Strip Póker en Familia [14].
Estaba de pie frente a toda mi familia, tal y como Dios me trajo al mundo: completamente desnuda. Les di unos segundos para que pudieran admirar mi voluptuoso cuerpo. Mi madre sonreía, pero a la vez evaluaba la situación, lo supe porque era la única que en lugar de mirarme, observaba las reacciones de los demás. Mi primo Ariel dio un apretón a su pene por encima de la tela del bóxer ¿qué fantasías locas recorrerán su cabeza? Por lo que aprendí de los hombres en estos últimos días, sé que muchos sólo pueden pensar en sexo al ver una mujer desnuda, aunque ésta sea de su propia familia. No sé a cuántos hombres en el mundo le ocurriría esto, pero sí le pasa a muchos de los hombres que yo conozco.
Tomé asiento, mi tía estaba mortificada, al estar directamente frente a mí podía ver claramente todo. Sus ojos se detuvieron en mi vagina y luego se deslizaron hacia la izquierda para fijarse en el grotesco bulto de su propio hijo. A la derecha de Analía se encontraba Erik, cuando ella reparó en que su sobrino también tenía el pene erecto, ella se apartó, como si hubiera tocado algo muy caliente, a pesar de estar lejos del bulto de Erik.
Por mi parte puedo decir que me sentía sumamente estimulada y excitada al hallarme una vez más desnuda frente a todos, especialmente frente a aquellos que nunca habían admirado los rincones ocultos de mi anatomía.
—Bueno, ¿seguimos? —preguntó mi papá con una naturalidad tal que mi tía lo quedó mirando como si él se hubiera fugado de un manicomio.
—¿Piensan seguir? —Preguntó ella— ¿y si Nadia pierde, cómo va a pagar?
—Ya veremos… la próxima vez si podría ser dinero —dijo mi hermanita, supe que sólo estaba ganando tiempo.
—Pero… pero… ¿se piensan quedar en bolas? —Analía estaba desorientada.
—Nadie dijo eso —habló mi madre—. Para desnudarse hay que perder, si no querés hacerlo, entonces más te vale que juegues bien.
—Yo sé jugar, pero tengo mala suerte —dije.
La verdad es que había perdido varias manos a propósito, pero en la última, contra mi primo, perdí de forma justa, creí que me alzaría con la victoria y que él debería despojarse de su remera y su bóxer. Para intranquilidad de mi tía, el juego continuó y el resto de los participantes estaban muy animados, yo inclusive. Había dejado de lado las diferencias que tenía con algunos de ellos, mi padre me miraba poco, mi tío parecía haber sufrido un ataque de amnesia y me observaba como si fuera la primera vez que me veía desnuda. La única reacción leve de hostilidad que detecté fue en Mayra, cada vez que giraba mi cabeza hacia mi derecha me encontraba con el ceño fruncido de la pequeña que mantenía estoicamente su guerra muda en mi contra.
La ropa se fue reduciendo para todos mientras las cartas eran repartidas y mezcladas una y otra vez. Mayra llegó a quedar tan sólo en ropa interior, para el agrado de muchos; mi papá tuvo que desvestirse hasta quedar tan sólo con su bóxer; mi tía seguía siendo una jugadora cobarde, pero por confiarse en un par de manos, tuvo que quedarse en corpiño. Sus senos eran casi tan grandes como los míos o los de mi mamá, pero no se traslucían ni un poco, además todavía conservaba su pantalón.
La pequeña Mayra salió victoriosa en una ronda en la que se enfrentó hasta el final a mi hermano y a mi mamá.
Victoria tuvo que despojarse de su corpiño. ¿Hace falta aclarar de qué forma miró Ariel las grandes tetas de su tía? El muchacho estaba tan excitado que podía verse cómo gotitas de líquido preseminal estaban humedeciendo la tela de su ropa interior.
Luego Mayra impuso la pena máxima para Erik, ya que él sólo tenía puesto su bóxer. Erik se puso de pie, apartando un poco la silla hacia atrás. Tomó un largo sorbo de lo que fuera que estaba tomando y de un tirón se desnudó. Me causó gracia ver cómo mi tía Analía hacía un gran esfuerzo para no mirar la pija erecta de su sobrino, pero era imposible. Ese mástil venoso era demasiado llamativo.
Mi tía quedó anonadada al ver semejante verga aparecer frente a sus ojos a tan poca distancia, abrió tanto la boca que podría habérsela tragado completa, por suerte para ella Erik no estaba tan cerca.
—¡Apa, qué animalito tenés ahí, nene! —exclamó la mujer sin salir de su asombro.
—Los nenes ya crecieron, hace rato —acotó mi madre sonriendo y admirando a sus anchas el duro pene de su querido hijo, supuse que estaría fantaseando con él.
—¡Se nota! Hay que reconocer que salió bien equipado.
—Es de familia —aseguró mi primo para no quedarse atrás.
—De mí familia —la aclaración vino por parte de mi padre, quien sonreía orgulloso, ya podía ver un leve asomo de erección entre sus piernas.
—Señora, por su cara diría que es la primera vez que ve un chorizo de esos —me sorprendió que mi tío Alberto hiciera bromas a costa de mi tía ya que ellos se conocían poco.
—Ah no, no es el primero que veo… ni el más grande… créame —Analía es orgullosa, aunque toda esta situación la pusiera nerviosa, no permitiría que nadie pase por encima de ella, además aprovechó para dar un leve vistazo al bulto que sobresalía del calzoncillo de Alberto—. Seré curiosa ¿cuál de todas las presentes le provocó eso?
