Alejandra: campamento con mi hermano ( fin )
Abel y Alejandra al fin tienen un poco de tiempo a solas⚡
Alejandra y yo nos miramos a los ojos por un momento, un breve instante donde el tiempo parecía haberse detenido para contemplar la mirada enamorada y nerviosa con que nos contemplábamos el uno al otro, un segundo antes de que en sus labios se dibujara una sonrisa coqueta e incitante y sus ojos destellaran un brillo lascivo lleno de complicidad conmigo.
- ¿Sabes algo? Me voy a dar un baño - expresó, para luego darme la espalda e irse en dirección a la ducha, quitándose la ropa en el camino y dejándola tirada a su paso - puedes venir conmigo si quieres.
Las palabras de Alejandra me dejaron congelado por un momento, mirando en dirección de donde mi hermana se había marchado, sintiendo la forma como mi sexo se endurecía ante aquellas simples palabras, experimentando un cosquilleo en todo el cuerpo, sin poder creer el maravilloso momento que estaba viviendo, sin terminar de asimilar que una hermosa mujer estaría en aquel instante en el baño, completamente desnuda, deseando que fuera su hermano quien la hiciera suya.
Avancé hacia el baño mientras iba recogiendo el camino de ropa que dejó a su paso, algo que por alguna razón me erizaba la piel y llevaba mi excitación al límite. La puerta estaba abierta de par en par y por ella escapaba el sonido de la regadera junto con un poco de vapor que se perdía poco después de aparecer en el pasillo.
Entré en el cuarto dejando la ropa de mi hermana en el cesto de ropa sucia, mirando con incredulidad el cuerpo de esa hermosa hembra que se estaba bañando sin haber cerrado la cortina, disfrutando de la vista que me obsequiaba su hermosa figura, brillante por la humedad del agua, con el cabello mojado, mirando con obstinación y deseo la forma de sus senos, deseando tener en mi boca sus hermosos pezones y poder comerme de nuevo el delicioso manjar que aguardaba entre sus piernas.
Ella me miró y una lasciva sonrisa se dibujó en su boca, al mismo tiempo que un brillo especial se reflejó en sus ojos, mientras giraba su cuerpo para quedar frente a frente conmigo, acariciando suavemente sus senos con una mano, mientras con la otra se tocaba un poco la entrepierna.
Alejandra no dijo nada y tampoco hizo falta que lo hiciera. Comencé a desnudarme lentamente, mirando la manera como mi hermana me observaba, la forma como sus ojos se abrieron y sus dientes mordieron su labio inferior cuando mi miembro quedó desnudo ante ella.
Su mirada delató los nervios que sentía cuando avancé hacia la ducha, los mismos que hacían temblar mis manos y mis piernas, pues a pesar de que ya habíamos hecho el amor en el campamento, aquella sería la primera vez que tendríamos un momento verdaderamente íntimo.
Ella se replegó hasta que su cuerpo quedó pegado contra la pared, mirándome a los ojos mientras su rostro mostraba una expresión de deseo a la vez que su pecho subía y bajaba, evidencia de una respiración agitada, excitada ante la idea de hacer el amor con su hermano, de una forma tan íntima que lo que pasaría ahí solamente sería atesorado en el baúl de nuestros recuerdos.
Mis manos se posaron en su cintura mientras ella suspiraba, acariciando mis brazos, nerviosa, desviando su mirada continuamente a mis labios hasta que rompí la barrera de la distancia entre su boca y la mía y la besé, un movimiento que de inmediato nos llenó de éxtasis, de esa sensación incontrolable de querer abrazar a la otra persona, que recorre tus brazos y calienta tu cuerpo, que te hace vibrar de emoción por un vivir un momento magnífico, algo que nunca hubieras esperado y que te llena de vida al saber lo que estás experimentando.
Alejandra gemía en mi boca ante el más mínimo contacto de mis manos sobre su piel, las cuales recorrían delicadamente su cuerpo, atesorando en mis recuerdos cada parte de su anatomía, tocando su trasero con devoción y sus senos con la delicadeza propia de quien no quiere romper una pieza de arte particularmente delicada.
