Al acabar la jornada de trabajo.
Dos compañeros de trabajo se ven obligados hacer una detención bajo unos árboles, mientras se dirigían de vuelta a sus casas, motivado por una intensa tormenta. Durante las espera, suceden varias peripecias, terminando por hacer el amor en pleno coche, de forma fogosa y trepidante.
Rebeca trabajaba en una empresa de alimentación donde llevaba unos cuatro años de antigüedad. Trabajaba sustituyendo los productos de hipermercado, recogiéndolos en la zona de almacén y llevándolos a la zona de venta. Cierto día, se había producido un paro total en el puerto, y los contenedores se quedaron anclados en la zona de carga esperando que terminara la huelga para poder trasladarlos. El hipermercado quedó casi desabastecido, por lo que al acabarse la huelga llegaron varios contenedores casi al mismo tiempo, lo que motivo que, a instancias del Gerente, tanto Rebeca como varios trabajadores tuvieron que hacer horas extras, trabajando incluso en la noche hasta altas horas de la madrugada.
Afortunadamente no le causo grave problema a Rebeca, dado que carecía de hijos, por lo que tuvo que decirle a su marido que no le esperara esas noches porque seguramente llegaría de madrugaba o al amanecer. Llevaba casada poco tiempo, unos tres años con Lucas su marido. Ella era aún una mujer joven, que apenas había cumplido los treinta y cuatro años. No es que no le gustaran los hijos, sino que lo estaban intentando, aunque de momento no lo habían conseguido.
Habían acudido al ginecólogo, y les habían realizado toda clase de pruebas, resultando que ella era plenamente fértil. Sin embargo, a Lucas su esposo, habían comprobado que el conteo de los espermatozoides del mismo no era lo vigoroso que se necesitaba. Su marido tenía antecedentes de próstata y le habían detectado un problema bastante joven, y pese a que el médico aseguraba que podía embarazarla, tenían que seguirlo intentando, hasta que en alguna ocasión pudiera darse la fecundación. El ginecólogo les sugirió que cuando supieran que estaba cerca la ovulación de Rebeca, espaciaran más sus encuentros amorosos, con la finalidad de que el semen de Lucas se espesara.
Por otro lado, le facilitó un tratamiento a rebeca que debía llevar a cabo unos días antes de la fertilidad, para facilitar el estado de excitación de la misma y así hacerla más receptiva y favorecer que pudiera ser fecundada. Llevaban dos meses con aquella formula, y tomándose ella el tratamiento facilitado, hasta la fecha sin resultado. No obstante, Rebeca había notado que cuando se tomaba aquel tratamiento se excitaba tanto, y su cuerpo de ponía tan agitado, que no veía la hora de llegar a casa para follar con su esposo.
Por ello, la noticia de que esa noche se quedaría a trabajar, los había dejado algo incomodos, ya que era la fecha en que nuevamente Rebeca iba a entrar en su proceso de ovulación. De hecho, se había tomado el tratamiento esa misma mañana, y además llevaban casi dos semanas sin sexo. Evidentemente a la mujer aquella noticia le cayó como un jarro de agua fría. Su enfado era más que evidente, pese a que el marido le decía que no se preocupara, que cuando llegara de madrugada aún tenían tiempo de hacerlo, antes de él volver a su trabajo.
Ante el cúmulo de trabajo, el Gerente envió algunos trabajadores de otro almacén para que les ayudara. Entre ellos, enviaron a un hombre que ya pasaba de los cincuenta y cinco años, aunque aparentaba muchos menos. Este era de una corpulencia física bastante robusta, bastante alto, con unos brazos bastante fornidos, bien cuidado, y bien afeitado. Rebeca lo había visto en alguna ocasión, así como en algunas fiestas de navidad de la empresa. Aquel hombre ya disponía de algunas canas en el cabello, pero aun así le hacían mucho más seductor. Ella tenía conocimiento de que todos hablaban muy bien del mismo, por ser una persona bastante seria y que solo iba a lo suyo. La empresa no tenía ninguna queja del mismo.
Aunque ella no le dio mucha importancia, dos compañeras que trabajaban con Rebeca, y que igualmente tuvieron que quedarse esa noche, comentaron entre ellas: - ¿Te has fijado en Rosendo? A pesar de su edad, tiene cuerpazo que ya quisieran otros. Y esa cara de seductor, ¡Uhm.. esta como un tren! ¿No crees Susy?- le pregunto una de ellas a la otra amiga.
-Y que lo digas. Si se pone a tiro no me importaría hacerle un favor, le dijo la tal Susy, que tenía fama de ser bastante liberal y algo desbocada.
Rebeca, se sonrojó y le contestó: -¡Estáis locas!. ¿No os dais cuenta de que es un hombre casado? Además, dicen que es bastante serio- les comentó, aunque en realidad a ella también le seducía aquel hombre.
-¿y eso que importa?. Te juro que yo me echaría una canita al aire con ese maduro. ¿Uf has visto los músculos que tiene?… ¡me supongo como tendrá lo que tiene entre sus piernas…! ¡seguro que bien grande! …o ja ja! Y todas se rieron por la ocurrencia.
Rebeca observó que Rosendo trabajó como el que más, y sobre las 5 de la mañana, el encargado les dijo a todos que ya estaba bien por esa noche y, que se dispusieron para marchar a sus casas.
Cada uno se fue marchando, bien en su coche, o en el de otros. Rebeca carecía del mismo, ya que aún no había adquirido el suyo. Ella tenía pensado tomar un taxi, habiendo llamado solicitando uno, ya que no quería hacer levantar a su esposo tan temprano. Por ello, se quedó fuera del almacén esperando que el taxi viniera.
Mientras esperaba ya un rato en la puerta, se dio cuenta que hacía bastante frío e incluso había unos nubarrones, lo que evidenciaba que el tiempo amenazaban lluvia. En ese momento salió Rosendo. Al verla allí le comento: -¿aún estas esperando?; ¿no tienes con quien ir?
El hombre se ofreció a llevarla a su casa. Pero, ella algo nerviosa, le contesto que vivía algo lejos y tampoco le parecía correcto que la llevara, ya que aún era de noche. Rebeca estaba ansiosa por llegar a su casa, donde la estaría esperando su marido, y ansiaba hacer el amor con el mismo. Notaba que se encontraba bastante caliente, deduciendo que era consecuencia del tratamiento de fertilidad.
Pese a volver a llamar, se estaba desesperando al ver que no llegaba ningún taxi. Pensó en llamar a su esposo, pero seguro que se estaría preparando para ir a su trabajo. En ese momento observa que Rosendo regresa y le dice: ¿aún no ha venido el taxi?
-Aun. No entiendo porque tardan tanto.
Esperaré que venga el taxi. No es conveniente que este sola aquí- le contesto el hombre queriendo ser cortes.
-Gracias. Este lugar es algo temeroso cuando se han marchado todos. Me han dicho en la centralita de taxi que están bastante ocupados, y que parece que está lloviendo torrencialmente cerca de aquí.
-es posible. ¿Has visto como esté el cielo?, parece que fuera a caer una gran tormenta.
La mujer desesperada volvió a llamar el servicio de taxi, y le dijeron que lo sentían pero que, en su zona iba a resultar imposible, y que tenían bastantes dificultades por la lluvia.
Mientras la mujer esperaba, ella observaba a Rosendo, dándose cuenta de que sus compañeras no se equivocaban mucho. El citado hombre, pese a su edad poseía un cuerpo bastante escultural, bien fornido para su edad, bastante más alto que ella; anchas espaldas, y poseía una cara que seducía a la mujer. En ese momento recordó las palabras de Loly sobre el tamaño de su herramienta, y sin poder evitarlo, dirigió su mirada hacia el bulto del pantalón del hombre.
Llevaba más de cuarenta minutos esperando, hacia frio y ya estaba empezando a caer las primeras gotas de agua. Ante ello, el hombre la manifiesto: -no quiero ser pesado, pero deberías aceptar mi oferta y venirte en mi coche. Te acercaré a casa.
Observó aquel hombre, y sentía pudor que la acompañara hasta su casa. Recordó que llevaba dos semanas sin sexo, y sentía que el tratamiento estaba haciendo de las suyas. Miraba el tremendo cuerpo del hombre y se dio cuenta que la presencia de aquel, la excitaba. Pero, ella ¡era una mujer casada!, ¡no podía estar pensando en aquellas obscenidades. ¡Ya no era una jovencita!
Tras la última llamada al servicio de taxi, quedo desalentada al escuchar que le indicaban que iba a ser imposible que ningún taxi acudiera. No le quedo más remedio que aceptar la oferta del hombre
-creo que voy a tener que aceptar su oferta. ¿Puedes acercarme a casa? Pero con la condición de pagarte los 30 euros que normalmente me cobra el taxi.
Ella vivía en una urbanización nueva a las afueras de la ciudad. Rosendo vivía en otro extremo de la ciudad, por lo que aquel tenía que hacer luego un buen viaje de regreso, que, al decírselo, preocupó a la mujer. Observó que el vehículo era una especie de furgón, con dos asientos delante y detrás un espacio como para carga, aunque también había unos asientos.
Nada más tomar la segunda calle de salida desde el almacén, se dieron cuenta que estaba cayendo una tormenta de agua y viento.
Tras unos diez minutos circulando, se percataron que apenas se podía circular con la intensa lluvia. No solo había retenciones, sino que el viento había roto ramas y arrastrado contenedores de basura que se localizaban en plena calzada. Rosendo hacia verdaderos esfuerzos para ir sorteado todos estos obstáculos.
