December 1, 2024

RECONCECTANDO LOS RECUERDOS

Eso de la cotidianidad y la abulia

Marc se despertó un poco más tarde de lo habitual, que para él significaba las diez de la mañana: Eran las once.

Miró hacia la cristalera del patio de luces, donde un rayo de sol juguetón intentaba colarse entre las cortinas sin mucho éxito. Saltó de la cama como si estuviera crujido y, con un suspiro resignado de autocompasión, se arrastró hacia la cocina. Se preparó su habitual café con leche y destapó un paquete de galletas de esas integrales y sin azúcares añadidos. Una rutina que, para su desgracia, ya no le ofrecía la sensación de antes, cuando era más moderno que moderno y creía poder cambiar el mundo con se alimentación macrobiótica, el kéfir, ayurvedas y todo eso que hoy día ya controla y comercializa el sistema con patentes y marcas registradas.

Mientras miraba el fondo de la taza de diseño, -birlada una noche de borrachera y juerga en un pub de Latina-, sintió como si la humilde porcelana pudiera revelarle los grandes misterios del universo.

“¡Uff!, suspiró. -Creo que no tendré que mirar nunca los posos del café en una taza vara adivinar mi futuro. Siempre es el mismo…”

De pronto se vio atrapado en la maldita eternidad de un día que aún ni siquiera había comenzado.

Sin saber qué hacer con el resto del día soleado, decidió que una llamada a su amiga Sofía era la mejor opción para escapar del tedio que se había apoderado de él nada más poner los pies fuera de la cama.

Sacó su viejo Nokia del cajón de la mesa de la cocina - no era persona de móvil y lo tenía allí arrumbado - y, con alguna duda por si hacía bien o no, llamó a Sofía.

"¿Será demasiado temprano para llamarla? Igual todavía está empiltrada", se preguntó mientras escuchaba el tono de llamada.

Cuando Sofía descolgó por fin…

Marc: (con voz lánguida) ¡Sofía! Necesito ayuda... Me estoy muriendo de aburrimiento. Dime qué puedo hacer.

Sofía: (riendo al otro lado) ¿Otra vez? Marc, si el aburrimiento matara, estarías en el cementerio hace años y no me estarías dando la tabarra. ¿Qué ha pasado ahora? ¿A qué debo el honor de tu llamada? Hace meses que no das señales de vida y ahora me llamas para darme tu necrológica... Venga, dispara. ¡Qué tripa se te ha roto!

Marc: (dramático) Ríete lo que quieras, pendón, ríete. Es la eternidad, Sofía. Estoy atrapado en la maldita eternidad de este día, y ni siquiera son las diez de la mañana. ¿Cómo es posible que ya me haya aburrido de todo?

Sofía: (fingiendo seriedad) Las diez no querido, son las once y pico. No me digas que estás bolinga recién levantado. Eso te pasa por madrugar… Seguro que ayer trasnochaste viendo algún bodrio, y ahora tienes el cerebro hecho migas. Pero no te pongas trágico, nene. A lo sumo parece ser un caso leve de "Tedio Matutino". Sobrevivirás. ¿Ya intentaste meditar en la irrelevancia de todo lo que haces…, entre otras cosas, el vago? A veces eso ayuda... aunque también, otras, puede deprimirte aún más.

Marc: (sarcástico) ¡Muy graciosa! Justo lo que necesito: más depresión. Estaba pensando en mis exnovias, en cómo todas terminaron por darse cuenta de que la eternidad conmigo era peor que la soledad. También estaba pensando en ti…

Sofía: (riendo) No sé si me incluyes entre tus exnovias, pero por la parte que me pueda tocar ¡Qué halago, Marc! La verdad es que lo tuyo y lo mío, como dice el refrán, fue muy bonito mientras duró. Pero ya sabes que la eternidad nunca sucede en la vida de los humanos, por mucho que nos cueste aceptarlo. A lo sumo lo eterno sólo pasa en el cosmos.

En fin, si ya estás desayunado, ¿Qué te parece si en vez de tanto palique estiramos las piernas y vamos al Retiro a dar una vuelta? Hoy tengo el día libre. Bueno, en realidad, desde que me despidieron hace un par de meses, tengo todos los días libres... Vamos a gambear por ahí a ver si así se te pasa el muermo. Creo que el aire fresco nos vendrá bien. A ver si se nos ocurre algún pensamiento decente, por lo menos a ti, que falta te hace.

Marc: (suspirando) Supongo que salir a la luz del día podría ser una buena idea. Nos vemos en media hora en la entrada del metro de siempre.