Su mano recorrió mis pectorales y luego se deslizó hacía abajo, lentamente hasta hacerme sentir un placer tan intenso que me hizo gemir cuando sus dedos acariciaron de una forma deliciosa mi pene y se concentraron por unos segundos en mi glande.
Eran demasiadas las sensaciones y emociones que bullían en mi cuerpo, tantas que constantemente sentía oleadas de estremecimiento que me hacían apretarla más fuerte contra mi cuerpo, que me provocaba sobar su carne con un poco de toda la pasión que bullía en mi interior, acciones que resultaban insuficientes para expresar la intensidad del placer que estaba sintiendo.
Fue Alejandra quien elevó una pierna y la enroscó en mi cuerpo, fue ella quien se abrazó con una mano de mi cuello mientras la otra dirigía mi miembro al punto correcto, al lugar exacto donde sentí sus labios rozando mi sexo, en el momento en que ambos abrimos los ojos y dejamos de besarnos para que nuestras miradas se encontraran justo en el instante en que penetré su cuerpo, en que volví a sentir la dulce caricia de sus labios en mi miembro, en que el calor de su vientre abrazó mi sexo, sintiendo un placer incandescente, algo que la hizo contraer su rostro en una expresión angustiante que me mostró la necesidad que tenía de mí, de sentirme dentro de ella mientras me abrazaba de la cintura con fuerza, moviendo su cadera para ser penetrada con más profundidad, gimiendo al sentirme adentro, abrazándose de mí mientras su boca besaba mi hombro, ahogando sus gemidos en mi piel.
Pasé uno de mis brazos por debajo de su pierna levantada, mi otra mano se dirigió a su cabello y la tomé de la nuca, haciendo que volteara a verme, que me permitiera deleitarme al ver sus ojos cerrados, su ceño fruncido y su boca entreabierta, signos del placer que sentía al tener a su hermano dentro de ella, mientras una hermosa sinfonía de gemidos salía con toda libertad de su boca, erizando mi piel, provocándome a mover el cuerpo y hacerle el amor con movimientos más intensos.
Mi hermana gemía mirándome a los ojos, sin lograr cerrar la boca por completo mientras nuestros cuerpos se movían en el compás perfecto para llevar nuestro placer hasta límites nunca antes conocidos, sintiendo que todo lo que hacíamos, estaba bien, experimentando una conexión tan profunda que nunca había experimentado con ninguna persona.
- ¡Te amo! - expresé, haciendo que los ojos de mi hermana se llenaran de lágrimas, que sus caderas se movieran con mayor ímpetu, que sus manos rodearan mi cuello y llevara sus labios a reunirse con los míos, sintiendo la tibia caricia de su lengua sobre la mía a la vez que nuestras caderas enloquecían, provocando que nuestros besos ahogaran los gritos de placer que emergían de nuestro interior.
Mi brazo bajó y recogió la pierna que aún estaba en el suelo, elevándola por completo mientras ella se abrazaba con fuerza a mi cuello y yo comenzaba a embestirla con poder, sacudiendo su humanidad, obligándola a esconder su cara en mi cuello sin que dejara de gritar, de gemir y de sentir el placer que bullía en su vientre al ser taladrado por el miembro de su hermano.
Su boca buscó de nuevo la mía para fundirnos en un beso largo y apasionado, el tiro de gracia que terminó por llevarnos al final, que hizo que nos aferramos al cuerpo del otro con más fuerza mientras experimentábamos los espasmos y contracciones propias del orgasmo, sintiendo de una forma especial cómo su vientre se inundaba de mi semen y la manera como nuestros cuerpos poco a poco se iban relajando, sin dejar de abrazarnos, sin parar de besarnos, experimentando la calidez de nuestra piel bajó la caída del agua tibia, antes de perderse en el suelo de la ducha.
