Alejandra: campamento con mi hermano ( 1 )
Ante la aburrida perspectiva de pasar el inicio de sus vacaciones sola con sus padres, Alejandra hará lo posible para convencer a su hermano Abel para llevarla con sus amigos a su campamento de despedida de la prepa, algo que a su vez los llevará a conocerse a un nivel más íntimo.⚡
¿Alguna vez has estado en una situación en la que planeas algo durante mucho tiempo, con el cuidado necesario para que todo salga bien, dedicándole horas a conseguir todo lo necesario, invirtiendo tiempo, dinero y esfuerzo para lograr lo que te propones y que aun así todo se vaya al carajo? Eso fue justamente lo que nos pasó en las vacaciones de aquel verano, en el que al fin dejaríamos la preparatoria y nos convertiríamos en universitarios.
Mis amigos y yo, habíamos planeado una acampada desde el inicio del último semestre, trabajamos en empleos de medio tiempo para que el dinero no fuera una limitante en nuestro viaje, seleccionamos cuidadosamente nuestro destino (un hermoso lago rodeado de un espeso bosque, un lugar más o menos solitario donde podríamos pasarla genial sin que nadie nos molestara), y además, logramos convencer a algunas chicas de ir con nosotros, haciendo que estuvieran tan entusiasmadas con el viaje, que ellas también consiguieron trabajo para ahorrar algo de dinero y pasarla de maravilla.
Cuando las vacaciones comenzaron, todo parecía ir viento en popa: las chicas habían hecho una pequeña excursión al centro comercial para comprar trajes de baño, bronceadores y todo lo que les haría falta para la acampada; Juan logró que su padre le prestara la camioneta y mejor aún que se la entregara con el tanque de gasolina lleno, lo que nos ahorraría bastante plata que podríamos gastar en otras cosas; y Diego consiguió una casa de campaña enorme, donde seguramente dormiríamos muy cómodos. Fue así como llegamos al día previo a nuestra partida, pensando que ya lo teníamos todo preparado, que nuestros planes saldrían a pedir de boca.
Era jueves cuando nos reunimos en mi casa para hacer una lista de compras y luego ir al supermercado a surtirnos de comida, alcohol y todo lo que necesitaríamos para tener una cómoda y divertida estancia en nuestra acampada; sin embargo, fue justamente esa tarde en la que estábamos planeando los detalles finales, cuando las chicas comenzaron a comunicarse con nosotros, tristes y desanimadas, para darnos la mala noticia de que sus padres les habían negado los permisos de última hora, argumentando que querían tener a sus hijas estudiando en la universidad y no cuidando a un hijo no planeado en casa.
La única que seguía abordo era Fernanda, la prima de Diego y también mi mejor amiga, una chica alocada que se entusiasmaba por todo, muy efusiva, escandalosa y tremendamente alegre, a la que curiosamente la mayoría de mis amigos le tenían cierto recelo por su forma de ser tan extrovertida y a veces un poco molesta; por lo que el saber que seguía en el viaje, no les hizo mucha gracia.
Como puede resultar obvio, nuestro plan perfecto para despedirnos de la prepa y darle la bienvenida a la universidad, había fracasado, dejando a mi grupo de amigos tan golpeado que incluso llegamos a pensar que lo mejor sería renunciar a nuestro plan y cancelarlo todo.
Fue en esa tarde mientras hablaba con los chicos al respecto, sentados en la banqueta afuera de mi hogar, desanimados por el rotundo fracaso en que se había convertido nuestro plan vacacional, cuando mi hermana llegó para pasar las vacaciones en casa.
Alejandra era un par de años más grande que yo, estudiaba en la universidad, algo que resultaba tan demandante que optó por mudarse a un cuarto cerca de la facultad con un par de sus amigas, lo que limitaba bastante el contacto que teníamos con ella, reduciendo nuestros encuentros a las escasas ocasiones en que nos visitaba en fechas importantes o cuando pasaba las vacaciones en casa, lo cual solo ocurría cuando no tenía un mejor plan, como sucedió en aquel verano.
