Hetero
February 27, 2023

La Empresaria & El Cuarto Negro

Un hermano con deseos incestuosos, dos empresarios con ganas de someter mujeres lindas, una sexy dama dispuesta a aprovecharse de ellos, y de fondo, un cuarto oscuro alimentándose de todos.

Cuarto negro: dícese de un fenómeno paranormal que afecta el espacio y la conciencia. Las razones de su aparición son desconocidas y sus características se siguen estudiando. Algunas teorías apuntan a que se generan por causa de una particular energía que emiten ciertas personas juntas en un mismo sitio. Suele ocurrir en estructuras poco frecuentadas y consiste en la transmutación de una habitación, a la que vuelve sumamente oscura y de atmósfera densa. Los que ingresan en ella experimentan alteraciones en la conciencia, como así también alucinaciones auditivas y del tacto. La mayoría de las personas que han experimentado un "cuarto negro" no suelen tener lucidez de ello, por lo cual hace más difícil su estudio.

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Kim Empresaria

Buena es la trayectoria de la empresaria Kim. Hoy la espléndida dama contaba ya con cuarenta años y fantaseaba con un contrato millonario con el cuál no necesitaría trabajar más el resto de su vida, así ella y su esposo podrían vivir en una lujosa casa a orillas de una playa, y criar a un primogénito sin ningún tipo de problemas.

Sus padres le enviaron a la fiesta de unos jóvenes y extravagantes inversores de la ciudad, para aprovechar la oportunidad y hacer negocios. No eran los típicos sujetos de los que alguien como Kim solía encargarse, como intermediaria de inversores con mucha más clase y de alto nivel empresarial, pero en esta oportunidad iría acompañada por su hermano, quien llevaba bastante tiempo fuera del negocio familiar, por lo que, pensaron sus padres, sería una buena vuelta a las prácticas para él.

Ése día, Kim y su hermano mayor Kevin fueron invitados a una reunión/fiesta de negocios en un salón privado, de uso poco frecuente, que se ubica dentro de uno de los más grandes y distinguidos centros comerciales de la ciudad. Omar y Luis, dos treintañeros, mujeriegos y viciosos empresarios de éxito eran los anfitriones del evento. Era un tanto conocido que estos dos empresarios solían tener unas conductas desagradables a la hora de tratar con guapas mujeres.

Kevin, el hermano de Kim, había estado en prisión dos años por denuncias de acoso sexual. Se ha mantenido en perfil bajo, hasta que la familia decidió que era momento de que volviera al mundo de los negocios. Debido a la fama de los anfitriones de la fiesta, la presencia de Kevin no causaría escándalo. Sin embargo, por más que se diga lo que se diga de Omar y Luis, eso no quitaba la cantidad de dinero que manejaban, por ello estaba Kim allí.

El salón en cuestión estaba ambientado como si fuese un club nocturno, iluminado con luces de color azul, violeta, verde y amarillo, sumado a la música pachanguera a buen volumen. Había una gran piscina rectangular en el centro. De ella emanaba la única iluminación blanca del lugar, por medio de luces led bajo el agua. A un lado de la entrada estaba la barra, ubicada a un extremo del lugar, a pocos pasos de la piscina, toda decorada de temática hawaiana, con bambúes y palmeras de plástico, sumado a los parlantes cubiertos con paja. A los costados de la piscina había unos largos sillones enterizos, cuyo respaldo era la pared. Al fondo se encontraban dos cuartos, ninguno tenía puertas, en uno de ellos se encontraba encendida una débil luz amarillenta, por lo que se podía adivinar una cocina y alacenas, pero el otro estaba completamente oscuro. El ambiente era climatizado, había gente con sus trajes de baño en el agua. Debían de ser las dos de la mañana.

Se saludaron los hermanos con los dos empresarios. Luego del saludo formal, Kevin se fue a sentar en el sillón del costado de la piscina, del lado en el que no había nada de gente, y justo en medio. Miraba de manera algo inquietante a las personas que estaban en el agua. Kim siguió charlando con los dos empresarios, que no paraban de mirarla de arriba abajo, apreciando su camisa manga corta de seda color rojo, con unos adornos de tela con forma de pétalos en el escote. Se dejaba ver algo de su exquisito sostén negro con encaje. La parte inferior de la camisa estaba metida bajo la falda tubo negra, que cubría hasta medio muslo.

