VIDA DOMÉSTICA (Miserias de la diletancia parejil)
Escena: Un salón desordenado.
Carlos está tumbado en el sofá, con un libro subrayado hasta la saciedad sobre la mesita contigua, que, estirando el brazo, se apresura a coger y abrir cuando Sabrina entra en el salón mordiendo una manzana. El aire entre ellos está cargado, como si las palabras hubieran estado esperando el encuetro entre los dos para ponerse a volar entre ellos.
Carlos:
(Con gesto diletante, levantando la vista del libro. Sabrina acaba de entrar en la casa y le mira de pie, desde el centro del salón-comedor, con la manzana en la mano)
Sabrina, por favor, utiliza más el subreferente. Aparta de mi esa mirada de mala hostia.
Estás siendo terriblemente literal, poco polisémica, y eso está afectando a nuestra dinámica. Ja, ja. Si vieras lo que estoy leyendo...
Sabrina:
(Deteniéndose en seco, arqueando una ceja)
¿Perdona? ¿Quieres decir que el hecho de que te haya pedido esta mañana antes de irme que sacaras la basura es poco polisémico? ¿O lo polisémico es que no la hayas bajado y estés aún tumbado en el sofá a las 12 de la mañana?
Sabes que esta semana te toca a ti bajarla, que yo lo hice la semana pasada. Y ya es viernes y todavía no la has sacado y hace un olor desagradable en la cocina.
Carlos:
(Frunciendo el ceño, como si explicara algo obvio)
Exactamente es así, como dices. Pero no es solo basura, Sabrina. Como sugiere el libro que estoy leyendo, es un cúmulo de posibilidades conceptuales mal explicadas lo que está destruyendo nuestra convivencia. Y, ya que te obsesionas con la basura, te diré que el acto de arrojarla al contenedor -de que yo lo haga cuando tú me lo exiges- en sí es una metáfora. No hay que ser tan rígidos. Déjate llevar. Cierto que dos más dos son cuatro, pero ¿y si no lo fueran? Deberías cuestionar más tus certezas y atreverte con las contradicciones. Venga, niega tu superyó. ¡Anímate!. Sumérgete en la contradicción y respira concatenando conceptos...
Sabrina:
(Apoyando una mano en la cadera, al borde de la incredulidad y de tirarle ala manzana a la cabeza al inútil de su pareja)
Carlos, no sé qué coño estás leyendo o si es que has pimplado de buena mañana o que te deleitas tomándome el pelo. Pero ¿de verdad me estás soltando esa verborrea metafísica para no bajar a tirar la basura? Te iría mejor si no fueras tan leído, o mejor dicho tan snob, y te diera por reirte de tu abuela.
Carlos:
(Defensivo, pero solemne)
No es eso. Estoy tratando de abrirte al universo de las múltiples interpretaciones de la realidad y de la convivencia. Vivimos atrapados en estructuras...
Sabrina:
(Interrumpiéndolo, señalando el fregadero lleno de platos sucios que se ve desde la puerta entreabierta de la cocina)
Para ya, por favor. No me vengas ahora con los constructos de Weber, Lacan y todos esos, que te veo venir. Las únicas estructuras que me preocupan ahora mismo son las torres de platos que llevamos acumulando desde el lunes. Recuerda que también te toca a ti fregar esta semana, al igual que tirar la basura. ¿Sabes qué es polisémico? El olor a curry de hace tres días mezclado con el de la leche cortada; polisémico, además de una guarrería asquerosa.
Carlos:
(Susurrando, como si reflexionara consigo mismo)
El curry como subreferente del tiempo detenido. Fascinante...
Sabrina:
(Empieza a reírse, pero no de un modo amable)
Y un tío haciendo el gilipollas y tumbado en el sofá, ¡fascinante!. ¿Ves? Ahí está el problema, Carlos. Te pierdes en tus propias ideas y discursos como si fueran un laberinto brillante, pero te olvidas de lo básico. De lo tangible, de lo concreto; de que eres un tío que no está cumpliendo con su parte del trato; fregar y bajar la basura esta semana.
¿Qué es lo que no has comprendido de lo que acordamos la semana pasada para que la casa no pareciera una cochinera…, una desidia parecida a nuestra relación?
Carlos:
(Resoplando)
¿Y qué quieres, Sabrina? ¿Que sea un simple ser funcional, atrapado en la rutina doméstica?
Sabrina:
(No ocultando su frustración)
Será mejor que cambies el chip e tu fraseología barata, si no quieres que acabemos mal. Quiero que dejes de quedarte conmigo y seas alguien que recuerde que tenemos que comprar papel higiénico antes de que sea demasiado tarde.
Carlos:
(Con gesto dramático)
Ah, el papel higiénico. Otro símbolo de nuestra dependencia material.
Sabrina:
(Mirándolo con paciencia exasperada)
No creo que el papel higiénico sea símbolo de nada, salvo de la higiene elemental en la vida actual. Y deja ya de hablar como Woody Allen de una puñetera vez. Siempre estás predicando sobre negar el superyó, pero ¿sabes quién necesita realmente escuchar tus consejos? Tú. Deja ya de hacer el chorra, que te pones insoportable.
