El cordero pascual no tenía mancha: Yeshua tampoco estaba contaminado por el pecado. De la misma manera que el sumo sacerdote transfirió los pecados de una persona Israelita a un cordero inocente como sacrificio sustitutivo, Yeshua tomó sobre Sí mismo nuestros pecados—ambos casos de inocentes muriendo por los culpables. El profeta Isaías escribió:
"Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros". (Isaías 53:5–6).