Mis aventuras antes de ser amante de mi tío 2
Transcurrió toda una semana sin sexo en la que estuve ocupadísima con mis estudios, Edison quería que nos viéramos pero no se pudo, además yo estaba mensajeándome con otro moreno que me gustaba y con el que me vería el domingo siguiente por lo que ese día cumpliría dos semanas sin tener sexo.
Me había encantado la manera en la que Edison me hacía suya, sentirle dentro de mi completamente era algo que me generaba mucho placer, saber que había una gran polla negra de 20 centímetros ocupando toda mi vagina golpeando hasta adentro, como si me fuese a partir en dos. Me hizo suya tantas veces como Oscar o quizá hasta más, considerando que cada domingo que nos vimos lo hacíamos tres o más veces. Era para mi un gusto irme a casa, adolorida por la manera ruda que Edison me hacía suya. Esa sensación de que me doliera todo por causa del buen sexo con el morenazo me fascinaba, sin contar que era muy bueno haciéndome oral.
Pero yo quería seguir probando otros hombres, los anteriores me habían encantado, unos más que otros así que supuse que los siguientes también me encantarían. Me agradaba el hecho de estarme citando con hombres distintos, Edison había sido el octavo y lo mejor de todo, nadie sospechaba mis andanzas, eso sumaba más morbo, me encantaba esa vida secreta de promiscua, me gustaba saber que era una putilla de la cual nadie de mi entorno tenía idea.
Llegó el domingo esperado, como de costumbre salí de mi casa, directa a los baños del Mall donde solía cambiarme de ropa y ponerme bien sexy para luego salir a robar miradas mientras aparecía un taxi que me llevase al hotel a mi encuentro con mi cita, Gustavo.
Él era un moreno alto, guapo, de 35 años al que se le notaban algunos kilitos de más. Al igual que con Edison le había pedido foto pene y me fascinó su paquete, aunque se veía más pequeño que el de Edison.
En esa oportunidad vestía tacones negros de punta fina, una falda muy corta color gris y un top pequeño de color fucsia.
Mensajeé a Gustavo mientras esperaba la llegada de un taxi a las afueras del Mall, el moreno ya me estaba esperando ansiosamente.
En eso que estoy escribiéndole mensajes veo aproximarse hacia mi una camioneta grande, negra, con los vidrios ahumados. Dejé de prestarle atención al móvil y me quedé mirando hacia la camioneta que me produjo nerviosismo. A los pocos segundos se deslizó automáticamente el cristal de la ventanilla del lado derecho y entonces visualicé al conductor que me dice:
—¿Hacia donde vas, muñequita? ¿Quieres que te lleve?
¡Trágame tierra! Era tío Nacho.
No me lo esperaba, me había tomado por sorpresa y me quedé sin saber qué decir, además que su forma de mirarme me dejó desencajada.
Mi tío nunca me había saludado de ese modo, quede completamente desconcertada, sin habla.
No sé cuantos segundos habrán pasado pues literalmente quedé enmudecida ante la impresión, ¿3 segundos? ¿5 segundos? ¿10 segundos? No lo sé pero si recuerdo que no le respondí de inmediato, ni siquiera reaccioné, me quedé ahí por un instante sin poder articular una respuesta y es que sentía como si me hubiesen descubierto en el mismísimo acto sexual.
Cuando volví en sí, porque parecía que me había transportado a otro mundo por varios segundos, la cosa empeoró, pues caí en cuenta de que estaba vestida muy sexy y mi tío me observaba con una mirada inadecuada.
Cuando pude articular palabras le dije que iba a casa de una amiga pero sé que mi respuesta no era para nada convincente. Quise desaparecer de la escena, que mi tío no hiciera más preguntas y que no me siguiera viendo como lo hacía. Quería cubrirme, quería meterme a los baños y cambiarme nuevamente de ropa.
Nuevamente me quede muda. Sentí que si me negaba sospecharía, ese era el problema, me sentía descubierta; si me subía a su camioneta tendría que ir sí o sí a casa de una de mis amigas, no me quedaba otra alternativa para disimular el qué hacía yo fuera del Mall vestida tan sexy esperando un taxi, un domingo por la tarde. Nunca pensé que iba a encontrarme con mi tío Nacho al que no veía con regularidad y precisamente a la salida de un Mall del que yo suponía no podían verme conocidos.
Siempre lo veía en reuniones familiares, a veces pasaba por casa a visitar, nunca lo había visto en esa camioneta, siempre andaba en un auto pequeño aunque bien bonito.
No me quedó otra que subirme. Una camioneta de esas grandes, yo no sé nada de autos, era inmensa, de cuatro puertas, neumáticos grandes, estrambótica, lujosa tanto por fuera como por dentro.
Mi tío Nacho (Ignacio) es 21 años mayor que yo por lo que en ese momento yo tenía 19 y el 40. Es un hombre alto, de buen parecido, siempre lleva su cabello corto, al ras, tiene entradas que se han hecho más profundas ha medida que ha pasado el tiempo. Tiene una nariz larga, algo que se me hace muy sexy en un hombre. Cejas pobladas, barba que siempre rasura para mantenerla a la par con su corte de cabello. Mi tío tiene muy buen físico, desde mi pubertad siempre noté eso en él, no es el hombre más bello del planeta pero atrae y mucho, Con decirles que me desconcertó su presencia al subirme a su camioneta pueden darse una idea de la impresión que tenía y tengo de él. Llevaba un año y medio de haberse divorciado, tenía un niño de 7 años.
