Hermanas
January 8, 2024

La mejor hermana del mundo 17.

Epílogo

Era una mañana brillante, fresca, de rostro alegre. Una felicidad sospechada brotaba en el pecho de Alex. Se le paró el pito tan solo recordar fragmentos de la noche anterior. ¡Se la había cogido! Lo mejor es que ella continuaba ahí, dormida a su lado, envuelta en un aura de magia.

Retiró la sábana. Dormía de lado; desnuda. Magreó esas tetas que le hipnotizaban cada vez que las miraba. ¿Por qué las tenía tan grandes?

La hermana mayor despertó. Alex tuvo el impulso de darle un beso en los labios; algo le avisaba que si no lograba ese tipo gestos en ese momento de idílicas emociones, después no podría adquirir el valor para llevarlas a cabo. Sintió una suerte insólita cuando le correspondió el beso la soñolienta hermana. Se subió encima de ella y le forzó piernas para que se abrieran, quizás podía tentar un poco a la suerte.

—Hermanito, ¿qué haces? —preguntó Elisa con voz ronca.

—Lo de ayer otra vez.

—Solo fue cosa de una vez… Ya no podemos volver a hacerlo.

—Por favor, otra vez hermana —suplicó Alex con el pito erecto que rozaba la entrada íntima de Elisa. Un empujoncito y se metió la punta. Solo necesitaba el permiso para ingresar.

—Pensé que estarías feliz con lo de anoche…

—Sí, pero quiero estar más feliz.

No ofreció Elisa una respuesta; tan solo cerró los ojos. ¿Qué cosa significaba esa ausencia de respuesta? Desconcertado, Alex comenzó a perder valentía y una angustia venenosa asomó la cabeza dentro de su corazón. Al darse cuenta de ello, con las últimas sobras de valor, convocó una determinación que le incitaba al riesgo, y metió su verga dentro de la hermana mayor. «Ojalá no se enoje», pensó Alex.

—¡Ah! —gimió Elisa ante el vigor de la embestida. Y el patrón se repitió durante los siguientes minutos.

Eyaculó dentro de Elisa. Sucedió rápido.

Más tarde se encontraba en la escuela. Una sensación satisfactoria se apoderó de él. Todas aquellas preguntas sobre si la hermana le gustaba fueron contestadas con esa calidez que brotaba de su pecho y que lo hacía sentirse dichoso. Sin duda la felicidad existía y se encontraba a su alcance.

A lo largo del periodo escolar estuvo pensando en su hermana mayor. En sus senos, sus caderas, las penetraciones que él le hizo. Se moría de ganas de llegar a casa y tener relaciones con ella.

Sin embargo, hubo un breve acontecimiento que lo hizo salir de sus ensoñaciones sexuales.

Sucedió por causa de Joel. Rodrigo y Alex lo escuchaban a narrar cómo le hizo el amor a Paola. Alex se moría de ganas de decirle a sus amigos que ya no era un virgen. No obstante, el saber que le crucificarían a cuestionamientos le impedía hablar. Y no solo porque Elisa fuera su hermana, sino porque desde la perspectiva de toda la escuela, su novia formal era Melissa.

Se preguntó qué acontecería entre él y Melissa en el futuro cercano. Si le dieran a elegir entre Melissa y Elisa, se quedaría con la hermana. Pero… ¿Y si Melissa era mejor en el sexo? ¿Y si hacerlo con ella le diera el mismo sentimiento que el que le dio la hermana mayor?

A lo largo del día tuvo algunos encuentros con Melissa. Hablaron de cómo Elisa los descubrió. Melissa parecía preocupada por una posibilidad en que Elisa la viera con malos ojos si la encontraba con Alex de nuevo en su casa; Alex le aseguró que no sería de esa manera.

A la hora de la salida. Miró a Melissa parada en la esquina, al parecer esperaba. ¿Lo esperaba a él?

Alex avanzó. Sin embargo, escuchó una voz femenina que gritaba su nombre.

Volteó hacia varias direcciones hasta que dio con un auto rojo estacionado del otro lado de la calle. María era la dueña de esa voz.

En la mente de Alex aquella situación se figuraba tanto extraña como alegre. Realmente le caía bien María y se notaba que era una persona en la que él podía confiar plenamente. Y en un giro de los acontecimientos, la personalidad de María era tan vibrante que por primera vez en el día no pensaba en cosas relacionadas con su hermana mayor.