No fue una sorpresa para mí, que mis amigos la miraran como babosos cuando se paró frente a ellos, y no era para menos, Ale era una mujer muy hermosa, delgada pero con las curvas necesarias para robar la mirada de cualquier hombre, lo cual se veía siempre favorecido con su hermoso carácter, su sonrisa encantadora y una jovial personalidad, algo en lo que era muy parecida a mi amiga Fernanda, aunque no tan escandalosa.
- ¡Hola, chicos! - saludó efusiva a mis amigos mientras yo me levantaba y corría hacia ella para abrazarla con fuerza, al tiempo que me llenaba la cara de besos, en una muestra de afecto que cuando era niño me fastidiaba bastante, pero que desde que entré en la adolescencia aprendí a valorar de una manera distinta, pues esa clase de interacción me permitía entrar en contacto con su cuerpo de una forma no tan inocente.
- ¿Cómo estuvo el viaje Ale? - pregunté, feliz de reencontrarme con mi hermana.
- Fenomenal, pasé casi dos horas a lado de un idiota apestoso, que no hizo otra cosa que roncar en todo el camino, me divertí horrores - dijo con sarcasmo, robándome una sonrisa - veo que están preparando todo para el gran viaje chicos, ¿Cómo van con eso?
- Las chicas lo arruinaron - dijo Juan, cargando su voz con todo el desánimo que nos había invadido desde que supimos que nuestro plan se había venido abajo - ninguna consiguió el permiso de sus padres y si siguiéramos con el plan, solo iríamos nosotros, con la amiga loca del tarado de tu hermano - Alejandra soltó una risilla.
- ¿Cómo que si siguieran con el plan? ¿Están pensando en cancelar todo solo porque les dieron calabazas? ¿En serio? - preguntó mi hermana, ligeramente sorprendida por lo que pensábamos hacer.
- Si bueno, es que el plan original era…
- Cogérselas durante todo el viaje, sí, es evidente y seguro que por eso no las dejaron ir - me interrumpió mi hermana, divertida ante la plática que había iniciado con nosotros - pero esa no es razón para que echen abajo un plan en el que han trabajado desde hace meses.
Ninguno dijo nada, pero era evidente que a nadie le apetecía ir a ese campamento, sabiendo que solo iríamos cuatro chicos y una niña loca que a la mayoría de los presentes, les costaba mucho trabajo soportar.
- A ver chicos - dijo sonriente y divertida - de verdad ¿Prefieren pasar sus vacaciones aquí en lugar de irse de campamento? Quiero decir, el que las chicas les hayan dado calabazas, no significa que no puedan conocer a alguien a donde van o que no se la pasen genial, alejados de sus padres, fumándose un churro, bebiendo hasta que no se reconozcan entre ustedes, en serio chicos, ¿Eso les suena tan mal como para quedarse aquí?
Estrictamente, lo que proponía mi hermana no era distinto de la única opción que nos habían dejado las chicas después de cancelarnos el viaje, el mismo plan del cual nos habíamos quejado un minuto antes de que Alejandra llegara; pero el escucharla hablar de esa forma tan optimista y aventurera acerca de lo que podríamos hacer durante el campamento, hizo que nos diéramos cuenta de la oportunidad que teníamos frente a nuestras narices; después de todo, la posibilidad de divertirnos entre camaradas, alejados de los padres y en un lugar como el que teníamos planeado visitar, sonaba como un muy buen plan.
Todos sonreíamos como idiotas al darnos cuenta de que las cosas no eran tan dramáticas como las habíamos planteado un minuto antes de que llegara mi hermana, supongo que habíamos estado tan concentrados en lo que podríamos hacer con las chicas, que nos hundimos en la decepción de su cancelación y no fuimos capaces de ver todo desde otro punto de vista, hasta que mi hermana intervino.
Miré a Alejandra sonriente, como una forma de agradecerle que salvara nuestro viaje, mientras ella me revolvía el pelo como si fuera un chaval, mirándome tan alegre, contenta y cariñosa como siempre lo había sido conmigo.