A medio camino de la casa de Rebeca, al tomar una vía secundaria se dieron cuenta que la lluvia era tan torrencial que apenas veía a pocos metros. Además, el nivel del agua en la carretera era bastante alto, comenzando a inquietarlos. En ese lugar había antecedentes de algunas inundaciones.
Los charcos de agua eran tan muy grandes y abundantes, que obligó a Rosendo a apartarse de la carretera, realizando un giró del volante y perdiéndose entre unos árboles, apenas a unos cien metros de la carretera. Aquello asustó un poco a la mujer, quien se puso en guardia ante lo que podía acontecer.
El hombre llegó, y detuvo el vehículo bajo unos árboles bastante frondosos, colocando el freno de mano. Ella le miró sorprendida: –¿porque has parado aquí? -
El hombre le contesto: ¿has visto como está el tiempo?, ¡creo que va a diluviar!, apenas se ve nada en la carretera. Ya ha habido inundaciones en otras ocasiones. Este lugar es ideal ya que está en un plano más alto que la carretera. Y en ese preciso momento, como si hubiera sido un adivino, comenzó a llover de una manera espantosa.
Tanto llovía que la mujer comenzó a asustarse. El la tranquilizó y le dijo que pasaría pronto y que habían hecho bien en parar ahí, entre los árboles, pues si esa lluvia les hubiera cogido por la carretera, hubiéramos tenido problemas de visibilidad y el coche podría haber patinado, y con riesgo de inundación.
Rebeca observó su reloj, eran las 7,25. El cielo cada vez más oscuro. No iban a poder ponerse en marcha con esa lluvia. El hombre dejó el coche arrancado con la calefacción puesta, y al cabo de un rato el calor comenzaba a ser sofocante y algo angustioso, viéndose obligado a apagar el motor por riesgo a asfixiarse.
Siguieron charlando más y más, esperando a que cesase la lluvia, o al menos lo suficiente para dejarlos reanudar la marcha. Ella le comentó: Oh Rosendo, y ¿todo por querer traerme a casa? Vas a llegar tarde a tu casa. Mejor cuando lleguemos a una parada de taxis me bajo y tomo uno. No quiero que tengas problemas con tu mujer por mi culpa.
-tranquila. Mi esposa estará ahora camino al trabajo. Además, ¿tú crees que con este tiempo habrá taxi esperando?
Ella se dio cuenta, que seguramente su marido ya estaría saliendo hacia su trabajo. El entraba a las nueve, pero no le esperaría más allá de las 8 de la mañana. Encima iban a perder la posibilidad de un encuentro amoroso en su estado de fertilidad.
La mujer se encontraba algo incomoda delante, y no paraba de revolverse en el asiento. Los cristales del vehículos apenas dejaban ver el exterior y no podían poner la calefacción. En el coche se estaba bien respecto al frio y agua del exterior. Era verdad que bajo aquellos frondosos arboles el agua parecía no caer tan torrencialmente. En la calle seguía lloviendo a mares, el cielo cada vez estaba más oscuro, y cada vez había más charcos. Ella asustada le preguntó: ¿y si no nos cae un rayo entre los árboles?, él le contesto: afortunadamente no parece que haya rayos, solo es viento y agua.
Comenzaron a hablar de las familias, comprobando la mujer que Rosendo era un hombre bastante educado y muy amable. Le contaba anécdotas de su vida para pasar el tiempo. Cuando ella observó el reloj vio que eran las 8.15. Su marido ya se habría ido a trabajar. Pero, por otro lado, le entró otra preocupación: no había tenido la precaución de orinar antes de salir, pensando que podía hacerlo en casa tranquilamente. Y en ese momento, después de tanto tiempo en el coche, prácticamente veía que “se meaba”.
Rosendo al verla nerviosa y encogiéndose terminó por preguntarle, y al contestarle aquella, y le reconoció que le ocurría lo mismo.
-Pero, hacerlo fuer, y salir del furgón nos vamos a empapar.
En ese momento observó el lugar y se dio cuenta que más adelante, existía como una pequeña construcción, que parecía abandonada, pero que tenía una gran volado de más de un metro sobresaliendo. Por ello, le dijo: voy a acercar el coche debajo del volado aquel, quizás así podamos salir fuera y hacer nuestras necesidades. Intentaré pegar el coche lo más posible, dejando espacio para salir.
Arrancó el coche y e intentó colocarse debajo del citado volado. Al abrir la puerta al margen derecho, parecía que no llovía tanto, aunque el agua y viento afectaba. Pero, al menos, no era tan torrencial. El hombre tuvo que salir por entre los sillones y pasarse al espacio trasero, y desde allí tomo un paraguas y salió por la puerta trasera.
El hombre de dio cuenta que, pese a todo, el agua que arrastraba el viento, lo iba a empapar. No obstante, se bajó la cremallera y comenzó a orinar. El paraguas poco le cubría de la lluvia. Tras hacerlo, comprobó que pese a todo se encontraba bastante mojado. Miro la construcción, intentó forzar la puerta, pero le fue imposible. Viendo que estaba cada vez más mojado, decidió volver.
Al regresar, Rosendo observó que sus pantalones vaqueros y su camisa estaban chorreando. Entonces le dijo a la mujer: -No podía aguantar más. Pero me he empapado. Voy a tener que quitarme la ropa y dejar que se seque un poco.
La parte posterior del furgón estaba casi completamente cerrado, por lo que solo se podía ver por el cristal de la puerta trasera, pero estaba tan empañado que poco visibilidad había. Ella al escuchar que se iba a quitar los pantalones y la camisa se agito diciéndole: pero, ¿se va a desnudar?
-No puedo quedarme con ellos puestos. ¿Has visto como me he quedado? Puedo coger una pulmonía. Intentaré taparme con esta pequeña manta, que afortunadamente guardo en el coche.
Ella no dijo más nada. El hombre se bajó sus pantalones, los sacó, y los depositó sobre el respaldo del asiento delantero con sumo cuidado y bien extendidos. Luego hizo lo propio con la camisa. Ella pudo visualizar al mismo a través del retrovisor. Y sin poder evitarlo, llegó a observarlo, sorprendiéndose del espectacular cuerpo del mismo. Los enormes bíceps de su brazos, el ancho pecho, demostraba que era un hombre bastante corpulento. Al fijarse en el slip que llevaba se dio cuenta de que estaba igualmente empapado, y el abultamiento le demostró que debía cubrir un poderoso aparato.
Rebeca se quedó nerviosa y agitada. Su estado de excitación se reveló al instante, aunque se dio cuenta que necesitaba orinar cuanto antes. El hombre se cubrió un poco con la manta y se quedó en la parte trasera.
Rebeca no podía aguantar y le dijo: “tengo que salir o me voy a mear encima”. Joder, pero…. me ¡voy empapar como te ha sucedido a ti!.
Al momento abrió la puerta y salió con el paraguas, al instante se dio cuenta que se iba a empapar también. Se remangó la falda que llevaba y se bajó las bragas como pudo, y comenzó a orinar. En ese momento el viento le destrozó el paraguas. Ahora el agua le caía casi literalmente. Se dio cuenta que hasta su desnudo trasero se estaba empapando.
Intentó subirse sus bragas, viendo que estaban empapadas. El agua le calaba hasta el sujetador. No podía entrar en la parte delantera, so pena de mojar completamente el sillón. Mejor hacerlo por la parte trasera, como había hecho Rosendo. Se lo dijo y aquel le abrió la puerta desde dentro. Ya dentro, le comento: -oh dios me he empapado también.
El hombre la observó y le dijo: creo que mejor será que de quites también la ropa, o cogerás una pulmonía. Si quieres luego puedes enróllate en la manta. Es corta, pero al menos no pasaremos tanto frio los dos.
La mujer se agito y le contesto casi gritando: ¿Cómo desnudarme?, Pero. Enrollarnos los dos en tu manta. Es bastante pequeña.
-Como tu desees Rebeca. Pero no sabemos el tiempo que tendremos que esperar aquí. Estas empapada y puede enfermar.
La mujer en el fondo se dio cuenta que tenía razón. Pero ¿Cómo iba a desnudarse ante aquel hombre? Y, además, luego tenían que enrollarse juntos en la misma manta. Intentó esperar, pesando que el tiempo mejoraría.
Ellos continuaron hablando, pero la mujer pronto comenzó a tiritar, y se dio cuenta que aquel hombre tenía razón. Por ello decidió hacerlo lo que le decía: se iba a tener que desnudar ante el mismo. Pero antes le dijo: Oh Rosendo. Voy a tener que desnudarme, …¡espero que seas un caballero. ¡Y por supuesto de esto nada a nadie!
Ante la mirada del hombre, se comenzó a quitar la blusa empapada que llevaba, quedando solo con su sujetador blanco, algo trasparente, que, ante el agua acumulada, marcaba perfectamente sus grandes pezones. Luego, se retiró la falda, quedando solo con una especie de braga, que parecía más una tanga. Ella se había dado cuenta que sus dos prendas interiores estaban igualmente empapadas.
Al ver la mirada del hombre sobre su cuerpo, ella le dijo: ¡Oh Rosendo no me mires`!
-¿cómo quieres que no te mire?. Lo siento Rebeca, pero sería un tonto si no contemplara un cuerpo tan maravilloso como el tuyo.
.-Oh Rosendo, ¿Qué soy una mujer casada y tu también?
-Ya lo se. Pero soy un hombre, y no puede dejar de contemplar y reconocer cuando una mujer es sumamente preciosa como tú.
-Of por favor. Vale. ¿me hace un espacio entre la manta? Fuera hace frio.
