Mis aventuras antes de ser amante de mi tío 1
Cuando conocí a Alex ya no era una chica virgen, mi himen estaba roto debido a mis jugueteos constantes con todo tipo de objetos con forma de pene quienes terminaron acabando con su resistencia, pero no había experimentado sexo con un hombre.
Tuve varios novios en el colegio que no llegarían tan lejos a pesar de que la calentura de los besos y constantes manoseos me tentaban a entregarme. Llegué a masturbarles, chuparon mis pezones, palparon mi sexo pero ninguno llegó más lejos. Recuerdo que se desesperaban por convencerme de tener sexo, sabían que era virgen y al ver que no lograban su cometido perdían interés. Me llevé varias decepciones. En ese tiempo solo entregué mis orificios a los pepinos que tomaba de las compras de mi madre, de tanto masturbarme con estos rompí la resistencia de mi himen, algo a lo que no le di gran importancia.
Deseaba tener sexo, me mataba la curiosidad por sentir un pene rozar mis labios, dentro mi boca, olerlo, saborearlo, pero terminaba abortando las intenciones de mis novios desesperados por hacerme suya, yo en cambio prefería dar mi coño a los pepinos, con mis novios fui muy indecisa cuando se presentaba una oportunidad clara de tener sexo.
Para cuando llegó Alex a mi vida, ya había cumplido mis 18 años, él tenía 25. Era guapetón, muy lindo, yo era normalita tal como en la descripción de mi perfil. Duramos una semana como amigos, a la siguiente ya andábamos de novios. A mi me mataban sus ojos hermosos, su semblante serio pero empático y por la forma en la que se interesaba por mi. Yo no era la más bella, había chicas muchísimo más hermosas que yo, con cuerpos estupendos y aún así Alex se interesaría únicamente en mi. Eso me hizo creer y caí redondita.
Comenzamos a vernos las tardes en su apartamento, fueron suficientes tres para terminar entregándome a él. Esa última vez me fui mentalmente preparada, ya habíamos compartido besos muy candentes, apasionados, me quitaba el aliento, yo ya no podía aguantarme más, necesitaba que ese hombre tan atractivo me hiciera suya. Había rechazado los intentos de mis novios en la secundaria así que la tercera vez que Alex me invitó a su apartamento iba dispuesta a experimentar por primera vez del sexo.
Vestía sencilla: una blusa rosada manga larga, shorts, adidas color blanco. Cuando entré a su apartamento nos dimos un beso prolongado, me cargó en sus brazos y se sentó en el sofá, yo quedé encima de él abobada e idiotizada por la calentura a la que me llevaba su boca fusionada con la mía, su lengua hundiéndose y mezclándose con mi lengua.
No nos dio tiempo para nada más, era como si hubiese adivinado mis intenciones, desde que entré al apartamento no nos despegamos, nos besamos con pasión y a mi se me ocurrió ofrecerme, pues le dije literalmente que me hiciera suya. Él no perdió tiempo, apenas me sintió totalmente dispuesta comenzó a quitarme la ropa hasta dejarme sin nada encima y me besaba el mentón, el cuello, las manos, los hombros, los senos, me besaba y manoseaba por todos lados y yo desesperada por sentirlo dentro de mi. Me cargó desnuda y me llevó a su habitación, me recostó a la cama y empezó a desnudarse. Cuando se bajó el pantalón y pude apreciar su pene no pude evitar la expresión de asombro.
Era entonces el pene más grosero que habían visto mis ojos, era inmenso, blanco, pues, Alex era blanco, de cuerpo atlético, se le marcaba un abdomen muy desarrollado, sus brazos musculosos, tenía todo el torso depilado, solo había vellos en sus piernas, brazos, manos y la parte púbica. Yo me quedé perpleja por unos segundos viendo su pene, le dije que era inmensa y él preguntó si me gustaba. Ahí fue donde pensé se rompería el mágico momento pues decidí que debía ser sincera con él, le confesé que no era virgen pero que igual no había tenido sexo con nadie. Él sonrió prometiendo que todo saldría bien, no había de qué preocuparnos.
A los pocos segundos ya estaba encima de mi introduciendo poco a poco su enorme pene. Enloquecí, me hizo gemir y lo noté muy emocionado haciéndome suya. Fue la primera vez y yo no sabía cómo debía comportarme, yo solo quería ser yo misma así que en cada embestida gemí, gemí porque quería gemir, le indiqué a él que me gustaba lo que hacía, cuando sentí decirle que me la metiera toda se lo hice saber, cuando lo sentí todo dentro de mi se lo recalqué, le dije que me gustaba lo que hacía, que me diera más, mucho más.
Se correría dentro de mi pasados un par de minutos, no usamos condones, simplemente lo hicimos así tal cual. Luego nos quedamos conversando, le conté sobre la perdida de mi virginidad, le pareció gracioso además de confesarme que él también perdió la virginidad por si mismo, jalándosela hasta romper la resistencia del frenillo de su pene, decía que la gran mayoría de hombres lo hace.
Cinco minutos después estábamos compenetrados bajo la ducha, volvió a correrse dentro de mi, me confesó que era lo que más le encantaba, acabar dentro siempre.
Ese día recuerdo que me fui a casa emocionada, enamorada, con muchos planes en la cabeza pero la alegría iba a durar muy poco. Al día siguiente quise verlo y puso peros, dijo que estaría ocupado, lo mismo al otro día después.
Por suerte y por cosas del destino una de mis amigas me confesó haberlo visto hacía días agarrado de manos con otra chica del colegio y en situación muy sospechosa. Me costó creerlo pero era probable que algo así podía suceder.
La siguiente semana estando con mi amiga pude comprobarlo, esta vez vimos juntas a Alex con otra.
Los días que siguieron tuve sentimientos encontrados pues lo odiaba, lloré por él, lo extrañaba y hasta deseaba volver a estar con él enredada bajo las sabanas o abrazados bajo la ducha. Lo que más me dolió fue que ignoró mis llamadas, mis mensajes, simplemente me enamoró, me cogió y se marchó, así tal cual.
Quizá pensó que yo le buscaría para armarle un drama pero eso no sucedió, me tocó olvidarlo y evitarlo cuando lo veía en la universidad, nunca me buscó, todo un hijo de puta.
Lo peor es que después de tantos años sigo extrañando su forma de hacerme suya, fue solo esa tarde en su apartamento y hasta el día de hoy extraño ese momento, es como si la primera vez no puedes olvidarla por mucho que te traicionen y te decepcionen. La primera vez es un recuerdo imborrable.
A pesar de haber tenido noviecitos en la secundaria y que mi único novio casi formal había sido Alex, yo todavía no sabía lo que era experimentar sexo oral. Ni darlo, ni recibirlo.
Solo sabía besar y muy bien. Me había dejado tocar la vulva, mi abdomen planito, las discretas nalgas, dejé que palparan mis pequeños senos, uno que otro novio chupó mis pezones, llegué a masturbarle el pene a casi todos pero increíblemente no hubo sexo oral ni vaginal, me escabullía sabiamente de la situación a pesar de que me daba mucha curiosidad y lo deseaba.
Me divertí mucho en la secundaria con cada noviecito, sobre todo masturbándoles el pene en alguna plaza cercana al colegio donde sabíamos que había poca concurrencia de personas, algunos llegaron a eyacular, otros en la calentura proponían llevarme a su casa, sí, con la intención de cogerme de una buena vez. Ninguno logró convencerme aunque estuvieron a punto de lograrlo.
Con el idiota de Alex tampoco hubo sexo oral, solo cogimos esa única vez en su apartamento.
No quiero que penséis que estoy culpando a Alex por mi vida promiscua pero a veces pienso que su comportamiento influyó en mi manera de ser. Eso de enamorarme, cogerme y largarse te tiene que marcar ¿o no?
Oscar fue el siguiente hombre de mi extensa vida sexual. Lo conocí en la universidad, nos hicimos amigos y a los pocos días ya andábamos interesados en algo más que saludarnos con par de besos de mejilla cada vez que nos veíamos. Cuando mis amigas se enteraron de que estábamos saliendo me llamaron loca, yo con 18 años, él tenía 32.
Contrastábamos mucho, yo era flaquita y pequeña, él era corpulento, alto. Pero era buen mozo, simpaticón, me parecía misterioso y eso me despertaba un interés enorme.
Nuestra primera vez no tardaría en llegar y al igual que con Alex, Oscar me invitaba a su departamento en el que nos dimos los primeros besos y aunque Oscar iba poco a poco y sin apuros yo me insinuaba para que el sexo no tardara en llegar.
Una tarde besándonos en el extenso sofá de su apartamento hice como si quisiera desprenderlo de su franela, él captó mi intención y en un par de minutos ya nos habíamos quitado toda la ropa. No había duda de que nos deseábamos y las palabras no hicieron falta, nuestras miradas lo decían absolutamente todo. Me quedé viendo su pene y le sonreí coquetamente y le dije:
—Nunca he hecho sexo oral, ¿me dejas?
—Todo tuyo —respondió con la cara risueña.
Me agaché, él estaba totalmente desnudo sentado en el borde del sofá y se masturbaba levemente. Yo tomé su pene y empecé a masturbarlo hasta que esa cosa creció, creció y creció.
