Hetero
February 27, 2023

Kevin se coje a su hermana embarazada

Kevin, tras una larga espera, al fin tiene la oportunidad de liarse con su hermana.

Estos sucesos se ubican a continuación del relato "Kim empresaria & el cuarto negro", al momento en que Kevin desaparece tras entrar en el cuarto negro

Se sentía confundido, "in media res", como en un sueño donde no sabes cómo llegaste allí pero no te lo planteas hasta despertar. Su mente le daba vueltas, la mirada arrastrada, los sentidos intensificados… Kevin se sentía como si hubiese mezclado éxtasis con mdma, y tal vez algo de lsd. Estaba en un paraje urbano, los coches pasaban y le tocaban el claxon. Caminando por la acera, notaba gente joven vestida de fiesta. Era de noche, madrugada. Lo único que tenía en la mente era el haber aspirado la tanga de su hermana como si fuese droga, y que llevaba un empalme de campeonato. Dos mujeres se le cruzaron, una de ellas era rubia, muy atractiva, llevaban prisa. Él le balbuceó algo a la rubia y la tomo del hombro, su entrepierna le palpitaba como nunca antes, la amiga salió corriendo. Para él era como si se tratara de Kim, o de su madre joven… daba igual, ambas eran su deseo. Kevin la tomó de la cintura y la abrazó fuerte, se restregaba por ella como un perro calenturiento. La chica, quien simplemente era una joven que se parecía a Kim, forcejeó lo suficiente como para zafarse, pero apenas tomó distancia iniciando una carrera por su vida, Kevin había llegado a enganchar sus dedos como garfios en su falda. Esto provocó que la falda y tanga se le bajaran y tropezara. Kevin, al ver esas pompas redondas y el cabello rubio cubriendo la espalda de la dama, pensó en su fantasía con Kim, y quería hacerlo real: empotrarla contra una mesa de billar. Se bajó rápido los pantalones, dejando su miembro de gran tamaño al aire libre. Tomó con fuerza de la cintura de aquella chica, la incorporó y puso contra la pared. Con las dos manos aferradas en su cadera, la penetró con unas ganas efusivas y comenzó a follarla, gimiendo más fuerte que los gritos de aquella joven…

La policía llegó en un patrullero con la amiga de la víctima, los vieron "in fraganti", habían varios testigos, uno de ellos filmó la escena con el móvil. Detuvieron al violador con el taser. Kevin no había eyaculado aún, pero luego de la descarga eléctrica, por algún motivo, lo hizo, tirado en el suelo mirando al cielo estrellado.

Salió en todos los medios, Kevin preso otra vez, 20 años de condena. No hubo muchos rodeos en el juicio, las pruebas eran más que contundentes, además que con los antecedentes de Kevin, tampoco hubo ningún tipo de contemplación para él.

En la cárcel, Kevin se encontró nuevamente con el extraño tipo con voz de vieja, el "pitoniso". Le inquirió acerca de aquella extraña premonición que le había hecho la primera vez que estuvo preso. Éste le respondió que no estaba equivocado, que él iba a desaparecer para siempre en un "cuarto negro", pero no como el anterior, sino uno peor. También le dijo que antes de ello tendrá una última oportunidad de ver a su hermana, y debe aprovecharla o se lo perderá para siempre. Kevin no entendió nada, sin embargo, lo único que le interesó fue eso de volver a ver a Kim.

—Vos saliste una vez de acá —le dijo Kevin al pitoniso—, me acuerdo. Aquella vez después de leerme la mano, al otro día desapareciste.

—Por supuesto, tenía cosas que hacer, hago todo lo que puedo.

—Si saliste una vez podés volver a salir, llevame con vos —le ordenó Kevin.

—Esta cárcel es muy vieja, muy muy vieja, hay algunos lugares que no han sido habitados en mucho tiempo. Si querés ver por última vez a tu hermana, tú, jovencito perverso, te llevaré…

Varios meses después, unos 6 aproximadamente, Kim se encontraba ya embarazada, caminando con su marido por el parque de atracciones de su ciudad. Había un puesto que llamó la atención de la hotwife. Se trataba de un puesto de clarividente, cuyo sugerente cartel rezaba "adivino tu futuro en el amor", acompañado de una mujer con fuertes curvas. Kim se acercó y el clarividente, el cual ella no pudo saber si se trataba de un hombre o señora, debido a que su apariencia era de varón pero su voz parecía la de una vieja, le dijo con tono insinuante:

—Señorita, que pronto será madre, puedo ver su futuro en las escrituras, puedo decirle cómo será su vida sexual a partir de ahora. —Acompañó lo dicho con un rostro pícaro y unos guiños.

