Mi hermano mayor 5
Tras recibir la noticia de la recuperación de Juan, él y su hermana verán realizadas sus fantasías cuando las vean convertidas en realidad, en un juego de dominación, entregándose por completo a su incontrolable excitación.⚡
Un jueves por la mañana, su padre esperaba a Juan fuera de su cuarto, la familia entera había esperado con ansias aquel día, pues Juan iría al médico para asegurarse que la casi absoluta ausencia de dolor, fuera signo de que se había recuperado.
Miguel llevó a su hijo al médico, donde tardaron varias horas entre la insufrible espera, la revisión de estudios, una revisión exhaustiva de cada parte de su cuerpo que había sufrido alguna clase de daño; hasta que, finalmente, el doctor le dio bandera verde a Juan para poder reanudar su vida como era antes de todo aquel desastre.
Su padre estuvo a punto de brincar de alegría, habían pasado tiempos muy difíciles pensando que Juan podría quedar mal de alguna forma, su recuperación fue una preocupación constante, tanto para Miguel, como para Pam y Angélica; sin embrago, aquello se había terminado, por el chico podría rehacer su vida, regresar a la escuela y hacer lo que un muchacho de su edad haría.
Esa tarde Miguel no fue a trabajar, quiso quedarse con su hijo a celebrar en casa las buenas noticias. Llamó a Pam para darle las maravillosas nuevas y ella estuvo encantada, el alivio que sentía podía escucharse en su voz; estaba tan emocionada, que decidió llevar a toda la familia a cenar a un lugar hermoso.
Angélica bajó al salón a reunirse con Miguel y Juan, vestía un short y una playera ligeras, tenía el pelo amarrado en una coleta descuidada y usaba sandalias de baño.
- ¿Cómo les fue? ¿Qué dijo el doctor?
- Todo bien, no hubo secuelas, los huesos soldaron como debían, solamente quedaron una pocas cicatrices que, según el médico, van a desaparecer en algún tiempo - dijo Juan, Angélica sonrió sin poder evitarlo y se lanzó a sus brazos en un tierno y amoroso gesto. Juan la abrazó sintiendo la calidez de su cuerpo, parecía como si hubieran pasado años desde la última vez que estuvieron abrazados de esa manera.
Ninguno de los dos quería separarse, pues se sentía genial el experimentar de nuevo aquella sensación de estar bien, de no tener miedo de que Juan saliera lastimado, de no temblar ante la posibilidad de un recuerdo no deseado. Volvían a ser ellos, libres de lo que había pasado, dispuestos a reanudar su vida y, también, a experimentar aquello que estuvieron deseando desde hacía mucho tiempo y que no podían hacerlo por miedo al daño que pudieran causar al cuerpo de su hermano, pero ahora ya nada lo evitaría.
El resto de la tarde cada quien se dedicó a hacer sus cosas, Juan salió de la casa y fue a cortarse el pelo, tras las semanas que estuvo enclaustrado, su cabellera lucía muy larga y descuidada; más tarde hizo una llamada a la universidad para avisar que regresaría el siguiente lunes y, cuando faltaba cerca de una hora para irse al restaurante, se metió a bañar.
Aquella fue tal vez la ducha más larga que se había dado en su vida, la pasó un buen rato recorriendo su cuerpo, sintiendo un muy particular placer cuando el agua caliente navegaba por su piel, se dio cuenta de que la falta de satisfacción de sus deseos, había provocado que ante el más mínimo roce, su miembro se pusiera muy erecto; sin embargo, de la misma forma en que le había negado a Angélica la posibilidad de tener un orgasmo, él había decidido, seguir la misma regla, pues quería que la siguiente vez que eyaculara fuera dentro de su hermana.
Cuando salió de la ducha escuchó que Angélica se estaba bañando; su erección creció de nuevo cuando imaginó a su hermana desnuda, lavando su cuerpo mientras el agua acariciaba su piel. Pero agitó la cabeza tratando de pensar en otra cosa, pues no quería salir excitado de la habitación.
Como el evento de aquella noche era algo especial, Juan se vistió elegante para la ocasión, con traje negro, camisa blanca y zapatos negros muy bien lustrados. Se puso algo de colonia y se peinó con un poco de gel. Al final, antes de salir de su habitación, se miró al espejo y sonrió, aquel chico de la mañana con una maraña de pelos en la cabeza, había quedado en el pasado.
