Incest
June 5, 2022

Strip Póker en Familia [12].

Emociones Más Fuertes.


Luego de lo ocurrido con mi tío estoy segura de que al menos otros tres miembros de mi familia querían repetir el juego de Strip Póker; incluso puedo afirmar que tienen tantas ganas como yo de hacerlo. Sin embargo aún falta mi papá. No sé por qué me cuesta tanto hablar del tema con él, tal vez porque lo veo como una figura de autoridad o por las fantasías sexuales que tengo con él; me pongo sumamente nerviosa al tenerlo cerca.

No puedo decirle a mi mamá que organice un sábado de póker sin antes estar segura de que mi papá también tiene ganas de repetirlo. Me da un poco de miedo pensar que quizás ya nos excedimos demasiado, que esto se nos está yendo de las manos… y si yo lo pienso, siendo la pendeja irresponsable que soy, a mi papá también se le habrá pasado por la cabeza.

En un intento por retomar una vida normal, acepté a tener una cita con un pibe que venía insistiendo desde hacía unas semanas. Sus invitaciones llegaron en mal momento, cuando yo tenía cosas mucho más importantes en la cabeza. De todas maneras es un lindo pibe y supuse que verlo durante un rato no estaría mal y, ¿quién sabe? en una de esas me hace olvidar un poco de mi familia.

Nos reunimos en un barcito que estaba mucho más cerca de su casa que de la mía. Era un lugar estratégico que a él le venía de maravilla, hasta me lo podía imaginar diciendo: “Che, ¿querés que vayamos a un lugar más cómodo? Da la casualidad de que yo vivo por acá cerca”. Tal vez eso me hubiera molestado en otras circunstancias, pero últimamente estoy viendo el sexo con otros ojos. No me vendría mal una buena cogida sin compromisos. El pibe no es ningún galán de cine, aunque sí es agradable a la vista y su sonrisa me parece simpática.

Como era de noche, acompañamos la charla con algunos vasos de cerveza, al principio todo marchaba de maravilla, y gracias al alcohol él me parecía cada vez más lindo. Ya casi estaba dispuesta a dejarme coger por todos los agujeros… me moría de ganas de tener una buena pija en el culo, y le hice saber de mi calentura mostrando mis tetas más de la cuenta. Incluso se me llegó a salir una de las tetas del escote, el mozo que nos trajo la segunda ronda se cervezas casi tira la bandeja al piso al verme.

Al pibe no lo conozco muy bien, me lo presentó una amiga que tenemos en común y supuse que ella conocía mis preferencias en cuanto al sexo masculino; pero al parecer mi amiga no me conocía tanto como yo pensaba.

A medida que la charla fue avanzando, empecé a darme cuenta de que el pibe era de lo más pesado, muy arrogante y vanidoso. Debo admitir que parece inteligente; pero arruina esta buena cualidad cada vez que intenta idolatrarse a sí mismo. Llegué a pensar que se trataba del polo opuesto de Erik, mi hermano podía ser algo bruto y limitado; pero era humilde y honrado. Nadie puede decir que sea mala persona. La mayoría de las peleas que tuve con él fueron por boludeces, o por errores estúpidos, no porque buscara perjudicar al otro.

Mientras mi ilusión se fue desvaneciendo de a poco. Dejé de emplear el poco sutil truco de mostrar las tetas, y me puse a revisar mis redes sociales en el celular. Al parecer el pibe no notó mi falta de interés, estaba demasiado preocupado en hacerme saber lo bueno que era jugando al fútbol. Iba por su tercera o cuarta anécdota futbolística cuando llegué a la conclusión de que ya no quería acostarme con él, y las ganas de marcharme se hicieron evidentes… incluso para él.

—Estás inquieta, ¿pasa algo? —me dijo, después del cuarto vaso de cerveza.

—Es que ya es muy tarde, me tengo que ir —le contesté de forma automática, en ese momento me percaté de lo poco que había abierto la boca durante la charla, que en realidad se pareció más a un monólogo.

—¿No querés que te lleve? O en una de esas querés ir a un lugar más tranquilo, acá hay mucha gente.

—No, está bien. Me pasan a buscar —mentí mientras me ponía de pie, abrí mi bolso y saqué algunos billetes—. Tomá, para que pagues las cervezas.

—No te preocupes, yo invito.

—Perfecto —dije guardando otra vez el dinero, estaba enojada con él por haberme hecho perder el tiempo—. Me voy porque ya me deben estar esperando.