- Anda Abel, ya que les resolví la vida, ayúdame con mis cosas, ya estoy harta de cargar este cacharro - me dijo y de inmediato me apresuré a llevarme su maleta, acompañándola al interior de la casa, donde mis padres la recibieron gustosos de volver a verla, mientras yo subía sus cosas a su cuarto, ansioso por regresar con mis amigos, terminar de ponernos de acuerdo con las compras y cerrar los últimos detalles necesarios para irnos al día siguiente a primera hora.
El resto de la tarde, la pasamos comprando todo lo necesario para nuestro viaje, saliendo del supermercado con un par de carritos llenos de cerveza, y uno más con botanas y comida, ante la juiciosa mirada de un par de señoras metiches que no dejaban de vernos y cuchichear entre ellas.
Una vez que llegamos a la camioneta de Juan, cargamos las cosas en la cajuela y nos marchamos, terminando de ponernos de acuerdo con los últimos detalles del viaje, antes que de nuestro amigo nos fuera a dejar a cada uno en nuestras respectivas casas, un trayecto durante el cual todos trataron de convencerme para que nos deshiciéramos de Fernanda, pues creían que nos haría mosca en caso de que nos encontráramos con algún grupo de chicas, sin embargo, a pesar de sus insistencias pronto se dieron cuenta de que no lograrían convencerme, y tarde o temprano desistieron en su intento por dejar fuera a mi amiga, quien acudiría al día siguiente acompañada de Diego, pues ambos vivían en la misma calle y logré convencerlo de pasar por ella.
Cuando llegué a casa, mi hermana se encontraba mirando el televisor, recostada en el sillón grande de la sala y luciendo tan aburrida, que el solo verla me hacía agradecerle que nos hubiera convencido de no cancelar nuestro viaje.
- ¿Divirtiéndote hermana? ¿Pasando un rato memorable? - le pregunté para molestarla, a lo cual respondió lanzándome una almohada a la cara, mientras yo me desternillaba de risa.
- ¡Cállate! Muchachito egoísta - me espetó, con el tono de voz que emplearía una niña pequeña y enfadada porque no le compraron el juguete que quería, haciendo un puchero que ciertamente inspiraba mucha ternura - te vas a ir de la casa y me vas a dejar solita con los viejos ¿Acaso no tienes compasión de tu tierna y linda hermanita? - solté una carcajada y luego me acerqué a ella desde detrás del sillón hasta que mi cara quedó a lado de la suya.
- No, mensa, claro que no - le dije, antes de darle un tronado beso en la mejilla, con lo cual me gané un nuevo almohadazo, que la sacó de su fingida actitud de niña haciendo berrinche, para luego soltar una risilla.
- Tarado - me dijo, mientras su atención regresaba a la pantalla que tenía enfrente, negando con la cabeza, sin dejar de sonreír.
Pasé varias horas reuniendo todas las cosas que consideré necesarias para el campamento, haciendo un gran esfuerzo para que todo lo que me tenía que llevar entrara en una sola mochila, repasando una y otra vez en mi cabeza, la lista de lo que había empacado.
Fue mientras terminaba de guardar mi ropa, cuando Alejandra entró en mi cuarto, sin pedir permiso como siempre lo hacía, y se tiró de un brinco en mi cama para recostarse con la cabeza sobre las almohadas y los pies encima de mi mochila, en un claro, evidente y descarado intento por molestarme y llamar mi atención.
- ¡Qué mal rollo que te vayas hermanito! - comenzó a decir, con un tono de tristeza en su voz - sin ti me voy a aburrir tres pueblos - dijo, haciendo un puchero, mientras le quitaba los pies de mi maleta y se los aventaba al colchón.
- Bueno, siempre está la opción de que le hables a Eric, seguro que tu ex tendría la cortesía de invitarte un café, antes de tratar de meterte mano - una almohada voló en mi dirección y me dio en la cabeza mientras soltaba una carcajada.
