Strip Póker en Familia [08].
Las cartas volvieron a nuestras manos y todos las miramos ansiosos. Supuse que esta vez nadie quería perder, porque los desafíos se habían vuelto muy intensos. Me imagino que tanto mi hermana como yo no queríamos estar en la misma situación que Victoria, con el culo en pompa, mientras nos metían la pija en frente de toda la familia. Sí, imaginarme en esa situación me causa un poco de morbo, no lo voy a negar; pero todavía me queda un poco de orgullo y amor propio. Como mis cartas eran horribles, decidí retirarme de la partida en la primera ronda. Mayra hizo lo mismo, cuando fue su turno. Sin embargo no contábamos con que en la siguiente ronda se retirasen mi tío y mi papá y que al final, cuando se decidiría quién ganaba, Erik también decidió retirarse. Posiblemente sospechó que mi madre tenía cartas muy buenas, ella no dejaba de sonreír con malicia.
Al final las cartas de Victoria eran casi tan malas como las mías y Erik se lamentó por haberse retirado.
—Esto no había pasado nunca —dijo mi mamá—. Me quedé jugando sola. Son todos unos cobardes.
—¿Entonces esta mano queda anulada? —Preguntó Mayra.
—No, de eso nada. —aseguró Victoria—. Yo gané y le voy a poner un desafío a alguien. —Se llevó un dedo al mentón y pensó durante un instante—. Lo más justo sería castigar a Nadia y a Mayra.
—¿A las dos? —Preguntó mi tío Alberto.
—Sí, porque las dos se retiraron en la primera ronda.
—Pero Nadia se retiró primero —dijo Mayra. La pequeña estaba pálida, como seguramente también lo estaría yo.
—Solo me retiré antes porque a mí me tocó jugar antes. Nada más.
—En eso Nadia tiene razón —dijo mi mamá—. Las dos se retiraron en la misma ronda, así que las dos deben cumplir con el castigo.
—¡Ufa! —Se quejó Mayra, cruzándose de brazos.
Tal vez por su mente se veía a sí misma con una gruesa pija en el culo, mientras todos los presentes admiraban su suplicio. Bueno, nuestro suplicio, porque a mí me tocaría estar al lado de ella. No me molestó que mi tío me metiera la pija cuando yo estaba excitada, además nadie se fijó en nosotros. Lo que no quería era que mi hermano me viera… o peor aún, no quería que él me la metiera por el orto.
Pero mi mamá tenía otra idea en mente.
—¡Ya sé! —Dijo, con una amplia sonrisa—. Entre las dos tienen que hacer acabar a Pepe. Sin penetraciones, claro…
—Eso no parece tan difícil —dijo Mayra.
—Eso depende de si tu padre tiene ganas de facilitarles el trabajo, o no. Llevo muchos años casada con él. Si él no quiere acabar, no acaba. A menos que encuentren la forma de hacerlo acabar… tiene mucha resistencia.
—Este va a ser un desafío muy interesante —dijo Alberto.
Intercambié miradas cómplices con Mayra, el desafío no parecía muy complicado y además lo haríamos juntas. Teníamos experiencia compartiendo amante, si habíamos hecho acabar al profesor del gimnasio, podríamos hacerlo con mi papá… aunque no hubiera penetración de por medio. Me alegró que mi mamá pusiera esa condición, porque la verga de Pepe es tan grande que me intimida.
Mi papá se apartó de la mesa y nos esperó, sentado en su silla. Su expresión era neutral. Siempre me costó saber qué pasa por la mente de este hombre. Creo que la única persona que realmente lo conoce es mi mamá.
Con Mayra nos acercamos a él y sin decirnos nada las dos supimos lo que debíamos hacer. La táctica más sencilla era usar nuestras manos… y nuestras bocas.
Pepe tenía la pija dura, como un garrote. Las venas de su miembro se marcaban tanto que parecía que iban a estallar. La primera en agarrarle la verga fue mi hermana, y lo hizo para ofrecérmela. Yo abrí la boca tanto como pude y, con el corazón latiendo a mil por hora, me tragué el glande de mi papá. Puse a trabajar mi lengua y Mayra no tardó en unir la suya. Mientras yo daba chupadas a la punta de esa poronga, mi hermana lamía desde los huevos hasta donde se topaba con mi boca. Me excitó que la pendeja aprovechara para lamer mis labios.
Noté que la lengua no era lo único que estaba activo en Mayra, ella comenzó a pajearse lentamente y no se molestó mucho por disimularlo. Tenía las piernas bastante separadas y seguramente los que estaban sentados detrás de ella podrían ver claramente cómo la chica jugaba con su concha.