—¿Estás segura de que no querés que te lleve? Vine en el auto y mi casa está…

No me quedé a escuchar sus últimas palabras, que se perdieron en el murmullo de la gente y luego quedaron opacadas por el repiquetear de la lluvia.

Que el pibe sea un pesado contribuyó mucho a que yo me marchara, pero esa no fue la única razón. Aunque él me hubiera resultado agradable, sé que no habría disfrutado del sexo. Por culpa de las intensas partidas de póker con mi familia, últimamente necesito emociones más fuertes.

No lo podía creer, llamarla lluvia era quedarse corta, esto era un diluvio ¿en qué momento había comenzado a llover? Antes de venir vi que estaba nublado y recordé que mi mamá me había dicho que llevara un paraguas, pero ¿quién hace caso a las madres en estas cosas? Uno siempre las ignora, hasta que nos damos cuenta de que tienen razón. Me quedé bajo el toldo del exterior del bar y me apresuré a llamar a mi papá, en pocos segundos una voz grave me saludó.

—Hola, papá ¿podrías venir a buscarme? Está lloviendo a cántaros y conseguir un taxi con este día de mierda va a ser un poco difícil.

Uno de los grandes defectos de mi ciudad es que en los días en los que uno más necesita un taxi, más difícil es encontrarlos. Los días de lluvia torrencial hacen que los taxistas prefieran no trabajar, por miedo a arruinar sus autos; algunas calles se inundan tanto que transitarlas equivale a llenar de agua el motor del auto.

Por suerte no tuve que darle muchas explicaciones a mi papá, le di la dirección y me dijo que en pocos minutos pasaría a buscarme. Cuando terminé de hablar con él, miré hacia adentro del bar, a través de la puerta de vidrio, y el pibe vanidoso me miraba con el ceño fruncido mientras tomaba uno de los dos vasos de cerveza que tenía en la mesa. En ese momento recordé que habíamos pedido una siguiente ronda antes de que yo me levantara. No sólo estaba distraída sino que los cuatro vasos que tomé ya me estaban afectando un poco, mi tolerancia al alcohol no es muy buena y no me avergüenza admitirlo.

Me alejé unos metros del bar, para no tener que ver la cara del pibe, y no tuve más remedio que quedarme bajo la lluvia, la cual me empapó en un abrir y cerrar de ojos. En realidad esto no me molestó, hacía calor y necesitaba algo fresco para quitarme esa espantosa sensación de mareo.

Mientras esperaba a mi papá me di cuenta de que tendría varios minutos a solas con él, el bar estaba como a media hora de viaje en auto y no sólo debería esperar ese tiempo bajo la lluvia sino que también debería pasarlo con él a solas.

Me invadió el recuerdo de su cuerpo desnudo, especialmente el de su pene erecto dentro de mi boca, los minutos pasaban y yo no hacía más que pensar en eso, lo cual era bastante contraproducente, no sólo me estaba excitando sino que también me recordaba que aún debía tener una charla complicada con él para averiguar si quería o no una nueva ronda de Strip Póker.

Como vine con la intención de caerle bien a este pibe, me puse una blusa blanca bastante escotada, la cual estaba hecha sopa, el pibe me había mirado las tetas durante toda la charla y ahora me sentía molesta conmigo misma por haberle regalado semejante espectáculo, y que al final no sirviera para nada. De pronto recordé el consejo de Mayra: si debía hablar de un tema delicado con mi padre, debía hacerlo con un buen escote, eso haría que su atención se disipara. Con la blusa mojada marcándome los pezones, ya tenía un gran punto a favor.

Comencé a pensar en qué podría decirle, cómo podría iniciar la charla ¿y si él no se fijaba en mis pechos y sólo prestaba atención a la calle? No quería que tuviéramos un accidente por distraerlo; pero alguna miradita de reojo me favorecería y también alimentaría un poco mi ego. Sé que estoy loca al decir esto, y no lo puedo evitar: me causa mucho morbo saber que puedo excitar a mi propio padre.

Nerviosa y llena de dudas, actué de forma imprudente e impulsiva. Desabroché mi corpiño y me lo quité por debajo de la blusa, luego lo guardé dentro de mi bolso procurando que no mojara mi teléfono celular. Miré mis pechos y me quedé sorprendida, la tela blanca ya era casi transparente y mis pezones se traslucían mucho, para colmo estaban erectos y parecía que en cualquier momento agujerearían la tela. No tuve tiempo para arrepentirme, en ese momento vi la camioneta negra de Pepe doblando la esquina. Lo saludé con la mano y se detuvo frente a mí, me hizo señas para que subiera, y abrió la puerta del lado del acompañante. Prácticamente salté de cabeza dentro de la camioneta.

