Hermanas
June 16, 2023

Mi hermano mayor 1

Tras el matrimonio de sus padres, Juan y Angélica, lidian con sus diferencias hasta que logran entenderse y sentirse como parte de una familia, sin embargo, la curiosidad de Juan combinada con el emergente y creciente deseo hacia su nueva hermana, podrían complicarlo todo.⚡


Miguel acababa de terminar un matrimonio de varios años, el divorcio fue un asunto emocionalmente difícil, sobre todo en lo que tenía que ver con la custodia de Juan, su hijo; pues al tener diecisiete años, aquel asunto se hacía casi irrelevante ya que estaba a punto de cumplir su mayoría de edad, no obstante, tanto Miguel como Claudia, quien pronto se convertiría en su ex esposa, peleaban muy a menudo por que su hijo se fuera a vivir con ellos, pero como se los hizo saber Juan, esa decisión solamente le competía a él, pues al estar a punto de convertirse legalmente en adulto, solo él podría decidir donde vivir.

Para el chico las cosas estaban más que claras, un par de semanas antes de que todo se fuera a la mierda, él había llegado más temprano a casa y se sorprendió al escuchar los sonidos que salían del cuarto de sus padres, pues indudablemente habían dos personas haciendo el amor ahí. Por un momento pensó en darles privacidad, sin embargo, justo cuando posó su mano en la manija de la puerta, escuchó algo que lo estremeció, palabras que salieron de la boca de su madre y que nunca podría olvidar en el futuro.

- ¡Que rico me coges! ¡Ojalá el inútil de mi esposo me cogiera así!

Un dolor en la boca del estomago le hizo saber a Juan que las cosas iban por otro lado, que estaba presenciando lo que probablemente sería el inicio del final de su familia; no obstante, él no era el tipo de gente que suele quedarse ahí parado sin hacer nada, así que sacó de su mochila un paralizador que su padre la había regalado en su cumpleaños, dejó sus cosas en el suelo y comenzó a subir las escaleras en dirección de la recamara de sus padres.

Los gemidos de su madre se hacían más sonoros en la medida en que avanzaba hacia la habitación, al igual que las palabras que salían de su boca y que nunca esperó escuchar mencionar a la mujer que le dio la vida.

- ¡Cógeme cabrón! ¡Soy tu perra! ¡Soy tu puta! - dijo la mujer entre gemidos.

Juan estaba furioso y aquel estado incrementaba en intensidad conforme avanzaba y seguía escuchando todo lo que su madre le decía al desconocido. Cuando llegó a la puerta donde los amantes se encontraban, sacó su celular del bolsillo y comenzó a grabar un video, sacó algunas fotos y luego miró decepcionado a su mamá, en aquella postura que la hacía parecer una perra en celo, cediendo el control de su cuerpo a un idiota sin escrúpulos a quien no le importaba fornicar a una mujer en la habitación que ella compartía con su marido. A pesar de que la puerta estaba entre abierta, Juan le dio a fuerte patada para anunciar su presencia. Ambos voltearon a la puerta. Ella abrió mucho los ojos diciendo el nombre de su hijo. Él se separó de inmediato de la mujer al ver el paralizador que el chico tenía en la mano. Juan no esperó a que nadie dijera nada más, comenzó a caminar en dirección del hombre quien, cuando vio las intenciones del chico, levantó los puños en señal de advertencia, sin embargo, Juan no se amedrentó y antes de que ese tipo pudiera hacer algo, el chico pegó el aparato al cuello del hombre, quien se convulsionó por un rato y luego quedó desmayado.

Su madre lo miraba con los ojos muy abiertos, sin saber que hacer o decir, asustada por ver a su amante tirado en el suelo completamente noqueado, pero aterrada por lo que Juan pudiera hacer a continuación. El chico no dijo absolutamente nada, solamente la miró con despreció y decepción, sostuvo la mirada a su madre unos segundos, que le permitieron a ella ver cómo su hijo liberaba una lágrima antes de mirar al frente y avanzar hacia el pasillo, saliendo de la habitación, dejando atrás aquel repulsivo aroma a sexo que demostraba lo poco que a su madre le interesaba el esfuerzo que su papá hacía a diario por darles una buena vida.

