El Sobrino 5,6.
.💢El Sobrino Capítulo 5: Cómo me miran esos ojos💢
Desde hace unos meses que estaba dejando crecer mis uñas, las cuidaba muy bien todos los días y aunque la mayoría de las mujeres estamos de acuerdo en que no son un impedimento para hacer cosas, hay personas que las ven como una incapacidad. Desde pequeña pienso que las uñas largas nos hacen ver más sexys y yo aprendí a usarlas muy bien en mi vida cotidiana: escribía en el celular, en mi computador, revisaba a mis pacientes, preparaba las comidas, manejaba y las mantenía perfectas.
A mi esposo le encantaba que lo acariciara con ellas en la nuca, también lo excitaba que las pasara suavemente por su pene o por sus huevos mientras le hacía sexo oral, para todo tenían un uso, incluso cuando me la estaba metiendo le gustaba que lo acariciara en el pecho con mis uñas, pero bueno, entonces la realidad era otra y lo único que quedaba de esos momentos que había intimidad con mi esposo, eran mis largas uñas.
Para otra cosa que no tuve muchos problemas en adaptarme fue la masturbación, como les dije, desde que era una adolescente me gustaba tener las uñas largas, y ya había aprendido a masturbarme con ellas. Cuando volvía a mi casa me encerraba en el cuarto que compartía con mi hermana, pero aprovechaba que ella dormía para tumbarme en la cama a masturbarme, lo hacía después del almuerzo para dormir más placenteramente toda la tarde, antes de levantarme a hacer los deberes.
Desde que descubrí mi sexualidad me di cuenta que era un poco voyeur. Para los que no sepan, ser voyeur es excitarse haciendo cosas prohibidas en lugares donde hay personas que no deberían ver lo que ocurre, y jugar con la emoción de no ser descubierta. Por eso cuando me sentaba en la mesa a comer con mis padres y mi hermana, aprovechaba para meter la mano bajo mi falda y sin que nadie me viera, la frotaba contra mis pantaletas que terminaban empapadas mientras yo hacía fuerza para que mis gestos no me delataran.
Años más tarde era una experta para la masturbación secreta en público.
Una vez, me acuerdo como si fuese ayer, era diciembre y la tradición en las fiestas de fin de año era quedarnos en la casa de mis abuelos para festejar. Entre botellas y botellas de alcohol, baile y fiesta, ya cuando amanecía, la mayoría terminaba durmiendo en la sala de la casa. Yo en ese momento no tomaba alcohol, por mi edad no era bien visto, pero sí los acompañaba hasta que todo terminaba.
Mis padres, mi hermana y yo nos quedábamos en una habitación para los cuatro, pero yo había decidido ese año dormir en una de las colchas comunitarias que ponían en la sala.
Me acosté justo en medio de mi tío y su esposa. Hasta que supe que estaban completamente dormidos, mi mente me pidió masturbarme ahí, así que con mucho cuidado puse mis dedos bajo la sábana que me cubría, corrí mi pantaleta hacia un lado y mientras me tocaba tuve uno de los mejores orgasmos de mi vida, me excitaba pensar que alguien me espiaba, quería que mi tío pusiera sus grandes manos en mí y me acariciara la vagina mientras yo me venía.
Así fue como perfeccioné esa habilidad, aunque ya llevaba años sin recurrir a ella, me fue muy útil cuando estaba afuera de la piscina con Martha, mi cuñada. Ambas acostadas en el piso sobre toallas, tomando el sol. Martha se había quitado la bata y batallaba cada minuto con su brasier, lo tiraba hacia arriba porque con cada movimiento que hacía parecía que sus tetas fueran a salir disparadas sin remedio quedando a la vista de todos.
Mi esposo, mi hija, mi hijo, Joaquín y otros de la familia estaban dentro de la piscina. Solo Marta y yo tomábamos el sol.
A diferencia de Marta, yo tenía mi bata puesta aún, pues era la única forma de hacer lo que les comentaba antes.
Pasaba mis dedos y mis uñas por mi clítoris, lo acariciaba, cada vez se empapaba más y me hacía morder los labios de placer. Estaba lista para que viniera mi sobrino y me hiciera lo que quisiera, pero eso era nada más que una fantasía, algo que seguro solo pasaba en mi cabeza mientras del otro lado también empezaban a suceder cosas, pues el potencial topless de mi cuñada no solo la desconcertó a ella sino también a mí, cuando vi la reacción de Joaquín al darse cuenta del escote que llevaba su madre.
Pero esperen, no les he contado por qué estaba tan excitada, ¿en dónde me quedé antes?
Ah claro, ya recuerdo, me estaba despidiendo de mi cuñada porque yo iba a volver al cuarto por mi bata mientras ella se adelantaba a la piscina, y no solo eso, también mi cuñado estaba allá con una erección o algo así y tendríamos un poco de privacidad.
No les voy a mentir, nunca se me había pasado por la cabeza fijarme en el hermano de mi esposo, mucho menos en su hijo, pero en ese fin de semana era otra persona y me daba miedo pensar en lo que llegara a ser capaz de hacer.
Después de darme cuenta que me espiaba en el desayuno y luego en la habitación mientras su esposa se vestía, nació en mí una curiosidad terrible, quería no solo saber si en verdad lo excitaba, también quería saber si su pene era como el de su hijo o como el de su hermano, quizás lo tendría más grande o más grueso, era algo que quería ver y pensé que no tendría otra oportunidad de hacerlo, entonces tuve mucho cuidado.
Si sirve de algo, antes de ser mi cuñado, era Hernán, el futbolista guapo.
A Hernán lo había conocido años antes de casarme con su hermano, ambos estudiamos en la misma universidad pero nuestro vínculo jamás se extendió más allá de una lejana amistad. Él era el deportista de su familia, siempre hizo parte del equipo de fútbol de la universidad, se regocijaba de tener un cuerpo esbelto, piernas gruesas y musculosas, un pecho voluminoso y firme, brazos fornidos y manos fuertes.
Básicamente era uno de los hombres por los que se peleaban las mujeres de todas las facultades, de hecho, si les soy completamente honesta, incluso yo llegué a fijarme en él de manera sexual, era imposible no hacerlo con su despliegue de masculinidad. Sin embargo, jamás ocurrió nada porque lo terminé conociendo personalmente después de iniciar mi relación con su hermano, quien finalmente se convertiría en mi esposo.
Después de años de amistad y compañía, jamás había notado en él una actitud como la de ese día. Como mi cuerpo es voluptuoso y poseo senos grandes, es normal que muchos hombres se me queden mirando, incluso a veces los de mi familia, por ello no le di mucha importancia a los vistazos furtivos que me echaba de vez en cuando, sobre todo en las fiestas, cuando yo me aparecía frente a él usando ropa que dejaba piel a la vista.
Pensaba en eso como algo normal, algo cotidiano, algo que seguramente también en algún momento habría hecho mi esposo con muchas otras mujeres, incluso con la esposa de su hermano, Martha. Todo se convierte en una suerte de intercambio de deseos, de instantes en los que imaginas cómo sería la mujer de tu hermano en la cama, cómo se balancearían sus tetas si ella cabalgara sobre ti, cómo sería ese instante en el que entras en su vagina, en su coño, todo húmedo y estrecho, a la espera de recibir la dureza de tu pene.