—¿Estás excitado? —le pregunté.
Y esa fue mi primera vez dando oral. Su pene creció por completo, era un pene gordo, grueso y cubierto totalmente por su prepucio. Con el tiempo sabría su medida exacta, 18 centímetros pero parecían 22.
Recuerdo que estar agachada frente a él, masturbarle y luego poner mi lengua sobre la piel de su pene me puso muy cachonda, podía sentir mi coño mojarse por el simple hecho de estar ahí, agachada frente a un hombre a punto de meterme su pene a la boca.
Empecé a saborearlo, lo lamí poco a poco, deslizando su piel hasta que quedó toda la cabeza rosada brillando, más cachonda me puse. Lo metí en mi boca y le sonreía porque me daba un poco de vergüenza aunque igual de excitada.
No podía creerlo, tenía la cabeza de su pene en mi boca, él me miraba, su cara de enamorado, le brillaban sus ojos marrones. Me acariciaba el cabello mientras se deleitaba observándome.
Al rato me encontraba yo de lo más concentrada comiéndome su pene, lo masturbaba haciendo que la cabecita quedara totalmente al descubierto y entonces me lo metía en la boca, me enamoré de ese proceso y de oírlo jadear, me excitaba saber que él estaba disfrutando de la felación inexperta que le daba a su pene, qué rico sabía, me encantaba ese olor, ese sabor a pene y no quería despegarme, él emocionado de que me gustara tanto a pesar de que en realidad era mi primera vez haciendo un oral.
Pasaron varios minutos y yo no quería despegarme de su pene, no sabía que me iba a gustar tanto y en esto de que pasaban los minutos, más experta me volvía yo chupando su pene.
Entonces me avisó que estaba a punto de correrse
—Harás que me corra —dijo entre jadeos
Yo no sabía que hacer, obviamente sabía que si llegaba al orgasmo su pene iba a escupir semen pero tenía tanta curiosidad que le dije:
—Córrete, no importa —y me reí con algo de picardía y a la vez apenada por decir eso.
Continué chupándole el pene a la expectativa de que en cualquier momento saldría semen.
Y yo no me despegué, yo continué chupando la cabecita hasta que de repente empezó a salir semen y el primer chorro impactó en mi cara, el resto cayó en mi mano que sostenía el pene, pues dejé de masturbarlo.
Recuerdo que empecé a reírme al sentir el semen en mi mejilla y alguna otra parte de la cara.
Oscar jadeaba intensamente, yo me quedé ahí agachada, con tanta curiosidad por el semen que le pregunté:
—No lo sé —respondió él riéndose con sufrimiento pues aún no superaba la intensidad de correrse.
Olí su semen, olí mi mano empegostada. No sé describirlo pero no me pareció mal, olía raro pero supe que podía saborearlo y hasta tomarlo, pues, me resultaba morboso.
Con la punta de mi lengua pude probarlo.
—Huele raro pero puedo superarlo —le dije sonriendo.
Aunque me resultó curioso el sabor del pene y me cruzó por la mente la idea de relamerme todo lo que había caído en mi mano no lo hice, busqué mi pantaleta que había quedado en la alfombra y me limpié con ella, también limpié su pene con mi pantaleta.
Sorpresivamente me dijo que era su turno, así que me tumbó en la alfombra con suavidad y se agachó, se metió entre mis piernas y me dio el mejor sexo oral que jamás me habían dado, bueno, porque nadie me había dado sexo oral. Jajaja.
Me hizo estremecer y llegar al orgasmo. Luego de ello nos besamos y mientras nos besábamos, tirados en la alfombra tuvimos sexo, se puso condón y me penetró sabiamente. Gemimos juntos un buen rato, cambiamos de pose, nos subimos al sofá, lo cabalgué por un rato, me cargó y me cogió de pie, luego volvimos a tirar en la alfombra entonces volvió a correrse.
Sería la primera vez de unas cuantas más. Al día siguiente temí que me pasara lo mismo que con Alex pero una llamada y varios mensajes de él me tranquilizaron.
Intimé mucho con él pero empecé a aburrirme, lo veía solo satisfacer mi adicción al sexo. No tardé en empezar a tomarme su semen cada vez que le hacía oral, se volvía loquito viéndome devorar su pene y tomarme la leche como si llevara años en ello. Me daba las gracias, jaja, decía que me veía tan hermosa cuando su semen chispeaba toda mi cara.
A pesar de que me gustaba como me hacía suya, poco a poco me iría aburriendo y perdiendo el interés, además al notar que la intensidad sexual fue disminuyendo comenzó a mostrar signos de inseguridad, de celos y esas cosas por lo que me vi necesitada de alejarme de él. Un día le dije que ya no era lo mismo, que nos diéramos un tiempo. Aceptó sin más, se dio cuenta de que ya no me interesaba aunque él sí decía estarlo por mi, que perdonara sus escenas de celos.
Hoy en día está casado, tiene un niño pero eso no ha sido impedimento para decirme que yo he sido el "mejor polvo de su vida", me lo dijo un par de años atrás que coincidimos, conversé con él por unos breves minutos y me lanzó esa loca confesión.
Puede que tenga razón, pues, la forma en la que me dejó tomar y dejar hacer además de como gimo al ser penetrada los pone tan "cachondos", eso sin contar cuando llega el momento de correrse sabiendo que pueden acabarme donde más les guste.
En Venezuela, la palabra culito tiene una connotación ajena a la tradicional.
"Culito" la usamos para referirnos a una persona con la deseamos tener sexo o ya lo tenemos, sin que precisamente seamos novios. También la usamos para referirnos a un amante. Los que más la usan son los hombres, es muy habitual escucharles decir "Tengo un culito por ahí para el fin de semana" o "el culito que me conseguí hoy en el metro, Dios, eso está para chuparse los dedos".
Casi un mes después de terminar con Oscar tenía pretendientes por doquier, bonitos, feos, altos, bajitos, gordos, flacos, jovencitos, adultos.
Todos esos hombres y sus diferentes maneras de ser y de tratarme me ponían "cachonda", al llegar a mi casa me masturbaba. Me encanta hacerlo, esté sola o con pareja, la autoestimulación me relaja mucho.
Empecé a descartar a los románticos, no estaba interesada en una relación larga, me había sincerado conmigo misma y sabía que comprometiéndome podía llegar a fallarle a esa persona; lo digo porque me pasó con Oscar.
Oscar me gustaba, cogíamos rico pero no podía evitar la coquetería con otros hombres, fantasear con ellos y saber que en cualquier momento podía serle infiel a Oscar, cosa que no quería aunque me sentí tentada.
Me di cuenta de que había hombres que pensaban sexualmente como yo o yo pensaba como ellos, como os guste más asimilarlo.
Eran más directos y eso era lo que yo buscaba, un hombre que tuviera en claro a lo que iba, la cuestión es que no era suficiente, tenía que gustarme.
Fue así como conocí a Ricardo. Una vez esperando en la entrada de la universidad me pasó por un lado, giró la cabeza, me miró, arqueó una ceja y me dijo mientras dibujaba una sonrisa:
Yo le sonreí y aunque sentí la conexión entre ambos le respondí:
El continuó su camino pero yo agregué:
y el volvió a girar y me picó el ojo.
Lo vi subirse a una camioneta negra 4x4 y me imaginé con él dentro de la misma, gozando de lo que más me gusta: sexo.
Con el pasar de los días descubrí que era futbolista y que aparentemente andaba soltero.
¡No le creo a los hombres, siempre mienten!
Una semana más tarde volvimos a coincidir casi en el mismo punto y en ese momento se detuvo frente a mi y me dijo:
y yo le respondí con picardía:
No habíamos llegado a la camioneta y yo ya iba "cachonda", imaginando cosas con ese guapetón.
Tenía 25 años, los ojos verdes, el cabello corto, alto, delgado.
No pensaréis que me subí a su camioneta y tuvimos sexo aunque si yo lo hubiese deseado hubiese pasado y es que a veces pienso que estoy un paso por delante de los hombres. Cuando ellos están pensando en cogerme ya yo planeé el cómo y el dónde.
Mientras me llevaba a casa en su camioneta nos presentamos. "Me llamo Ricardo, me llamo Michelle y bla bla bla".
Eso sí, me hizo saber que yo le gustaba, su forma de mirarme era muy sexual y si yo me subí a su camioneta fue porque entendía de qué iba todo.
Me preguntó que qué haría en la noche, que podía pasar a recogerme para que diéramos "unas vueltas por ahí".
Yo le dije que no podía esa noche, tenía que estudiar mucho pero que si me desocupaba lo llamaría.
Me dijo que esperaría, no haría nada en toda la noche.
A las 10.30 yo estaba en la fila para entrar a un club nocturno, sabía que esa noche mis amigas me invitarían y mis padres no se opondrían porque siempre llegaba temprano a casa, antes de la 1 AM.
No era mi primera vez en este tipo de locales, ya conocía el movimiento. Así que no tardaron en acercarse a mi varios chicos para invitarme a bailar, a todos les dije que no. Yo ya tenía mi plan y era bastante sencillo: citarme con Ricardo y tener sexo con él.
Pocos minutos después le escribí, le dije que si podía pasar por mi, le di la dirección y esperé por él.