A los pocos segundos intercambiamos nuestras tareas y así Mayra demostró que estaba dispuesta a tragarse la verga de su padre… o al menos a intentarlo. Como Pepe es un hombre bien dotado, es difícil que chicas sexualmente primerizas como nosotras podamos tragar una buena parte de esa pija. Tal vez mi mamá pueda lograr algo mejor… ¿sería muy de puta pedirle consejos a mi mamá de cómo tragarme una pija grande? Bueno, dadas las circunstancias en las que nos encontramos ahora mismo, tal vez no sea algo tan descabellado.
—¿Por qué no aprovechás un poco las tremendas tetas que tenés? —Me preguntó Mayra.
Esa era una buena idea, si la naturaleza me dio estas tetas, es para poder meter pijas entre ellas. Me coloqué en posición y mientras chupaba el glande, usaba mis pechos para masturbar a mi papá. Sé que con algo más de práctica me voy a volver realmente buena en esto. Mayra no se quedó mirando, sino que también usó su lengua, la pasó por mis tetas y, si yo se lo permitía, también lamía la punta de la cabeza de la verga. Y digo “si yo se lo permitía” porque me gustaba tanto tener esa pija dentro de la boca que rara vez la soltaba.
Después de esto Mayra quiso probar un método mucho más osado, y quizás más efectivo. Se sentó arriba de mi papá, apoyando la espalda en su pecho, colocó la verga entre sus labios vaginales y comenzó a menearse de abajo hacia arriba, permitiendo que su concha se frotara contra todo el largo de la verga. Para facilitarle la tarea yo sostuve la pija bien erecta y me centré en lamer la parte que quedaba de mi lado. Por supuesto que mi lengua juguetona también se fue a pasear por los jugosos labios vaginales de Mayra. No podía dejar pasar esta oportunidad, simplemente era demasiado morboso verla menearse de esa manera, con una pija tan grande pegada a la concha.
Cuando giré la cabeza descubrí que mi mamá también estaba ocupada. Ella se había arrodillado frente a mi tío Alberto y le estaba haciendo un pete. El único que aún permanecía solo era Erik, que se estaba pajeando. No lo voy a negar, me calentó ver su pija dura; pero ya tenía una mucho más apetecible con la cual entretenerme.
Mayra decidió darse la vuelta y poner en práctica la misma técnica, pero de una forma un tanto más peligrosa. Ahora ella estaba en posición de ser penetrada y muchas veces la punta de la pija se acercó peligrosamente a su concha. Yo me encargaba de evitar que entrara y me quedaba unos segundos chupando el agujero vaginal de Mayra… o la punta de la pija de mi papá. La pequeña meneaba el culo como una bailarina exótica y, por supuesto, también le chupé el orto. Lo tenía contra la cara, no podía resistir semejante tentación.
Volví a fijarme en mi mamá, ahora ella estaba mucho más ocupada que antes, porque tenía dos pijas con las cuales entretener su boca. Erik no aguantó las ganas y se paró junto a mi tío Alberto. Al parecer Victoria tampoco tuvo muchos problemas en tragarse la pija de su hijo. Su cabeza se sacudía frenéticamente y pasaba de una pija a la otra.
Por su parte, Mayra se movía cada vez más rápido y en mi pequeña distracción ocurrió aquello que yo estaba intentando evitar. La pija de mi papá se clavó en esa pequeña concha. Fue solo el glande, pero entró… y al entrar esa parte tan ancha, el resto lo siguió. Mayra misma facilitó la penetración al menear todo su culo de arriba hacia abajo. De a poco se le fue enterrando cada vez más. Tuve que detenerlos, lo sé… pero lo que vi me pareció tan espectacular que solo pude hacer una cosa: chuparle la concha a Mayra para lubricarla mejor. La pija de mi papá siguió entrando y ella comenzó a emitir gemidos agudos.
Imaginé que mi mamá intentaría detener a su hija menor; pero cuando me fijé en ella una vez más supe que no lo haría. Victoria estaba en cuatro, sobre la silla. Mi tío Alberto, de pie frente a ella, le ofrecía toda la pija, mi mamá se la tragaba con muchas ganas. Detrás de ella estaba Erik, metiendole la pija con ganas. No podía ver la penetración, ya que veía a mi madre de frente, pero estoy segura de que le estaba dando por el orto. Ella sacudía toda su retaguardia de la misma forma en la que lo hacía Mayra.
La paja que me hice en ese momento no se puede describir. Me froté la concha con muchas ganas y todo el interior de mi cuerpo comenzó a arder.