El placer de jugar con lo prohibido solo por unos segundos, de dejar que tu pensamiento vuele y aterrice sobre terreno desconocido. Encontrar la fuente del éxtasis en esas fantasías y descubrir que también gozarías si la situación fuera a la inversa.
Todavía recuerdo el día en que me imaginé a mi esposo sobre mi cuñada, mientras imaginaba las miradas que seguro le daba a su culo o a su escote. Supuse entrar en su cabeza unos instantes y encontrarlos a ellos dos desnudos, mirándome fijamente mientras mi esposo la embiste con la verga parada y Martha, mi dulce cuñada, gime estruendosamente al no soportar tanta satisfacción.
Por eso en ocasiones, cuando él y yo teníamos sexo, yo cerraba los ojos e imaginaba que se cogía a otras mujeres, en especial a Martha, o a mi hermana, o a mi suegra, cualquier mujer prohibida moralmente encendía en mí la llama.
La mente brinda momentos que sabes que nunca llegarán porque pertenecen a esa parte del mundo que nos enseñan desde pequeños que está mal, aunque en su interior haya disfrute y placer. Pero, ¿qué pasa si alguien se atreve a cruzar esa línea? ¿encontrará allí el deleite que sólo vive en los sueños más oscuros? Hace un tiempo jamás me habría imaginado estar en esta situación, tener al deportista esbelto de mi universidad a mi disposición, saber que su verga estaba parada por mí y justo en el momento más prohibido de todos, siendo cuñados.
Cuando llegué a la puerta me fijé que no hubiera nadie en el pasillo, después escuché con atención y alcancé a percibir gemidos de adentro, muy gruesos y silenciosos, parecía como si Hernán se masturbara, qué nervios, seguro si entraba y lo sorprendía iba a estar tan apenado que solo se disculparía y todo terminaría ahí.
Solo en las películas porno pasaría algo así como que después de entrar, al verme, intentara seducirme y yo lo aceptara de inmediato, solo si esto fuera una película no alcanzaría a entrar cuando ya tendría yo su pene en mi boca o me tendría contra la pared, penetrándome fuertemente... pero no, esto es la vida real y en la vida real hay que ir despacio y con cuidado.
Entonces decidí con mucho sigilo girar la perilla y abrir la puerta apenas unos centímetros, la ventaja es que él estaba acostado de espaldas a la puerta, o sea no notaba si la abría de esa forma. Cuando la rendija era suficiente para espiar, puse mi ojo muy cerca y confirmé lo que sospechaba: estaba acostado boca arriba tapado con una sábana, pero moviendo su mano de arriba hacia abajo exactamente en la mitad de su cuerpo, tenía los ojos cerrados y una cara de mucho placer.
Verlo así me calentó de inmediato, sabía que debajo de esa sábana estaba jugando con lo que yo tenía curiosidad de ver, sabía que era por mi culpa.
Lo espié unos segundos más con la esperanza de que se destapara y me dejara ver lo que escondía esa sábana, pero no pasó, tal vez porque supuso que era mejor así por si entraba alguien y debía fingir estar dormido.
Quise masturbarme y mirarlo pero estaba en pleno pasillo, si alguien entraba a la casa podría verme, no tenía otra opción que irme o entrar. Así que decidí tal vez lo más inteligente, pero menos placentero para mí.
Volví a cerrar la puerta sin ajustar del todo y toqué dos veces con mi mano: toc, toc. Inmediatamente pararon los sonidos de adentro, pero nadie respondió así que volví a tocar: toc, toc, toc. Sin respuesta, entonces dije en voz alta: ‘’Hernán, está despierto, se me quedó algo ¿puedo entrar?’’ Como no recibí ninguna respuesta, decidí entrar a la habitación.
Estaba cubierto con la sábana casi hasta el cuello, acostado igual, fingía dormir, porque no se imaginaba que yo sabía que estaba despierto, y yo hice como si no supiera nada.
''¿Está despierto?'' le pregunté, pero no recibí respuesta, entonces no le hablé más.
Vi que tenía mi bata encima de la sábana con la que se cubría, supongo que nunca notó que la tenía encima, pero había algo que no me cuadraba, no se veía nada debajo de la sábana, era como si ya no tuviera una erección, pues se veía todo plano.
Yo sé que es imposible que un hombre pierda su erección tan rápido, así que supuse que debía estar sujetándolo con sus manos debajo de la sábana. Además tenía la oportunidad perfecta para saber qué pasaba allí abajo y que todo pareciera un accidente gracias a una fabulosa idea que acababa de ocurrírseme.
Me acerqué muy lentamente, hasta quedar junto a él, a la altura de su entrepierna, y puse la uña de mi dedo índice sobre mi bata que estaba en su estómago. Empecé a mover muy lentamente mi dedo hacia abajo, pasé por su ombligo y llegué hasta su pelvis. Estaba apenas a unos centímetros de su pene pero me detuve, noté que la respiración se le aceleró y entonces en un movimiento rápido bajé toda la mano a su pene y agarré con fuerza mi bata, pero abriendo mi mano lo suficiente como para sentir lo que estaba debajo de ella.
Tomé con fuerza y apreté hasta sentir que tenía agarrada su verga con toda mi mano, estaba muy parada, palpitaba un poco y se notaba bastante gruesa.
La tuve en mis manos unos segundos y tiré fuerte hacia arriba, entonces mi mano lo recorrió como dándole una pequeña masturbada desde la base hasta la punta y continuando hasta soltarlo del todo sin dejar mi bata, ni tampoco la sábana, levantándolas por completo, para dejarlo sin nada que lo cubriera.
Me sorprendí con lo que pude ver, no tenía el pene agarrado con sus manos como lo supuse, pero ya sabía por qué no se notaba. Usaba el elástico de su ropa interior para sujetarlo contra su abdomen, por eso con la sábana encima parecía invisible, pero sin ella pude ver como se escapaba del tenso elástico la cabeza y parte del tronco de la verga, se veía muy gruesa y húmeda; la punta era rosada y grande, no lograba notar si era muy largo pero su grosor sorprendía, pues es un poco más que el de mi esposo, para ponerle un estándar.
Lograr mi objetivo me había puesto más caliente aún, o bueno al menos ver un poco del falo prohibido me provocaba más que antes, sin dudas no estaba satisfecha, aún faltaba mucho para eso.
Pensé muchas cosas, tal vez si me animaba a hacer un movimiento él lo seguiría y algo acabaría pasando, era un riesgo muy grande para ese momento, o quizás fingiría estar dormido pero eso también podría causar problemas. Estaba muy confundida pero sabía que debía actuar rápido, así que hice lo primero que se me ocurrió, teniendo en cuenta que me estaban esperando y no había mucho tiempo.
Dije en voz alta para disimular un poco: Qué vergüenza, Hernán, fue mi culpa no sabía que también tenía la sábana en mis manos.
Sabía que no me iba a responder y no lo hizo, entonces yo continúe hablando en voz alta:
-Bueno hay que taparlo porque si entra alguien no lo puede ver así, qué vergüenza le daría. Pero como tiene eso, seguro le debe estar apretando contra el boxer, ¿qué hago, llamo a Marta para que lo cubra bien?