Al salir de casa yo iba vestida normalita, luego en casa de unas amigas nos pusimos más sexys y provocativas.
Ricardo no tardó en llegar, me despedí de mis amigas y salí del club, él estaría esperando dentro de la camioneta pero yo venía de frente hacia su encuentro por lo que tuvo tiempo para verme desde lejos y la ropa que llevaba puesta.
Un vestidito muy provocador de color blanco, corto, de tirantes y ceñido a mi cuerpo. Tacones cerrados de color fucsia que combinaban con mi carterita de mano del mismo color.
Me subí a su camioneta y yo ya sabía que íbamos a tener sexo, no porque él me deseara sino porque yo lo deseaba.
Fue detallista, me dijo que estaba hermosísima y que olía muy rico. Otro hombre me hubiese criticado por haberle dicho que estaría ocupada, que qué hacía en un club cuando debería estar estudiando, que le había mentido.
Él no mencionó nada de eso porque lo único que le interesaba era tener intimidad conmigo y quizá porque sabía que a mi me sucedía lo mismo.
Mis ganas de coger parecían notarse, además, fui directa, pues, luego de agradecerle el cumplido le dije:
Él no mostró inseguridades, propuso pasear por la ciudad, ir a su apartamento, a mi casa.
Llegamos al conjunto residencial donde vivía, entramos por el estacionamiento y en cuestión de cinco minutos íbamos rumbo a su apartamento.
En el ascensor tuvo el atrevimiento de besarme y yo le correspondí. Es que solo nos teníamos ganas, no hacía falta conversar de nada trivial, todo era mirarnos, sonreír, la conexión era total y absoluta, sabíamos lo que vendría luego.
Entramos a su apartamento, cerró la puerta y de inmediato volvimos a besarnos con deseo.
Empezamos a desvestirnos, yo quedé en lencería en cuestión de segundos, él también se iba desprendiendo de su ropa. Me cargó y me llevó hasta su cama y me comió el coño, supuse que no era la primera vez, que ya se había llevado a la cama al menos a una docena de chicas. Enloquecí, gemí deseando que me penetrara hasta que sentí que lo hizo, eso sí, se puso preservativo.
Empezó el mete y saca y no paraba de decir "qué rica y estrecha te sientes".
Me hizo correr y se lo hice saber, entonces se detuvo y se quedó mirándome disfrutar de mi orgasmo. Entonces me levanté de la cama, estábamos completamente desnudos. Me agaché y empecé a chuparle el pene, obviamente le quité el preservativo.
No paraba de decir "Dios" y es que soy buena haciendo oral.
—Acaba en mi boca —le dije toda cachonda sin pena alguna.
No tardaría, pues, yo le chupaba el pene como si estuviera muerta de hambre.
Se corrió y su eyaculación fue abundante, me la tomé toda y él no paraba de jadear por el sufrimiento que le generaba mi presencia, mi forma de chuparle la verga, de succionarlo mientras sus chorros de esperma caían directo en mi boca.
Cuando se recuperó me cogió bajo la ducha, pues, fue idea mia de que nos metiéramos a ducharnos y que me cogiera intensamente, con muchas ganas.
Esta vez se corrió dentro de mi coño aunque con el preservativo puesto y no, no me tomé la leche que se vació en el condón porque aunque parezca extraño, me daba asco hacerlo desde ahí.
Me llevó a casa, me dijo que era una diosa y que cuando quisiera lo llamara sin dudar.
Cogeríamos en una próxima ocasión, luego ya no más porque me aburrí, en ese momento de mi vida quería coger con toda la humanidad de ser posible.
Al igual que Oscar, lo mismo pasó con Ricardo solo que con él fueron dos las veces que cogimos. Le encantó tanto la primera vez que se la pasaba invitándome, quería una segunda probadita. Un día que mis ganas de sexo me estaban matando lo llamé, quedamos en su apartamento y volvimos a coger. Cogimos esa segunda vez casi como la primera. Se pasaría días insistiendo, quería tenerme para él pero yo me negaba hasta que entendió que no me interesaba más y desistió.
Lo que me fascinaba y me sigue fascinando es la libertad de tener sexo con quien yo quiera, sin compromisos de ningún tipo aunque debo confesar que a veces provoca enamorarse, estar con una persona de por vida, tener hijos, etc. A veces envidio a las parejas establecidas, luego me entero de infidelidades, divorcios y se me pasa.
En la universidad me fijé en un muchacho que en ocasiones llevaba una guitarra guindada en su espalda, me imaginé que era un aficionado pero luego descubrí que era músico de banda, también daba clases.
Nos conocimos porque una tarde que lo vi sentado en un banquillo y pasé por su lado dijo:
—Aquí estudian unas flacas tan bellas.
Yo me sonreí pero no me detuve, seguí caminando. Obviamente se había referido a mi y no me costó descifrar que yo le llamaba la atención. Tenía 28 años, flaco, moreno, cabello corto, con barba y bien parecido.
Decidí que la próxima vez que le viera le sacaría conversación.
Esa próxima vez, estaba sentado nuevamente en un banco y tocaba su guitarra así que me le acerqué con mi cara risueña y coqueta, pues, iba con toda la intención de empatizar con él.
—No sabía que tocabas tan bien la guitarra —le dije.
Me contó en cuestión de segundos que tocaba en una banda, que daba clases y demás. Cuando dijo que daba clases me pasó de todo por mi mente retorcida.
—¿En serio? —pregunté intentando parecer mega sorprendida y admirada—, Ay, me encantaría aprender pero soy muy torpe.
Se ofreció a darme clases y se le notaba mucho interés, además, dijo que serían gratis.
Mientras hablábamos y nos terminábamos de presentar nos mirábamos a los ojos y sentí de inmediato la conexión que yo buscaba, un chico que no vacilara, seguro de sí mismo, que me transmitiera convicción.
La mirada dice mucho en una persona, podemos transmitir deseo hacia alguien con solo mirarle y la persona lo capta de inmediato, sabe que le deseas aunque no lo digas de forma directa.
Cuando me gusta un chico lo miro con esa intención, directa, que sepa que me gusta pero si noto inseguridad en él lo descarto.
—¿Y dónde me darás clases? —pregunté. Quería saber si vivía con sus padres o solo.
—Puedo ir a tu apartamento o vienes al mío.
—En tu apartamento me parece bien —respondí sin dejar de mirarle y transmitir mi interés en él.
Continuamos conversando, le pedí su número para llamarle y quedar porque "tenía que irme".
Más tarde lo llamé por teléfono y la conversación fue un poco más de confianza por esto de que estás al teléfono, típico, los hombres suelen hablar con mucha más confianza.
Le dije que solo podía en las noches y me dijo que él no solía dar clases de noche pero que podía hacer una excepción conmigo.
Al terminar la llamada me causó risa el hecho de convencerle de darme clases a las 8pm.
La cita fue un jueves y ya de camino a su apartamento tenía la coartada para con mis padres. Supuestamente estaría en casa de una amiga y volvería a casa de ellos a las 10pm. Así que antes de verme con él estuve en casa de mi amiga, le conté mi plan y hasta me bañé y me cambié de ropa en su dormitorio. Con mis padres no había problemas, no solían vigilarme tanto, con decirles que estaría en casa de una amiga era suficiente, eso sí, llegaba temprano a casa para no generarles preocupaciones.
Llegué al conjunto residencial, eran varios bloques de cuatro pisos en una zona acomodada, había vigilancia y demás.
El conserje que debía tener unos 50 años era uno de esos hombres que parece que nunca en sus vidas han visto una mujer, te miran con total descaro e insinuación aunque entendí su calentura, yo andaba muy provocativa.
Un top blanco desmangado de color violeta que dejaba a simple vista mi ombligo y mi abdomen plano, una falda acampanada, corta y de color blanco, tacones blancos, no cargaba medias pantis, mis piernas son bellas, me encanta lucirlas al natural. Pintura labial del color de mi top, igual las uñas de pies y manos.
A pesar de que el conserje no era de mi agrado me gusta sentirme deseada por cualquiera así que igual fui empática y hasta le estuve sonriendo mientras me desnudaba con sus ojos grandes de color negro.
Una vez que se comunicó con el apartamento de Julián me hizo pasar tuteándome
—Pasa, es por aquí. Si deseas te acompaño.
¡Qué atrevido el viejo! Le dije que no hacía falta y me fui por un pasillo que daba a los ascensores y mientras avancé podía sentir al conserje observándome. Tiempo después descubrí por confesión propia de hombres mayores que les encantan las jovencitas, que se ponen muy cachondos y son capaces de hacer lo que sea por estar con una mujer mucho menor que ellos.
Cuando Julián me abrió la puerta de su habitación le sonreí de inmediato y me le acerqué para darle un beso en la mejilla y atontarlo con mi fragancia. Soy muy aseada y me gusta usar un buen perfume que ponga tontitos a los hombres, tontitos me refiero a que se les pare el pene con tan solo olerme.
«Qué lindo apartamento, bla bla bla», conversación trivial cuando llegas a la casa de alguien, «¿quieres tomar algo? bla bla bla».
Me invitó a sentarme en una silla que estaba en el centro del sofá y los muebles donde habían par de guitarras acústicas, cuadernos, libros y demás.