El hombre le abrió la manta, mostrándole nuevamente su cuerpo, viendo que pese a tener su slip mojado, mostraba un enorme bulto. Ello evidenció que se encontraba excitado. La visión del cuerpo casi desnudo de la mujer era evidente que lo había encelado.
Ella lo miro, y al verlo le dijo: oh no me diga que se ha…. Oh joder…
Anda entra dentro de la manta, que vas a coger frio. Sin darle importancia.
Ella se metió dentro de la manta, sentándose junto al hombre, sintiendo al momento su calor corporal de aquel. La manta apenas daba para cubrir a ambos, por lo que ella se tuvo que acurrucar al cuerpo del hombre. Se dio cuenta que al lado de aquel hombre, dad su enorme estatura y corpulencia ella parecía una colegiala.
-¡Oh dios si alguien se entera de esto!- exclamo la mujer.
Tranquila Rebeca. Ninguno de nosotros lo ha buscado de propósito. Además, nadie va a saberlo. Tranquilízate.
Ella apenas le hablaba, pero notaba que cada vez se tenía que ir pegando más al cuerpo del hombre buscando su calor. En un momento dado, el hombre paso su brazo izquierdo por detrás de la espalda de la mujer, abrazándola, y atrayéndola hacia él, quedando ella casi acurrucada entre sus gran pecho. La mujer iba a protestar, pero al sentir el calor corporal del hombre, y ver que se sentía tan bien, se dejó hacer. En la posición en que se encontraba, notaba la petulancia del pene del hombre casi pegada a su muslo. Es más, su mano, la había colocada sobre el vientre del hombre, como acariciando el ombligo del mismo, pero a escasos centímetros del slip de aquel.
Aquel le susurró: ¿estas mejor?
Ella afirmó con la cabeza, acurrucándose más entre sus brazos. Pese a todo, se sentía muy bien entre los enormes brazos de aquel hombre, que no era su marido. No sabía que le estaba pasando, pero sentir el calor corporal y la tremenda fuerza y músculos del compañero de trabajo, le tenía bastante excitada. Tenía su braga mojada, pero aun así percibió que se estaba mojando.
El hombre con la otra mano, la acercó a la cara de la mujer, y le retiró los flecos del cabello, que tenía enmarañado por el agua, apartándoselo y dejando la cara de la misma despejada. Lo hizo tan sensualmente que la mujer se vio obligada a mirarlo de forma casi agradecida. Rosendo se encontraba igualmente excitado al sentir el cuerpo casi desnudo de su compañera de trabajo. Estaba con una mujer casada, bastante más joven que él. Sentía el calor del cuerpo de aquella, los pechos algo grandes, y ahora, al observar la mirada de la mujer, fue suficiente, para tomar la cara de aquella sujetándola por la barbilla y sin poder contenerse, acercó sus labios y la besó en la boca.
¡Al instante se percató del intenso calor de la mujer! ¡Aquella boca ardía! La mujer, pese a su sorpresa, inicialmente lo aceptó, abriendo los labios y recibiéndolo. Tras unos momentos besándose, ella lo apartó un poco diciéndole:
-Oh Rosendo. Esto no está bien. Soy una mujer casada.
Pero Rosendo en lugar de contestar, la volvió a besar en la boca, abrazándola más hacia él, cubriéndola con sus poderosos brazos. Ella permitió al fin que la lengua del hombre entrara en su boca, agitándose, y notando como su calentura aumentaba. Pese a saber que tenía que rechazarlo, se sentía tan bien en los brazos de aquel compañero de trabajo, tan musculoso y fuerte, y sus besos eran tan ardientes y dulces, que se dejó seducir. Pronto, la mano derecha del hombre se depositó sobre unos de los pechos de la mujer, sin dejar de besarla, con la consiguiente agitación de la mujer.
Él siempre había sido un hombre efectivo y decidido, por lo que al instante comenzó a manosear y magrear ambos pechos con su gruesa mano, constatando la dureza de aquellos senos, y especialmente los abultados pezones. Pocas veces había sido infiel a su mujer, contadas ocasiones, pero eso había sido más joven. Ahora, en aquel momento de olvidó de sus prejuicios. Tenía delante una joven casada, a la cual notaba excitada y ardiente, y no iba a dejar pasar la oportunidad.
Pero el hombre sin dejar de besarla, logro bajarle los tirantes del sostén, dejando los pechos al descubierto. Ella pronto sintió la enorme mano del compañero de trabajo, sobre sus ahora desnudos pechos, gimiendo entrecortadamente, viendo como los manoseaba, apretaba, y pasaba los dedos por sus enormes pezones, apretándolo, haciéndola suspirar.
La mujer pese a protestar, se percató que no podía zafarse del poderoso brazo del hombre, quien la tenía abrazada y sujeta a él. En un momento dado, el hombre tomó una de sus manos, y ante la sorpresa de la mujer, la llevó al encuentro de su slip, depositándola sobre dicha prenda. En cuando la mujer palpó el pene del hombre aún sobre la tela, se electrizó. Estaba palpando el pene de su compañero de trabajo. Recordó al momento el comentario de sus compañeras de trabajo: y ahora lo estaba sintiendo. Era evidente que se trataba de un pene bastante grande, muy superior al de su esposo. Pese a que intentó retirar su mano, el hombre insistió, pero esta vez, de forma más osada, logró que la mujer metiera su mano por entre el slip hasta colocarla sobre su poderosa y desnuda verga.
La mujer, miró al hombre, .. extrañada, sin dar crédito. Lo que su mano estaba tocando, parecía un sable de una dimensiones enormes. Sin poder contenderse, miró hacia abajo y verificó el tremendo cipote del mismo, ahora fuera del slip, con una erección bastante pronunciada. Pese a sus intentos de no atraparla, pronto se vio incitada a manosear a placer aquella verga, en toda su dimensión, comprobando la longitud y grosor, así como la dureza del mismo. Exclamo: oh joder que grande…joder…
¿Te gusta Rebeca? ¿Has visto como me has puesto?
-Oh Rosendo, No podemos estar haciendo esto- exclamó ella, mirándolo a la cara, pero sin atreverse a soltar la mandarria del hombre.
Este, sin contestarle, volvió su mano hacia los pechos de la mujer, volviendo a manosearlos, mientras ella, se ocupaba de su verga.
-Rebeca. ¡Tienes unos pechos preciosos! ¡Firmes y voluminosos! ¿Y qué pezones? ¡Eres una mujer muy hermosa!
¿Lo dices en serio? - exclamo aquella, quien no dejaba de manosear la mandarria del hombre.
-totalmente. Me encantan como los tienes. Se puedan coger en las manos, y acariciar como a mí me gustan… joder y…que pezones. Mientras con su boca alcanzaba uno de ellos, dando cuenta del mismo, lamiendo y saboreando el redondo seno de la mujer, para luego concentrarse en su abultado pezón, haciendo gemir a la mujer.
Tremendamente excitado, se bajó totalmente su slip, dejado que la mujer pudiera contemplar y tocar mejor la totalidad de sus genitales. Rebeca, al ver que podía manosearlos a placer, su curiosidad y morbosidad le llevó a palpar los testículos del hombre, tocándolos con toda su mano abierta, atrapando y pasándola por encima de los mismos, comprobando que estaban recubiertos de abundante vello, excitándose al comprobar que parecían dos pelotas de tenis, deduciendo que debía tener mucho semen acumulado allí. Ella estaba acostumbrada en sus juegos sexuales a tocar los testículos de su marido, pero aquellos parecían el doble de los de su esposo.
El hombre la dijo el oído: ¿Qué te parece mi pene? ¿Te gusta? ¿Has visto como me lo estas poniendo?
La mujer exclamo: pero … ¿la tienes muy grande? He visto el de mi esposo, pero ¡este es más del doble! Y, luego capciosamente, le pregunto: ¿cuándo le metes todo esto a tu mujer no le duele? Solo pensarlo… ¿La debes tener reventada?
-le cuesta un poco al principio, Pero luego disfruta mucho. Aunque, lo que más le gusta “es cuando la lleno con mi semen”. Le encanta ser regada por dentro.
-¡Ya he visto los testículos que te gastas!. ¡Son enormes también! Exclamó ella, más excitada ante las palabras del hombre.
En ese momento pensó que, si permitía que aquel hombre la follara, dado su estado, debía instarle hacerlo fuera. Seguro que, si se corría dentro, la podía embarazar. No es que no lo deseara, pero, aquel no era su marido.
El hombre entonces fue bajando su mano derecha, dejando libre los pechos de la mujer, hasta acercarse y colocar su mano sobre la braguita. Paso los dedos por donde suponía que se encontraba la raja del coñito de aquella mujer, notando con aquella se comenzó a revolver, suspirando ante el placer que la mano del hombre le concedía. Oh ahí no… oh Rosendo….
Tras unos momentos pasando el hombre sus dedos por donde se localizaba la raja de la mujer, metió su mano por encima de la braguita, apartando un poco la misma y alcanzando por primera vez la ranura de la vagina de la compañera de trabajo. Se dio cuenta que pese a estar la braga mojada, aquella mujer estaba bien húmeda, y que soltaba gran cantidad de fluidos.
-Oh no Rosendo… oo en la vagina no… por favor … ahí no..
-relájate, Rebeca. Lo tienes bien mojado. ¡Se ve que lo necesitas? ¿Te noto bastante ansiosa? Le comentó mirándola a la cara, y añadiendo. ¡Preciosa, tu boca y tu vagina están ardiendo!