Sofía: (riendo) Sí, imagina que lo de salir a la luz del día lo hacen hasta los vampiros cuando se quedan sin tabaco...

Reflexiones bajo el sol del Retiro

Marc y Sofía se encontraron en la entrada del parque, justo a tiempo de eludir en la entrada la invasión de la zona por los turistas, que convierten el Retiro en un zoológico.

Después del beso de rigor y el ritual de "cómo estás", comenzaron a caminar tranquilamente, disfrutando del sol que les acariciaba la piel y del suave crujir de algunas hojas bajo sus pies.

Sofía: (mirando las barcas del estanque) ¿Sabes lo que me gusta del Retiro? Que todo sigue igual siempre, como en la canción de Julio Iglesias. Es casi un alivio venir por aquí. Las barcas, los turistas, el mismo hombre con su gorra vendiendo globos, o a lo mejor su hijo. Es como si el mundo aquí no se moviera, aunque dicen que la tierra viaja por el espacio a 30 kilómetros por segundo.

Marc: (sonriendo) Es verdad. ¡Uy, qué mareo! Mucho viaja mucho más rápido que el Metro...

Tal vez deberíamos mudarnos al Retiro y convertirnos en parte del mobiliario urbano. Podríamos ser estatuas humanas, con nuestros disfraces de mimo. Ahí, quietos, mientras el mundo sigue girando a la velocidad que dices y los turistas nos tiran fotos y se hacen selfis con nosotros, y hasta nos tiran algún eurillo al cepillo. Por lo menos sería entretenido.

Sofía: (riendo) ¡Claro! Estás muy perjudicado, eh. Te patina el cerebro. Imagínate tú mismo como el Discóbolo del Mirón de Eléuteras, con un disco y tu taparrabos… sin moverte, tensando los músculos. ¿Nos pagarían por eso? Igual sí. Yo estaría a tu alrededor recogiendo las monedas. Y bien que me vendrían, porque mi cuenta bancaria está aún más deprimida que tú y me avisa que pronto tendré que vivir del aire.

Marc: (con una sonrisa) Casi preferiría que te pusieras tú de estatua. Que fueras la Venus de Milo, por ejemplo. Y en eso de la pasta, yo también estoy al límite. Mi madre no me afloja pasta ni, aunque se lo mande el médico.  La tía se funde la pensión de viudedad de mi padre como si no tuviera un hijo… Así que, lo que recojamos a partir.

Y si al final nos quedamos sin dinero, siempre podemos escribir un libro a medias sobre nuestras profundas reflexiones... Y de cómo no sirven de nada.

Sofía: (con un guiño) Eres un capullo, chaval. Bien que hace la pobre mujer. Tu madre debe estar de ti hasta el moño. Y de lo que dices de la estatua, yo no podría hacer de Venus porque la Venus no tiene brazos, ¿o es que no la has visto en los documentales? Lo que sí me gusta es esa idea de escribir un libro de autoayuda para los ociosos y diletantes que vivimos de los padres. Mira, podría titularse "La guía definitiva para aburrirse" Sería un bestseller, seguro.

Pasaron un par de horas caminando, filosofando sobre la vida y compartiendo bromas hasta que notaron que el hambre comenzaba a hacer estragos en sus estómagos.

La comida y la nostalgia en una terraza de Madrid

Marc: Bueno, ¿qué te parece si hacemos algo positivo y comemos algo? Mis tripas ya están protestando.

Sofía: (asintiendo) Sí, por favor. Antes de que termine mordiéndole en el culo a algún turista rechoncho. ¿Dónde vamos?

Marc: Donde te apañe. A algún sitio de tapas que no sea muy caro, que ya te he dicho que ando boquerón, pero aun así quiero invitarte. Demos una vuelta por ahí a ver qué hay libre, que está todo petado de turistas.

Sin mirar mucho, por lo cansados que estaban de andar toda la mañana, se sentaron en una terraza cercana. La primera que encontraron con mesa libre, la cual estaba protegida por una gran sombrilla. Pidieron un par de cervezas, unas aceitunas y unas papas, de momento. Después verían si se quedaban a comer ahí o buscaban otro sitio.

La conversación, que había sido ligera hasta entonces, tomó un giro nostálgico mientras rememoraban el pasado.

Sofía: (sonriendo suavemente) ¿Sabes? Mientras caminábamos, me acordé de cuando éramos novios. ¿Recuerdas aquellas tardes en las que, con veintitantos años, creíamos que lo sabíamos todo? Nos pasábamos las tardes hablando sin parar, como si con las palabras se pudiera arreglar el mundo.