Hubo risas, me encanta romper el hielo lo más rápido posible así que en menos de un cuarto de hora ya Julián se disponía a explicarme en qué consistía la guitarra, yo me le quedaba viendo fijamente.
Me colocó una de sus guitarras en mis piernas, se puso detrás de mi y empezó a indicarme cómo tomarla y lograr sacarle sonido.
Yo puse mis deditos en los espacios que me indicó y de inmediato empecé a quejarme, que dolía y bla bla bla, él pedía paciencia, que cuando estás comenzando es así y bla bla bla.
Hubo un momento en que él quedó agachado frente a mi, no paraba de tocarme las manos y de rozar mis dedos buscando la manera de que yo lo hiciera bien.
Pero cada vez que nos acercábamos sabíamos que había algo que nos conectaba, era como si supiéramos que nos gustábamos solo que había una clase de guitarra de por medio. Así llegamos al punto en el que él volvió a quedar detrás de mi intentando lograr que yo quedara en la pose correcta y le sacara sonido a las cuerdas y fue en ese momento que mi cara quedó tan cerca de la suya y entonces me volteé y le dije con voz débil:
Y ahí nos quedamos mirándonos y él sabiendo que nos deseábamos fue atrevido y me besó.
El beso rompió la barrera que ambos deseábamos romper, un beso que se prolongó pero no podíamos quedarnos así. Cuando cortamos el beso me puse de pie y le entregué la guitarra, la tomó rápidamente y la colocó en el mueble. Volvió a besarme, el deseo era mutuo.
Nos besamos, nos besamos, nos besamos y empezamos a manosearnos, el chico no era para nada tímido, empezó a buscar quitarme el top y al ver que me dejé sabía que terminaríamos cogiendo.
En segundos ya estábamos en la cama del dormitorio pues yo no soy tímida y me dejo hacer y también busco que las cosas se vayan dando, no espero que mi amante lo haga todo. Continuábamos besándonos mientras nos quitábamos todo, él me despojó de la falda, mis tacones ya estaban por el piso, en fin, un par de minutos después ya estábamos con muy poca ropa, él en bóxer, yo en pantaleta y con mis senos al descubiertos.
El chupó mis pezones mientras me terminaba de desnudar hasta que sentí que empezaba a penetrarme suavemente, eso sí, ya con un preservativo puesto.
El resto fue gemir juntos mientras cogíamos deliciosamente hasta que un par de minutos después y debido a la calentura que él tenía acumulada no aguantó más y se corrió dentro.
Nos levantamos, comimos algo, conversamos y al rato estábamos de nuevo tirando en la cama, esta vez duramos un poco más, yo le sugerí que se acostara y me dejara hacer, así obtuve mi orgasmo, cabalgando su verga, a él le encantó mi manera de montarlo y de ver como gemía mientras me movía encima de él. Al terminar le pregunté que si ya éramos novios y me dijo todo engreído:
Duramos un mes y un poquito pero se dio cuenta de que yo lo buscaba por sexo y nada más, no es que me lo dijo, yo lo sentí así, me terminaba por golfa ja, ja.
No todos los hombres son unos perros (como a mi me gustan), hay hombres que también tienen corazoncito, y que para ellos no todo tiene que ser sexo.
Lo gracioso es que tiempo después me andaba buscando, que extrañaba mis besos, mis gemidos, la forma de dejarme tomar, pues, mal por él, yo ya andaba con otro.
Oscar actualmente está casado pero siempre que su situación se lo permite me morboséa vía mensajes aunque no es el único, aún mantengo contacto con la mayoría de los hombres que me han cogido alguna vez. Oscar sabe que fue el primero al que le practiqué oral de muchas formas pero como no me dejé hacer anal de vez en cuando me escribe que le haga su sueño realidad. No tengo dudas de que se habrá hecho un montón de pajas fantaseando conque me hace anal y más porque le confesé que ya me lo han hecho.
Después de Julián me volví más zorra literalmente hablando, claro está, cuidando los modos y las apariencias.
Deseaba coger, pensaba en coger, soñaba con coger, llegué a pensar que tenía algún problema, que no podía estar pensando en coger a cada hora del día. Luego en mis duchas me quedaba pensativa y me decía a mi misma: soy así, al carajo la sociedad y sus juicios, me encanta el sexo y voy a tenerlo cuando quiera, con quien quiera y cuantas veces me provoque.
Pasaron unos pocos días después de romper con Julián y sentía que me estaba muriendo, me sentía como una vampira cuya necesidad no es más que la de saciar su sed de sangre. La mía era saciar mis ganas de coger y aunque les pueda resultar increíble, tomar semen ha sido desde entonces uno de mis fetiches principales.
Resulta que unas semanas atrás (cuando todavía era amante de Julián) me había inscrito en un pequeño gimnasio y desde el primer día noté que uno de los entrenadores me miraba mucho.
Era moreno y al momento de conocerlo le aparenté como 35 años, luego supe que tenía 39. Su cara era risueña y su mirada transmitía empatía. Nos hicimos amigos, conversábamos muy a menudo y sentíamos que había química entre nosotros, solo que yo estaba de novia con Julián y aunque por mi mente se paseaba la posibilidad de ser infiel no lo hice. Llegaba a casa excitada, por las ganas de tener una aventurita con mi entrenador pero no fui capaz de serle infiel a Julián por muchas ganas que tuviera ya que el entrenador me resultaba atractivo, tenía buen cuerpo y no disimulaba sus ganas por tener una aventura conmigo.
Estaba rico el entrenador, un morenazo de 39 años, ojos negros, simpático, tenía el cabello corto con entradas y de cuerpo atlético.
Terminaba agotadísima en el gym, soy floja para esas cosas, siempre que recurría al gym lo hacía con el fin de flirtear con algún chico que me gustase. Por fortuna no necesito gym, me gusta mi delgadez, no tengo un cuerpo fitness pero estoy bien, mi abdomen es plano, mis piernas son bellas, mis senos pequeños pero firmes, bonitos, deseables, me siento bien, en fin, si el entrenador se fijó en mi por algo será, ¿o no?
El lunes de la siguiente semana cuando Julián y yo ya habíamos roto fui más lanzada que de costumbre con mi entrenador. Él estaba al tanto de que yo tenia novio pero por la forma de tratarnos le deje en claro indirectamente que podía suceder algo entre nosotros. Ese lunes le pregunté qué haría por la noche y me respondió con una pregunta:
—¿Por qué? ¿Acaso quieres salir conmigo?
El me siguió el juego, yo sabía que no tenía novia.
Y yo respondí con cara de pervertida:
—No se puede poner celoso si no se entera.
Nos reímos con complicidad, el deseo era mutuo, yo no estaba equivocada, ese hombre me deseaba y él sabía que yo también a él.
Cuando me despedí de él, pues, se quedaría una hora más en el gym le dije al oído que esperaría su llamada.
A las 8pm me escribió, me dijo que podía pasar por mí a las 9pm en su automóvil y esa vez le di la dirección de mi casa. Le dije a mis padres que saldría con un chico sin más. Mis padres como si nada, ya yo era mayorcita y ellos no armaron ningún drama, solo me pidieron que tuviera cuidado y que mantuviera contacto con ellos cada vez que pudiera aunque papá si que hizo un poco de drama cuando yo estaba a punto de salir:
—Ay, papi, por favor, no vengas tú.
A las 9 en punto ya me subía al vehículo de mi entrenador quien caballerosamente me había sostenido la puerta. Una vez dentro me dijo que andaba hermosa y que olía muy delicioso, yo le dije lo mismo, que andaba más guapo que de costumbre y que su fragancia era encantadora y sí que lo era.
Él andaba guapetón, con bluejean, una camisa de cuadros manga larga pero con las mangas recogidas.
Yo, un vestido corto de un color rojo muy profundo, casi vino tinto, de tirantes y que dejaba mis piernas bien descubiertas, tacones del mismo color, de correa y que dejaban mis pies al desnudo, mis pulseritas de plata en ambas manos, un collar de oro y un bolsito de mano con las cosas básicas, maquillaje, teléfono, algo de dinero, etc. Los labios pintados de vino tinto y mi perfume favorito que no diré la marca pero que pone loquitos a los hombres, es un perfume caro.
No sé que planes tenía conmigo el entrenador, tal vez pensaba llevarme a cenar, eso era lo más probable pero yo no quería cenar, yo quería terminar con él en la cama lo más pronto posible.
Lo menos que yo quería era pasar parte de la noche en un restaurante conversando con Elías, por extraño que parezca yo solo pensaba en que ese hombre me hiciera suya.
Mientras el carro iba en marcha la conversación se centró en mi, en lo bella que andaba y en lo rico que olía. Yo le sonreía, le decía que él también estaba muy guapo y que olía muy rico.
En la primera parada me incliné un poco hacia él y conseguí que nos besáramos, así de lanzada soy. El beso fue pasando de pequeños piquitos hasta que nuestras lenguas se enredaron y sentí mi coño humedecerse.
Nos despertó una bocina del auto que estaba detrás de nosotros, pues, nos habíamos quedado pegados besándonos.
Nos reímos y Elías puso de nuevo en marcha el vehículo.
A partir de ahí ya sabíamos lo que queríamos así que decidimos irnos a un hotel, me sentí tan perra ofrecerme de la manera en la que me estaba ofreciendo pero me gustaba, me gustaba sentirme así (hasta el día de hoy).