Hubo un silencio breve, una vez que la camioneta se puso en marcha mi tío habló:
—Te he visto varias veces por aquí.
Y de nuevo me quedé muda. Mi tío giró a mirarme, de reojo sentí su mirada y su sonrisa, me sentí atrapada, dominada, no sabía qué decir, con mis manos intentando alargar la falda corta que exhibía mis piernas.
—¿Ah sí? —pregunté, fue lo único que se me ocurrió responder.
—Y muy elegante —agregó—, y sexy.
Deseé que me tragara la tierra, sentí de todo; temor, pena y hasta excitación.
Temor de respeto, pena por sentirme descubierta aunque no había sido así y excitación; la situación en la que me encontraba me generaba una extraña sensación placentera.
Sonreí con timidez y no dije nada.
Al fin una pregunta que podía contestar. Le dije de inmediato sin vacilar la dirección de mi amiga que no me estaba esperando pero ya le avisaría de inmediato por WhatsApp que iría a su casa, que me recibiera como si me estuviera esperando.
Le escribí también a Gustavo, debía esperar un poco más, que llegaría tarde, que se me había presentado un pequeño inconveniente.
Gustavo contestó de inmediato, pero mi amiga Carla no, lo que me produjo estrés.
—Estás muy guapa y muy sexy, como las otras veces que te he visto por aquí
—Gracias —fue lo único que me atreví a responder.
Empecé a recordar cosas. Mi tío llevaba años dedicándome miradas de un modo incorrecto teniendo en cuenta que somos familia (hermano de mamá). Por mi mente pasaron una serie de imágenes de todos los momentos de reuniones familiares en las que la mirada de mi tío estaba ahí, observándome, yo le sonreía para luego salir corriendo avergonzada, las tomaba como miradas juguetonas entre tío y sobrina. Para entonces era una ingenua que se enamoraba con facilidad y fantaseaba como una tonta por cualquier atención. Pasó muchas veces, cuando iba a casa, cuando compartíamos en familia en la finca de papá a las afueras de la ciudad, en la playa, en los cumpleaños y demás reuniones en familia. Se me vinieron a la mente muchos momentos en los que cada vez que volteaba a ver a mi tío él estaba ahí, dedicándome una mirada misteriosa y una sonrisa que se me hacía muy curiosa.
Pero hasta ese día nunca me había tratado así tan directo y atrevido, estaba realmente desconcertada por su trato, además, dijo que me había visto varias veces por el mall. ¿Cuántas veces? ¿Todas? ¿Desde cuando?
Madre mía, otra pregunta incómoda, además sonreí levemente sin querer, sorprendida por la pregunta.
De nuevo me sentí descubierta, como si mi tío Nacho supiera de mis andanzas. Esa palabra penetró en mis oídos y rebotó un millón de veces en las paredes de mi mente en forma de ecos.
—Debes tener todo un club de admiradores, di la verdad —dijo tajante y giró a mirarme.
Se me vinieron a la mente todos los hombres con quien tuve intimidad, oh sí, admiradores, yo diría más bien, amantes.
—No, nada que ver —respondí cabizbaja sintiendo su mirada sobre mi.
Mi tío se rio y yo sentí que se estaba burlando, también volví a experimentar el sentimiento de que él sabía en lo que yo andaba metida, que sabía que iba a verme con alguien en un hotel. Entré en pánico y me quedé callada oyendo como se reía de mi, pues, así lo sentía.
Llegamos a la calle frente a la casa de mi amiga y estuvimos esperando mientras yo la llamaba por teléfono pero no respondía. Pasé varios minutos intentándolo pero fue en vano hasta que le pedí a mi tío que me llevara de regreso al Mall, que esperaría a mi amiga allí ya que no contestaba mis llamadas.
Mi tío puso en marcha de nuevo la camioneta y yo sentía que no me creía nada de lo que yo decía. Qué horrible sentirme así, apenada, descubierta y de paso excitada.
Seguimos conversando de regreso al Mall, ya la conversación fue menos invasiva, se desvió hacia mi amiga, que por qué no respondía, que quizá estaba dormida.
Al llegar al Mal mi tío me dijo:
—Si te quedas varada, llámame ¿Ok? Y vengo a buscarte. No andes por ahí sola.
—Sí, sí, gracias tío, muchas gracias.
Antes de bajarme pude sentir de nuevo su mirada, no disimuló, lo noté y también supuse que me observó al darle la espalda.
Qué alivio sentí al estar nuevamente fuera del alcance de mi tío, respiré profundo. Me llamó mi amiga de inmediato, le dije que no era nada, que se me escapó una llamada. Luego le escribí a Gustavo, que me esperara una media hora más. Qué pena con él.
Estuve dando vueltas por el Mall en modo de disimulo, sentía que mi tío todavía andaba rondando por ahí.
Luego salí y busqué un taxi lo más rápido para irme de ese lugar.
Llegué tarde al hotel, subí, saludé a Gustavo con un beso en la mejilla, era guapo como en las fotos y me resultó agradable así que como ya sabíamos ambos a lo que íbamos empezó a besarme el cuello y poco a poco nos fuimos abriendo, terminaríamos en la cama teniendo muy buen sexo. Le exigí que se pusiera condón y no le hice sexo oral como había hecho con los anteriores, él si me dio una comida de coño antes de la penetración.