Sabrina:
(Sentándose frente a él, ahora más seria)
No, mi abuela. Pues claro que tú. Eres el primero en hablar de liberarte de las ataduras, de aceptar las contradicciones... pero vives en tu cabeza, como si todo fuera una serie de ideas brillantes que solo tú puedes manejar desde ahí, desde el sofá.
Todo el día ejerciendo de vago, yendo de listo mientras yo me deslomo haciendo horas para que podamos comer, y tú puedas comprar todos tus libros de psicología, menos los que consigues chorizar en el corte inglés.
Por si tus libros no lo explican, ¿Sabes qué contradicción necesitas explorar…? La de tus discursos y su relación con tus actos, y sobre todo lo de tu cara dura.
Carlos:
(Poniéndose a la defensiva)
Eso no es justo, Sabrina. Yo...
Sabrina:
(Levantando una mano, interrumpiéndolo con firmeza)
No, escúchame. Te pasas el día filosofando, pero eres incapaz de hacer las cosas más simples. Y, por cierto, ¿sabes qué hora es? Pues son las 12. Y ¿recuerdas que tienes que ir a recoger a los niños y que salen a la una?, ¿o eso no está en tu sofisticado horizonte de sucesos-discurso?
Carlos:
(Con un susurro)
Hostia, es verdad. Estaba reflexionando sobre el tiempo como construcción social... y me he olvidado de los críos. Es que este libro que estoy leyendo es la hostia. Me visto y voy.
Sabrina:
(Levantándose, gesticulando)
No, antes te duchas, y luego te vistes y vas. Que pareces un pordiosero y no vas a ir a dar la nota a que te vean en la puerta del colegio los otros padres con esa pinta.
Carlos:
(Con la mirada perdida)
Quizás... quizás es que yo soy el subreferente.
Sabrina:
(Suspirando)
No, Carlos, no eres ningún subreferente. Por mucho ego que le pongas, más que subreferente eres simplemente un idiota, que además no se toma el tratamiento…
Eres un hombre que necesita entender que la vida no es solo ideas brillantes y polisemia, como tú dices, -escuchándote a ti mismo, como siempre-. Lo que necesitas entender es que mientras tú reflexionas, yo lidio con los niños, el trabajo, haciendo escaleras, la cena, sacar la basura y, además, que la lavadora está rota y no tenemos dinero para repararla.
Eso sí que es una contradicción; que vayas de listo y leído por la vida y seas tan miserable de no ver que estás viviendo del cuento a mi costa, desentendiéndote de todo.
Carlos:
(Silencio. Finalmente, habla con un tono más suave)
¿Crees que he perdido el contacto contigo?
No, que va… Debe ser una simple anécdota que llevemos un mes sin tener una conversación íntima, ni mucho menos relación afectiva y que para ti haya cosas más importantes como el simbolismo del papel higiénico.
Sabrina:
(Sentándose de nuevo, ahora más calmada)
Creo que estás tan ocupado pensando en conceptos tan elevados que te olvidas de bajar y mirar a tu alrededor y, por supuesto, de bajar la basura. Y eso nos incluye a mí, a los niños y a esta casa.
Carlos:
(Bajando la mirada)
¿Y cómo arreglamos eso?
Sabrina:
(Apoyando su mano sobre la de él)
Empieza por cosas simples. Salir a dar un paseo juntos y con los críos sin hablar de teorías. Cocinar algo juntos y disfrutarlo sin diseccionar todas las pajaradas que se te ocurren. Y sí, también empieza por tirar la basura y fregar de vez en cuando. Y ahora vete a la ducha, que falta media hora para la salida de los niños.
Carlos:
(Con una leve sonrisa)
¿Eso te haría feliz?
Sabrina:
(Con firmeza)
Eso nos haría felices a los dos…
Carlos:
(Pausa reflexiva)
Quizás la verdadera polisemia esté en la acción, no solo en las palabras.
Sabrina:
(Sonriendo)
Ahí tienes tu primera contradicción para explorar.
Final de escena:
Carlos se levanta, y se dirige la ducha sin más palabras. Sabrina lo observa, dejando escapar un suspiro de tristeza.
Sabrina: Aprovechando que Carlos está en la ducha, se dirige al aparador y abre el tercer cajón. Busca algo bajo los salvamanteles de plástico, donde suele guardar algunos papeles… pero no está.
Carlos, se halla sentado sobre la tapa de la taza del wáter. Acaba de sacar de un sobre entreabierto una carta del Colegio de Abogados de Madrid. La ha cogido hace un rato, un momento antes de que Sabrina regresara a casa del trabajo, ocultándola en la solapa del libro de psicología social…
“Señora… Le comunicamos que, sin perjuicio de la decisión definitiva de la Comisión de Justicia Gratuita, provisionalmente le ha sido designado como Abogado del Turno de Oficio para asumir su defensa en el procedimiento de divorcio ante el Juzgado de Familia, el letrado colegiado nº 87235, debiendo ponerse usted en contacto con dicho profesional en el teléfono que se indica en el pie de este escrito…”