- ¡Serás idiota! - dijo Alejandra, sonriente y divertida, pero luego se quedó callada y su gesto volvió a contraerse en un puchero, con una mueca en los labios, tomando un par de calcetines limpios que había a su alcance para jugar con ellos, enredándolos y separándolos una y otra vez.
La conocía demasiado bien como para saber que me quería decir algo, pero no se animaba a hacerlo, lo sabía, pues esa era siempre su treta, quedarse cerca de mí, haciendo algo repetitivo con un gesto particular en el rostro para llamar mi atención y provocar mi curiosidad, hasta que no lo soportara más y le preguntara qué era lo que quería, justo como pasó en aquel momento.
- Anda, suéltalo ya, ¿Qué quieres? - Alejandra sonrió sin voltear a verme, poniendo toda su atención en su jueguito desquiciante, como si los malditos calcetines fueran tan tremendamente interesantes como para capturar su concentración.
- Sabes que te quiero mucho, ¿Verdad hermanito? Y que haría cualquier cosa que me pidieras para hacerte feliz, ¿Cierto? - dijo, con una voz tan acaramelada como irritante.
Me le quedé viendo con cansancio, era evidente que me quería pedir algo que me incomodaría o bien, que sabía que me negaría a hacer, pues esas preguntas y esa actitud de niña tonta, era la que siempre adoptaba para tratar de chantajearme y lograr que accediera a lo que quería.
- Si no me dices lo que quieres…
- ¿Sería mucho pedir que me invitaras a ir con ustedes, hermanito? - soltó al fin, poniendo en su cara una expresión suplicante, que seguramente le había funcionado miles de veces con quienes no la conocían; pero eso no pasaría conmigo, no señor, la conocía muy bien como para que un truco tan barato le funcionara conmigo.
- ¡Ni loco! ¡Ya puedes olvidarte de eso! - exclamé, tratando de ser tan firme como podía, sabiendo que esa loca no se rendiría hasta hacerme torcer el brazo, pero convencido de que en esa ocasión, mi hermana no se saldría con la suya - sabes cual era el plan original para este viaje, llevarte sería como ponerte un tiro al blanco en el culo para que todos esos idiotas anden como perros atrás de ti, o ¿Acaso no viste cómo te miraban? - para mi sorpresa, ella sonrió al oír mis palabras.
- Bueno, tu hermana está bien buena, ¿Qué le vamos a hacer? - soltó, con una sonrisa en los labios que delataba lo bien que se sentía con la idea de andar calentando a mis amigos durante un viaje como el que teníamos planeado -pero en serio, no me quiero quedar en casa sola con papá y mamá, los quiero mucho pero me voy a aburrir horrores, además, por tus cachondos amigos no te preocupes que yo sabré como tenerlos a raya - aseguró, sin dejar de jugar con los calcetines, algo que me estaba volviendo loco.
- No lo sé, Ale, no me sentiría cómodo de que me vieras haciendo estupideces o tratando de ligarme a alguna chica. Además, sé cómo soy contigo y si veo que esos cabrones tratan de pasarse de listos…
- Hagamos una cosa - dijo, sin dejarme terminar de hablar, dejando al fin los malditos calcetines a un lado y fijando su vista en mis ojos - por este viaje vamos a fingir que no soy tu hermana, trátame como tratarías a una amiga de la prepa y yo prometo que me adaptaré a su forma de diversión, que no haré caras raras ni les haré el feo a lo que quieran hacer, seré una mocosa más entre ustedes, ¿Qué dices?
- ¿En serio? ¿Quieres que te trate como a una amiga más de la prepa? ¿A las que suelo meterles mano a la menor oportunidad? ¿Así quieres que te trate? - pregunté desafiante, pensando que mi hermana rechazaría tal clase de situación, pero nuevamente me sorprendió al soltar una carcajada histérica, revolcándose en la cama como loca.
