande, dejando salir varios chorros de semen que quedaron alojados en la tela de mi bañador.

Fer me miraba a los ojos con esa cara de vicio que mantuvo desde el momento en que inició el reto, yo me sentí tentado a besar sus labios y de hecho lo hubiera hecho, de no ser porque justo en el momento en que me acercaba a ella, escuché la voz de Juan, a mis espaldas.

- ¡Creo que ya se vino Ab! - dijo, Fer dejó de abrazarme y me levanté, quedando de rodillas, ante las piernas abiertas de Fernanda, quien respiraba agitada y sin apartar su mirada mis ojos.

- ¡No es verdad! - reclamó Alejandra, un segundo antes de acercarse y meter su mano en mi traje de baño, encontrándose de inmediato con el viscoso resultado del sensual momento que compartimos Fernanda y yo - ¡Rayos! Me ganó - dijo mi hermana en un tono de resignación.

Estaba demasiado nervioso y excitado, mientras una punzada de ansiedad atacaba mi estómago al reconocer el intenso impulso que sentía por besarla, sabiendo que no me había atrevido a hacerlo y que esa oportunidad se había escapado entre mis dedos.

Hice el intento de fingir que nada había pasado, de sonreír ante la mirada de Fernanda, quien trató de imitarme mientras le daba una mano para que se levantara y ella la tomaba, dejando que la ayudara a ponerse de pie, quedando al final los dos frente a frente, demasiado cerca, con nuestros labios a pocos centímetros de distancia, sin dejar de mirarnos, sin importarnos lo que nos rodeaba o quien pudiera vernos.

Ambos sabíamos que las cosas habían cambiado entre ella y yo, ya no podíamos negarlo; primero había sido aquella sensación que experimentamos cuando nos besamos, y ahora esa rara mezcla de emociones y placer que sentimos cuando segundos antes nos movíamos como si hiciéramos el amor, disfrutando del contacto de nuestros cuerpos.

No tuve que esperar una palabra o siquiera decidirme a dar el paso, pues antes de que pudiera decir o hacer algo, Fernanda se puso de puntitas y me besó, mostrándome con ese gesto lo mucho que me quería y dejando claro que ambos sentíamos algo, que ambos deseábamos lo mismo.

El tiempo se borró al igual que todo a nuestro alrededor mientras sus labios y los míos se reconocían y nuestras lenguas jugaban un momento a acariciarse lentamente, con suavidad, permitiéndonos disfrutar cada instante, cada segundo de ese maravilloso beso, hasta que suavemente nos separamos y nos miramos a los ojos.

- Hola, Ab - me dijo, con un tono de voz travieso, sonriendo radiante, con una mirada llena de felicidad.

- Hola, cariño - contesté, sin planearlo, simplemente dejando salir lo que sentía, experimentando un calor agradable en el estómago mientras la miraba sonreír.

- ¡Ay! ¡Que lindo se oye eso! - gritó Fernanda, con aquel entusiasmo que tanto me gustaba, brincando nuevamente a mis brazos, para rodear mi cintura con sus piernas y abrazarme con fuerza, besando mis labios de nuevo, sabiendo que ahora estaríamos juntos, como uno solo, sin imaginar lo flexible que ese concepto se tornaría durante el resto del campamento.