Recordé lo que mi mamá había dicho sobre que mi padre tiene mucho aguante y que solo acaba cuando alguien encuentra la forma de hacerlo acabar.
Mayra encontró la forma de hacerlo acabar.
No creo que Pepe haya estado preparado para la concha de su hija menor… y para la actitud de puta que Mayra estaba mostrando al montarse sobre su pija. Ella es demasiado sensual y tenerla penetrada haría acabar a cualquier hombre.
La pija se clavó entera dentro de la concha de Mayra, ella suspiró, gimió y no dejó de moverse. Cuando se levantó y permitió que la pija abandonara su vagina, la leche comenzó a fluir. Por suerte yo estaba a pocos centímetros de la acción. Me mandé enseguida a chupársela y me tomé todo el semen que salió de su rajita. La mezcla de leche y los jugos sexuales de Mayra me volvió loca.
Ella volvió a posicionarse para que la pija entrara, se movió durante unos segundos y al sacarla, otra vez quedó llena de leche, la cual yo me tomé encantada.
Repitió esta acción tres o cuatro veces más, y aunque en las últimas ya no hubo semen para tragar, me encantó poder chuparle la concha.
Escuché los gemidos de mi madre y vi cómo mi tío Alberto le pintaba la cara de blanco, mientras Erik, todo transpirado, se movía frenéticamente detrás de ella. El pendejo le estaba llenando el orto de leche, de eso no me cabían dudas. De todas formas lo quería comprobar. Me puse de pie y me paré cerca de mi hermano, efectivamente él tenía la pija bien metida en el culo de su madre, y cuando la sacó pude ver cómo chorreaba leche por ese agujero. Al igual que lo hice con Mayra, me arrodillé y le chupé el culo, para tomarme todo el semen. Sabía que era el de Erik, y a pesar de que no me llevo bien con él, me dio morbo tragarlo. Tanto morbo que agarré su pija y la chupé por unos segundos, para saborear los últimos chorros de leche que salían de ella.
Después de esto todos nos pusimos de pie y nos quedamos mirando sin saber qué decir. La que rompió el silencio fue mi mamá.
—Creo que ya es hora de ir a dormir —dijo Victoria—. Además, ya se terminó el vino.
—Si se terminó el vino, yo me voy a dormir —mi tío apoyaba la moción.
—Pero yo quiero seguir jugando —dije.
—Ya es tarde, Nadia. Otro día lo seguimos —agregó mi papá.
Intenté convencerlos de que reanudáramos el juego, incluso Erik se puso a mi favor; pero fue inútil, los adultos habían tomado una decisión y ésta era irrevocable. Resignados, abandonamos la mesa dejando todo tal y como había quedado con la promesa de limpiar cuando nos levantáramos. Me gustó que cada uno fuera hasta su cuarto sin molestarse en vestirse. Tal vez, después de esta intensa noche de juego el nudismo familiar se convierta en una realidad. A mí me importaría poco que los demás miembros de mi familia me vieran desnuda, aunque no estuviéramos jugando al póker.
Antes de acostarme enjuagué mi boca con abundante agua, no quería irme a dormir con el sabor al semen de mi padre.
Cuando me acosté me moví inquieta, me sentía cansada y mareada pero no podía relajarme, aún estaba cachonda, quité la sábana que me cubría y abrí las piernas, comencé a masturbarme con los ojos cerrados, impulsada por la lujuria que residía en mí, me importaba muy poco que Mayra estuviera mirando.
Me sobresalté al sentir un movimiento extraño en mi cama, al abrir los ojos vi que mi hermanita se había sentado a pocos centímetros de mí.
—¿Querés que te ayude? —me dijo casi susurrando.
Estaba invitando a mi hermana a que me hiciera una paja. Aún se me hace raro que nuestra relación haya llegado a semejante nivel de confianza, incluso fuera de las partidas de póker; pero me gusta que sea así. Además necesito que alguien me dé placer y ella es la persona que tengo más cerca. Se acostó a mi lado y casi al instante sentí sus pequeños dedos jugueteando con mi clítoris. Esto era mucho mejor que tocarse sola. Supuse que yo debía devolverle el favor, si ella no estuviera tan excitada como yo jamás hubiera propuesto tal cosa. Me agradó sentir su húmeda y suave rajita entre los dedos, ésta era más pequeña que la mía pero también más abultada en la zona del monte de Venus. No pasó mucho tiempo hasta que comenzamos a meternos los dedos mutuamente, ella lo hacía muy bien y yo quería demostrarle que también tenía mucha experiencia en masturbación.