-No, pero ella ya está allá acostada afuera de la piscina, bueno, pobre Hernán, le debe estar doliendo, pero si lo despierto seguro le da vergüenza... ¿Hernán me escucha?
Seguía sin respuesta, con los ojos cerrados y la respiración acelerada, sabía que ya tenía la situación bajo control, solo me quedaba actuar.
-Bueno Hernán yo lo voy a ayudar si no le molesta, vamos a acomodar eso...
Sin pensarlo dos veces mandé la mano al boxer de mi cuñado y con mucho cuidado tomé su pene con mi dedo índice y pulgar, lo levanté un poco y sentí cómo se movió, así que fingiendo que iba cubrirlo, ayudé a que sobresaliera más.
-Creo que no lo estoy haciendo bien, ay Hernán, debe estar soñando con Marta por como está jajaja.
Después de mis carcajadas lo volví a intentar con el mismo resultado, ya casi todo su pene estaba por fuera y yo me empezaba a mojar.
-Ahora lo empeoré todo, bueno lo voy hacer con más cuidado, perdón cuñado.
Y entonces con mis dedos levante su boxer y lo bajé hasta que se salió por completo, sus testículos brincaron y se veían firmes, como si estuvieran llenos de leche, ¿qué pasa cuñado, Marta te deja así, necesitas ayuda? Pensaba eso mientras lo veía.
Recorrí muy lentamente con mis uñas de abajo hacia arriba, primero por sus huevos un poco peludos, aproveché para dibujar con mi uña un círculo encima de ellos, mientras veía cómo se movía su verga reaccionando a mis caricias, luego subí muy despacio por todo el tronco hasta la cabeza, la rocé con mis uñas. Vi como se le puso más dura y más grande la verga a mi cuñado, entonces la agarré con mi mano completa y la jalé hacia arriba y luego hacia abajo, lo repetí un par de veces más muy lentamente…
-Mmm ¿así te gusta, cuñado? Veo tu cara de placer desde aquí, sé que intentas ocultarla pero yo me doy cuenta, tu verga me lo dice todo, ¿qué te parece si te doy una mamada aquí mismo?
Mi cerebro volaba en pensamientos y no era para menos, estaba prácticamente masturbando a mi cuñado, mientras vivía el fin de semana más loco de mi vida.
Veía como subía y bajaba mi mano mientras él hacía fuerza para no reaccionar, debía estar paralizado ante eso, entonces me lamí la otra mano y se la pasé por toda la cabeza de la verga hasta dejarla más húmeda que antes, se veía brillante ahora, me excitaba ver como mi saliva lubricaba su pene, seguro él estaba a punto de venirse, entonces yo lo agarré fuerte con mis dos manos, me arrodillé en el piso y dejé mi cara muy cerca, tanto que sabía que podía sentir mi respiración encima mientras mi mano seguía bajando y subiendo. Después me incliné aún más hasta que mis tetas quedaron encima de su pene y lo puse justo en la mitad de ellas.
El brasier ajustado del bikini me ayudaba a mantenerlas firmes, así se acomodaba bien su verga en medio de ellas dos, entonces junté mis codos y empecé a subir y a bajar de nuevo, esa vez un poco más lento y escuché que soltó un pequeño gemido, miré hacía arriba pero aún tenía los ojos cerrados, me impresionó su insistencia por parecer dormido, por no reaccionar a mis movimientos. Supongo que no lo hizo por miedo, porque de lo contrario no sé qué más habría ocurrido en esa habitación.
La verdad yo lo deseaba, estaba haciendo todo lo posible para que terminara con su papel de inocente y se levantara de golpe, me agarrara con fuerza, me quitara la tanga y me penetrara con ese duro pedazo de carne que se erguía con demasiado vigor. No me importaba serle infiel a mi marido con su propio hermano, en la casa de sus padres, en una cama que seguramente él conocía. De todas formas ya lo había masturbado, ya había puesto su pene en la mitad de mis tetas y estaba a centímetros de pasar mi lengua por el glande rosado e hinchado de ese cuerpo varonil.
Con su verga en medio de mis tetas aproveché que solo necesitaba una mano para mantenerlo allí y con la otra hurgué debajo de mi bikini. No podía creer lo mojada que estaba, como tampoco podía creer que teniendo el pene erecto de mi cuñado en medio de las tetas, tuviera que jugar con mis propios dedos.
Ya basta, era ahora o nunca. Había llegado demasiado lejos para conformarme con migajas y de todas formas en parte el daño ya estaba hecho. Hernán no se había opuesto a nada y eso también lo hacía mi cómplice, así que era hora de empezar a actuar en serio.
Saqué su verga de mis tetas y me puse de pie. Me quedé mirándolo fijamente y pude ver con mucha sutileza cómo abrió parte de su ojo izquierdo, pero no lo suficiente para revelar que en efecto estaba despierto. No me importó su cobardía, de todas formas era yo la que iba a tomar las riendas, así que sin pensarlo dos veces llevé mis manos a la tanga de mi bikini y la dejé caer por completo al suelo.
Estaba frente a mi cuñado con la vagina al aire y goteante de humedad, a punto de explotar de excitación por las ganas de ser penetrada. Al fin tendría mi recompensa y con creces, pensé, al fin probaré el manjar prohibido, devoraré la verga que ocupaba a ratos mis fantasías… al fin tendría sexo con el hermano de mi esposo.
Escupí sobre mi mano y aproveché esa humedad para enjuagarle la verga a Hernán, de nuevo lo masturbé un par de veces para que tuviera la polla bien húmeda y entrara en mí con facilidad. No fue necesario hacer lo mismo conmigo porque estaba empapada.
Mi frente estaba caliente como si tuviera fiebre, si les soy completamente honesta no recuerdo esos momentos con exactitud, es como si me fuera difícil recordar debido a la carga emocional. Sin embargo, justo después de que su verga estuvo bien mojada, recuerdo estarme poniendo encima de él. Mis piernas gruesas podían sentir los músculos de las suyas, era la primera vez que tenía tan cerca a mi cuñado.
Después de eso me senté sobre ellas, justo debajo de su pene que seguía a reventar. Con mi vagina podía sentir sus huevos firmes y grandes, listos para soltar una gran descarga dentro de mí, para violar con su leche la propiedad privada de su hermano. Entonces sin pensarlo dos veces levanté mi cuerpo y avancé hasta quedar justo encima de su pene, apenas a unos centímetros de consumar el pecado.
Siguiente a eso recuerdo que con mi mano tomé la verga de Hernán y me dispuse a acomodarla para que quedase apuntando hacia mis adentros. Me temblaba todo en ese momento de solo pensar en lo lejos que estábamos llegando, aunque aún me sorprendía su pasividad.
Sabía que ahora todo estaba en juego y para que dejara de depender solo de mí, debía estimularlo al máximo.
Decidí que lo mejor era provocarlo, ya que nada sería igual si él no ponía de su parte. Recordé lo que aprendí hace años con una de mis ex parejas, antes del matrimonio obviamente. Él me enseñó que una forma de excitar a un hombre al máximo era restregando su pene contra los labios vaginales; desde entonces lo usé con él y con mi esposo… Es una técnica que no tiene fallos.