Tan a gusto se sentía en compañía de María, que no puso reparo en ir al cine con ella. Sin embargo, a mitad de la película apareció una escena de sexo. María volteó a ver a Alex. Luego ella pasó su brazo alrededor del cuello. Al sentir el contacto se sintió sumamente nervioso. No tenía idea de qué cosa hacer.

Luego María le dio un beso en la mejilla. Siguió otro beso que se aproximó peligrosamente a la comisura de los labios. Alex se petrificó en semejanza de una estatua de frío acero. Actitud intensificada cuando sintió una mano en su rodilla.

Subía lentamente la mano. Alex sentía cosquillas que le provocaron una erección; de alguna manera intuía la dirección morbosa de esa mano. Lo ansiaba y lo temía al mismo tiempo, el suspenso le estaba enloqueciendo. Eso no era bueno. ¿Cierto? Aunque jamás descubrió a dónde realmente se dirigía la mano de María, porque en ese momento sonó su teléfono. La hermana lo necesitaba en casa.

Como resorte se puso en pie y salió del cine casi corriendo. María, tras él, se ofreció llevarlo a las cercanías de su hogar. No hablaron durante el viaje. Más allá de la seriedad evidente en María, no parecía enojada. En sus días de virgen, Alex se hubiese quedado en el cine para dejar que la mano se extralimitase con él, pero tras tener relaciones las cosas habían cambiado por siempre. Ahora únicamente era capaz de aceptar cualquier orden de la mujer que le había mostrado el sexo.

Últimamente, muchas cosas pasaban por la mente de Elisa. Encrucijadas importantes que alzaban su mano hacia un horizonte desconocido. Una de ellas tomó una dirección concreta, una preñada de incompletitud. Se dejó penetrar en dos ocasiones por su hermanito menor, y para rematar sin condón. Sin embargo, las consecuencias de aquello aún eran insospechadas. Aunque por lo menos, ya no la atormentaba la posibilidad de que el hermanito se perdiera en los peligrosos y duros caminos de la vida; ahora ella era quien le mostró el sexo, aunque en realidad se dejó tomar por el hermanito. Simplemente, fue pasiva y él no dejó pasar la oportunidad.

La dejadez y la permisividad que Elisa mostró tanto en la noche como en la mañana la hacían sentir una puta. Al concebir todos esos pensamientos sintió su pulso aumentar. Se tocó la vagina. La sintió empapada. No podía dejar de estar excitada. ¿Qué le pasaba?

Así y todo, era necesario pensar en lo que significaba haber tenido relaciones con el hermanito. Un asunto había ya contemplado, y era que ahora ella era la primera referencia sexual del hermanito. Ella era quien le quitó su virginidad, y ahora él se encontraba adherido a ella de una manera más especial. Y es que de no haber sido virgen el hermanito la relación entre ellos no se hubiese hecho tan profunda si acaso; pese a las circunstancias, al haber sido su primera mujer, además de su hermana mayor, era evidente que la relación que ahora aguardaban era más especial. ¡Cuando amor sentía al pensar en eso!

Ciertamente, María estuvo a punto de robar la virginidad del hermanito en aquella terrible noche en que ella lo abusó, y qué tranquilidad experimentó Elisa escuchar al hermanito jurando que no hubo penetración; María solo se frotó los labios de la vagina con la verga erecta del hermanito. No hubo más entre ellos.

Otra cosa rondaba la mente de Elisa: el viaje. ¿Cómo se lo diría al hermanito? Seguramente se iba a entristecer. Realmente el viaje tampoco tendría una larga duración. Diez días y regresaban.

Llamó al hermanito. Se sorprendió al saber que no hallaba en casa. Allá se verían, necesitaban hablar de lo sucedido. Era imprescindible dejar de pensar en el asunto para trabajar a gusto, por consiguiente necesitaba expulsar varias cosas de su pecho. Solo el hermanito podía saciar esa extraña necesidad.

Mientras conducía a casa, recordó como en la noche en que tuvo sexo con el hermanito casi le revelaba lo del viaje. Se alegraba de no haberlo hecho, ya que representaba un gravísimo error provocado por el alcohol. Ya se lo diría en un momento más oportuno, y hasta que llegase ese momento intentaría alegrar los días al hermanito dejando que le haga el amor, de esa manera se tomaría mejor la noticia.