—Perdón, voy a mojar todo —me disculpé apenas tomé asiento y cerré la puerta.

—No te preocupes, tu hermano la ensucia todos los días, no le vendría nada mal un poco de agua…

—¿A Erik o a la camioneta?

—A los dos —dijo Pepe, soltando una simpática risa que se me hizo muy contagiosa.

Dejó de reírse en cuanto vio mis voluminosos pechos traslucirse bajo la tela de la blusa, fue tan obvia su mirada que no pude disimular.

—Maldita lluvia, me mojé toda —mi pelo aún seguía chorreando agua—. Lo peor es que se me marca todo.

—¿Qué hacés así vestida? —Preguntó mientras ponía la camioneta en marcha.

—Es por culpa de la lluvia, creeme que no se nota nada cuando la blusa está seca, se usa así, sin corpiño. —Sabía que no me discutiría eso ya que él no tiene ni puta idea de moda femenina.

—De todas formas, te veo más arreglada de lo normal —sus ojos espiaron rápidamente mis blancas tetas, supuse que se centraban más que nada en la amplia parte central, la cual la empapada tela de la blusa ni siquiera cubría.

—Ah, eso es porque vine a ver a un chico… —comenté, restándole importancia al asunto—. Tomamos algo juntos, pero no me cayó tan bien como esperaba, por eso te pedí que vinieras a buscarme. Por cierto, tardaste mucho menos de lo que yo creía. —Hice memoria y no debían haber pasado más de quince minutos desde que lo llamé por teléfono.

—Es que estaba en la casa de un socio arreglando unos detalles para mañana, estamos con una obra bastante grande en un edificio de… —me miró otra vez, mis pezones se notaban bastante a pesar de la escasa luz en el interior del vehículo—. ¿Tenías pensado hacer algo más que tomar algo con este chico? —No sabía si me lo preguntaba por deber de padre o por puros celos, al menos estaba charlando con él y supe que debía ser yo la que llevara la conversación a un territorio más íntimo y personal.

—No te voy a mentir, en un momento pensé que podía pasar algo más, creo que hasta vine con esa intención. —Me temblaban un poco las manos, nunca había hablado de estas cosas directamente con mi padre—. Pero después lo pensé mejor y me di cuenta de que no valía la pena hacerlo con un tipo así; era demasiado egocéntrico para mi gusto.

—Comprendo —dijo Pepe, con la vista al frente como si no comprendiera nada, tal vez su cabeza estaba intentando procesar la información.

—¿Te parece mal que venga a ver a un chico con esas intenciones?

—Vos ya sos grande, Nadia. Podés hacer lo que quieras.

—Es que en realidad ni siquiera sé si quería. —Intentaba actuar con normalidad a pesar de estar virtualmente desnuda de la cintura para arriba—. Por un lado quería hacerlo, pero por el otro sabía que al chico ni siquiera lo conocía y no me animé, dejando de lado que al final me cayó mal.

—Las mujeres siempre son indecisas con esos temas —bromeó y lo vi sonreír—. Los hombres somos más básicos, por naturaleza. Si hay sexo de por medio, es difícil que nos neguemos.

—No creas que todas las mujeres pensamos de una forma radicalmente diferente a la de los hombres, yo no veo el sexo como algo malo… me gusta y me atrae, pero a veces me acuerdo que tampoco es bueno hacerlo con alguien que uno no conoce. Lo lindo es tener cierta confianza con la otra persona, conocerla mejor… eso me calienta más. —Miré por la ventana de mi lado para no tener que cruzar la mirada con él, pero lo vi por el espejo retrovisor exterior, sus ojos volvieron a clavarse en mi escote en un fugaz movimiento—. Al principio quería hacerlo con este pibe, porque tenía ganas de volver a probar algo que me gustó mucho.

—¿Qué cosa?

—Me da vergüenza decirlo… bah, en realidad me da miedo que te moleste.

—¿Por qué debería molestarme? Podés contarme.

Me di cuenta de que viajábamos a velocidad moderada ya que la lluvia no menguaba, supuse que tendríamos un largo viaje hasta casa y una vez más me invadió el típico nerviosismo que me produce estar a solas con mi padre. Esta sensación se volvió mucho peor luego de las benditas partidas de póker. ¿Será que hoy volverá a ocurrir como aquella primera vez? Nuestra partida de póker inició por la lluvia, un factor que contribuyó para que mi vida cambiara totalmente. Tal vez ahora la lluvia me ayude a seguir adelante con estos cambios que tanto me atraían.