Una mirada compartida y llena de deseo, puso fin a aquel episodio tan hermoso, antes de depositar a mi hermana en el suelo y de que nos diéramos un último beso, un instante previo a lavar mutuamente nuestros cuerpos, entre risas nerviosas y muestras de cariño con las que expresábamos el profundo amor que sentíamos, mientras nos acariciábamos con el pretexto del jabón y el agua de por medio.
Después de aquella ducha tan sensual, cada uno fue a su habitación a deshacer las maletas y ponernos nuestra ropa de dormir. No logré pensar en otra cosa que no fuera mi hermana y Fernanda, en el trato que habíamos cerrado y en la vida que nos esperaba en cuanto entráramos en la universidad.
Papá y mamá llegaron poco después de que terminara de arreglar mis cosas, Alejandra y yo nos encontramos en el pasillo intercambiando una mirada de complicidad, con sonrisas nerviosas en los labios antes de encontrarnos con ellos y luego ir a la cocina a cenar algo ligero, mientras les contábamos lo poco que podrían escuchar de nuestro viaje sin arrancarse todo el pelo de la cabeza.
Cuando la cena se terminó y todos fuimos a nuestras respectivas habitaciones, debo confesar que fue difícil despedirme de mi hermana, me había acostumbrado en pocos días a dormir acompañado y, estando solo en mi habitación, de pronto me encontré extrañando a mis chicas, añorando el momento de volver a dormir con ellas, sentir su calor mientras el sueño nos abrazaba poco a poco hasta quedar profundamente dormidos.
El celular sonó cuando ya era de noche y de inmediato lo tomé para encontrar el mensaje de buenas noches de Fernanda, diciéndome lo mucho que me extrañaba al estar sola en su cama, lo mucho que quería que llegara el momento de vivir juntos, de compartir nuestra cama, de hacer el amor conmigo todas las noches. Un par de golpes se escucharon en mi puerta después de despedirme de ella y desearle lindos sueños, miré en dirección a la entrada de mi cuarto y ahí se encontraba de nuevo Alejandra.
- ¿Estás despierto? - susurró.
- ¿Tampoco puedes dormir? - pregunté.
- No, no puedo, ¿Me dejas acostarme contigo?
Alejandra se acostó a mi lado y de inmediato se abrazó de mi cuerpo, colocando su cabeza en mi pecho después de besar mi mejilla.
- ¿Alguna vez te imaginaste que todo esto pasaría? - me preguntó de pronto.
- No, claro que no, quiero decir, tuve muchas fantasías contigo pero todas terminaban en escenas llenas de sudor y babas.
- ¡Ay, menso! ¡Eres un tonto! - dijo Alejandra mientras me reía - me refiero a que tú y yo estuviéramos juntos, en una relación; ¿Sabes algo? Esa era una fantasía recurrente para mí, creí que nunca pasaría pero varias veces nos imaginé teniendo citas, mirando el atardecer en la playa o en una cita romántica, no lo sé, era lindo aunque generalmente después me sentía culpable por pensarlo y luego me sentía más sola.
- Bueno, ahora no vas a tener que imaginar nada, todo eso lo podemos hacer - Alejandra se incorporó un poco giro su cuerpo y se recostó completamente sobre mí, con sus manos en mi pecho y recargando su barbilla en ellas.
- Dime algo, pero se completamente honesto ¿Crees que te puedas enamorar de mí? - me preguntó Alejandra, con un gesto en el rostro que me recordaba cuando eramos niños y le pedía algo a mi padre, algo que sabía que papá no le daría con tanta facilidad y tenía que recurrir a esa clase de artimañas para convencerlo.
- De alguna manera creo que siempre lo estuve, eras un pensamiento recurrente, me preocupaba por ti cuando no te veía y también para mí fue difícil que te fueras a la universidad, me quedé solo por las tardes en casa, ya no tenía con quien jugar ni a quien manosear - Alejandra sonrió meneando la cabeza de forma reprobatoria - pero creo que la principal señal que se me presentó de que estaba enamorado de ti, fue la primera vez que me besaste en serio, creo que desde ese momento lo entendí, muchas cosas se movieron en mí y muchas cambiaron, pasaste de ser una fantasía a una posibilidad y luego te convertiste en una hermosa realidad; algo parecido a lo que me pasó con Fer, después de tantos años no fue sino hasta que me besó cuando me di cuenta de lo que sentía por ella - Alejandra me miraba con una sonrisa en los labios - ahora yo te preguntaré algo ¿Crees que algún día te llegues a enamorar de Fer?
