Hermanas
February 25

Alejandra: campamento con mi hermano ( 8 )

Abel al fin conocerá el amor entre las piernas de su hermana, mientras Fernanda experimenta la sensación de tener a su primo dentro de su vientre.⚡

Caminar por el bosque, en la intimidad de la noche y tomado de la mano de mi hermana, fue algo que me erizó la piel, que me hacía voltear a verla y sonreír mientras un vacío en el estómago me recordaba a dónde nos dirigíamos y qué era lo que haríamos al llegar ahí.

Llegamos al campamento tomados de la mano, con el corazón palpitando a todo vapor y la ansiedad que nos provocaba lo que ambos estábamos pensando en aquel momento. Todos nos miraron con sonrisas que se desvanecían en gestos vagos, mientras observaba el recipiente donde antes estuvieron los pastelillos, ocupado solamente por el viento y un poco de polvo que había caído dentro.

Alejandra y yo intercambiamos una sonrisa cómplice, nerviosa, entendiendo que todo aquello podría tener un resultado más allá de lo esperado. Mi hermana se acercó a mí y tomó mi mejilla antes de darme un tierno beso en los labios, un instante previo a verla correr en dirección de Fernanda, agacharse a su lado y decirle algunas palabras al oído.

Mi chica abrió mucho los ojos mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro, dirigiendo su mirada hacia mí, mordiéndose el labio mientras ese gesto travieso y provocativo contorsionaba su cara; haciéndome una señal con su dedo para que me acercara, algo que hice de inmediato, recibiendo un beso de mi novia en cuanto estuvimos cerca para luego mirarnos a los ojos, víctimas del estado alterado en el que nos encontrábamos, sonriendo como tontos.

- Estás seguro de esto ¿Cierto? - asentí sin dejar de mirar sus hermosos ojos.

- ¿Y tú? - asintió también, sonriendo nerviosa, mientras mi hermana a nuestro lado se levantaba y caminaba en dirección a Diego, para arrodillarse a un lado de él y susurrar en su oído algunas palabras que hicieron que mi amigo se sobresaltara y nos mirara sorprendido, antes de asentir de forma inmediata y levantarse tomado de la mano de Alejandra.

- ¡Por dios! ¡Estos niños van a intercambiar, mi amor! - dijo Lety, sonriente y con las palabras arrastradas mientras le sonreía a su chica, quien en aquel momento hacía un puchero, observando cómo Fernanda se levantaba tomando mi mano.

- ¡Ay! ¡Qué malo eres, Ab! ¡Yo quería quedármela esta noche! - dijo Susy, divertida y contrariada, ante lo que Fernanda se agachó de nuevo y besó sus labios, con pasión pero también con ternura, haciendo que la mujer cerrara sus ojos y se dejara llevar por el placer que ese beso le brindó, quedándose así por un momento, mientras Fer se levantaba, me tomaba nuevamente de la mano y juntos avanzábamos a la tienda, donde Ale y Diego ya nos estaban esperando.

Arrodillados en el suelo de la tienda cubierto por un mar de cobijas, intercambiando miradas nerviosas pero habiendo perdido completamente toda clase de inhibición, Fernanda y Ale se miraron y comenzaron a besarse ante nuestros atónitos ojos que admiraban la manera como lentamente desnudaban sus cuerpos, mientras sus lenguas presentaban un sensual y excitante baile, reduciendo poco a poco la pasión con que se besaban, en la medida en que sus cuerpos quedaban desnudos, hasta que nuevamente se miraron a los ojos, un instante antes de que Fer desviara su mirada para encontrarse con la mía, acercándose a mí para darme un pico en los labios.

- Disfrútalo, mi amor.

- Tú también cariño.

Fue entonces cuando miré a mi hermana y me di la oportunidad de admirar su hermoso cuerpo por un momento. Me costaba trabajo creer que aquello en realidad iba a pasar, temblaba de nervios al saber que estaba a punto de hacerlo con ella, con Alejandra, la chica que me había cuidado toda la vida, la misma que me demostraba una y otra vez todo el cariño que me tenía, la mujer que en aquel momento me sonrió y se acercó a mí, estando completamente desnuda, rodeando mi cuello con sus brazos para besarme mientras acariciaba mi nuca y mis manos se deslizaban lentamente por sus piernas, acariciando su piel con la yema de mis dedos mientras nuestros labios se reconocían y nuestras lenguas se abrazaban en un cálido y húmedo gesto con el que se demostraban lo mucho que se habían extrañado.