—Solo estoy de seis meses, todavía falta para eso de ser madre, pero me interesa eso del sexo —le responde Kim haciéndole un ademán con la mano.

Esto a Kim, naturalmente, le interesó y decidió darle una oportunidad. A su marido le daba muy mal rollo aquel ser, por lo que decidió ir a por unos refrigerios mientras Kim le seguía el juego al pitoniso.

Aquel adivinador tomó su mano y le dijo que su hermano iba a desaparecer para siempre, pero antes de eso lo iba a volver a ver y que, si sabía aprovecharlo, tendría el mejor sexo de su vida, como así también no tendría ninguna dificultad con el embarazo. Esto confundió a Kim, quien solo dio la propina al pitoniso y se marchó de allí sin decirle palabra alguna, consternada.

Unas semanas pasaron, y Kim se encontraba sola en su habitación, pasándose crema hidratante por la piel. Era de noche, como las 9, su marido estaba en una habilitación alejada, trabajando en su novela, siempre atento al móvil por si su amada necesitaba algo. Él ponía música ambiental para ayudarle a recrear la ambientación en su escritura, se concentraba mucho en ello, y recién había empezado. Kim estaba disgustada con su marido, y no lo podía disimular con el rostro, estaba enojada. Fue en ése momento cuando ella recibió un mensaje de un número desconocido por WhatsApp. El mensaje decía: Kimi soy Kevin tu hermano, quiero verte voy para tu cuarto. Kim se sentó en la cama, completamente ida, ¡qué demonios estaba pasando! No le asustó ver minutos después a su hermano en el balcón (la habitación se encontraba en un segundo piso). Pensó con alivio de que tal vez esté cerrado, pero luego recordó con disgusto que lo había dejado abierto.

—Hola, Kimi… —dijo Kevin cansado, se sentó a su lado en la cama y se dedicó a recobrar el aliento.

Kim lo miraba sorprendida, sacudió la cabeza y por fin reaccionó:

—¡Qué estás haciendo acá!, ¿no era que estabas en la cárcel?

—Me escapé. ¿Cambiaste de casa? Tardé un poco en ubicarte.

—¿Te escapaste, cómo que te escapaste?

—Y sí, Kimi, para verte, por última vez. Lo más probable es que no nos volvamos a ver nunca más.

—¿Nunca más?, ¿qué decís?

—Tengo una sensación de que en cualquier momento podría perderme para siempre.

—¡Qué estás delirando?, por dios, esto es surrealista.

Kim estaba enfadada, enfadada y fastidiada, pero Kevin actuaba como si ella estuviese con el mejor de sus humores.

—No, no lo es —respondió Kevin—, sabés cómo son las cárceles, en cualquier momento me pegan una puñalada, en cualquier momento pego yo una puñalada… La cuestión es que esta es la última vez que nos vamos a ver y quería despedirme, quería contarte algunas cosas que no sabes de la familia y después me voy, me entrego.

—¿Te está buscando la policía?

—Por supuesto, seguramente…

Kim se quedó con la cara consternada unos segundos mirando a la pared, y luego, con ese mismo semblante, le dijo a su hermano:

—¿Qué es lo que no sé de la familia?

—Es más que nada sobre papá y mamá. Yo no sé si te acordás cuando eras chiquita, que una vez te mostré un video de mi "supuesta novia"...

Kim hizo memoria unos instantes hasta que, entre recuerdos que no sabía precisar si eran sueños o reales, se encontró con un escenario particular…

—Creo que sí pero… no estoy muy segura —respondió extrañada Kim.

—¿No te acordás que te mostré la cara de una mina sacudiéndose en perrito?

—Ahmm, me acuerdo de haber visto la cara de una mina sacudiendose sí, tipo porno, acabando o algo.

—Si, estaba teniendo alto orgasmo.

—¿Eso fue real? Porque te juro que siento que mi mente lo bloqueó o algo.