- No lo sé, creo que primero tenemos que aprender a superar la competencia que tenemos entre nosotras debido a ti, no es que sea algo malo pero seguro que nos va a llevar un tiempo hacernos a la idea de compartir a nuestro hombre, aunque si he de ser sincera, si hay una mujer de la que me podría enamorar es de ella, fue algo especial coger con la enana, más allá de lo que me hizo sentir físicamente, lo hace con tanta pasión que te inyecta de una energía muy especial, me hizo sentir muy deseada, como si en aquel momento fuera lo más importante en el mundo para ella, fue algo muy intenso.
- Lo entiendo, es muy entregada.
- Estás como loquito por ella ¿Cierto?
- ¿Crees que todo esto funcione, Ab? - preguntó Ale, de una forma diferente, solemne, haciéndome entender que algo le preocupaba a mi hermana.
- Tengo un poco de miedo ¿Sabes? Quiero decir, tú y Fer podrían formar una familia juntos, podrían casarse y tener hijos y vivir el resto de sus vidas estando el uno para el otro, en cambio yo… bueno, de entrada no podría tener hijos contigo, por obvias razones y… no lo sé, creo que podría llegar a sentirme un poco relegada por eso.
Ambos nos miramos a los ojos por un momento, mientras razonaba lo que me acababa de decir y trataba de encontrar una respuesta honesta con la cual pudiera traer un poco de tranquilidad a mi hermana.
- Decir que eso no pasará podría ser una mentira, porque ninguno sabemos cómo se va a resolver todo esto, si nos vamos a acoplar a este nuevo estilo de vida, si vamos a poder ser felices así, supongo que hay que esperar y ver qué pasa, aunque sí te puedo decir que no está en mis planes dejarte de lado en ningún sentido, además, a diferencia de Fer, tú eres mi hermana, ese lazo no se va a romper nunca y es algo mucho más fuerte que cualquier cosa que pueda llegar a tener con Fernanda.
Alejandra sonrió tan ampliamente que me di cuenta de que esa perspectiva de nosotros le había levantado el ánimo, que el saber que siempre y sin importar nada estaríamos conectados, fue la idea que logró disipar, al menos por ese momento, muchos de los miedos y dudas que rondaban por su cabeza.
Alejandra reptó un poco sobre mi cuerpo y con sus manos en mis mejillas me besó en los labios, de una forma tierna y dulce, de una manera que me hizo abrazarla y amar el momento en que se acurrucó entre mis brazos y apoyó su cabeza en mi hombro.
- ¡Ab! ¿Dónde dejaste mi libro de estadística? - gritó Fer desde su recámara.
- ¡No lo sé! ¡Luego lo buscas, llegaremos tarde! - respondí.
- ¡Está bien! ¡Pero de todas formas cuando regresemos me las vas a pagar! ¡Vi que le hiciste anotaciones a mi libro!¡Ya verás! - dijo Fer, saliendo de su habitación, con un espectacular vestido rojo que estilizaba su hermosa figura y resaltaba el peinado que se había hecho, aunque aún llevaba sus viejos tenis mientras sus tacones estaban colgando de su mano.
- ¡Wow! ¡Estás preciosa! - le dije, completamente anonadado ante la belleza de mi novia, algo que la hizo voltear a verme y sonrojarse al saber que estaba contemplándola atónito.
- ¡Ay, ya menso! ¡Que me haces ponerme roja! - dijo apenada mientras me acercaba a ella y la tomaba de la cintura, un segundo antes de besarla y escuchar cómo tiraba sus zapatos al suelo para acariciar mi nuca con sus manos - Amor, ya es suficiente - dijo intercalando sus palabras con sus besos hasta que me empujó con sus manos en mi pecho - tenemos que irnos amor, nuestra chica se gradúa hoy y hay que llegar temprano.