Recorrer la piel de mi hermana, sintiendo su calor y la humedad provocada por su sudor, me transmitió un deseo especial por explorar todo su cuerpo, por sentir las formas de su carne y las texturas y matices que esperaban por ser descubiertas por mis manos.

Ale desvió su rostro para besar mi cuello y comenzó a arrebatarme la ropa que cubría mi cuerpo, mientras miraba a un lado, encontrándome con la sorpresa de ver a mi novia agachada, con la cabeza entre las piernas de su primo, subiendo y bajando mientras el pene de Diego entraba y salía de su boca.

Me erizó la piel mirar la manera como se estaba comiendo el sexo de mi amigo, con ese gesto mezclado entre la malicia y la ternura, disfrutando de forma evidente cada segundo en que el pene de ese chico estaba en su boca mientras su mano jugaba con los testículos de su amante, quien cerraba los ojos y dejaba caer su cabeza hacia atrás, jadeando del placer que los labios de mi novia le estaban brindando.

De pronto volví a mirar a mi hermana y me di cuenta de que ambos ya estábamos completamente desnudos. Una necesidad incontrolable de conocer su sabor invadió todo mi cuerpo, necesitaba sentirla en mi boca, degustar los tonos de sus labios y volverla loca con mi lengua.

La besé de nuevo y por un momento mis manos se apoderaron de sus suaves y hermosos senos a la vez que ella acariciaba mi verga con suavidad, llenándome de placer al sentirla tocando mi sexo, pero eso podía esperar, había tiempo, teníamos toda la noche para hacerlo.

Con mi mano en su pecho la recosté sobre las cobijas, mirando cómo me sonreía, observando un poco de nervios en el temblor de su boca, recargándose sobre sus codos, sin dejar de mirarme a los ojos: no quería perder detalle de lo que su hermanito estaba a punto de hacerle.

El mundo a mi alrededor careció de pronto de importancia, los gemidos a un lado de nosotros fueron un eco lejano que contaminó con ruido mis oídos mientras el sabor de mi hermana se esparcía por toda mi boca y su olor de mujer me provocaba retorcerme, estremecerme ante la excitación que su aroma introducía en todo mi ser.

Los gemidos de Alejandra llenaron de morbo la tienda cuando mi lengua hizo contacto por primera vez con su clítoris, martirizando de placer ese pequeño punto que volvía loca a Alejandra mientras lo besaba, sintiendo cómo se tensaban sus músculos, mirando hacia arriba para admirar la forma como sus ojos se ponían en blanco y su boca se abría para liberar un gemido tras otro, sintiéndome feliz al verla disfrutando de mis labios mientras me tomaba mi tiempo para besarla a placer, para acariciarla con mi mano y sentir su humedad empapando mis dedos, que la penetraban con delicadeza y cuidado, sintiendo las suaves paredes de su vientre, provocando que una de sus manos me tomara de la cabeza e hiciera un poco de presión sobre ella mientras me comía su concha con vehemencia, con la necesidad de escucharla gritar y gemir cuando el placer en su interior explotara incontenible.

- ¡Ahhh! ¡Ay, hermanito! ¡Lo haces tan bien! ¡Ahhh! ¡No te detengas! ¡Ahhh! ¡Ahhh!

Sus caderas se movieron restregando su concha en mi cara mientras mi lengua recorría sus labios, mis dedos la penetraban y uno de mis pulgares martirizaba su clítoris con fuerza, sin darle tregua, buscando desesperadamente el punto máximo de su placer, hasta que el momento al fin ocurrió y mi hermana me tomó con fuerza de la nuca, hundiendo mi cara entre sus piernas, provocándome la necesidad de lamerla tanto como pudiera, de sentir sus fluidos impregnados por toda mi cara mientras sus gemidos cimbraban mi alma.

Me incorporé un poco para admirar el gesto de lujuria que yacía en el rostro de mi hermana, era un poema mirarla de esa forma: respirando agitada, con la boca entreabierta, parpadeando más rápido de lo habitual, con el cuerpo seductoramente humedecido por su sudor.