-oh, Rosendo, debemos parar. Esto es una locura…
-ya, pero “tu cuerpo me dice que necesitas hacerlo”. Estas ansiosa por sentir mi pene. ¡Se que estas deseando tenerlo dentro de tu coñito! Veo que con solo pensarlo se te hace agua el mismo. ¿Notas como se pone de verga con solo pensarlo? Está deseando entrar en tu coñito. ¿Has visto como me lo estas poniendo? Le señaló mostrándole como estaba de endurecido su falo, el cual ella no dejaba de ser manosear, masturbándolo con su manita.
-.. Oh, Rosendo. “Te está creciendo más”. ¡Es demasiado grande! Mi vagina es bastante estrecha. ¡Me reventarías! exclamo ella, indecisa ante el deseo del hombre.
-vamos preciosa. Sabes de sobra, que la vagina se adapta a cualquier pene. Solo hay que lubricarte bien. Luego te la comerás toda.
En ese momento ella, entre los deseos de ser follada, y su nerviosismo, sin saber porque, llegó a confesarle al compañero de trabajo su situación íntima, diciéndole: Pero, es que no debo hacerlo. Oh, Rosendo, ¡creo estar en mis días fértiles1. Me noto tan caliente que seguro que estoy ovulando.
Y, sin pensarlo, le comenzó a relatar que estaba tomando un tratamiento para la fertilidad, ya que ansiaba tener un hijo. Tan explicita fue que, llegó a contarle con pelos y señales que esperaba llegar pronto a casa para follar con su esposo, ya que se notaba bastante caliente y quería aprovechar su estado. ¿Lo comprendes? ¿Por ello no podemos hacerlo? Especialmente hoy.
Rosendo al escuchar las palabras de la mujer, al margen de quedarse anonadado con aquella confesión tan intima, comprobó que su verga se endureció más. Saber que aquella mujer estaba ovulando, y que necesitaba ser follada cuanto antes, fue determinante para que el hombre decidiera que iba hacer suya aquella mujer como fuera.
Por ello, le indicó: Tu misma lo has dicho Rebeca. ¡Necesitas ser follada cuanto antes! “Estas quemando, tienes ese coño ardiendo y pidiendo a gritos una polla”. Sabes que, ya no llegarás a tiempo de hacerlo con tu marido. Seguro que ya ha marchado para el trabajo. Pero ¡necesitas apagar ese fuego interior que sientes. ¡Y necesitas hacerlo cuanto antes!
Oh, Rosendo. Lo que me propones es una locura… ¿y si te corres dentro y me dejas embarazada?
-No lo niego. Pero ¿has visto como tienes el coño? le decía, casi mostrándoselo a la mujer, al tiempo que la abría bien las piernas y con sus dedos le toqueteaba y abría los labios del coño, dejando a la vista el interior de la vagina, con todos los labios vaginales lubricados. ¿Has visto que abierto lo tienes?, ¿No puedes más!, ¡estas muy deseosa!… ¡necesitas una polla cuanto antes!
Esa forma de hablar del hombre, ver como la toqueteaba su coño, la estaba volviendo loca y aumentaba su excitación. Tenía razón aquel compañero, y era consciente de que necesitaba un polla cuanto antes. Para colmo, estaba viendo la enorme polla del compañero de trabajo, y ansiaba ser poseída por el mismo Miró con cara de loba en celo, la enorme cabeza de aquel pene, su dureza, y la gran longitud y grosor del mismo, y más ansiosa se ponía. Había detectado que, con la tremenda erección, las venas de aquel falo se habían endurecido y se mostraban abultadas, dando la apariencia de un pene mucho más colosal. Su deseos de sentirla dentro era cada vez mayores, pero, al propio tiempo, tenía cierto recelo al ver la dureza y magnitud del mismo.¡No sabía si su coñito soportaría aquella enorme pieza!
El hombre consciente de las dudas de la mujer, no dejó de frotarle la vulva vaginal, haciéndola gemir y retorcer de placer. Aunque se dio cuenta que, si continuaba así, aquella hembra iba alcanzar el orgasmo de un momento a otro. Percibía las ansias de aquella joven casada, por correrse cuanto antes. Pero él no quería que lo hiciera aún, “él quería follarla”. Necesitaba, y ansiaba, meter su tranca dentro del ardiente coño de su compañera de trabajo, e iba hacer todo lo posible por conseguirlo. Por ello, decidió terminar con aquel toqueteo, dejando a la mujer muy cerca del climax.
Ella le miró como pidiendo una explicación, pero el hombre retiró la manta, mostrándose completamente desnudo ante la mujer, para luego colocarse en una especia de banco que tenía en la parte trasera del coche, con todo su cipote mirando hacia el techo y le dijo: vamos Rebeca. ¿Mira cómo la tengo? Se que estas ansiosa por sentirla dentro. Anda, móntate…verás como vas a disfrutar.
La mujer, observó el tremendo falo empinado hacia arriba como un verdadero misil entre las piernas de aquel tremendo hombre. Al retirar la manta, ella también había quedado casi completamente desnuda, ya que su braga estaba casi en las rodillas. Contempló aquel semental, de gran altura, con aquella amplias espaldas, y los tremendos músculos de sus manos, y aquella estaca entre sus pies, y en el fondo se maravilló. Por el contrario, ella parecía una jovencita con baja estatura ante aquel gigante.
Pese a dudarlo unos minutos, por fin se retiró completamente la braguita, bajándosela por los pies, mostrándose totalmente desnudada ante aquel tremendo semental. Sus pechos ahora desnudos blandían firmes, y con los pezones bien empitonados por la excitación y el propio frio. Igualmente se abrió un poco, mostrando su vagina, con el abundante vello, y dejando sobresalir los abultados labios vaginales.
Rosendo, contempló mejor el coño de la joven. La sola visión del mismo, y ver a la mujer que parecía una adolescente completamente desnuda, lo enfiló como un toro. Al instante la incitó: vamos preciosa. Ven, acércate, … uf como tienes ese coñito, estas empapada, le decía al tiempo que con sus dedos los pasaba por los labios vaginales de la joven, quien permanecía ante él, casi de pie, con las piernas algo separada. Uf… ¡¡Necesitas ser clavada cuanto antes!! ¡!-.
-¿no tendrás condones por casualidad? Le preguntó aquella, como indecisa, sabiendo que era casi una tontería.
-¿condones?. Nunca los he usado. Además, siempre me ha gustado sentir el coño de una mujer al natural. ¡Estas tan caliente, que también ansias sentir mi falo al natural!
La mujer estaba que no podía más, en un último intento le pregunto: ¿Ay Rosendo…¿prometes no correrte dentro?. ….
-¡hare lo que tú quieras!. Pero, te aseguro que cuando la tengas dentro, tu misma me vas a pedir que te llene con mi lechita.
Y sin esperar más, aquella se acercó algo recelosa, se abrió de piernas con la intención de acomodarse entre las piernas del hombre, con la intención de sentarse a horcajadas sobre los muslos del aquel. Para ello abrió al máximo sus piernas, mostrando en toda su amplitud su excitado y lubricado coño, hasta colocase hasta la altura del tremendo cipote. Una vez a su altura, Rebeca se agachó un poco y tomó la polla de Rosendo entre sus manos, la vuelve a manosear de arriba abajo, y luego la acercó a su vagina, la meneó un poco tomando un poco de jugo de su propia vagina, y la esparció por la glande de aquel falo, preparándolo para que le fuera más fácil la penetración. Luego, muy despacio se fue dejando caer, viendo como su estrecho coño se iba abriendo para permitir el paso del cabezón de aquel tremendo pene.
-Oh esto es una locura…oh ¿Dios como estas?¿me vas a reventar?…oh joder como la tienes.
No obstante, continuó bajando, viendo pronto, como su vagina se tragaba la mitad de aquel tremendo manubrio. Notaba las paredes de su vagina presionando fuerte, impidiendo que aquel falo bajara más de la cuenta. Sentía una tremenda presión en su coño.
El hombre viendo, que aquella estaba indecisa, y que realmente las paredes de su vagina estaban luchando para evitar ser penetrada totalmente, al ver los pechos al descubierto de aquella joven casada, acercó su boca y comenzó a darle sendas mamadas, para luego colocar uno de ellos en su boca, sorbiendo el pezón, haciendo gemir a la mujer. Mientras la mujer se retorcía al sentir la boca del hombre en sus pechos, Rosendo, acercó sus grandes manos a las nalgas desnudas de la mujer, atrapando casi en su integridad aquellas, apretándolas, y pasando las manos por todas ellas, lo que terminó de excitar a la mujer. Tanto, que, en un momento dado, cerró sus ojos y se dejó caer, terminando por clavarse la casi totalidad del tremendo pene. Oh …. ¡Como me abres! oooo
Rebeca comprobó que las paredes de su vagina se estaban abriendo al máximo, pareciendo que se iban a romper de tanto estirarse, con la finalidad de albergar aquel tremendo cipote. Nada que comparar con el de su esposo. ¡Aquel pene la llenaba completamente!
Rosendo y Rebeca continuaron en la parte trasera del furgón, acaramelado y haciendo el amor.
Tras los primeros momentos, Rebeca sintió como se clavaba casi la totalidad del falo en su vagina, quedandose casi sin respiración, agitada, completamente empalada por el falo de aquel mandingo blanco. Oh como me llena ooo… oh Rosendo…. Me abres mucho…
-uhm Rebeca. Relájate. Ya la tienes dentro. Dentro de poco de acostumbraras. ¡Joder que coñito más divino!. Eres una diosa preciosa. Al tiempo que comenzó a tirar de las nalgas de la mujer, aupándola, para luego dejarla caer, tirando de ella, en un intento de terminar de clavarla en su totalidad.