- Es increíble que ya hayan pasado dos años, pareciera que aquel campamento apenas hubiera sido ayer.
- Sí, fue hermoso ese viaje, ahí te diste cuenta de que me amabas, y de que amabas a tu hermana, bueno, de una forma diferente, y también ahí me di cuenta de lo mucho que me gustaba coger con otras mujeres - ambos soltamos una risotada mientras la tomaba de la mano y comenzábamos a caminar hacia la salida.
Después de salir de casa y subir al taxi, no hicimos más de unos pocos minutos hasta llegar al auditorio, donde un gran número de graduados estaba tomándose fotos con sus amigos y familiares, ataviados con largas togas negras y un birrete grande y horrible en la cabeza.
- ¡Ahí está Ale! - grito Fernanda tras haberla buscado por unos segundos, un grito que hizo que muchos voltearan a vernos, incluida mi hermana quien dio un par de brincos desde el lugar en donde estaba, una señal suficiente para que Fer me arrojara sus zapatos y su bolso, antes de salir corriendo en su dirección, abrazándola con fuerza al llegar a ella, colgándose de su cuello mientras Ale la cargada del trasero y ambas se besaban.
- ¡Wow! ¡Mi amor, te ves espectacular! - dijo Alejandra, abriendo mucho los ojos al ver el atuendo de Fernanda - aunque esos tenis…
- Yo traigo el resto del disfraz - interrumpí a Alejandra, levantando los zapatos de Fernanda.
Mi hermana me miró de aquella forma ilusionada como siempre lo hacía, un gesto que no pasó desapercibido para Fernanda, quien sonrió al atestiguar el profundo amor que había entre nosotros y lo enamorados que estábamos el uno del otro.
Ale y yo nos dimos un gran abrazo, un gesto que duró mucho más tiempo que el que le dio a Fernanda, con el que me transmitió todo su amor y la necesidad de estar juntos, un sentimiento que ambos compartíamos.
- Odio no poder besar tus labios enfrente de todos - susurró a mi oído sin dejar de abrazarme.
- También yo, pero solo tenemos que esperar un par de horas hasta regresar a casa ¿Vale?
- Entonces ya encontraremos un lugar apartado, mi amor.
Ambos sonreímos y nos miramos a los ojos cuando nos separamos, antes de que alguien gritara para que los graduados y sus familiares entraran en el auditorio.
- ¡Qué mala pata que papá y mamá no pudieran venir!
- Lo sé, no me gustó que no estuvieran aquí, pero qué se le va a hacer, aunque le pedí al chico que va a grabar la ceremonia, que me pase una copia del video para que puedan verla.
- Eso es genial, seguro que les va a encantar a mis suegros - dijo Fer mientras avanzaba dando saltitos en un solo pie, tomando mi brazo con fuerza a la vez que se trataba de poner un zapato y luego el otro, para después meter sus tenis en su bolsa.
Cuando llegamos a la entrada del auditorio, Ale se giró a vernos pues ahí nos separaríamos por un rato, ya que los graduados debían ir a las butacas del frente y sus familiares a las de más arriba.
- Gracias por estar aquí, chicos, y por haberme dado los mejores dos años de mi vida, de verdad, los amo mucho - dijo, derramando un par de lágrimas mientras nos abrazaba con fuerza.
- Te amo, mi amor, y no nos agradezcas nada, sabes que si hemos sido tan felices es porque estamos los tres juntos y ojalá que eso no cambiara nunca - dijo Fer, con un nudo en la garganta que pronto se convirtió en lágrimas ante la horrible posibilidad de que Alejandra tuviera que marcharse del hogar que habíamos construido durante los últimos años.
Fer y yo nos fuimos a sentar al lugar más cercano al escenario que pudimos encontrar. Como siempre, mi chica estaba tan entusiasmada que hablaba muy rápido, daba saltitos y movía las piernas muy rápido, víctima de la ansiedad.