Nuestros labios volvieron a encontrarse y sentí la presión que hacía mi hermana para ser yo quien se recostara, mirando con deseo el cuerpo de esa hermosa mujer, mientras me recargaba sobre mis codos y su mano subía y bajaba recorriendo mi miembro, en una deliciosa caricia que no duró demasiado, pues pronto fue sustituida por la boca de Alejandra.

Una sensación sublime recorrió mi humanidad cuando los labios de Alejandra rodearon mi sexo y su boca comenzó a engullirlo, haciendo que un gemido especialmente sonoro escapara de mi boca, provocando que mis ojos se pusieran en blanco que mi cuerpo entero fuera recorrido por un placentero escalofrío que erizó mi piel mientras sentía en mi verga el dulce beso de mi hermana.

Mis ojos se abrieron y mi vista se desvió un momento para observar a mi novia, apoyada sobre sus codos y rodillas, con el culo levantado mientras Diego acomodaba su verga buscando la entrada de mi chica, penetrando su cuerpo lentamente, provocando que Fernanda gimiera de una manera tan intensa como morbosa, sintiendo la placentera forma como su cuerpo era invadido lentamente mientras su cabeza perdía la fuerza y se dejaba caer sobre las cobijas, entregándose por completo al placer que su primo le obsequiaba.

Las caricias de Ale y los gemidos de mi novia me llevaron al séptimo cielo. Sentir las manos de mi hermana recorriendo mis piernas, arañando un poco mi piel mientras los gemidos de mi chica poblaban el viento de la tienda, fue una experiencia avasalladora, tan excitante que estuve a punto de explotar en la boca de Alejandra a la vez que mi chica me miraba, con una sonrisa lasciva en los labios, antes de acercarse a mí y posarlos en los míos, dándome un cálido beso que nubló el poco juicio que tenía al sentir los gemidos de mi novia ahogándose en mi boca, producto de la cogida que le estaba dando el chico en su trasero, el mismo que no dejaba de penetrarla.

Ale volvió a capturar mi atención en el momento en que sentí sus piernas a los costados de mi cuerpo y su mano tomando mi miembro con fuerza, mientras descendía lentamente y por primera vez nuestros sexos se conocían, saludándose con un íntimo beso impregnado con el calor de su vientre y la viscosidad que de él surgía, mientras poco a poco mi pene se abría paso entre sus paredes, sintiendo la presión que su vagina ejercía sobre mi carne, gimiendo al saber que al fin lo había logrado, que en ese momento estaba haciendo el amor con mi hermana, la mujer más hermosa que había visto en mi vida, una fantasía hecha realidad que se vio aderezada con el espectáculo que me brindó al bailar sobre mi cuerpo, moviendo sus caderas con una inaudita sensualidad a la vez que sus manos se posaban en su nuca, provocando que sus senos se irguieran mientras cerraba los ojos y se dejaba llevar por el placer que sentía al tener a su hermano dentro de ella.

Mis caderas acompasaron los movimientos de mi hermana, respetando la suavidad de la erótica danza que ejecutaba sobre mi cuerpo mientras sus manos se posaban en mi pecho y las mías acariciaban sus hermosos senos, dibujando círculos en el contorno de sus pezones, sintiendo la hermosa sensación de ocupar y abandonar su vientre una y otra vez, mientras ella gemía y se estremecía sin ser capaz de abrir los ojos, dejándose llevar al entregarse por completo al deseo que experimentaba al coger con su hermano menor.

Los gritos de Fernanda y la brutal forma como Diego se la estaba cogiendo, llamaron nuestra atención y ambos volteamos a verlos, una escena digna de cualquier película erótica, con las bamboleantes tetas de mi novia sacudiéndose sin control mientras Diego taladraba su cuerpo sin compasión, hasta hacerla gritar en lo que supimos que se trataba de la plenitud de un orgasmo sin tregua, que hizo temblar el cuerpo de mi chica, que la obligó a cerrar sus puños sujetando con fuerza las cobijas mientras gemía desaforada, completamente enloquecida.

Diego se recostó sobre las cobijas y mi chica se montó sobre el cuerpo de su primo, ofreciendo a los espectadores un baile tan sensual como el que había protagonizado mi hermana minutos atrás, mirando la forma como Diego la tomaba de las caderas, permitiéndole llevar el ritmo, apoderarse de la situación y dejarse llevar por el deseo.