Tomé el pene de Hernán por el tronco y lo empujé hacia mí.
Hubo el primer contacto: No sé si pueda describir con claridad ese momento, pero se siente casi como perder la virginidad, solo que en vez de dolor, hay placer desbordado.
La punta del pene de mi cuñado se deslizaba lentamente entre los pliegues y labios de mi vagina, mi vulva abrazaba la piel tensa de su verga, la humedad de ambos se mezclaba con cada roce, los fluidos de mi cuñado tocaban mi cuerpo por primera vez y ese sentimiento de conquista no puede sentirse distinto a un pequeño éxtasis.
Mi respiración pasó a ser incluso más rápida que la de Hernán, producto de los roces. Tanto así que parecía que iba a empezar a gemir. Mientras él hacía caras cada vez más evidentes de lo bien que la estaba pasando.
Antes de dejarlo entrar en mí, hice que desviara un poco la trayectoria de sus movimientos y lo puse de lleno en mi clítoris. No pude aguantar más y solté un gemido, el sentimiento me recorrió desde la punta de los pies hasta la cabeza. No estoy segura si fue duro o bajito, pero cuando abrí los ojos decidida a dejar que mi cuñado me penetrara, vi que tenía los ojos completamente abiertos.
Hernán me miraba, pero no como lo hacía todos los días. Esta vez su mirada era de lujuria mezclada con confusión, siento que no podía entender del todo lo que estaba pasando, pero no se arrepentía, estaba disfrutándolo tanto como yo.
Sin embargo, ver sus ojos tuvo en mí un efecto extraño, me di cuenta de que su mirada era como la de esposo, también como la de mi sobrino y la de mi hijo. No podía creer lo lejos que había llegado esta vez, no podía creer que estaba por serle infiel a mi esposo con su propio hermano. No podía creer que por mi culpa estuviéramos en esa situación; para ser honesta me sentí algo mal y empezaba a experimentar una mezcla entre arrepentimiento y placer.
En cambio, Hernán no tenía consciencia, pude notarlo en su mirada y lo reafirmé cuando sus manos fueron a dar a mis caderas, ahí supe sus verdaderas intenciones.
Quería penetrarme de inmediato, pero yo hice fuerza y me resistí por un momento pensando en que mi negativa detendría sus intentos. Todo lo que hice fue quedarme quieta unos instantes, meditando qué hacer entre mi impulso de parar todo e irme y mis deseos de gritarle ‘‘Quiero que me la metas hasta el fondo, cuñado’’, grave error.
El segundo intento de Hernán por empujarme hacía abajo, para que cayera justo encima de su pene y este entrara del todo en mí, fue mucho más fuerte y efectivo. Mis piernas empezaron a temblar y no pudieron aguantar la fuerza de sus brazos, terminaron cediendo al punto de que la cabeza de su pene entró lentamente en mi vulva.
Oficialmente mi cuñado me había penetrado y solo faltaba un pequeño esfuerzo más, una centésima de segundo ejerciendo la misma fuerza sobre mí para que su pene atravesara la frontera por completo. Yo no tenía el control de mi cuerpo ni de mi mente, todo para mí era como una especie de sueño macabro que me llevaba cada vez más lejos en la fantasía prohibida de tener sexo con él.
Sus ojos seguían clavados en mis ojos, sosteníamos la mirada mutuamente casi sin parpadear, como vigilando las intenciones del otro. Hernán volvió a lanzar un empujón que acabó doblegando todas mis fuerzas.
Caí sentada sobre su regazo al tiempo que su pene entró de lleno. Pude sentir cada segundo cómo se sumergía en mí el miembro de mi cuñado. Se me erizaron todos los vellos del cuerpo y un calor me recorrió el torso, haciéndose más fuerte en mi vagina y mis pezones.
Cerré los ojos por puro instinto y en mi cabeza tomó forma la imagen de la fantasía. Con las manos toqué el pecho de Hernán, sentí su piel, sus costillas, su barriga apenas pronunciada encima de su abdomen. Mis dedos apretaron su cuerpo y mi boca lanzó un gemido.
No podía creerlo, realmente estaba cogiendo al hermano de mi esposo a escondidas de toda la familia. ¿Qué pensarían de mí si supieran? ¿Qué pensaría Martha, qué pensaría Gerardo y mis hijos, qué pensaría Joaquín al verme coger con su padre?
Mal, todo estaba muy mal… pero se sentía increíblemente bien.
Volví a tomar aire y gané fuerzas para levantarme de un tirón. Junté mis piernas, lo que me elevó de nuevo haciendo que el pene de Hernán se deslizara hacia afuera, pero justo cuando alcanzaba de nuevo su cabeza, justo cuando faltaban apenas unos centímetros para escapar de él, volvió a empujarme con sus manos haciéndome caer de lleno otra vez.
Hernán me penetraba por segunda vez y yo volví a sentir el escalofrío pero ahora más fuerte, más intenso, incontrolable por todo mi cuerpo que de nuevo se estremeció. No pude aguantar y volví a gemir, esta vez con más fuerza.
Tati: ¿Qué estamos haciendo? Tenemos que parar.
Hernán ignoró por completo mis palabras y puso sus manos sobre mi culo, lo apretó con mucha vigorosidad hasta levantarlo unos centímetros en el aire, haciendo que su pene se deslizara de nuevo fuera de mi vagina. Llegué a pensar que había escuchado mis palabras, que atendía mi consejo con magnífica obediencia, pero no podría equivocarme más.
Justo en el borde de mi vulva volvió a empujar hacia abajo, manejando mi cuerpo a su antojo. Me penetraba por tercera y última vez. No digo última vez porque realmente haya sido así, sino porque fue la última vez que lo hizo mientras yo opuse resistencia.
Mi cuerpo no aguantaba el calor de sus embestidas, el grosor de su pene ya se había acomodado en mis adentros y ahora era yo la que deseaba no dejar de sentirlo.
Apoyé mis manos sobre su pecho al tiempo que incliné un poco mi cuerpo hacia adelante. Lo miré una última vez y de nuevo vi los ojos de todos los hombres de esa familia. Todos me miraban al tiempo, me sentían al tiempo, me escuchaban al tiempo. Era como si pudiera ver sus caras y sus cuerpos debajo mío, me dejaba arrastrar cada vez más por el delirio.
Sentía sus manos en mi culo, apretando, acariciando, tocando, moviendo mi cuerpo a su merced, haciendo conmigo todo lo que quería. Mi cabeza me mostraba la figura de mi esposo: sus manos, su cara, su cuerpo debajo mío. Pensé en todas las veces que había cogido con Gerardo desde que éramos novios, hasta hace unos meses, después de años de matrimonio y dos hijos.
Tomé fuerza con mis piernas y empecé a elevarme con mayor lentitud para después volver a caer de lleno en el pene de mi cuñado. Cuarta vez que me penetraba, cuarta vez que gemía con los ojos cerrados, preguntándome de nuevo si era un sueño o la realidad. Si de verdad me cogía a Hernán o si en cualquier momento el despertador me sacaría de la fantasía.
Abrí los ojos intentando descifrar la situación, pero contrario a todo, quedé más perpleja cuando vi el rostro de mi esposo en la cara de Hernán. Sí, era él, era Gerardo el que ahora empujaba con fuerza, el que me penetraba hasta el fondo.