Por otro lado, no podía tomarse tanto tiempo libre y salir de la oficina sin más. Eran días duros en la empresa y habría que trabajar extra.

Alex y Elisa habían terminado de comer juntos cuando se echaron en el sillón. Elisa intuyó que era el momento idóneo. El momento de sacar el tema llegó.

—Necesito que hablemos de lo que pasó.

—Sí, hermana.

—Bien, te di lo que querías. ¿Ya estás feliz?

—Sí, ¿pero qué quiere decir eso? ¿Ya no lo haremos? Hermana te lo suplico… Yo… De verdad…

—Lo vamos a hacer… Con ciertas condiciones.

—De acuerdo —dijo el hermanito con voz de alivio.

—Podemos tener… Pero con protección. Esa es la primera condición —dictaminó Elisa.

—¿Y la segunda?

—La segunda es que tenemos que hacer un pacto de no hacernos novios —dijo Elisa mientras miraba a los ojos al hermanito—. Es importante que jamás te confundas. Yo soy tu hermana mayor, y siempre lo seré. No soy, ni seré tu novia.

—Sí, hermana —dijo Alex con una voz extraña.

—¿Te molesta eso? —preguntó Elisa.

—La verdad es que…

—Yo sé que no te puedes confundir —interrumpió Elisa—. Es imposible que me veas como mujer, ya que soy tu hermana. No necesitas ni decírmelo.

—Sí —respondió el hermanito con ánimo extraño.

Elisa comenzó a hablar acerca de la importancia de las relaciones de hermanos y de cómo estas se presentaban en los núcleos familiares; de cómo algunos hermanos al crecer peleaban por las tierras que dejaban los padres o los abuelos. Narró también al hermanito, historias variadas sobre odios familiares. Tanto desvarió la conversación que Elisa terminó hablando de temas poco relacionados con el sexo entre ella y el hermanito.

Tras la plática Elisa lavó los platos con presteza; deberes la esperaban en la oficina. Luego se dijo que podía orinar rápido antes de irse. No cerró la puerta debido a la prisa. Y eso constituyó un error, pues el hermanito la vio desnuda orinando por accidente.

—Perdón, hermana —dijo Alex—. Pensé que estabas en tu cuarto… Iré a otro baño.

Tras aquello, Elisa se percibió insatisfecha. Algo le faltaba y sabía el qué. Se sentó en un sillón de la sala y esperó a que el hermanito regresara del baño.

—Ya me voy —avisó Elisa cuando el hermanito llegó.

—Que te vaya bien hermana.

Elisa se acercó a Alex, y con la actitud más natural del mundo, le dio un beso en la boca. No fue cualquier beso, sino uno contagiado de lascivia. No supo por qué, pero se mojó casi al instante. Aquel beso se basaba en una conexión, pues el hermanito respondió como si también lo esperara, como si era lo que se suponía que harían al despedirse de ahora en adelante.

El hermanito de repente tocó el culo de Elisa mientras la besaba, ella no opuso ninguna resistencia. Ya habían hecho cosas peores, aquello no representaba nada. De repente, se percibió siendo arrastrada por el hermanito hacia el sillón. Todo fluía tan rápido que no tuvo oportunidad de pensar.

Ya tumbada en el sillón, el hermanito se colocó entre sus piernas y se sacó el pene.

—Tengo que ir a la oficina —avisó Elisa en un tono suave.

—Quiero ahorita hermana —dijo el hermanito mientras le abría la camisa de botones a Elisa.

—En la noche lo hacemos si quieres, hermanito —dijo Elisa y luego le dio un piquito al hermanito.

—Quiero que seas mía ahorita —demandó el hermanito mientras magreaba los senos de Elisa, ya libres incluso del sujetador.

—Pero ya soy tuya, soy tu hermana —dijo Elisa con voz cargada de ternura—. Cuando regrese en la noche me haces lo que quieras.

El hermanito levantó la falda de Elisa y le bajó las pantis. Ella sabía que detener ese momento era importante porque no era bueno que el hermanito se creyera la falsa idea de que podía hacer lo que quería con ella cuando lo deseara. Existían acciones adecuadas a cada ocasión y las relaciones sexuales entre ellos también debían de tener esa cualidad. Sin embargo, no tuvo la fuerza de voluntad que le asegurara negarse. De modo que ayudó al hermanito a que le quitara la ropa interior.