—Sisi, pasó.

—¡Qué hijo de puta! —Dice Kim y le da un golpe en el brazo—, me mostraste una porno de tu novia, que degenerado, perverso hijo de puta.

—Esperá… ¿Vos creíste que era una novia? Pero no, era eso lo que te quería decir, era mamá.

—¿Eh?

—Era mamá, de joven. Con papá hacían videos porno, se grababan, ese era uno de esos videos.

—¡Qué!, ¿vos me estás jodiendo, no?

—No woman, atendé. —Kevin saca su móvil robado del bolsillo y busca el antiguo video porno de su madre que encontró en xvideos.

Kim miraba a la pantalla de aquel móvil. Su hermano le mostró un video porno: una rubia de cuatro con un tipo de buen físico dándole de atrás.

—¿Y eso qué es, Kevin, esos supuestamente son papá y mamá?

—Mamá sí, solo mamá.

—Ni em pedo, Kevin, ese es un video como cualquier otro de internet.

—No boba, mirá bien la cara de la chica, escuchá su voz cuando le dice algo. Vos viste como era mamá de joven.

Kim le prestó unos segundos de atención al video y, con asombro en los ojos, contempló que aquella era en efecto su madre. Le devolvió el móvil y, tratando de restarle importancia a ello, le respondió:

—¿Y qué tiene eso, Kevin? Habrá sido un video que se grabó con algún ex, y el tipo despechado lo subió a internet, punto.

—Nono, es que esto es lo interesante de la historia. Papá le grababa a mamá garchando con otros tipos, era un cornudo consentidor, tiene un montonazo de videos grabados en un pendrive. Calculo que se hacía la paja a lo bobo después al verlos…

—¿Y cómo es que estás tan seguro de todo eso?, ¿Y cómo es que…? Ahh —Abrió la boca sorprendida—. ¿Y cómo es que vos tenías un video de ella?

—Lo encontré un día, revisando las cosas de papá en su compu. Y ví muchos videos más. Estaban bien zarpados. Mamá estaba tan buena y sexy como vos.

—Dios mío, qué locura…

—¿No te parece gracioso? —dijo Kevin con una sonrisa jocosa.

—¿Qué cosa?

—Que tu mamá era una hotwife, y que vos lo sos también con tu marido, y no tenías ni idea de eso. ¡Qué casualidad! —Se ríe—. El mango no cae lejos del árbol… Capaz y el papá de tu marido era también tremendo cornudo como él y como papá. —Se echa una carcajada.

Kim da un largo suspiro…

—¿Era eso lo que me querías decir solamente? —dice decepcionada.

—No, hay una petición personal que quiero hacerte.

Kim le responde con cara de asco, no sabía qué quería él pero ya nada de su procedencia le caía en gracia:

—Chabón, me das asco, sos tremendo rarito, siempre quise creer que lo de la denuncia era falsa para sacarte plata, pero ahora no puedo ni mirarte a la cara. Vi a la chica que violaste en el juicio, era muy parecida a mí, y encima esto que me contas de mamá… ¿Qué es lo que te pasa, te pintó el Lannister o qué?

—Y… —contestó Kevin asiendose el experto—, todos terminamos cojiendo con algo familiar, algunas veces tiene que ver con algo físico, algún rasgo o parecido con un familiar, o sino puede ser algo simbólico, tipo algunos rasgos de la personalidad de tu mamá o forma de ser de tu papá, etcétera.

Kim le seguía mirando con el rostro desencajado.

—Es simple, Kim, fijate nosotros dos nomás —le dice Kevin, acercándose más a ella, y apoyando la mano por su espalda—, yo quiero cojerme a una mina linda como vos o mi vieja de joven, y vos te casaste con un tipo pasivo que le gusta que le cornéen como tu papá.

Kim, al sentir aquella mano acariciándole la espalda, se quedó helada, mirando fijamente hacia la pared con el rostro perdido.

—Me da asco eso que decís —alcanzó a decirle, con la voz ida.