Salió de su habitación y se fue directo al cuarto de Angélica, su padre se estaba bañando en aquel momento; en cuanto todos estuvieran listos, saldrían de la casa en dirección al restaurante, pues Pam se encontraría con ellos allá. Cuando Juan abrió la puerta, Angélica se sobresaltó un poco, pero su sorpresa no fue mayor a la que experimentó Juan, al ver a su hermana; se veía hermosa, con un conjunto de lencería roja con encaje negro en los bordes, sus senos lucían maravillosos y sus pequeñas bragas dejaban al descubierto una buena parte de sus nalgas.
- Hola hermano - dijo Angélica muy sonrojada al ver la cara de sorpresa de Juan y luego observar el bulto que creció instantáneamente sobre su pantalón.
- Te ves increíble - dijo Juan con los ojos inamovibles, fijados en los senos de su hermana.
- Gracias, tu también luces muy bien - Su hermana había notado que Juan se esmeró en su apariencia, hasta ella llegaba el olor de su colonia y el nuevo corte de pelo lo hacía lucir hermoso. Se perdió un rato al mirar el cuerpo de su hermano hasta que recordó el regalo que había comprado para él. Dio media vuelta y tomó un llavero de color negro - te compré algo, espero que te guste - le dio el llavero y Juan lo tomó, pero se quedó mirándolo un rato sin saber qué era, Angélica lo notó y sonrió - es un control remoto.
- Actívalo - dijo Angélica con una sonrisa traviesa en el rostro.
Juan presionó uno de los botones y observó cómo Angélica se estremecía al sentir la vibración del juguete al interior de ella. El chico entendió que tenia al control sobre el placer de Angélica y sonrió ampliamente. Desactivó el juguete.
- Termina de vestirte. Tienes diez minutos para bajar a la sala o me veré obligado a castigarte - Angélica se sorprendió de que Juan adoptara aquel rol estando Miguel en casa, pero no pensaba dejar pasar una oportunidad de sentirse nuevamente dominada.
Juan bajó a la sala y de inmediato buscó en internet las características del aparato. No tardó mucho en descubrir que podía manejar las velocidades de vibración, ritmos e intensidad. Con una enorme sonrisa, guardó su teléfono y miró su reloj de pulso. Angélica bajó casi corriendo, llegando a donde estaba su amo unos segundos antes de los diez minutos.
- Estoy lista… - Angélica echó un vistazo para asegurarse de que Miguel no estuviera cerca - amo.
- Por su puesto - respondió Juan sonriente, mientras reactivaba el juguete en una intensidad baja, aún así, Angélica dio un respingo.
Juan se puso de pie y Angélica se agarró de su brazo en inmediato, haciendo un gran esfuerzo porque su padre no se diera cuenta de que algo pasaba. Salieron de la casa en dirección al carro de Miguel, casi al llegar, Juan incrementó un poco la velocidad, Angélica dio un respingo casi imperceptible.
- Creo que Angélica debería irse adelante contigo papá. - dijo Juan, haciendo que la chica abriera muchos los ojos, suplicante.
- Por mí está bien - contestó Miguel sin darle importancia, Juan abrió la puerta del copiloto y Angélica se subió, mostrando en su rostro un gesto de preocupación al no saber lo que Juan pretendía hacer.
Mientras su hermano se subía al asiento de atrás, Angélica hacía un gran esfuerzo por no moverse, no hacer ningún gesto ni permitir que de su boca saliera un solo sonido, cuando repentinamente el vibrador se detuvo. Ella respiro profundamente un par de veces antes de que Miguel arrancara quien, afortunadamente, en aquel momento estaba concentrado en el vehículo y no se dio cuenta de que Angélica estaba un poco agitaba.
Durante el trayecto. Juan se divirtió encendiendo y apagando el vibrador en repetidas ocasiones, él sabía que no durarían mucho en la calle, así que lo encendía y apagaba cada pocos minutos; hasta que, casi para llegar, Juan lo dejó prendido e incrementó la intensidad, haciendo que Angélica sintiera una fuerte vibración en su interior, que la hizo sobresaltarse de tal forma, que incluso Miguel la volteó a ver con un gesto de interrogación.
- Lo siento, es que creo que me ha dado hipo.
Miguel se quedó viendo a la chica por unos segundos y luego bajó del vehículo sin darle mayor importancia. Juan se reía ligeramente, pero antes de bajar del auto, desactivó el vibrador. Fue a ayudar a su hermana a bajar y ella salió del carro con las mejillas muy sonrojadas.