Rosendo, tremendamente excitado igualmente, viendo que tenía ensartada casi totalmente a la joven casada, le susurro: Uhm …estas sumamente caliente. Rebeca, ¡tu coño parece que me vaya a quemar mi pene! ¡Va a ser verdad que estas ovulando! Noto su vagina sumamente ardiente…. Pero anda, vamos cabalga a tu potro, verás como se te va a apagar ese fuego… Vamos nena- le decía impulsando a la mujer con sus manos posadas en sus redondas y desnudas nalgas, mientras aquella comenzara a cabalgarlo, primero poco a poco, para luego continuar de una manera frenética.
Rebeca tras los primeros momento de dolor, que paso pronto, comprobó que su estrecho coñito se había tragado la casi totalidad del cipote de aquel hombre. ¡Era increíble! ¡Estaba totalmente empalada! Aquella polla la llenaba, parecía que le fuera a llegar más arriba del vientre. Notaba como las paredes de su vagina se habían dilatado al máximo, y ahora permitían la subida y bajada del pene a través de ellas. Jamás había sentido una sensación igual. Notaba el enorme placer que le producía sentir aquel tremendo falo en su coño, y comenzó con los movimientos de arriba y abajo, en un deseo cada vez más incesante y necesario de venirse.
-Oh Rosendo me tienes toda abierta. Pero luego mirándolo a la cara le dijo; pero me gusta. ¡Joder es que la tienes tan grande!, ¡pero me encanta tu polla!
-Lo es preciosa. Has visto como tu coñito se ha comido totalmente mi pene. Notas la presión del mismo dentro de tu vagina. ¡Uf nena que hembra estas hecha!
La mujer lo continuó cabalgando, aumentando la velocidad de éste, mientras bajaba y subía teniendo siempre como eje aquel tremendo falo. Se agarró de los hombres del hombre para apoyarse en cada cabalgada. Ahora estaba en la gloria. Sentía como aquel cipote la llenaba y la hacía vibrar de placer.
-Vamos preciosa. Quiero ver cómo te corres con toda mi polla dentro. Vamos…noto que estas a punto. Quiero ver cómo te vienes.
Aquello fue suficiente para que la joven entrara en el clímax, iniciando sus contracciones sobre el pene del hombre, hasta terminar corriéndose ampliamente durante varios minutos, terminando por recostarse sobre el pecho masculino, permaneciendo así, con todo el falo de aquel insertado en su conejito.
Se quedó quieta durante unos momentos, sentada sobre el hombre con todo el pene dentro de su vagina. Tras ello, el hombre comenzó a impulsarla, pasando sus enormes manos por la desnuda espalda de la misma, acariciándola, luego tomando sus pechos, para volver acariciar su espalda. La joven volvió de nuevo a comenzar a cabalgar aquel hombre, hasta que, tras unas cuantas subidas y bajadas, volvió a convulsionarse, apretándolo con su vagina la herramienta del hombre hasta el punto de parecer querer triturarlo, para luego terminar con una alocada venida, quedando completamente desvanecida, hasta el punto de que el hombre tuvo que sujetarla para evitar que se cayera.
Tras ello, el hombre comenzó a besarla, siendo él quien ahora clavaba una y otra vez su polla dentro del ardiente coño de aquella mujer. Rebeca estaba disfrutando como nunca. Estaba enamorada de la polla de aquel compañero de trabajo. Cuando el hombre tomo sus pechos en su boca nuevamente, aquella se volvió a excitar. Nunca se había corrido más de una vez, y ahora iba por el tercero.
-oh siii siiiiii… oh que bien.
La joven cruzo sus manos tras la nuca del hombre, para sujetarse, viendo que ahora era el hombre quien la follaba. Aquel, la tomó por las caderas, haciendo que la joven arqueara su cuerpo hacia atrás, al tiempo que el la tiraba de sus caderas clavándole una y otra vez su cipote en el coño. Luego la volvía a desclavar, para tirar de ella, enterrándole nuevamente su cáñamo hasta el mismo útero a la mujer. Su enorme cuerpo y poderío, le permitía tomar a la joven casada como si fuera una auténtica muñeca. Fue tal el ardor de aquella follada, que se levantó un poco del banco, y continuo fallándola en el aire, tomando aquella en alto, mientras le clavaba una y otra vez su polla, reventando el coño de la misma.
-Oh Rosendo me vas a matar…. Oh me revientas … oo
La mujer estaba sorprendida viendo con la enorme facilidad y poderío con el que aquel hombre la mantenía en alto, con sus piernas adosadas a las del hombre, permita que aquel continuara perforando sin piedad, una y otra vez, su maltrecho coño. Pese a la gran cantidad de fluidos, comprobaba que la dureza y grosor de aquel falo estaba causando estragos en sus labios vaginales, los cuales sentía que estaba inflamados e irritados.
Pero el hombre no paraba. Era un auténtico semental que le enterraba una y otra vez, sosteniendo en alto, la totalidad de su enorme cipote.
La explosión del deseo era continua, hasta el punto de que alcanzó su tercer orgasmo, sin que aquel dejara de perforar su coño.
Tras acabar, se percató que el hombre también estaba a punto de estallar. Notaba como se iba hinchando cada vez más dentro de su coño aquella mandarria. Era evidente que estaba pronta su venida. Aquel, la mantenía empalada, sin dejar de perforarla, mantenido el cuerpo de la mujer en alto y con el cuerpo arqueado hacia atrás, facilitando que su polla penetrara más hondamente en la vagina de la mujer. La estaba atravesando profundamente.
Oh, Rosendo,” noto que te estas hinchando dentro de mí”. Tienes que salirte. No puedes correrte dentro.
Rosendo, tomó a la mujer por la espalda con su dos poderosas manos sosteniendo la misma en alto, mientras le tenía su polla totalmente encajada en el coño. Notaba la estrechez del coño de la mujer y el grosor de su verga, entrando y saliendo de la ardiente cueva. Mientras le daba caña, le comentó: ¿Te has dado cuenta de que estoy a punto? Pero, los testículos bien repletos. Pero siento el deseo de llenar ese coñito como mi semen. ¡Te juro que te voy a dejar bien regadita por dentro!.
-Oh no Rosendo. No seas loco, debes salirte… es muy peligroso. Oh no … no lo hagas. intentó detenerlo. Pero su pequeño cuerpo nada tenía que hacer contra el tremendo cuerpo de aquel semental, quien obligaba a la joven casada, a abrirse al máximo, mientras le clavada una y otra vez su falo en el coño.
-pero Rosendo… ¡me puedes embarazar… sabes que no podemos…!.
-pues “tengo unas ganas enormes de regarte ese coñito con mi semen”. ¡Quiero echarte mi semilla dentro!. Oh, Rebeca, tienes ese coño muy caliente, ardiendo, ….necesites que te apague ese fuego. Necesitas mi leche. ¿es que no te das cuentas que estas ardiendo?
-Oh, estás loco… sabes que no debes hacerlo…Pero ella evidenció en la cara de Rosendo que se iba a vaciar dentro de ella, si o si..
Rosendo, clavo su enorme cipote bien adentro del coño de la joven, abriéndola totalmente, contemplando como la mujer se quedaba con los ojos en blanco, abierta de piernas y totalmente entregada. Mientras le metía los últimos empujones, antes de su inminente venida, le susurró: ¡eres mía Rebeca!. ya me viene …te voy a llenar como mi semilla …oo siii…
Oh, Rosendo, ¿lo que quieres es dejarme embarazada?… no puede ser….
El hombre la miró a los ojos, mientras comenzaba a lanzar dentro de la vagina de aquella mujer, las primeras lechadas de su esposo semen. Rebeca al sentir esas lechadas contra las paredes de su vagina, se quedó como trastornada. Aquellos lechazos le llegaban bien adentro. Rosendo, aquel semental, se estaba corriendo dentro. No lo iba a sacar. ¡Intuía que tenía intención de embarazarla! Joder y lo iba a conseguir. Aquel compañero de trabajo la iba a preñar.
-oh joder… te siento. ¡Siento como me estas regando!… ohhh Rosendo…. me vas a preñar…. Oh, si …noto como te vienes dentro… oh cabronazo …. me vas a desgraciar… ooooo.
Notaba como el semen del hombre iba llenando su coño. Era una sensación sumamente placentera. Cuando su esposo se dejaba ir en ella, apenas lo percibía, pero el semen del aquel semental era imposible no sentirlo. ¡Se estaba deslechando dentro de ella!
El hombre parecía un manantial lanzando semen dentro de su vagina, hasta que por fin aquella fuente ceso. Aun así, el hombre continuó con su polla dentro del coño de ella, sosteniéndola en alto y clavada hasta la empuñadura. No comprendía como aquel hombre tenía fuerza para mantenerla en alto mientras la perforaba y terminaba viniéndose dentro. Era algo inimaginable en un hombre maduro con aquel.
Tras unos momentos, Rosendo volvió a sentarse, manteniendo a la mujer clavada en su polla. La abrazó, la volvió a besar y le dijo: -Rebeca. He hecho el amor bastante. Pero jamás había sentido tanto placer como lo he sentido contigo. Eres fabulosa.
-Oh Rosendo. Me has llenado mucho. Te has venido bastante dentro de mí. ¿Y si me has embarazado?
El, la miró dulcemente y le contesto: ¿acaso no lo estas deseando? Sabes que me encantaría ser el padre de tu hijo.
-estás loco. ¿Y qué pasa con mi marido?