Kevin le levanta el babydoll rosado de seda que traía puesto su hermana, para acariciar mejor su piel. Con voz gruesa, pero suavemente seductora, le responde:

—Pero, ¿tengo razón o no tengo razón, eh Kimi? Mmm…

Ella no decía nada, su respiración se agitaba, su corazón se aceleraba, tenía miedo de aquel que antes era su confidente, quien ahora se convirtió en un desconocido. Kevin tomó su silencio como una aprobación, y levantó más el babydoll para acariciar mejor la cadera, la cintura, las piernas…

—Mmm, Kim, sos una mujer muy hermosa, sos mi deseo, lo más parecido a mamá de joven en esos videos. Y yo estoy con una excitación, con unas ganas de dar de comer a mi pija. —Le da un beso en el lóbulo de la oreja y luego le susurra—: ¿Así no es cómo te gusta que te hablen tus amantes, eh Kimi?

Kim estaba fría, manos y pies le temblaban, exhalaba por la boca, su respiración se entrecortaba, no podía reaccionar.

Kevin le besaba los brazos, hombros, cuello. Le levantó por completo el babydoll y se lo quitó con sumo cuidado. Se acarició un poco el gran miembro por encima del pantalón y luego se sentó detrás suyo, con las piernas ubicadas a ambos lados de ella. Le corrió suavemente el cabello y besó la nuca, el cuello y hombro. Acarició también con suavidad los pecho de la mujer, con especial atención en los hinchados pezones. La mujer podía sentir el duro y grande miembro del hombre molestándole en la parte baja de la espalda. Kim soltó un gemido y, al escucharse, reaccionó. Se puso de pie. Su hermano se quedó expectante, con una sonrisita confiada, con las manos apoyadas en el colchón, relajado, con las piernas bien abiertas dejando adivinar su prominente miembro por debajo del pantalón.

—¿Qué es lo que querés, eh? —al fin le dijo Kim, con tono enojado.

—Cojer, quiero cojer, solo eso y me voy para siempre —le responde campante.

—Pero por qué no te vas a cojer con cualquier pibita por ahí, y me dejas de joder.

—No Kimi, no es lo mismo, no tengo el tiempo para hacer movidas, quiero acá, con vos, ya que estás…

—Pero vos sos loco, ¿escuchas lo que decís, cómo lo decís?

—Ay Kimi, tené un poco de consideración, ¿vos sabés lo que es estar en la cárcel? Ahí no podés cojer, y si te hacés la paja te la cortan. Por favor Kim, estoy necesitado… —le suplicó Kevin.

—No. Tomatelas.

—Pero Kimi, mirá cómo la tengo…

—No.

Kevin se corrió el pantalón y mostró su pene, mientras lo masturbaba, mirándole fijo a las tetas. Kim abrió los ojos sorprendida, el miembro de su hermano parecía una enorme culebra. Notó también que no le estaba mirando a los ojos, y recién cayó en cuenta que estaba desnuda, localizó su pijama en el suelo. Se sintió tan deshonrada que no se creía capaz de demandar algo seriamente, de poner orden. Suspiró completamente decepcionada y volvió a sentarse en el borde de la cama con una cara de angustia.

—¿Qué pasa, Kim? —le dijo Kevin, comprensivo. Se puso a su lado y pasó su brazo por sus hombros—. Contame, sabés que me podés contar lo que sea.

De repente, Kim sintió como si su hermano confidente hubiese vuelto, olvidándose de lo anterior.

—Es re estúpido… —le dijo.

—No importa —le contestó él.

—...Mi maridito. Durante todo mi embarazo no me quiso penetrar ninguna vez. El doctor me dijo hace poco que debía de practicar el coito para facilitar el parto natural, sino tendría problemas.

—¿Y por qué no le pediste a uno de tus amantes que lo haga?

—Por que no, dejamos de verlos, ahora que estoy por ser mamá quiero solo a mi marido.

—Y bueno, yo te puedo ayudar. —Se puso de pie, entusiasmado.

—¿Vos estás loco o qué te pasa?

—Dale Kimi, matamos dos pájaros de un tiro, yo cojo y de paso te ayudo con tu concha cerrada.

—Vos estás muy mal de la cabeza… —le respondió decepcionada otra vez.

—Szzit… ¡Dale Kimi! —le dijo completamente serio, acercándose bruscamente a su rostro para establecer contacto visual, y le apretaba fuerte el hombro con la mano—. Y después me voy y no nos vemos nunca más.