Mientras nos brindábamos placer mutuamente, nos miramos a los ojos. Nuestros jadeos se unieron y eso nos incentivó a acelerar el movimiento de nuestras manos.
—¿Qué? —dije, jadeando y moviéndome cada vez más rápido.
—¿Querés que te chupe la concha? —su cálida vocecita me hace perder la razón.
—No sé… no hace falta que hagas eso, Mayra… ya no estamos jugando al póker.
—Si vos me lo pedís, yo lo hago.
—No te lo voy a pedir —continué moviendo los dedos en su sexo.
—Como quieras. Ya sabés, si tenés ganas de que te chupen la concha, pedimelo.
—No me pidas permiso porque no sé qué contestarte. Hacé lo que vos quieras.
Se quedó en su lugar pero no dejó de meterme los dedos, mi respiración se estaba agitando y en ese momento nos llegó un inconfundible ruido desde el cuarto contiguo, eran los gemidos de mi madre. Ella no se estaba conteniendo para nada, era como si quisiera que todas las personas de la casa supieran que su marido le estaba dando una buena cogida. Nunca la había escuchado así… y me daba un poquito de miedo que los vecinos también la oyeran.
—¿Le estará dando por el culo? —preguntó Mayra, sin dejar de masturbarme.
—Seguramente, después de lo que hizo Erik, papá no se iba a quedar con las ganas.
—Decime la verdad Nadia, ¿te gustó cuando Erik te la metió?
—Al principio no, pero después me gustó mucho —nos quedamos en silencio durante un rato mientras movíamos nuestros dedos y escuchábamos los ruidos sexuales producidos por nuestros padres.
—Me gustan tus tetas —me dijo.
Ni siquiera tuve tiempo a contestarle algo, en ese preciso instante pegó su boca a mi pezón izquierdo y comenzó a succionarlo con ganas. Metí dos dedos bien adentro de su vagina y los moví para indicarle que me gustaba lo que estaba haciendo. Mi calentura iba en aumento constante mientras ella pasaba su lengüita por mis pechos.
No esperó ni un segundo, se deslizó hacia abajo, con un rápido movimiento, mientras yo separaba más mis piernas. Sentí un beso justo contra mi clítoris y me estremecí tanto que mi espalda se arqueó y tuve que aferrarme con fuerza a las sábanas. Solté un grito de placer que fue opacado por otro de mi madre.
Debo admitir que Mayra tiene mucho talento para el sexo lésbico, me la estaba comiendo intensamente y seguramente se estaba tragando todo el jugo que salía de mi vagina. Cuando fui consciente de que estaba teniendo sexo con mi hermana el morbo me hizo estallar en un orgasmo, la pequeña recibió en la cara todo lo que saltó de concha y no dejó de lamer y chupar ni por un instante.
—¡Ay, Mayra! Esto es una locura.
—¡Me encanta! No lo puedo creer… vamos a coger.
—Sí… ahora mismo no me importa nada. Quiero coger con vos.
Agarré su cabeza y la hundí entre mis piernas, volví a sentir su maravillosa lengua explorando mi sexo. Arqueé mi espalda una vez más y Mayra me dio un rico chupón en el clítoris.
—Date vuelta —le dije entre jadeos.
Ella giró su cuerpo rápidamente y se colocó encima de mí. Su concha rosada quedó abierta a pocos centímetros de mis ojos, no la hice esperar, abrí la boca y comencé a chupársela. Estaba deliciosa, muy cargada de flujos y morbo… mucho morbo. Dentro de muchos años recordaría la noche en que tuve sexo con mi propia hermana. Luego de pocos segundos sentí un chorro constante de líquido fluyendo del agujero de su vagina hacia mi boca, me pegué a él y comencé a succionar intensamente. Sentí que me chupaba el clítoris hasta casi arrancarlo y eso me llevó a un segundo orgasmo.
Nos llevó un buen rato calmarnos y sólo dejé de lamerle la rajita cuando supe que ambas estábamos completamente satisfechas.
—Eso fue intenso —le dije mientras nos sentábamos en la cama.
—Sí Nadia, no es la primera vez que fantaseo con chuparte la concha. ¿Nunca te pasó a vos?
—La verdad es que no… pero no te pongas mal, hace poco empecé a experimentar cierta atracción sexual hacia las mujeres… y es gracias a lo que viví con vos y con mamá.
—Eso vale mucho para mí —se abalanzó sobre mí y me dio un corto beso en la boca— bueno, vamos a dormir a mi cama, ésta quedó toda mojada.
—Es cierto. Andá a acostarte, yo voy al baño y vuelvo.
Tanto sexo y alcohol me produjo unas increíbles ganas de orinar.
