Alejandra: campamento con mi hermano ( 5 )
Abel y Fer se internan en el bosque para terminar lo que iniciaron enfrente de sus amigos, sin embargo, al regresar al campamento se encuentran con una nada grata sorpresa que hace que el chico revele el deseo que siente hacia su hermana.⚡
- Dame un minuto - dijo Fernanda, tras haber expresado sus deseos de que yo fuera el primer hombre en su vida, levantándose de inmediato mientras mi consciencia de dónde estaba y lo que pasaba a mi alrededor regresaba, dándome cuenta de que mi hermana estaba tirada en el pasto, sudando, respirando agitada, seguramente tras haberse masturbado al mirar lo que Fernanda me estuvo haciendo minutos atrás.
Mi chica regresó conmigo cargando una mochila en sus hombros, de la cual sobresalían un par de cobijas; una imagen que me provocó algo de gracia, pues no era mucha la diferencia entre la baja estatura de Fernanda y el tamaño de la mochila.
- ¡Nos vemos luego chicos! ¡Cuiden bien de mi cuñadita, eh! - dijo Fernanda, con esa vocecita traviesa y pícara que me encantaba, mientras los demás intercambiaban una mirada de incertidumbre al saber que nos íbamos.
Al levantarme del suelo, pude observar la forma como Diego, Juan y Beto veían a Alejandra, mirando el cuerpo de mi hermana como si fuera un gran filete de carne por el que estarían dispuestos a pelear hasta la muerte.
No pude evitar el imaginar lo que podría pasar cuando estuvieran a solas con mi hermana y sentí una punzada en el estómago al pensar que probablemente, antes de que terminara aquel campamento, ella se acostaría con alguno de mis amigos; sin embargo, en cuanto me puse de pie y Fer besó mis labios, todos aquellos pensamientos quedaron relegados ante la idea de que en unos momentos haría el amor con una chica tan hermosa como lo era mi novia.
Caminamos por unos minutos tomados de la mano, avanzando entre las sombras, perturbando la calma del campo con risas nerviosas, comportándonos como dos chiquillos haciendo una travesura, atravesando el bosque hasta perdernos de las curiosas miradas de nuestros amigos; no queríamos que supieran lo que estaba por pasar entre Fernanda y yo, algo tan íntimo debía guardarse en la privacidad de nuestros recuerdos.
No nos detuvimos hasta encontrar el lugar perfecto, donde la vista permitía ver el reflejo de la luna en el lago y los únicos testigos de nuestro amor serían los majestuosos árboles a nuestro al rededor.
Las cobijas fueron tendidas en el campo y luego nuestras miradas se encontraron, destellando el cariño que nos habíamos tenido desde que éramos niños, sonriendo nerviosos al saber que por primera vez estaríamos juntos de una forma tan especial como jamás lo habíamos estado, dejando atrás nuestra amistad para convertir nuestra relación en un verdadero noviazgo.
La tomé de la cintura y la acerqué a mi cuerpo, sintiendo la suavidad de su piel en mis manos, sus senos precariamente cubiertos en contacto con mi piel y mi erecta masculinidad apretándose contra su cuerpo. Fernanda posó sus manos en mis brazos y los acarició suavemente, erizando mi piel y robándome un suspiro mientras su mirada se posaba en mis labios.
Las sonrisas se habían desvanecido de nuestros rostros y fueron remplazadas por gestos de deseo que expresaban la atracción que sentíamos por el otro, el conocimiento de que estábamos a punto de hacer aquello que deseábamos desde mucho tiempo atrás, sin habernos dado cuenta de las llamas que refulgían entre nosotros hasta el momento en que nos besamos en el auto.
Mis labios y los suyos se encontraron y nuestros ojos se cerraron borrando de nuestro pensamiento al mundo entero. Mi mano se deslizó con lentitud hacía la parte baja de su cuerpo, sintiendo su piel erizarse en su recorrido hasta colarse por en medio de sus piernas, experimentando la forma como esa mujer se estremecía entre mis brazos y sus gemidos salían de su boca en un sonido tierno y excitante que erizó mi piel, cuando mis dedos penetraron su vagina y se deleitaron jugando en su interior, con tanta suavidad como me era posible imprimir en cada uno de mis movimientos.
