Dejándome convencer, nuevamente en el cine
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Alberto me lleva a seguir disfrutando de más sensaciones en el cine
Dejándome convencer, nuevamente en el cine
Desde que estoy con Alberto, parece que nos deslizamos por un gran tobogán de pasiones y lujuria; son muchas sensaciones y cada vez más lo disfruto; deseo complacerlo constantemente, pero no puedo engañarme y decir que solo lo complazco, me encanta lo que me hace sentir, gozo con todas sus ocurrencias, a medida que nos deslizamos encontramos más motivos para seguir disfrutando, él no para de inventarse situaciones que me hacen temblar de placer.
Los primeros meses fueron llenos de ternura, de caricias suaves que me llevaron a desear todo con él; me entregué completamente, le di mi primera vez en todo, boca, senos, vaginal, anal; todo fue nuevo para mí, todo me encantó, me enloqueció como lo hace, como me lleva a desear más y más; me hacía quitarme la ropa interior; situación que jamás imaginé hacer, pero ahora me gustaba cuando me lo pedía; podíamos estar en una discoteca bailando con amigos o desconocidos; en un restaurante, en un cine y hasta en algún centro comercial; yo simplemente hacía lo que me pedía, iba al baño y me quitaba los pantis y si tenía brasier, también me lo quitaba; y digo si tenía, porque me fui a costumbrando a vestir sin sostén, porque él me lo insinuó y me gusta sentirme así; me gusta como mira mis pezones cuando me quito la chaqueta y la blusa no los cubre bien; incluso poco a poco me fue diciendo que le encantaba cuando sin pedírmelo lo sorprendo llegando sin nada de ropa interior; aunque también debo decir que desde que nos fuimos a vivir juntos, me compra solo tangas muy pequeñas y uno que otro brasier que solo cubren una parte de mis senos, le encanta que se vea una parte o todo mí pezón.
También me compró faldas muy cortas o vestidos tan pequeños que apenas cubrían mis nalgas, me gusta como me mira y como le gusta ver que otros me miran, siempre está pendiente de esas cosas, le gusta exhibirme, que lo miren con envidia, y a mí me gusta verlo feliz, excitado y claro yo también lo disfruto.
En nuestros inicios, me llevó a un cine de películas para adultos, vestida con solo un pequeño vestido sin nada de ropa interior; un hombre me estuvo tocando el trasero, me dio mucho miedo y excitación sentir que casi me penetra de pie y delante de mi esposo; cuando volvimos a casa Alberto estuvo tan excitado toda la noche que no paramos de hacerlo hasta que caímos rendidos en la madrugada de tantos orgasmos; sabía que eso era un inicio de algo más fuerte; y así fue.
Después de muchas y nuevas experiencias, volvió a proponer ir a un cine de esos, me decía que esta vez debería dejarme ir más allá; claro que yo le dije que aunque me excitaba la idea deberíamos ser muy precavidos, que no sabíamos a quién podíamos encontrar en esos sitios; pero Alberto estaba decidido y como siempre yo me rendí a sus deseos y también los míos.
Nos fuimos un jueves en la noche, hacía mucho frío y me dijo que me pusiera una chaqueta gruesa y larga; debajo me dijo que llevara solamente una falda amplia, hasta medio muslo y una blusa tipo franela que me llegaba hasta el ombligo; por supuesto no debería llevar sostén, solo una pequeña tanga; llegamos y el cine estaba muy solo, la sala estaba iluminada por ser el intermedio; apenas habían diez o quince personas, algunos paseaban por entre los pasillos; me sentí un poco más tranquila que la vez anterior por estar tan solos; nos sentamos en una fila en donde no había nadie; nos hicimos hacia el centro de la fila, en donde teníamos una mejor visión; mi esposo me abrazó y me besó suavemente sin apartar la mirada de las personas que nos observaban desde lejos; creo que no había otra mujer en la sala por lo que casi todos nos miraban.
Cuando apagaron la luz, sentí como los pocos asistentes se empezaron a mover, cambiando de puesto o caminando por los pasillos; yo trataba de no mirar y concentrarme en la película; como casi todas las películas porno, mostraban al inicio a una chica de senos muy grandes, con un pequeño pijama, que estaba acostada en una inmensa cama, tocándose, mirando con mucha pasión a la cámara mientras se pasaba su lengua por los rojos labios y sus dedos apretaban un pezón por un lado del pijama; su otra mano se deslizaba por su depilada vulva; luego entraba en escena un hombre rubio de cuerpo de gimnasio que vestía únicamente un jeans gastado y que marcaba claramente un gran paquete; yo estaba concentrada viendo la película mientras mi esposo me acariciaba el rostro con la mano del brazo izquierdo que tenía sobre mis hombros, mientras que la otra mano la metía en la chaqueta para acariciar mis senos que ya estaban entrando en calor.