Yo no conocía nada de hoteles, es más, nunca había estado en uno, se lo dije. Él mencionó un hotel y allí fuimos a dar y cada que podíamos nos volvíamos a besar, yo le decía:
Recuerdo que puse mi mano en su entrepierna y sentí que tenía una erección
y yo me eché a reír casi que burlonamente.
—Sí la quiero —le dije una vez que terminé de reírme.
Volvimos a besarnos unas cuantas veces más y hasta llegó a meter su mano en mi entrepierna.
—Yo también, ya quiero llegar al hotel.
Llegamos al hotel, el estacionamiento, bla bla bla, ahí guardamos un poco las apariencias, me acomodé el vestido y salimos tomados de la mano, le dije que no se preocupara, que mi novio estaba de viaje.
Aquello me excitó, Julián y yo ya no éramos nada pero me encantó la idea de hacerle creer a Elías que todavía tenía novio, no tenía dudas de que a él también debió darle morbo la situación y así me lo confesaría más tarde.
En la recepción me di cuenta de que no era cualquier hotel pero no voy a entrar en detalles, nos asignaron la habitación 420, eso era lo que importaba, la habitación, estar a solas y coger, coger, yo solo quería coger.
En el ascensor nos comimos a besos de nuevo y ahí fue más atrevido, me cargó y yo le hice una tijereta con mis piernas mientras nos besábamos.
Llegamos al apartamento y volvió a cargarme mientras nos besábamos, nos fuimos directo a la habitación donde me recostó a la cama y continuó besándome con pasión luego sentí que se alejó de mi entonces me le quedé mirando, se estaba desnudando frente a mi mientras me sonreía así que aproveché yo también para desnudarme pero me dijo que no, que lo haría él.
Se quitó todo y Dios! que pene tan hermoso tenía y todo depiladíto bien aseado, casi termino en un orgasmo cuando lo vi, se me fueron los ojos hacia su pene y abrí la bocota toda incrédula por lo que me iba a comer.
—¿Te gusta? preguntó con una sonrisa en la cara.
Entonces se acercó a desnudarme pero le dije cara a cara que no me desnudara todavía, que me dejara chupársela arrodillada ante él, aún vestida.
Se alejó un poco entonces yo me agaché, aún tenía mi vestido puesto y los tacones y ahí de rodillas empecé a jugar con su pene, a masturbarlo poco a poco, a olerlo, a darle pequeñas lamidas hasta que me lo metí poco a poco en la boca sintiendo mi coño húmedo deseando ser invadido por ese delicioso pene oscuro.
El jadeaba mientras observaba lo que yo le hacía a su pene, un pene grande como de 18cm, grueso, moreno, el primer pene moreno que me comería en mi vida.
Se lo estuve chupando un buen rato, sin exagerar, como si se tratara de una deliciosa barquilla de chocolate puro, lo disfruté por 10 minutos o quizá más y eso porque él me interrumpió, me tomó de los brazos y empezó a desnudarme, luego que me quitó el vestido me dijo que me pusiera en cuatro recostada a la cama, yo obedecí de inmediato.
En esa pose me bajó la panti hasta mis tobillos y empezó a chuparme las nalgas y a darme nalgadas. Estuvo un buen rato haciendo eso, luego sentí su lengua lamer mi culito y mi coño, yo gemía de placer y le pedí que me cogiera.
—¿Quieres que te coja? —preguntaba él.
—Sí, por favor, lo deseo —decía yo y mi voz sonaba como si estuviera a punto de llorar y sí, esa es mi forma de gemir y de pedir y de conversar durante el sexo.
Desató las correítas de mis tacones hasta que me los quitó, luego levantó mis pies un poco y besó cada dedito, lamía ambas plantas de mis pies, lamió mis tobillos y luego sentí que pasó su pene por mis pies y también por la planta de mis pies.
Me quitó la panti que aún estaba en mis tobillos y me la puso en la boca amordazándome con ella suavemente.
Fue entonces cuando se recostó sobre mi y me cogió.
Gemí y me sobrevino un delicioso orgasmo en apenas un minuto aunque el continuó cogiéndome yo le hice saber que me había corrido aunque por la forma en la que me retorcí mientras me empalaba se lo hacía saber.
—Qué rica —decía—, Dios! qué rica sabes.
Y no paró de cogerme en esa pose, sin condón, al natural como me gusta aún sabiendo los riesgos.
Luego de un rato en esa pose y de haberme hecho correr dos veces se levantó me tomó de una mano hasta que quedamos ambos de pie, me cargó y me cogió de pie por un instante pero luego caímos en la cama y ahí empezó a cogerme de nuevo sin parar, ambos gemíamos compenetrados en un placer intenso y en ese vaivén eyaculó dentro de mi cuando ya no pudo más.
Esa noche me hice la loca con mis padres, apagué el teléfono, sabía que al día siguiente me armarían un peo por quedarme fuera toda la noche pero no me importó. Elías quiso quedarse conmigo toda la noche y yo acepté. Nos levantamos de la cama, me duché mientras él pidió comida por delivery, luego se duchó él, luego cenamos, descansamos un poco, vimos TV y luego volvimos a coger, en la sala, arriba del sofá, contra la mesa del comedor, de nuevo en la cama y como no podía faltar, me tragué su semen la segunda vez que eyaculó, ya las demás veces se correría en mis nalgas, en mis senos, en mi cara y es que pasamos toda la noche cogiendo como animales.
A la mañana siguiente estaba adolorida como si me hubiesen dado una paliza, me dijo que por eso era importante ir regularmente al gimnasio pero yo no le pondría atención a sus palabras, aunque me dolía todo el cuerpo me gustaba esa sensación de saberme destruida de tanto coger.
Con Elías el entrenador no volví a tener intimidad, de hecho no volví más al gym, le inventé una historia de celos con mi novio quien de por sí ya no era mi novio y es que yo ya tenía los ojos puestos en otro hombre.
Alex, Oscar, Ricardo, Julián, Elías, habían sido ricas experiencias pero yo sentía la necesidad de probar otros hombres, otros penes, otros sabores.
Lo que más me encanta de coger es probar el semen, era y sigue siendo mi fetiche principal y a todo hombre le encanta que le tomen su leche, yo por mi parte siento el deseo de que acaben en mi boca o en cualquier parte de mi, igual termino llevándome el semen a la boca y degustando su sabor ante la mirada satisfactoria de ellos.
Hasta ese momento había tenido sexo con cinco hombres y aún no cumplía 20 años, el solo hecho de saberme la perra de cinco hombres totalmente diferentes me hacía mojar el coño al recordar mis aventuras con cada uno de ellos.
A excepción de Alex, cada semen me sabía distinto, el de Oscar era algo dulcito, me cansé de tomar su semen y hasta el día de hoy ese hombre sigue insistiendo en que tengamos una nueva aventura que incluya sexo anal y es que soy una desgraciada, pues, le conté que ya me habían dado por el culito, incluso llegamos a tener una larga conversación por whatsapp hace como tres años donde le conté todos los detalles y hasta terminé masturbándome mientras le contaba y leía sus reacciones de todo lo que yo le contaba, además de intentar convencerme de tener otra aventura con él a pesar de estar ya casado.
De todos los semen que probé el que me resultó repulsivo fue el de Elías, puse cara de desagrado aunque igual me lo tomé y me sentí tan zorra haciéndolo, terminé relamiéndome su verga e intentando mentalizarme para tomármelo todo, pues su olor y sabor lo encontré bastante fuertecito.
A los pocos días empecé a tratar con más confianza a uno de mis profesores en la universidad que me llamaba la atención. Ya venía tratando con él desde hacía un par de semanas cuando aún era novia de Julián y aún no me había acostado con el entrenador.
No lo vean como que todos los hombres terminaban cogiendo conmigo porque sí, no es así. Tuve compañeros de estudio que me gustaban pero no sentía una química suficiente como para enredarme con ellos, incluso salí con muchos que me querían de novia pero no llegábamos a donde yo quería llegar, también me relacioné con compañeras de estudio e hice amistades, obviamente también disfrutaba de la vida nocturna, de momentos en familia y un largo etcétera pero no veo la necesidad de relatar tantos detalles de mi vida privada ya que lo único que quiero confesar son mis travesuras sexuales.
Se llamaba Pedro y era un hombre cincuentón de esos bien parecidos, se cuidaba bien, cabello corto, algunas canas, bajito, como de 1.68 y estaba divorciado (me enteraría días más tarde)
Fui directa, pues ya deseaba estar con él así que cuando volví a verlo lo saludé con mucho entusiasmo y por primera vez le besé en la mejilla, también le dije que andaba muy guapo. Le hice saber con mi trato y mi mirada sugerente de que estaba interesada en él y él ni tonto ni perezoso entendió a la perfección.
Qué habrá pensado el profe en ese momento. ¿Una mocosa a la que le gustan los maduros? Pues sí.
Pero aunque captó la idea tardó un par de días en convencerse de que yo quería revolcarme con él. En esa oportunidad nos vimos por los pasillos, lo saludé como venía haciéndolo:
—Hoy anda muy guapo, profe —le dije sonriéndole y mirándole con toda la intención de parecer interesada.