Los tres avanzaron hacia el restaurante y entraron, casi de inmediato se encontraron con Pam, quien acababa de llegar y esperaba que le asignaran una mesa. Todos saludaros a Pam con un abrazo y un beso en la mejilla, antes de sentarse en la pequeña sala de espera.
Juan platicaba animadamente con Pam y Miguel, pero no apartaba la mano de la parte del pantalón que cubría el control remoto. Angélica lo miraba con ansiedad, esperando el momento en que fuera activado el juguete, pero aquel no llegó, al menos no mientras estuvieron en la sala.
Minutos más tarde la anfitriona los mandó llamar y los escoltó hasta su mesa, de inmediato llegó el mesero a dejar las cartas y poco después regresó a tomar su orden.
- Voy a lavarme las manos antes de que traigan la comida - anunció Juan, pero no recibió mucha atención pues Pam y Miguel platicaban entre ellos y solo voltearon a darle un vistazo y un asentimiento rápido para que Juan supiera que había sido escuchado. Juan se acercó al oído de Angélica y le susurró al oído.
Ambos se levantaron y se dirigieron al baño, Angélica estaba muy nerviosa pues sabía que Juan planeaba algo, no tenía idea de qué, pero seguro tendría que ver con el Juguete. Cuando llegaron a la entrada de los servicios, Juan se detuvo y Angélica lo imitó. Sacó el control del vibrador y sonrió mientras veía a Angélica.
- El control tiene un alcance de diez metros, vas a entrar al baño y te vas a quedar cerca de la puerta, vas a estar ahí dentro durante cinco minutos. La prohibición del orgasmo sigue activa, así que, si te vienes, te voy a tener que castigar. Cuando el aparato deje de vibrar, te vas a meter a un cubículo, sacaras el aparato y lo meterás en tu bolso, te quitarás las bragas y me las darás cuando salgas ¿Entendiste?
- Si, amo - dijo Angélica en un hilo de voz, nerviosa de aquel alguien pudiera verla mientras hacían todo aquello, pero no tardó en entrar en el baño.
Juan sacó su celular y puso el temporizador a cinco minutos, activó el vibrador a velocidad e intensidad baja. Al otro lado de la puerta, Angélica sintió la estimulación, pero era tan baja que resultaba controlable. Para disimular, la chica sacó de su bolso su celular y fingió estar platicando con alguien por mensajes de texto, pues en ese momento había un par de mujeres en los lavabos del baño.
Cuando el primer minuto se cumplió, Juan incrementó la velocidad, intensidad y alteró el ritmo, haciendo que Angélica echara la cabeza para atrás y suspirara fuertemente, llamando la atención del par de mujeres, quienes la miraron con un gesto d duda, pero casi de inmediato regresaron a retocarse el maquillaje; mientras la chica hacía un esfuerzo monumental por resistir la estimulación sin gritar.
Cuando el minuto se extinguió, Juan volvió a incrementar todos los valores que controlaban el vibrador, con tal intensidad que ahora incluso podía escucharse la vibración al interior del baño. El chico fue capaz de escuchar los gemidos que su hermana intentaba ahogar tapándose la boca con la mano.
Juan ya no alteró más el ritmo, la quería justo ahí, sintiendo un placer intenso, sin poder controlarlo, sin poderse expresar libremente. Las mujeres del baño sonrieron al darse cuenta de lo que estaba pasando y se quedaron mirando descaradamente a Angélica quien, a pesar de tapar su boca, estaba regalando un maravilloso espectáculo a aquellas dos desconocidas, quienes con tan solo ver la forma en que Angélica se retorcía de placer, comenzaron a sentir un poco de calor subiendo por todo su cuerpo, deseando ser ellas quienes estuvieran en el lugar de aquella hermosa jovencita.
El tiempo avanzaba y el placer que sentía ya era demasiado, los últimos segundos ni siquiera hizo el intento de taparse la boca y dejó salir algunos gemidos con un volumen no muy alto, hasta que, repentinamente, los cinco minutos terminaron y el vibrador se apagó.
Angélica relajó todo su cuerpo, pero el calor que la había invadido no la abandonó, las piernas le temblaban, su frente estaba perlada por el sudor, su respiración se había agitado considerablemente y su corazón latía rápido y con fuerza. Sin mirar a las mujeres que la observaron, se metió en uno de los cubículos, se levantó el vestido, medió sus manos al interior de sus empapadas bragas y sacó el juguete, el cual envolvió en papel de baño y lo metió después en su bolso, se quitó las bragas y salió con ellas en la mano.
