LR./ Atrapados en los recuerdos
Marc se despertó un poco más tarde de lo habitual, que para él significaba las diez de la mañana: Eran las once.
Miró hacia la cristalera del patio de luces, donde un rayo de sol juguetón intentaba colarse entre las cortinas sin mucho éxito. Saltó de la cama como si estuviera crujido y, con un suspiro resignado de autocompasión, se arrastró hacia la cocina. Se preparó su habitual café con leche y destapó un paquete de galletas de esas integrales y sin azúcares añadidos. Una rutina que, para su desgracia, ya no le ofrecía la sensación de antes, cuando era más moderno que moderno y creía cambiar el mundo con alimentación macrobiótica, kéfir, ayurvedas y todo eso que hoy día ya controla y comercializa el sistema con patentes y marcas registradas.
Mientras miraba el fondo de la taza de diseño, -birlada una noche de borrachera y juerga en un pub de Latina-, sintió como si la humilde porcelana pudiera revelarle los grandes misterios del universo. De pronto se vio atrapado en la maldita eternidad de un día que aún ni siquiera había comenzado.
Sin saber qué hacer con el resto del día soleado, decidió que una llamada a su amiga Sofía era la mejor opción para escapar del tedio que se había apoderado de él nada más poner los pies fuera de la cama.
Sacó su viejo Nokia del cajón de la mesa de la cocina - no era persona de móvil y lo tenía allí arrumbado - y, con algo de duda, llamó a Sofía.
"¿Será demasiado temprano para llamarla? Igual todavía está empiltrada", se preguntó mientras escuchaba el tono de llamada.
Marc: (con voz lánguida) ¡Sofía! Necesito ayuda... Me estoy muriendo de aburrimiento. Dime qué puedo hacer.
Sofía: (riendo al otro lado) ¿Otra vez? Marc, si el aburrimiento matara, estarías en el cementerio hace años y no me estarías dando la tabarra. ¿Qué ha pasado ahora? ¿A qué debo el honor de tu llamada? Hace meses que no das señales de vida y ahora me llamas para darme tu necrológica... Venga, dispara. ¡Qué tripa se te ha roto!
Marc: (dramático) Ríete lo que quieras, pendón, ríete. Es la eternidad, Sofía. Estoy atrapado en la maldita eternidad de este día, y ni siquiera son las diez de la mañana. ¿Cómo es posible que ya me haya aburrido de todo?
Sofía: (fingiendo seriedad) Las diez no querido, son las once y pico. No me digas que estás bolinga recién levantado. Eso te pasa por madrugar… Seguro que anoche trasnochaste viendo algún bodrio, y ahora tienes el cerebro hecho migas. Pero no te pongas trágico, nene. A lo sumo parece un caso leve de "Tedio Matutino". Sobrevivirás. ¿Ya intentaste meditar en la irrelevancia de todo lo que haces? A veces eso ayuda, aunque otras puede deprimirte aún más.
Marc: (sarcástico) ¡Muy graciosa! Justo lo que necesito: más depresión. Estaba pensando en mis exnovias, en cómo todas terminaron por darse cuenta de que la eternidad conmigo era peor que la soledad. También estaba pensando en ti.
Sofía: (riendo) No sé si me incluyes entre tus exnovias, pero por la parte que me pueda tocar ¡Qué halago, Marc! La verdad es que lo tuyo y lo mío, como dice el refrán, fue muy bonito mientras duró. Pero ya sabes que la eternidad nunca sucede en la vida de los humanos, por mucho que nos cueste aceptarlo.
En fin, si ya estás desayunado, ¿Qué te parece si en vez de tanto palique estiramos las piernas y vamos al Retiro a dar una vuelta? Hoy tengo el día libre. Bueno, en realidad, desde que me despidieron hace un par de meses, tengo todos los días libres... Vamos a gambear por ahí a ver si así se te pasa el muermo. Creo que el aire fresco nos vendrá bien.
A ver si se nos ocurre algún pensamiento decente, por lo menos a ti, que falta te hace.
Marc: (suspirando) Supongo que salir a la luz del día podría ser una buena idea. Nos vemos en media hora en la entrada de siempre.
Sofía: (riendo) Sí, imagina que hasta los vampiros salen a la luz del día para comprar tabaco cuando se quedan sin...
Reflexiones bajo el sol del Retiro
Marc y Sofía se encontraron en la entrada del parque, justo a tiempo de evitar la invasión de aquella zona por los turistas, que siempre convierte el Retiro en un zoológico.