- ¿Así tratas a tus amigas, menso? ¿Con razón a ninguna la dejaron ir al viaje con ustedes? - dijo y luego se me quedó viendo, con una sonrisa astuta y una mirada suspicaz, un segundo antes de que la viera estirándose en la cama y llevando sus brazos a la nuca, doblando sus piernas hasta ponerlas en una postura sexy, como si estuviera posando para un calendario - pero si el precio que tengo que pagar para que me dejes ir, es darte derecho a que me metas mano, entonces dale hermanito, soy toda tuya - expresó, con una sonrisa coqueta y una mirada divertida e incitante, mordiéndose el labio inferior sin dejar de mirarme a los ojos, provocando que me riera un poco mientras negaba con la cabeza.
- ¡Anda Ab! - nuevamente su voz se tornó suplicante, poniéndose de rodillas y gateando sobre la cama hasta quedar frente a frente conmigo, momento en el que me quitó la ropa que tenía en las manos, la tiró sobre la mochila y me obligó a verla, dedicándole una mirada de fastidio mientras rodeaba mi cuello con sus brazos y su rostro quedaba muy cerca del mío, mostrando esa sonrisa encantadora y manipuladora con la que solía conseguir siempre lo que quería, poniéndome muy nervioso al estar tan cerca de mí, lo que seguramente tenía planeado lograr con ese movimiento.
- Hagamos un trato hermanito - comenzó a decirme con un tono de voz infantil, mientras su cabeza se desplazaba a un lado de la mía y de pronto sus labios comenzaron a darme pequeños y tronados besos en la mejilla, para luego sentirlos en mi cuello, algo que me hizo estremecer, que provocó que mi piel se erizara, mi espalda se arqueara un poco y mi miembro comenzara a despertar - además de la oferta inigualable que ya te hice, si me dejas ir, te prometo que cuando entres en la Universidad te voy a presentar a mis amigas y te voy a ayudar a que te las cojas, lo que no va a ser muy difícil porque son unas fáciles - sus labios subieron hasta el lóbulo de mi oreja y comenzó a besarlo y a darme pequeñas mordidas, con tal naturalidad como si aquello lo hiciéramos cada vez que nos encontrábamos, como si fuera una actividad de hermanos al mismo nivel que jugar cartas o comer juntos - ¡Vamos Ab! ¡Déjame ir con ustedes! La vamos a pasar genial, lo juro, además de que yo también pondría mi parte de los gastos y podríamos comprar más alcohol - me dijo, mientras sus manos comenzaban a acariciar mi cuello de una forma muy suave, haciendo que cerrara los ojos ante el cosquilleo que me provocaba, que tragara saliva nervioso, mientras sentía los besos de mi hermana regresando a esa parte de mi cuerpo - y por supuesto, si me quieres meter mano - comenzó a decir mientras sus manos tomaban las mías y las plantaba en su trasero - tienes carta abierta para hacerlo, hermanito - dijo, con una voz juguetona, sonriéndome en todo momento.
Me quedé petrificado ante ese gesto, mientras ella regresaba nuevamente sus brazos al lugar donde estaban antes y me miraba con una cara de súplica, haciendo un puchero, apenas a un centímetro de distancia de mi rostro, desviando su mirada a mis labios antes de que sus ojos se posaran nuevamente en los míos.
Me sentía tan nervioso que no era capaz de procesar lo que estaba pasando, ni de pensar que el trasero que estaba tocando era el de mi hermana, quien de una forma tramposa y ventajosa, me había tomado con la guardia abajo cuando comenzó a besarme para que accediera a sus deseos; pero debo admitir que aquella treta le había funcionado, pues sentirla tan cerca de mí y sentir su trasero en mis manos, me llevó a que inconscientemente apretara un poco sus nalgas.
- ¿Ese apretón quiere decir que sí me dejas ir, hermanito? - preguntó sonriente, entusiasmada, a punto de brincar de alegría.
No fui capaz de decir una sola palabra mientras mis manos la acariciaban y la atraían hacia mi cuerpo, sintiendo cómo mi miembro se restregaba en su abdomen, mirándola morder su labio inferior al ser consciente de mis intenciones.