Fer y Alejandra se miraron y una sonrisa lasciva se dibujó en los labios de esas dos estupendas mujeres, quienes para regocijo de sus amantes, unieron sus bocas en un beso apasionante, rebosante de deseo, en el que ambas ahogaron sus gemidos mientras sus lenguas protagonizaban una incansable y apasionante batalla sin cuartel.

Aquello era demasiado para mí y por lo que pasó después, supe que también lo fue para mi amigo, pues de una forma completamente espontánea, ambos tomamos las caderas de nuestras respectivas amantes y comenzamos a movernos debajo de ellas, obligándolas a brincar sobre nuestros cuerpos, a concentrarse nuevamente en nosotros mientras gemían y se retorcían, sintiendo la forma tan violenta como las estábamos cogiendo.

Fernanda se levantó de prisa para sacar a su primo de su concha y se apresuró a meter el pene de Diego en su boca, mostrando nuevamente la maestría con la que era capaz de deleitar a un hombre con la caricia de sus labios y el movimiento de su lengua.

Alejandra dejó caer su cuerpo sobre el mío y se abrazó a mí con fuerza, gimiendo muy cerca de mi oído, mordiendo mi piel y lamiendo mi sudor, dejándose llevar completamente por mi ritmo mientras mis manos se posaban en su trasero, afianzando con ello un movimiento violento con el que ambos nos estábamos volviendo locos.

- ¡Ahhh! ¡Vente adentro hermanito! ¡Inúndame con tu leche! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Conviérteme en la puta que necesito ser para ti! ¡Ahhh! ¡Ahhh!

Los gemidos de mi hermana y el repentino movimiento frenético de sus caderas, anunciaron algo que en aquel momento se convirtió en una experiencia increíble, que cimbró cada rincón de mi cuerpo al ser consciente de lo que estaba a punto de pasar, pues sus músculos y los míos se tensaron al mismo tiempo, sus gemidos y mis jadeos se acompasaron de una forma armónica mientras mi pene expulsaba los chorros de leche que llenarían el vientre de mi hermana, a la vez que ella contraía sus músculos como señal de bienvenida a un nuevo y muy intenso orgasmo.

La sensación que experimenté al besarnos mientras llegábamos juntos, solamente sería comparable con la sensación que viví al penetrar el cuerpo de Fernanda sabiendo que era el primer hombre en su vida. La dulzura de sus labios y el caótico estado de éxtasis generado por tantas emociones y sentimientos, llevaron a mi hermana a derramar un par de lágrimas tras haber vivido un momento tan intenso, besándome con pasión y abrazándome como si nunca quisiera separarse de mi cuerpo.

- ¡Te amo hermanito! ¡Te amo mucho! - dijo con la voz entrecortada, antes de levantar un poco la cabeza y mirarme, con un gesto lleno de ternura y cargado con todo el amor que sentía.

- Te amo - escapó de mi boca, sintiendo el nudo que se había formado en mi garganta al compartir un momento tan hermoso con Alejandra, algo tan intenso que no nos importaron los gemidos de Diego, ni el sonido de chapoteo que escapaba de la boca de mi chica, quien seguramente se estaba obsequiando con un gran trago de la leche de mi amigo.

Alejandra se quedó recostada sobre mi cuerpo mientras nuestra respiración poco a poco iba recobrando su tranquilidad, sintiendo una cercanía especial después de lo que acabábamos de hacer, compartiendo el calor de nuestros cuerpos desnudos y humedecidos por el sudor, quedándonos dormidos poco después de esa forma, entregándonos a un sueño tranquilo, tras haber vivido lo que probablemente sería el momento más feliz de nuestras vidas hasta ese momento.

No supe cuánto tiempo estuve dormido, pero al abrir los ojos la oscuridad aún reinaba en el bosque. Mi hermana ya no estaba encima de mi cuerpo y sus labios en aquel momento besaban nuevamente mi miembro con dulzura y lentitud, engulléndolo pacientemente mientras miraba a un lado para encontrar a mi chica desnuda, precariamente cubierta con una cobija que dejaba al descubierto su espalda y su trasero, durmiendo con profundidad, sola, pues Diego ya se había marchado.

Alejandra me sonrió al ver que había despertado y reptó de inmediato sobre mi cuerpo hasta llegar a mis labios y besarme de nuevo, provocando que el sabor combinado de mi semen y los fluidos de su vagina, se mezclaran en un excitante cóctel que me hizo explorar su boca con mi lengua hasta que de pronto se separó y se recostó a mi lado sobre su costado, dándome la espalda, tomando mi verga y para sorpresa mía, apuntándola en dirección a su ano.