Después del beso de rigor y el ritual "cómo estás", comenzaron a caminar tranquilamente, disfrutando del sol que les acariciaba la piel y del suave crujir de algunas hojas bajo sus pies.
Sofía: (mirando las barcas del estanque) ¿Sabes qué me gusta del Retiro? Que todo sigue igual siempre, como en la canción de Julio Iglesias. Es casi un alivio venir por aquí. Las barcas, los turistas, el mismo hombre con su gorra vendiendo globos, o a lo mejor su hijo. Es como si el mundo aquí no se moviera, aunque dicen que la tierra viaja por el espacio a 30 kilómetros por segundo.
Marc: (sonriendo) Es verdad. ¡Uy, qué mareo! Mucho más rápido que el Metro...
Tal vez deberíamos mudarnos al Retiro y convertirnos en parte del mobiliario urbano. Podríamos ser estatuas humanas, con nuestros disfraces de mimo. Ahí, quietos, mientras el mundo sigue girando a la velocidad que dices y los turistas nos tiran fotos y se hacen selfis con nosotros. Por lo menos sería entretenido.
Sofía: (riendo) ¡Claro! Estás muy perjudicado, eh. Te patina el cerebro. Imagínate tú mismo como el Discóbolo del Mirón de Eléuteras, con un disco y tu taparrabos… sin moverte, tensando los músculos. ¿Nos pagarían por eso? Igual sí. Yo estaría a tu alrededor recogiendo las monedas. Y bien que nos vendrían, porque mi cuenta bancaria está aún más deprimida que tú y me avisa que pronto tendré que vivir del aire.
Marc: (con una sonrisa) Casi preferiría que te pusieras tú de estatua. La Venus de Milo, por ejemplo. Y en eso de la pasta, yo también estoy al límite. Mi madre no me afloja un euro aunque se lo mande el médico. Se funde la pensión de viudedad de mi padre a todo trapo, como si no hubiera un mañana... o como si no tuviera un hijo, que soy yo.
Si nos quedamos sin dinero, siempre podemos escribir un libro a medias sobre nuestras profundas reflexiones... Y de cómo no sirven de nada.
Sofía: (con un guiño) Eres un capullo, chaval. Bien que hace la pobre mujer. Debe estar de ti hasta el moño. De lo que dices de la estatua, yo no podría hacer de Venus porque la Venus no tiene brazos, ¿o es que no la has visto en los documentales? Lo que sí me gusta es esa idea de escribir un libro de autoayuda para ociosos y diletantes que vivimos de los padres. Mira, podría titularse "La guía definitiva para aburrirse"
Pasaron un par de horas caminando, filosofando sobre la vida y compartiendo bromas hasta que notaron que el hambre comenzaba a hacer estragos en sus estómagos.
Marc: Bueno, ¿qué te parece si hacemos algo positivo y comemos algo? Mis tripas ya están protestando.
Sofía: (asintiendo) Sí, por favor. Antes de que termine mordiéndole en el culo a algún turista. ¿Dónde vamos?
Marc: Donde te apañe. A algún sitio de tapas que no sea muy caro. Ya te he dicho que ando boquerón, pero aun así quiero invitarte. Demos una vuelta por ahí a ver qué hay libre, que está todo petado de turistas.
De la filosofía y la nostalgia en una terraza de Madrid
Sin buscar mucho, por lo cansados que estaban de andar toda la mañana, se sentaron en una terraza cercana. En la primera que encontraron con mesa libre, la cual estaba protegida por una gran sombrilla. Pidieron un par de cervezas, unas aceitunas y unas papas, de momento. Después verían si se quedaban a comer ahí o buscaban otro sitio.
La conversación, que había sido ligera hasta entonces, tomó un giro nostálgico mientras rememoraban el pasado.
Sofía: (sonriendo suavemente) ¿Sabes? Mientras caminábamos, me acordé de cuando éramos novios. ¿Recuerdas de aquellas tardes en las que, con veintitantos años, creíamos que lo sabíamos todo?
Marc: (sonriendo) Bueno, la verdad es que no hemos progresado mucho. Aún vamos de sobrados, con un cierto deje entre moderno y chulapo. Como de vuelta de todo. Pero sí, lo recuerdo. Éramos expertos en nada, pero ¡qué convencidos estábamos de que el mundo era nuestro!
Me acuerdo de nuestras conversaciones en el sofá sobre el sentido de la vida... Y de que acabábamos discutiendo siempre sobre quién iba a por la pizza al colmado de la esquina. Aquel que, además de pizzas, hacía un Kebab infame que un día me obligaste a probar y casi vomito.