La pregunta de Analía era sumamente maliciosa ya que casi todas las presentes teníamos algún parentesco con ese viejo calvo y panzón. La única que no tenía ningún vínculo sanguíneo con él era ella misma y aún conservaba buena parte de su ropa. Si a mi tío se le había parado, debió ser producto de ver a sus sobrinitas o a su propia hermana con poca o nada de ropa. Su pregunta fue tan buena que sin saberlo aludió a todos los presentes. Erik y Ariel no podrían explicar su erección sin hacer referencia a un familiar, a lo sumo Ariel tendría el beneficio de que sólo éramos sus primas y que mi mamá era una tía política y no había vínculo sanguíneo directo. Mi tío carburó y puso en marcha su motor cerebral intentando encontrar una buena respuesta.
—Me atrapó señora… usted tiene razón en algo. Sigue siendo la morocha más hermosa del lugar, de sólo verla se me despierta el potrillo y le dan ganas de salir a galopar. Procure no cruzarse en su camino porque no sé hasta dónde podrá usted aguantar y sepa que soy un hombre que no se cansa al cabalgar. —Alberto aún conservaba parte de la sangre del gaucho autóctono y le encantaba demostrarlo poniéndose a payar.
Mayra estalló en risas, mi papá la siguió y luego todos nos reímos; nadie creyó en su respuesta, pero mi tía se ruborizó y sonrió como adolescente en su primera cita. Le había gustado recibir ese cumplido tan cachondo y original por parte de mi tío.
Sin que nadie tuviera tiempo a decir más, fue el mismo Alberto quien comenzó a repartir las cartas. Creo que muchos en la mesa esperaba que Erik y yo perdiéramos una vez más, sólo para ver de qué forma pagaríamos, tal vez hasta mi tía sentía curiosidad por esto, pero eso ya no puedo afirmarlo, de lo que sí estaba segura es que la mujer miraba el pene de su sobrino con poco disimulo cada vez que podía hacerlo, no la culpaba por eso, era inevitable no mirar las partes privadas de todos al menos una vez, pero su fijación principal era con el muchacho.
Las primeras tres cartas de la mesa fueron muy buenas y daban la posibilidad de formar juegos competitivos, pero había una cosa que estaba a mi favor: yo podía formar un póker de ases; casi escupo el corazón de la emoción al ver las cartas que me tocaron y me esforcé para que nadie pudiera espiarlas. Para distraerme miré la entrepierna de mi primo, algo dentro de su bóxer daba saltitos como si quisiera escapar y si todo salía bien, yo le haría el favor. Una particularidad de Ariel es que iba hasta el final sólo si tenía buenas cartas, mi tía hacía lo mismo, pero ella prefería que sean cartas inmejorables. Evalué la situación y todos parecían entusiasmados por lo que habían recibido. Al dar vuelta las dos cartas restantes Alberto y Erik abandonaron, pero todo el resto siguió en juego. Como era de esperar, nadie pudo superar mi póker de ases, hasta me pareció escuchar un leve insulto por parte de mi hermana, me apenaba que la chiquilla siguiera tan enojada conmigo.
La que menos tuvo que pagar fue Analía, pero al quitarse el pantalón lo hizo con una vergüenza tal que hubiera jurado que no tenía bombacha, pero sí la tenía y allí comprendí su actitud. La morena de amplias caderas tenía puesto lo que llamamos comúnmente “hilo dental”, lo peor es que era amarillo y eso lo hacía resaltar mucho. El triangulito apenas cubría su depilada intimidad. Me sorprendí al ver lo bien definidas que estaban sus nalgas y sus piernas, más de uno de los presentes casi pierde los ojos al verla, en especial los hombres, inclusive su propio hijo. Lo único que se me hizo raro fue que el corpiño que llevaba no parecía encajar con la bombacha y supuse que su idea original había sido salir sin sostén, pero como sus pezones se habrán notado, se cubrió los pechos con el primer corpiño que encontró, algo que yo misma había hecho muchas veces porque en ningún momento pensé que tuviera que desnudarme frente a alguien.
—¿Pretende usted matarme de un infarto, señora? —dijo mi tío con una erección más fuerte entre sus piernas.
—Todo esto me da muchos nervios, ¿no les parece que podríamos dejarlo así? —preguntó ella mientras se sentaba.
—¿Dejarlo justo cuando se pone interesante? Ni loco —aseveró mi primo.
—¿Te parece interesante ver a tu madre en calzones? —lo retó ella con el ceño fruncido.
—¿Quién habló de vos? Ya te vi sin ropa como mil veces cuando te vas a bañar —esto sonrojó a mi tía—. A la que quiero ver sin ropa es a la tía —le guiñó un ojo a mi madre y ésta sonrió.
—Entonces habrá que hacerle el favor al chico.
—Tranquilizate un poco Analía, esto es un juego… divertite, que no te va a hacer nada mal —le dijo mi madre mientras se ponía de pie.