Cuando llegues a casa le hechas un polvo, y jamás podrá pensar que no es suyo. Seguro que hasta se sentirá contento de tenerte por fin embarazada.
Ella lo miró sorprendida, aunque luego lo pensó, y supo que era lo que realmente tenía que hacer.
Miraron hacia fuera, y observaron que la lluvia había amainado, y ya solo caía un pequeño sereno, pero los charcos de agua fuera eran más que evidentes. Ella se lo dijo, pero el hombre le manifiesto: debemos esperar que vaya bajando el nivel del agua. es peligroso circular con tanta cantidad de agua en la vía. Relájate…. Tu marido ya se marchó a trabajar. No tengas prisa.
Permanecía sentada sobre el hombre, abrazada al mismo, y con todo el cipote de aquel aún dentro de su vagina. Ella le dijo: -anda déjame bajar. Me vas a dejar mi coño completamente abierto e inflamado.
Tras bajarse del mismo, observó el pene del hombre, aún con una erección, que resumía por el glande algunas gotas de semen. Luego miró su vagina, abriéndose para ello el coño con sus dedos, y mostrándoselo al hombre exclamando: ¡Mira cómo me lo has dejado! ¡qué barbaridad! ¡Me lo has abierto totalmente! y al ver salir algunas gotas de semen de su vagina añadió: ¡Y para colmo me has llenado! Jamás mi marido se ha corrido de esa forma. ¡Seguro que me has dejado embarazada.!
Ella se sentó a su lado. Ya no le importaba mostrarse completamente desnuda ante aquel hombre. Por otro lado, pese a su desnudez, el vapor dentro del vehículo mantenía un calor aceptable, pese al frío exterior.
Tras unos minutos, ella observó el pene del hombre y exclamó sorprendida: ¿No me lo puedo creer? ¡Te has corrido y aún sigues empalmado!
-Es que, viendo ese tremendo cuerpo, me están dando ganas de darte otra cogida. Le comentó aquel.
-¿estás de coña?. Yo apenas puedo con mi alma. Me he corrido tres veces, y me tienes abierta como nunca.
-Vamos preciosa. Ponte en cuatro ahí.
Ella le miró y le pregunto: ¿Qué deseas? ¿Qué me ponga en plan perrito? Y al ver como se había puesto la polla del hombre, le comenta: joder la tienes nuevamente empitonada. Me vas a terminar de reventar.
Pero la mujer deseaba complacer aquel semental, por lo que decidió colocarse en plan perrito colocando la manta en el suelo del vehículo, mientras ella se colocaba de rodillas, para luego mostrarle su trasero al compañero de trabajo.
El hombre de colocó detrás de ella, manoseo un poco su pene, y luego lo acercó al trasero de la mujer. Era como el trasero de una jovencita, redondo, y al abrirlo un poco colocar su pene en la raja de la vagina, observó el pequeño ano de la misma, que dedujo permanecía virgen. Pensó como sería clavar a esta hembra por ese agujero.
Tras alcanzar la raja del coño de la mujer, presionó, viendo como su polla volvía a ingresar en aquella vagina, hasta terminar atravesándola con su vástago. Su pene entró hasta la empuñadura. Luego comenzó a bombearla sin para con una fuerza inusitada. Tal era su ímpetu, que, pese a que la mujer no pensaba volver a correrse, alcanzó un cuarto orgasmo en esa posición.
Mientras, se venía percibió como el falo del hombre se volvía a inflamar. Era evidente que estaba a punto de correrse de nuevo.
Iba a decirle algo, pero se calló, en el fondo quería sentir de nuevo el semen de aquel hombre y que volviera a llenarla. ¡Y así fue!. Rosendo comenzó a escupir semen de forma torrencial dentro del coño de la mujer, corriéndose estrepitosamente y volviendo a llenar la vagina con su esposo semen.
Cuando termino, y ella volvió a incorporarse, le dijo: ¡eres un semental. Las dos veces me has llenado. “Sé que me has dejado embarazada”. Pero, joder lo he disfrutado. Tampoco me arrepiento.
Tras lo cual, viendo que las ropas estaban un poco secas, se las colocaron, y se dirigiendo a la casa de la mujer dejándola en una esquina. Ella notaba que le costaba caminar, estaba tan abierta y sus labios vaginales tan inflamados que le costó subir las escaleras.
Su marido llegó en la noche, y aunque ella no tenía la menor gana de follar, ya que seguía agotada, lo hizo a fin de que su marido se corriese dentro. Apenas sintió el pene del mismo, pero fingió correrse, para que aquel no sospechara. La venida de su marido fue tan ínfima, que apenas la sintió.
Sin embargo, le entró un morbo especial al saber que su marido se la estaba cogiendo cuando aún ella permanencia con parte del semen del compañero de trabajo dentro de ella. Se había lavado, pero notaba que seguía escurriendo restos de semen.
Su lubricación, y su coño mantenían este tan inflamado que el marido le comento: ¿Rebeca si que estabas caliente? Parecía que estabas encharcada.
-mi amor que estaba deseando que llegaras. Estoy ovulando y necesitaba que te corrieras.
Ella sabía que a la noche siguiente debería volver a trabajar hasta bien entrada la mañana. Rosendo le había indicado que también acudiría. Esa misma tarde, antes de marchar a trabajar, se tomó la temperatura, y verificó que aún seguía caliente, y posiblemente ovulando. Se excitó al pensar que podía volver a ser poseía por su compañero de trabajo. En el fondo ansiaba volver a sentir su polla, y sentir como se corría dentro.
Con esos pensamientos, se despidió de su marido, quien le había acercado al trabajo en su coche, cuando ya anochecía.
Ambos compañeros de trabajo empezaron la noche, y se vieron solo en algunas ocasiones y descansos. Las miradas lo decían todo. El trabajo fue más ligero, y casi sin darse cuenta, acabaron mucho más temprano que el día anterior. Rebeca miro el reloj cuando el Gerente les dijo que podían marcharse, comprobando que era las 5 de la mañana. Tenía que volver a coger un taxi, ¿no iba a despertar a su marido a esas horas?
Aprovechando un momento en que estuvieron solos, Rosendo le dijo: espérame fuera, yo te alcanzare a tu casa.
Rebeca iba de contestarle, pero al ver que se acercaban dos compañeras, no le respondió viendo que el hombre de metía en los vestuarios. No sabía qué hacer. Era consciente de que, si dejaba que Rosendo la llevara en su coche, posiblemente volvería a tener que follar con él. No es que no lo deseara, pero en cierto sentido se sentía responsable por la infidelidad cometida. No obstante, se detuvo un poco, permitiendo que salieran el resto de los empleados, y luego espero que saliera primero Rosendo. Ya fuera, observó que aquel le estaba aguardando en su furgoneta.
Excitada, miro para todos sitios para comprobar que no había nadie, y se acercó al vehículo abriendo la puerta delantera del mismo, y accediendo al interior del vehículo, al tiempo que le decía: Oh Rosendo. Era mejor que hubiera llamado un taxi. Tú también tienes tu mujer y necesitas llegar temprano a casa.
Rosendo, inició la marcha y le comentó: ¿Y dejar que marcharas sola en un taxi? ¿No me lo perdonaría? Además, … he estado pensando en lo ocurrido aquella noche.
Ella pensó que el hombre le iba a decir que se sentía culpable, y que debía terminar. En el fondo sintió decepción, ya que ansiaba volver a ser poseía por aquel semental. Pero, pronto de disiparon esas dudas cuando aquel le comento: Lo he pensado en estos días. ¡Creo que jamás había hecho el amor de esa manera con ninguna mujer! Y mirándola a la cara le dice: No sé si me estoy enamorando de ti, pero “necesito volver a tenerte”.
Oh, Rosendo. ¿Sabes que fue un error y que no puede volver a ocurrir?... estamos casados… no podemos continuar con esto
-¿acaso no te gusto?. Me dijiste que lo disfrutaste. Le respondió Rosendo.
-Y es cierto. Nadie me había hecho el amor de esa manera. Pero estamos casados, no quiero seguir siéndole infiel a mi esposo. Le respondió.
El hombre paro el vehículo, y mirándola le dijo: ¡necesito volver a tenerte esta noche! después veremos. ¡Pero esta noche quiero volver a clavarte mi polla, que la disfrutes, sentir que eres mía de nuevo! ¡Que sientas como te perforo ese estrecho coño, que me vuelve loco!
La mujer se excito ante las palabras del mismo. En el fondo ello lo deseaba, y por otro lado, la forma en que le hablaba Rosendo la agitaba y calentaba más. Sin embargo, le contesto: Ay Rosendo. Me he tomado la temperatura esta tarde y creo que aún sigo ovulando. La otra noche te corriste dentro. ¡No es prudente volver hacerlo!
El la miró y le dijo: ¡Pues con más razón! “Ya te dije que quería ser el padre de tu hijo”. ¿hiciste el amor con tu esposo aquella noche?
Ella le contesto afirmando con la cabeza, ruborizada ante la pretensión del compañero de querer embarazarla por encima de todo.
¡Perfecto! Si aún continúas ovulando, necesitamos confirmar que quedes embarazada. ¡Se que además lo deseas! “Quiero volver a regarte con mi semilla”.
La mujer se quedó estupefacta al escuchar como el hombre estaba dispuesto a dejarla embarazada, y abiertamente se lo indicaba, como si fuera lo más natural del mundo: ¡No me lo puedo creer…! … que cabronazo. ¿aún sigues pretendiendo embarazarme? Eres un auténtico loco.