Miguel se encerró en su cuarto y echó el seguro a la puerta, no quería saber nada de nadie, pero no podía pensar en otra cosa, fue entonces cuando hizo aquello que separó a su familia: envió las fotos y el video a su padre. Supo que lo había leído pues las dos palomas se pusieron azules. pero no esperó una respuesta. Las cosas estaban echadas, la moneda estaba en el aire, lo que ocurriera a partir de ese momento dependería enteramente de su papá. Poco después su madre tocó a su puerta.

- Juan, por favor, déjame explicarte lo que pasó, verás es que tu papá y yo... tiene mucho que no tenemos... bueno, que no hacemos el amor y me sentía muy sola, él se la pasa todo el día trabajando y no me presta atención, ya no siento que... - su discurso se vio interrumpido cuando la puerta de la habitación se abrió abruptamente.

- No te atrevas a reclamar a mi papá por trabajar tanto, gracias a que se chinga todo el puto día en el trabajo, puedes pagarte el maldito club, todo el dinero que gastas en esa ridícula ropa que nunca usas y las borracheras diarias que te metes con tus amigas cuando se supone que vas a tomar un café. Si no eras feliz con mi papá pudiste haberte divorciado y listo, pero claro que no lo ibas a hacer, o ibas a perder todo el dinero que te da para mantener tu estilo de vida de alta sociedad y ¿Cómo le pagas su esfuerzo? trayendo a casa al primer hijo de puta que se te cruza por enfrente a que te coja como la zorra que eres - la mujer blandió su mano con la intención de darle una bofetada a su hijo, pero él alcanzó a defenderse, tomando a su madre por la muñeca - no eres nadie para exigir respeto, ni siquiera te veo más como mi madre, que vergüenza me daría admitir que lo eres siendo la zorra en la que te convertiste - Juan soltó la mano de la mujer y bajó las escaleras, se dirigió a la cocina por que no supo a dónde más ir. Poco después llegó su madre, ambos cruzaron sus miradas hasta que ella bajó al cabeza avergonzada, temiendo lo que su hijo haría.

- Por favor, no se lo digas a tu padre.

- Demasiado tarde, ya le mandé el video y las fotos que saqué cuando ese pendejo te estaba cogiendo.

Los ojos de Claudia se abrieron mucho y se llevó una mano a la boca, sus ojos se llenaron de lágrimas. Juan la miró con desprecio y poco después llegó su padre, mientras madre e hijo continuaban en la cocina. Pero sorpresivamente Miguel no iba solo, pues un abogado lo acompañaba al igual que el abuelo de Juan, padre de Claudia, quien se acercó a ella y sin pensarlo un solo segundo le dio un tremendo bofetón.

- Juan, por favor sube a tu habitación - dijo Miguel a su hijo, él obedeció.

El chico se encerró en su cuarto y estuvo llorando por más de una hora, mientras escuchaba las discusiones a gritos que tenían sus padres y los reclamos de su abuelo a su madre; hasta que después comenzó a escuchar como los cajones en la recámara de sus padres se abrían y cerraban, antes de oír cómo su madre rogaba a su padre para que la perdonara mientras lloraba, pero él simplemente no decía nada. Lo último que escuchó antes de que la casa cayera en un silencio sepulcral, fue la puerta de la entrada al cerrarse, detrás del abogado, el abuelo y su madre.

Fue a partir de todo lo que ocurrió que Juan tomó una decisión que le resultó tan fácil como dolorosa, tanto para él como para su madre, pues al final decidió que no dejaría solo a un hombre que lo dio todo por la mujer equivocada. Dejaría a su madre relativamente sola, pues iría a vivir a casa de sus adinerados padres donde podría mantener el mismo estilo de vida al que estaba acostumbrada.

Pasaron un par de años en los que su padre se dedicó casi exclusivamente a trabajar. Juan no supo que saliera con nadie y eso le partía el corazón pues estaba convencido de que su padre debía encontrar una buena mujer con quien compartir su vida y acompañarse felizmente. Por ello fue una sorpresa cuando un día, Miguel le dijo que lo viera en un lujoso restaurante y, al llegar él estaba acompañado de una señora más o menos de su edad y una chica un poco más joven que Juan. Su padre lo miró con una sonrisa nerviosa en cuanto llegó, todos en la mesa estuvieron en silencio mientras el chico se sentaba.