Kim, con cara de tristeza, comprendió que no podía esquivar eso, comprendió que la cosa podía pasar de cariñosa a violenta si ella se seguía negando. Le hizo un lento "sí" con la cabeza, y con el gesto le brotaron unas lágrimas de los ojos azules. Kevin besó suavemente esas lágrimas, absorbiendolas todas. Con ambas manos en los hombros, esta vez sin apretar, le fue empujando lentamente hasta que su espalda esté apoyada en el colchón. Acto seguido, Kim, con la mirada fija en el techo, escuchó como su hermano se iba despojando de su ropa. Luego sintió como su hermano le acomodaba lentamente sus piernas, hasta quedar flexionadas a los lados. Las manos de su hermano acariciaban la tersa y bronceada piel de sus piernas y muslos. Escuchó la saliva, escuchó otro sonido pegajoso, probablemente el líquido preseminal que empapaba el enorme pene de su hermano, pensó Kim. No faltó mucho para sentir la punta del glande hurgando en su entrepierna. Su vagina estaba algo peluda, pero eso no parecía ser molestia para el hermano perverso. El pene se fue abriendo paso lentamente, Kim podía sentir como entraba con facilidad, como la iba ultrajando. Su hermano gemía de placer, jadeaba como si estuviese teniendo la satisfacción más grande jamás dada. Comenzado el mete-saca, Kim se pudo dar cuenta con más dimensión del enorme miembro que su hermano se cargaba.

—Ay Kim, qué rico, no voy a aguantar más, en un ratito me acabo —dijo extasiado su hermano.

Kim trataba de transportarse con su mente a otro lado pero no lo conseguía, seguía sintiendo las manos de su hermano acariciando sus piernas, y su miembro abriéndose paso por su interior. Kevin gimió fuerte, hasta que de repente Kim sintió que aquel enorme miembro se marchaba, haciéndola sentir como si un gran peso se le saliera. Al instante, sintió un chorro caliente chocando con su vientre. Preocupada por su bebé, se incorporó un poco, y alcanzó a ver como su hermano le eyaculaba los últimos chorros de semen caliente y espeso por la panza de embarazada. Kim se quedó estupefacta con lo que le había hecho su hermano, quien estaba con la cara desencajada por el puro goce que estaba sintiendo. El olor a sexo casi mareaba a la futura madre. Al rato, cuando los chorros de semen empezaban a escurrirse como gotas, Kevin se sienta al lado de su hermana, con el brazo rodeándole la espalda para hacerle de soporte, y con la mano que le quedaba libre comenzó a untar con cuidado el semen por la piel de la panza como si fuera crema. Le dio un tierno beso en el cachete a su hermana, y le dijo al oído con voz tierna:

—Esto te va a hacer bien, para las estrías, así no te va a quedar ninguna.

—Mmm… si claro, lo dice el experto en dermatología.

—De verdad te digo, Kimi —le responde Kevin haciéndose el experto—, la leche tiene propiedades para la piel, por eso te quiero llenar de mi chele la panza, todo lo que pueda, para que después que tengas el bebé sigas teniendo un lindo cuerpo. Yo quiero que sigas siendo linda, Kimi, y no como mamá que se hizo percha con los embarazos.

Kim decidió ni opinar sobre lo que acababa de escuchar, ahora estaba tratando con un perverso, no era la primera vez pero éste en particular era extremadamente asqueroso para ella… Solo quedaba darle lo que quería y que luego se marche para siempre.

—Bueno, ¿eso es todo?, ¿ya te podés ir?

—Noo… —Se ríe bufonescamente—. No todavía, tengo más cargas para vos y tu pancita… Imaginate que estoy cumpliendo mi fantasía ahora, mi vida.

—Está mi marido abajo, no hay tanto tiempo…

—¡Qué me importa!

—Aish, ¿de verdad querés seguir cojiendo?, ¿estando yo así, embarazada, así y todo tenés ganas de cojerme? —Quiso restarle morbo Kim al momento, para que su hermano se apiade.

—Pero obvio, Kim, mirá… —Se puso de pie ante ella y le mostró su nueva y recuperada erección. Lo meneó un poco para ella—. ¿Cómo no me van a dar ganas de cojer? Lo único que importa son esas tetas grandes y esas redondas nalgas para que esté así… —Le vuelve a restregar el miembro firme.