Sofía: (riendo) ¡Exacto! Lo que me pude reír con lo del kebab. Pero ahora, míranos: Aquí, otra vez, reflexionando sobre el universo. Comiendo aceitunas y papas. Una auténtica frivolidad; pensar en la trascendencia del universo comiendo aceitunas. Es como si todo hubiera cambiado, pero nada lo ha hecho realmente. Estamos donde estábamos, con un montón de años más. Como en una canción de Ismael Serrano.
Marc: (con una mirada traviesa) Hablando de todo esto... No sé, ¿no te parece curioso que, después de tanto tiempo, estemos aquí, solos, charlando como antes? Ya sabes, sin las complicaciones de una relación real, pero también... sin sus ventajas.
Sofía: (bromeando) ¿Te refieres a las siestas? ¡Waw, no me digas! ¿Te refieres a pegar un polvo? No me digas que para eso te has liado antes citando a Nietzsche y a Espinoza. Y que te has ofuscado mal citando a Camus, casi fusilándolo, dando la lata con lo absurdo de la existencia y todo eso para llevarme al huerto. Ya te vale.
Marc: (riendo) ¡Exactamente! Venga no me seas borrica, que das no sé qué. No me cariaturices, que tan palurdo no soy... ¿No te parece que una buena siesta podría ser la continuación lógica de este día tan filosófico?
Sofía: (con una sonrisa juguetona) Ni me parece ni me deja de parecer. A mi también me apetecería. Lo complicado sería elegir el sitio. ¿Tu casa o la mía? Porque, seamos sinceros, ninguna de las dos opciones es neutral.
Marc: (pensativo) Tienes razón. Si vamos a mi casa, todo sería... ya sabes, demasiado "marcado" como mi terreno. Y si vamos a la tuya, sería como que estás tomando el control de la situación. ¡Mira qué dramático es todo! ¡Ya te digo!
Sofía: (burlándose) ¡Exacto! ¡Y ya sabes lo que eso significa! Nos pasaremos los próximos meses analizando quién dio el primer paso, quién sugirió qué, y si la temperatura de la habitación era la adecuada. ¡Es un campo de minas emocional!
Marc: (resoplando) Y eso sin mencionar lo de "reconectar" en otro sentido... Recuerdo que una vez, con Clara, - mi ex antes de ti - Intentamos eso de "revivir la chispa" y fue un desastre. Nos pasamos más tiempo hablando de por qué la chispa se había apagado que tratando de encenderla de nuevo.
Sofía: (con sarcasmo) Sí, esas maravillosas charlas post reconexión del "¿Por qué no fue como antes?" o del "¿Estamos demasiado mayores para esto?" son lo ideal para cargarse cualquier momento romántico.
Marc: (mirándola con una sonrisa) Está claro que somos un pareja de flipados. Entonces... ¿tu casa o la mía? Prometo no sobre pensarlo mucho.
Sofía: (riendo) Eso no lo puedes prometer, Marc. Somos especialistas en sobre pensar. Pero... mira, tal vez lo mejor es dejar de pensar tanto y ver qué pasa. Tal vez hoy sea uno de esos días en los que la siesta sería solo una siesta. O, quién sabe, tal vez mañana estemos haciendo listas de pros y contras sobre eso de habernos enrollado.
Marc: (asintiendo) Tal vez. Pero mientras tanto, sigamos filosofando y veamos a dónde nos lleva la tarde. Sin demasiadas expectativas. Después de todo, el amor y la siesta son dos cosas que no deberían planificarse demasiado. Las dos se basan en el deseo; o tienes sueño o lo otro o no tienes.
En ese momento, como al final habían decidido comer en el mismo sitio de las tapas, el camarero se puso a servir el primer plato del menú de 25€, con postre o café y bebida aparte, interrumpiendo el debate en el punto más interesante. Sofía y Marc, tras reirse de lo oportuno de la visita del camarero, comenzaron a saborear y criticar la comida, perdiendo el hilo de la filosofía y de los amores para concentrarse en la tempura de verduras salteadas.
No hubo siesta, después de todo. Tras la comida, vino el café y la sobremesa charlando sin parar. Las horas transcurrieron tomando un par de chupitos y hablando de los amigos. Pasaron revista a las novedades en las vidas de todos ellos. En particular de los supervivientes, ya que algunos no habían podido eludir su fecha de caducidad. Puro marujeo.
