Hermanas
June 16, 2023

Mi hermano mayor  4

Tras el vergonzoso sueño de Angélica y las fantasías culposas de Juan, los hermanos descubren un placer antes desconocido, así como comienzan a descubrir un nuevo camino para que sus fantasías más oscuras y secretas, se conviertan en realidad.⚡

Angélica despertó al día siguiente, se sentía sumamente confundida tras haber soñado a su hermano interpretando el papel del policía que la violaba; en algún sitio había leído que los sueños son la representación de nuestros deseos más profundos o de aquello a lo que más le tenemos miedo, sin embargo, no sabría en cual de las dos opciones situar esa experiencia onírica.

Por un lado, poco antes de la violación, supo por primera vez lo que significaba hacer el amor, con un hombre que la amaba, que le hizo saber todo lo que sentía por ella a través de sus caricias y sus besos, mientras entraba y salía de su cuerpo, haciendo que sintiera un placer completamente desconocido para ella, que la llevó a sentirse como si volara entre las nubes cuando llegó al orgasmo, al tiempo que Juan llenaba su interior con su cálida semilla, provocando que su corazón palpitara por el hombre que la acababa de hacer mujer. Por otro lado, esa misma noche vivió la experiencia más dolorosa y aterradora de su vida, tuvo que soportar ver cómo golpeaban a su hombre casi hasta matarlo, dejándolo inconsciente por horas; fue obligada a tener sexo con dos desconocidos, uno de los cuales le robó un orgasmo, en contra de su voluntad, haciendo que se sintiera culpable por experimentarlo mientras Juan permanecía tirado, golpeado y sangrando; lejos de haber sentido placer cuando su cuerpo se convulsionó sin su permiso, aquella experiencia le causó una gran humillación, un terrible sentimiento de culpa que aún la perseguía, incluso en sus sueños.

¿Cómo pasó aquella experiencia de ser tan humillante y dolorosa, a convertirse en algo que la excitaba con tanta intensidad, que la obligó a despertar en medio de un orgasmo? ¿Por qué su hermano apareció en su sueño como si fuera su violador? Angélica lo pensó durante mucho tiempo sin llegar a una respuesta convincente, dándose cuenta de que esforzarse en tratar de encontrar una respuesta por ella misma, no tenía sentido.

La chica se levantó de la cama con decenas de preguntas rondando entre sus ideas y, por más que intentaba pensar en otra cosa, no era capaz de evitar regresar al mismo asunto una y otra vez, sin embargo, la vida debía continuar y ella tenía un hermano muy lastimado que necesitaba de ella para poder desayunar, así que salió de su recamara, se dirigió la cocina, preparó un par de emparedados y subió las escaleras en dirección al cuarto de Juan, sin embargo, mientras caminaba por el pasillo hacia ahí, pudo escuchar un sonido salir del cuarto de su hermano, un ruido repetitivo que Angélica no tardó demasiado en reconocer: Juan se estaba masturbando.

Por un momento pensó en la ocasión en que él había abierto la puerta y se quedó ahí parado para observarla mientras ella se acariciaba, estando desnuda; pero también pensó en que ella difícilmente correría con la suerte de que el chico no la viera si abría la puerta. Dejó los emparedados en una mesita que estaba en el pasillo y pegó la oreja a la puerta, tratando de hacer el menor ruido posible.

Juan se masturbaba con movimientos rápidos, Angélica podía escuchar aquel sonido pegajoso, característico del lubricante embarrado en las manos mientras recorren alguna parte del cuerpo; también escuchaba los gemidos de Juan, los cuales no eran muchos, pero si bastante sonoros. En algún momento se preguntó si Juan lo estaba haciendo apropósito para provocar alguna clase de reacción de su parte, después de todo, él sabía que solamente se encontraban ellos dos en la casa y que Angélica pronto subiría con el desayuno, pero aquella cadena de pensamientos se vio interrumpida cuando, de la boca de su hermano, escuchó salir su nombre, poco antes de que Juan gimiera con más frecuencia y luego se quedara callado por completo. Ella supo que su hermano había terminado lo que hacia, pero decidió darle algunos minutos antes de entrar con el desayuno. Fue a la mesa tomó los platos y se giró de nuevo hacia la entrada de la habitación de Juan.