Fernanda apretaba mis brazos y hundía su cara en mi pecho, gimiendo ante las sensaciones que agobiaban su cuerpo, antes de que sus labios comenzaran a besar mi piel deslizándose por mi cuello, mordiendo mis hombros y besando mi pecho, jugando un poco con su lengua en mis pezones mientras el movimiento de sus caderas me advertía del placer que experimentaba mi chica, antes mi mejor amiga.
Sus brazos recorrieron los míos hacia arriba, acariciando con sutileza mis hombros, deslizándose por mi cuello hasta llegar a mi nuca y llevarme de nuevo al encuentro de nuestros labios; entre tanto, mi mano deslizaba los cordones que sujetaban su bikini, mientras su compañera se deshacía del molesto sostén que cubría sus deliciosos senos.
Sus caricias descendieron lentamente por mi espalda y deslizaron poco a poco mi bañador hacia abajo, dejando que la gravedad los hiciera llegar hasta el suelo, sintiendo de inmediato le viento soplando en contra de mi erguido miembro que añoraba el momento de conocer el interior de mi mujer.
Poco a poco nos fuimos agachando sobre las cobijas, lentamente y sin dejar de besarnos hasta quedar recostados, con ella debajo de mi cuerpo y sus piernas abiertas, sintiendo cómo se conocían nuestros sexos, cómo se acariciaban mutuamente, entregándonos a la pasión que nos infundía el contacto de nuestros cuerpos desnudos, la idea de hacer el amor con quien amábamos y entregarnos de esa forma al hermoso sentimiento que nos embargaba, nacido en la complicidad de dos personas que un día fueron los mejores amigos y que esa noche se convertirían en amantes.
Me apoderé de sus senos y comencé a acariciarla mientras nos besábamos, sintiendo cómo mi boca ardía en ganas de conocer el cuerpo entero de esa mujer, sabiendo que no sería yo quien privara a mis labios de tan exquisito manjar.
Los besos en su cuello provocaron que mi chica se estremeciera, tal y como también lo hizo al sentir mis labios succionando sus senos, deleitándome con el sabor de su sudor, sintiendo cómo mi verga se ponía cada vez más dura al escuchar los gemidos que escapaban de la boca de Fernanda.
Tomé sus piernas y las levanté por encima de mis hombros, sabiendo que mi hambre de ella quería conocer el sabor de su sexo, que necesitaba llenarme la cara con el olor a hembra que se desprendía de su vientre.
Besé sus piernas y lamí su piel, acercándome cada vez más a su vulva, sintiendo cómo el aroma de su sexo se hacía cada vez más intenso hasta que al fin llegué a tan codiciado manjar y me dejé llevar por el placer de besarlo, acariciarlo con mi lengua degustando el sabor que desprendía y que se esparcía por toda mi boca.
Ella gemía mientras me tomaba de la nuca con suavidad, acariciando mi cabeza a la vez que sus piernas descansaban en mis hombros y sus pies se posaban en mi espalda. Mis labios fueron testigos de las contracciones que sufría su vientre ante las oleadas de placer que le estaba provocando.
Succionaba su clítoris mientras mis manos se unían al juego, describiendo círculos en la entrada de su vagina, penetrándola poco a poco, obligándola a desear más, llevándola al límite del placer para incrementar su deseo de tenerme dentro de ella.
Sus caderas se movían con hiperactividad mientras de su boca no paraban de escapar gemidos intensos, hasta que sus manos apretaron con mucha fuerza mi nuca y sus piernas se tensaron al punto de rodear mi cabeza y apretarla con fuerza, al sentir la forma como mi lengua acometía caricias imparables sobre el delicioso clítoris de mi hembra.
- ¡Ahhh! ¡Me corro! ¡No dejes de comerme! ¡Ahhh! ¡Ahhh!