Fue un alivio el poder hacerlo. En cuanto salí del baño para regresar a mi cuarto, vi a mi tío Alberto saliendo del dormitorio de mis padres, él pasó caminando a pocos metros de mí pero no me vio.
Me acosté junto a Mayra y abracé su menudo cuerpecito. Pensé en lo que había visto, si mi madre estuvo cogiendo frenéticamente y mi tío también estuvo en ese cuarto, sólo podía significar una cosa: Tuvieron un trío. No podía imaginarme a mi mamá con dos hombres a la vez. ¿La habrían penetrado los dos al mismo tiempo? Seguramente así fue, eso explicaría a qué se debían sus desesperados gritos de placer, le habían metido dos vergas. Me costaba creer que mi familia hubiera cambiado tanto por un morboso juego de póker; eso me hacía sentir rara. No por lo que habíamos hecho, ya estaba aceptando eso y no podía cambiar nada de lo ocurrido. Me di cuenta que me sentía insatisfecha, a pesar de la intensa carga sexual que viví, tenía la sensación de que podríamos haber hecho mucho más.
En pocos minutos me quedé dormida con una idea fija en la cabeza: Debía hacer todo lo posible para que el juego se repitiera.
Me desperté cuando la puerta de mi cuarto se abrió e instintivamente abracé fuerte a mi hermana, despertándola también. Mi madre entró y comenzó a mirar para todos lados, un tanto sorprendida; estaba analizando la situación. Iba vestida tan sólo con un camisón color negro.
—¿Qué pasó acá? —Preguntó al ver mi cama con evidentes manchas de humedad, ahora ya secas; no respondimos—. No quiero saberlo. Vístanse que su padre está preparando un asado. Quiere que tengamos un lindo almuerzo familiar.
Nos pusimos de pie de un salto, mostrando toda nuestra desnudez, debíamos bañarnos pero consideramos prudentes ponernos algo de ropa primero, al menos para ir hasta el baño. Victoria estaba retirando las sábanas sucias de mi cama y nos miraba ocasionalmente mientras buscábamos ropa cómoda.
—No imaginé que pudieran llegar tan lejos… —su voz fue casi un susurro.
—Mamá… nosotras —comencé diciendo, pero no me salían las palabras— estábamos borrachas.
—Está bien, creo ser la menos indicada para reprocharles algo —se la veía un tanto triste.
—¿Te pasa algo mamá? —preguntó Mayra.
—¿Ustedes que piensan? —Se sentó sobre el colchón de mi cama—. Este asunto del póker… se está convirtiendo en una locura total. Sé que es tarde para arrepentirse, pero qué diferentes se ven las cosas cuando una las piensa en frío. Todo es por mi culpa.
—En algo tenés razón, mamá —me senté a su lado, aún desnuda—. Hicimos cosas muy locas, pero si empezamos a echar culpas, todos cargamos un poco.
—Es cierto, mamá —mi hermanita se nos acercó, sosteniendo una remera rosada en la mano—. Cada uno aportó a lo que pasó cada vez que jugamos, las cosas se dieron así… fue solamente un juego… que terminó mejor de lo que pensábamos. —Me sonrió; supe que hacía alusión a lo que habíamos hecho antes de dormir.
Por más que quisiera convencerme de que todo fue un sueño, no podía hacerlo. De verdad había tenido relaciones sexuales con mi hermana, sin estar dentro del contexto del juego. Fue sexo puro y duro. Sólo con pensarlo, se me acelera el corazón. Ver su rajita, tiernamente dividida en dos, me provoca mucho morbo.
A pesar de no estar sexualmente excitada y que las mujeres no suelen ser mi preferencia, no puedo negar que todo esto está jugando con mi mente. Hasta los grandes pechos de mi madre, dentro de su escote, me parecen más bonitos que nunca. Si se sacara la blusa ahora mismo y me pidiera que le chupara las tetas, lo haría sin ningún pudor.
—Está bien, mejor vayan a bañarse. Dejemos el tema como está, por ahora. Agradezco sus palabras pero no me siento muy bien con lo que pasó, espero que ustedes se lo tomen más a la ligera.
—Un poco sí, pero todavía me acuerdo de las cosas que hice —le dije— y entiendo que estuvo mal, me da mucha vergüenza mirar a la cara a papá o al tío Alberto… especialmente a Erik… después de lo que pasó
—¡Es cierto! —Mi madre se puso de pie de un salto—. Tienen que tomar la pastilla anticonceptiva. Ahora mismo se las traigo, a vos también te traigo una Mayra.