—Tú eres la que siempre estás guapa —y al decirme eso miró hacia todos lados como si tuviese miedo de que alguien lo hubiese oído y agregó—: ¿no tienes novio?
—No, profe, estoy solita —le respondí y me le quedé mirando y agregué—: lástima que usted esté casado.
Se empezó a reír y yo también entonces negó de inmediato:
—No, vale, qué casado voy a estar.
—Y tan guapo que es usted, profe.
—¿Te gustaría venir a mi casa un día de estos y pasar un rato?
Cuando me dijo así dije "bingo" en mi mente aunque también me sentí una facilonga, pues, por el modo con el que yo trataba al profe le dejaba muy en claro de que yo quería intimidad con él, lo sabía, lo sentía y yo podía oler su deseo de tenerme para él.
—¿Cuando? —le pregunté con sonrisa picara.
—Podría ser esta noche, yo vivo solo —y volvía a mirar a todos lados, nervioso.
—Dónde vive usted, profe —le pregunté.
Me dio detalles de donde vivía y cómo pasaría a buscarme, pero yo ya tenía mi plan definido aunque sabía que podía fallar y quedar como una vulgar chica prepago. Me acerqué más a él y le dije en voz baja.
—Mmm —dijo él en voz baja—, déjame cuadrar todo y te llamo.
Continuamos conversando y pautamos para el día siguiente pero en la tarde. Dijo que no me preocupara que el cubriría todos los gastos.
—Tengo que irme, te dejo —me dijo y se fue sin mas.
Me sentí humillada y al mismo tiempo sumamente excitadísima, no sé ni explicarlo. Por primera vez citaba a un hombre a verse conmigo en un hotel ya que la primera vez había sido con el entrenador pero en esa ocasión todo surgió de manera imprevista, no estaba en sus planes.
Le acababa de decir a mi profesor que nos viéramos en un hotel. Eso es de putas, pensé, volviendo a sentirme excitada.
En las próximas horas hablaríamos por mensajes, el profe confirmaba que nos veríamos en un hotel, que él pasaría por mi pero yo, no conforme con sentirme una cualquiera citándome con el profe con toda la intención de tener sexo le dije que me esperara en el hotel, que yo quería llegar después, detalle que le fascinó y a mi me puso cachonda de solo imaginarlo. Qué pensaría el profe, que yo era una prepago, una puta barata que me le estaba ofreciendo gratis, cada cosa que se me venía a la mente me ponía tan cachonda, volví a pensar que definitivamente yo estaba enferma.
En la noche continué pensando en nuestro encuentro, era excitante imaginar todo lo que me tocaba vivir al día siguiente, llegar al hotel indicado, chequearme en recepción e indicar el apartamento al que iba, usar el ascensor y llegar al apartamento indicado. No lo había experimentado pero lo había visto en las novelas.
A las dos de la tarde del día siguiente el profe me escribió que ya me estaba esperando en el hotel y que no veía la hora de hacerme suya, pues sí, ya el profe sabía a lo que íbamos y no fue nada tímido en hacerme saber por mensajes lo mucho que deseaba verse conmigo lo más pronto.
Salí de mi casa bien vestida, mi madre hizo las preguntas de rutina, para dónde iba, con quién, a qué hora regresaría, bla bla bla.
Iba toda de blanco, tacones altos, vestidito corto de falda corta y ligero, sin tirantes, mis brazos y hombros al descubierto, estaba un poco bronceada, llevaba mi cabello suelto y lo tenía bastante largo, la ropa íntima también de color blanco, lo único negro era mi bolso de mano.
El taxi que me vino a recoger lo había enviado mi profesor y ya estaba pago todo, yo solo tenía que presentarme en el hotel.
Al llegar al hotel las imágenes de la noche anterior se hacían realidad, chequearme en recepción, indicar el apartamento al cual me dirigía, dejar mis datos, tomar el ascensor y cuando ya estaba por llegar se me ocurrió escribirle al profe:
«Ya estoy llegando, profe, deje la puerta abierta y espéreme en el baño»
No supe de dónde se me ocurrió tal idea, de hecho no sé de dónde me salen tantas ideas morbosas y pervertidas. Me reí al escribir ese mensaje y el profesor respondió con un simple OK.
Al llegar al número de habitación en efecto, la puerta estaba a medio cerrar así que entré haciendo el menor ruido posible y aunque la idea principal era que mi profe viera el vestido que llevaba puesto terminé quitándomelo y me quedé en lencería y tacones.
Ni yo misma creía lo que estaba haciendo pero lo estaba haciendo. Duré unos pocos segundos antes de decidirme tocar la puerta del baño hasta que lo hice y cuando el profe abrió la puerta se quedó estupefacto al verme.
Me miró de arriba abajo con absoluta incredulidad, luego se aproximó a mi y me dio un beso en la boca, yo le correspondí pero suavemente, esperando que él tuviera iniciativa a hacerme de todo. Luego me dio besos en el cuello y empezó a quitarme la poca ropa que me quedaba, el brassier desapareció en pocos segundos y se quedó chupándome los senos y mordiendo suavemente mis pezones, me quitó la tanga y me lamió toda la zona con mucho deseo hasta que se quedó explorando mi vulva y empezó a comerse mi coño.
Yo le acariciaba la cabeza mientras el me calentaba con sus lamidas y chupadas.
Se levantó, volvió a besarme y me dijo:
Yo lo empujé un poco hacia atrás haciéndole entender que era mi turno, así que de inmediato empecé a desnudarle con desesperación, quitándole la camisa y besándole su pecho peludo, luego le quité su cinturón de cuero, desabroché su pantalón, le bajé las bermudas, le bajé el bóxer y de repente apareció un pene blanco poniéndose cada vez más grande, se notaba que se había rasurado toda la zona recientemente pues había pequeñas partes con más vellos que en otras, un muy mal trabajo que de todas maneras daba poca importancia.
Empecé a masturbarlo y el profe empezó a jadear de gusto. Luego ya lo tenía en mi boca y el pene creció más hasta que dije:
19 centímetros, el mismo largo que el de Elías el entrenador pero el de Elías era un pene moreno, el del profe era blanquito blanquito, con el glande de color rosa.
Se lo chupé tan bien que en cuestión de segundos me avisó que se corría y dejé que me lo echara en la cara.
El profe se quejaba del placer de verme arrodillada chupando su pene una vez que eyaculó sobre mi cara.
—Dios, qué hermosa te ves con la cara llena de leche.
Yo me sonreí, me levanté y me dirigí al baño a limpiarme, el profe se quedó respirando como si se le hubiera acabado todo el oxígeno. En el baño me vi frente al espejo con la cara llena de leche, me excitaba todo lo que hacía, me pasé un dedo por mi cara y me lo llevé a la boca para continuar probando el semen de el profe. No sabía mal, me gustaba su sabor entre agrio y dulce y ese olor tan particular que me hace sentir una perra. Sabia que más tardecita cuando volviera a eyacular le pediría que me lo echara todo en la boca sin fallar.
Encendí la regadera, me quité los tacones y me metí a ducharme, la puerta estaba abierta así que el profesor se asomó a verme y me halagaba mientras se masturbaba.
Yo le sonreía y lo chispeaba de agua hasta que se metió conmigo en el agua y me cogió bajo la ducha, gemimos juntos, el profesor jadeaba como un enfermito, enloquecido y me decía lo rico que era cogerme bajo el agua.
Al rato terminé agachada chupándole nuevamente la verga y eyaculó en mi boca y el profe una vez más jadeaba como loco mientras su pene escupía gran cantidad de semen.
Estaba algo agotado entonces le pregunté si aguantaría para una tercera ronda. Me dijo que sí, por supuesto. Así que la tercera vez cogimos en la cama, estaba vez él se acostó y yo lo cabalgué hasta que el pobre se corrió dentro de mi pero con el condón puesto.
—Eres la mejor —dijo entre jadeos una vez que se le pasó el doloroso e intenso orgasmo.
Me confesó que aunque yo no era la única alumna que se "había cogido" sí que había sido la más deliciosa.
Me dejaría coger del profesor unas cuantas veces más hasta que me aburrí y no, a él tampoco le di mi culito a pesar de que sugirió la idea reiteradas veces.
Después de esa ocasión, el hotel se convertiría en uno de mis lugares favoritos para tener sexo, eso sí, que fuese un hotel distinto para cada ocasión.
Cuando el profe me mensajeó porque deseaba tener otro encuentro conmigo le puse esa condición. No se quejó, a los días estábamos de nuevo teniendo sexo, esta vez en un hotel diferente. Esta vez yo sería la que estaría esperándole. Cuando él me avisó que ya había llegado al hotel y que en par de minutos estaría en la habitación yo salí dejando la puerta medio abierta y me escondí en las escaleras hasta que lo vi pasar y entrar a la habitación entonces me apresuré para ir a su encuentro.
Cuando entré se quedó sorprendido como iba vestida, andaba con la indumentaria de secundaria, zapatos negros, medias blancas hasta las rodillas, falda azul acampanada y franela beige, me hice dos colitas en el pelo y me pinté la boca de rojo. Acababa de ducharme y cambiarme en la habitación antes de que él llegara así que olía a recién bañada y no me puse perfume ni nada.