Mi cabeza se movió automáticamente de arriba hacia abajo un par de veces, un gesto suficiente para cerrar el trato que me proponía mi hermana, quien sin pensarlo gritó de emoción y reanudó su sesión de besos en mi cuello, abrazándome con fuerza, restregando un poco sus senos en mi pecho y mordiéndome ligeramente el lóbulo de mi oreja, mientras mis manos apretaban su trasero y la empujaban hacia mí, provocando que mi erección se restregara en su cuerpo; pero antes de que las cosas fueran más lejos, Alejandra me dio un pico en los labios y luego me miró a los ojos, mostrando en su mirada una alegría inigualable tras haber accedido a llevarla con nosotros al viaje, antes de apartarse de mí, saltar de la cama y salir de la habitación diciéndome que se iba a empacar, dejándome ahí, parado en mi habitación, temblando de excitación, completamente perplejo ante lo que acababa de pasar y con una erección enorme debajo de mi pantalón.
¿Cómo pasamos de un punto en el que me iría de viaje solo con mis amigos, al momento en que mi hermana me convenció de ir con nosotros, ofreciéndome a sus amigas de la universidad y su propio cuerpo como recompensa?
Tardé varios minutos en recuperarme del impacto que me había provocado Alejandra con todo lo que hizo. Ciertamente su comportamiento no distaba mucho de lo que solía hacer para conseguir que le diera algo o hiciera algo que ella quería, lo que sí era muy distinto fue la manera como me besaba; en primer lugar, nunca me había besado el cuello, lo que siempre hacia era llenarme de besos la cara, la frente y a veces me mordía la nariz o la barbilla, pero siempre lo había hecho para molestarme, a diferencia de esta ocasión en la que al parecer había querido excitarme; en segundo lugar, aunque siempre que jugábamos, nos hacíamos cosquillas o luchábamos entre nosotros, accidentalmente llegábamos a tocarnos diferentes partes el cuerpo, en esta ocasión todo había sido abiertamente explicito y descarado, ella me había puesto las manos en su trasero, se movió con la intención de hacerme sentir sus senos en mi pecho y seguramente también lo hizo para estimular mi erección que se restregaba en su cuerpo.
La verdad es que estaba un poquito confundido, nunca me había tratado de esa forma, y no era que no me hubiera gustado que lo hiciera, pero sí me había dejado atónito y sin saber qué pensar al respecto.
Cuando al fin logré salir del estupor en el que me dejó Alejandra, reanudé mis actividades y terminé de empacar mi mochila, sin lograr sacarme de la cabeza lo que acababa de pasar ni tampoco conseguir que mi erección desapareciera, lo cual comenzaba a ser muy incómodo.
Una vez que terminé de empacar, decidí que era hora de irme a dormir, por lo que me puse mi pijama, apagué la luz y me recosté, cerrando los ojos en un esfuerzo por relajarme y conciliar el sueño; sin embargo, los recuerdos de lo que pasó con mi hermana y principalmente las sensaciones que me provocó, me mantuvieron despierto e intranquilo, moviéndome de un lado a otro, sin lograr quedarme quieto, hasta que repentinamente mi puerta se abrió lentamente y por ella entró Alejandra.
- ¿Estás despierto? - susurró.
- ¿Tampoco puedes dormir? - pregunté.
- No, no puedo, ¿Me dejas acostarme contigo? - mi corazón comenzó a latir diferente, mis manos sudaban y un cosquilleo un poco molesto recorría mi estómago, pero mi cuerpo reaccionó más rápido que mi pensamiento y me hice a un lado, haciendo espacio para que mi hermana se acostara a mi lado.
- Gracias hermanito - susurró de nuevo mientras se acomodaba y me daba un beso en la mejilla, recostándose en la cama, boca arriba, sin moverse, pero al igual que yo, sin poder dormir.
- ¿Por qué lo hiciste? - pregunté, después de que pasaron varios minutos en silencio, sin que nadie lograra conciliar el sueño. Ella soltó una risilla nerviosa.