—Quería volver a probar el sexo oral con un hombre. —Me apresuré a decirlo, para desligarme lo más rápido posible de la frase. Me sentí una boluda al usar el término “sexo oral”, pero por alguna razón no pude decirle a mi padre: “Tengo ganas de comerme una buena pija”—. Desde que lo hice por primera vez, me gustó, y tuve pocas chances de repetirlo. —Eso fue una clara indirecta hacia Pepe.

—Ah, comprendo. —Era una de sus típicas respuestas que sólo evidenciaban la confusión que tenía. Froté mis brazos con las manos, si bien hacía calor el agua de la lluvia había enfriado considerablemente mi cuerpo—. En la guantera debe haber una toalla de mano, con eso te podés secar un poco.

Abrí la guantera y efectivamente había una toalla que aparentaba ser blanca, no estaba en las mejores condiciones pero supuse que mi padre y mi hermano la usarían para secarse las manos luego de trabajar y era lógico que estuviera en ese estado. Primero me sequé las gotitas de agua acumuladas en mis brazos, luego la cara y el pelo lo mejor que pude y pasé a la parte que más llamaba la atención de Pepe. Introduje la toalla por mi escote para secarme los pechos, actué como si estuviera sola, sin siquiera mirarlo; pero sabía muy bien que él si me estaba mirando a mí.

Saqué del escote mi teta izquierda completa y empecé a secarla lentamente con la toalla. Luego repetí la acción en mi teta derecha, dejando ambas fuera de la estirada remera, de vez en cuando miraba hacia la calle, pero como estábamos transitando una zona poco frecuentada no había curiosos que pudieran ver mis melones blancos. El saber que esto podría estar provocando a mi padre comenzó a encender una pequeña llama de lujuria en mí y ésta fue creciendo poco a poco. Volví a guardar las tetas dentro de la blusa, sólo para que se mojaran otra vez, pero ya había dado un buen espectáculo y el marcado bulto en la entrepierna me lo demostraba; tuve que esforzarme para no esbozar una sonrisa.

No pude hacer menos que sonreír al verlo así, él no tenía forma de cubrirse o disimular, miré fijamente esa loma asomando de su pantalón para indicarle que ya había notado su erección. Me temblaba todo el cuerpo y no era sólo por el frío, estaba sumamente nerviosa y mi cabeza trabajaba a toda prisa, me estaba desesperando por dar el siguiente paso; pero temía a las consecuencias, lo peor de todo era esa maldita sensación de haber llegado demasiado lejos. Una cosa es que mi padre me vea desnuda frente a toda mi familia en las mismas condiciones, durante un juego de póker, y otra muy diferente es exhibirme ante él estando sólo nosotros dos en un espacio tan reducido.

—Me dijeron que algunas mujeres creen que son buenas con el sexo oral, pero en realidad no saben hacerlo —dije como si estuviera hablando conmigo misma—. ¿Eso es cierto?

—No lo sé —titubeó—, creo que depende mucho de la actitud de cada mujer. Si cree que todo lo hace bien, sin siquiera preguntar, ya está cometiendo un error.

—Entonces supongo que hago bien en preguntar, porque yo no creo haberlo hecho bien.

—¿Al hombre que se lo hiciste le gustó? —noté que aferraba con fuerza el volante, estaba tan nervioso como yo.

—No lo sé. ¿Te gustó? —me miró con los ojos de un perro callejero—. Porque esa vez, durante el juego de póker, fue la que más me esmeré por hacerlo bien.

—¿Lo decís en serio?

—Si papá, de verdad quería hacerlo bien. No sé, quizás es porque soy muy competitiva… o porque no acostumbro a andar chupando vergas —me miró con ojos de padre inquisitivo, como si me dijera: “No te creo”—. No sé qué imagen tendrás de mí, papá; pero no soy tan promiscua como parezco —al menos no lo era antes de jugar al póker con mi familia.

—No dije eso, pero como tuviste novio... pensé que ya tenías experiencia en el asunto.

—La verdad es que nunca me llevé bien con mi novio. No llegamos a intimar tanto como me hubiera gustado. Durante la partida de póker quise demostrarme a mí misma que soy capaz de brindarle placer a un hombre… incluso a uno que lleva muchos años casado con una mujer despampanante.