El profe puso cara de sádico al verme y bueno, cogimos, le encantó verme de colegiala y me cogió a cuatro patas en la alfombra y con la ropa de colegiaba aún puesta, solo corrió la pantaleta a un lado, luego le hice oral e hice que eyaculara tomándome toda su leche, recuerdo que me preguntó que porqué me encantaba tanto tomarme el semen y yo le respondí como igual le había respondido a los anteriores que también me hicieron una pregunta similar, que había leído en una revista que el semen tiene muchas vitaminas y nos ayuda a vernos más bellas porque rejuvenece. Yo no creo eso pero sí que lo leí en una revista y lo usé para dar morbo si me preguntaban por qué era tan adicta a tomarme la leche.
El hecho es que es mi fetiche principal, tenga el sabor que tenga, dulce, agrio o amargo, me encanta tomarme todo el semen y hoy a mis 30 años ya estoy acostumbrada a cualquier sabor, de hecho me gustan más los que saben fuertecito porque son los que me hacen sentir más putona.
No voy a dar detalles sobre los hoteles donde me han cogido, solo diré que el profe me cogería cuatro veces en cuatro hoteles distinto, luego me aburrí de él.
La aplicación de badoo la conocí por mera publicidad mientras navegaba en la internet, me registré, me di cuenta que era una aplicación para citas, subí algunas fotos mías pero me olvidé de seguir revisando. Al cabo de unas días revisé y tenía un montón de mensajes de hombres y hasta de mujeres de distintas edades, me puse a leerlos todos y a revisar sus perfiles, había hombres de todo tipo, bonitos, feos, etc. Respondí a los que me interesaban, lo mejor de todo es que la mayoría eran de mi ciudad, algunos pocos escribían desde otras regiones, unos pocos de otros países.
Días después estaba citándome con un hombre llamado Jorge que según su perfil era abogado y contaba con 40 años de edad, me había gustado su físico y su cara de intelectual, pues usaba lentes, las conversaciones se centraron en que yo le gustaba y como a mi también me gustaba me dejé llevar por las conversaciones candentes que mantuvimos.
Me resultó excitante poder hablar tan abiertamente con él, nos estábamos citando para tener sexo, le dije que debía ser en un hotel, me pidió whatsapp para confirmar que era yo entonces le pedí su número y lo llamé, así conocí su voz y estuvimos conversando un rato por llamada.
Acordamos para un domingo en la tarde, no me agradaba la idea de andar de noche sabiendo los peligros que se presentan así que la mayoría de mis citas en hotel han sido en horas de la tarde.
Como no lo conocía, más que por fotos y llamada acordamos que él me esperaría en la habitación.
Lo de badoo me estaba generando un morbo inmenso, sabía que después de esa cita vendrían otras y lo mejor de todo es que nadie tenía porqué enterarse de mi vida privada y mis gustos peculiares en el sexo, solo mi cita.
Salí de casa un poco recatada para no levantar ninguna sospecha, mi mamá preguntó a dónde iba, le dije que iría a casa de unas amigas y volvería antes de las 6pm, no hizo más preguntas, además, yo iba vestida normalita: zapatos de tacón, cerraditos, un pantalón negro ajustado, una franela gris larga que cubría mis brazos y mis hombros, el cabello suelto y no me maquillé.
Luego de salir de mi casa, tomar el metro, me bajé en una estación para ir al mall un momento y cambiarme.
En los baños me cambié de ropa, una muda que llevaba en mi bolso.
Salí del mall totalmente distinta, me hice una cola en mi cabello, lucía un vestido de color cereza con manguitas cortas, el vestido era flexible así que se adaptaba a mis formas, me quedaba corto, muy por encima de las rodillas dejando mis piernas bien descubiertas, también me puse otros zapatos, unos tacones diferentes, negros con adornitos blancos en la correa que cubría mis dedos y en la que se sujetaba de mis tobillos.
Llegué al hotel, nada del otro mundo, subí a la habitación y conocí a mi cita.
Me halagó por como andaba vestida, entramos, hablamos un poco pero como no veía iniciativa de su parte lo interrumpí diciéndolo que me desnudara.
Me quitó el vestido poco a poco manoseándome los brazos, la cintura, me quitó el brassier y se llevó mis senos a la boca, los encontró deliciosos, me bajó la panti, olió mi vulva, lamió, besó, chupó. Me subió a la cama, continuó dándome oral hasta que le dije que se desnudara, me dijo que lo desnudara yo.
Así que lo hice, lo desnudé rápido, desesperada y le dije:
—Me hubiera gustado que me quitaras todo de un jalón.
Cuando le bajé los pantalones ya tenía el pene erecto, un pene blanco y depilado tan aseado que no dudé en metérmelo a la boca.
Jadeaba y me halagaba por lo bien que se la chupaba y sí, también lo hice eyacular, pues, como ya lo he dicho mucho, me encanta chupar pene y tomar el semen.
Una vez que se quedó sorprendido por la felación y porque a las primeras me tomé toda su leche decía:
—Wow, eres tan ardiente, jamás me habían hecho algo así tan brutal.
—Recupérate, quiero que me hagas tuya en la ducha. Te espero.
Entonces lo dejé ahí sufriendo su orgasmo y me fuí al baño ya que me pone muy cachonda que me posean bajo la ducha, me encanta bañarme, me encanta el agua, el sexo con agua.
—No, espera unos minutos y entras, sí?
Me metí al baño, empecé a ducharme y al rato entró, se metió a la ducha conmigo, nos besamos, me chupó los senos y entonces empezó a cogerme y lo hizo perfecto, me dio una cogida deliciosa.
y el jadeaba como loco mientras me penetraba, duramos un rato cogiendo en varias poses que yo misma le proponía, le decía:
y nos metíamos en la cama dejando un hilo de agua por todo el piso de la habitación y dejando las sabanas todas humedecidas, luego volvíamos al baño.
Cuando no pudo aguantar más tanto placer me pidió volver a correrse en mi boca y se lo permití.
Al rato nos estábamos despidiendo, me preguntó si volveríamos a vernos, le dije que yo lo llamaría pero no lo llamé más. Había un montón de hombres en badoo como para solamente quedarme con uno. También descubriría días después, pues me puse a buscarlo en facebook por sus nombres completos que era un hombre casado, vaya sorpresita inesperada.
Luego de esa primera experiencia con Jorge, continué respondiendo mensajes que me dejaban por la aplicación. Eran demasiados, una cantidad de hombres ofreciéndose de muchas maneras y estilos. Le respondí solamente a los que me resultaban interesantes e iba descartándolos como si fuese un casting hasta quedarme con el que más me resultara atractivo y adivinara que podría ser un buen polvo.
Elegí a un moreno cuya mirada era penetrante, tenía semblante serio en casi todas las fotos en su perfil, su aspecto de cara de malo me enganchó. Sus ojos eran oscuros, tenía una nariz grande que me encontré atractiva, de labios pequeños, orejas pequeñas, cara alargada, su cabello estaba cortísimo, al ras, como los militares. Era corpulento, tenía un cuerpo muy bien definido, unos pectorales hermosos, lo mismo su abdomen. Lo elegí porque recordé la vez que cogí con mi entrenador que también era moreno. Me sentía necesitada de volver a estar con un hombre de color por eso terminé decantándome por ese morenazo de nombre Edison de 38 años, me doblaba la edad.
En una de esas que estoy conversando con él me atreví a preguntarle cuánto medía su pene entonces me respondió enviándome una foto y preguntándome:
Y de solo ver la foto que me envió se me mojó el coño, era un pene oscurito, largo y grueso, me encantó tanto que me provocó citarme ese mismo día con él pero andaba ocupada con cuestiones de la universidad, necesitaba estudiar para unos exámenes así que lo dejé para otro momento, eso sí, le dije que tenía un pene delicioso y se reservó el decirme su tamaño para cuando nos viéramos.
Pasaron los días, me desocupé de mis asuntos universitarios y volví a contactarlo para quedar a vernos, ya ambos teníamos claro y definido para qué nos íbamos a ver así que conversamos con absoluta confianza.
Los hombres con los que había intimado anteriormente me seguían contactando, Oscar, Pedro el profesor y hasta el entrenador me envió un mensaje de esos tipo "cómo estás Michelle, tiempo sin saber de ti" pero que en realidad significan otra cosa. Pero eran pasado para mi, a pesar de responderles no estaba interesada en tener nuevamente algo con ellos.
La cita era para el domingo a las 4pm en un hotel diferente a todos los anteriores, él lo eligió y yo acepté al ver que no era uno al que ya yo hubiese ido.
La misma estrategia que la vez pasada, salir de casa vestida normalita para que papá y mamá no me fastidiaran. Sandalias de tela, bluejean, franela blanca una talla más grande que la mía, solo llevaba mi cabello bien arreglado para la ocasión, yo misma me lo arreglaba.
Tomé el metro, me bajé en la estación cerca del Mall, entré a los baños y me cambié.
Cuando salí ya iba bien maquillada, los labios color cereza, mis cejas al natural pero con un poquito de retoque, ojos delineados, un poco de color en las mejillas y mi perfume caro atrapa hombres. Me puse unos tacones altos de correa, una minifalda blanca muy corta y un top diminuto color negro que se sujetaba a mi cuello solamente por dos tirantes gruesos.