Cerré los ojos en medio del delirio y volví a abrirlos para descubrir que ahora no era el rostro de Gerardo el que me miraba desde abajo como lo montaba, ahora era el rostro de Joaquín, el que guardaba en su expresión de asombro toda la lujuria del momento. Tal como lo había visto en el baño y en la pista de baile, deseoso del cuerpo de su tía, pero ahora disfrutándolo plenamente, gozando con él.
Joaquín me miraba entre cada estocada que su verga le daba a mi vagina, cada vez que entraba en mí. Las manos de mi esposo manoseaban mi culo y seguían su ritmo cuando subía y bajaba encajando el pene… la vara de carne dura y rugosa que mis líquidos lubricaban cada vez que entraba y volvía a salir.
Ya no quería ni podía contenerme, era el momento de hacerlo todo y dejarse ir. No era Joaquín, ni Gerardo. En realidad era Hernán, mi cuñado, quien me cogía. Aumenté el ritmo, quería más velocidad, más intensidad, más movimientos, más gemidos. Le quería mostrar a mi cuñado cómo era realmente coger conmigo, cómo era estar dentro de Tati, así que me preparé, puse sus manos en mis tetas y cuando empezaba a subir la velocidad, pasó.
Algunos dicen que todo pasa por algo y que los tiempos de Dios son perfectos, y yo lo creo así.
Justo cuando sentí que las manos de Hernán se preparaban para arrancarme el top del bikini y dejarme completamente desnuda mientras su verga seguía adentro mío, un eco acabó con el silencio forzado de la habitación, nos sacó de la fantasía y los deseos carnales, ese eco era la voz de Martha, su esposa, mi cuñada, que gritó mi nombre esperando una respuesta.
Automáticamente salí del sueño, de la fantasía. La voz de Martha se sintió como un baldazo de agua fría que nos devolvió a ambos a la dura realidad.
Me quité de encima en un rápido movimiento que hizo a nuestros genitales rozar por última vez. Recogí la tanga del suelo y me la puse lo más rápido posible, luego volteé a ver a Hernán y descubrí que había vuelto a cerrar los ojos mientras se acomodaba el pene de nuevo dentro de su ropa interior. Recogí del suelo la cobija y se la tiré encima para que cubriera la gran erección que aún mantenía en medio de las piernas. Me miré en el espejo rápidamente y salí casi corriendo del cuarto con la bata que supuestamente iba a recoger en mis manos.
Cuando salí al pasillo apareció Martha con su diminuto bikini encima cubierto apenas por su bata a medio poner.
Martha: ¿Qué pasó, Tati? nunca llegaste.
Por un instante me quedé pensando si ella me había visto salir de su cuarto o no, debía correr el riesgo y mentir porque no me alcanzó el tiempo para elaborar una excusa que justificara mi estancia con su esposo allí ‘dormido’.
Tati: Me dieron unas ganas terribles de ir al baño, no te imaginas.
Martha: ¿Y sabes algo de Hernán?
Tati: No, ni idea, pero ahora sí vamos a la piscina, ¿no?
Martha: Adelántate, yo voy a revisar que no esté muerto.
Mi cuñada soltó una carcajada que me tranquilizó después de casi sufrir un ataque de ansiedad por el miedo a ser descubierta. Mientras ella entró a su cuarto, yo caminé muy lentamente hasta la piscina, con los pelos de punta y me oculté unos minutos al final del pasillo para tomar aire. La adrenalina vivida no me permitía dejar de sentirme excitada, luego caminé a la piscina donde mi esposo y mis hijos me recibieron alegremente, con invitaciones a darme un chapuzón que rechacé.
Me tumbé al sol y aprovechando que aún tenía la bata puesta, metí mi mano para desempolvar mi vieja habilidad de masturbarme en público sin que nadie se diera cuenta, no podía resistir un minuto más de tantos deseos sin satisfacer.
💢El Sobrino Capítulo 6: Mensajes secretos💢
Después de correr por el pasillo a la sala, salí a la piscina. Allí me esperaba mi esposo con el resto de la familia, pues al parecer mi cuñado y yo éramos los únicos en la casa. Después de mentirle a Martha y superar rápidamente un ataque de nervios al casi ser descubierta, me tranquilicé acostándome afuera de la piscina. Pensé por un momento que lo mejor era dejar que el calor de mi cuerpo se confundiera con el que me proporcionaban los rayos del sol.
No podía dejar ningún cabo suelto para cuando llegara Martha, pues cualquier error sería fatal. Aunque me veía muy tranquila por fuera, desde adentro estaba cruzando los dedos para que Hernán no se hubiera delatado dejando alguna sospecha en su esposa.
¿Se imaginan la reacción de Martha si supiera? Nunca había presenciado una pelea o siquiera una discusión entre ellos dos, no podía imaginarla haciendo un show de celos o alguna cosa semejante. Lo cierto es que la expresión de mi cuñada al saber que su esposo acababa de penetrarme, sería de todo menos agradable.
No pasaron cinco minutos cuando ella estaba volviendo por el pasillo hacia la piscina, más exactamente hacia mí.
Se acostó a mi lado con la bata puesta, apenas con sus piernas destapadas y empezó una amistosa conversación que intenté llevar con la mayor naturalidad posible.
Martha: Estaba profundo, pero lo pude despertar. Dijo que se iba a poner su traje de baño y venía. Esos tragos de anoche como que le sentaron mal.
Tati: ¿Quién? Ah, sí cierto. Hernán.
Martha: ¿De quién más voy a estar hablando? Creo que a ti también te sentaron mal los tragos que tomaste anoche.
Tati: Sí, yo también creo eso… mejor debí irme a dormir.
Martha: ¿En serio? Pero yo te vi muy alegre… sobre todo con mi bebé.
Martha: Jajaja, con Joaquincito, los vi bailando muy bien a ambos y eso es raro porque tú sabes que él casi no baila con la familia.
Cuando Martha mencionó lo de su hijo quedé más tiesa que al principio. No sabía cuáles eran sus intenciones y aunque, por supuesto no podrían ser malas, creo que me incomodó un poco su inesperado tema de charla.
Tati: Jajaja, sí, me divertí bastante con Joaquín, pero creo que después de eso me hicieron efecto las copas que había tomado y preferí irme a dormir.
Martha: ¿Sabes? Hernán se despertó un poco raro.
Martha: No, cuando fui a su cuarto hace poco.
Martha: Sudaba y estaba como loco… creo que tuvo sueños húmedos porque apenas me vio entrar al cuarto se me lanzó encima. Quería… ya sabes.
Martha: Ay, Tati, pues qué te imaginas, estaba durísimo allá abajo.
El comentario que mi cuñada acababa de susurrar casi en mi oído me dejaba claro que Hernán no supo disimular nada y seguro quiso bajar la calentura con su esposa. Lo bueno es que ella no sospechaba nada, pensó que se trataba de una calentura espontánea y ya.
Por otro lado, el descarado de mi cuñado quiso coger a su esposa después de que me estaba cogiendo a mí. Endemoniado Hernán, no pierdes ni una oportunidad.
Tati: ¿Anoche no tuvieron sexo?