Cabalgué sobre él durante unos minutos, luego me pidió ponerme en cuatro, se corrió dándome en posición de perrito, me preguntó si me había gustado le dije que sí pero le mentí aunque estuve gimiendo mientras me cogía. Todo fue falso, no sentí absolutamente nada con ese hombre y la culpa de todo la tenía mi tío Nacho.
Lo tenía entre ceja y ceja, no podía sacármelo de la mente, me dejé tomar por Gustavo por mera confusión y compromiso, no obtuve placer aunque a él no le importó, él sí disfrutó de mi, no paró de decirme lo hermosa que era, lo delicioso que sabía, lo divinamente estrecha, lo rica que me veía en cuatro, etc.
Él quedó encantadísimo, se ofreció para otra cita, yo solo tenía que llamarle, él se encargaría de todo lo demás.
Fue muy caballero pero lamentablemente mi mente no estaba para él.
Me cambié en el baño antes de salir, me puse la ropa sencilla con la que solía salir de mi casa, me despedí de él, tomé un taxi y me fui a casa.
Mi tío había desmoronado mis ganas de estar con otro hombre, no solo había hecho que yo me sintiera descubierta sino que también despertó en mi un interés por él.
¿Qué coño me estaba pasando? No entendía nada. Qué hacía yo pensando tanto en mi tío, tanto como para estropear una cita con lo que más me gusta experimentar, o sea, el sexo.
Esa sería la última vez que me citaría con un hombre por badoo. Mi tío acababa de ponerle un candado a mi mente y sin hacer nada.
No había sentido algo así por alguien desde mi primer novio, Alex. Mi tío, sin ponerme un dedo encima me hizo sentir muy extraña.
Empezó una nueva semana y yo extrañaba el sentimiento vivido esa tarde con mi tío.
Temor, no de miedo sino de respeto. Pena, saberme descubierta y excitación por las dos anteriores.
No comprendía lo que me estaba pasando. ¿Acaso estaba loca? Lo comprendería más adelante.
Continué revisando la app de badoo pero con menos frecuencia, mi buzón copado de mensajes de todo tipo, invitaciones a ser pareja o a tener algún encuentro casual. No puedo negar que la tentación estaba latente pero entonces la imagen de mi tío me hacía desistir de continuar viéndome con hombres random a pesar del morbo que me daba ser la amante de algún hombre por unas horas un domingo por la tarde. Era una estudiante ejemplar con cara de no romper un plato pero los domingos por la tarde era toda una fiera en la cama entregada al sexo casual.
También tenía mensajes en mi teléfono de los hombres con los que recientemente había intimado; Edison, el morenazo con el que mantuve relaciones por dos meses, Gustavo el más reciente y también el profesor que juraba extrañarme demasiado, que se iba a volver loco de "tantas pajas" si no "le daba cuquita".
A pesar de que había disfrutado con todos esos ellos, con algunos más que otros, ninguno me había hecho sentir lo que mi tío esa tarde en la camioneta.
Las citas se limitaban a sexo y nada más, ellos encantados de las formas en las que yo me entregaba, enloquecían, se obsesionaban pero de mi parte no había sentimientos hacia ellos aunque yo intuía que ellos de una u otra forma se enamoraban y encaprichaban. Como Gustavo, el último con quien intimé que a pesar de yo no estar a la altura esa tarde para él fue un encuentro emocionante. Estaba prendido, no paraba de dejarme mensajes de querer volver a verme, que yo era una delicia, un manjar. Imagínense si lo hubiese tratado como a los anteriores, se infarta.
Leí muchos mensajes en badoo, chicos guapos proponiéndome cosas pero en cada mensaje recordaba a mi tío, sin exagerar. Era como si me hubiesen embrujado, eso no podía ser cierto, yo no creía en esas cosas de brujerías pero llegué a considerarlo. Era anormal que pasara buena parte del día pensando en mi tío y su forma de mirarme, no tenía dudas de que me deseaba, solo que no había tenido la oportunidad de atreverse a insinuármelo del modo en que lo hizo esa tarde.
Era algo con origen en mi adolescencia y pensé que lo de esa tarde en la camioneta solo fue un modo más directo de hacerme saber que llevaba años sintiendo algo por mi aunque fuese solo sexual.
Pero la idea de imaginar una relación con él, fuese la que fuese, era descabellada. Somos familia, no estaba bien de ningún modo, estaba mal.
Tal dilema solo me hacía poner cachonda. ¿Qué? ¿Coger con mi tío? No, eso es un pecado. ¿Y si llegase a enterarse la familia? Por Dios, qué locura, eso es de enfermos, eso no puede pasar, no, jamás, imposible.
Tales pensamientos me excitaban, era una lucha interior que me martirizaba, me condenaba y al mismo tiempo me generaba morbo y excitación. Volví a pensar que yo estaba enferma, que todo eso no era más que simple invento mío, que mi tío solo me saludó esa tarde con un poco de atrevimiento, que todo lo demás me lo inventé yo, mi tío no podía estar deseándome.
Entonces, inmediatamente volvían a mi mente tantos momentos en la adolescencia en los que mi tío me dedicó miradas insinuantes que sumadas a la forma en la que me observó y habló esa tarde decían todo lo contrario.
