May 16

Mi vecina embarazada

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Voy a casa de la vecina embarazada a ayudarla, y acabo ayudándola de verdad.

Por aquel entonces aún vivía con mis padres, vivíamos en un bloque de pisos de barrio de pequeños apartamentos sencillos con vecinos bastante variopintos, la mayoría de clase media/baja. A mis 18 años intentaba pasar desapercibido e ir a la mía, por lo que no tenía mucha relación con ninguno de los vecinos. Mi relación con ellos consistía en un llano saludo en los rellanos. Aún así, había varias vecinas que llamaban mi atención y a las que siempre miraba de reojo, estudiando sus curvas, disimulando torpemente. En especial, la vecina de enfrente, una chica morenita de unos 30 y largos años, siempre captaba mi atención con sus provocativos atuendos. En verano solía llevar camisetas de tirantes ajustadas sin sujetador, y sus pechos se marcaban protuberantes, con las aureolas de sus pezones transparentandose sin pudor. Era bajita, poco más de 160 cm, pero tenía una figura perfecta, delgada, cadera ancha, culona y con unos pechos prominentes que bordaban la talla 100. Además su actitud desfachatada le daba un morbo especial, nunca se acomplejaba de su cuerpo, siempre vestía provocativa, y emanaba unos aires de sexualidad difíciles de explicar con palabras. Aquella primavera, al apretar el calor y dejar de lado las chaquetas, pudimos comprobar que la vecina estaba embarazada, lejos de recatarse, se ponía unos vestiditos pre-mama ceñidos que contenían sus pechos de puro milagro. Con el embarazo había aumentado por lo menos una talla de pecho y sus pezones parecían que querían atravesar el vestido, siempre en punta.

Aquel verano al acabar las clases, el calor apretaba con fuerza y prácticamente era imposible estar fuera de casa durante el día, así que pasaba muchas horas en casa, con el descontento de mi madre. Una de aquellas tardes, me vino con un rollo de que la pobre vecina necesitaba ayuda para montar la cuna y que ella había ofrecido mi ayuda, como si yo fuera una especie de títere, no tenía ganas de discutir y tampoco mucho que hacer, así que me encogí de hombros y me dirigí a casa de la vecina.

Llame a la puerta y espere casi un minuto, cuando me iba a dar la vuelta me abrió la vecina.

-¡Hola! - dijo animada.

-Hola, vengo por lo de la cuna...

-Sí, pasa, pasa...Perdona el desorden.

La vecina llevaba una especie de vestido ligero blanco estampado en flores, se tensaba con fuerza marcando su bombo de 7 meses y su escote abierto dejaba poco a la imaginación. Sus pechos se juntaban apretados entre ellos y sus pezones en punta se transparentaban a través del vestido. Cuando me dió la espalda pude ver que el vestido era lo suficientemente largo para cubrir sus nalgas, pero una suave brisa las hubiera dejado al descubierto.

Me guió a la futura habitación del bebe y me señaló la cuna.

-Esa es, la montaría yo, pero no puedo estar tanto tiempo agachada...

-No te preocupes, tampoco tenía mucho que hacer esta tarde.

Pensaba que me dejaría a mi aire, pero se sentó en una butaca a un metro de mi, justo enfrente. Por un momento pensé que quería vigilar que hacía, pero pronto entendí que sólo quería hablar, entendí que se sentía sola. Se arrancó a hablar sin parar de su marido, de cómo viajaba mucho y lo complicado que era para ella hacer todo sola. Yo me limitaba a asentir mientras iba montando el puzzle de la cuna.

En un momento que levanté la vista para atender a algo que estaba diciendo, pude observar que estaba sentada abierta de piernas y su vestido corto se había arremangado lo suficiente como para dejar ver que no llevaba ropa interior. Sentí un escalofrío en la entrepierna cuando vi aquella perfecta línea de pelo. La miré a la cara, preocupado de que se hubiera percatado de mi indiscreción, pero seguía parloteando sobre la ropa durante el embarazo.

Seguí montando, disimulando, pero de vez en cuando miraba su entrepierna desde diferentes ángulos intentando ver un poco más.

-ufff Niño, estás sudando!!

-Sí, hace calor y montando esto, parece que más.

-Hay que ver...Deja que ponga el ventilador.

Se inclinó hacia delante a coger un mando y sus tetas colgaron hacia delante, quedando a punto de escapar a solo un metro de mi cara. Disfruté de las vistas mientras duraron y se recostó de nuevo en la butaca.

-Porque no te quitas la camiseta? estarás más cómodo, hay confianza...

-No tranquila, estoy bien...

-Venga, no seas tímido, estarás más fresco.

Al final obedecí y me quité la camiseta, lo agradecí porque ahora el ventilador me refrescaba aún más. Me dió la sensación de que me observaba más que antes. Pero ella seguía hablando de sus cosas, mientras yo asentía o daba respuestas cortas.

Cuando ya estaba casi acabando de montar, apenas escuchaba que decía, se había convertido en la radio, pero entonces su parloteo llamó mi atención.