Ella estaba tan cerca de Ariel que él pudo ver perfectamente los rugosos y carnosos labios vaginales de mi madre, por lo libidinosa de su sonrisa imaginé que ya estaba fantaseando con lamerlos… o incluso algo peor. Luego llegó su turno de desnudarse, lo hizo rápido, sin preámbulos, como si estuviera deseando mostrarnos su pajarito, el cual me dejó sorprendida, no era muy largo, pero si ancho. Doblé mis rodillas hacia adentro como apretando mi vagina y sentí un leve cosquilleo. Él sonreía altanero y cuando se sentó me preguntó:
—He visto mejores —respondí, simulando poco entusiasmo—. ¿Seguimos?
—No, todavía falto yo —dijo Mayra con enojo, había olvidado por completo a la pequeña muchachita y esto solo empeoraba mi situación con ella.
—Decir perdón a cada rato no cambia nada —la mayoría habrá pensado que su comentario aludía a una típica discusión entre hermanas, pero mi madre y yo sabíamos perfectamente a qué se refería.
La hermosa chiquilla se puso de pie y se quitó la bombacha con desgano, como si no le afectara en absoluto que todos pudiéramos ver su depilada y pequeña concha, pero luego de desnudarse hizo algo que le permitió a los presentes admirar los rincones más ocultos de su anatomía.
—No dejen toda la ropa tirada en cualquier parte, que estemos jugando no quiere decir que tengamos que ser unos mugrientos.
Al decir eso se inclinó hacia adelante mostrándonos sus nalgas, éstas se abrieron y nos permitieron ver el agujerito que se asomaba entre sus tiernos labios vaginales y un culo muy apretado. Comenzó a recoger la ropa que estaba tirada en el piso, prenda por prenda. No sé cómo hizo mi primo para contenerse, pero él miró a Mayra con unas ganas tremendas de penetrarla, lo puedo deducir por la forma en que agarró su pene haciendo bajar y subir su prepucio lentamente. Mi hermana es inteligente, estaba llamando la atención a su manera, pero yo tampoco era tan estúpida, sabía muy bien que si la ayudaba a recoger la ropa ella lo tomaría como una competencia directa, por lo que decidí quedarme en mi sitio. Mi mamá y mi tía fueron las únicas que la ayudaron a juntar todo y a dejarlo apilado en un sillón.
Retomamos el juego y tuvimos una ronda de lo más interesante. Llegué a quedar mano a mano contra mi tía, luego de que todos abandonaran. En la mesa se podían ver tres 10 y por el entusiasmo de mi tía deduje ella tendría otro, tal vez la pobre ingenua creyó que con eso formaría póker de 10; pero no recordaba que, con nuestras reglas particulares, debía utilizar si o si las dos cartas que tenía en la mano, es decir, su segunda carta anularía dicho póker. En cambio yo tenía dos Q. Las reinas eran una de las cartas más altas de la baraja y con ellas podía formar un buen full, utilizando los 10 sobre la mesa, por lo que decidí doblar la apuesta, para desnudar a mi tía de una vez por toda.
Mi sorpresa fue enorme cuando ella mostró sus cartas, las cuales me llevaron a una derrota apabullante, maldije el haber tomado tanto vino espumante, ya que éste estaba nublando mi capacidad para deducir, o tal vez se debió a mi entusiasmo por ganar lo que me impidió evaluar la situación a fondo. Tal como lo predije ella tenía otro 10 en su mano pero acompañando a éste, tenía una K, esta carta sumada a otra igual sobre la mesa formaba un full de 10 y K, el cual aniquilaba mi juego. El 10 en su mano sólo descartaba uno de los que había en la mesa, pero no le impedía formar una gran combinación. Ella se rio de mí, la mujer era competitiva y siempre creía tener la razón, esto era una inyección a su ego, pero lo que mi tía no sabía es que, en este caso, la victoria podía ser mucho peor que la derrota.
—Está bien —dije, aceptando mi mala suerte—. ¿Qué tengo que hacer para pagar? Acordate que doblé la apuesta, así que tiene que ser algo fuerte —sonreí con una malicia que, por milagro, hasta hizo sonreír a Mayra, ella supo cuál fue mi intención.
—No sé… ¿no habíamos dicho que pagarías con dinero?
—Lamentablemente no tengo más dinero que el que me dan mis padres… lo cual ahora mismo es cero. Me lo gasté todo —era mentira, tenía unos pequeños ahorros guardados y mi madre lo sabía, pero decidió no exponerme.
—¿Entonces qué hago? —mi tía miró a su alrededor intentando encontrar un aliado.
—Podrías imponerle algún desafío —sugirió Victoria—. Algo que la haga avergonzar, se lo merece, por haber doblado la apuesta.
—Ay Analía, no sé —mi madre simuló estar perdiendo la paciencia con ella—. Ponete creativa, pensá en algo.
Esto me fascinaba, no había pensado en que mi tía podría llegar a ser la encargada de imponer el primer desafío de la noche y ella desconocía nuestras intenciones con este juego.
—No se me ocurre nada ¿Ustedes ya jugaron antes a esto? —Esa pregunta cayó como una bomba en el centro de la mesa, la única que se atrevió a responder fue la más pequeña.
—Sí, ya lo jugamos —Mayra fría y directa.
—¿Y qué hacían en estos casos? ¿Qué tipo de desafíos usaban?
—No sería justo que te lo dijéramos, porque es parte del juego inventarlos —aseguró la chiquita, vi que mi padre sonreía orgulloso de la niña tan inteligente que tenía como hija—. Pero te voy a dar una pista, los desafíos suelen ser vergonzosos en carácter sexual.