- Juan, te presento a Pam, y a su hija Angélica - Juan hizo una leve reverencia con la cabeza ante ambas mujeres, Pam respondió con el mismo gesto, pero la chica solamente lo miró por un segundo antes de bajar la mirada - la razón de esta cena es - Miguel y Pam se tomaron de la mano ante la sorpresa de sus hijos - que nos vamos a casar.

Juan sonrió de oreja a oreja, no le importó cuanto tiempo llevaban de conocerse, tampoco le interesó conocer la edad de Pam, a qué se dedicaba, ni si ella estaba realmente enamorada de su padre. Solo tuvo que mirar a su papá para entender lo feliz que aquel hombre estaba con la mujer con quien ahora estaba comprometido. El muchacho se levantó y fue a abrazar a Pam, luego hizo lo mismo con su padre. Angélica no se movió. Su rostro parecía estar aburrido, como si prefiriera estar en cualquier otro lugar, sin darle la más mínima importancia al hecho de que su madre se iba a casar.

La boda ocurrió tan solo algunos meses después, fue una ceremonia breve, a la cual solamente asistieron personas muy cercanas a la familia. La fiesta fue muy espectacular a pesar de no haber más de cien invitados. Miguel y Claudia se veían felices y, por lo tanto, Juan también lo estaba, la única que no lo disfrutaba era Angélica, quien parecía que nunca hubiera conocido otro gesto que aquella cara ridícula de pereza y cansancio.

La mayoría de los invitados celebraron gustosos las nupcias de sus amigos y familiares, pasaron la noche bailando y divirtiéndose, pero conforme avanzaba la velada, el momento de despedir a los recién casados para irse a su luna de miel llegó y poco después el salón quedó completamente vacío.

Juan recorrió el lugar para asegurarse de que todo estuviera en orden antes de irse a casa, sin embargo, durante aquella revisión, escuchó mucho ajetreo mientras pasaba por fuera de los baños, se aproximó al lugar y pudo escuchar claramente la débil voz de una mujer.

- ¡No idiota suéltame!

Aquello activó todas las alarmas y el muchacho entró de golpe en el baño, donde estaba su nueva hermana, recargada sobre sus manos, encima del lavabo, mientras un hombre le metía las manos por debajo de su vestido, tocando con una mano uno de los pechos de Angélica, mientras la otra se perdía debajo de su falda. El rostro de la chica estaba manchado por el maquillaje que se corrió a consecuencia de sus lágrimas al no poder contener al imbécil que la estaba manoseando, pero en ese momento, Juan corrió hacia él y lo quitó de encima de Angélica a puñetazos, hasta que el hombre logró escapar y salir del baño.

Angélica se encontraba tirada en el suelo, llorando profusamente mientras hundía su cara entre sus brazos. Juan entendió que el tipo se trató de aprovechar de ella cuando la vio borracha, afortunadamente él aún estaba ahí para ahuyentarlo.

- Debemos ir a casa - dijo él, pero ella no se movió, en ese momento fue cuando él tomó la decisión de llevarla cargando al auto, mientras ella se abrazaba de su cuello sin dejar de llorar.

El trayecto a casa duró tan solo unos minutos, Angélica había dejado de llorar pero se encontraba con la mirada perdida, juan pudo detectar varios olores nauseabundos provenientes del cuerpo y vestimenta de su hermana, pero no dijo nada hasta que llegaron a casa y la ayudó abajar del auto. la llevó cargando hasta su habitación y la recostó en su cama.

- Espera - dijo angélica cuando notó que Juan se marchaba - ayúdame a quitarme esto, huele muy mal, por favor - Juan estuvo a punto de negarse, pues aquello implicaba ver a su hermana desnuda o al menos en ropa interior, y no creía haber llegado a ese grado de confianza, pero viendo lo difícil que le resultaba a ella levantarse, supo que no tenía más opción.

Ella logró ponerse de pie con la ayuda de su hermano, él le desabrochó el vestido y luego bajó su cierre. Cuando el vestido cayó al suelo, Juan no pudo apartar la vista ante la estupenda figura de su hermana, en verdad era una chica muy hermosa, delgada, con los senos firmes y las nalgas redondeadas y levantadas. Fue inevitable tener una erección que, por un segundo, preocupó a Juan pues pensó lo que podría pasar si Angélica la veía, sin embargo, cuando su hermana estuvo de frente a él, notó que apenas podía mantener los ojos abiertos. Juan ayudó a su hermana a recostarse, siendo lo más respetuoso posible y luego se marchó a su habitación, pero antes de salir del cuarto de Angélica, escuchó su voz.