Esa semana me puse a investigar entre conversaciones familiares. Papá, mamá, mis tías, mis otros tíos, primos, etc. Descubrí que mi tío Nacho tenía negocios en el Mall.
Ahora entendía todo y eso significaba una cosa, que probablemente me había visto todas las veces que entré a cambiarme a los baños para ir a mis citas clandestinas.
Supe que había cometido un grave error, nunca se me ocurrió que en ese Mall pudiera haber gente que me conociera, mucho menos alguien tan cercano a mi.
También rondaba en mi cabeza la interrogante de si mi tío le decía a mis padres que me había visto rondar por el Mall, llegar vestida de un modo y salir totalmente diferente y muy llamativa.
Así fue como conseguí la excusa para hablar de nuevo con él, necesitaba verlo, necesitaba oír su voz, necesitaba sentir su mirada además pedirle que no les fuera a mis padres con el chisme de haberme visto en el Mall vestida de un modo que ninguno de mis familiares acostumbraba, pues la ropa que yo usaba para ir al hotel era exclusiva para eso, las falditas cortas solo las usaba para mis citas, eran faldas groseras, muy cortitas, atrevidas, muy sexys y provocativas.
La idea de llamarle se me ocurrió tres días después de ese domingo, luego de pensar en mi tío como una pendeja enamorada. Tenía su número telefónico pero nunca había tenido la necesidad de llamarlo, pues, era mi tío, lo veía en ocasiones, no había un trato constante con él.
Lo llamé y lo primero que dijo al caer la llamada fue:
¡Dios mío! sentí de todo solamente con esa frase. ¿Cómo hacía para ponerme tan nerviosa con tan poco?
Se oía gente hablando al fondo y los mandó a callar, luego me respondió:
—Dime, cielito ¿y eso, tú llamándome?
—Es que quiero hablar contigo pero . . . en persona.
—Bien y . . . ¿Dónde estás? Te paso buscando.
—Sí, claro. Dame una media hora y te paso buscando.
Salí casi corriendo a los baños, a retocarme un poco, o sea, iba a ver a mi tío, el corazón se me aceleró. Me maquillé un poco y lo esperé mientras conversaba con unas amigas que me conseguí en los pasillos, así pude distraer mis pensamientos mientras llegaba el momento de nuestro encuentro.
Faltando poco para la media hora, mi teléfono sonó. Era mi tío y estaba afuera esperando. Me despedí de mis amigas y al salir estaba allí la camionetota negra que me hizo revivir ese domingo por la tarde.
Subí sin más a la camioneta con algo de nervios y saludé a mi tío. Era el hombre más guapo del planeta y no es que lo sea pero yo creo que me tenían embrujada ja, ja, ja.
Aunque no exagero. Mi tío es bien parecido, tiene buen físico, ha sabido cuidarse todos estos años y su narizota me encanta aunque luego habría otra cosa que me encantaría más que su nariz, ya podéis adivinar.
Nos saludamos sin beso, yo con sonrisa tímida. Luego de decirme que andaba bella me preguntó si ya había comido, le dije que al llegar a casa lo haría pero se opuso y me invitó a comer, yo le dije que no hacía falta, me daba pena pero él no aceptó mi respuesta negativa entonces nos fuimos a comer y comimos delicioso en una zona de la ciudad que no voy a mencionar ni tampoco diré lo que comimos porque no recuerdo bien.
Pero antes de eso me preguntó de qué era lo que quería hablar con él entonces le conté lo vivido el domingo, que no fuera a decirle a mis padres que me vio por esos lados y mucho menos el cómo andaba vestida.
Estuvo bromeando un poco sobre eso, que le había dicho a mis padres lo hermosa y sexy que andaba para luego decirme que era una broma, que no les dijo, que no les diría, que ese sería nuestro secreto.
Nos reímos por eso y volvió a enfatizar que no diría nada, que sería nuestro secreto.
Hablamos sobre él un poco, le pregunté por su niño (mi primito), me contó un poco sobre él, lo que había estado haciendo, yo le conté un poco de mi, mis estudios y demás, obviamente no iba a contarle el modo de vida que llevaba aunque tenía la duda de si él sabía de mis andanzas.
Comimos delicioso, ningún hombre me había tratado así aunque es cierto que yo poco aceptaba invitaciones de mis compañeros de universidad que aunque sabía que yo les atraía no había reciprocidad.
Le agradecí a mi tío por la invitación, por guardar el secreto y le hice saber que me divertí mucho el buen rato que compartimos.
—De nada, cariño. Ha sido un gustazo salir contigo. No se tiene una cita todos los días con una jovencita tan bella, tan hermosa y tan sexy.
¡Dios mío! mi tío no tenía pelos en la lengua para decirme esas cosas dejando a un lado el parentesco que nos unía.
—Tú también tienes que guardar este secreto —añadió.
—¿Cuál? —pregunté sin entender
—Oh, sí, sí, bueno, ok, no diré nada.
¿Una cita, dijo? Habíamos tenido una cita.
—Ok. El viernes pasaré por ti de nuevo a la hora del almuerzo ¿te parece?
—Está bien —respondí tímidamente.
Mi tío volvió a llevarme a la uni, tenía una clase en 30 minutos. Me despedí de él con leve timidez aunque no tanto como la vergüenza que sentía el domingo pasado.
