LE/ Pienso, luego existo (¿o no?)
Escena: Un café atemporal en una dimensión intermedia entre la 5ª y la 11ª, -en concreto en la 9, habilitada parra la ocasión-, donde se encuentran las figuras históricas, en la barriada de los científicos, según afirma Sabine Hossenfelder.
René Descartes, el filósofo y matemático del siglo XVII, se halla sentado con una taza de café sobre la mesa, contemplando su poso, ensimismado en el dichoso poso con auténtica obcecación, y es que el extraño bebedizo, traído del Oriente por los mercaderes venezianos, causaba furor en Europa y René intentaba descubrir por qué.
De repente, aparece Richard Feynman, el renombrado físico bromista del siglo XX, con una sonrisa juguetona y su clásica energía inagotable, propinándole un golpe/empujón en el hombro que casi le hace caer de la silla torneada modelo provenzal. (En este espacio y dimensión, por lo que se sabe, aún no había conseguido infiltrase IKEA)
Feynman: (Dejándose caer a horcajadas en la silla de enfrente con una explosión de energía desenfadada e irrepestuosa con el sabio francés)
¡Hola, René! ¿Es René o Renato?, aunque me han chivado que en el cole te llamaban Renatín el empollón…
Bueno, sea como sea, esto sí que es un lujo, compartir mesa contigo. Espero que no te moleste que te tutee, pero después de todo, estamos en el mismo café atemporal. Ninguno de los dos tenemos existencia real, por mucho que tú digas que piensas y por eso existes. ¡Menuda tontería! Eso queda bien como cita de tus devotos después de tu muerte. Pero el caso es que ni tú ni yo hemos existido, por mucho que lo afirmes ofuscado en el poso del café, que, al igual que nosotros, no es ni más ni menos que átomos agrupados que forman un color parduzco y un sabor amargo apto para purgas de parturientas.
Ni en tu tiempo, ni en el mío ni ahora… Nunca hemos existido.
Descartes: (Rehaciéndose del empujón e intentando mantener la compostura una vez repuesto del susto y del cabreo, recuperada la calma y exhibiendo una sonrisa nerviosa)
Buen día, joven. No, no me molesta. Es un placer conocer a alguien de épocas posteriores a la mía. ¿Qué le trae por aquí? No tengo información de primera mano de lo que sucedió tras mi muerte, pero por lo que me contó el otro día un tal Dirac que vino a presentarse y a charlar un rato, parece que usted debe ser el tal Feynman, el bromista ese que tocaba los tambores y a las mujeres cuando podía.
Feynman: Pues vengo por la curiosidad de verte, viejo, que ya sabes que es mi debilidad, por supuesto; curiosidad, bongos y mujeres, por ese orden. Es que además de los bongos y las mujeres, como bien dices, siempre me ha intrigado la famosa frase esa que se te ocurrió de "Pienso, luego existo". ¡Menuda tontería! Quería discutirla contigo, especialmente ahora que sabemos tanto sobre átomos, partículas subatómicas y de la física cuántica, de la que en tu época no teníais ni idea…
Descartes: (Sonríe ligeramente, conteniendo su furia como puede) Claro, estoy dispuesto a escuchar y aprender de Usted... Cuénteme. ¿Qué es lo que sabe sobre estos conceptos modernos que dice que yo no sabía en mi época y que podrían cuestionar mi afirmación?
Feynman: (Frotándose las manos con entusiasmo) ¡Fantástico! Bueno, René, o Renato, el caso es que tu idea de "Cogito, ergo sum" es magnífica, pero solo en tu época, en la que nadie sabía de la existencia de los átomos, las partículas subatómicas o la dualidad onda-partícula.
Descartes: Correcto. Nuestra comprensión del mundo material era limitada, lo admito. Nos basábamos en la observación directa y la deducción lógica, respetando en más de lo que debóiamos la autorictas de Aristóteles.
Feynman: Exacto. ¡Y ahí es donde la cosa se pone interesante! Imagínate esto: los átomos, los bloques fundamentales de la materia, están compuestos de protones, neutrones y electrones y otras muchas partículas subatómicas. Y estos pequeños diablillos, los electrones, por ejemplo, ¡tienen un comportamiento tan travieso que no siempre actúan como partículas sólidas!
Descartes: (Intrigado) ¿Qué quiere decir con eso?
Feynman: (Con ojos brillantes) Aquí viene lo bueno. A veces, los electrones actúan como partículas y a veces lo hacen como ondas. Esto se llama dualidad onda-partícula. Y no solo eso, ya que además existe algo llamado entrelazamiento cuántico donde dos partículas pueden estar instantáneamente conectadas sin importar la distancia que las separe. ¡Es como magia de ilusionistas!
Descartes: (Riendo suavemente) Sabía de sus desvaríos de pecador y sus impías costumbres con el sexo y las mujeres, pero no imaginaba que también bebía... Eso que dice no tiene pies ni cabeza.
De todos modos y aun así, más allá de esa idea absurda de los átomos diablillos que dice, ¿qué tiene que ver eso con mi declaración magistral sobre el pensamiento y la existencia?