- Gracias hermano.

El chico bajó a la cocina con la incomodidad que suponía la gran erección que llevaba consigo. Bebió un par de tragos de agua fría, pensó en cualquier cosa que pudiera ayudarle a que su amiguito se relajara pero nada funcionó, así que se fue a su cuarto y se masturbó, trató de no pensar en el cuerpo de Angélica, quien por primera vez en meses le había llamado hermano, quiso pensar en cualquier otra persona, pero recordar su cuerpo cubierto solamente por aquella lencería, lo excitaba tanto que el solo pensar en quitarle aquella precaria vestimenta, lo hizo correrse soltando varios chorros de semen sobre su abdomen. Minutos después quedó completamente dormido.

La mañana siguiente comenzó cuando el olfato de Juan fue estimulado por el olor del delicioso desayuno que estaba preparando su hermana. Cuando bajó a la cocina se encontró con Angélica, quien estaba preparando una montaña de hot cakes, a la vez que freía algunas salchichas, huevos y un poco de tocino.

- Buenos días - dijo Juan, haciendo que Angélica se sobresaltara.

- Bu... buenos días Juan... este... siéntate, preparé el desayuno.

Juan estaba tan sorprendido como entusiasmado pensando que tal vez al fin podría llevarse bien con Angélica, esa chica extraña que siempre estaba en su cuarto, encerrada en su propio mundo, que nunca mostraba afecto por nadie, quien parecía no tener amigos y no quererlos tampoco, no salía los fines de semana y nadie en la casa sabía que demonios hacía encerrada todo el día en su habitación, pero siempre y sin falta, cada mes insistía en pagar una parte de los gastos de la casa aunque con los trabajos de sus padres no hiciera falta.

Juan no pudo evitar mirar a su hermana mientras cocinaba, recorrió su cuerpo si poder contener la curiosidad que esa niña le causaba, como tampoco pudo evitar que su miembro se pusiera muy duro cuando observó con detenimiento las piernas de la chica, subiendo por ellas hasta legar a sus hermosas nalgas, apenas cubiertas por un pequeño short.

Angélica tomó un par de platos y algunos cubiertos y puso la mesa, en ningún momento hizo contacto visual con Juan, ni dijo nada. Luego regresó a la cocina y cuando volvió a aparecer en el comedor llevaba dos bandejas, una con los hot cakes y otra con huevos fritos, salchichas y tocino. Las puso en medio de la mesa y asintió mirando a Juan, quien notó que trataba de ser amable y gentil con él, aunque aquella expresión de aburrimiento no desaparecía de su rostro. En ese momento se le ocurrió que tal vez la había juzgado mal, quizás aquella expresión no era otra cosa que su estado normal y no significaba que estuviera fastidiada como él lo había pensado, tal vez solamente era tímida. Juan se dispuso a comer, mirando de reojo cómo Angélica mantenía sus manos por debajo de la mesa mirando al suelo, estuvo a punto de abrir la boca cuando, repentinamente Angélica comenzó a hablar.

- Gracias por lo de ayer. No suelo beber tanto, creo que es la segunda vez en mi vida que tomó alcohol, solo que estaba muy contenta por mi mamá y me dejé llevar por la emoción, nunca pensé que las cosas... si no hubieras llegado a tiempo, ese idiota... - una lágrima bajó por su mejilla.

Juan se sorprendió por las palabras de Angélica, si para ella beber era dejarse llevar por la emoción, entonces no era que ella fuera una chica idiota, creída, que se percibía por encima de todo el mundo, simplemente no sabía cómo socializar con los demás. Puso una mano en el hombro de Angélica y ella, por primera vez lo miró a los ojos

- No tienes nada que agradecer, afortunadamente no pasó a mayores, pero si te sentías mal pudiste haberme avisado para cuidarte mejor, después de todo somos hermanos - un atisbo de sonrisa se dibujó en el rostro de Angélica - anda, límpiate las lágrimas y come que todo esto está muy rico.