Antes de salir del baño, se acercó al lavabo mientras sentía la mirada risueña de aquellas mujeres, quienes al parecer solamente estaban haciendo algo de tiempo mientras desaparecía el rubor de sus mejillas. Angélica se apresuró a arreglar un poco su cabello, se retocó el brillo de los labios arregló un poco su vestido, su respiración seguía agitada y el rubor en sus mejillas no disminuía, estaba demasiado excitada.
Salió del baño ante la mirada sorprendida de aquellas desconocidas, al ver que de su mano colgaban sus bragas. En cuanto abrió la puerta se encontró con su hermano, quien en ese momento mostraba una gran erección sin la más mínima intención de cubrirla. Angélica rodeó de inmediato su cuello con sus brazos y le dio un gran beso, apasionado, sin guardarse absolutamente nada, estuvieron así por casi un minuto y no se detuvieron ni siquiera cuando las mujeres salieron del baño mientras una le susurraba a la otra: “Qué buena suerte la de esa chica”.
Poco después los muchachos regresaron a la mesa. La velada avanzó sin mayores novedades, Pam se dio cuenta de que Angélica tenía la mejillas sonrojadas, pero ella se limitó a decir que estaba muy acalorada. Esa noche bebieron y comieron placenteramente, Angélica se mostraba más risueña y dispuesta a participar en las conversaciones, lo que resultaba sorprendente, sobretodo para Pam, quien nunca la había visto tan alegre.
Cuando la cena terminó y decidieron regresar a casa, Miguel le dio las llaves del a Juan, ante la sorpresa de su hijo. Se acercó a él y le dio un gran abrazo, un par de lágrimas brotó de sus ojos.
- Extrañaba verte de pie, hijo. Llevate el carro, vayan a un lugar privado, solo ustedes dos, se merecen pasar un momento íntimo, solo tengan cuidado ¿Vale?
- Gracias papá - dijo Juan, quien pudo sentir el alivió que sentía su padre detrás de aquellas palabras.
Juan y Angélica subieron al auto y se marcharon, Pam se quedó mirándolos mientras se iban, preocupada al recordar la última vez que esos muchachos se fueron en ese carro y la forma en que los encontraron en el hospital. Miguel la miró y se acercó a ella, la tomó suavemente por la nuca y le dio un beso muy intenso, tan excitante que hizo que Pam olvidara por un instante a sus hijos y se concentrara completamente en su hombre. Cuando se separaron, ambos se miraron a los ojos, no cabía duda del amor que había entre aquella pareja.
- Van a estar bien, y nosotros tendremos la casa libre por unas horas - dijo Miguel sonriendo, robando a su esposa una risilla nerviosa y el rubor de sus mejillas. Se subieron al auto y se marcharon.
Juan había conducido por un rato, Angélica no tenía idea de a donde iban pero tampoco quiso preguntar, hasta que su hermano le ordenó cerrar los ojos, lo que ella obedeció de inmediato. Poco después sintió cómo el auto se detenía lentamente, escuchó la voz de un hombre diciéndole a Juan una tarifa, pudo oír a Juan sacando su billetera y cerrando la transacción. Luego el vehículo arrancó de nuevo, dio un par de vueltas y se detuvo, poco antes de escuchar cómo se accionaba un mecanismo y luego el choque de una puerta al cerrarse.
Juan bajó del vehículo y corrió hasta la puerta del copiloto. Abrió la puerta y tocó el hombro de Angélica, ella estiró el brazo y Juan le ayudó a bajar. La chica en ningún momento abrió los ojos, ni siquiera un solo segundo. Él no decía nada. Cuando la chica se quedó parada frente a él, sintió su aliento agitado en el rostro, miró a Angélica mientras su pecho subía y bajaba, en parte por el efecto de los nervios, pero mayoritariamente por la excitación que la embargaba. Juan rozó la mejilla de Angélica con sus labios de camino a su oído, mordió su oreja con suavidad, provocando un estremecimiento general dela chica.
- No quiero que abras los ojos en ningún momento, si quieres que me detenga solo tienes que decir la palabra “naranja” y me detendré de inmediato - los nervios de Angélica se fueron al cielo, ahora sabía lo que Juan quería hacer - ¿Entendiste?
Juan no dijo nada más, solamente tomó por los hombros a Angélica y la hizo girarse, luego la tomó por la cintura y pegó su cuerpo, haciendo que su hermana sintiera su hombría, dura, pegada al espacio entre sus nalgas.
- Pon tus manos sobre el Coche - Angélica obedeció y quedó un poco inclinada, ella sabía que Juan trataba de emular lo que había pasado con los policías aquella noche, pero una mezcla de excitación y el amor que sentía por su hermano, le hicieron saber que todo estaría bien.