—No la necesito, ya tengo mis pastillas anticonceptivas. Nadia también tiene las suyas. Fuimos juntas a comprarlas.
—Sí, mamá —le dije—. Cuando me enteré que Mayra empezó a estar activa sexualmente, la llevé a comprar anticonceptivos. No somos tan taradas.
—Veo que ya se las arreglan bien solitas —dijo mi madre, con una cálida sonrisa—. Todavía me cuesta creer lo mucho que crecieron mis nenas. Ahora andan por la vida, comiendo quién sabe cuántas pijas.
—No son tantas —dijo Mayra—. ¿Te molesta que lo hagamos?
—No, siempre y cuando se cuiden. Yo también fui joven y sería una madre muy hipócrita si les prohíbo disfrutar del sexo.
—Me alegra que lo entiendas —siguió mi hermana—. Porque no me gusta que me trates como si yo fuera una nena ingenua e indefensa.
—Bueno, hija, vos deberías entender que para mí siempre vas a ser la más chiquita… y no sé, me da mucha cosa pensar que en algún desafío de strip póker pudieras terminar con una pija en el culo.
—¿Por qué? ¿Pensás que no me la voy a aguantar? ¿O que no me va a gustar? No creo que el sexo anal sea algo malo. Bien que disfrutaste cuando Erik te cogió por el orto, se te notó en la cara.
—¿No? Se suponía que el desafío era meter la verga y dejarla ahí durante unos minutos, sin moverse… pero bien que se movió. Te taladró el orto, mamá… y vos lo dejaste. No le dijiste que se apartara ni que eso no era parte del desafío. Dejaste que él te hiciera bien el orto.
—¿Y vos? —Se quejó Victoria—. ¿No te metiste la pija de tu papá en la concha? Eso tampoco era parte del desafío.
—Sí, lo sé… y me gustó mucho. Papá tiene una pija hermosa. Tenía muchas ganas de sentir una pija así de grande en la concha. Con razón te casaste con él. Me gustaría volver a probar una verga como esa.
—¡Ay, por favor, Mayra, no me lo hagas más difícil!
—Está bien, no digo nada más. Me voy a bañar. —la pequeña salió del cuarto, desnuda y sonriente. La perdimos de vista cuando dobló en el pasillo y pudimos escucharla hablar— ¡Hola papá! —saludó con naturalidad, mi padre apenas gesticuló un saludo y luego escuchamos la puerta del baño abriéndose.
—¿Vos de qué te reís? —me preguntó mi madre.
—La chica tiene carácter, no podés negarlo. Será calladita, pero cuando habla siempre encuentra las palabras justas.
—Las palabras justas para volverme loca —agachó su cabeza—. ¿De verdad creés que Erik me…?
—Sí me acuerdo, solo que… necesito saber si realmente pasó lo que yo creo que pasó.
—Bueno, Mayra tiene razón. Erik te… sí te hizo eso. Pero tampoco lo culpes a él, vos le permitiste hacerlo —se estrujó las manos nerviosa—. Mamá, ¿qué pasó? ¿Qué cambió tanto de ayer a hoy? —Pregunté a pesar de que en realidad era el mismo día—. Anoche te vi decidida, vos misma nos incentivabas a seguir jugando y creeme que nadie te va a odiar por eso.
—No es que algo haya cambiado, anoche entre el alcohol y la calentura que tenía, no pensaba claramente, me parecía todo un simple juego. Hoy ya no lo veo así, lo pienso en frío y me preocupa de qué forma podría afectar esto a nuestra familia.
—Bueno, seguramente haya cambios y la familia no será igual, pero eso no quiere decir que dejemos de ser una familia —tomé su mano—. Hubo momentos en los que quise terminar con todo, me parecía una locura, especialmente la primera vez que jugamos. —Me miró preocupada—. Pero después empezó a gustarme y lo disfruté… hasta me parece excitante que Erik me haya metido la pija… y que me haya dejado la concha llena de leche. —Le confesé—, y vos sabés qué pienso yo de Erik. Fue sólo un juego mamá —no lo veía tan así pero quería reconfortarla— dejémoslo así. Ya no te preocupes tanto.
—Tenés razón Nadia, además no puedo culpar al alcohol por todo lo que hice, yo estaba muy consciente de todo lo que hacía.
—Claro que lo estabas —me quejé—. Te noté muy atenta con las reglas de juego, no me dejaste pasar una —este comentario la hizo sonreír—. Solo te pusiste flexible cuando Erik te empezó a dar por el orto… e imagino que ahí la calentura que sentiste fue tan grande que no supiste cómo pedirle que se detuviera.