Su bulto seguía creciendo, supuse que estaba recordando lo ocurrido en aquella ocasión, para colmo su pantalón era de una delgada tela deportiva y no disimulaba en lo más mínimo el gran tamaño de su miembro. Disimuladamente froté mi entrepierna por arriba de mi pantalón, éste era de jean y se ajustaba mucho al cuerpo, especialmente al estar tan mojado, desprendí el botón porque ya me estaba incomodando demasiado.

—¿Creés que lo hice bien? —Volví a preguntarle, sabía que él no estaría bien preparado para una pregunta tan directa. Bueno, en su defensa puedo decir que pocos padres en el mundo hubiesen podido conservar la calma si una de sus hijas lo estaba interrogando sobre sexo oral utilizando como ejemplo algo que había pasado entre los dos.

—No estuvo mal. —Contestó, mirando fugazmente mi entrepierna, apenas se asomaba mi bombachita mojada por donde había abierto el pantalón.

—No estuvo mal, pero tampoco estuvo bien.

—No dije eso.

—Pero así lo entiendo yo —no se lo dije con mala onda—. Sé que todavía me falta mucho por aprender en materia sexual.

—Por ser una de tus primeras experiencias… estuvo muy bien —sus nervios lo estaba traicionando, ya prácticamente no hablaba sino que balbuceaba.

—Te cuento que en el primer intento me puse muy nerviosa… por todo eso de que somos familia —ni siquiera yo sabía si elegía las palabras correctas.

—Es lógico —apenas pude entender lo que dijo—. Todo ese asunto del strip póker es bastante… loco.

—Pero la segunda vez ya no me importó tanto, ya me dio igual… para colmo también estaba Erik —mi cuerpo reaccionó placenteramente al recordar de qué forma chupé una y otra vez sus penes—. Fue un juego muy divertido —sonreí— ¿no te parece? —No me respondió, se limitó a mirar una vez más mis pechos antes de poner la vista al frente otra vez; decidí que era hora de jugársela toda, ya estaba muy metida en todo esto y hubiera sido una cobardía retroceder, avancé sin medir las consecuencias—. Me caliento mucho de sólo acordarme, nunca había tenido dos vergas para mí sola—. El corazón se me aceleró vertiginosamente y mis manos temblaban apoyadas sobre mis piernas—, y mucho menos dos vergas tan grandes, me costó un montón metérmelas en la boca. —Su miembro se sacudió dentro del pantalón, eso me valió más que mil palabras—. Pero no me importó, estaba muy borracha y excitada, me las quería comer todas, quería sentirlas hasta el fondo de mi garganta —tragué saliva—. Quería hacerlos acabar a los dos y quería… —miré una vez más su bulto—. ¡Mah’sí, a la mierda con todo!

Con el corazón latiendo a toda velocidad, me incliné hacia el lado del conductor, con un rápido movimiento le bajé el pantalón lo suficiente como para que su verga dura y venosa quedara libre y bajé la cabeza. La tragué hasta la mitad y la saqué lentamente de mi boca apretando mucho los labios. Se escuchó el típico chasquido de un chupón cuando salió completa y volví a tragarla sin darle tiempo a mi padre para reaccionar.

Mi excitación era casi tan grande como en las partidas de póker, y por fin estaba probando otra vez ese grueso tronco que me traía loca. Intenté chuparlo lo mejor posible y, aparentemente, a Pepe no le molestó porque se limitó a presionar mi cabeza hacia abajo mientras continuaba manejando. Su hija le estaba haciendo un pete y parecía dispuesto a disfrutarlo. Supe que ya no era momento de hablar más, él no es un hombre de palabras, él hablaba con acciones y yo le estaba hablando en su propio idioma mientras llenaba de saliva todo su glande y lo recorría alrededor con mi lengua.

Introduje una mano en su pantalón para poder agarrar sus testículos, los apreté sin emplear mucha fuerza y comencé a subir y bajar mi cabeza una y otra vez, de vez en cuando debía sacarla del todo para tomar aire y podía ver hebras de saliva colgando de mis labios o de la verga. Sentí una áspera mano de dedos gruesos presionando una de mis tetas por dentro de la remera, se había colado por mi escote y ya me estaba pellizcando un pezón, con un rápido movimiento me las ingenié para que mis tetas quedaran colgando fuera de la blusa sin dejar de chupar.