Me estaba enamorando de mi tío en todo sentido, ahora más que nunca mis pensamientos eran él y solo él, no había espacio para absolutamente nadie más tanto que ese mismo día eliminé la aplicación de badoo de mi teléfono.
Me quedé con la frase de mi tío en la cabeza:
«Tú también tienes que guardar este secreto»
Eso me llevó a hacerme algunas preguntas. ¿Por qué mi tío me pedía que fuese discreta en cuanto a salir con él a comer algo? Es mi tío y yo su sobrina, ¿Qué había de malo en salir a almorzar juntos y que mis padres lo supieran?
Volví a rememorar sus miradas cuando era adolescente, cuando en reuniones familiares lo pillaba observándome al salir de la piscina en la finca de mis padres. En los cumpleaños o en cualquier otra reunión familiar también había miraditas locas que me dejaban cabezona. Volví a rememorar la escena de la camioneta cuando mirándome lascivamente me llamó «muñequita», cuando giraba a mirarme una vez que hacía preguntas incómodas. Esa seguridad en él, esa mirada dominante, su sonrisa misteriosa, su narizota que se me hacía un fetiche. El momento en que me acusó de «mentirosa» e hizo sentirme descubierta, apenada y levemente excitada.
Es mi tío, lo tenía muy en cuenta pero pasando por encima de ese detalle significativo él es un hombre apuesto, lo veía con otros ojos, era un hombre que me llamaba la atención y más en esos días que habíamos tenido un contacto directo, que me había dedicado miradas picantes, de las que me hacen desbaratarme por dentro siempre que me las dedique alguien que de una u otra forma ha logrado captar mi atención.
El viernes volvimos a salir, me pasó buscando y me llevó a otro lugar diferente, un restaurante donde comimos deliciosamente. Me sentía distinta con él, era bromista, detallista y muy respetuoso pero también me hacía sentir con su mirada que había un deseo profundo hacia mí, esa mezcla de todo un poco en su trato hacia me estaba volviendo loca, me hacía sentir más apego hacia él.
No hace falta decir que cada vez que nos veíamos me hacía sentir hermosa, aunque estuviera vestida sencilla, se aseguraba de moverme el piso con sus halagos y detalles.
Para la tercera ocasión transcurriría toda una semana completa, recuerdo que esa segunda vez (un viernes) al despedirnos y dejarme nuevamente a las entradas de la universidad me dijo:
Siempre me agarraba desprevenida con sus preguntas, de hecho esa segunda vez pensé que sería la última, que solo se trataba de dos almuerzos insignificantes, pues, a veces me entraba la duda y pensaba que toda esa ilusión que estaba sintiendo hacia él no era más que un invento de mi mente enamorada. Le dije que sí, que con mucho gusto comería con él y que gracias por invitarme. También le dije en tono bromista:
—Y continuaré guardando el secreto.
Una semana como una tonta pensando en mi tío. ¡Dios mío! se me hacía tan larga la espera.
Esa tercera vez me llevó a otro lugar a comer. Me impresionaba, mi tío parecía conocer los lugares más bonitos de la ciudad, eran lugares tan exclusivos que no había temor de ser vistos por mis padres, de eso al menos yo estaba despreocupada, una vez más sentía que andaba como niña jugando al escondite, con mi tío de cómplice.
Mi tío debió darse cuenta de que ya yo andaba loquita por él, que me había movido el piso completamente, que me tenía comiendo de su mano, pues, yo parecía una tonta, riéndome de todo lo que decía, mirándole a los ojos cuando hablábamos atentamente a sus palabras, intimidada frente a cada halago que me daba. Me estaba muriendo por besarlo, estaba deseando a mi tío pero no me atrevía a actuar como con los demás hombres con los que era yo la ocurrente, la que proponía y disponía, la que fijaba el dónde, el cuándo y el cómo. Con tío Nacho era totalmente distinto. Me creía enamorada, abobada, lo que evitaba que la fiera que llevo dentro de mi se manifestara.
Terminó nuestra tercera cita, me llevó de nuevo a la uni y antes de bajarme de la camioneta me llené de valor para acercarme a él y darle un beso en la mejilla, recuerdo que me temblaba todo pero sentí que debía hacer algo, pues, me moría por él sin importar que me doblaba la edad, sin importar que es el hermano de mi madre, sin importar que somos familia.
Esa vez me sentí muy tonta, pues nos despedimos y no hubo un plan de volver a vernos. Mi corazón parecía tener vida propia y mis pensamientos pesimistas se hicieron presentes para martirizarme. Pasó una semana completa, llegó otro viernes y mi tío y yo no mantuvimos comunicación, quería escribirle pero me daba una pena enorme, además, eran días de mucho estudio y de exámenes que tomar. Así llegó otro viernes pero sin tener ningún mensaje de mi tío, ninguna invitación.
Estaba estresada y exageradamente melancólica, ¿acaso había hecho algo malo?
Pero ese mismo viernes en la noche recibí una llamada de un número privado, estando yo recostada en mi habitación viendo la TV.
Pues, era mi tío quien llamaba invitándome a su casa el domingo.
Recuerdo bien que necesitaba estudiar para un examen al día siguiente pero acepté, le dije que sí sin vacilar.
—El domingo nos ponemos de acuerdo. Guarda el secreto —dijo antes de colgar.