Los fluidos de mi chica llenaron mi boca, saciando la sed que tenía de ella, haciendo que mis ojos se pusieran en blanco ante el placer de presenciar la llegada de su orgasmo.
Repté sobre su cuerpo antes de que mi chica dejara de retorcerse en los efectos de una sensación tan intensa como la que estaba experimentando. La besé en los labios compartiendo con ella el sabor del manjar que acababa de degustar, sintiendo maravillado la desesperación de sus besos y la necesidad que sentía de recorrer mi boca para conocer el sabor de su sexo.
Mis caderas se movían sintiendo el contacto de nuestros sexos, buscando el punto correcto para hacerle el amor y convertirla en mi mujer; fue el instinto o la necesidad que tenía de sentirla desde adentro, lo que llevó a mi cuerpo a encontrar la entrada de su vientre de forma natural, pero no me permití penetrarla aún, quería ver sus ojos cuando eso pasara, necesitaba ver la expresión en su rostro cuando un hombre la penetrara por primera vez en su vida.
Sin dejar que mi sexo abandonara el lugar en donde se encontraba, me separé un poco, mirando a los ojos a esa hermosa chica, deleitándome con el brillo de su mirada y la imagen que me brindaba el gesto de ansiedad que corrompía la ternura de su rostro.
Su cara se vio transformada en un gesto de placer cuando mi miembro entró en su cuerpo, deslizándose despacio en su interior, deleitando mis sentidos con el calor que emergía de su vientre, los tiernos gemidos que explotaban en su boca y las pequeñas contracciones que sufrían sus músculos mientras la penetraba y ella se aferraba de mi espalda con sus manos, enterrando sus uñas con la fuerza suficiente para volverme loco y querer cogerme a esa chica con toda la fuerza que poseía mi cuerpo.
Fueron sus labios los que me regresaron la cordura cuando me besó, cuando sentí la lengua de esa dulce chica acariciando la mía, mostrándome la necesidad que tenía de mis caricias, moviendo sus caderas de una forma sutil para que mi pene entrara al fondo de su vientre, en un acto impaciente que expresaba el deseo que sentía de convertirse en mi mujer.
- ¡Ahhh! - un sonoro gemido escapó de su boca y me abrazó de la nuca, llevando mi cabeza a un costado de la suya, donde mis labios se entregaron a besar su cuello y disfrutar el calor de su piel.
Mis caderas comenzaron el movimiento de vaivén que acometía con suavidad su vientre, entrando y saliendo de su cuerpo lentamente mientras ella gemía y se retorcía de una forma inigualable y sus piernas se enroscaban en las mías, acompañando el movimiento de sus caderas que continuaban con aquel ritmo inagotable que solamente incrementaba las sensaciones que sacudían nuestros sexos.
- ¡Me encanta tenerte dentro de mí! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Te amo demasiado! ¡Ahhh! ¡Ahhh!
Sus palabras provocaron que mi piel se estremeciera y que un deseo inusual de besarla me corrompiera, llevando mis labios a los suyos, experimentando la maravillosa sensación del masaje que nuestras lenguas se brindaban mientras nuestras caderas comenzaban a moverse de una forma salvajemente inusual, escuchando el choque de nuestros cuerpos en medio de la noche, sin dejar de besarnos, sin dejar de abrazarnos como si quisiéramos estar aún más cerca de lo que ya estábamos, como si necesitáramos fundirnos en una amalgama que nos uniera como uno mismo para siempre.
El control de nuestros cuerpos quedó en el olvido en el momento en que sentimos que estábamos cerca de culminar esa primera vez, ese primer encuentro de dos almas en el más puro acto de amor.
- ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Vente adentro de mí! ¡Ahhh! ¡Te lo ruego, mi amor! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Quiero sentir tu leche! ¡Ahhh! - me susurraba al oído, mientras sus piernas rodeaban mi cintura con la misma fuerza con que sus brazos se aferraban a mi cuello.
Un orgasmo conjunto nos sorprendió a los dos, dejando que la euforia de un placer compartido nos colmara, mientras gemíamos, jadeábamos y agitábamos nuestros cuerpos al mismo compás, tensando todos nuestros músculos, sintiendo por primera vez lo que en realidad era el amor, fusionados con aquella persona especial cuya presencia llenaba el vacío de todo aquello que nos pudiera faltar.