- Juan ¿Puedo pasar? - dijo.

- Si, pasa - Angélica abrió la puerta con algo de dificultad, tratando de equilibrar los platos en una sola mano. Una vez adentro, vio que su hermano se limpiaba las manos con algo de alcohol y luego con una toalla húmeda.

- ¿Una mañana agitada? - dijo angélica sin poder reprimir una ligera sonrisa ni el rubor de sus mejillas. Juan se sintió avergonzado por un segundo, hasta que recordó los ruidos que salieron del cuarto de su hermana la noche anterior.

- ¿Una noche agitada? - Angélica se ruborizó aún más pero ahora quien sonreía era Juan - ¿Qué paso anoche? - ella lo miró a los ojos algunos segundos, pensando en cómo reaccionaría su hermano si le contaba lo que había soñado, pero también tratando de adivinar aquello que su hermano se imaginaba minutos atrás mientras se masturbaba, no pudo soportar su propia curiosidad.

- Te lo digo si tú me dices en qué pensabas hace un minuto mientras te tocabas - Juan la miró sorprendido, abriendo mucho los ojos, levantando las cejas, con las mejillas sonrojadas, tardando algunos segundos de más en contestar y luego bajó la mirada sintiéndose avergonzado.

- De acuerdo, tú ganas, no preguntaré más.

- No, quiero que me lo cuentes y… también quiero contarte lo que pasó.

El chico la miró muy extrañado, había un brillo extraño en los ojos de Angélica, como si de antemano supiera cuál sería la respuesta de Juan, además de que la actitud de su hermana le hizo querer saber a como diera lugar, qué era lo que ella quería decirle; sin embargo, tenía mucho miedo de externar las fantasías que había tenido desde el día anterior, no soportaría que Angélica se molestara con él, o quizás, que incluso no quisiera saber nada más de él.

- No, no puedo decirlo, no soportaría que… no, Angélica, dejémoslo así, por favor.

Su respuesta sorprendió a la chica, casi tanto como la actitud de su hermano, “¿Qué demonios podría estar imaginando que le causara tanto… ? Por dios ¿Acaso él… ? ¿Pero si yo también estoy… ?” pensó la chica, y poco después comprendió lo que ocurría, era evidente, él estaba pensando algo vergonzoso que tenía que ver con ella, pues había mencionado su nombre; algo que podría cambiarlo todo si lo decía pero que al mismo tiempo le provocaba una gran y culpable excitación.

- Soñé con el día en que me violaron comenzó a hablar Angélica - el sueño comenzó con nosotros dos en el auto, antes de que esos tipos llegaran, luego las imágenes se trasladaron al momento en que estaba recostada boca arriba en el asiento trasero y un policía me penetraba, pero ese policía eras tú - Juan la miró abriendo mucho los ojos, completamente sorprendido por lo que su hermana acababa de decir - solo que en esta ocasión, lo disfruté, me gustó sentirme usada por ti, que me maltrataras un poco, que te comportaras de aquella forma tan dominante conmigo, siendo desconsiderado y preocupándote solamente por tu placer, me gustó mucho sentirme dominada, tanto que me desperté teniendo un orgasmo, fue muy extraño, aún no sé muy bien cómo sentirme al respecto, por un lado aquello me provocó mucho placer, pero por otro lado, no entiendo por qué apareciste en mi sueño en esa situación.

Juan la miró por unos minutos. Ella no lo volteaba a ver, se sentía avergonzada, culpable, pensaba que Juan la estaría juzgando, sin embargo, el chico tomó su mano y la apretó un poco.

- Me he imaginado varias veces siendo yo quien te violaba. Al principio solamente recordé lo que pasó, pero el revivir la forma en que gemías mientras lo hacían, me excitó - Juan bajó la cabeza avergonzado de sus propios sentimientos - no pude evitarlo, pero después no quise hacerlo, deseaba seguir pensando en ello, sin embargo, me resultaba tan repugnante el recordar a esos tipos encima de ti, que comencé a imaginarme a mi mismo sobre tu cuerpo.

Angélica se quedó tan sorprendida al escuchar aquello, como su hermano cuando ella se confesó ante él; pero su sorpresa se debía justamente a que ella había adivinado aquello que a Juan le causaba tanta vergüenza confesar.