Me emocioné, yo no conocía la casa de mi tío, nunca había estado ahí. Apagué la tele y me puse a estudiar para el examen del lunes, también pasé el día siguiente estudiando, así el domingo podía permitirme estar con la mente despejada.
El domingo me llamó antes de mediodía y me dijo que nos veríamos a la 1.30pm, que no comiera por nada del mundo y que tomara un taxi que él mismo enviaría a recogerme.
A la 1.30pm y con la preocupación de mis padres por no comer, llegaría el taxista, ya le había dicho a mis padres que iría a casa de una amiga y que entonces allí almorzaría.
Me vestí sencilla: mis adidas superstar blancos, sin medias, un short de jean color azul tirando a blanco y un top flexible de color rosado claro y de una pieza, de esos que quedan sujetados por los senos, sin tirantes, dejando a la vista mi abdomen y mis hombros. Mi cabello suelto y más largo de lo habitual.
Me hubiese encantado vestirme bien sexy como cuando iba a citarme con algún hombre en determinado hotel pero no quería levantar sospechas en mis padres y mi tío no era cualquier hombre random, mi tío era el hombre por el que me sentía enamorada.
En todo caso, el outfit que vestía me hacía lucir igual de hermosa y atractiva.
El taxi se paró frente a la puerta, mi tío ya me había mandado un mensaje recordándome que el taxi iba en camino y que no tardaría en llegar.
Cuando voy a subirme me llevé una sorpresa. El taxista era él y me saludó casi como la primera vez:
—Hola muñequita. ¿Hacia dónde se dirige?
Yo me sonreí ruborizada pero contenta de que fuera él.
Le seguí el jueguito y lo traté como si en realidad fuera un taxista al que desconocía. Luego nos reímos al sentir la química que no hacía más que unirnos más.
Una vez más me halagó y a mi no me incomodaba en absoluto que me dijera bella, hermosa, elegante, sexy, guapa, princesa, todo lo que se le ocurriera.
Llegamos a su casa, entramos por un garaje bien espacioso. Era una casa grande, hermosa y lujosa de la que detallaré lo más básico.
Dimos una pequeña ronda, yo quedé sorprendida. La sala de estar, el comedor, la cocina, los baños, las habitaciones, el estudio, una biblioteca, una pequeña sala donde ver TV, había una pantalla gigante y unos muebles super cómodos como para echarse a ver TV relajadamente. Había piscina en la parte de atrás de la casa, un hermoso jardín y un lindo rottweiler correteando y que no significó ninguna amenaza, mi tío lo tenía bien domesticado.
Luego de un rato dando vueltas por su hermosa casa que superó todas mis expectativas me invitó a pasar al comedor afirmando que yo debía estar muerta del hambre.
Comimos delicioso, dijo que todo lo había preparado él. Una ensalada natural que me chupé los dedos y una carne asada que estaba de lo más suculenta. Me quedé una vez más sorprendida, mi tío era todo un chef, Dios mío! qué rica comida me había preparado, la disfrutamos mientras conversamos e intercambiábamos risas pero por sobre todo nos mirábamos sabiendo que algo entre nosotros se había estado gestando desde hacía ya varias semanas.
Hubo momentos en los que me dio de comer a la boca y me le quedaba mirando fijamente mientras colocaba la cucharilla en mi boca. No había más nada que decir, la conexión era total, yo estaba que me moría de las ganas de estar con él, me tenía atrapada de todas las formas posibles y es que hasta con una exquisitez de comida puedes llegar a enamorarte, incluso mientras degustas cada bocado de los platos que con todo el esmero han preparado para ti tienes sentimientos, como si desearas que necesitas a esa persona en tu vida sí o sí.
Le agradecí el gesto, lo halagué, le dije que cocinaba delicioso, muy delicioso, que me había encantado y fascinado.
Un rato después ya me había lavado la boca, pues, mi tío me brindo lo necesario para ello, incluso un cepillo dental sin usar, toallas y todo lo que necesitase, incluso si deseaba ducharme. No había dudas de que mi tío estaba bien posicionado económicamente. Me enseñó la biblioteca, estuvimos hojeando libros, luego me mostró su estudio donde solía pasar algunas horas del día, luego paseamos nuevamente por el jardín, yo estaba maravillada por su casa y él emocionado mostrándome cada rincón de esta. Nos quedamos un rato hablando sentados en la orilla de la piscina con los pies hacia adentro, pues estaba vacía.
Conversamos un poco más, me contaba cosas de su vida, de su trabajo hasta que empezamos a hablar de mi.
Me dijo que le había encantado invitarme a comer, que mi compañía lo hacía sentir bien y en esa conversación me hizo derretir una vez más ante tanto halago hacia mi.
Hubo un momento en que nos quedamos mirando fijamente y él se atrevió a besarme y tuvo la suerte de que yo correspondí a su deseo.
Hubo chicos que me robaron besos, sobre todo en el colegio. Se inventaban cualquier excusa y en un descuido me besaban, algunos un simple beso pero otros me agarraban duro y me daban un beso fuerte. Travesuras de adolescentes, me tenía que quedar con la molestia de ser besada a la fuerza, salían huyendo despavoridos pero hubo uno que otro a los que pude darles su merecido, una buena cachetada por abusadores.