Luego el hermanito acercó su pene a la entrada de Elisa.

—Mejor en la noche, hermanito —suplicó Elisa.

El hermanito sin hacer caso al intento de Elisa por detener lo que sucedía, hizo su voluntad al hundir su verga.

—A la fuerza no hermanito —suplicó Elisa soltando un aberrante gemido sexual.

El hermanito pareció no haber escuchado los ruegos porque continuó bombeando con energía.

De esa manera estuvieron varios minutos hasta que Elisa sintió algo que se desplazaba dentro de ella. Era el semen del hermanito. Entonces ella tuvo un orgasmo que casi la perdió en la locura.

Cuando terminaron Elisa se vistió y se fue a la oficina.

Al regresar a casa el hermanito la recibió con un ataque de besos. De pronto volvieron a estar juntos en el sofá. Ya anticipaba lo que el hermanito le haría. Sin embargo, el teléfono de Elisa sonaba de nuevo. ¿Por qué tanto números desconocidos le estaban marcando ese día? ¿Acaso eran los bancos ofreciéndole servicios? ¿O los partidos políticos que no dudaban en invadir la paz y tranquilidad de la gente con tal de obtener un par de votos más?

El último rayo solar propiedad del atardecer, coincidió con la última palada de tierra en el ataúd. Comenzó a hacer frío doloroso y un viento terrible. Tomaba de la mano a su hermanito con mucha fuerza. No rodó una sola lágrima. Más que triste, el hermanito parecía asustado. Elisa no sentía ninguna de las dos cosas. Si no que una fiereza ardiente se despertó en ella. Ahora que los padres se fueron a la inexistencia, debía pelear contra las dificultades de la vida ella sola. Aunque en realidad siempre estuvo sola; el hermanito era lo único que le quedaba. Juntos superarían las ignotas desgracias del futuro.

Era verdad que el éxito financiero de los padres por la venta de sus libros representó un enorme cambio en su vida cuando esto se dio, y fue lo poco que Elisa y el hermanito obtuvieron de ellos. En todo lo demás siempre fueron ellos dos.

Encontraron distintas sustancias psicoactivas en los cuerpos de los padres. Algo les salió mal y se pasaron de la dosis. Elisa en algún momento llegó a sospechar que tal cosa podría haber sucedido en cualquier momento. Ciertamente, no era la manera en que deseaba independizarse por completo de sus padres, no se sentía natural, era forzado. Era extraño también que sus padres consumieran más que alucinógenos, aquello no parecía su estilo. Le inquietaba el que sus padres cayeran en el uso de sustancias que ellos mismos catalogaban como alejadas de lo espiritual.

Tanto en el velorio como en el funeral asistieron pocas personas. Casi todos los presentes eran personas que conocían a sus padres por motivos de trabajo en el mundo editorial, o aspectos relacionados. La familia que asistió fue escasa. Elisa se preguntó si existía algo en sus padres que hiciera que la mayoría de sus familiares les dieran la espalda. Incluso ocurrió cuando Elisa se tuvo que hacer cargo de Alex cuando era un niño. Quizás cosas ocultas sobre sus padres poblaban la ignorancia de Elisa.

En el funeral Elisa tuvo una desagradable sorpresa. María y sus padres se presentaron. Se sintió tentada de correr a María, pero no quiso realizar un escándalo. Y, por otra parte, los padres de María no tenían culpa de lo que ella hizo con Alex.

Días después, Elisa habló con su jefe. Le dijo a Jorge que de momento aceptaba las consecuencias de no ir al viaje, otro debía ascender. Eran momentos críticos y no podía dejar solo al hermanito tras la muerte de sus padres. Claro, existía la posibilidad de dejarlo al cuidado de alguien, aunque era muy pronto para ello.

Sorpresivamente, Jorge se mostró bastante comprensivo. Este le dijo que no sería el único viaje, y que en realidad deseaba que ella fuera la que ascendiera, y la que se sometiera a él. La necesitaba a ella.

Mientras tanto, Elisa se dedicó a cuidar y mantener al hermanito. Y todo lo que sucedió después, pertenece al cuerpo de otra historia.

Fin.


© Ale Rr