- Ya le dí cariño hermanito, lo hice mientras dormías - dijo mi hermana en un susurro - solo tienes que metérmela y hacerme gritar, vamos Ab, quiero ser tu puta por el resto de mis días ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Así mi amor! ¡Justo así! ¡Ahhh!

Mi verga entró en su ano sin ningún problema, sintiendo cómo se abría para mí, ejerciendo la presión adecuada sobre mi carne para hacerme cerrar los ojos, mientras la pierna de mi hermana se apoyaba sobre la mía, moviendo las caderas para incentivar mis arremetidas, de una forma tranquila, sensual, dejando que ambos disfrutáramos de la sensación tan dulce del acto prohibido que suponía el tener sexo con mi hermana.

Mis manos recorrieron la piel de su cintura, deslizándose lentamente sobre su abdomen mientras mis labios besaban el cuello de mi hermana, hasta que mis dedos sintieron nuevamente la suavidad de sus senos y mi mano se aferró a su carne, robándole un gemido a Alejandra, un dulce sonido que erizó mi piel y me hizo penetrarla con más profundidad, guardando la totalidad de mi pene en su interior para luego moverme en círculos, recorriendo el contorno de su ano, sintiendo la dulce caricia de sus nalgas sobre mi piel y deleitándome con el tacto que me ofrecían sus endurecidos pezones ante la caricia que mis dedos le brindaban.

- ¡Dame más fuerte, hermanito! ¡Rómpeme el culo, Ab! ¡Quiero despertar a tu novia con mis gemidos! ¡Quiero que se meta los dedos mientras ve como su hombre me coge como una puta!

Sin salir de su cuerpo la hice recostarse boca abajo, cargando mi peso un poco sobre su humanidad mientras mi brazo se colaba por debajo de su cuello y mi otra mano sobaba su seno con ansiedad, queriendo sentir su carne mientras poco a poco mis caderas imprimían más fuerza en mis embestidas, haciendo que sus gemidos se convirtieran en una dulce y morbosa sinfonía, que su cuerpo se sacudiera con la fuerza de mis movimientos y que su cabeza se moviera como si hubiera perdido en control sobre ella.

El sonido que producía el choque de mi pelvis en su trasero, seguramente podría escucharse hasta el exterior de la tienda, pues no me estaba guardando nada, quería complacerla, quería romperle el culo como ella lo deseaba, llevarla nuevamente al lugar donde quería estar y deleitarme con el éxtasis de sus gemidos en el paroxismo del orgasmo.

Mi mano se deslizó nuevamente por su piel, pero esta vez se coló por entre sus piernas, sin dejar de taladrar el culo de Alejandra, acariciando su clítoris para maximizar el placer que le brindaba y sentir como se retorcía de bajo de mi cuerpo temblando de placer, agitando las nalgas como podía en un acto que delataba la necesidad absorbente que sentía por tenerme más adentro de su cuerpo.

Gritos y gemidos, caricias enloquecidas y movimientos descontrolados de nuestras caderas, fueron lo que acompañaron a una nueva experiencia orgásmica compartida entre mi hermana y yo, un momento más para ser añadido a los hermosos recuerdos que comenzamos a coleccionar desde aquella noche en que dormimos juntos en mi habitación, entregándonos a un acto mesurado pero lleno de erotismo, iniciando lo que sería una nueva y erótica forma de entendernos y demostrarnos el profundo amor que sentíamos entre nosotros.

- ¡No te salgas, hermanito! ¡Quédate adentro! - me dijo, antes de que la abrazara y sin abandonar su cuerpo nos recostáramos de lado, relajándonos poco a poco, abrazándola mientras besaba su cuello y su mejilla y mi mano acariciaba suavemente su seno.

Nuevamente el sueño nos robó la consciencia y nos quedamos dormidos de esa forma, tiernamente abrazados, cansados después de un día lleno de emociones intensas y experiencias inolvidables que nos acompañarían por el resto de nuestra existencia.

En esa ocasión el sueño me mantuvo cautivo por un poco más de tiempo que la vez anterior, pues cuando abrí los ojos el sol ya entraba por las rendijas de la tienda, iluminando su interior, despertándome poco a poco, al mismo ritmo que me iba haciendo consciente de mi alrededor, escuchando gemidos provenientes del exterior y también al interior de la tienda.