Ninguno de los dos se atrevió a decir nada más, ambos estaban muy sorprendidos. Comieron el emparedado sin hablar, sin realmente querer alimentarse, pero no supieron qué otra cosa hacer o decir. Pero cuando la comida se acabó y Angélica estuvo a punto de irse, llevando los platos en sus manos, ella se giró y miró a su hermano.

- ¿Sabes? Yo me culpé por tener un orgasmo mientras tú estabas golpeado en el suelo, pensé que me juzgarías por ello, que pensarías que yo era una zorra o algo peor por disfrutar de ese momento, cuando en realidad esa experiencia fue horrible, no quería sentir eso con un extraño, me sentí humillada, estaba aterrada por lo que te habían hecho, no dejé de pensar en ningún momento en ti, quería que todo terminara para poder llevarte a un hospital - Juan bajó la mirada, sintiéndose terrible por las fantasías que había tenido esa mañana - no me importa que tengas fantasías con lo que pasó, al contrario, me excita un poco que los dos pensemos de una forma similar en todo eso, no deberíamos sentirnos culpables por sentir placer y… no sé… tal vez cuando te recuperes… podríamos intentar… no lo sé, quizás sería interesante…

Las mejillas de Angélica se ruborizaron un poco y en su boca se dibujó una tímida sonrisa. No dijo nada más y no se atrevió a mirar a Juan antes de salir del cuarto en dirección a la cocina. Juan se quedó estupefacto tras oír las palabra de Angélica, acababa de sugerir que quizás podrían tener una clase de juego en la que él adoptaría un papel dominante mientras ella se sometía a sus órdenes o ¿Acaso lo había entendido mal?

El resto de la mañana Juan la pasó pensando en lo que Angélica le había dicho y todo lo que implicaba. No pudo evitar excitarse ante la posibilidad de que aquello con lo que había fantaseado se hiciera realidad y comenzó a imaginarse mucho escenarios en lo que eso podría pasar, diversas situaciones donde Angélica se sometía a su voluntad y lo obedecía a ciegas, sin cuestionar absolutamente nada.

La tarde fue anunciada por la llegada de Miguel a la casa, él se quedaría con Juan mientras Angélica iba su cita con la psicóloga, sin embargo, aquella consulta serviría de muy poco, pues, desde la plática que tuvo con su hermano por la mañana, no pudo apartar su atención de la posibilidad de que Juan la poseyera a su antojo, ordenándole lo que debía hacer, obligándola a complacerlo, maltratándola un poco.

Durante la sesión con la especialista en conducta humana, se dedicó a sobrellevar la charla y contestar todas las preguntas que le hacían tan solo para cumplir con el requisito que Miguel le había impuesto, cuando ella en realidad lo único que quería era regresar a casa, meterse en su cuarto, quedarse completamente desnuda y meterse los dedos mientras pensaba en todas las posibles formas en que Juan podría dominarla.

La tarde pasó volando, Angélica y Juan eran esclavos del deseo que sentían por el otro, de los pensamientos que los llevaban a situaciones que deseaban con todo su ser, que los mantuvieron casi por todo el día excitados, sin poderse concentrar absolutamente en nada más que no fuera el ser a quien amaban.

La chica llegó a la casa casi al anochecer. Tras salir de la consulta, visitó algunas tiendas y compró cosas para intentar detener aquella sensación de deseo y excitación que parecía no tener fin. Entró a su cuarto tras a penas saludar a Miguel, dejándolo pensar en que tal vez la consulta no había ido del todo bien.

Juan la escuchó llegar y su cuerpo reaccionó con una erección tan dura, que cualquiera hubiera jurado que tenía a su chica justo enfrente de él, desnuda, dispuesta a hacer cualquier cosa que se le ocurriera. Tanto fue su deseo por estar con su hermana, por tocarla o al menos mirarla mientras se masturbaba, que no se dio cuenta del momento en que se puso de pie y comenzó a caminar en dirección de la habitación de su hermana.