Martha: No, que va. Anoche llegó fumigado a la cama, apenas la tocó cayó dormido. La verdad yo sí tenía ganas pero tuve que consolarme a mí misma. ¿Tú sí tuviste suerte con el tuyo?
Tati: Tampoco, fui yo la que se durmió antes de que él llegara.
Martha: Qué mal, Tati, pero seguro esta noche tienes más suerte.
Tati: Esperemos que sí, esperemos…
Después de la breve charla, continuamos acostadas en el piso sobre toallas, Marta decidió quitarse su bata gracias a mi poder de convencimiento, aunque su bikini fuera tan sugerente. Yo decidí dejarme la mía para poder meter la mano y masturbarme libremente, no saben lo agitada que estaba por todo lo que había pasado, me salían gotas, estaba muy mojada, solo pensaba en meterme los dedos y acariciarme hasta terminar.
Entonces me di a la tarea disimulando siempre, me encanta estar en la mitad de todos masturbándome sin que ellos lo sepan, es mi momento íntimo, la privacidad que necesito para llegar y calmar mis deseos sexuales frustrados. Al fin y al cabo no necesitaba a mi esposo, ni a nadie, yo solita me daba placer.
Sentí que mis muslos se doblaron, la piel se erizaba, los pezones a reventar, las manos temblando y yo haciendo mi mayor esfuerzo por no moverme, o hacerlo en lo mínimo para que nadie sospechara lo que pasaba bajo mi bata. Solo podía pensar en la noche bailando con mi sobrino, cómo mis tetas le rozaban y se pegaban a su cuerpo para que pudiera sentirme; luego en el baño cuando había visto su pene, esa cosa gruesa, venosa y virginal que deseaba con tantas ansias.
Deseaba ahora más que antes el pene de mi sobrino, deseaba probarlo, pasarle la lengua por todos lados, lamer sus testículos, meterlo todo a mi boca y luego montarlo de arriba a abajo, cabalgar tan fuerte sobre él que rebotaran mis tetas en su cara mientras él las chupaba... oh sí, qué rico sería tenerlo así.
Pero a mi mente también llegaban imágenes de mi cuñado, de sus miradas, su deseo que escondía y del que yo me había aprovechado para saciar mis fantasías... oh, hace años te conozco, Hernán pero no sabía que me deseabas tanto, que envidioso eres con tu hermano si deseas hasta su mujer.
Tu hermano no es como tú y a lo mejor quiere compartir contigo… quién sabe, de todas formas ya te di una pequeña probada, que fue pequeña gracias a Marthica, tu mujercita que no pudo aguantar ni cinco minutos sin irte a joder, espero que cuando estén en casa le des las gracias personalmente por interrumpir cuando te cogías a tu cuñada. Quién sabe, a lo mejor le quede gustando saber que se cogieron a su deportista.
Ay, Hernán, quién diría que tu pene fuera mejor, más grande, tal como lo pensé algunas veces, bien erecto y grueso. Qué excitante es pensar en que los dos estuvimos solos por primera vez en un cuarto y yo terminé montándote... oh sí, qué bien resbalaba tu pene por mi mano, cuñado, se nota que estabas bien lubricado, ¿te gustó cuando puse mi saliva? mmm quería escupirlo y empezar a hacerte una mamada como Dios manda, pero me ganaron las ganas de poner ese pene dentro de mí.
¿Qué pensarían mis suegros si supieran que no solo te conozco el pene a ti, sino a tu hijo? ¿Qué pensarías tú si vieras la cara de tu hijo cuando me tenía toda pegada a su cuerpo? Mucho más se escandalizarían todos si supieran lo que acabábamos de hacer... ¿Te gustaron mis tetas? ¿Se sentían ricas ahí abajo?
Casi se me escapaban los gemidos, sentía que ya venía el orgasmo, mis dedos estaban muy húmedos y yo tenía ganas de gritar, de vez en cuando abría los ojos para vigilar la situación pero nada era extraño, todos seguían sin darse cuenta, entonces yo podía seguir imaginándome cómo sería cabalgar a mi sobrino, sentir su pene duro entrar y salir a toda velocidad así.
Sobrino métemela más fuerte, quiero sentirte bien adentro, pero qué es esto, qué son estas manos tocándome por la espalda, oh eres tu Hernán, qué haces aquí, por qué te pegas tanto, que haces Hernán por qué tienes el pene en las manos…
En mi fantasía mi cuñado llegaba por la espalda mientras me penetraba mi sobrino, me inclinaba hacia adelante dejándome casi en cuatro, con la verga de su hijo adentro mío y me lo metía por el culo, tenía ahora las dos vergas adentro y el orgasmo se apoderaba de mi cuerpo.
Me hizo dar un pequeño salto, morderme los labios para no gritar y respirar muy fuerte...
Oh oh oh oh sí sí así me gusta métemela bien fuerte Joaquincito, así como tu padre, oh mira, mi amor, como me cogen tu hermano y tu sobrino, como a tu esposa se la están cogiendo un padre y su hijo...
Un sonido fuerte de agua seguido de una pequeña ola que cayó sobre mí, interrumpió lo que prometía ser uno de los mejores orgasmos de mi vida. Ahora no solo estaba mojada de placer, también había quedado empapada de agua, pues alguien se había lanzado a la piscina lanzando agua para todas partes.
Cuando abrí los ojos para mirar, todos se estaban riendo. Había sido Joaquín, mi sobrino, que nos había empapado a mí y a su madre.
Joaquín: Perdón, ma. Perdón, tía, fue sin querer.
"Ten más cuidado, amor" le dijo Martha. Yo solo fingí reírme, como si nada estuviese pasando.
Mis hijos, mi esposo y hasta Martha se reían, Joaquín solo nos miraba desde adentro del agua sin decir nada.
Martha: Ahora sí te tocó quitártela jajaja.
Dijo mi cuñada refiriéndose a mi bata.
Tati: Tarde o temprano jajaja...
Entonces miré fijamente a todos, parecían seguir disfrutando de la piscina y el sol, pero Joaquín no, él estaba con ellos pero su atención estaba fija en mí, me miraba disimulando pero yo notaba sus ojos encima mío, incluso encima de su madre que estaba al lado mío, estoy segura que escuchó lo que ella me decía y esperaba con ansias verme sin aquella bata.
Del otro lado de la casa venía caminando Hernán con una pantaloneta y una camiseta deportiva, parecía que venía a unirseles en el agua, así que este era mi momento. Me quité la bata muy lentamente, de nuevo haciendo que mis pechos rebotaran, Joaquín me seguía mirando de lejos, sonreía como si todo hubiese sido un plan y este estuviera saliendo a la perfección.
Sin la bata varias miradas fueron a mí, como les dije antes, las mujeres notamos esas cosas y varias personas de la familia de mi esposo me voltearon a mirar, pero en especial pude ver cómo Joaquín no me despegaba la mirada, seguro pensó en que había tenido mi cuerpo muy pegado la noche anterior.
Mi esposo apenas me volteó a mirar un poco y ya, no me esperaba más. En cambio Hernán también dirigió la mirada a mi cuerpo y lo repasó de arriba a abajo un par de veces antes de sentarse muy cerca a Martha y a mí, allí se volteó hacia ella y le habló.