Giré mi cabeza al lugar donde había dejado a mi novia durmiendo la noche anterior y me encontré con la cabeza de Alejandra hundida entre sus piernas mientras mi novia permanecía sentada, con las piernas abiertas y recargada sobre sus manos, cerrando los ojos con la cabeza echada hacia atrás y gimiendo de una forma tan intensa y placentera que en poco tiempo volví tener una gran erección entre mis piernas.

Seguramente si hubiera decidido unirme a su fiesta, me hubieran recibido de buena forma, pero creí que aquel momento era de ellas dos, preferí deleitarme con la escena, con los gemidos de mi chica y la sensual forma como Alejandra se la comía, sin perder detalle de lo que hacían.

- Buenos días, amor - dijo Fernanda con una enorme sonrisa en los labios, antes de reanudar sus gemidos y cerrar los ojos, entregándose nuevamente a las sensuales caricias de mi hermana.

- Hola, cariño - contesté, sin perder de vista los senos de Fernanda, con sus pezones erectos y humedecidos por el sudor de su piel.

Nuevos gemidos se presentaron, sonidos aún más intensos que los anteriores. Las caderas de mi novia comenzaron a moverse y su mano fue a parar a la nuca de mi hermana, un instante previo a ver maravillado cómo mi chica explotaba en un muy esperado orgasmo, antes de que mi hermana reptara por su cuerpo y ambas se recostaran, besándose y acariciándose, una maravillosa forma de finalizar lo que al parecer había sido una larga y placentera sesión de sexo entre aquellas dos maravillosas mujeres.

- Hola, hermanito, por fin despertaste - dijo Alejandra mientras se recostaba de lado, abrazando a Fer desde la espalda, mirando como ambas me sonreían - te perdiste de un par de cosas ente tu chica y yo.

- La pasaron bien ¿Cierto?

- ¡Uff! Tan bien que me estoy planteando bajarte a tu novia, hermanito - los tres soltamos una ruidosa carcajada, mientras desde afuera de la tienda llegaban a nuestros oídos los femeninos sonidos de gemidos, seguramente provenientes de la tienda de Lety y Susy.

- Creo que no somos las únicas que la pasamos bien esta mañana, cuñadita - dijo Fernanda con una gran sonrisa, antes de soltar una risilla nerviosa y de que mi hermana y yo la imitáramos.

- ¿Saben algo chicos? Estaba pensando que, como en unos meses todos vamos a estar en la misma universidad, nos convendría compartir un departamento entre los tres ¿Qué opinan? Así dividiríamos gastos y, bueno…

- Podríamos repetir estas pequeñas fiestas todos los días - dijo Fer, con ese tono de voz travieso e incitante que nos hizo intercambiar una mirada cómplice mientras asentíamos en señal de común acuerdo.

Fernanda se entusiasmó tanto con la idea, que nuevamente sus piernas patalearon con rapidez , robándonos algunas risas a Alejandra y a mí, antes de Fer se girara y besara a mi hermana, para luego ir hasta donde yo me encontraba y entregarse a una breve sesión de besos y caricias.

Seguimos platicando por algunos minutos más de lo mucho que había cambiado todo con ese viaje, odiando la idea de tener que marcharnos de ahí en algunas horas, mientras los gemidos de la tienda vecina seguían llegando hasta nuestros oídos.

- ¡Vaya energía la de tus amigos, eh! ¡No las dejaron dormir en toda la noche! - dijo Alejandra con una sonrisa enorme en el rostro.

- ¡Uff! ¡Nada como la nochecita que pasamos nosotros, chicos! ¡Fue algo fenomenal! Aunque el tarado de Diego se largó antes de que despertara, el muy idiota - Alejandra y yo reímos del comentario de mi chica mientras ella hacía un puchero.

- No sé ustedes, pero yo necesito un baño, me siento pegajosa y asquerosa - dijo Ale.

- Sí, también yo, ¿Nos ponemos los trajes de baño y nos damos un chapuzón, chicos? - contestó Fernanda.

- Vale - respondimos Ale y yo, antes de ponernos los bañadores y salir de la tienda, donde una poco grata sorpresa nos esperaba.