Como todas las ceremonias de graduación, aquella fue una especialmente emotiva, pues veíamos a los padres de los graduados llorando, al igual que nosotros lo hicimos al ver a mi hermana recibiendo su diploma y desfilando sobre el escenario, estrechando las manos de los académicos y lanzándonos besos desde la distancia, mientras Fernanda, sin dejar de llorar, tomaba tantas fotos como la velocidad de sus dedos se lo permitía.
Cuando nos volvimos a reunir con mi Alejandra, la mayoría de los graduados ya se había quitado la toga y el birrete y lucían vestidos y trajes elegantes según fuera el caso, no obstante, y para alimentar nuestra curiosidad, Alejandra seguía luciendo el mismo atuendo con el que la encontramos.
- Oye, ¿Piensas ir al restaurante vestida de esa forma? - preguntó Fer, muy extrañada, pero con una mirada suspicaz que delataba sus dudas con respecto de que Alejandra estuviera tramando algo; mi hermana sonrió con un gesto travieso y volteó a todos lados, antes de acercarse a nosotros y abrazarnos para susurrarnos al oído.
- No me puedo quitar la toga, abajo no traigo nada más que un par de medias y mis zapatos de tacón - dijo en secreto, haciendo que mi miembro reaccionara de forma casi inmediata y que Fernanda dejara escapar un gemido ahogado, seguido de una risa nerviosa.
- Entonces tenemos que darte tu obsequio de graduación antes de irnos de aquí, mi amor - dijo Fernanda, antes de que ambas se fundieran un beso tan apasionado que el solo presenciarlo hizo que mi pene se endureciera por completo.
Caminamos recorriendo los pasillos de la universidad buscando un salón que estuviera abierto y vacío, algo que nos llevó un poco de tiempo pues al ser sábado la escuela estaba prácticamente desierta, sin embargo, logramos encontrar uno con la manija descompuesta en donde nos metimos de inmediato, sintiendo la adrenalina que nos provocaba la posibilidad de ser atrapados.
Alejandra se quitó el birrete solamente para poder deshacerse de la toga que llevaba puesta, dejado que Fer y yo la contempláramos semidesnuda, con sus hermosos senos y su delicada vulva al aire, vistiendo solamente un par de medias con ligueros de encaje al muslo y sus tacones negros, sentándose después en el escritorio con las piernas abiertas y el birrete en la cabeza, sonriendo, con una mirada lasciva en los ojos mientras llevaba uno de sus dedos a su boca y luego lo pasaba por la hendidura que formaban los labios de su vagina.
Fer fue la primera en acercarse a ella y de inmediato hundió su cara entre sus piernas, obligando a mi hermana a retorcerse y gemir de placer, a dejar caer la cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos y colocaba sus piernas en los hombros de mi chica.
Yo me acerqué a ella después de colocar mi saco en un pupitre, tomando su nuca para besarla en los labios, sintiendo el amor que teníamos en cada una de las caricias de su lengua y el movimiento de sus suaves y delicados labios.
No dejé de besarla por un largo rato, el mismo tiempo durante el cual mi mano acarició con suavidad sus senos mientras sentía la sensual forma como sus gemidos se ahogaban entre mi lengua y mis labios.
Fernanda se esmeraba tanto en hacer que Alejandra gozara de sus besos, que mi hermana la tomó de la cabeza y la apretó contra su vulva, entre movimientos de cadera difícilmente controlables ante la experiencia tan placentera que nuestra novia le estaba obsequiando, pero sin que eso le impidiera a nuestra chica seguir volviéndola loca hasta que logró que mi hermana se viniera bañando la cara de Fernanda con los fluidos de su orgasmo, antes de levantarse y dirigirse a mí, besarme mientras me deleitaba con el delicioso perfume y el sabor que la entrepierna de mi hermana había impregnado en toda su cara.