Marc: (sonriendo) Bueno, la verdad es que no hemos progresado mucho. El mundo continúa desarreglado y tú y yo fabulando las mismas cábalas que entonces. Aún vamos de sobrados, con un cierto deje entre moderno y chulapo, como de vuelta de todo. Pero sí, lo recuerdo. Éramos expertos en nada, pero ¡Qué convencidos estábamos de que el mundo era nuestro!

Me acuerdo de nuestras conversaciones en el sofá sobre el sentido de la vida... Y de que acabábamos discutiendo siempre sobre quién iba a por la pizza al colmado de la esquina. Aquel que, además de pizzas, también hacía un Kebab infame que un día me obligaste a probar y casi vomito.

Sofía: (riendo) ¡Exacto! Lo que me pude reír aquel día con lo del kebab. Y el polvo que nos pegamos luego… Pero ahora, míranos: Aquí, otra vez, reflexionando sobre el universo. Comiendo aceitunas y papas. Una auténtica frivolidad estética, casi como una herejía; pensar en la trascendencia del universo comiendo aceitunas. Es como si todo hubiera cambiado, pero nada lo hubiera hecho realmente. Estamos donde estábamos, con un montón de años más. Como en esa canción de Ismael Serrano que a veces me da por canturrear en la ducha.

Marc: (con una mirada traviesa) Hablando de todo esto... No sé, ¿no te parece curioso que, después de tanto tiempo, estemos aquí, solos, charlando como antes? Ya sabes, sin las complicaciones de una relación real, pero también... sin sus ventajas.

Sofía: (bromeando) ¿Te refieres a las siestas? ¡Waw, no me digas! ¿Te refieres a pegar un polvo? ¿El recuerdo te ha abierto el apetito sexual? Ja-ja. No me digas que para eso te has liado antes citando a Nietzsche y a Espinoza. Y que te has ofuscado reivindicando a Camus, dando la lata con lo absurdo de la existencia, la magia del último segundo y todo eso para llevarme al huerto. ¡Ya te vale!

Marc: (riendo) ¡Exactamente! Venga no me seas tiquismiquis, que das no sé qué... ¿No te parece que una buena siesta podría ser la continuación lógica de este día tan filosófico?

Sofía: (con una sonrisa juguetona) Ni me parece ni me deja de parecer. Lo complicado sería elegir el sitio. ¿Tu casa o la mía? Porque, seamos sinceros, ninguna de las dos opciones es neutral.

Marc: (pensativo) Tienes razón. Si vamos a mi casa, todo sería... ya sabes, demasiado "marcado" como mi terreno. Y si vamos a la tuya, sería como que estás tomando el control de la situación. ¡Mira qué dramático es todo! ¡Ya te digo!

Sofía: (burlándose) ¡Exacto! ¡Y ya sabes lo que eso significa! Que nos pasaremos los próximos meses analizando quién dio el primer paso, quién sugirió qué, y si la temperatura de la habitación era la adecuada. ¡Es un campo de minas emocional!

Marc: (resoplando) Y eso sin mencionar lo de "reconectar" en otro sentido... Recuerdo que una vez, con Clara, - mi ex antes de ti - Intentamos eso de "revivir la chispa" y fue un desastre. Nos pasamos más tiempo hablando de por qué la chispa se había apagado que tratando de encenderla de nuevo. ¡Menudo rollo!

Sofía: (con sarcasmo) Sí, esas maravillosas charlas post reconexión del "¿Por qué no fue como antes?" o del "¿Estamos demasiado mayores para esto?" son lo ideal para cargarse cualquier momento romántico.

Marc: (mirándola con una sonrisa) Entonces... ¿tu casa o la mía? Prometo no sobre pensarlo mucho.

Sofía: (riendo) Eso no lo puedes prometer, Marc. Somos especialistas en sobre pensar. Pero... mira, tal vez lo mejor sea simplemente dejar de pensar tanto y ver qué pasa. Tal vez hoy sea uno de esos días en los que la siesta es solo una siesta. O, quién sabe, tal vez mañana estemos haciendo listas de pros y contras sobre eso de habernos enrollado.

Marc: (asintiendo) Tal vez. Pero mientras tanto, Sofía, sigamos filosofando y veamos a dónde nos lleva la tarde. Sin demasiadas expectativas. Después de todo, el amor y la siesta son dos cosas que no deberían planificarse demasiado.

En ese momento, como al final habían decidido comer en el mismo sitio de las tapas, el camarero se puso a servir el primer plato del menú de 25€, con postre o café y bebida aparte, y Sofía y Marc comenzaron a saborear y criticar la comida, perdiendo el hilo de la filosofía y los amores para concentrarse en la tempura de verduras salteadas.