Kevin observaba a su hermana. Pensaba que ella era una "ILF", porque para MILF necesitaba tener hijos primero. Su hermano era un perverso, y ha tenido muchas fantasías con ella. Se burlaba del esposo que se echó, quien para él no era más que un cornudo consentidor, debido a que su hermana siempre fantaseó con ser una "hotwife" en su juventud. Él sabía todo los detalles de su relación porque Kim se los contaba como confidentes que eran, pero ella no conocía los oscuros rincones de la mente de su hermano. Él sabía que Kim tenía una serie de amantes fijos, una lista tal cual, con los que llevaba a cabo sus jueguitos frente a su marido, todo de manera discreta, aunque de seguro algún vecino algo sospecharía. Ella no le ponía ninguna jaula de castidad o algo así al esposo, por suerte para este último, que le encantaba masturbarse.

El esposo de Kim no se avergonzaba para nada de ser un cuck, a fin de cuentas, no era más que un mantenido, ganaba muy poco en un pequeño emprendimiento que le hacía feliz. Además, le gustaban los coches deportivos, cosa que solo podía probar estando con una mujer de mucho dinero como lo es su esposa.

La familia pensaba que todo aquello de la denuncia de acoso era una artimaña para llevarse algo de su patrimonio, o por lo menos eso querían pensar.

Kim se separó de los dos muchachos, cuando uno de ellos intentó descaradamente rodear su cintura con el brazo. Fue junto a su hermano, y se sentó a su lado.

—¿Primeras impresiones? —le pregunta Kevin.

—Esos dos no pararon de comerme con la mirada —le respondió fastidiada—, me hacían muchísimos "halagos". Uno de ellos hasta me agarró de la cintura, ¿viste?

—Te quieren comer enterita, básicamente. Humm... —Kevin fraguó algo por unos instantes—. Podemos usar la leche que te tienen a nuestro favor.

—¿Eh?

—¿No te ofrecieron nada? No sería la primera vez que esos dos pagan por una mujer.

—Ganas no le faltaron... —respondió Kim con mucho disgusto.

Con un rostro que expresaba pura malicia morbosa, Kevin le sugirió a la hermana:

—Pedile a los dos un contrato millonario por encamarse con vos.

—¡Qué? Kevin, ¿estás loco?

—Por favor, Kimi —le respondió socarrón—, ¿me vas a decir que la idea te espanta?, ¿no sos acaso una hotwife? —Le guiñó.

—¿Qué tiene que ver? Yo todo lo que hago mi Eddie lo sabe, no hago esas cosas a sus espaldas, vos sabés.

—Y bueno, mandale un mensaje diciéndole que te vas a encamar con dos tipos. De seguro se va a hacer unas buenas pajas imaginándote, ¿no?

—No funciona así...

—¿Y cómo funciona entonces?

—Mi Eddie conoce a todos mis chongos, siempre que hago algo con ellos también es con él.

—Pff, por favor —se burló Kevin—. Decile que venga entonces.

—Noo. —Kim arrugó la frente—. No lo hacemos así, tiene que ser discreto, acá hay mucha gente y... —Sacude la cabeza—. No puedo creer lo que iba a decir.

—¿Qué ibas a decir?

—Nada.

—Kimi... —Arquea una ceja y le mira de soslayo—.

—No, nada, olvídate.

—Decile a tu hermano, ¿no confías en mí?

La hermana suspira:

—Iba a decir que ni siquiera me gustan mucho esos dos. —Volteó a verlos—. Tienen pinta de que podrían haber sido bullys de mi Eddie en la secundaria.

—Mmm, más morbo —dijo Kevin con antojo.

—¿Qué?