—Lo intenté. Te juro que más de una vez estuve a punto de pedirle a Erik que parase, que dejara de cogerme de esa manera, porque soy su mamá… pero él demostró esa calentura propia de los pendejos de su edad… cuando su verga empezó a moverse lo único que pude pensar fue: ¡Sí, al fin me van a romper el orto! Y lo demás ya lo viste… me dejé coger el culo, por mi hijo.
—Y a mí me hizo de todo el tío Alberto… y eso ni siquiera era parte del juego.
—Sí, lo vi… también estuve a punto de detenerlos; pero como Erik me estaba taladrando el culo, como diría Mayra, no pude…
—¿Y por qué permitiste que Mayra se montara sobre la pija de papá?
—No sé… yo también estaba ocupada en otras cosas.
—Como en chuparle las pijas a Erik y a Alberto.
—Sí, eso también fue una locura… pero estaban tan duras que no aguanté la tentación. Y cuando vi a Mayra con la pija de Pepe en la concha, solo pude sentir morbo. Y de pronto tuve ganas de que Erik volviera a meterme la verga en el orto. Esta vez se lo pedí yo, y fue hermoso cuando me la metió. Pocas veces estuve tan caliente en toda mi vida.
—¡Y yo! Y eso que a mí no me estaban metiendo ninguna pija. Pero tenía a Mayra tan cerca… como vos lo dijiste, al ver cómo se le enterraba toda la pija de papá, me llené de morbo.
—Sí, hicimos muchas locuras. Bueno, mejor dejémoslo ahí. No tengo ganas de seguir maquinándome, hay momentos en los que es mejor dejar de preocuparse y que todo fluya con la mayor normalidad posible. Date un baño y comemos el asado.
El almuerzo familiar transcurrió en un clima de gran tensión, nadie habló de lo ocurrido la noche anterior y tampoco se animaban a mantener un contacto visual. Incluso yo esquivé la mirada de Erik en varias ocasiones. En la conversación se hizo evidente la tensión, mi tío Alberto se esforzaba por mantener el humor, pero estábamos tan ensimismados en nuestros pensamientos que ni siquiera lo escuchábamos.
Un par de horas después de comer el asado, nos encontrábamos sentados en el patio de casa, cada uno sumergido en una actividad. Yo leía una revista de artículos de interés; Mayra estaba atrapada en un jueguito de celular; Erik pateaba una pelota contra una pared, molestando a todo el mundo; mi papá y mi tío Alberto hablaban de fútbol y Victoria estaba respondiendo mensajes a algunas compañeras de su trabajo. Lo más llamativo de todo era mi madre, porque tenía puesto un vestido muy corto y se había sentado con un pie sobre el sillón, con las piernas separadas. Podíamos ver toda su peluda concha, sin nada que la cubriera. El único que parecía no darle importancia a este detalle era mi papá, claro, él ya está acostumbrado a ver la concha de su mujer. Pero todos los demás mirábamos de reojo a cada rato, especialmente Erik.
La tranquilidad familiar se vio interrumpida cuando mi papá recibió una llamada. Se trataba del arquitecto con el que estaba trabajando en un edificio en construcción, el tipo parecía estar muy enojado por algo y quería que mi padre se presentara de inmediato a poner solución al problema. Como él es Maestro mayor de Obra, si había un problema tenía que ir igual, aunque fuera domingo. Erik es su empleado de confianza, por lo que él también tenía que ir. Mi tío Alberto decidió acompañarlos, solo en caso de que a mi papá se le subiera la bronca a la cabeza y le diera por querer estrangular al arquitecto.
Así fue como las tres mujeres de la casa nos quedamos solas. Por unos minutos nos mantuvimos inmersa en nuestras actividades, especialmente mi mamá, que seguía mostrando toda la concha, como si no se hubiera percatado de este detalle. Mientras ella escribía en su celular, nosotras la mirábamos.
La primera en perder la compostura fue Mayra. No dijo ni una sola palabra, simplemente dejó su teléfono sobre el sillón y se acercó a Victoria. Se arrodilló frente a ella y su lengua se perdió entre esos velludos labios vaginales. Mi mamá solo la miró un segundo, sonrió y volvió a concentrarse en su teléfono. Al parecer esto dejó más tranquila a Mayra, empezó con todo el protocolo del sexo oral lésbico. Pasó la lengua por cada rincón de esa concha y a mí se me mojó como si yo fuera la que recibía esas lamidas. Recordé el intenso momento en el que las dos juntas le practicamos sexo oral a mi papá. Ahora teníamos una oportunidad inmejorable para poner eso en práctica con mi madre.