Feynman: ¡Justo ahí, René, ahí! Resulta que el pensamiento, como lo entendemos ahora, es un proceso físico que ocurre en el cerebro. Ya sabes, neuronas disparando impulsos eléctricos, conexiones sinápticas formándose, axiones... Todo un espectáculo de fuegos artificiales a nivel microscópico en nuestra cabeza.
Descartes: ¡Será en la suya de chorlito!... ¿Me está diciendo que el pensamiento es un fenómeno físico? ¿Que Dios no tiene nada que ver en ello? ¿Qué hay cosas que se le escapan al sumo hacedor?
Feynman: Exactamente. Y no solo físico, sino el pensamiento también cuántico, colega. Las funciones de onda de las partículas subatómicas en el cerebro influyen en nuestros pensamientos y percepciones. ¡Estamos hablando de probabilidades y no de certezas! Por tanto, ya me dices, viejo gruñón, qué queda de tu certeza de que piensas ergo existes… Nada, no queda nada. Casi cuatrocientos años la gente adornando sus ampulosos discursos filosóficos con tu presuntuosa cita y resulta que ni tú ni yo ni ellos existimos más allá de una posibilidad estadística.
Descartes: (Meditativo y abatido, a punto de darle un patatús pero rescatando un punt de sorna para su autodefensa del niñato impertinente) Seguro que si hubiera conocido estos descubrimientos, quizás mi afirmación hubiera sido más cautelosa. Algo así como "Pienso, y tal vez existo en algún estado probable".
Feynman: (Riendo a carcajadas) ¡Me encanta tu sentido del humor! Pero en serio, lo que tu frase hizo fue establecer una base para la certeza del yo. Una frase ridículamente presuntuosa, señera del individualismo pretencioso, que reafirma nuestra necesidad compulsiva de querer ser, cuando en realidad no somos, creando inseguridades y trastornos que alimentan las consultas de los psiquiaatras. Incluso en este estado cuántico, la experiencia subjetiva de pensar se decide por el caos y la probabilidad estadística.
Descartes: (Burlón) Eso es reconfortante, ¡maldito engreído! Aunque los fundamentos pueden ser más complejos de lo que imaginé, el acto de pensar sigue siendo un pilar esencial de la existencia consciente, lo creas o no y diga lo que diga tu famosa física cuántica de los diablillos electrones esos que dices...
Feynman: Absolutamente cierto. La ciencia solo ha expandido nuestra comprensión de cómo ocurre el pensamiento, pero no ha refutado la importancia de la autoconciencia. A propósito, ¿te gustaría saber más sobre cómo funciona la mecánica cuántica?
Descartes: Claro, cuénteme más. Porque eso que dice parece una locura de bellacos.
Feynman: (Con entusiasmo) Genial. Entonces, imagina esto: una partícula puede estar como onda en varios lugares a la vez hasta que la observamos; cuando la observamos colapsa y se queda en un punto y ahí es partícula. Es como si un gato estuviera vivo y muerto al mismo tiempo. Lo llamamos el ejemplo del "gato de Schrödinger".
Descartes: (Frunciendo el ceño) Schrödinger, ¡otro que tal! Eso suena ridículo: ¡¿Cómo puede estar algo, aunque sea un gato, vivo y al mismo tiempo muerto?!
Feynman: ¡Exacto! Bueno, el experimento del gato es más complejo, pero esa es la magia de la cuántica. Solo al observar colapsamos la función de onda que entonces muta en partícula y elige un estado: vivo o muerto, en el caso del experimento del gato que te contaré otro día. ¡Es todo muy alucinante!
Descartes: Entonces, pro lo que cuentas, en algún sentido nuestra observación y pensamiento influyen en la realidad, como si fuéramos dioses. ¿Sostienes que creamos entonces la realidad?
Feynman: (Asintiendo vigorosamente) ¡Bingo! De alguna manera, pensar no solo nos hace existir, sino que también define nuestra realidad. Es como ser los directores de una película cuántica.
Descartes: (Con una sonrisa) Quizás, después de todo, mi famosa declaración que tanto le incomoda no está tan lejos de la verdad. Según Ud., ahora resulta que "pensar" también implica observar y colapsar esas posibilidades cuánticas que dice... ¿Es así?
Feynman: ¡Exactamente! Y si alguna vez, viejo, necesitas un compañero para explorar estos conceptos locos, aquí estoy para echarte una mano. Después de todo, ¿qué mejor manera de existir que divirtiéndose con la física? Lo tengo resuelto con mis diagramas de pensamientos, no te agobiaré con matemáticas que en tu época estaban poco desarrolladas...
Descartes: (Cabizbajo) Se rasca la oreja y tose mientras se retira a sus aposentos, pensando quién se habrá creído ese idiota que es y maldiciendo la falta de respeto de estos tipos jóvenes que creen saberlo todo…
Feynman: (Levantando su taza de café) ¡Por la ciencia y el pensamiento! -afloja con sorna en plan burleta.