Pero el beso con mi tío fue algo totalmente diferente, me dio un piquito y al verse correspondido le siguió otro beso y otro y otro hasta que empezamos a besarnos y a enredar nuestras lenguas con todo el gusto. Yo cerré mis ojos y me dejé llevar, mi tío poco a poco se fue aprovechando de la situación y de repente me vi cargada en sus brazos siendo conducida a adentro de la casa y en mi mente pervertida retumbó una frase coloquial:
Mi tío me cargó en todo el trayecto hasta llevarme a la cama donde en lugar de recostarme se recostó él quedando yo encima, se acomodó hasta que ambos quedamos completamente dentro de la cama y continuamos besándonos. Le besé con pasión, sin timidez, quería que supiera lo mucho que le deseaba, quería que me hiciera suya y qué mejor manera de decirle a un hombre que te posea sino es con unos besos muy fogosos. Podía incluso adivinar que mi tío ya debía tener una erección importante, pues, yo me lo comí a besos prolongados, saboreando su lengua y él la mía, era como que "oh! sí, me besaste, tío, pues yo beso mejor que tú".
Nos quedamos mirando fijamente por un instante y volvimos a besarnos. Se giró y entonces yo quedé recostada y él encima de mi pero empezó a alejarse y a mirarme con deseo mientras me jalaba del top y no lo hizo con sutileza sino que me tomó del top y lo bajó hasta la cintura, luego usó su boca para turnarse mis dos senos. Los lamió, los besó, los chupó, los mordisqueó y yo estaba loquita por que mi tío me hiciera su mujer.
Mientras él se comía mis senos yo imaginaba cómo sería su pene, su color, su longitud, su olor y su sabor. Qué desesperada soy en el sexo, quiero sentir un pene dentro de mi tan rápido como sea posible, me encanta sentirme penetrada aunque por supuesto también me gustan los juegos previos sobre todo si el hombre sabe lo que hace, como en el caso de mi tío que lo estaba haciendo tan bien que me hacía desearlo mucho más dentro de mi.
Estuvo un rato comiéndome los pechos y luego volvía a besarme, no nos decíamos nada, solo se oían mis jadeos y los sonidos de su boca lamiéndome, chupándome y mordiéndome.
Luego de eso mi tío me desabrocharía el short y me lo quitaría casi de forma veloz junto con la pantaleta dejando a su vista mi coño depilado y muy bien aseado (como siempre) para la ocasión.
Antes de comer mi coño me lamió desde los pechos pasando por mi abdomen, mi ombligo y toda la zona abdominal, la ingle hasta llegar a mi vulva. Dios mío! yo me iba a morir de la desesperación de sentir su miembro dentro de mi.
Empezó a comerme el coño y yo jadeaba mientras le hacía caricias en su cabello corto y le arañaba suavemente con mis uñas. A los hombres les fascina que le hagamos eso, los excita enormemente, me lo han dicho todos, comenzando por Oscar.
Mi tío me comía el coño tan deliciosamente que se lo dije:
—Qué rico, tío, me encanta, sigue, sigue.
Se comió mi coño como si fuera un delicioso helado de chocolate con mantecado. Lamía, chupaba, mordía suavemente mis labios vaginales, empezó a meter sus dedos sin parar de darme lengua haciéndome estremecer.
—Qué rico! —seguía yo diciendo mientras mi tío me daba placer.
De repente se detuvo y empezó a desnudarse mientras me miraba a los ojos. La camisa, la lanzó por los aires, luego se paró en la cama para desprenderse del pantalón, el short y el bóxer, todo eso de un solo jalón y salió su pene blanco erecto, largo y hermoso.
Se quitó los zapatos y las medias y yo aún tenía puestos mis adidas. Se bajó de la cama, buscó entre sus cosas y al volver venía con un condón que se puso en un dos por tres mientras me miraba y sonreía. Me encantó el detalle aunque me hubiese gustado que mi tío se olvidara del condón.
Una vez que se desnudó por completo se acercó a mi, me quitó el top que había quedado rodeando mi cintura y también me quitó los zapatos.
Ahora sí estábamos desnudos sin nada que nos cubriera y estorbara.
Colocó su pene en la entrada de mi ya humedecido coño y para sujetarse me tomó de una pierna que había quedado en alza.
Quedamos cara a cara mientras me hacía suya y entonces ahí empezamos a decirnos cosas:
—Estás muy rica —decía él entre jadeos.
Estuvo un rato así, penetrándome tan deliciosamente mientras nos mirábamos, no nos quitábamos la mirada en ningún momento, mi tío también se llevaría a la boca mi pie de la pierna que sujetaba chupándome los dedos mientras me poseía a placer.
En esa pose tuve un orgasmo y él lo supo por la manera en la que gemí y me estremecí.
—¡Qué rico! Tu primera corrida.
—Sí —dije entre risas jadeantes.
Me puso en posición de perrito y volvió a penetrarme. Yo gemía ahora en voz más alta y mi tío gemía con mucho placer por la forma en la que me hacía suya.
Cuando quiso correrse me agarró de los hombros con ambas manos y me trajo hacia él y mientras me besaba el cuello se corrió pero era tanta la intensidad de su orgasmo que se derribó conmigo sobre la cama quedando sobre mi mientras eyaculaba jadeando sufridamente.
Volvimos a besarnos mientras su pene seguía dentro de mi y nos dijimos cosas ricas como: «qué rica cogida», «qué bien lo haces», «qué divina estás, Michelle», «eres una delicia».