El hombre continuó la marcha y paro cerca de un edificio. Ella, extrañada le preguntó por qué paraba. Aquel le contesto: tengo un apartamento que está vacío, herencia de mis padres. Nadie lo ocupa, pero podemos quedarnos unas horas.
¿Pretendes que me baje contigo y suba a ese apartamento? Le contesto incrédula la mujer.
-sin o te parece bien, podemos hacerlo en un descampado fuera del pueblo, pero ya sabes que pasaremos incomodidad y frio.
-¿Pero Rosendo?. .. .. ¡de verdad estás loco! Creo que lo mejor será, que arranques el coche y me lleves a casa. Le contesto ella.
El hombre la volvió a mirar y le dijo: ¿Quieres subir o no dirigimos a un descampado? ¿Sabes que lo necesitas tanto como yo?
La mujer se sonrojó, y tras unos momentos de dubitación, al final fue la primera en bajarse del coche. En el fondo sabía que tenía razón, y por otro lado, le excitaba la gran decisión de aquel hombre, quien casi dominaba su voluntad, pero que en el fondo le agradaba.
Rosendo, tomo unas llaves y tras ascender por el ascensor, llegaron a una tercera planta. Tras franquear la puerta, Rebeca pudo observar que se trataba de un apartamento bastante holgado, con una cama matrimonio, otra habitación más pequeña, cocina, sala de estar y baño.
Al entrar en la habitación dormitorio, aquella se quedó sorprendida no solo por la cama, la cual era de grandes dimensiones, sino por la presencia de dos grandes espejos que cubrían las dos puertas del armario empotrado. Al momento se imaginó las escena, pensando que cuando estuvieron follando, podían contemplar sus imágenes, con sus cuerpos desnudos reflejadas en los espejos. Eso la terminó de excitar.
Rosendo se percató de la mirada de la mujer hacia los espejos y sonriendo le comentó: Veo que te has percatado. El espejo es de la época de mis padre, y ahí se han quedado pese haber fallecido ambos. Pero ¡seguro que podemos aprovecharlo! ¡No sabes las ganas que tengo de volver a verte desnudita!
Al momento comenzaron a besarse, poniéndose de manifiesto al instante, dando perfecta cuenta de ello el espejo, la gran diferencia de altura de ambos. Rosendo tenía que agacharse un poco para besar a la mujer, ya que aquella apenas le llegaba con su cabeza a la altura de su pecho. observándolos en el espejo, resultaba sorprendente el enorme cuerpo de aquel hombre, en comparación con la mujer, que parecía una chica de baja estatura a su lado.
Comenzó a besar ardientemente a la mujer, percatándose que los labios de Rebeca aún ardían. Excitado comenzó a desvestirla, dejándola pronto con una lencería interna bastante sugestiva: el sostén era algo trasparente y dejaba entrever sus pezones. Pero, la sorpresa fue contemplar la pequeña tanga que esta vez se había puesta. Su excitación aumentó al contemplar que la parte dorsal de la tanga estaba constituida por un simple hilo dental, el cual se introducía entre la confluencia de ambas nalgas, dejando el redondo trasero de la mujer a la vista.
-Oh Rebeca. ¡Estas para comerte! Uy que tanguita. ¿Has visto como me has puesto? Le dijo mostrándole el bulto de su pantalón.
Morbosamente la mujer, comenzó a desvestirlo hasta dejarlo solo con un slip, que parecía romperse ante la presión ejercida por su miembro ante erección que poseía. Ella se sonrió ante la visión de tamaño bulto. Y su sonrisa se transformó en admiración, cuando de un tirón le bajó la prenda, dejando que saliera disparado el tremendo sable, ya erecto y enfilado hacia el techo. Ella observó el espejo, comprobando que se reflejaban los cuerpos de ambos, al tiempo que le decia: -jo. Rosendo…¿te has fijado como la tienes?... ¡la tienes ya bien erecta!… y ¡que enorme es!. ¿no pretenderás clavarme con eso de nuevo? Me vas a volver abrir otra vez.
La mujer, se miró en el espejo, contemplado la imagen de su cuerpo, al lado de la de su compañero de trabajo. Era una nena al lado de un tremendo semental. Morbosamente se colocó, dándole la espalda, reculando su trasero hasta acercarlo a la verga erecta del hombre. Sin embargo, era tal la altura de Rosendo, que el pene solo le alcanzó a rozar la espalda de la joven. Ella, no obstante, echó la mano hacia atrás y atrapó el sable del hombre mientras se miraba el espejo, diciéndole: ¿todavía no llego a comprender como me pudiste meter todo esto?
El hombre la abrazó, viéndose reflejados en el espejo, atrapando sus pechos con sus manos, y besándola en el cuello. Luego tomándola en brazos, con una facilidad enorme, la depositó al borde la cama, boca arriba, forzándola amablemente abrir sus piernas, logrando tirar de la tanga y dejando en cueros. ¡Oh nena… que delicia! ¿Qué, preciosidad? Exclamó al contemplar la vagina de la compañera de trabajo.
Luego, echándose entre medio de las piernas de la mujer, acercó su cara hasta colocarse muy cerca de la vagina. La mujer en aquella posición se encontraba mostrándole abiertamente todo su precioso coño, constado el hombre, el abundante vello en la zona alta de su pubis y alrededor de los labios vaginales, que contrastaba, con el perfecto cuidado de los vellos que estaba en el perímetro de su vagina, los cuales si estaba recortados. Era una vagina que aparentaba bastante estrecha, e igualmente se sorprendió de haber podido introducir su gran verga dentro de la misma.
Tremendamente excitado, acercó más su cara y comenzó a propinar pequeños lengüetazos a lo largo de los labios vaginales de la compañera de trabajo, para irse acercando más, pasando su lengua por el interior de la raja vaginal, compaginando intensas lamidas de arriba abajo, con algunas succiones de sus partes más erógenas, como el clítoris: oh, Rosendo, ¿qué me haces?… oh ¿me los vas a comer?… oh si joder…. Sigue …...
Era la primera vez que aquel semental le comía el coño, y, aunque su esposo también lo hubiera hecho en alguna ocasión, pudo comprobar que la enorme lengua del compañero de trabajo le producía unos escalofríos que nunca había percibido. Por otro lado, la larga lengua de Rosendo al su pasado arrastraba un sinfín de sensibilidades que aumentaron su ya manifiesta excitación.
El hombre se tomó su tiempo, saboreando y lamiendo aquella deliciosa panocha, levantando gemidos y suspiros a la compañera de trabajo, hasta que contempló que comenzaba a mostrar síntomas de querer alcanzar el clímax. Inmediatamente se detuvo, ya que no quería que se corriera en su boca, necesitaba clavarla. Por ello, colocándose entre medio de los muslos de la mujer, acercó su enorme instrumento hasta depositarlo a la entrada de la vagina. La mujer lo miro como suspirando, ansiosa, a la espera se sentir su estocada.
El hombre se volvió a tomar unos minutos, pasando su pene por los labios vaginales, embadurnando el mismo con los jugos vaginales de aquella, para facilitar la penetración. Tras ello, inició la misma. Mientras la comenzaba a penetrar, tomo las piernas de la mujer, obligándola a flexionar las mismas, las cuales quedaron recogidas sobre el propio vientre de la mujer. En esa posición, la vagina de Rebeca, así como todo su trasero, quedó a la total disposición de la herramienta del hombre, quien de dos estocadas, la terminó de clavar totalmente: ¡Oh despacio …!. Oh, Rosendo … me abres… ohh
Rosendo, ya dentro de la mujer, se recostó un poco sobre aquella, haciendo que, con el propio peso de su cuerpo, ensartara más profundamente su falo en la cueva vaginal. La mujer abrió la boca como buscando oxigeno ante aquella tremenda estocada. Se sentía llena, se asfixiaba. Ante ello el hombre comenzó a besarla en la boca, para luego ir bajando por su cuello, hasta alcanzar los endurecidos pechos, los cuales inmediatamente devoró con autentica lujuria, haciéndola gemir aún más, sin parar de bombear su daga con gran poderío. Rosendo continúo clavando su herramienta hasta la misma base de sus huevos, para volver a sacarlo, casi en su totalidad, y nuevamente volver a calvarla, y así sucesivamente.
-oh Rosendo .. oh me vas a reventar ooo siiiii … ¡me abres totalmente ..oo
Rebeca, agitada, contempló la imagen de ambos cuerpos reflejada en el espejo, observando incrédula como su pequeño cuerpo se encontraba a la merced de aquel tremendo semental, el cual poseía una corpulencia extraordinaria, que la penetraba en plan misionero con gran energía. La penetración de aquel semental estaba siendo bastante profunda, hasta el punto de que, ante el contante machaqueo del glande contra la paredes del útero, llevaron a la mujer a alcanzar rápidamente su primer orgasmo.
Oh Rosendo me vengo oo si.. osiii sigue dándome caña oooo
Pero Rosendo, en ningún momento dejó de penetrar el coño de aquella mujer, pese a que la misma se mantenía convulsionándose. Al contrario, una y otra vez, la perforaba con mayor intensidad, logrando que, casi al unísono, volviera alcanzar un segundo orgasmo.
Tras dejar que la mujer se recuperara, Rosendo salió del coño de aquella, y luego, procedió a colocarse boca arriba sobre la cama, mostrándole a la compañera su enorme mandinga. La mujer al verlo, estirado boca arriba sobre la cama, con aquel sable en vertical, exclamo anonadada: Oh joder Rosendo, ¡la tienes como un verdadero mástil! Miró morbosamente hacia el espejo, y no se podía creer que aquel falo le hubiera entrado en su totalidad.