La noche de Lavapiés

No hubo siesta, después de todo. Tras la comida, vino el café y la sobremesa charlando. Las horas transcurrieron tomando un par y otro par de chupitos y hablando de los amigos. Pasaron revista a las novedades en las vidas de todos ellos, en particular de los supervivientes, ya que algunos no habían podido eludir su fecha de caducidad. Puro marujeo. Así pasaron la tarde y se arrimaron a la noche.

Después del último chupito, Sofía propuso ir al cine a ver la última de Nolan: Tenet. La película venía que ni al pelo, ya que era una serie de pequeños viajes en el tiempo con una técnica de inversión temporal que vuelve loco al espectador, y hasta al protagonista. Cierto que la peli no iba en plan nostálgico de retrotopía de amores, sino de acción trepidante. Pero en todo caso jugaba con el tiempo, esa extraña cosa que nadie sabe qué es, y que aquella tarde estaba afectando a Sofía y a Marc como un extraño virus.

Tras dos horas y media de película, ya era la una. Al salir del cine, el aire fresco de la madrugada les golpeaba el rostro mientras deambulaban por las calles de Lavapiés, ese barrio vibrante y multicultural que, a esas horas, todavía mantenía su energía característica.

Ya era viernes.

Marc: (mirando las luces de los bares) ¿Sabes? podríamos haber ido a casa de cualquiera de los dos, en vez de a ver la peli esa que te vuelve loco si intentas entenderla. Pero ahora, este paseo me encanta. Hay algo en estas noches de Lavapiés que siempre me hace sentir vivo…

Sofía: (asintiendo) Es cierto. Es como si este lugar nunca durmiera. La gente de copas y desbocada... Y nosotros atrapados en nuestra búsqueda de respuestas, caminando como almas en pena…

Mira, por allí va un taxi. ¡Eh, taxi, taxi!

Marc, me voy ya a casa que estoy molida. Lo siento. Mañana si quieres nos vemos y hablamos lo de la siesta, que ahora estoy muerta y necesito dormir.

Marc: (mirando como Sofía sube al taxi que acababa de parar al lado de la acera a la señal de Sofía) Vale, mañana hablamos.

Buenas noches…

Sofía subió al taxi, y Marc se quedó unos segundos en la acera, viendo cómo se alejaba. La noche en Lavapiés estaba vibrante, con la energía característica de un barrio que nunca duerme. Una sensación extraña comenzó a invadirle mientras veía el taxi desaparecer a la vuelta de la calle, rumbo a Atocha.

Con las manos en los bolsillos y una ligera sonrisa, decidió que no estaba listo para volver a casa todavía y meterse en el pijama. Continuó caminando por las estrechas calles del barrio, respirando el aire fresco y escuchando el murmullo lejano de la vida nocturna. Todo le parecía tan vivo, tan lleno de posibilidades... pero a la vez, tan lejano de su realidad.

Siguió caminando hasta llegar a una plaza pequeña, iluminada por una solitaria farola. Se sentó en un banco, mirando a su alrededor. En ese momento, algo dentro de él se rompió, como una presa que había estado conteniendo sus emociones durante el día pasado con Sofía. Sintió esa oleada de recuerdos, de momentos que ya no volverían, de personas que habían desaparecido de su vida... ¿Y qué somos, sino recuerdos? -se dijo.

Sofía tiene razón, pensó. La eternidad no sucede en la vida de los humanos, pero eso no significa que no la busquemos. Se dio cuenta de que había pasado mucho tiempo atrapado en los recuerdos, en lo que pudo haber sido, en lugar de vivir lo que estaba sucediendo ahora.

Y ahí, en medio de la noche, se levantó del banco, decidido. No volvería a casa. No esa noche. Decidió que caminaría sin rumbo, hasta que no pudiera más. Necesitaba cansarse, si no, no iba a poder dormir. Aunque tampoco tenía claro si quería dormirse… Por primera vez en mucho tiempo, no quería huir de la soledad; quería abrazarla, disfrutarla, caminar con ella...

A lo lejos, las luces del amanecer comenzaban a teñir el cielo de un tenue color rosado. El sol naciente le recordaba que, en las leyes del universo, aunque no sea la eternidad, en enormes periodos de tiempo todo es cíclico, y cada día, cada minuto, cada segundo no es diferente al anterior. Lo que es diferente es la manera de vivirlos. La magia de esos procesos mentales que hay que mantener vivos en el presente.

"Mañana te llamo, Sofía, y hacemos una buena siesta" -se dijo para sí, mientras abría la puerta del portal del vetusto edificio donde vivían él y sus soledades...

Tossal-Bellreguard, 01/12/2024