Una mirada intensa coronó aquel momento, con los rostros bañados en sudor y nuestros corazones latiendo sin control. Un beso en los labios selló aquel hermoso pacto de amor, antes de volver a mirarnos, de ser testigo de la dulce sonrisa que mi novia me brindaba y de la forma como aquellas palabras salieron de mi boca, lanzadas al mundo por mi corazón y no por mi razón, palabras que llenaron los ojos de Fernanda de un brillo especial y que retorcieron algo en mi interior, que me hicieron entender que no había nadie más para mí en el resto del mundo, que solamente estábamos ella y yo y que nada ni nadie podría separar esa hermosa conexión que en aquella noche de luna se formó.
Fernanda derramó una lágrima al escuchar mi voz entonando aquella frase que había nacido en mi interior desde mucho tiempo atrás, pero que hasta ese momento entendí lo mucho que necesitaba decirla.
Pasamos un par de horas envueltos entre las cobijas. Nos besamos, sonreímos, jugamos desnudos y también hicimos el amor varias veces más, disfrutando de la libertad que nos brindaba un anonimato cedido por el bosque que nos rodeaba, hasta que nos quedamos dormidos, bajo el calor que nos brindaban las mantas, abrazados en medio del bosque, sintiendo la calidez de nuestros cuerpos desnudos en una noche que sería inolvidable.
La mañana llegó y un gélido viento sacudió un poco nuestro sueño, haciendo que despertáramos de una forma inesperada y poco agradable, una molesta sensación que quedó en el pasado cuando nuestras miradas se encontraron de nuevo, y ambos sonreímos en un amoroso gesto de complicidad.
- Hola, Ab - dijo mi chica, en un tono cantado, traviesa como siempre lo había sido, como me encantara que fuera.
- Hola, Cariño - dije, esperando justamente la reacción que obtuve de Fernanda al escuchar mi voz, sonriendo emocionada, entusiasmada y completamente enloquecida por la sensación que esas palabras provocaron en ella.
- Me encanta escucharte decirlo, es como “¡Wow, soy su chica! ¡De verdad soy su chica!” - ambos reímos un poco antes de besarnos nuevamente y luego sentarnos sobre las cobijas, encontrando un panorama inesperado, pues a pesar de ser aún temprano en la mañana de aquel sábado, la orilla del lago ya comenzaba a ser ocupada por un considerable número de personas.
Nos pusimos de nuevo los bañadores y recogimos las cobijas del suelo, para luego ponerme la mochila en la espalda y caminar de vuelta al campamento, recorriendo el bosque tomados de la mano.
Fue muy placentero caminar de esa forma, con el gélido viento refrescando nuestros cuerpos, la hermosa vista que el lago nos proporcionaba y el amor que sentíamos el uno por el otro, acompañando cada uno de nuestros pasos.
El campamento lucía desolado al no haber nadie fuera de la tienda. La fogata apagada aún liberaba débiles y delgados hilos de humo, mientras una calma sobrecogedora nos rodeaba de una forma inquietante.
- Voy a ponerme algo de ropa, está haciendo frío, amor.
- ¿Me traes una camiseta, por favor?
- Claro - dijo Fer y me dio un beso antes de dirigirse a la tienda.
Me quedé mirando el lago, sonriendo ante el recuerdo de todo lo que ocurrió la noche anterior, embelesado al revivir los sentimientos y las sensaciones que experimenté a lado de Fernanda; me sentí a afortunado por tener una novia tan hermosa y encantadora.
- Ten, cariño - dijo mi chica, extendiendo hacia mí una camiseta, vistiendo unos shorts que llegaban un poco abajo de sus rodillas y una sudadera holgada, mucho más grande de lo que la necesitaba, como las que tanto le encantaba usar - oye Ab, adentro solo están Beto y Diego - me dijo Fer con algo de preocupación, un sentimiento que me contagió de inmediato por un segundo, hasta que vi la camioneta y una punzada en el estómago me atacó de pronto, entendiendo lo que tal vez había pasado, rogado equivocarme mientras caminaba hacia el vehículo, suplicando por no encontrarme con la imagen que estaba seguro que hallaría en el interior de ese auto.