Tras aquel evento, la relación entre Angélica y Juan mejoró notablemente. Por fin supieron en casa qué era lo que hacía ella en su cuarto todo el día, básicamente jugaba video juegos, en lo cual era muy buena, y transmitía todo el tiempo lo que jugaba a la vez que una cámara la enfocaba a ella, rara vez contestaba las preguntas de sus seguidores hablando, generalmente escribía con el teclado. Juan supo que tenía una gran cantidad de seguidores y era tan buena en lo que hacía que muchas empresas le pagaban y reglaban cosas para que sus productos salieran anunciados en sus transmisiones, lo único que no le gustaba al muchacho eran los apodos que le ponían a consecuencia de no hablar y mostrarse siempre tímida ante comentarios un poco subidos de tono que sus fans le escribían.

Tan cercanos se hicieron que generalmente, después de la universidad, Juan pasaba algunas horas con ella jugando en su cuarto, incluso logró hacerla platicar con él, contarle cosas de su día a día, de su vida antes de que sus padres se casaran y demás. Realmente parecía que ambos ahora se tomaban en serio aquello de ser hermanos. Angélica comenzó a reír con más frecuencia y a convivir con poco más con su familia, lo cual también notaron sus padres y los hizo sentir muy felices.

Una tarde en que Juan regresaba de la escuela, tras un largo día de exámenes, decidió que quería jugar son Angélica un rato antes de darse una ducha y dormir tanto como pudiera, subió las escaleras y fue primero a su cuarto, dejó todas sus cosas y luego se dirigió a la habitación de Angélica, abrió de golpe y sus ojos se abrieron mucho cuando encontró a su hermana con las piernas abiertas, completamente desnuda, masturbándose vigorosamente con una mano mientas con la otra se pellizcaba uno de sus pezones, Juan estuvo a puto de pedir disculpas y cerrar la puerta, sin embargo, se dio cuenta de que su hermana tenía puestos unos enormes audífonos y no podía escuchar nada. Así que solo emparejó un poco la puerta, dejando un espacio suficiente para mirarla, mientras sacaba su ya erecto miembro del pantalón y se masturbaba suavemente, deleitándose con la visión que la chica le ofrecía.

Los gemidos de Angélica eran una delicia, agudos y tímidos, expresando un profundo placer mientras su mano se movía rítmica y sensualmente al estimular su clítoris al tiempo que sus caderas se movían despacio, como tratando de extender el placer que su mano le daba. repentinamente dejó de sobarse el pezón y estiró al mano a su mesita de noche, Juan dio un paso atrás para evitar que lo viera, pero alcanzó a ver cómo ella sacaba un enorme pene de plástico negro, se lo metía en la boca, lo chupaba un poco y luego lo llevaba a la entrada de su vagina, hundiéndolo suavemente, despacio, poco a poco, disfrutando cada centímetro, gimiendo con lujuria al sentirse invadida por aquel objeto extraño, dejándose llevar, pensando que no había nadie más en casa.

Los minutos avanzaron y conforme lo hacían, Angélica aceleraba la velocidad de su mano, penetrándose a si misma con aquel pedazo de plástico, mientras el ritmo de la mano de Juan se incrementaba considerablemente, dejándose llevar por los gemidos de su hermana, la imagen que le brindaba y el olor que comenzaba a despedir el sexo de Angélica; hasta que su mano se comenzó a mover de forma frenética, sintiendo cómo sus paredes abrazaban gustosas el pene falso que la penetraba, mientras frotaba vigorosamente su clítoris con la otra mano, logrando llegar a un orgasmo tan intenso que incluso Juan, a la distancia a la que se encontraba, pudo ver cómo sus fluidos chorreaban por el espacio entre el plástico y sus labios vaginales. Juan no pudo más y chorro a chorro comenzó a descargarse ahí, en el pasillo, sin pensar en las consecuencias, ni darse cuenta de que Angélica se había quitado los audífonos, ni mucho menos notar que lo escuchaba mientras bufaba de placer afuera del cuarto de su hermana.

- ¿Juan? ¿Eres tú?

El chico se sobresaltó de tal manera al escuchar la voz de su hermana, que casi cae el suelo. Sorprendido y asustado, se cerró los pantalones como pudo y corrió a su cuarto, pensando en lo estúpido que había sido. Angélica se puso una playera suelta tan rápido como pudo y salió al pasillo, pudo escuchar a Juan correr y se sintió avergonzada, luego miró a ambos lados del corredor y apenas alcanzó a ver la puerta del cuarto de Juan cerrarse, un segundo antes de ver las manchas que las corridas de Juan habían dejado en el pasillo.
© Jane Cassey Mourin