No me limité a chupársela, también usé mis manos para masturbarlo tan rápido como la incómoda posición me lo permitía. La mano derecha de mi padre pasaba de la palanca de cambios a mi cuerpo, no se conformó con tocar mis tetas, buscó mi entrepierna, pero no podía tocarla mientras yo estuviera inclinada hacia su lado por lo que me senté normalmente en el asiento del acompañante, la lluvia seguía cayendo copiosamente y me pareció que ahora conducía más lento que antes, estaba segura de que él demoraría el viaje de regreso lo más posible. No me animaba a mirarlo a la cara, cerré mis ojos y aferré su verga con mi mano izquierda, en cuanto comencé a masturbarlo sentí que sus dedos se escabullían hábilmente dentro de mi ropa interior, con mi mano libre intenté bajarme un poco más el pantalón. Era una tarea difícil, por suerte él logró llegar hasta mi clítoris y apoderarse de él, sus rugosos dedos me inundaban de placer, en poco tiempo comencé a jadear y luego recordé que estábamos los dos solos en el auto, nadie podría oírnos. Di rienda suelta a mis gemidos y deslicé mi cuerpo un poco hacia adelante, pegando mi espalda al asiento y alejando mi cola del respaldar, separé un poco más las piernas y esto permitió que mi papá pudiera introducir un dedo en mi húmeda y viciosa vagina, gemía más por morbo psicológico que por placer físico pero todo se amalgamaba de forma tan perfecta que era muy difícil decir dónde comenzaba uno y dónde lo hacía el otro.

Estaba gozando enormemente pero Pepe apartó la mano, cuando abrí los ojos vi que estaba manipulando la palanca de cambios, esto me dio la oportunidad de regresar a mi tarea, me incliné una vez más hacia él y me tragué su verga tanto como pude, ese sabor entre amargo y dulzón me volvía loca. Me esmeré mucho para darle todo el placer posible, él no decía una palabra y decidí dejar las cosas de esa forma, al fin y al cabo ambos estábamos disfrutando. Chupé, lamí, tragué y salivé durante largo rato, movía mi cabeza de arriba abajo variando el ritmo y la fuerza con la que lo hacía, a veces mantenía mi boca tan abierta como podía y hacía entrar y salir esa dura y larga verga casi hasta atragantarme, mi boca producía sonidos extraños cuando yo intentaba respirar, tuve que serenarme un poco, tomar aire y luego volver a la acción haciendo todo lo posible por respirar por la nariz. Sentí envidia de mi madre quien podía comerse esa suculenta verga a diario pero no era sólo el tamaño lo que me calentaba, ella no podía sentir lo mismo que yo, él no era su padre, era su marido.

Levanté la vista porque nos detuvimos, estábamos en un lugar con muchos árboles, parecía un bosque; pero no hay bosques cerca de mi casa, por lo que debía tratarse de algún parque. De todas maneras lo más importante era que estábamos solos y con la lluvia torrencial era poco probable que alguien se nos acercara.

Me quité el pantalón y la tanga, mi blusa voló hacia el asiento trasero, en cuestión de un par de segundos, quedé completamente desnuda. Ni siquiera lo pensé, no le di ni tiempo a mi papá para que dijera algo. Me senté arriba de él, poniéndole las tetas en la cara. Pepe tuvo el atino de agarrar su verga y apuntarla directamente hacia mi concha. Cuando sentí esa gruesa verga entrando, emití uno de los gemidos más pornográficos de mi vida. ¡Cómo se me abrió la concha! Si esto es lo que siente Vicky cada vez que se acuesta con su marido, entonces puedo entender por qué es una mujer tan feliz.

Mi concha se dilató rápidamente, gracias a la calentura que tenía, y a pesar del gran tamaño de la verga de mi papá, ésta consiguió entrar muy bien en mi concha. Ayudó mucho que yo me moviera de abajo hacia arriba, meneando las caderas, e ignorando el dolor que sentía. No me dolía mucho, apenas un poquito, solo como para que la sensación sea más interesante.

—¿Sabés una cosa, papá? Tengo muchas ganas de jugar al póker otra vez. —Me pareció el momento más indicado para decírselo—. Sé que se pueden dar situaciones muy locas e inapropiadas, pero… no podemos negar lo mucho que nos divertimos. Además… todos quieren volver a jugar, lo sé porque se los pregunté.

Sabía que mi papá no me respondería, él se limitó a darme duras embestidas en la concha, era su forma de comunicarse, como los cavernícolas. Con esos pijazos me estaba diciendo que a él también le gustaba la idea de retomar los juegos de póker.