Pegué la cara al vidrio de la ventana y la punzada que atravesó mi estómago se hizo más intensa, pues me encontré justo con lo que había imaginado, con una escena donde mi hermana y mi amigo yacían abrazados, completamente desnudos después de lo que seguramente había sido una excitante noche entre Juan y Alejandra.
Mis sentimientos eran tan confusos como las emociones que en ese momento agobiaban mi cuerpo, factores que me llevaron a preguntarme ¿Por qué me molestaba tanto el saber que habían dormido juntos? ¿Por qué me dolía el ver que mi hermana y mi amigo habían tenido sexo? ¿Acaso ella no era una mujer libre? ¿Acaso los dos no eran adultos? ¿Por qué tenía ganas de arrancarle la cabeza a mi amigo?
Me alejé poco a poco de la camioneta ante la escrutadora mirada de Fernanda, quien no dudó en irse a asomar a la ventana para luego ahogar un grito al entender lo que había pasado entre Juan y mi hermana, mirándome después con un gesto de sorpresa en el rostro, examinando mi cara para entender cómo me sentía al respecto.
Mi pensamiento era confuso al darme cuenta de que no era lo mismo pensar en que mi hermana podría tener sexo con alguno de mis amigos, justo como lo hice la noche anterior mientras me iba al bosque con Fernanda; a ser testigo de que aquella posibilidad se había convertido en una realidad.
Fer me miraba en silencio, con un gesto en el rostro que divagaba entre la sorpresa y la preocupación por el estado en el que me encontraba. Se acercó a mí con calma y tomó mi mano, antes de ponerse de puntitas y besar mi mejilla en un gesto muy tierno, característico de una chica tan linda como lo era ella.
- Ven amor, vamos a caminar, necesitas un respiro.
Nuevamente nos perdimos en el bosque, avanzando de la mano hasta llegar a una roca enorme que servía como mirador del hermoso paisaje que nos brindaba el lugar tan maravilloso donde nos encontrábamos.
Nos sentamos a la orilla de la roca dejando que nuestros pies colgaran, mientras poco a poco mis pensamientos acerca de lo ocurrido se iban desvaneciendo ante el peso de la hermosa vista que el mundo me mostraba.
- ¿Estás mejor, Ab? - preguntó Fer después de algunos minutos.
- ¿Qué paso ahí atrás? Pensé que con todo lo que ocurrió ayer, te habrías hecho a la idea de que eso pasaría en este viaje, pero tu reacción… bueno, no me esperaba que eso te causara tal impacto.
Miré a Fernanda a los ojos, estaba preocupada por mi estado. ¿Cómo podría decirle que me sentía celoso al saber que fue mi amigo quien se había acostado con Alejandra y no yo? ¿Cómo podría decirle que en realidad lo que sentía era envidia de Juan, al haber experimentado la sensación de coger con Alejandra?
- No lo sé, nunca había visto a mi hermana comportarse como lo hizo en este viaje, supongo que eso fue lo que…
- ¿No será que te sentiste celoso de Juan? - dijo Fernanda con un gesto serio y suspicaz - puedes decírmelo, no me voy a molestar; pero no me mientas, nunca lo hiciste cuando solo eramos amigos, no lo hagas siendo mi novio.
Nos miramos por unos segundos hasta que bajé la cabeza y luego asentí lentamente, sin tener el valor de mirarla, me sentía un poco avergonzado por experimentar esa clase de sentimientos hacia mi hermana, y sí, habíamos jugado un poco con algunos toqueteos y besos inusualmente placenteros, pero nunca creí que aquellos juegos me llevarían a desearla en serio, a sentirme desdichado por no ser yo quien en aquella noche hubiera ocupado el lugar de Juan.