- Ya está lista para ti, cariño - dijo Fer mientras bajaba el cierre de mi pantalón y sacaba mi miembro, para luego agacharse y meterlo en su boca un par de veces, asegurándose de que estuviera lo suficientemente duro como para poder cogerme a nuestra chica - disfrutala cariño - dijo Fernanda una vez que se levantó, antes de irse a sentar en el rostro de Alejandra y comenzar a gemir como loca ante los magistrales movimientos de lengua con que mi hermana siempre la llevaba a la gloria.
Estar dentro de Alejandra fue especial aquella tarde, pues tenía la sensación de que aquel encuentro sería uno de los últimos que viviríamos estando juntos. Escuchar sus gemidos, mirarla retorcerse y observar la forma como su cuerpo se sacudía ante mis embestidas, me llenó de un extraño sentimiento de nostalgia, como si aquella fuera una especie de despedida, ante el riesgo de que mi hermana se marchara de nuestro lado tras haber culminado su carrera universitaria.
El calor que abrazaba mi sexo y la sensación de su vientre apretando con fuerza mi miembro, fueron una sensación insuperable, una experiencia incomparable con cualquier otra que hubiera tenido al hacerle el amor, algo que me llenaba de muchas emociones, que me hacía embestirla con más fuerza, como si con ello pudiera retenerla a nuestro lado, como si de esa forma pudiera hacer que se quedara con nosotros, una necesidad que habíamos creado a lo largo de los últimos años, un sentimiento que veía también en los llorosos ojos de Fernanda mientras gemía de placer y del dolor que nos provocaba el saber que muy probablemente Alejandra dejaría nuestro peculiar romance en el pasado.
Aquel encuentro fue algo especial, un episodio en el que desplegamos toda nuestra energía, en el que demostramos el profundo amor que rodeaba a tan peculiar grupo de enamorados, un momento en el cual los tres llegamos al mismo tiempo, llenando con mi semen el vientre de mi hermana, mientras ella bañaba mi miembro son su néctar y a su vez Fernanda hacía lo mismo con la cara de Alejandra.
Cuando todo terminó nuestros rostros lucían algo tristes, pero no el de mi hermana, ella se quedó unos minutos recostada en el escritorio, disfrutando de la placentera calma posterior a la experiencia de un par de orgasmos, mientras Fer y yo intercambiábamos una mirada triste y nos abrazábamos.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué están llorando? - dijo Alejandra, cuya sonrisa se borró de sus labios en cuanto nos vio derramando algunas lágrimas.
Fer y yo intercambiamos nuevamente una mirada, antes de que Fernanda forzara una sonrisa en el rostro y mirara de nuevo a mi hermana.
- No es nada mi amor, es solo que nos alegra mucho que triunfaras y que…
- No es cierto, no lloran por eso. A ver Fer, ¿Qué no fuiste tú la que dijo que si queríamos que esto funcionara debíamos ser honestos? - dijo Alejandra mientras miraba a nuestra chica - díganme la verdad ¿Qué es lo que…?
- ¡No queremos que te vayas! - soltó Fer, si poder controlar su llanto, corriendo a abrazar a Alejandra y acurrucando su cabeza en el pecho de mi hermana - ¡No te lo queríamos decir porque no queremos limitar tu carrera pero…!
- ¡Jamás los dejaría! - dijo Alejandra con un tono de indignación en su voz, como si la sola idea de marcharse fuera inaceptable. Ale tomó la barbilla de Fer y la hizo mirarla - te amo demasiado como para estar lejos de ti - Ale me miró después - los amo demasiado como para pensar que puedo hacer una vida sin ustedes, además… bueno, no se los iba decir hasta que estuviéramos en casa, pero me aceptaron para ser asistente de investigación, por lo que seguiré trabajando aquí, así que dejen de llorar que no me voy a ir a ningún lado ¿Vale? - dijo Alejandra, un segundo antes de que me acercara a ella y los tres nos fundiéramos en un hermoso y cálido abrazo, con la tranquilidad que nos provocaba el saber que estaríamos juntos, que nuestro amor seguiría intacto y continuaríamos viviendo una hermosa historia de amor que nació en un campamento y que continuaría por mucho tiempo, tal vez, si todo salía bien, por el resto de nuestras vidas.