¡¡VIVEN!! Ellos, los guardianes del Imperio y de las virtudes de la raza española.
Cada cierto tiempo atraviesan el tunel del tiempo, saliendo de su hibernación y letargo para dirigirse vociferantes a las urnas (para romperlas si pueden)
Los sociólogos andan entre ofuscados y ojipláticos. Nadie se explica por qué mucha gente menesterosa vota a VOX, y el misterio comienza a ser tan incomprensible para todos como la teoría general de la relatividad para el propio Einstein y su amigo Edington, que, según cuentan, la entendían a duras penas a base de concentrarse.
Si no fuera para llorar, sería para reír, pero el caso cierto es que los patrones de voto de los sectores empobrecidos validan las políticas regresivas de los Milei, Trump, Bolsonaro, etc.
Ahora ya no puede catalogarse esa anomalía demoscópica como un lapsus momentáneo de la razón o un estado temporal de delirio mental derivado de la ingesta de calimocho en grandes cantidades. Esta orgía de votos al facherío era posible cuando los abascales, espinosas, olonas y todos estos comenzaron su negocio y aún la gente no los había calado, pero transcurridos ya unos años y manteniéndose entre el 10 y el 15% del voto, comienza uno a pensar si esto es magia o nigromancia o bien, recurriendo a la biología, el resultado de la poderosa fuerza emocional que el miedo ejerce en el "cerebro reptiliano" colectivo. Ese mecanismo de respuesta primario diseñado en el homus neardental y transmitido hasta el homus votantus para congelar de miedo a los individuos y, al mismo tiempo, obligarles a realizar actos de huida o ataque desesperados cuando ven que alguien quiere quitarles su mendrugo de pan del presupuesto público.
La difusión del miedo, que siempre guarda la viña, es una herramienta eficaz para manipular y controlar grandes grupos de personas, como el pastoreo de un rebaño.
Con la difusión estratégica de información apocalíptica, unos cuantos individuos más colgados que un almanaque de pared y sus organizaciones incitan al pánico e influyen en el comportamiento de los otros. Esto es especialmente cierto en tiempos de crisis, como catástrofes naturales o brotes generalizados de enfermedades.
Sin embargo, es importante reconocer que el impacto emocional del alarmismo puede ser tanto positivo como negativo. Aunque el miedo puede servir de poderoso motivador para la acción y el cambio, también puede conducir a una toma de decisiones irracional y a comportamientos perjudiciales.
En los últimos años, el auge de los partidos políticos de extrema derecha en todo el mundo se ha visto alimentado por la propagación del miedo y la demonización de grupos minoritarios. Esto ha conducido a una atmósfera peligrosa y divisoria, en la que el discurso del odio y la violencia se han convertido en algo habitual. El uso del miedo como herramienta política no es nuevo, pero la rapidez y amplitud de su difusión en la era digital ha amplificado su alcance e impacto.
Además, la actual pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto los peligros del alarmismo en el contexto de la salud pública. La difusión de información errónea y teorías conspirativas ha provocado pánico y ansiedad generalizados, y ha obstaculizado los esfuerzos por contener el virus y mitigar sus efectos.
En conclusión, aunque el miedo tiene el poder de motivar e inspirar, también es una fuerza peligrosa que puede explotarse fácilmente con fines nefastos. Es importante que los individuos y la sociedad en su conjunto estén alerta contra el alarmismo y se esfuercen por tomar decisiones racionales basadas en hechos y pruebas.
El impacto emocional del miedo es un fenómeno complejo y polifacético que desempeña un papel importante en la configuración de nuestras experiencias individuales y colectivas. El miedo puede ser un poderoso motivador, que nos impulsa a actuar ante el peligro o la incertidumbre. También puede ser una herramienta utilizada por quienes pretenden explotarlo en su propio beneficio, manipulando nuestras emociones y manipulando nuestro comportamiento para servir a sus propios intereses.
La difusión generalizada del miedo puede tener consecuencias de gran alcance, tanto positivas como negativas. Por un lado, el miedo puede impulsarnos a tomar medidas para protegernos a nosotros mismos y a los demás, a prepararnos para lo peor y a buscar soluciones a los problemas a los que nos enfrentamos. Por otra parte, el miedo también puede provocar pánico, histeria y toma de decisiones irracionales, alimentando los prejuicios y la intolerancia, y socavando nuestra capacidad de pensar de forma crítica y actuar racionalmente.
Para navegar por el mundo con mayor sabiduría y resiliencia, es esencial que comprendamos tanto el poder como los peligros potenciales del miedo. Reconociendo las formas en que el miedo puede ser manipulado y explotado, podemos aprender a protegernos de quienes lo utilizarían en su beneficio. Al mismo tiempo, aprovechando los aspectos positivos del miedo, podemos encontrar el valor y la determinación para superar la adversidad y trabajar por un futuro mejor para nosotros y nuestras comunidades. En última instancia, el impacto emocional del miedo es una fuerza con la que hay que contar, pero con conciencia y comprensión, podemos aprender a aprovechar su poder para el bien.