—Escuchame, Kimi. —Apoyó sus manos en los hombros de su hermana, mirándola fijamente a los ojos—. Seguramente odias a esos dos y, no te voy a mentir, son unos imbéciles. Vamos a cagarlos, vamos a quitarles toda la plata que tengan. Ni siquiera sería un robo, lo mejor es que ellos mismos te lo van a dar voluntariamente. Negocia un contrato millonario.

—No, Kevin —dice sintiéndose dolida—, no le puedo hacer eso a mi Eddie.

—Kimi, no estás entendiendo. Ofreceles como humo la compra de una subdivisión de la empresa, podés llegar a sacar tanta plata que ya no vas a necesitar trabajar más en tu vida. ¿No querés irte a una hermosa casa a orillas de la playa?, ¿no querías tener un bebé? —Kevin ve asentir con remordimiento a su hermana—. Bueno, lo único que tenés que hacer es ofrecerte para esos dos en bandeja de plata. Van a caer, van a caer porque saben lo que es bueno.

Kim volvió a mirar a aquellos dos tipos, que se encontraban a las carcajadas con el barman. Luego volvió bajo el yugo de su hermano.

—Es que... Kevin, yo siempre tuve el control y...

—Dale, Kimi, ¿te dan miedo esos dos? No es la primera vez que estas con dos tipos a la vez.

—No, no es eso, es que yo siempre tengo el control, yo siempre soy la que manda, y esos dos van a querer mandarme a mí... No estoy muy segura.

—Por favor, Kimi. Vos sos la que manda, vos vas a dominar a esos dos, si son dos bobos, por el amor de dios, miralos nada más. En menos de veinte minutos acabas con ellos.

Kimberly suspiró, se quedó mirando al suelo pensativa. Kevin continuó:

—Vamos a cagarlos, Kimi. Lo mejor es que ellos van a creer que te cagaron a vos, pero la que se va a llevar los maletines con toda la plata vas a ser vos.

Luego de suspirar, y unos segundos de silencio, Kim respondió:

—Esta será la primera y última vez en mi vida que hago de prostiputa.

Kevin sonrió, y luego la corrigió con el dedo índice en alto:

—Escort, Kimi, vos tenés clase, sos VIP, una VIP autentica además.

—Eso no me consuela —le dice con una mueca.

—Por favor, Kimi —dice Kevin riendo—, en una noche millones de dólares, ¿decime si eso no es "VIP, bitches"?

La mueca de Kimberly se convirtió en media sonrisa. Se pusieron de pie. Kevin, con las manos apoyadas aún en los hombros de su hermana, le hizo dar media vuelta y le dio una palmada en una nalga, a modo de espuela para que avance hacia aquellos dos viciosos empresarios.

Caminando lentamente, con sus tacones Louboutin, Kim iba pensando sobre aquellos tipos: son macarras, como se dice en España. Estos son los tipos que piensan, como yo lo llamo, con "la cultura del club de strippers". Para ellos, yo soy una bailarina, que hace lapdance con solo caminar, y para que haga lo que ellos quieran, me tirarán dinero. ¿Cuánto?, la cifra no importa, me arrojarán billete y billete al grito de "baila para mí, pedazo de zorra". Así es como creen mantener bajo su control al otro sexo. Me voy a llevar lo único bueno que tienen: su plata. Le preocupaba un poco la actitud que tendrían a la hora del sexo, que quisiesen dominarla, que se pusiesen brutos con ella, algo que no le gustaba nada, siempre fue de quedarse con los muchachos con los que ella ejercía dominio, así es como le gusta. De todas maneras, no es que tuviera miedo. Se dijo a sí misma: viví muchas experiencias sexuales ya, excepto, y gracias a Jesusito, una violación; o tenía a alguien que me cuidase, o me escapaba justo a tiempo a toda velocidad. Por otra parte, reflexionó sobre su "maridito", con el cual no estaba del todo contenta. Cuando ella hacía sus exhibiciones con los amantes, lo veía masturbándose con toda intensidad como si estuviese viendo a una actriz porno cualquiera, y no era eso lo que ella quería, lo que pretendía es que, con el show, despertar en él algo de celos, los suficientes para que se abalanzara sobre ella y le demostrara todo su vigor. Sin embargo, Eddie se echaba tres pajas y se quedaba rendido. Al menos, cuando estaban solo ellos dos, podía sentir toda su adoración, él era tierno, cálido, y eso le parecía bonito, solo que, a veces, le apetecía vigor, y si no se lo daba su "maridito", pues se lo darían sus amantes.