Me puse de pie y me acerqué a las dos, me arrodillé para unirme a Mayra y mi mamá levantó el pie que aún estaba en el piso, abrió mucho las piernas, para permitirnos chuparle la concha con toda libertad.
El sabor de la concha de mi madre me vuelve loca, es mucho más intenso que el de Mayra. Cuando se la chupo a Mayra me da morbo porque siento que se la estoy comiendo a una chica virgen, alguien que apenas está empezando a experimentar el sexo. Pero la concha de mi mamá tiene sabor a mujer experimentada.
Me encantó que ella la tuviera tan dilatada, seguramente por la tremenda cogida que le habían dado a la noche. Por supuesto que además de chupar su concha, Mayra y yo lamimos el culo de Vicky, el cual también había sido muy usado durante la noche.
Ella dejó el teléfono, se quitó el vestido y comenzó a gemir, mientras se masajeaba las tetas. Seguramente se estaba volviendo loca del morbo al tener a sus dos hijas comiéndole la rajita.
—Sacate la ropa, Nadia —me pidió Mayra, luego de unos minutos.
La idea de desnudarme me encantó, por lo que sin pensarlo me quité todo, y ella hizo lo mismo. Cuando estuvimos completamente desnudas, Mayra se acostó boca arriba en el césped, justo delante del sillón en el que mi mamá aguardaba con las piernas abiertas. Me senté en la cara de Mayra y al instante ella comenzó a chuparme toda. Ahora yo tenía la concha de Vicky solo para mí… y estaba dispuesta a disfrutarla al máximo. Me prendí a su clítoris e hice todo lo posible para estimularlo, con la lengua y con los dedos. Incluso le metí dedos por los agujeros, el de la concha y el del culo. Mayra hizo lo mismo conmigo, me encantó sentir un par de sus dedos dentro del culo, mientras ella me comía la concha.
Luego de un rato intercambiamos lugares, yo me acosté en el césped, Mayra se sentó sobre mí y frotó toda su preciosa concha contra mi cara, mientras le daba una maravillosa chupada a mi mamá. Sé que a Vicky le gustó mucho porque comenzó a gemir con intensidad y a pedir más.
Por suerte a mi mamá también le dio por comer concha. Unos minutos más tarde quedamos las tres tiradas en el prolijo césped del patio, probando distintas posiciones para chuparnos la concha la una a la otra. Aprendimos algunas cositas de Vicky, pequeños detalles que demuestran que mi madre tiene mucha experiencia en el sexo lésbico. Si algún día tengo la oportunidad, le voy a preguntar sobre esto, porque después de la tremenda chupada de concha que me dio, no me queda ninguna duda de que ella se acostó con varias mujeres.
Los hombres tardaron en volver, por lo que tuvimos mucho tiempo para explorar nuestros sexos y dejar salir todos nuestros instintos lésbicos. Creo que las tres llegamos a tener jugosos orgasmos.
—La pasamos muy lindo, chicas. —dijo mi mamá, cuando ya habíamos quedado rendidas. Estábamos las tres acostadas en el césped, contemplando el cielo—. Pero no le cuenten a los demás sobre esto. Preferiría que estas cosas no ocurrieran con tanta frecuencia.
—Está bien, mamá. Te prometemos que no decimos nada —aseguró Mayra.
El resto del domingo se desarrolló de la misma forma que la mañana: con mucha incomodidad latente en el ambiente. Lo más incómodo era deambular por la casa sin sentido alguno, intentando no incitar alguna situación sexual. Cada vez que veía a alguno de los miembros masculinos de mi familia no podía evitar recordar la forma y el tamaño de sus penes. Hasta con las mujeres me pasaba algo parecido, especialmente con mi hermanita, al verla recordaba lo que habíamos hecho y nos sonreíamos con complicidad. A pesar de haber quedado sexualmente satisfecha, no podía dejar de pensar en el sexo, lo había redescubierto en una forma trascendental.
Esa noche me acosté temprano sin tener sueño, mi excusa era que quería dormir bien para levantarme temprano al día siguiente y poder comenzar la semana con muchas energías; pero en realidad trataba de evitar el contacto con mi familia. Di vueltas en la cama, mi cabeza era una peligrosa telaraña llena de ideas descabelladas, por un lado me daban muchas ganas de repetir todo lo sucedido en las últimas semanas. Mi cuerpo me lo pedía, pero por otra parte la consciencia y la culpa me impedían llevar a cabo esta tarea. Fue una suerte que me quedara dormida, ni siquiera recuerdo cuándo sucedió, sólo sé que me desperté a la mañana siguiente y me alegraba poder haber dormido toda la noche de un tirón.