Hermann
Este pibe, Hermann, me encantó. Es une de les amigues de Ornella. Ella siempre trae a casa chicos lindos. A la mayoría he querido cogérmelos. Son dulces, tiernísimos. El gurí este, Hermann, tiene hoyuelos en las mejillas. Si algune leyó Mi película con el saiko, sabe muy bien que that is my shit. Lo son también esos ojos enmelados suyos y la sonrisa pícara de chico malo que se hace el bueno. O de chico bueno que se hace el malo, más bien. Además, huele a bebé y tiene la piel aduraznada: lo sé porque, cuando vino a saludarme, no me dieron las bolas para levantarme del todo y él tampoco se agachó demasiado, así que mis labios apenas rozaron el hoyuelo del lado derecho de su cara y todo él era frutal, aterciopelado. Y la cosa fue mejor cuando descubrí que, al ir y venir a lo largo del living, en su entrepierna campaneaba una promesa. Vení, nene, haceme lo que vos sabés, repetía como un mantra en mi cabeza. Después Hermann me preguntó si yo tenía instagram y le dije que sí. El guacho es pintor, me di cuenta e hice algún comentario halagüeño sobre la obra que vi colgada en su perfil. Solo por eso me gané otra de sus sonrisitas con hoyuelos. La tarde gris se tiñó de azul y él, pasado un tiempo, se fue a casa porque tenía algún asunto que resolver con sus roommates, quienes, como él, estudian bellas artes en la Universidad de la República, me dijo. Enamorarse así es tan sencillo. Lo es también sufrir prematuramente… mucho antes de que te rompan el corazón.