Kevin observaba en la distancia como su hermana hacía "negocios", charlando tan amenamente con aquellos dos, quienes no perdían oportunidad, desde la comodidad de sus taburetes, de flirtear con la elegante y sexy dama. Ella se posicionó en medio de los dos para recoger la bebida que le preparó el barman, quedando así de espaldas a su hermano. Uno de los tipos aprovechó que ella estaba de pie, para acariciarla, pasando de la suave seda de su camisa, hasta llegar a la ajustada falda. Dejó estacionado por bastantes segundos su mano en una de sus nalgas, haciéndole gestos a su colega. No se resistió más y le dio unos apretones con las puntas de sus dedos. Kim volteó a ver la cara de aquel toquetón y, para parar aquello, se sentó en su regazo. El toquetón no cesaba sus caricias, masajeaba la espalda de la dama con movimientos suaves, hasta pasarse por el inicio de su trasero.

El otro compañero era el que conversaba con ella, reían, intercambiaban miraditas pícaras, y a veces se hablaban al oído, cosa que el toquetón aprovechaba para admirar la curvatura de la dama. En un momento dado, el conversador se levanta y se aparta del lugar con el móvil pegado a la oreja. Quien quedó con Kim ya no disimulaba sutileza con sus manos tras marchar su colega: sobaba el trasero y las piernas de la dama, quien lo había tomado por asiento. Cuando quiso dirigir sus manos hacia sus senos, ella le para y le dice algo al oído. El colega asiente y le devuelve una mirada viciosa. Kevin imaginó que ella le debió haber dicho algo así como "esperá a que lleguemos a la cama". El conversador regresa a la escena y le comenta algo a Kim que la hace ponerse contenta. Ella se levanta para volver a reunirse con su hermano, mientras que los otros dos se quedaron viendo con descaro el bambolear de la dama, desde sus taburetes con las piernas prepotentemente abiertas.

—¡Lo conseguí! —festeja Kim apretando los puños.

—¡Eso, leona! —le apremia su hermano—. Te dije, no pueden ni disimular más las ganas de comerte. —Kevin la ve asentir pero con mucha seriedad—. ¿Y, cómo se va a hacer?

—Ya llamó a su notario, viene con los papeles y todo. Tenemos que revisar bien entre los dos que no haya trampa.

—No te preocupes por eso. —Kevin se especializaba en encontrar pasajes ambiguos en los contratos de negocios. También sabía redactarlos para que se esclarezcan tal cual las cláusulas que ellos procuraban. Pero eso no era lo que le interesaba más a él en esos momentos—. ¿Y lo otro, cómo se va a hacer?

A Kim le dio un poco de repelús la forma en que le miró su hermano, con una sonrisilla que denotaba una complicidad morbosa entre ambos. Suspiró y le reveló:

—¿Viste la entrada esa que está al fondo? La que está a la izquierda de la de la cocinita esa, o almacén, no sé lo que es.

—¿Esa que está toda oscura?

—Sí. Bueno ahí me dijeron que hay una habitación, con una cama de dos plazas. Obviamente ahí vamos a hacer la movida. Me dijeron que no van a prender ninguna luz, para disimular un poco... —Kim dio un vistazo hacia las demás personas que se encontraban alrededor de la piscina, algunos estaban en el agua, otros charlando desde los sillones. La gran mayoría pasaba de ellos.

—¿Van a entrar los dos juntos, o se van a turnar?

—Van a entrar los do... —Kim se calló de repente. Se preguntaba por qué su hermano quería saber tantos detalles, ¿acaso era para humillarla más?