—Creo que todos tenemos un momento favorito de esas partidas. ¿Sabés cuál es el mío? El momento en que Erik se la metió por el orto a mamá. Eso fue… ¡uf! —Gemí de puro gusto, la pija de papi me estaba volviendo loca y la sentía cada vez más adentro—. Me encantó ver a mamá sufriendo mientras la verga de su hijo se le enterraba en el orto. A mí me gustaría que me hicieran lo mismo, que me metieran una verga bien grande por el culo… una verga que me haga experimentar lo mismo que sintió mamá, una verga que me haga sufrir… —Empecé a dar fuertes saltos sobre la pija de mi papá, mis tetas rebotaban para todos lados, como pelotas de básquet—. ¡Ay, sí… quiero que me rompan el orto! ¿Qué hubieras hecho vos, en una situación parecida? Si yo hubiera sido la que perdió la apuesta, y me tuvieras que dar por el orto, como Erik lo hizo con mamá. ¿Lo hubieras hecho? ¿Me hubieras hecho sufrir? Porque con esta pija que tenés, me dejarías el culo bien abierto.

Volví al asiento del acompañante, la concha me palpitaba y la tenía llena de flujos. Pasé entre los dos asientos de adelante y apoyé las rodillas en el asiento de atrás, dejando mi culo apuntando directamente al parabrisas de la camioneta. Si alguien miraba desde afuera podría ver mi concha hinchada de flujos y todo el agujero de mi culo, porque me abrí las nalgas con ambas manos.

—Decime, papá. Si me tuvieras así durante una partida de póker ¿me darías por el culo? ¿Me meterías tu enorme pija hasta el fondo, incluso sabiendo que yo sufriría mucho? ¿Seguirías empujando la pija hacia adentro aunque se me pusiera la cara roja y se me cayeran las lágrimas? Sé que Erik lo haría, no tendría piedad de mí, me rompería el orto con mucho gusto, como lo hizo con mamá. Pero… ¿y vos?

Sé que Pepe es un hombre de pocas palabras, pero esta vez, más que nunca, no quería que hablara. Quería que me respondiera con acciones. Y así lo hizo.

Sentí su verga cabezona contra el agujero de mi culo y la concha se me hizo agua, también me temblaron las rodillas. ¡Iba a pasar! Eso que tanto quería, iba a pasar. Me aferré al asiento trasero y apreté los dientes. Pepe humedeció el agujero con su saliva y comenzó a presionar hacia adentro.

Mientras mi papi intentaba penetrarme por el culo, se me cruzó por la cabeza la loca idea de que un policía nos sorprendería en pleno acto. “Disculpe, oficial… mi papá me está metiendo la pija por el culo ¿haría el favor de no interrumpirnos?” Hasta me causó gracia, y morbo, la cantidad de explicaciones que deberíamos darle al confundido policía si llegaba a descubrir que somos padre e hija.

La cabeza de la verga estaba entrando y yo empecé a sentir un agudo dolor. Pasó lo que imaginaba que iba a pasar: las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, resoplé como una yegua en celo por el dolor, y seguramente toda la cara se me puso roja. Esto era demasiado. Mi hermano me la había metido por el orto y sufrí bastante; pero la pija de mi papá es más ancha, y no sé si mi culo va a ser capaz de aguantar todo eso adentro.

Me moví de atrás hacia adelante, intentando favorecer la penetración; pero solo conseguí que me doliera más.

De pronto noté que mi papá se alejaba y volvía al asiento del conductor.

—Vestite, Nadia —dijo, con total tranquilidad—. Si demoramos mucho, tu mamá se va a preocupar.

—Pero… papá… por favor…

—Vestite.

—¿No me vas a dar por…?

—No estás lista.

Ahí entendí todo. Él no había retrocedido porque sintiera culpa al meterle la pija a su propia hija, Pepe me estaba cuidando. Soy una pendeja caprichosa; sin embargo esta vez supe que no tenía sentido discutir con él. Mi papá tiene mucha experiencia en el sexo, y sé que le dio por el orto varias veces a mi mamá. Si él dice que no estoy lista para recibir toda su pija por el culo, entonces debe tener sus motivos.

Me puse la ropa mientras él ponía en marcha la camioneta. Al sentarme me di cuenta de lo mucho que me dolía el culo. Si me hubiera penetrado, la cosa sería peor. Quería sentir dolor; pero no más del necesario.

El sexo anal quedaba descartado, sin embargo aún había algo que podía hacer. Volví a inclinarme sobre el asiento del conductor y me tragué una vez más la pija de papi… bueno, tragué apenas una parte. No me entra toda en la boca.