Juan recorrió su cuerpo con las manos, beso su cuello mordiendo un poco su piel a ratos. Llevó sus manos hasta los senos de Angélica y los sacó del vestido, comenzó a amasarlos y a pellizcar sus pezones, provocando que sus gemidos escaparan con mucha fuerza, mientras su hombre levantaba sus vestido y metía su mano entre las piernas de la chica, acariciando sus labios y su clítoris, con firmeza pero con cuidado, mientras la manos de Juan se llenaba de fluidos. Angélica sintió un gran alivio al poder gemir libremente ante las deliciosas caricias de su amante.
Juan la giró repentinamente y bajó sus labios hasta los senos de Angélica, mordiéndolos con firmeza pero sin lastimarla, pasando su lengua por sus pezones, succionando un poco mientras los tomaba con sus manos y les daba pequeños apretones que arrancaban deliciosos gemidos de la boca de su mujer. De pronto se detuvo y se separó un poco de la chica, ella escuchó cómo se abría la puerta del asiento trasero, su corazón aceleró un poco. Juan la tomó de la mano y la dirigió al interior del auto.
- Acuéstate boca arriba - Angélica obedeció con la ayuda de Juan, se recostó y dobló las piernas, levantándolas un poco, esperando sentir el peso de su hombre sobre ella, sin embargo, lo que sintió fue mucho más placentero, pues su hermano hundió la cara entre sus piernas llevando de inmediato su lengua al clítoris, brindándole un delicioso placer que la hizo retorcerse y gemir como si estuviera poseída. Juan notó la abundante humedad que reinaba en la entrepierna de su hermana, se dejó llevar por el olor que desprendía y los sonidos que esa mujer hermosa le obsequiaba. No soportaba un minuto más fuera de ella.
Se puso de pie mientras miraba cómo angélica movía las caderas, lista para él, dándole la bienvenida a su interior, deseado con toda su alma que su hermano la hiciera suya de nuevo. Juan se bajó los pantalones sin quitarse la camisa, deslizó sus boxers hacia abajo y no esperó mucho antes de abalanzarse sobre Angélica y penetrarla de un solo golpe. Angélica gritó de placer mientras su hombre la embestía con fuerza, en movimientos rápidos pero violentos, haciendo que sus testículos chocaran ruidosamente en contra de sus nalgas, mientras ella experimentaba la forma en que el miembro de su hombre se abría paso en su interior, provocando que la electricidad de su cuerpo la hiciera estremecer, que su piel se erizara de la emoción de sentir a su hombre dentro de ella, bombeándola como si no hubiera un mañana, jadeando mientras ella se abrazaba a su cuello y pegaba sus labios a los de él, al mismo tiempo que sentía la mano de su hombre apretar uno de sus senos y jugar con sus pezones.
Las embestidas incrementaron en velocidad y fuerza, Juan la miró, seguía con los ojos cerrados, gimiendo de placer, contrayendo su cara en un gesto que delataba la profunda sensación de excitación que la dominaba, observando el brillo de sus deliciosos labios, deseando besarla de nuevo, pero sabiendo que no era el momento.
El efecto que tuvo aquella orden fue maravilloso, ella se encontraba en el auto siendo dominada por un hombre, pero esta vez, era el hombre que ella quería, a quien le entregaba su voluntad. No hubieron viejos y atormentadores recuerdos, tampoco se presentaron sentimientos de culpa, humillación o vergüenza, su amo la estaba poseyendo de forma brutal, sentía como entraba y salía de ella sin la mas mínima contemplación, mientras un cosquilleo impresionante viajaba por todas su humanidad.
Angélica comenzó a mover las caderas, necesitaba venirse, lo deseaba con desesperación, quería sentir el semen de su hombre adentro de ella, quería venirse con él. Los gemidos y jadeos se mezclaron en una dulce sinfonía de amor, acompañada por el choque de sus cuerpos y los gritos de una mujer que estaba alcanzando el anhelado orgasmo mientras su interior era inundado por el semen de su hombre, quien estaba abrazado por completo a su cuerpo y que poco después buscó los labios de su hembra; ambos se fundieron en un beso tan hermoso y amoroso que nunca en el resto de sus vidas lograrían olvidar, ni siquiera después de muchos años, pues aquel momento quedaría marcado en su historia, como el inicio de una nueva etapa, donde ambos unirían sus caminos por el resto de su vida.
© Jane Cassey Mourin