El notario había llegado, se dirigió directamente hacia la barra donde estaban Omar y Luis. Kim y Kevin esperaron unos segundos, y luego ambos fueron hacia allá también. Se hicieron todas las presentaciones formales. Kevin se adecuaba bastante bien, sabía cómo hacer buenas migas ante tipos viciosos como ellos. Luego de unas copas, los cinco se dirigieron al fondo del lugar, hacia la habitación que estaba a la derecha del cuarto oscuro. Allí encendieron más luces, y se pudo ver una heladera, una cocina, un escritorio con una notebook y una impresora. El notario empleó hábilmente estos dos últimos dispositivos y, al cabo de unos minutos, ya se encontraba el contrato imprimiéndose. Kim lo revisó primero, y luego su hermano. Una vez todo cerciorado, firmaron los cuatro y ya quedó hecho. Los anfitriones sacaron de la heladera una botella de Dom Pérignon Rosé Gold. Repartieron unas copas y salieron de aquel cuarto. La gente vitoreó aquel corcho estrellándose contra el techo.

Ubicados en ronda a un costado de la piscina, los cuatro brindaron.

—¿Te gusta el champagne, Kim? —le preguntó Omar, quien rodeó, con toda confianza, su brazo en su cintura.

—Mmm, me encanta —le responde ella tras dar un sorbo.

—¿Sabes a quién le gusta mucho también el champagne? —dice Kevin, mirando las burbujas en su copa subir.

Kim le hace gesto de que se calle. Luis mira divertido a Kevin, y le sigue el juego:

—¿A quién?

—A su marido —responde y ambos sueltan una carcajada.

—Si, claro... tu maridito —dice entre dientes Omar.

Kim trata de esconderse en su copa hasta terminar, con un largo trago, toda su bebida.

—¡Ahh! —exhaló ella—. Más.

Estuvieron unos diez minutos allí, donde Omar se pegaba cada vez más a la ahora "achispada" Kim, y Kevin daba charla a Luis. Este último mira su reloj y luego le hace señas a su compañero.

—No se aguanta más las ganas... —le dice Luis, cerca del oído, a Kevin.

El hermano de Kim responde con una grotesca sonrisa, le tomó por sorpresa que aquel tipo supusiera que él pudiese estar al tanto de lo que ocurriría luego. Omar y Luis se despiden. Ambos hermanos los ven dirigirse hacia aquel cuarto oscuro, cuyo umbral parecía devorarlos al pasar. Kevin se quedó con la botella, miró a su hermana y notó que sus manos le temblaban.

—¿Estás nerviosa, Kimi, o muy excitada?

—Qué te importa —le responde enojada—. Servime un poquito más. —Extiende su copa. Luego de beberse todo, le espeta—. Nunca te cayó bien mi Eddie, ¿verdad?

—Qué importa si me agrada o no, Kimi... —Se ríe—. Dale, te están esperando. —Señala con la cabeza el cuarto oscuro.

—Acompáñame hasta la entrada, así me haces de tapadera —dice ella, aún con mirada seria.

Kevin, habiendo visto las ganas que cargaban esos dos hacia su hermana, imaginaba cómo la devolverán: con las nalgas todas hinchadas por palmadas. Esa visión le hizo sonreír y activar aún más su libido. Kim, antes de cruzar por el umbral, miró atrás en dirección a la gente que estaba en la piscina, por encima del hombro de su hermano. Pudo comprobar que pasaban por completo de ellos. Ambos hermanos cruzaron el umbral. Se encontraban en una pequeña antesala, apenas iluminada por las luces que llegaban de la piscina. La entrada a la habitación estaba sumida en una espesa oscuridad. Kim tanteó la pequeña antesala, y encontró una silla en un costado.

—Voy a dejar mi ropa acá —susurró a Kevin—, me pidieron que entre desnuda. Mejor porque no quiero perder ni mi tanga. Si no salgo en menos de cuarenta minutos, vení a buscarme. —Pudo notar como su hermano asentía firme con la cabeza.

Kim se desviste sin mucha prisa, y va dejando su ropa en aquella silla, mientras su hermano le hacía de tapadera. Una vez desnuda, miró por última vez los ojos de su hermano, y luego marchó hacia la habitación, siendo absorbida por la espesa oscuridad del cuarto negro.