Me entretuve chupando, me concentré totalmente en esa tarea. Fue un pete tan inmersivo que, cuando la camioneta se detuvo otra vez, me sorprendí al ver que ya nos encontrábamos en el garaje de mi propia casa. Las puertas se abrían y se cerraban de forma automática, lo cual era ideal para días de lluvia. Hice un rápido cálculo mental y supe que había estado varios minutos mamándole la verga a mi padre. Tal y como hice antes, evité mirarlo a los ojos, supuse que allí no nos descubriría nadie y bajé la cabeza una vez más para continuar chupando. Esta vez él pudo toquetearme con mayor comodidad y se las ingenió para llegar hasta mi entrepierna y frotar mi clítoris con la punta de sus dedos. Mi instinto sexual me decía que estaba haciendo un buen trabajo ya que la verga parecía estar palpitando dentro de mi boca, me llené de júbilo cuando sentí ese viscoso y espeso líquido blanco que escupía el pene de los hombres cuando llegaban al clímax. Mi intención fue tragarme todo el semen que saliera pero tengo que admitir que fue una tarea bastante difícil con semejante pedazo de carne metido en mi boca, tuve que dejar salir un poco del néctar masculino el cual chorreó por mi barbilla. Seguí lamiendo el glande y pasé la lengua alrededor de todo el tronco hasta dejarla limpia y tan rápido como todo había comenzado, terminó.

No quería tener que ver a mi padre o intercambiar palabra alguna con él, me apresuré a guardar mis tetas dentro de la blusa, la cual ya estaba un poco más seca, prendí torpemente el botón de mi pantalón, tomé mi bolso y bajé de la camioneta sin mirar hacia el asiento del conductor. Me dirigí a la puerta que comunicaba el garaje con mi casa y entré dando largas zancadas, en cuanto llegué al pasillo que llevaba a las habitaciones me crucé con mi madre, quien estaba vistiendo una bata de baño, como llevaba el cabello seco supe que aún no se había duchado pero pensaba hacerlo pronto.

—¡Nadia! Me asustaste —me dijo, deteniéndose en seco para no chocar contra mí— ¿qué pasó? —Me miró de arriba abajo, mi estado debía dejar en evidencia lo ocurrido— ¿qué tenés en la boca? —sabía que se refería al semen de mi papá pero no hacía falta que se lo explicara, pronto lo deduciría.

—Nada, no importa. Espero que mantengas tu promesa, te aseguro que tenés vía libre para organizar una nueva noche de póker y espero que sea mucho mejor que la anterior —le sonreí ampliamente y ella también lo hizo, involuntariamente— ah, y no te vayas a enojar con papá, es todo culpa mía —se lo dije para dejarle las cosas más en claro.

Ella intentó decirme algo más pero pasé a su lado como si fuera una flecha y me dirigí directamente hacia mi cuarto, por suerte no había nadie dentro, cerré la puerta detrás de mí y me desnudé tan rápido como pude, creo que hasta rompí un poco la blusa al quitármela. Me tiré en la cama y me tapé con las sábanas hasta el cuello, esa leve calidez me reconfortó al quitarme un poco el frío que sentía en los brazos al haberme mojado con la lluvia pero eso no era lo que me importaba en ese momento, inmediatamente dirigí mi mano derecha a mi entrepierna y comencé a masturbarme sin reparo alguno, me metí dos dedos y arqué tanto mi espalda que ésta quedó separada del colchón durante unos segundo, luego caí y llevé la mano izquierda a mi barbilla, los restos de semen aún seguían allí, recolectándolos con los dedos los trasladé hasta mi boca y fui saboreándolos lentamente mientras me castigaba la conchita. Estiré dos dedos y los deslicé por mi rajita apretando mi clítoris entre ellos mientras imaginaba todo lo que podría pasar en una nueva sesión de Strip Póker junto a mi familia, en estos últimos días había tenido al menos un encuentro sexual con cada miembro de la casa pero para mí esto era apenas parte del juego previo, aún me quedaba lo más importante, me moría de ganas por sentir la verga de mi padre penetrándome o ver qué clase de pervertidos juegos sexuales se animarían a jugar los demás.

Con la certeza de que yo no era la única enferma en la casa me sentía mucho más tranquila y daba rienda suelta a mis deseos más sucios y lujuriosos, llegué a meterme dos dedos por la cola mientras recordaba lo que había hecho con Erik y me imaginaba lo que podría hacerme después pero la próxima vez lo haríamos delante de todos y quien sabe, tal vez podríamos llegar a vivir la noche más especial y sexual de nuestras vidas. Tuve un intenso y profundo orgasmo con esta idea en mente.