-Sabes esto de estar embarazada también ha venido muy mal para el sexo. Porque claro, ahora mi marido le da miedo hacerme daño y aunque el médico dice que no hay problema, él no se atreve. Y claro, tú sabes como esto del embarazo revoluciona las hormonas...

Cuando alcé la vista mientras hablaba despreocupada, comprobé que estaba más recostada, con su culo al borde de la butaca y totalmente abierta de piernas. En esa posición podía ver completamente su coño, me quedé embobado, mirando descaradamente los labios de su vulva a poco más de un palmo de mi cara, mientras mi erección crecía rápidamente. Hasta que reparé que hacía una pausa en su discurso y cuando alce la vista me encontré con su mirada clavada en mi.

Por un momento pensé que me miraba con rabia, enfadada, pero luego me miró de arriba a abajo, clavó su mirada en mi paquete, sin camiseta era imposible disimular la erección.

-Ven aquí, acércate... -dijo mientras se incorporaba, sentandose al borde de la butaca.

Di unos pasos y quedé de pie frente a ella. Sin decir más, arrancó mis pantalones y calzoncillos de un tirón. Mi polla de 18cm quedó apuntando al techo, dura, y un segundo después, la vecina se follaba la boca con ella a un ritmo frenético. Yo sin saber que hacer contenía los gemidos y me revolvía de placer. Me agarraba las nalgas con fuerza mientras hundía mi polla hasta el fondo.

Me quedé atónito ante la repentina. Sus labios se movían con destreza sobre mi erección, su lengua acariciaba cada centímetro con una habilidad que me dejaba sin aliento. Era como si toda su experiencia y deseo contenido se liberaran en ese momento, y yo me encontraba totalmente a merced de sus movimientos. Mientras seguía disfrutando del placer que me proporcionaba, la vecina me miró con una mirada llena de deseo y desafío. Con una mano, acariciaba suavemente mis testículos, mientras que con la otra me agarraba con firmeza, controlando el ritmo y la intensidad de su succión.

Tiró de los tirantes y los dejó caer por debajo de sus hombros, descubriendo sus enormes pechos, yo los contemplaba perplejo, después de haberlos imaginado mil veces en el ascensor, ahí estaban. Agarró mis manos con fuerza y las estampó en sus tetas, luego estrujó mis manos sobre sus tetas, como queriendo decir, aquí están, son tuyas, apretalas, sobalas. Así que obedecí con gusto y masajeé sus pechos con fuerza, mientras ella seguía lamiendo mi polla con boca experta. Sus pezones eran enormes, casi 3 dedos de ancho, y la punta de sus pezones se escurría entre mis dedos, sobresaliendo por encima de mis dedos, debían sobresalir unos dos centímetros. Pellizque los pezones con fuerza y jugué con ellos, ella respondió con unos gemiditos apagados por mi polla, que seguía entrando y saliendo de su boca.

Entonces cogió mi mano derecha y la puso en su nuca, cerró mi mano con fuerza atrapando su pelo, presionaba mi mano contra su cabeza con fuerza, guiando el movimiento. Entendí lo que quería y la agarré del pelo con ambas manos, ella frenó en seco, con la polla en su boca, relajada, y seguido tomé el control del movimiento. Tire de su cabeza hacia mi y clavé mi polla en su garganta, luego tiré de su pelo, sacando la polla lentamente de su boca, para volverla a clavar a un con más. fuerza. Seguí así unos minutos, cogiendo ritmo y fuerza, follando su boca a mi merced.

Tuve que frenar o no iba a tardar en correrme, así que la liberé y agarré sus pechos. Ella se sacó la polla de la boca y tomó aire, como si acabará de salir de debajo del agua. Se incorporó frente a mí, a la vez que tiraba hacía abajo del vestido y lo dejaba caer a sus pies. Me agarró del cuello, bajandome a su altura y me besó profundamente, hundiendo su lengua en mi boca.

- Ya te he dicho que estoy muy cachonda... Llevo meses sin follar y con las hormonas locas. - Dijo a la vez que me miraba con lujuria, como si fuera el último hombre en la tierra.

Seguidamente cogió mi mano y la posó en los labios de su coño. Estaba empapada, su coño estaba recubierto de flujo, completamente mojado y varias gotas chorreaban por sus piernas.

-Uff...Estás empapada...