—Ah bueno, este juego sí que me gusta —dijo mi primo, riéndose por la emoción— ¿cómo no me invitaron antes a jugar?
—Vamos Analía, no seas tan amarga —me sorprendió que mi padre le hablara de esa forma a su hermana—. Siempre fuiste muy liberal con respecto a lo sexual; disculpen lo que voy a decir, pero cuando ella estaba embarazada nos pasamos más de dos meses buscando al padre de Ariel… y no fue porque el tipo se escondiera, sino porque no sabíamos cuál de todos podía ser. —Mi primo asintió, seguramente conocía bien esa historia, para mí era toda una revelación.
—Sí, me acuerdo del lío que se armó —continuó mi mamá—. Llegué a contar más de diez candidatos… todos con pocos días de diferencia. Si hoy se escandalizan de que una chica sea algo promiscua, imagínense lo que habrá sido hace veinte años… pero fuimos considerados con Analía y mantuvimos todo el asunto en el mayor de los secretos; para que sus padres no se enteraran.
—Pero Ariel es rubio ¿no era más fácil buscar solamente a los rubios que estuvieron con la tía? —Preguntó mi hermano, creyendo que su planteo era brillante; pero mi hermana se dio una fuerte palmada en la frente, indicándole contrario.
—Sos pelotudo, Erik —le dijo Mayra—. Ariel todavía no había nacido ¿cómo iban a saber si era rubio?
—Ah… tenés razón —todos nos reímos a costa suya—. ¿Y cómo supieron quién era el padre?
—Tuvimos que analizarlo bien con el pediatra para calcular el día exacto en el que quedé embarazada —dijo mi tía, avergonzada.
—Lo cual no resolvió nada —agregó mi papá—. Sólo redujo la lista a cuatro hombres.
—¿Cuatro? Señora, usted habrá pasado unos días muy divertidos en sus tiempos —dijo mi tío sorprendido—. Que pena me da no haberla conocido en aquellos días.
—En ese entonces era joven y hacía muchas locuras.
—¿Los cuatro al mismo tiempo tía? —esta vez debía darle crédito a mi hermano, hizo la pregunta que yo misma estuve a punto de hacer.
—No quiero hablar de eso —agachó la cabeza.
—Entonces ya sé cuál desafío te voy a poner cuando pierdas —aseguró Mayra.
—Para eso tengo que perder al menos tres veces más.
—Entonces más te vale que juegues bien —la malicia de mi hermanita era aterradora y enternecedora a la vez, algo que sólo ella podía lograr—. Ahora ponele el desafío a Nadia antes de que nos quedemos dormidos… ah y no le hagas confesar nada porque ya todos sabemos de las andanzas de la putita esta —me señaló con la cabeza.
No pude determinar si lo de “putita” lo dijo en broma o con la intención de herirme, esta chica habla poco, pero sabe elegir muy bien sus palabras. Me lo tomé con calma y me limité a sonreír mientras mi tía estaba agobiada por las dudas. Tenía a siete miembros de su familia desnudos o semidesnudos a la expectativa, mirándola fijamente. Cuando todos creímos que la mujer se iba a acobardar, ésta se puso de pie y se acercó a mi madre. Le dijo algo al oído, Viki asintió con la cabeza y luego ella también se paró, juntas se dirigieron hacia el pasillo donde estaban las habitaciones. La intriga de los jugadores aumentó, especialmente la mía, ya que todo esto tenía que ver con el castigo que debía cumplir y no tenía idea de lo que pudiera estar tramando Analía.
Las dos mujeres regresaron, mi madre marchaba altanera en toda su desnudez brindándonos una vista muy erótica y sensual, mi tía traía consigo un pote de lubricante, al que yo conocía muy bien, y un objeto de plástico color piel, no tuve que observarlo mucho para darme cuenta de que era lo se conoce como consolador.
—¿De dónde salió eso? —pregunté.
—Lo tenía guardado —respondió mi mamá―. Tu tía me lo pidió.
—¿Y cómo sabía la tía que vos tenías eso guardado?
—Porque yo se lo regalé —respondió Analía.
—Sí, fue un regalo de cumpleaños, pero no he podido darle mucho uso… gracias a tu padre, nunca lo necesité —mi papá sonrió orgulloso—. No te ofendas, Analía, aprecio tu regalo, pero es la verdad.
—Al contrario Victoria, que me digas que no lo necesitas es la mejor noticia que podías darme, eso quiere decir que mi hermano te atiende muy bien.
—Más que bien —agregó mi mamá.
—Bueno, ustedes me pidieron que me pusiera picante con el desafío. Mi idea era pedirle a Nadia que use esto de la forma tradicional…
—Eso sería un tanto aburrido —dijo mi hermana.
—Por lo visto sí lo sería… para ustedes. No entiendo hasta qué punto se permite llegar con estos susodichos desafíos… pero tampoco soy una vieja sonsa… para mí bastaba con la forma tradicional, pero vos hiciste un comentario hace un rato sobre tu cola… así que veremos qué tan capacitada estás para eso. —Colocó el consolador y el lubricante sobre la mesa.
—Así me gusta más —Mayra parecía estar divirtiéndose a costa mía—. Qué bueno que le estés poniendo onda, tía. Por un momento pensé que nos ibas a arruinar el juego.
—Me estoy esforzando mucho por no hacerlo, convengamos que a mí todo esto me parece demasiado.