Mientras más se acercaba, su deseo por mirarla o al menos estar cerca de ella, creció exponencialmente, a tal grado que la erección debajo de sus pants le dolía, aún más que aquellas partes del cuerpo que le suplicaban a gritos que regresara a su cama. Se paró frente a la puerta de Angélica, recordando el día en que la sorprendió masturbándose, completamente desnuda. No tardó mucho en abrir la puerta y entrar en el cuarto de la chica, encontrándola nuevamente desnuda, tocándose el clítoris frenéticamente mientras metía en su boca un nuevo amigo de plástico, un poco más grueso que el anterior. Pero en esta ocasión, Angélica fue completamente consciente de su presencia, sobresaltándose al ver a su hermano entrar, deteniendo sus movimientos mientras veía cómo Juan cerraba la puerta.

- Juan ¿Qué estas…?

- Silencio. Continúa lo que hacías, no te detengas - dijo Juan de una forma impositiva que Angélica nunca esperó escuchar de su hermano, aquel chico tan dulce, que ahora se quedaba parado frente a ella esperando que obedeciera la orden que le acababa de dar.

Angélica salió pronto de su asombro y reanudó las caricias que le hacía a su clítoris, sintiéndose tan nerviosa como excitada, sin dejar de ver a Juan mientras él miraba atentamente sus dedos, moviéndose en círculos sobre sus clítoris y parte de sus labios. De esa manera se mantuvo Angélica por algunos minutos, mientras con la otra mano sostenía el miembro de plástico que no pudo meterse por la llegada de Juan.

- Mete el juguete en tu boca, lubrícalo bien.

Angélica obedeció sin ser completamente consciente de que lo estaba haciendo, se encontraba muy excitada, le estremecía mirar a Juan, ahí parado, controlándose así mismo, ejerciendo su completa voluntad sobre ella, sin dejarse llevar por el deseo que lo embargaba, que se hacia evidente al mirar el bulto que se formaba en sus pantalones.

- Metelo en tu vagina.

Angélica llevo su juguete a sus labios, lo movió un poco buscando la entrada y cuando la encontró lo introdujo delicadamente, con suavidad, arqueando su espalda y echando la cabeza atrás mientras cerraba los ojos.

- No cierres los ojos, quiero que me mires todo el tiempo.

Angélica sintió una deliciosa corriente eléctrica recorrer su cuerpo cuando escuchó a Juan dándole esa orden. Ambos se miraron mientras ella comenzaba a gemir, siguiendo el ritmo con el que metía y sacaba el juguete de su interior.

- Hazlo más rápido - automáticamente su mano comenzó a moverse a gran velocidad, mientras su gemidos incrementaban de volumen - deja de gemir - ordenó Juan, haciendo que Angélica apretara fuertemente los labios - quiero que me avises cuando te vayas a venir - angélica asintió con la cabeza, haciendo un esfuerzo enorme por mantener su vista en su hermano y apretar los labios para evitar que un gemido escapara de su boca.

- Estoy a punto, me voy a venir - dijo Angélica entre gemidos.

- Detente ahora. Saca el juguete. Deja de tocarte.

La orden de Juan la sorprendió, pero obedeció de inmediato, mientras sus caderas se movían frenéticas, sus pezones permanecían duros, su respiración hacía que su pecho subiera y bajara, al mismo tiempo que sentía como su cuerpo entero se estremecía, temblando al esperar que el fuego en su interior se apagara, esperando que Juan diera la orden de continuar, pero aquella orden nunca llegó.

- Tienes prohibido masturbarte, tocar tus senos o cualquier otra parte del cuerpo que te provoque placer. A partir de hoy tienes prohibido tener un orgasmo sin que yo este presente ¿Esta claro? - Angélica no podía creer lo que escuchaba ni el efecto que las palabras de su hermano tenían en todo su cuerpo, su excitación no había disminuido ni un poco, su cuerpo le pedía a gritos llegar al orgasmo pero, sorprendentemente, incluso para ella, de su boca salieron las palabras como si hubieran cobrado autonomía, decidiendo dar un salto al mundo sin que ella fuera consciente de que lo harían.

- Si, amo.

- Hasta mañana.

Juan salió de la habitación dejando atrás a una mujer excitada al borde del orgasmo, pero con la seguridad de que obedecería la orden que le había dado, de que no se atrevería a cuestionarlo.