Beto, Diego y Juan se encontraban tirados en el campo, completamente dormidos, mientras los gemidos de la tienda de las chicas no cesaban de martillar nuestros oídos. Las chicas intercambiaron una mirada de alarma pues era claro que las Susy y Lety no estaban solas, dado el sonido que escapaba de su tienda que nos sugería que al menos un par de hombres estaban cogiendo con ellas.

Algunos gemidos más y un par de gruñidos terminaron con la faena que ocurría al interior de la tienda, la misma que de pronto se abrió y de ella emergieron un par de tipos, considerablemente más viejos que nosotros, quienes salieron sonrientes y comentando lo bien que lo habían pasado con las chicas, hasta que miraron a Fer y Alejandra, de la misma forma que lo haría un perro hambriento al ver un pedazo de carne.

Todas mis alarmas se pusieron en alerta y no tardé más de un segundo en tomar un par de grandes piedras en mis manos sin dejar de mirarlos, deseando que los chicos se levantaran de inmediato mientras esos cabrones me miraban desafiantes, para sorpresa mía, Fer y Alejandra me imitaron y tomaron ambas grandes piedras para defenderse de lo que seos idiotas quisieran hacerles. Ambos intercambiaron una mirada y se largaron de ahí sin decir nada más, dejándonos atrás, esperando el tiempo suficiente hasta perderlos de vista, para luego tirar las piedras y correr a la tienda que esos idiotas habían dejado abierta, donde encontramos a las chicas tiradas en el suelo de la tienda, inconscientes, con el cuerpo cubierto de una abundante cantidad de semen, completamente desnudas, de cuyas bocas chorreaban hilos de semen.

Intercambiamos algunas miradas de alarma al imaginar lo que había pasado, sin saber qué hacer o qué decir, sin tener idea de cuál sería la mejor manera de actuar al respecto. Alejandra decidió cerrar su tienda e ir a despertar a los chicos.

- ¿Qué pasó ayer? - preguntó mi hermana cuando logramos despertar a Juan, él se desperezó y luego sonrió al recordar lo que habían hecho.

De acuerdo con mi amigo, después de que nos metiéramos en la tienda, él y Beto siguieron jugando con las chicas, quienes poco después sacaron algo de hierva y se divirtieron fumando en grandes cantidades, hasta que poco después terminaron metidos en su tienda y cogiendo con ellas; de acuerdo con la versión de mi amigo, cogieron un par de veces con Susy y Lety y luego salieron a tomar un trago. Poco después salió Diego de la tienda y tras escuchar lo que los chicos hicieron decidió meterse con las chicas. Juan nos dijo que seguramente lo recibieron de buen grado porque se escucharon gemidos y el choque de sus cuerpos mientras cogían, hasta que Diego se les unió afuera, dejando la tienda abierta y siguieron tomando hasta quedarse perdidamente dormidos.

Le sorprendió mucho escuchar lo que habíamos visto minutos atrás y que habíamos dejado a Susy y Lety en un estado aparente de inconsciencia y con el cuerpo lleno de semen.

- Vamos a fingir que solamente fueron ustedes quienes estuvieron con ellas, ¿De acuerdo? No mencionemos nada de lo que vimos a menos de que ellas saquen al tema que estuvieron con otros que no fueran ustedes, ¿Entendido? - dijo mi hermana, poco después de que actualizáramos a Beto y Diego de lo que había pasado, algo que también a ellos los conmocionó y que hizo sentir culpable a Diego por no haber cerrado la tienda de las chicas.

Ale, Fer y yo nos metimos en el lago, sin decir nada, realmente nos había perturbado lo que acabábamos de presenciar y no dejábamos de mirar una y otra vez la tienda de las chicas, hasta que salieron mientras nos secábamos el cuerpo a la orilla del lago.

- Hola chicos, ¡Vaya nochecita que nos dieron, eh! Son todos unos sementales - dijo Lety, mirando sonriente a todos; pero lamentablemente ninguno de nosotros fue capaz de ocultar lo que sentíamos, pues en el rostro de cada uno podía verse la incomodidad que nos generaba lo que había pasado con ellas.

Susy salió de la tienda sonriendo de la misma forma que lo hizo Lety, hasta que vio nuestros rostros y se dio cuenta de que algo estaba pasando. Lety abrió mucho los ojos y su sonrisa se borró de su rostro.

- ¿Qué pasa, por qué…? - comenzaba a decir Susy cuando Lety la interrumpió.

- No fueron los únicos ahí adentro, ¿Cierto?