- Quería convencerte de que me dejaras ir contigo y sabía que te resistirías, así que tuve que sacar todas mis armas, ¿Por qué me lo preguntas? ¿No te gustó? ¿No quieres que lo vuelva a hacer? - me preguntó, en un tono desafiante.
- ¿No te molesta hacerlo sabiendo que somos hermanos? - nuevamente soltó una risa inquieta.
- Para nada hermanito, a ver Ab, solo son besitos inocentes, solo es un poquito de toqueteo, no pasa nada por eso, además es lo que siempre hacemos cuando jugamos, o ¿Pensabas que no sentía cómo me agarrabas las pompis o me tocabas las bubis o que no sentía cómo se te ponía dura cuando jugábamos? Hermanito, eres la persona a la que más quiero en el mundo y a quien le tengo más confianza, no me molesta que me toques o que me beses, por el contrario, se siente lindo tener esa clase de conexión contigo.
- Sí, es lindo llevarnos así - dije sonriendo - y sí me gustó mucho que me besaras y me abrazaras como lo hiciste, solo que no entendía muy bien por qué lo habías hecho y eso me sacó un poco de onda - nuevamente soltó una risilla.
- Ay hermanito, tienes que dejar de pensar tanto las cosas, solamente déjate llevar, disfruta lo que la vida te pone enfrente; no puedes ir por el mundo tratando de encontrar sentido a todo, a veces las cosas solo pasan y tienes que aprovechar esas oportunidades.
- Sí, supongo que tienes razón.
- Hasta mañana hermanito, te quiero; y gracias por dejarme ir con ustedes, descansa.
- Vale, hasta mañana - dije, y de inmediato sentí el beso que me dio en la mejilla, antes de girar de nuevo su cuerpo y darme la espalda, sin haberse metido a las cobijas pues hacía demasiado calor para taparse, dejando a la vista su cuerpo precariamente cubierto con una blusa ligera y un pequeño short, sintiendo cómo mi miembro se iba levantando de nuevo, poco a poco, al experimentar la extraña tensión de tener en mi cama a una chica tan linda como Ale y vistiendo tan poca ropa.
Hay que dejarse llevar, disfrutar lo que la vida te pone enfrente.
La voz de mi hermana se repetía en mi pensamiento la frase que me dio valor para hacer lo que en ese momento deseaba, para acomodar mi cuerpo junto al de mi hermana, abrazándola de la cintura y pegarme a ella desde atrás, sintiendo cómo mi miembro era cobijado por la apertura de su trasero mientras mi mano se deslizaba por debajo de su blusa, acariciando la piel de su abdomen, experimentando el calor de su cuerpo, mientras mi cadera comenzaba a moverse lentamente.
Ella levantó un poco el trasero, cediendo ante mi deseo para luego tomar mi mano y deslizarla por su piel, subiendo paulatinamente hasta llegar a sus senos, mientras nuestras caderas se movían discretamente, en un movimiento acompasado que poco a poco se hacía más rápido, a la vez que conocía la textura de sus senos y mis labios se adherían a su cuello, conociendo el sabor de su sudor, escuchando los débiles gemidos que emitía mientras la acariciaba y me restregaba en su trasero.
Fue la inexperiencia o tal vez el hecho de saber que aquello estaba pasando con mi hermana, lo que me llevó a sentir demasiado pronto los espasmos y palpitaciones que comenzaron a sacudir mi miembro, algo que me llevó a tratar de resistir un poco más en un inútil intento por alargar un instante tan excitante, sin lograr detener el orgasmo que me llevó a eyacular en mis pantalones, mientras apretaba con fuerza uno de los senos de mi hermana y ella no dejaba de mover su trasero, hasta que un gemido que salió de mi boca, le indicó que me había corrido y entonces detuvo el movimiento de su cuerpo; quedándonos abrazados de esa forma por unos segundos hasta que Alejandra rompió el silencio con una risilla nerviosa.