En ese momento, escucha como el hombre le dice: ¿te gusta mi pene? ¿verdad preciosa?... Tanto te gusta, que seguro que “ahora mismo tiene ganas de subirte sobre mí y clavártela todita” …. ¿A que esperas?, … ¡Anda sube y cabalga de nuevo a este macho!
-Ya… ¡Lo que quieres es reventarme! ¿No entiendo cómo me puede entrarme todo eso? Le contestó la mujer viendo la tremenda herramienta del aquel mandingo.
Presa de una morbosidad extraordinaria, la mujer se olvidó de todos sus prejuicios y miedos, y subiendo sobre el cuerpo del hombre, se fue sentando, acercando su vagina hasta situarla justo encima del pene, clavándose éste hasta la empuñadura. Dado su buena lubricación tras los dos orgasmos anteriores, le entró sin apenas dolor, por lo que al instante comenzó a subir y bajar, ayudado igualmente por Rosendo, quien la impulsaba hacia arriba, tomándola por sus desnudas nalgas.
Ambos llegaron a verse reflejados en el espejo, y en cierto sentido, la morbosidad de aquella imagen los llevó a mostrarse más receptivos, empleando todas sus energías en aquel polvo.
Resultaba alucinante contemplar al tremendo semental blanco estirado sobre la cama, boca arriba, mientras era cabalgado por la joven casada, quien aparentaba una pequeña adolescente echada sobre el mismo, dada su escasa corpulencia y altura.
Rosendo, en un momento dado, la tomó por las nalgas, y encogiendo y elevando sus piernas, elevó igualmente el cuerpo de la mujer, manteniéndola en alto, para, en esa posición, comenzar a perforar sin piedad el coño de la mujer, metiendo y sacando su enorme nabo a una velocidad vertiginosa. Esa penetración fue de tal entidad, que parecía querer reventar el estrecho e inflamado coño de aquella mujer.
-oh me vas a matar… oh nooo oooo para oooo
Pero Rosendo, estaba tan excitado con aquella hembra, que deseaba follarla de mil maneras. Por ello, la hizo girar, colocando a la mujer mirando hacia sus pies, sin sacarle el nabo del coño, y volviendo a tomarla por sus nalgas, la elevó completamente en alto, quedando todo el cuerpo de la mujer arqueado sobre pecho del hombre, con todo su vientre y piernas en el aire, sostenido por las tremendas manos del semental, mientras era empalada por la tremenda tranca, que la abría descaradamente el coño de la misma.
La mujer quedo sorprendida ante aquella acción, y no daba crédito a la forma en que estaba siendo tomada por aquel compañero de trabajo. Oh ¿pero ¿qué haces ooo joder que haces…? Exclamo, mientras observaba en el espejo su pequeño cuerpo, de espaldas al hombre, elevado en el aire, manteniendo sus piernas completamente abiertas y teniendo todo el pene del hombre metido hasta la empuñadura en su abierta vagina. ¡Era una visión inimaginable, pero a la vez tremendamente morbosa y electrizante!
El enorme poderío y corpulencia de del hombre con respecto al pequeño cuerpo de la mujer, permitía adoptar una posición erótica de esas características, digna de la más exótica película porno.
La mujer observó con detalle en el espejo, como su coño se encontraba completamente abierto, con todo aquel tremendo falo metido dentro de ella, quedando fuera únicamente las enormes boles que formaban sus testículos, que resaltaban claramente en el espejo, dando fe de los enormes genitales de aquel macho.
En esa posición, el hombre comenzó a perforar el coño de la mujer, a una velocidad casi de vértigo, haciéndola gemir y rugir de placer en aquella increíble forma de penetración. Sus gritos podían escucharse en toda la casa y posiblemente era oídos en las casa contiguas. Pero en ese momento a ambos poco les importaba. Solo pensaban en obtener el máximo placer de aquel tremendo polvo.
El machaqueo de la polla del hombre en el coño de la mujer fue de tal entidad, que la mujer volvió a alcanzar un tercer orgasmo a los pocos minutos de intensa perforación. La extrema posición en que se hallaban no fue obstáculo para alcanzar ese tercer climax. Oh Rosendo … me vengo otra vez. oo me matas ooo
Cuando acabó, el hombre descabalgó a la mujer, dejando que aquella se recostara en la cama. Ella, observando su coño, se lo muestra al hombre y le comenta: Oh Rosendo, ¿qué pretendes… romperme?. ¿te has fijado como me has dejado mi vagina? No solo me la has vuelto abrir bastante, sino que lo has dejado dolorido.
Luego, observó al falo de Rosendo, que continuaba enfilado hacia el techo, y tras pensarlo, morbosamente se incorporó y se colocó cerca del borde de la cama, colocándose esta vez en plan perrito, mirando hacia el espejo. El hombre entendió claramente. ¡aquella hembra quería que la montara en esa posición!
Ambos miraron al espejo, y nuevamente la mujer se estremeció al contemplar el enorme hombretón que se colocaba tras ella, en comparación con su pequeño cuerpo, quien encima le mostraba el cipote que continuaba blandiendo entre sus piernas. Excitada se abrió bien, situando en posición perfecta para ser montada por aquel semental.
Mirándolo a la cara a través del espejo, le dijo: Uf.. la sigues teniendo bien erecta. …. Vamos, “móntame de una vez”. Clávame ese cipote, y termina de reventar mi coño..
El hombre, queriendo complacerla, se situó a la entrada de la raja de la misma, y poco a poco, con la finalidad de que la mujer sintiera casa centímetro de su pene entrar en su coño, fue entrando en la misma. Cuando por fin se la dejó ir totalmente dentro, la mujer notó en aquella posición, el grosor y poderío de aquella enorme verga, especialmente cuando aquel se movió intencionadamente dentro de ella, haciendo que percibiera con nitidez la dureza del vástago. Estaba completamente atravesada por aquel tremendo sable.
Tras unos momentos, el hombre se recostó sobre la espalda de la joven casada, y con sus enormes manos tomó los pechos de aquella que colgaban, atrapándolos, masajeándolos deliciosamente.
Luego, comenzó a entrar sacar su cipote, haciendo que aquel saliera casi hasta la misma punta, para luego volver a endiñárselo en su totalidad. Esta acción la estuvo realizando durante algunos minutos, viendo que ya estaba por venir. ¡Necesitaba volver a descargar!. Por ello, comenzó a penetrarla con mayor énfasis, aumentado su bombeo, mientras se inflaba su pene, ante la inminente venida de su semen.
-Oh Rosendo… debes hacerlo fuera…-le suspiró aquella viendo que la venida de aquel semental era inminente.
- Sabes que necesitas mi lechita. Uf preciosa… tengo nuevamente cargados mis huevos. Te voy a volver a regar nuevamente.
-pero, ¡me puedes preñar! - Exclamó aquella.
-Pues claro mi amor. Es lo que quiero. Quiero dejarte bien preñada. Te voy a hacer una buena barriguita. ¡Esta vez quedarás embarazada como Rosendo que me llamo!
Y acto seguido, viendo que su semen emergía a una velocidad vertiginosa por el interior de su pene, tomó fuertemente a la mujer por las caderas, la clavaba una y otra vez su verga dentro del coño, al tiempo que comenzaba a lanzar lechada tras lechada de semen, dentro de aquella maltrecha, pero caliente vagina.
-Oh te siento… oh lo vuelves hacer… oh me llenas… oh si papito sigue … lléname toda…. ¡vamos préñame de una vez!....
El hombre volvió a realizar una eyaculación bastante copiosa, vertiendo dentro de la joven casada, una buena cantidad de semen.
Cuando por fin salió de ella, ambos se quedaron extenuados sobre la cama durante unos veinte minutos. Al ver que ya era cerca de las 7 de la mañana, ella le instó que la llevar a su casa.
La mujer se lavó un poco y se maquilló, pero conservando dentro de su vagina gran parte del semen del hombre. Y así, fue llevada por aquel hasta cerca de su domicilio.
Ella sabía que, a esa hora, aún su esposo debería estar durmiendo o a punto de levantarse. Tras abrir la puerta, comprobó que aún estaba en la cama. Morbosamente, se quitó la ropa, quedándose completamente desnuda y se metió en la cama al lado de su esposo.
Hola… has llegado. ¿Pensé que ibas a llegar más tarde? Uy.. ¿porque te has desnudado? ¿no me digas que vienes con ganas…?
-claro mi amor. Aún sigo caliente. ¿es que ya no quieres embarazar a tu mujercita?
El marido pronto se desnudó y metiéndose entre las piernas de la mujer, le clavó su pene dentro de la vagina. Al instante percibió la tremenda lubricación, pensando que era por lo caliente que estaba, sin saber que, realmente lo era por el baño de semen que aún conservaba en su coño. Oh que mojada estas ooo nena
La mujer se mostraba igualmente excitada al saber que su marido se la estaba follando, mientras mantenía en su vagina el semen de otro hombre. Mayor infidelidad imposible. Era puro morbo.
Tras unas cuantas penetraciones, continuando con el carácter de las corridas de aquel, se vino pronto dentro de ella.
Al acabar, ella se quedó dormida, con el semen de ambos en su vagina, mientras el marido se duchaba e iba al trabajo.
Percibía, que aquella vez, iba a resultar embarazada. Era consciente de que no lo sería por el semen de su esposo, sino por la semilla del compañero de trabajo. Con este sentimiento se dejó dormir cansada, y agotada tras el trabajo de la noche, y especialmente por las excitantes cogidas de esa mañana.