De repente, sin previo aviso, me tomó de la mano y me llevó hacia la cama que estaba en la habitación. Sin decir una palabra, me empujó sobre la cama desnudo y con mi polla aún dura como una piedra. Seguidamente se abalanzó encima mío, pensé que iba a saltar encima de mi polla pero pasó de largo, siguió subiendo hasta quedar a la altura de mi cara y se sentó, plantando su coño empapado en mi boca. Emanaba un olor a sexo más fuerte de lo que jamás hubiera olido jamás, olía como una perra en celo. Agarré sus grandes nalgas con ambas manos y hundí mi boca en aquel coño, le di varios lametones alrededor, limpiando el flujo con mi lengua, el sabor de ese néctar me volvió loco y seguí lamiendo hasta inundar mi boca de fluidos, tragué un poco y seguí lamiendo, mientras ella gemía y movía la cadera pidiendo más. Jugué unos instantes con la lengua en la entrada de su vagina y sin más retraso, busqué su clítoris lentamente a lametazos, cuando mi lengua rozó su clítoris, mi vecina se estremeció con fuerza. Continúe lamiendo su clítoris con suavidad, mientras ella se estremecía y gemía apasionadamente, empecé a succionarlo como si fuera la boquilla de un biberón, eso la volvió loca, me agarró del pelo con fuerza mientras se revolvía de placer. Entonces mantuve la succión en su clítoris, mientras dentro de mi boca le daba lametazos rápidamente con la punta de la lengua, eso la volvió loca y empezó a gemir con más fuerza, ahora clavaba sus uñas en mi hombro y tiraba de mi pelo aún más fuerte. Seguimos así por un par de minutos, mientras su excitación crecía y crecía, hasta que noté que sus piernas empezaban a sacudirse.

-Sí!! Joder!! No pares...Por favor, no pares.....Siiiigue...

Tenía la lengua casi dormida, pero la agité aún con más fuerza.

-Ohhhhh!!! mmmmm...Meeee corrrr...ohhhg!

Bajé el ritmo y continué lamiendo su clítoris suavemente hasta que sus gemidos se apagaron. La vecina se recostó a mi lado, con su pelo pegado a la cara con el sudor, con una mirada que mezclaba alivio, lujuria y excitación. Me miró, tumbado con mi polla aún erecta, estirado desnudo en su cama, me miraba como si hubiera caído del cielo. Lamió los restos de flujo que tenía en mis mejillas y luego me dió un beso intenso, con los aromas de su coño aún en mi boca.

Sin decir nada, se colocó encima mío y hundió mi polla en su coño. Lo noté empapado y dilatado, ardiente, empezó a cabalgarme con sus pecho rebotando en su bombo. Movía las caderas con talento adelante y atrás, con un vaivén que me volvía loco. Mi polla estaba a punto de estallar, después de la mamada que me había pegado y todo el morbo, mi polla palpitaba con cada movimiento, se deslizaba viscosamente con su flujo en aquel coño empapado. Con cada meneo que metí se me escapaba un gemido que se mezclaban con los suyos, ella me cabalgaba con las manos en mi pecho, a ratos me hundía las uñas apasionadamente, pero con cariño.

-Ufff...Estoy a punto...No voy a aguantar mucho.

Hizo como que no me escuchaba y siguió cabalgándome al mismo ritmo, apenas podía contenerme y ella a su vez gemía con cada horcajada.

-Me corro... - avisé por última vez.

Ella siguió sin inmutarse y yo la inundé con varios chorros de leche que brotaban sin cesar dentro de su coño, mientras yo gruñía y gemía sin parar. Entonces bajó el ritmo y empezó a frotar su clítoris contra mi abdomen con el mismo vaivén, pero sin apenas sacar mi polla de su coño, de la excitación aun la tenía semi erecta. Siguió restregándose un rato con mi polla dentro de su coño y gimiendo como una perra, hasta que al rato mi erección volvió a ser completa y empezó a cabalgarme de nuevo gimiendo como una perra. Puso mis manos en sus nalgas y me dijo:

-Dame!

Le di un cachete suave.

-mmmm...No...Más fuerte - dijo entre gemidos.

Así que le devolví un cachetazo fuerte que me picó hasta en la mano.

-Así!! dame fuerte!

Me siguió cabalgando mientras le azotaba las nalgas sin parar, a ratos le pellizcaba los pezones, a lo que también dedicaba gemiditos de placer. Aceleró el ritmo, ahora saltaba encima mio a un ritmo frenético y con cada embestida de mi polla soltaba un alarido de placer, los gemidos se transformaban en gritos que intentaba acallar mordiéndose los labios.

-Ohhh sí!! mmmm....

-Avísame cuando te corras... - le dije

Siguió un poco más, sin decir nada, gimiendo como una posesa. Le di un azote con fuerza en la nalga derecha y entonces se arrancó a brincar como una loca.

-Oh!! - Si!!!- ohh- meeee-ehh!!- Cooor-rohh!!

Y yo que también estaba a punto, me deje ir, y empecé a correrme, sintiendo las contracciones de su coño al correrse en mi polla. Deje escapar varios gruñidos y gemidos.

-Ohh!!!Sii! correte niño!! dame más leche!!!

Aflojó un poco el ritmo pero me siguió follando hasta sacarme la última gota, y luego cayo tendida junto a mi en la cama. Se quedó ahí inmóvil, recuperando el aliento, y cuando lo había hecho me beso con dulzura y me dijo:

-Gracias, no sabes cuanto necesitaba esto.

No supe que decir.

-Gracias a ti también.

Estuvimos un rato charlando hasta que me duché y me fui, con un recuerdo caliente y ganas de volver a ayudarla en lo que fuera.