—Dios, sos un asco.

—Dale bombón, chupala un poquito —le dijo pasado de libido, acercándole su miembro a la cara.

—No, Kevin, basta. —Se esquivaba el miembro de su hermano, cubriéndose con ayuda de sus manos.

Kevin la agarró de las manos, pero viendo que ella se seguía resistiendo, desistió.

—Bueno Kim, si no querés comerte la mejor pija de la galaxia, es tu decisión, vos te lo perdés. —Kevin puso sus manos en sus cachetes y la obligó a mirarlo. Le dió unos piquitos en los labios—. ¡Muá!, sos hermosa, Kim, me encantás. Para estar en tus cuarenta años estás perfecta.

Kevin le pidió que se ponga a cuatro patas. Ya en posición, acarició las nalgas duras y en pompa de la dama, las besó, lamió con ambrosía su ano, lo chupó tanto que quedó bastante lubricado. Se puso en posición y acomodó la punta de su miembro en aquel ano.

—No Kevin, hijo de puta, cómo me vas a meter tu enorme pija por el culo, no aguanto —suplicó Kim, quien se mantenía por el momento firme con los brazos.

—Tranquila bombón, ya sé, solo te voy a meter la cabecita.

Kevin echó saliva en el ano y, junto con el líquido preseminal que producía su pene, fue introduciendo el glande.

—Aaay, por favor, cómo me apreta la cabecita… —expresó extasiado Kevin.

Solo introdujo la totalidad del glande, como había dicho. Lo metió y sacó unas ocho veces. Estaba muy excitado, ya quería cojer. Notaba que a Kim le estaban cansando los brazos. Sacó su pene del ano de su hermana, y lo iba a introducir en la vagina, pero antes le dijo a ella:

—¿Viste que soy bueno, Kim? Te dije que iba a ser la cabecita, y solo fue la cabecita, hombre de palabra. Pero ahora tengo ganas de cojer, así que prepará esa conchita.

—Nonono —dijo Kim y se incorporó, volviendo a quedar sentada en la cama.

—¿Qué?, ¿por qué?

—Lavate la pija primero.

Kevin se echó a reír.

—¿Vos me estás jodiendo, Kim?

—No, me la metiste en el culo y yo ni estaba preparada, no me lavé bien para eso, si me la metés en la concha así podría agarrarme una infección. Andá a lavarte en el baño. —Le señaló con la punta del dedo índice la puerta concerniente al baño de la habitación.

—Chiist, esto tiene que ser una joda…

Crédulo, Kevin se fue al baño, pero no iba a dejarse ordenar así nada más. Tomó el jabón líquido con pote y todo, un vaso con agua y salió al encuentro con su hermana.

—¿Qué haces? —le dice ella.

—Lavame vos, ya que tanto querés que esté limpia mejor hacélo vos.

Kim, resignada, asintió. Se sentó al borde de la cama, y Kevin se posicionó frente a ella. La punta de su pene parecía señalar a la cara de Kim. Ella tomó el jabón líquido y puso un poco es sus manos. Hizo un buen de espuma y la dirigió hacia el pene. Con las dos manos comenzó a enjabonar aquel gran miembro. Kevin gozaba con la imagen, era tal cual como si su hermana le estuviera haciendo, con empeño, una paja.

—Aaah, si, Kim. Eso, lavame bien esa puntita.

Kim notó como el miembro de su hermano se iba poniendo cada vez más rígido, elevando también su altura. Detuvo sus manos, se quitó el resto del jabón con la manta, y tomó el vaso con agua que trajo él. Enjuagó aquel duro miembro vertiendo de a poco el agua del vaso. Ya estaba listo.

—Bien, buen trabajito, mi amor —apremió Kevin—, ahora vení…

Kevin la hizo poner de pie, con cuidado, e hizo que se apoye contra la pared. La acomodó un poco para que resalten sus nalgas, y le preguntó:

—¿Vas a aguantar ahí, contra la pared?

—Ajam… —alcanzó a decir su hermana—, solo no lo hagas muy fuerte.

Kevin se fijó en las manos firmes, apoyadas en la pared. Miró las nalgas en pompas y se relamió.