Me sorprendí a mi misma por como me veía, lucía despampanante, me robé muchas miradas por la forma en la que salí, luciendo completamente mis piernas desnudas, mis brazos y mi abdomen. Tomé un taxi lo más rápido que pude, no quería toparme con ningún conocido.
Ya en recepción del hotel luego de calarme varias miradas lascivas, piropos y silbidos me registré y me encaminé a encontrarme con el morenazo que ya estaba esperándome.
Confieso que me gusta que me dediquen piropos y miradas lascivas cuando ando en la calle, en el metro o donde sea que me tope con morbosos.
Me quedé a la puerta del ascensor en planta baja porque Edison, el morenazo me dijo que bajaría a buscarme y me encantó la idea.
Cuando me vio me saludó así serio tal como era en las fotos, lo besé en la mejilla, me miró de arriba abajo y me dijo que lucía espectacular, tenía un tono de voz como de locutor cosa que me encantó. Nos metimos al ascensor y una vez quedamos a solas nos miramos y nos sonreíamos, emocionados porque ya nos estábamos conociendo. Yo siempre creo ese ambiente de confianza, me sonrío, le hago picardía y en cuestión de segundos llevo al hombre a entrar en confianza conmigo rapidito. Le dije que era muy guapo, mucho más guapo que en las fotos.
—Y tú no estás para nada mal —me dijo mirándome de arriba abajo con deseo, se acercó a mi y me puso ambas manos por detrás de la cintura, nos dimos un beso de piquito aunque debió inclinarse, era alto como de 1.80 o más.
Salimos del ascensor tomados de la mano y al entrar a la habitación nuestros besos se volvieron más pronunciados.
Le dije que besaba muy bien, él continuó besándome mientras yo intentaba desnudarlo así que sabiendo mis intenciones hizo una pausa y se empezó a quitar la camisa, pues andaba muy bien vestido, luego se quitó el pantalón, los zapatos y quedó en medias y bóxer.
Se acercó a mi y siguió besándome creyendo que yo iba a desnudarme pero lo que hice fue preguntarle con picardía:
—¿y el bóxer? ¿no te lo vas a quitar?
—¿y qué tal si me lo quitas tú? —respondió velozmente
Entonces me agaché, todavía estaba vestida, no me había quitado nada y de un jalón le bajé el bóxer hasta las rodillas quedándome frente a su pene.
Era grande y palpitaba, pues se estaba erigiendo frente a mi cara.
Lo tomé con ambas manos y empecé a masturbarlo, le acariciaba los testículos con una mano y con la otra lo masturbaba hasta que su pene creció por completo y mi curiosidad me llevó a preguntar cuanto medía. Dijo que 20cm
De repente me lo metí a la boca sin más e hice que ese morenazo enloqueciera por mi felación.
Yo sentía mi coño literalmente goteando del placer que me genera chupar pene, me encanta tanto estar arrodillada frente a un pene devorándolo con mi boca, sabiendo que no me cabe, que me va a producir arcadas y lágrimas, dios mío! y es que eran nada más y nada menos 20 centímetros, eso es gigante para mi.
Edison estaba total y cuidadosamente depilado, no había rastros de vellos por ningún lado, tanto piernas como brazos, pecho, cara y zona genital las tenía bien depiladas y aseadas, también usaba un buen perfumen, ese hombre olía muy rico, se merecía la mejor mamada del mundo.
Estuve mucho rato chupándosela y creo que adivinarán lo que pasó después ya que le dije que se corriera en mi boca pero que se tomara todo su tiempo antes de eyacular así que pasarían como 10 minutos, yo seguía chupándole el pene y a él parecía no incomodarle que pasara el tiempo hasta que de repente me quitó el pene de la boca, empezó a masturbarse él mismo y me dijo:
y me llenó toda la boca de semen, era demasiada, sentí los chorros uno tras otros caer en mi lengua, llegar hasta la campanilla de mi garganta y producirme nauseas porque su semen era de un sabor y olor fuerte.
Edison jadeaba mientras eyaculaba hasta que no salió más leche y se quedó ahí, respirando agitadamente.
Yo me le quedé mirando con la boca abierta llena de leche hasta que me decidí y de una bocanada me tomé toda la leche que había caído en mi boca. Me sentí tan perra, la leche era amarga y me quedó el mal sabor, la picazón y el cosquilleo en toda la boca y la garganta por un buen rato.
Aún así se la seguí chupando un poco más hasta dejar su pene sin rastros de semen por ningún lado.
—¿Te gustó? —le dije poniéndome de pie.
—Sí y me sorprendes —dijo—, no esperaba esto, te lo juro.
Yo me reí y al igual que con el profesor y Jorge, quería que ese morenazo me hiciera suya bajo la ducha. Me desnudé delante de él, le tiré cada prenda a la cara y él las iba oliendo, le tiré mi tanga color rojo, se la puso en la cabeza, como un gorro, me quité el top y lo tiré a la cama, se acercó a mi y me chupó los senos y me mordisqueó los pezones mientras yo le agarraba el pene para masturbárselo de nuevo.
—Cógeme en la ducha, me encanta demasiado.
Pero me dijo que primero quería probar mi coño entonces le dije que se acostara en la cama me subí encima de él y le puse el coño en mi cara y como sabéis, me encanta chupar pene, quedamos en un 69.
Pero se la chupé suave para que se deleitara comiéndome el coño y lo hizo muy bien hasta que le pedí por favor entre súplicas llorosas pues me estaba encantando su oral que me cogiera así que me cargó en sus brazos y nos metimos en la ducha, nos besamos un poco mientras el agua nos cubría por completo entonces me puso de espaldas a él, contra la pared y empezó a penetrarme.
Yo gemía de lo rico que ese hombre me cogía, me enloquecía saber y sentir que todo su inmenso pene pudiera caber en mi coño y adherirse a las paredes de mi vagina.
—Qué rico me coges, negro —le dije—.
Le hice saber cuando me corrí y le dije:
—Cógeme en todos lados de esta habitación, que lo recuerdes siempre.
Así que al igual que me pasó con los anteriores, salimos del baño, dejando la regadera abierta, hasta el ruido del agua caer me producía excitación, nos subimos a la cama, yo quedé en posición fetal y él al borde, me puso a chupar de nuevo su delicioso pene oscuro y yo con todo gusto lo devoraba.
Luego me penetró de pie un rato, luego me ordenaba ponerme de rodillas para volver a chuparle el pene. Me pellizcaba duro los pezones mientras yo le chupaba el pene, después me ordenó ponerme en cuatro y volvió a montarme.
—Soy tu perra —le dije con mi voz suave entre gemidos sufridos
Él solo gemía mientras me reventaba toda con su gran polla negra. Se sentó al borde de la cama y me cogió quedando yo sentada sobre él.
Luego volvimos a meternos a la ducha y volvió a darme una deliciosa cogida hasta que ya no pudo más y como había mucha confianza me dijo:
—Agáchate, puta que vas a tragar más leche.
lo hice de inmediato y el negro me llenó la cara de leche.
Me quedé chupándosela pero él estaba agotado y aunque yo también estaba algo cansada sabía que podía continuar pero él no, llevaba rato cogiéndome en varias poses, se había esforzado y excitado tanto haciéndome suya.
Nos vestimos, yo quería más sexo pero no quería llegar tarde a mi casa así que le dije que me había encantando tener sexo con él que me llamara cuando quisiera de nuevo conmigo.
Tuve relaciones con él durante dos meses corridos, todos los domingos pero con él hice una excepción, cogimos en el mismo hotel. Él propuso ir a su casa pero me negué, debía ser en el hotel, yo no aceptaba en otro lado.
Las demás veces el sexo fue más intenso, me cogía como endemoniado y me hacía estremecer, perdí la cuenta de todas las veces que tragué su semen amargo, ese negro me hizo sentir toda una puta durante dos meses, yo anhelaba que llegara cada domingo para irme a coger con ese negro y tomarle toda la leche que él dispusiera.
Me llegó a dar nalgadas fuertes, me trató como una puta en cada ocasión, le permití que me atara de manos en algunas ocasiones, lo hacía con sus prendas de vestir o su cinturón, me hacía garganta profunda, me mordía duro las nalgas, me dejaba marcas visibles, también me mordía duro los pezones, esa manera ruda de cogerme me encantó.
Me quería hacer anal pero me negué, insistió muchas veces, me metía el dedo mientras me cogía en distintas poses y luego intentaba meter su pene en mi ano pero no me dejaba, le decía que no, que dolía, aún así se las ingeniaba para meterlo de a poquito aunque eran momentos fugases, pues yo de inmediato le ponía mala cara.
Insistió todas las veces para darme por detrás pero no pudo convencerme y hasta le ponía cara de molesta aunque solo quería que no insistiera más, su pene era gigante, tenía miedo, ignoraba por completo el placer anal del que más adelante se convertiría en una adicción para mi.
A los dos meses aproximadamente dejamos de vernos porque me ocupé con la universidad y porque ya andaba pensando en otro morenazo con quien ya me andaba mensajeando por badoo y era tan guapo como él, tenía que probarlo.
En todas esas idas y venidas hacia el hotel en el que me citaba con el negro había una persona que de cierto modo me espiaba y yo no lo sabía; me enteraría unos días después.
© Michelle