—De todas formas dejame decirte que esto no es nada que ya no hayamos visto. —Analía la miró sorprendida—. Pero como mi mamá no dijo nada de un consolador, lo tuvimos que improvisar con un desodorante.
—¿Te metiste un desodorante en la cola? —Me preguntó mi tía, anonadada.
—Y no fue la primera vez —respondió Mayra.
—¡Epa, prima! —Exclamó Ariel—. No sabía que te gustara tanto lustrar pijas con las nalgas.
Todos se rieron de ese comentario, incluso Analía. Yo no me reí porque en ese momento estaba pensando en cómo Erik me dio por el orto… y que mi papá casi me da por el culo; pero dijo que yo aún no estaba preparada. Este pequeño desafío me serviría para prepararme mejor, en caso de que se repitiera una situación similar.
—¿Tengo que cambiar el desafío? —Preguntó mi tía.
—No es necesario —dijo Victoria—. Nadie dijo que no se pudiera repetir un desafío de una partida anterior. Pero si se te ocurre alguna cosita extra, mejor.
—Está bien —dijo Analía—. ¿Lo vas a hacer en el baño o en tu cuarto? —me preguntó empujando el pene de juguete hacia mí.
—¡Hey no! Eso no vale —para mi sorpresa la queja vino por parte de Ariel, quien nunca había jugado a este juego—. Yo quiero ver cómo lo hace.
—Tiene razón —dijo mi mamá—. La idea del juego y de los desafío es avergonzar al otro… si Nadia lo hace sola en su cuarto no sólo nadie puede comprobar que lo hizo, sino que tampoco se sentiría avergonzada… al fin y al cabo todos nos tocamos cuando nadie nos ve —la lógica de mi madre era muy precisa.
—Entonces… ¿lo va a hacer delante de todos? —los ojos de mi tía se abrieron tanto que parecía una lechuza.
—No dije eso… —aclaró mi madre—. Ella puede negarse a hacerlo… pero estaría perdiendo el juego y debería irse. ¿Lo vas a hacer, Nadia?
—Claro que sí, no voy a perder el juego al primer desafío serio… —con esto marcábamos las reglas a mi tía, para que ella tuviera verdadera consciencia de las mismas—. Erik, ayudame con ese sillón.
Junto con mi hermano arrastramos uno de los sillones individuales de la sala para dejarlo cerca de la mesa, justo detrás de Viki y de frente a mi tío Alberto. Recliné un poco el respaldar del sillón hacia atrás para que fuera más cómodo. Erik volvió a su lugar y yo comencé a untar el frío líquido lubricante entre mis nalgas, era cierto, sí me daba un poco de vergüenza, pero más que nada por mi primo, él me miraba como si yo fuera su futura víctima para un crimen sexual. Aparté cualquier pensamiento desalentador de mi mente y me concentré en lo que mi madre había dicho, debía demostrarle a los demás que estaba dispuesta a sentirme bien y a disfrutar de este juego tanto como me fuera posible.
Me coloqué de rodillas sobre el sillón, apuntando mi cola hacia el público, estoy segura de que podían ver no sólo el huequito de mi cola sino también el de mi vagina, que debía estar un poquito más abierto.
Giré la cabeza sobre mi hombro derecho y miré a mi tía, ella estaba realmente sorprendida por mi actitud. Abrí el pote de lubricante, me puse un poco en la cola y unté una buena cantidad en todo el pene de plástico. Apunté el consolador hacia mi culo y presioné. El esfuerzo fue en vano, no logré que entrara ni un poquito, todos aguardaban en silencio, expectantes… y yo no podía hacer lo que me proponía y sabía cuál era la razón, estaba nerviosa. Mi ano se contrajo impidiendo la entrada de cualquier objeto ya que no me sentía cómoda al ser la única que actuaba de esa manera mientras el resto se limitaba a mirarme, así hubiera hecho otras cosas mucho peores frente a mi familia, lo hice porque los vi a ellos actuando de la misma forma, pero esta vez me tocaba a mí romper el hielo… y de qué forma.
—¿Alguno me puede dar una manito? Así no puedo. —No sé por qué, pero al hacer esa pregunta recordé repentinamente que le estaba pidiendo a mi familia un voluntario para penetrarme analmente.
—Yo te ayudo —dijo Erik poniéndose de pie.
—No, vos me vas a lastimar, tiene que ser una mujer… alguien que entienda lo que se siente.
—Te ayudo yo —dijo mi mamá, Erik se quejó pero ella lo mandó a sentarse otra vez. Viki se acercó a mí y tomó el consolador con una mano —¿Te pasa algo Nadia? —me susurró al oído.
—Estoy algo nerviosa… a la tía no le gusta nada todo esto… y Ariel me mira raro…
—Tu hermano te mira de la misma forma —mientras hablaba frotaba la punta del consolador contra mi cola— la última vez vos fuiste la que protestó hasta el cansancio… como está haciendo Analía ¿pensás hacer lo mismo otra vez?
—No, te prometo que no… es sólo que…
—Que me falta algún estímulo… algo que me haga animarme a más… algo que me lleve a hacer locuras sin pensar en las consecuencias… y sola no puedo. Además sigo pensando que Mayra me odia… eso también me pone mal.
Seguramente todos en la mesa observaban la escena sin entender nada, fijándose más que nada en mi culo, que se negaba a recibir ese pene de juguete.
—Mayra, ¿podés venir un momentito? —preguntó mi madre levantando la voz.