Fernanda me puso sus manitas en las mejillas y me obligó a levantar la cabeza. Nos besamos de una forma tan tierna y a la vez intensa que me hizo olvidarme de todo por un momento, entregarme a la sensación de sus labios y el instante tan hermoso que estaba viviendo con ella.
Nos miramos cuando el beso terminó y no pude dejar de preguntarme ¿Por qué experimentaba un deseo tan intenso por mi hermana si estaba tan enamorado de Fernanda?
- No te sientas culpable por desear a tu hermana, yo también lo hago, es una chica muy sensual y provocativa; como te lo dije ayer, a mí también me gustaría saber qué se siente estar con ella, no lo dije solo por estar un poco tomada, en realidad es algo que me gustaría experimentar, así como también he tenido esa clase de sentimientos por Diego, como tú bien lo sabes pues te lo he dicho más de una vez, y no es que piense en él de una forma romántica; pero el deseo es el deseo. Eres un hombre con la capacidad de excitarte ante una mujer hermosa y yo soy una mujer con la capacidad de sentirme excitada ante un chico atractivo, es natural, lo que en realidad deberíamos preguntarnos los dos, es ¿Qué tan dispuestos estamos a vivir esa clase de experiencia con ellos? ¿De verdad podríamos ir hasta el final con ellos? Yo sé que dado el caso podría hacerlo con Diego, fue mi fantasía durante la adolescencia y no me molestaría que pasara algo con él, pero tú ¿Te lo has planteado con tu hermana?
Escuchar sus palabras me hizo darme cuenta de que no me molestaba la idea de que ella pudiera coger con su primo, en realidad sabía que mi amigo había sido su amor platónico durante su infancia y adolescencia, y que lo seguía siendo en el inicio de su vida adulta; pero no sabía en ese momento qué responder con respecto de mi hermana, no podía saber si el deseo que sentía hacia ella sería suficiente para dejarme llevar hasta el final y cogérmela como lo había hecho Juan la noche anterior.
- No tengo idea de qué decirte, no sé si podría llevarlo todo hasta el final, no sé si en el momento me atrevería a coger con mi hermana y tampoco sé si ella querría que algo así pasara entre nosotros.
Fernanda me miró de una forma extraña y luego se recargó en mi hombro, manteniéndose de esa forma por algunos minutos, hasta que repentinamente comenzó a reírse de una forma descontrolada, se levantó y se recargó en sus manos hacia atrás sin dejar de reír, víctima de los nervios, mientras su cara se ponía cada vez más colorada y yo la miraba sin entender lo que estaba pasando.
- Lo siento, Ab, es solo que se me ocurrió algo alocado para explorar hasta donde llegaríamos con esos dos: un juego de espejo, algo así como “yo lo hago si tú lo haces”. Estoy segura de que tu hermana aceptaría si la desafío a hacerlo, pero…
- Tendríamos que estar completamente seguros de que eso es lo que queremos ¿Cierto? - el gesto de Fernanda se relajó, aunque no dejó de mostrar una ligera sonrisa en sus labios mientras asentía. Tras algunos segundos, sentí nuevamente los labios de Fer besando mi mejilla.
- Creo que deberíamos regresar al campamento, seguramente deben extrañarnos - dijo mirándome, como esperando a ver mi reacción; sonreí tímidamente y asentí con la cabeza - vamos muchacho, tengo hambre; claro, un hambre distinta de la que tenía ayer en la noche - dijo mi chica, robándome una carcajada con ese último comentario, abrazándome de nuevo por el cuello para besarme, un minuto antes de ponernos de pie y dirigirnos de nuevo al campamento.
Los chicos estaban sentados alrededor de donde la noche anterior se encontraba la fogata, era extraño mirarlos tan serios, seguramente resintiendo los efectos de la resaca y la falta de energía que experimentaban por la mañana.
Los ojos de Juan se encontraron con los míos y de inmediato desvió su mirada, Fernanda apretó mi mano para llamar mi atención, puso sus manos en mi cuello y se levantó de puntas para besar mis labios.