—Mmm, decí que sos alta, bombón, así podemos hacer esto. —Kevin le dió un azote a una de sus nalgas.

—¡Ay, hijo de puta!, cuidado…

—Obvio, mi amor, pero esta cola está para azotaaar. —Le dió otro azote pero en la otra nalga. No escuchó a Kim quejarse—. Bueno mi amor, comencemos. Calculo que te habrás comido pijas grandes así como la mía —le decía mientras iba penetrando poco a poco—, ya que, a fin de cuentas, tenés un montón de amantes con buena pija, ¿no?

—Si Kevin, no hay problema —dijo ella obligada, casi en un susurro.

Kevin habrá estado unos cinco minutos penetrando a su hermana en esa posición. Se deleitaba viendo su gran miembro desaparecer y aparecer desde el interior de su hermana, viendo también sus turgentes nalgas chocar con su ingle. Apoyó sus manos encima de las de su hermana, para ayudarla. Movía su cadera como todo un experto, y le encantaba ver cómo su cabello rubio se deslizaba por su piel.

—Ahah, listo bebé —le dijo Kevin.

Se salió de ella y la tomó para que se vuelva a acomodar sentada en el borde de la cama, despacio. La hizo acostar, y luego se acomodó entre sus piernas. Apuntó su pene para que dé en la parte baja de la panza embarazada de su hermana, y comenzó a masturbarse para eyacular. En su mente recordó cómo rebotaban sus tetas chocando con la panza, cuando se la cojió por primera vez, y eso le hizo eyacular. Descargado todo el semen, rápido se acomodó para volver a untarla con su nueva "crema", con delicadeza.

—Eso mi amor, cubrimos la parte de abajo. ¡Qué garchada te pegué, eh! Sos perfecta para cojer, te cojo todos los días, si pudiera.

—Dios, Kevin, por favor callate, pareces un pibe de 15 años encarando una minita.

Kevin se echa a reír.

—Pero claro, todos tenemos un perverso polimorfo en nosotros.

Ambos quedaron unos instantes recuperando el aliento. Kim rompió el breve silencio:

—¿Ya está, te podés ir?

Kevin se ríe una vez más.

—Qué antipática que sos, Kimi, encima que te doy la garchada de tu vida y te cuido la piel, solo pensas en echarme.

—Es que… no quiero dar ninguna entrevista a la policía, si llegan a venir.

—¿La policía? Son unos gordos nabos, Kim, quedate tranquila. —Le echó una mirada a su hermana embarazada a su lado, a toda su desnudez, y volvió a sentirse motivado—. Hagamos esto, Kim: una vez más como yo quiero y me voy. A cambio, me desherededo, así te quedas con toda la plata vos. Por lo que sé, ahora tenés buena plata gracias al negocio que hicimos con esos dos, pero para tu futura hija, porque espero que sea una mujer, que ella se quede con toda la plata de mamá y papá. ¿Eh Kimberly, mi amor, qué decís?

—Como vos digas, Kevin —le respondió con tono aún desanimado.

—¡Eso es, esa es la actitud! Vení, vamos al baño.

—¿Eh?

Kevin le ayudó a ponerse de pie y, tomándola de la mano, fueron al baño.

—Acá hay un buen espejo —explicó Kevin—, quiero verte, y que se grabe esto en mi mente, para recordarte.

Kevin la posicionó frente al espejo, y él se puso detrás. Comenzó a acariciarla como si él fuese un marido cariñoso, mientras le decía sus tipos de "cumplidos" al oído. Acarició la panza sintiéndose él el perpetrador de ello. Acarició los senos, los pezones, acarició los hombros y brazos de la dama, cubriéndola de besos su cuello. La abrazó y apoyó todo el miembro en su espalda. Kim, al sentirlo, le dijo:

—No puede ser que sigas caliente…

—Ya te dije, preciosa, que sos mi vida.

—Ay… Ya no creo que pueda aguantar otra garchada más —dijo, más que lamento, como suplicio.

—¿No, mi amor? —le decía al oído, completamente excitado, de nuevo—, ¿ya no aguantas más pija? Debe ser por el embarazo, porque sé de vos misma que aguantas, o mejor dicho, disfrutas de mucha pija.

Kevin besó varias veces a su hermana, quien estaba con cara de triste, con mucho cariño.