No escuché ninguna respuesta pero con sólo mirar de reojo pude ver que mi hermanita se acercó hasta nosotras sin chistar, permanecí con las piernas separadas y la cola levantada mientras abrazaba el respaldar del sillón, Mayra se colocó frente a mi madre, procurando no obstruir la vista.
—Tu hermana necesita algo de ayuda —le dijo Viki—. ¿Podés darle una mano? Quedarías exenta de pagar la próxima vez que pierdas.
—Está bien —supe que al aplicar las reglas del juego había logrado convencer a la pequeña—. ¿Qué tengo que hacer?
—Lo que quieras… sólo tenés que ayudarla a estimularse un poquito… es muy difícil meter algo por atrás si la parte de adelante no se siente lo suficientemente estimulada.
En ese momento sentí una mano rozando mi vagina con tanta delicadeza que sentí el primer rayito de verdadera excitación física desde que me la había metido mi hermano en la cocina. Giré la cabeza para encontrarme con los ojazos de Mayra mirándome fijamente, no pude leer nada en ellos. Sus pequeños dedos recorrieron mi sexo con toda la intención de calentarme, iban a esos puntos más sensibles de la anatomía femenina sin dudarlo ni por un segundo.
Detrás de mi hermana estaba Ariel, con la pija en la mano, masturbándose lentamente. Erik hacía lo mismo a su lado y los ojos de mi tía parecían no creer lo que veían, iban desde la escena entre madre e hijas en el sillón hasta la verga de su sobrino, una y otra vez.
Mientras Mayra me masturbaba, ya haciéndolo plenamente, metiendo y sacando dos dedos de mi concha, noté que las inquietas manos de mi tía se movían, una se posó con disimulo en su entrepierna, hundiendo un poco su transparente ropa interior justo en la zona de su clítoris, la otra mano parecía tener mente propia, se estaba acercando lentamente hacia la verga de Erik, no como si quisiera agarrarla, sino como si intentara rozarla casualmente con el dorso. Sus ojos estaban fijos en el falo de mi hermano, quien ni siquiera miraba a su tía y no dejaba de subir y bajar su prepucio con descaro. Esto era justamente lo que necesitaba, sentía que el monstruo sexual que dormía en mi interior, se estaba despertando.
Mayra me estaba ayudando porque ella no suele ir en contra de lo que dice mi mamá. Quizás aún me odie, pero sus dedos estaban haciendo un trabajo estupendo explorando cada rincón del interior de mi concha.
Miré a Viki, ella esperaba acariciando mi ano con la punta del consolador, asentí con la cabeza indicándole que ya podía seguir adelante. Ella no me hizo esperar, de inmediato sentí la presión, era muy similar a recibir el pene de mi hermano adentro así que sabía que podía soportarlo. Una sonrisa se dibujó en mi cara al imaginar qué pensaría mi tía si supiera que mi hermano y mi tío fueron los que me dieron por atrás.
Mientras mi mente divagaba sentía ese pene de juguete entrando más y más, mi esfínter ya estaba relajado, giré la cabeza hacia el otro lado y una vez más me crucé con los ojos de mi hermanita que me miraban fijamente, esta vez me pareció notar un gesto de respeto hacia mí en su rostro, le sonreí e inmediatamente ella aceleró el ritmo con el cual frotaba mi clítoris con la punta de sus dedos. Mi mamá fue sumamente cuidadosa, mientras más me clavaba más placer sentía y en ningún momento me dolió, hizo retroceder y avanzar el consolador varias veces.
Esta vez sentí un morbo particular. No era como cuando Mayra me metió el desodorante. Ahora tenía a mi hermana y a mi mamá “estimulando” mis zonas sensibles… y además me divertía mucho que mi tía Analía estuviera presente. Con esto le demostraríamos que el juego va en serio; será decisión de ella si quiere continuar o no.
—¿Tiene que entrar todo? —Preguntó mi primo, cortando el silencio que acompañaba a mis jadeos.
—Sí, todo —le respondió mi hermano.
Me apresuré a ver qué pasaba con él, seguía pajeándose sin disimulo. A su vez Analía tenía dos dedos en su entrepierna y presionaban con fuerza, moviendo lentamente en círculos, la muy puta estaba excitada. Lo que más llamó mi atención fue su mano derecha, la cual estaba posada sobre la pierna de Erik a tan solo un par de centímetros de su verga. Un dolor agudo e inesperado me hizo chillar de dolor y cerrar los ojos.
—¿Te duele, Nadia? —preguntó mi madre deteniendo la penetración anal.
—Un poquito, pero no importa. —De nuevo ese mismo dolor agudo localizado en una parte muy sensible de mi anatomía—. Podés seguir sin miedo —le aseguré.
El dolor no me lo estaba causando el consolador, sino los dedos de Mayra, al presionar con fuerza mi clítoris, la pequeña estaba recordándome que aún mantenía la bandera de guerra bien levantada. La miré con el ceño fruncido y una vez más me hizo chillar de dolor, en sus ojos centelleaba la furia.
—Ya falta poquito —dijo mi mamá, haciendo retroceder el dildo y volviendo a enterrarlo entero de una sola vez, el placer que sentí fue inmenso pero quedó un poco disipado por un nuevo apretón contra mi clítoris. —Bueno, con eso es suficiente —Viki tiró del consolador y lo sacó de mi cola, por la forma abrupta en la que puso final a la prueba imaginé que ella también notó el jueguito de Mayra.