- Si sientes ganas de matarlo, recuerda lo que pasó anoche entre nosotros y piensa que, si no lo matas, podríamos repetirlo de nuevo esta noche - dijo Fer, robándome una sonrisa mientras me hablaba con esa voz de niña traviesa y alzaba varias veces las cejas, de forma rápida y continua, antes de salir corriendo en dirección a la tienda, seguramente para que Alejandra le contara todo lo que había pasado desde que nos fuimos la última noche.
- ¿Qué hay chicos? - pregunté a modo de saludo, pero nadie me respondió, solamente vi que Beto y Diego intercambiaron una mirada antes de que sus ojos se fijaran en Juan.
- Oye, Ab… yo… ¿Podemos hablar en…? - decía Juan titubeante.
- Beto, acompáñame por leña - dijo Diego, un segundo antes de que mis amigos se levantaran dejándonos solos a Juan y a mí.
- Escucha Ab, lo siento mucho, anoche estábamos algo tomados y no…
- Sé lo que pasó, los vi desnudos en la camioneta - lo interrumpí.
- Perdón viejo, no quería fastidiar las cosas, es tu hermana y sabes que yo nunca…
- No fastidiaste nada. Vale, no me encanta haberlos encontrado así, pero son adultos y mientras ella haya aceptado coger contigo, no es mi problema la clase de porquerías que se meta en el cuerpo - dije, tratando de relajar las cosas, aunque en realidad no lo logré.
- Venga, ya está en el pasado, después me cojo a tu madre y estamos a mano - ambos sonreímos por mi comentario, luego estiré mi puño en su dirección y él lo chocó, en una señal de paz, tratando de convencerme de que no tenía problemas con él después de lo que había ocurrido, pero sabiendo que el verdadero reto lo enfrentaría al hablar con mi hermana.
Por algunos incómodos minutos hablamos de cualquier cosa que nos venía a la mente, entablando una conversación tan extraña que abruptamente vagábamos del clima a las estadísticas deportivas y de ahí a los videojuegos; hasta que regresaron nuestros amigos y las chicas salieron de la tienda.
Aquella mañana desayunamos todos siendo víctimas de una tremenda incomodidad, Alejandra no me había saludado y evitaba mirarme, al igual que evitaba estar cerca de mí, hasta que no le quedó más opción cuando los chicos se fueron a buscar un pretexto en el bosque y mi chica decidió tomar un baño en el lago, fue hasta ese momento cuando Alejandra levantó la mirada para verme, con los ojos enrojecidos y a punto de llorar. No soportó la presión y se fue a sentar a mi lado.
- Escucha, sé que estás molesto conmigo, solo te pido que no me interrumpas hasta que termine de hablar. No voy a poner excusas ante lo que pasó ayer, sé que no debí acostarme con Juan pero… - hizo una pausa, bajando la mirada mientras su rostro se enrojecía - la universidad no es fácil, y no me refiero solamente a la escuela en sí, pasó demasiado tiempo estudiando, muchas veces no tengo tiempo para salir por ahí y suelo aprovechar el poco tiempo libre que surge de vez en cuando para dormir… lo que quiero decir es que… - nuevamente una pausa, nuevamente el enrojecimiento de su cara - ayer cuando vi que te marchabas me sentí mal, te vi irte con tu chica, destilando amor de sus ojos y me dio envidia lo que ustedes tenían, lo que tienen; hace mucho que no salgo con nadie, que no me siento amada por un hombre, que no experimento el sentirme realmente deseada por un chico y cuando te fuiste, bueno, me quedé con tres muchachos que me veían como si fuera un pedazo de pastel, eso me hizo sentirme halagada, me hizo creer que era especial. Nos fuimos a la cama porque no quería ser tan descarada al llevarme a uno de ellos, así que fingí que me dormía y cuando todos en realidad se durmieron, desperté a Juan y… bueno, supongo que lo demás ya te lo podrás imaginar… no pretendo excusarme, no debí acostarme con Juan y sé que te molestó que cogiera con él pero…
- No me molestó que cogieras con mi amigo - la interrumpí, mirándola a los ojos en cuanto levantó la mirada.