—Hagamos esto, hermosa: vení, sentate acá en el inodoro.

Tras sentarse ella, Kevin se puso enfrente, flexionó las rodillas para que su pene apunte a la panza y, con una mano apoyándose fuerte por el hombro de su hermana, comenzó a masturbarse intensamente.

—¡Ahh, sí, mi amor! —Miraba Kevin con gula el rostro de su hermana, quien le devolvía una mirada triste—. ¡Qué hermosa que sos, bombón!, qué hermosos esos ojitos verdes que tenés. —Kevin pasó la mano que estaba en el hombro hacia el rostro de ella, apoyándola en el cachete. Acarició con su pulgar los labios de ella—. Qué rico esos labios de petera que tenés. Algún día me la vas a chupar con esos labios, aunque sea en sueños, como Freddy Krueger…

Kevin imaginaba, con los ojos abiertos fijos en el rostro de su hermana, que ella le practicaba un felatio. La imagen real y la de su imaginación se superpusieron, generando en Kevin un próximo orgasmo. Se lo estaba por tirar todo en su cara, pero luego recordó su deber. Eyaculó nuevamente, por tercera vez, en la panza embarazada de su hermana.

—Eso, mi amor, la última dosis.

Con todos los chorros ya escurriendo en la piel, el hermano los distribuyó, con delicadeza, por las partes que faltaban cubrir de la panza. El semen anteriormente echado ya estaba seco. Kim casi se ahoga con el olor a pene que irradiaba su hermano.

Tras ver su obra terminada, Kevin le dijo simplemente:

—Chau.

Se fue a la habitación, se vistió rápidamente y se largó de allí por el balcón, a la vista de su hermana quien, además de consternada, miraba también aliviada. Agarró el pote de crema hidratante y pensó que todo aquello comenzó con ella pasándose crema en la panza. Al instante, su marido subió emocionado por las escaleras, abrió la puerta y le dijo:

—Mi vida, no me vas a creer, alcancé a escribir la mejor novela de todos los tiempos.

Ella le mira fingiendo cara de contenta y le responde:

—Qué bueno, amor.

—Ahm… ¿Por qué estás desnuda, mi vida?, ¿te estabas poniendo crema?

—Sí, mi vida —le responde con una mueca.

A Kevin lo atraparon quince minutos después, iba tan ensimismado que ni prestó atención a los patrulleros en la calle. Se entregó pacíficamente, con una sonrisa realizada. En la cárcel, unos días después, lo reacomodaron en una celda especial, una alejada la cual no había sido habitada en mucho tiempo. La compartiría con otras dos personas, uno de ellos era un pederasta y el otro un asesino, pero esto Kevin no lo sabía, aunque pudo intuir un aire turbio en ellos. Al rato de estar allí los tres, ya habiéndose marchado el guardia, la luz que emanaba de la pequeña ventana se fue difuminando. Al poco tiempo todo el cuarto se oscureció completamente, y Kevin comenzó a sentir los mismos síntomas de cuando experimentó el "cuarto negro" aquella vez… Nunca más se supo nada de aquellos tres, desaparecieron.

Kevin no se había dado cuenta, no tenía cómo saberlo, pero realizó a su hermana el mismo "ritual" que su madre había efectuado cuando estaba embarazada de él, uno que la señora creía que era la explicación del porqué su hijo le salió así. Se trataba del "baby cream shower". Kim parió una hijita, creció, se desarrolló y fue tan linda y sexy como sus padres. Apenas supo por su madre acerca de su tío, pero charlando con los colegas de la empresa de sus abuelos pudo conocer ciertos detalles. Había uno de los empleados en particular, uno que se auto-adjudicaba ser el "compinche" de su tío, que le reveló que su abuelo tenía videos porno de su madre en un pendrive. Con sus abuelos ya fallecidos, y ella heredando una fortuna, la muchacha buscó entre las cosas de su abuelo en su antigua oficina de trabajo, y pudo dar con aquel dichoso pendrive. Ella lo vió, y lo vió todo, a su abuela de joven, los juegos, el morbo, a aquel dichoso "baby cream shower"... Lo vió y lo supo todo. ¿Qué hará esta muchacha con todo aquello, cómo la ha afectado, qué despertó en ella? De momento, es un misterio.
© Soledad Flores