—Eso fue increíble —dijo mi primo— mirá cómo le quedó…
Seguramente estaba mirando mi ano dilatado, una imagen demasiado fuerte como para compartirla con mi familia, hasta llegué a sentirme una puta cochina, pero tampoco debía preocuparme por eso, ya todos sabían que yo era una puta, ocultarlo sólo empeoraría mi situación. Debía actuar con naturalidad, no decaer, estar por encima de ellos y mantener mi estado de ánimo de la mejor forma posible. Di media vuelta y les sonreí. Mi tía ya había alejado su mano curiosa de la pierna de Erik y nos miraba a todos con enorme desaprobación, en cambio el resto sonreía de la misma forma en la que yo lo hacía, hasta Mayra se mostraba simpática, como si fuera la bella asistente de un mago.
—A mí me pareció demasiado —se quejó mi tía.
—Analía, la que propuso la prueba fuiste vos —le reprochó mi papá.
—Pero no pensé que tuviera que hacerlo frente a todos… de esa forma.
—Es la gracia del juego, tía —le dijo Mayra— humillar a los que pierden.
—Al que esté dispuesto a aceptar la persona que recibe el desafío —esta vez habló mi mamá— no es un juego para miedosos, al que no le gusta… se puede retirar.
—A mí no me gusta, me parece demasiado —la mujer continuaba con la misma actitud, a pesar de que momentos atrás intentó mostrarse como una mujer superada y de mente abierta.
—Tía, yo pensaba igual que vos la primera vez que jugué a esto, me quejé todo el tiempo —le comenté—. Pero después me di cuenta de que mi mamá tiene razón, al que no le gusta el juego, se puede retirar. Así de simple. ¿Qué hacés, te quedás a jugar una ronda más? Puede que los próximos desafíos no sean como éste… —en eso tenía razón, pero en el sentido contrario al que ella imaginaba.
—Está bien… juguemos una más —no le gustaba tener que ceder pero tampoco tenía muchas opciones.
Pasé caminando por al lado de mi primo, él me miró anonadado, como si yo fuera una sirena emergiendo del mar, caminé de forma altanera y mi hermana desfiló detrás de mí, acaparando buena cantidad de miradas. El dolor de mi zona genital ya se había esfumado por completo y sólo quedaba la placentera sensación anal que me había otorgado el dildo y el inmenso morbo que palpitaba en mi pecho. Sentía como si estuviera jugando a esto por primera vez, ya que ahora mi actitud era completamente diferente. Estaba dispuesta a todo y lo iba a demostrar.
Mientras jugábamos me fijé en la entrepierna de mi tía, la cual estaba completamente mojada, no podía culparla, yo había pasado por lo mismo. Recordaba ese cruce de sentimientos, el saber que todo lo que hacíamos estaba mal, pero a la vez encontrarlo extrañamente excitante. Carta para aquí, carta para allá y el juego se puso tenso, todos pensaban en ganar… o tal vez en perder, ya que algunos desafíos, a pesar de ser humillantes, podían ser muy excitantes.
Mi papá se mantuvo en juego hasta la última fase sólo por estar distraído, sorpresivamente, se alzó con la victoria derrotando a su hermana, a su sobrino y a su esposa. Analía tuvo que pagar su deuda quitándose la última prenda de vestir, lo hizo rápido y sin gracia, pero mi tío Alberto la aplaudió y luego dijo: “Qué hermosa perla trae esa almeja” refiriéndose al abultado clítoris de mi tía, a lo que ella contestó: “Se ve mejor cuando se abre, pero no es tan fácil abrirla, se requiere habilidad”. Allí supe que entre esos dos había algo especial, como si estuviéramos en una reunión de amigos y uno intentara ligar con otro. Esto dio tiempo a mi padre a pensar en el desafío, no tuvo que devanarse mucho los sesos, le bastó con ver la rigidez del miembro de Ariel y la forma en la que éste miraba a su tía, sospechando que algo bueno venía.
—Viki, creo que tu sobrino necesita algo de atención —le dijo con naturalidad—. ¿Por qué no le enseñás lo que esa boquita puede hacer? —Le guiñó un ojo y todos comprendimos a qué se refería.
—Pepe ¿no será mucho? —Una vez más mi tía provocó varios seños fruncidos—. Es la tía y…
—Tía política —le recordó mi padre—. No hay ningún vínculo sanguíneo entre ellos… no empieces a ser la amargada de siempre, Analía —mi papá podía ser muy cortante si se lo proponía.
—No soy amargada, es sólo que…
Se quedó muda cuando vio a mi madre arrodillándose debajo de la mesa y sin perder tiempo le daba una larga lamida al tronco de Ariel, él volvió a abrir sus ojos al máximo evidenciando que nunca había imaginado que esa noche su bella tía Victoria le chuparía la verga.
—Cronometrá ocho minutos, Nadia —me ordenó mi padre—. A ver si el pendejo puede aguantar tanto.
—Sí que aguanto —lo desafió él.
—Si no aguantás, te doy el desafío por perdido y vas a tener que hacer otra cosa.
Mi mamá fue suave con el muchacho, supe de inmediato que su idea no era hacerlo acabar ya que sus besos, lamidas y chupones eran suaves y sensuales, como si se tratara de una actriz de cine porno. Si ella hubiera querido llevar a mi primo al límite, lo hubiera logrado en menos de cinco minutos, de eso estoy segura, ya que el chico tenía una calentura que le hacía hervir los huevos.