Después del último chupito, Sofía propuso ir al cine a ver la última de Nolan: Tenet. La película venía que ni al pelo, ya que era una serie de pequeños viajes en el tiempo con una técnica de inversión temporal que vuelve loco al espectador, y hasta al protagonista. Cierto que no era en plan nostálgico de retrotopía de amores, sino de acción trepidante, pero en todo caso la película jugaba con el tiempo, esa extraña cosa que nadie sabe qué es, y que aquella tarde estaba afectando a Marc y a Sofía como un extraño virus.
Tras dos horas y media de película, se había hecho ya la una. Al salir del cine, el aire fresco de la madrugada les golpeaba el rostro mientras deambulaban por las calles de Lavapiés, ese barrio vibrante y multicultural que, a esas horas, todavía mantenía su energía característica. Era viernes.
A Marc le dio por tararear la estrofa de “After Midnight” de J.J. Cale "Después de medianoche, vamos a dejar que todo salga.."
Marc: (mirando las luces de los bares) ¡Qué bueno era el tío! ¿Te acuerdas, cuando escuchábamos el sonido Tulsa en el sofá, lo energéticos que nos ponía? ¡Uff! ¿Sabes? podríamos haber ido a casa de cualquiera de los dos a escuchar música, en vez de ver la peli esa que te vuelve loco si intentas entenderla. Pero ahora, este paseo me encanta. Hay algo en estas noches de Lavapiés que siempre me hace sentir vivo…
Sofía: (asintiendo) Es cierto. Me acuerdo del JJ Cale y esa canción. Y aquí, en este bullicio, viene que ni pintada. Es como si en este lugar la gente nunca durmiera, aunque imagino que los vecinos no lo verán tan idílico. La otra paradoja, es que la gente va de copas y desbocada y nosotros seguimos atrapados en la búsqueda de respuestas imposibles, caminando como almas en pena…
Mira, por allí va un taxi. ¡Eh, taxi, taxi!
Marc, me voy ya a casa que estoy molida. Lo siento. Mañana si quieres nos vemos y hablamos lo de la siesta, que ahora estoy muerta y necesito dormir.
Marc: (mirando como Sofía sube al taxi que acababa de parar al lado de la acera) Vale, mañana hablamos.
Sofía subió al taxi, y Marc se quedó unos segundos en la acera, viendo cómo se alejaba. La noche en Lavapiés estaba vibrante, con la energía característica de un barrio que nunca duerme. Una sensación extraña comenzó a invadirle mientras veía el taxi desaparecer a la vuelta de la calle, rumbo a Atocha.
Con las manos en los bolsillos y una ligera sonrisa, decidió que no estaba listo para volver a casa todavía y meterse en el pijama. Continuó caminando por las estrechas calles del barrio, respirando el aire fresco y escuchando el murmullo lejano de la vida nocturna. Todo le parecía vivo, lleno de posibilidades... pero a la vez, tan lejano de su realidad.
Siguió caminando hasta llegar a una plaza pequeña, iluminada por una farola tan solitaria que parecía allí perdida. Se sentó en un banco, mirando a su alrededor. En ese momento, algo dentro de él se rompió, como una presa que había estado conteniendo emociones durante el día pasado con Sofía. Sintió una oleada de recuerdos, de momentos que ya no volverían, de personas que habían desaparecido de su vida... ¿Y qué somos, sino recuerdos? -se dijo.
Sofía tiene razón, pensó. La eternidad no sucede en la vida de los humanos, pero eso no significa que no la busquemos. Se dio cuenta de que había pasado mucho tiempo atrapado en los recuerdos, en lo que pudo haber sido, en lugar de vivir lo que estaba sucediendo ahora.
Y ahí, en medio de la noche, se levantó del banco, decidido. No volvería a casa esta noche. Decidió que caminaría sin rumbo, hasta que sus pies le dijeran basta. No quería dormirse. Por primera vez en mucho tiempo, no quería huir de la soledad. Quería abrazarla, disfrutarla, caminar con ella...
A lo lejos, las luces del amanecer comenzaban a teñir el cielo de un tenue color rosado. El sol naciente venía a recordarle que, en las leyes del universo, en enormes periodos de tiempo, todo es cíclico. Cada día, cada minuto, cada segundo no es diferente al anterior. Lo que es diferente es la manera de vivirlos. La magia de los procesos mentales que hay que mantener vivos en el presente.
"Mañana te llamo, Sofía, y hacemos una buena siesta" -se dijo, mientras abría la puerta del portal del vetusto edificio donde vivían él y sus soledades...
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