—¿Guardamos el secreto? —pregunté con picardía.
—Por supuesto, será nuestro gran secreto bien guardado.
Estábamos tan compenetrados, valga la redundancia (tenía su pene dentro de mi coño latiendo y preparándose para estar listo para una nueva sesión).
Me dijo con cara de placer que yo era una delicia, que había sido un sueño durante años, yo le seguí la conversación, le pedí que me contara más, que era un pillo morboso que me insinuó muchas veces con miradas, él sonrió y admitió que estuvo mal pero que yo era más que una obsesión.
Pero la conversación se interrumpía porque nos provocó volver a tener sexo y eso hicimos, su pene tomó fuerza, dijo que yo lo hacía poner tan cachondo. Me puso en pose de perrito una vez más. El jadeaba, yo gemía, qué delicioso cogía mi tío, qué delicioso me tomaba de la cintura y me hacía tantas cosas mientras me tenía en cuatro estando ambos de forma vertical sobre la cama.
Se volvería a correr y volvió a quedar encima de mi sufriendo su eyaculación y continuamos conversando.
Voy a enloquecer cogiendo contigo, dijo, yo le respondí que cogía delicioso, que ahora éramos amantes en secreto y que quería enloquecer con él todas las veces que se nos ocurriera.
Le pregunté cómo y cuándo haríamos para vernos, él dijo que se encargaría de estos detalles, que no me preocupara, que debíamos ser cuidadosos y disfrutar.
Lo invité a que nos ducháramos juntos, estábamos empapados de sudor. En el baño no pude evitar preguntarle por el tamaño de su pene. 20 centímetros. Se me vino a la mente el morenazo, Edison. Cómo disfruté con ese hombre, me hizo ver lucecitas cada vez que me bombeaba.
Pues, el de mi tío era igual, solo que mi tío es blanco y su pene también lo es, un pene que siempre procura tener depilado, mi tío cuida muy bien su físico y es un hombre muy aseado, cosa que adoro.
En la ducha le hice saber lo mucho que me encanta el sexo bajo el agua, que lo tuviera en cuenta. Me dijo que a él también le fascinaba el sexo bajo la ducha. Pues, me cogió. Gemí en voz alta aunque mi voz es dulce y frágil, me encantó poder gemir en total libertad haciéndole saber a mi tío lo delicioso que me hacía su mujer.
Pero me daba pena decirle que se corriera en mi boca aunque era lo que más deseaba. Yo pensaba: creerá que soy demasiado puta si se lo pido, mejor que no, otro día le digo que me encanta el semen, hoy no.
Así que aunque deseé su leche en mi boca no le dije nada y él terminó corriéndose en mis nalgas pero esta vez le pedí que no usara condón, que quería sentir su pene sin la barrera del preservativo.
Continuamos conversando, planeando lo que debíamos hacer, cuando vernos, cuando no vernos, dónde vernos, yo quería mucho sexo con mi tío.
Era tal la excitación de las cosas que nos decíamos que lo hacíamos entre besos apasionados, me decía: y te voy a coger dentro de la camioneta, en la piscina, llena o vacía, en la cocina, en todos lados de esta casa, en cada parte de esta ciudad.
Mi tío volvería a darme otra cogida majestuosa, yo gemía de gusto, mi tío me hacía correr con facilidad, pues, se entregaba a mi, me penetraba, me besaba el cuello jadeando, diciendo lo rico que se sentía hacerme suya, me pellizcaba los pezones, me mordía la piel de los hombros, me besaba con pasión y todo sin parar de entrar en mi. Me preguntaba si ya estaba por correrme, quería oírme decir que me corrí, todo eso mientras sus dedos golpeaban mi clítoris, mientras sus 20 centímetros iban y venían dentro de mí.
Yo quería ser guarra con él, ponerlo más cachondo como hacía con mis anteriores amantes a los que solía decirles: "dame duro", "cógete duro a esta putita", "te encanta darme duro, verdad? "dilo, dime que te encanta follarme en cuatro", "anda, dime que soy tu putita", "dame tu lechita amarga, anda, dámela en la boca que yo me la tomo toda".
Ellos enloquecían, yo me reía cuando veía sus caras de idiotas mientras eyaculaban y sentían una especie de rabia al saberse rendidos ante mis formas de llevarlos al clímax. El problema es que se corrían muy rápido porque no soportaban mi modo de comportarme, tan femenina, tan delicada y tan puta al mismo tiempo.
Pero me frenaba con mi tío, no quería mostrarle todavía la ninfómana que era, al menos no las primeras veces, sentía que iba a estropear todo si lo hacía.
Esa primera vez con mi tío me quedaría con las ganas de hacerle oral. Qué tonta. Eso es lo que hace tener sentimientos hacia alguien, te comportas distinta. Yo quería su pene en mi boca, quería saborear su semen pero me cohibí de hacerlo en esa primera ocasión, él tampoco me ofrecería su pene para un oral aunque él si que me comió el coño cada vez que necesitaba tomar una pausa para dilatar su eyaculación y muy bien que lo hacía. Fui suya a su gusto sin darme la oportunidad de comerme su pene y yo no busqué hacerlo por vergüenza. Quizá porque quería que en la primera vez él se sintiera cómodo cogiéndome como me recordaba, tierna, con cara de que no rompo ni un plato pero con esa mirada misteriosa de que escondo muchos secretos.
© Michelle