Kevin se quedó expectante unos momentos. No oyó nada, por lo que supuso que su hermana se había adentrado bastante al fondo. Procedió a tantear las prendas en la silla. Buscó la tanga y el corpiño. Se las guardó. Salió de aquel lugar como si nada, sonrió a algunas personas en la piscina y, aún con su botella de champagne, se marchó del salón. Vagó por aquel shopping vacío, en dirección a los lujosos y grandes baños. Adentro no había nadie, eran aproximadamente las cuatro de la mañana. Se metió a uno de los cubículos, bajo la tapa del váter y se sentó. Saco de su escondite las prendas íntimas de su hermana, ambas de fina tela y de color negro. Acarició con devoción el decorado del corpiño, y luego apoyó las copas en su cara. Podía sentirlas aún tibias. Lo siguiente que hizo fue aspirar, como si fuese cocaína, la tanga. No aguantaba más de la excitación, se desabrochó el cinturón y comenzó a masturbarse furiosamente, aún sosteniendo con firmeza aquellas prendas. Cerró los ojos e imaginó empotrándola, sometiendo de espaldas a Kim en una mesa de billar, con el mismo atuendo que llevaba esa noche. El sonido de sus nalgas al chocar con su ingle, los gritos, las súplicas... Demasiado para él, su eyaculación fue a parar contra la puerta, dejando una desagradable marca en aquel recinto público.

Luego de recuperar el aliento, Kevin miró su reloj. Habían pasado 25 minutos y él seguía con ganas de más. Guardó las prendas y salió de allí. Otra vez paseando por aquellos vacíos pasillos, que en otro horario se encontrarían repletos de personas. Iba a regresar al cuarto oscuro, se quedaría allí expectante, esperando poder escuchar algo de lo que pasaba en la habitación. En el salón seguía la fiesta. A Kevin le pareció que la música estaba un poco más alta. La gente seguía a su bola, ni siquiera les llamó la atención su retorno. Ya dentro de la antesala, devolvió las prendas e hizo a un lado las demás para poder tomar asiento. Estaba mucho más oscura que antes.

Se sentía una ligera opresión en el ambiente, y la oscuridad cada vez se hacía más densa. Sorprende escuchar en la distancia una respiración agitada, obstruida, como si le estuvieran tapando la boca con una mano. Luego, los resortes de una cama, «tiki, tiki, tiki», acompañados de jadeos amortiguados. Desde los lados, leves gemidos agudos de mujer hacían eco. Le acompañaban otros dos gemidos más, de varones. Cesó el gemido agudo. Se intensificaron los de varones. Difuminación de los sonidos, hasta llegar al silencio absoluto, interminable instante de silencio absoluto. Movimientos sobre la cama, el sonido de la tela deslizándose por pieles, y el sonido inconfundible del velcro. Absoluta desorientación. Sensación de confusión disminuyendo paulatinamente. Las pupilas adaptándose a la bruma, se pudo percibir un poco de luz. Se pudo percibir sonido. Sentido de la orientación recuperada.

Los dos tipos salieron corriendo, uno detrás del otro, con bañadores puestos. El primero se echa un clavado en la piscina, la gente lo festeja. El segundo se arroja con calma. Ninguno de los dos llegó a notarlo. La dama desnuda se apareció, lo reconoció en la penumbra, no le dijo nada y comenzó a vestirse. El tanga, luego el corpiño, le pidió ayuda para abrocharlo. Camisa de seda, luego la falda, le pidió ayuda con los tacos. Se arregló el cabello, y ya estaba perfecta. Tomados de la mano, salieron de aquel cuarto.

—¿Habías hecho algo así antes? —le preguntó, mientras iban alrededor de la piscina.

—No. Así no es como se hacen los negocios. Hoy funcionó solo porque estaban los ingredientes adecuados —aclaró la mujer—. Nunca más va a pasar algo así, este tipo de contratos millonarios no se presentan todos los días. Esos dos, por más que no quieran volver a renovar, no importa, la plata ya está puesta y no hay forma de retractarse. Igual, lo mejor es cortar contacto y no volverlos a ver.