Me causó mucha gracia la expresión en el rostro de mi tía al ver con sus propios ojos como le hacían un pete a su querido hijito, supuse que lo que más le impresionaba era la forma en la que mi mamá se estaba tragando esa verga, si bien mantenía un ritmo lento, la hundía completa dentro de su boca e iniciaba un movimiento constante.
Los ojos de Ariel giraban hacia todas partes, a veces se fijaban en la boca y en las tetas de Viki, otras veces viajaban hasta las mías o se perdían en mi entrepierna, yo permití que mirara a gusto, separándolas un poco. Intentaba mirar a mi hermana pero esta vez era yo quien cubría casi toda su visión, luego saltaban hasta la anatomía de su propia madre, me pregunté qué estaría pensando cuando veía esa concha de labios gruesos que brillaban por la acumulación de jugos. Estaba segura de que mi madre disfrutaba mucho el cumplir con ese desafío, había mirado con deseo la verga de su sobrino en más de una ocasión y ahora tenía la excusa perfecta para chuparla a gusto delante de todos sin que nadie pudiera quejarse… bueno, casi nadie:
—Esto es muy fuerte… ya no estamos hablando de sexo, lo estamos haciendo.
Ni siquiera tuve que voltear la cabeza para saber que la voz provino de mi tía pero de todas formas la miré, estaba sentada algo más lejos de la mesa, como si quisiera huir de nosotros, pero sus manos estaban inquietas, una acariciaba su muslo derecho y la otra rascaba disimuladamente su pezón izquierdo, además tenía las piernas bastante separadas, tanto que las rodillas casi tocaban a mi papá, por un lado, y a Erik por el otro. Nadie le respondió y Viki no detuvo su sensual felación.
—No es más que una chupadita, señora —le dijo mi tío—. ¿Me va a decir que nunca hizo una?
—No dije eso… pero nunca lo hice delante de mi familia…
—Mentira —intervino mi padre mientras mi madre subía y bajaba la cabeza a un ritmo casi hipnótico—. Yo te vi al menos tres veces haciéndolo… y ninguna de las tres fue con el mismo tipo.
—¿Acaso me andabas espiando? —La furia en la voz de mi tía se incrementaba con cada palabra que decía.
—¿Espiando? No, para nada… ¿me vas a decir que aquella vez que se la chupaste a ese amigo de papá… no me acuerdo el nombre… creo que era Aníbal… no te diste cuenta que yo estaba ahí? Hasta Victoria te vio…
—Eso no cuenta, yo era muy chica para ese entonces…
—Tenías la misma edad que tiene Ariel ahora. —Controlé el cronómetro, mi madre podía seguir chupando esa verga a gusto durante tres minutos más—. Provocaste al tipo hasta que no aguantó y apenas papá y mamá se fueron a dormir se la chupaste en el living, Viki y yo estábamos a los besos en el porche de entrada y lo sabías, es más… nos veías claramente, así como nosotros te veíamos a vos… y ahora te venís a hacer la pudorosa porque le están haciendo un pete a tu hijo… por un juego. —Ariel sonrió como si le estuviera diciendo a mi padre que él era su nuevo ídolo... o tal vez disfrutaba saber que su madre no era una mujer correcta y que pudieran desautorizarla fácilmente.
La mamada terminó al mismo instante en el que sonó la alarma del cronómetro, mi primo se quejó y le pidió a su tía que siguiera durante un rato más, pero ella, secándose la boca con una servilleta de papel, le dijo que iba en contra de las reglas del juego, me reí porque sabía que esas reglas podían ser sumamente flexibles en ciertas ocasiones, pero ella se estaba mostrando rígida con él.
—No quiero seguir jugando a esto —volvió a quejarse mi tía—. Ariel, vestite, nos vamos a casa.
—¡No! —Se quejó mi primo—. Si querés andate vos, yo de acá no me voy ni loco.
—Loco es lo que están haciendo…
—Analía —intervino mi mamá—. No te olvides que nadie está obligando a nadie a jugar, cualquiera es libre de retirarse en el momento que le plazca, si vos querés irte, podés hacerlo… pero Ariel es mayorcito y ya puede tomar decisiones por su cuenta. Ni siquiera yo puedo prohibirle a Mayra que juegue —la pequeña sonrió con ternura—. A pesar de que ella es la más chiquita de todos, tiene más de dieciocho años y confío en su criterio.
—No te ofendas Victoria, pero la única persona que tiene autoridad sobre mi hijo, soy yo y si yo…
—Me estás cansando, hermana —le dijo mi papá con voz grave—. No me importa lo que tengas para decir, o te vas o te quedás… elegí ahora. —Pepe, a pesar de ser un hombre callado y bondadoso, tiene un carácter especial cuando se trata de su hermana. Ella es una de las pocas personas del mundo capaz de sacarlo de quicio—. ¡Erik! Repartí las cartas… si Analía no quiere seguir jugando, que las deje arriba de la mesa y que se vaya.
Eso fue un ultimatum, y si conozco a mi tía la mitad de lo que creo conocerla, entonces hay muchas posibilidades de que ella no siga jugando. Su orgullo la va a llevar a desafiarnos a todos, y en especial a su hermano.
Fui ingenua al pensar que, después de un par de desafíos picantes, Analía ya estaría dispuesta a participar en este juego tan poco ético.