Hernán: ¿Por qué te pusiste eso? se te ve todo...
Martha: Amor, fue Tati la que me lo recomendó, nos vamos a broncear.
Hernán: Está bien, pero cúbrete porque te van a ver todos.
Martha: No seas tonto, ¿Quién se va a estar fijando en mí más que tú? hoy nos quisimos poner sexys para nuestros maridos, ¿verdad Tati?
Fingí reírme del comentario de Martha, estaba muy incómoda con Hernán ahí después de todo lo que había pasado en el cuarto. En cambio él se veía muy tranquilo, como si hace apenas unos minutos no estuviera metiéndome la verga.
Tati: Jajaja, sí además deberías sentirte orgulloso de esa mujer que tienes, cuñado.
Hernán: Usted también está muy destapada, cuñada.
Martha: No seas amargado, déjala que quiere mostrar todo lo que tiene.
Aunque parecía muy tranquilo, Hernán no me miraba a los ojos, me hablaba mirando a otro lugar.
Martha: Amor, untarme la espalda de bloqueador porfa, no quiero quemarme.
Hernán: Pero luego tú me untas porque yo también me estoy quemando.
Tati: Hernán, si quieres te pongo yo mientras tú le pones a Martha.
Hernán se quedó en silencio, solo levantó la cabeza y me miró, pude ver nerviosismo en su mirada. Pasó un buen rato sin decir nada.
Martha: ¿No escuchaste, amor? Que tati te unta mientras tu me untas, ¿estás sordo?
Hernán: Perdón, no cuñada, no se preocupe yo espero a que mi esposa lo haga.
Tati: No te dé pena, cuñado, no muerdo.
Martha: Jajaja sí, amor, yo no soy celosa.
Jajaja, menos mal que no eres celosa, cuñada, porque si supieras lo que ya había hecho con tus dos hombres, no me lo perdonarías...
No esperé a que mi cuñado respondiera, inmediatamente me puse de pie y caminé hasta quedar detrás de él, tomé una botella de bloqueador, unté mis manos y las puse sobre su espalda. Apenas me sintió se estremeció todo, como si sintiera mis manos por todo su cuerpo, era increíble ver cómo se ponía solo con el tacto de mis dedos en su piel.
Entonces poco a poco empecé a acercarme más y más hasta que mis senos rozaban su cabeza, me movía a propósito para que los sintiera bien pegados mientras acariciaba su espalda con la excusa de untarle bloqueador. Podía sentir como temblaba suavemente a veces torcía el cuello, se le ponía la piel de gallina, en fin... estaba muy alterado al parecer.
Martha: Amor estás bien, qué te pasa, te quedas como inmóvil a ratos.
Hernán: No, amor perdona es que estoy pensando.
Hernán: No, nada, solo estoy desconcentrado.
Tati: Pero cómo vas a estar desconcentrado si le estás untando bloqueador al cuerpazo de tu esposa, solo te lo acepto si estás pensando en ella.
Martha: Jajaja, espero que estés pensando en estas.
Y Martha agarró fuerte sus senos, los levantó para que se notaran más y un pezón se le alcanzó a escapar.
Hernán: ¡Cúbrete, no te da pena que te estén viendo!
Martha: Quién me va a ver si todos son de la familia y están jugando en la piscina, no exageres.
Hernán hizo cara de disgusto, no le agradó mucho el comentario, pero lo entiendo porque Martha no tenía razón y aunque Hernán no se diera cuenta, sí había alguien muy pendiente de la escena que estaba pasando ahí: Joaquín.
Él estaba viendo cómo a su madre se le escapa un pezón y cómo yo masajeaba a su padre con bloqueador. No sé si estaba celoso o simplemente quería saber qué ocurría allí, de todas formas su cara no era de mucha felicidad.
Tati: Deberías disfrutar por como luce tu esposa, se ve muy bien así, ¿no crees, cuñado?
Hernán no dijo nada, sólo se quedó callado mientras yo seguía pasando mis manos por su espalda y apoyando mis senos contra su nuca. Luego pase mis manos por arriba del cuello y le unté en las orejas, se estremeció una vez más, luego en la parte alta del pecho, eso lo estaba poniendo a mil, pues yo espiaba por encima su pantaloneta y cada vez se notaba algo más grande ahí.
Habría podido seguir y seguir cada vez más abajo pero me parecía ya muy arriesgado en frente de toda la familia, así que paré de inmediato.
Tati: Listo, Hernán, quedaste bien protegido.
Me pasé para el frente de los dos, justo en frente de Martha y le dije que me untara ahora ella en la espalda mientras yo me untaba las piernas y el pecho. Ella aceptó y empezó el espectáculo.
Empecé por mis piernas, las masajeé de arriba a abajo suavemente, de las rodillas para arriba, en mis muslos. El bloqueador les daba más brillo.
Luego en mis nalgas o lo que se veía de ellas, que no era poco.
Joaquín seguía observando cada vez más atento, miraba mis movimientos, disfrutaba ver como me ponía bloqueador por mi cuerpo. Primero en las piernas, luego al abdomen y después, cuando lo ponía sobre mis tetas, me di cuenta de que no podía dejar de mirarme. Incluso cuando lo veía se tardaba en reaccionar, no sé si quería que me diera cuenta de que me miraba o sólo no podía disimular.
Volví a mis senos para darles una segunda pasada esta vez con más bloqueador y más lentamente, debía aprovechar para captar tantas miradas como fuera necesario, entonces volteé y Hernán también me miraba, claro, con más cuidado que su hijo, pero no el suficiente para que yo no lo notara.
También pude notar leves pero lascivas miradas de Esteban, esposo de Margarita, la única hermana de mi marido. Ellos eran la pareja más joven de toda la casa, pues Margarita es la menor de todos, aunque eso no le impidió conseguir pareja y casarse pronto. Sus hijas, las mellizas, eran también las más pequeñas de todos los sobrinos.
De Esteban nunca percibí nada raro, era un descendiente de franceses que emigraron a mi país y trajeron consigo todas sus costumbres. Entre ellas el respeto y la decencia. Nunca me había fijado realmente en él a pesar de sus rasgos refinados, su piel blanca y cabello rubio.
Sin embargo, este no es momento para hablar sobre él y Margarita. Ya habrá tiempo para tocar ese tema.
Volviendo a Joaquín, cuando levanté la cabeza para buscarlo, ya no estaba por ningún lado. No lo veía en la piscina, ni afuera. Se habrá ido al baño, pensé. Pero en menos de nada vi que volvió y en vez de entrar de nuevo al agua, se sentó cerca a nosotros, a la orilla, con su celular en la mano.
Todos continuaron haciendo lo de cada uno, nosotros bronceándonos, Joaquín en su teléfono, mis hijos y mi esposo en la piscina con el resto de la familia. La mañana terminó con nosotros ahí.
Estaba acostada con los ojos cerrados cuando mi esposo se paró junto a mí y me dijo que ya todos iban a entrar, entonces abrí los ojos y me levanté. Junto a mí se levantó Joaquín y alcancé a ver cómo se notaba una erección por encima de su traje que luego trató de disimular, pero antes de eso la pasó muy cerca a mi cara.
Luego corrió hacia adentro de la casa. Yo me levanté y fui al cuarto para cambiarme de ropa.