Otras personas, junto con la pareja, se marchaban también de la fiesta, recorriendo aquellos vacíos pero ahora acogedores pasillos del shopping. El muchacho miraba con ilusión las vidrieras de un local, en la cual estaban exhibidos modelos a escala de automóviles deportivos.

—Vamos a pasar un ratito por la farmacia antes de ir a casa —le dice la dama con tono suave.

En la farmacia, Kim le pasa su móvil y le dice:

—Eddie, entrá al home banking, fijate si está la plata mientras yo compro una pastilla.

Tomó el móvil. Entró en la app. Le tomó unos segundos poner el usuario y contraseña. Se abrieron sus ojos y boca al ver la cifra. Pensó que se debía de tratar de un error, por lo que volvió a chequear. En efecto, la cantidad de dinero era abismal. Buscó con la mirada a su esposa. No se encontraba en la caja, estaba en el bebedero, tomando la pastilla que recién había comprado.

—Mi amor, ¿te fijaste? —le dice Kim, regresando a su lado, y tomando su mano.

—Sisi, está todo. —Le devuelve el móvil.

Eddie se sintió incómodo por la mirada extraña que le lanzaba a él la señora de la caja, por lo que salieron con prisa del local.

Unos meses después, el nuevo coche que conducía Eddie era un Porsche 911 Turbo, pensando que sería su último deportivo, aunque también llegó a pensar eso mismo de los anteriores. En la nueva y lujosa casa a orillas de la playa, una feliz Kim le anuncia a su esposo que estaba embarazada. Eddie se puso contento, pensaba que jamás llegaría a ser papá.

Luego de festejar la noticia, pasaron un hermoso día. Sin embargo, por la noche Eddie tuvo un sueño espeluznante. Tan vivido fue la pesadilla que no pudo olvidarla. En el sueño, Eddie entraba a una habitación iluminada por una cálida luz amarillenta. En el centro se encontraba una gran cama, como de dos plazas. Tres personas estaban acostadas en ella, ladeadas, dos hombres y en el medio una mujer. Ambos hombres tenían la cara cubierta por negros pasamontañas. Kim era la mujer, miraba hacia la pared de manera fija, el cabello bien peinado se le movía como si le estuviese recorriendo una brisa. Su postura era como la de un felino imperturbable, con ambos codos apoyados en la cama, sobre unas cobijas sin presentar desprolijidad. El hombre que estaba a su espalda le atajaba la pierna, el que estaba de frente aferraba sus manos en la cintura. Eddie los observaba con la vista en alto, parecían estáticos los tres, a excepción del leve vaivén de las puntas del cabello de Kim. Luego se acercó al pie de la cama. Se agachó para ver lo que ocurría en la entrepierna de Kim. Su visión se abstrajo en esa zona, como si sus ojos fuesen una cámara de video aplicando zoom para hacer un primerísimo primer plano. En aquella toma, dos miembros viriles se insertaban al mismo tiempo en la vagina, con movimientos erráticos, estereotipados, como si parecieran máquinas. Eddie oyó unos leves gemidos. Con fuerza, pudo salir de aquella abstracción. Ahora, con la mirada en alto, podía apreciar que el movimiento de caderas de los hombres era exagerado, pero solo de la cintura para abajo, arriba todo seguía estático. Miró al rostro de Kim, parecía fatigada, y su pestañear era errático también, cerrándose primero un párpado y luego el otro, muy lentamente, hasta que volvió a recuperar esa mirada fija y perdida en la pared. Eddie desplazó la mirada una vez más hacia abajo, y oyó de súbito muchos gritos y jadeos tan aturdidores que fueron los causantes de su despertar. Se encontraba agitado, completamente sudado, tratando de recuperar el aliento. Su mujer, acurrucada a un lado, seguía tiernamente dormida.

Desde aquel día de la fiesta de negocios, no se volvió a saber nada de Kevin. Kim sólo recordaba que se había marchado con la botella de champagne y luego no regresó jamás. Los padres pensaron que se había ido de viaje a festejar, desconectándose de todos, como supo hacer alguna vez en el pasado. Ya habían pasado tres meses y seguía sin volver...

Fin