Danza de los espíritus
Ayer respiré
ritmo lento
y silencioso.
Ayer tuve que cerrar los ojos
para no quemarme
ayer canté en el temazcal
quise que mis lágrimas se evaporaran
quise llorar y no pude; me observé.
Caminé varios kilómetros por el campo y el camino me regaló flores para hacer té. Manzanilla, milenrama, eucalipto, anacahuita y carqueja. Habían muchas flores amarillas, quise detenerme a mirarlas todas, pero iba llegando tarde. Me sientí sola y pequeña y libre. Recorrí senderos en el bosque al anochecer.
Noche de Luna Nueva; nos señalan el camino solamente las luciérnagas.
Nunca ví tantas. Hay flores extrañas que tampoco había visto antes. Todo el mundo saluda con la mano y mirando a los ojos.
Estamos en media luna al rededor del fuego. Siento que algo se expande, una especie de red que sale de mi cabeza. Estamos muy lejos de todo el ruido, el tiempo pasa más lento.
Sofí me abraza. Nos preguntan si somos hermanas, dice que no, pero sí. Y nos reímos. Eduardo quiere hablar conmigo pero estoy en silencio, me cuesta mantener la conversación.
Pensé que me iba a desmayar pero me gustó mucho el calor. Como si pusieran hervir mi cuerpo y pudiera despegarme al fin, dejar de identificarme con ese cuerpo y esa mente en llamas. Lo esencial trasciende al fuego. La mente no resiste.
La chamana dice que tenemos que valorar la sangre y dolor para no volver a encarnar. Que tenemos que seguir nuestro camino y cumplir nuestra misión para no atravesar otra vez el dolor de nacer.
El nacimiento es lo que representa el rito del temazcal. Luego de la cuarta puerta, la más caliente, mi ego se rindió y le dije a los espíritus «me entrego».