En el cuarto estaba mi esposo desnudo, cambiándose de ropa, en cualquier otro momento habría intentado hacer un movimiento para tener sexo con él, pero ya con todo lo que había pasado no me apetecía mucho. Entonces no le dije nada, solamente puse mi bata sobre la cama, desconecté mi teléfono que había estado cargando y lo encendí para ver que tenía muchas notificaciones de mensajes nuevos, abrí whatsapp y de primero estaba el mensaje de una persona muy inusual.
Una persona de la que había recibido muy pocos mensajes hasta ese momento, sin embargo, no me parecía una casualidad encontrarme con un mensaje justamente de él.
El mensaje era de Joaquín y en él un texto que de la conmoción no leí, simplemente bloqueé el teléfono pensando en que mi marido podría darse cuenta, aunque él seguía secándose el cuerpo sin prestar demasiada atención, entonces me fui para el baño.
Tati: Amor, voy a cambiarme al baño y a ducharme, regreso en un momento.
Mi esposo no contestó nada, simplemente dijo que sí con la cabeza. Yo salí con el celular en la mano y tan rápido como pude, me encerré en el baño.
Allí adentro abrí el mensaje de mi sobrino y quedé sorprendida cuando vi que había escrito "Me dejas sin aliento, tía" junto a una foto mía mientras tomaba sol.
‘’Entonces para eso había tomado su celular…’’
No sabía cómo sentirme después de leer su mensaje, estaba confirmando que mi sobrino se sentía atraído por mí, como también que estaba interesado en dar un primer paso.
Le respondí que por qué había tomado esa foto y él me respondió que no podía dejar de verme con ese cuerpo que despertaba muchas cosas en él, cosas que lo hacían sentir confundido.
Leer eso me paralizó de nuevo, mi sobrino me estaba confesando que algo pasaba y yo no sabía cómo actuar. Entonces le pregunté sus reales intenciones y me respondió que necesitaba hablar conmigo pero a solas…
Estaba por responderle, pero tocaron a la puerta.
Era mi esposo y me pidió entrar, entonces bloqueé el celular y lo puse aparte, luego abrí la puerta.
Gerardo: Amor, dejaste la toalla en el cuarto, ¿con qué te ibas a secar?
Tati: Sí amor, estoy muy distraída.
Gerardo: Ven y nos duchamos juntos antes de ir a almorzar.
Me jaló hacia la ducha, allí me quitó el brasier del bikini y comenzó a besarme apasionadamente.
Gerardo: Que deliciosa te ves hoy, amor.
Tati: Yo pensé que ya no te gustaba...
Gerardo: Cómo que no amor, mira como me tienes.
Se quitó su traje de baño, traía la verga parada, pero no era nada en comparación a la de su hermano hoy, ni siquiera a la de su sobrino anoche cuando casi la pone sobre mi cara, pero bueno, yo debía cumplir mi deber como esposa, entonces empecé a masturbarlo mientras él apretaba y chupaba mis tetas.
Me estaba calentando un poco para ser honesta, pero nada en comparación a como ya había estado antes, por lo que tuve que fingir un poco, no demasiado, hasta que sentí un chorro caliente que se derramó sobre mi estómago. Mi esposo gimió un par de veces y yo miré para darme cuenta que en efecto se había venido sobre mi abdomen.
Después de eso se lavó y salió de la ducha diciendo que me esperaba en el cuarto. La verdad me sentía más insatisfecha, qué fácil había sido hacerlo venir sin yo sentir absolutamente nada. En este punto ya había perdido todas las ganas de tener sexo con mi esposo, pero quería seguir el juego de mi sobrino a ver hasta dónde era capaz de llegar.
Me duché pensando en la foto y en la conversación de Whatsapp, qué osadía la de Joaquín para atreverse a hacer lo que hizo. Si debía reconocerle algo, es que al menos tuvo mucha valentía.
Cuando ya había acabado, me di cuenta de que mi esposo se había llevado la única toalla, ya que yo había olvidado por completo la mía, entonces sin otra opción más que usar de nuevo el vestido de baño, me lo puse y salí de allí.
Justo afuera, en el pasillo entre el baño y la habitación donde me quedaba con mi esposo, estaba parado Joaquín. Yo lo miré a los ojos pero inmediatamente preferí ignorarlo y pasar a mi cuarto pero él me agarró fuerte del brazo y me detuvo.
Joaquín: Tengo que decirle algo, tia.
Tati: ¿Tiene que ser ya? Tengo afán...
No se imaginan lo nerviosa que estaba porque quedamos en la mitad del pasillo y cualquiera podría aparecer en cualquier momento, mi esposo podría salir del cuarto, Martha o Hernán llegar de la sala, o alguno de mis hijos aparecer por ahí.
Yo quería irme, pero él insistió mucho.
Joaquín: La vi muy pegada a mi papá, no sabía que eran tan cercanos.
Tati: ¿Eso era lo que querías decirme?
Joaquín: No, quería decirle que ya no aguanto más, tía.
Joaquín: Usted sabe, tía. ¿No le quedó claro con el mensaje?
Cuando mencionó el mensaje con foto un escalofrío me corrió por el cuerpo, no sabía cómo responder ni qué hacer, así que no le dije nada y simplemente intenté pasar para mi cuarto, pero él de nuevo me agarró fuerte la mano.
Tati: Joaquín, suéltame. Me tengo que ir, no sé de qué hablas.
Joaquín: De esto hablo, tía...
Entonces agarró mi mano con la misma firmeza de antes y la llevó con rapidez hacia su traje de baño, más exactamente a su entrepierna, donde pude sentir su pene totalmente erecto.
Estaba duro, me quedé unos segundos ahí mientras recorrí su pene con mi mano de arriba a abajo.
Joaquín: Mire cómo me tiene, tía, me voy a estallar.
Reaccioné después de unos instantes y solté su mano para irme de una buena vez. Caminé hasta la puerta de mi cuarto y entré sin tocar. Estaba muy agitada y asustada, ni siquiera había alcanzado a notar que adentro estaba Gerardo con nuestros hijos.
Tati: No amor, es que me vine rápido para que no me vieran así...
Gerardo: Viene toda agitada, ¿seguro que está bien?
Mis hijos y mi esposo ya vestidos y secos salieron a la sala mientras yo dije que me quedaba cambiándome de ropa, cuando ya se habían ido del cuarto me tumbé en la cama, estaba excitada, no puedo negarlo, pero sentía que algo no estaba bien, una cosa era haber fantaseado con mi sobrino, pero otra muy diferente había sido tenerlo en frente y que me hiciera tocarle su pene, no me sentía del todo bien.
Por otro lado, la situación con Hernán ya me empezaba a dar una suerte de mareo. Creí cometer un error solamente por dejarme llevar de mi líbido, por eso supe que ya todo tenía que cambiar, no podía ir más lejos, pues aún faltaba el resto del sábado, incluída la noche en la fiesta de mi cuñado.
Casi dos días en los que no sabría qué pasaría y podría poner en riesgo mi estabilidad familiar.
Estaba excitada, pero muy confundida, así que cerré los ojos para intentar dormir y dejar de pensar en los deseos incestuosos que empezaban a nacer allí.
© Tatiana