Después de muchos besos y caricias, me pidió que me quitara la chaqueta, dudé un poco por el frio de la noche, pero sabía que en poco tiempo estaría más caliente; me la quité, para lo cual tuve que ponerme de pie por ser una chaqueta muy grande, al hacerlo sentí que muchos de los hombres que se había sentado muy cerca volvían a mirarme; aunque las luces estaban apagadas, las imágenes de la pantalla alumbraban bastante bien y podían ver mis senos libres de brasier bajo mi delgada blusa, igual que mi corta falda; me sentí un poco intimidada por tantos ojos sobre mí, pero rápidamente me senté entregándole a Alberto mi chaqueta, la cual acomodó a su lado derecho junto con la suya.
Desde ese momento Alberto no dejó de acariciarme los senos bajo la blusa, era muy fácil acceder a ellos por el lado o por debajo de la pequeña franela, también me hizo subir una de mis piernas sobre sus rodillas para poder tocarme los muslos bien arriba; yo estaba un poco asustada pero muy caliente y excitada; Alberto me dijo al oído que estaba seguro que no demoraban algunos de los presentes en sentarse a mi lado, yo le dije que no quería eso, pero él me aseguró que eso era lo que queríamos, que en todo caso solo era por placer y que gozaríamos más que la vez anterior.
Con las caricias de su mano bajo mi falda y el placer que me brindaban sus dedos en mi clítoris, me recosté sobre el respaldar de la silla y cerré los ojos para que Alberto me besara todo mi rostro y cuello; sentí que se bajó la bragueta y tomando mi mano la llevó a su pene, estaba tan duro y caliente, lo tomé y empecé a masturbarlo suavemente, como a él le fascina; él me besaba el cuello y fue bajando hasta llegar a mi pecho y corriendo a un lado la blusa me besó el seno llegando hasta tomar mi pezón entre sus labios, yo estaba disfrutando tanto, tan relajada y húmeda; de pronto sentí movimientos a mi lado, me incorporé asustada y vi que un hombre se sentó justo a mi lado, rápidamente voltee a mirar a Alberto, pero él solo me acercó el rostro para besarme las mejillas y la boca con ternura, yo le apreté el pene entre mi mano, Alberto, tomó mi mano y la guio para que siguiera con la masturbación, luego volvió a subir mi pierna derecha sobre su rodilla para seguir acariciándome frente al extraño que no dejaba de vernos, sentía su mirada sobre mí, pero yo solo miraba a mi esposo que sonreía mientras disfrutaba del espectáculo que le estábamos dando.
Luego sentí sin ver, que alguien más se sentó en la fila de atrás, precisamente tras mi silla; Alberto miro hacia atrás y luego bajó a besarme nuevamente mi cuello y mis orejas, él sabía cómo eso me excitaba, traté de fijarme en la pantalla para no ver esos ojos del hombre a mi lado que recorrían todo mi cuerpo, en la película, ya estaban en otra habitación, ahora eran dos mujeres que daban sexo oral a un hombre muy joven que tenía un largo pene blanco casi rosado, me sonreí al pensar que ese pene era muy largo para meterlo todo en mi boca, las chicas se turnaban besando el glande, el tronco y la base del pene y los testículo mientras el choco ponía unos gestos de placer como si ya fuera a correrse; mi esposo se me dijo que tocara al hombre a mi lado, yo le dije que no, que no lo haría, él insistía para que le pegara mi pierna izquierda a la pierna del tipo; volví a decirle que no, eso le molestó porque sentí que se alejo un poco aunque no quitó su mano de mi vagina, si retiro el brazo que tenía sobre mis hombros.
Luego de unos pocos minutos, Alberto volvió con su mano izquierda a acariciar mi cuello, con sus dedos tomaba el lóbulo de mi oreja produciéndome muchas cosquillas; luego acariciaba mi cuello por la parte de atrás subiendo sus dedos por entre mi pelo; su otra mano no dejaba de acariciar mis labios vaginales y el clítoris, sentí que me mojaba más y más; luego tomando mi perna, la que descansaba en su rodilla, la subió más sobre su regazo abriéndome más dejándome más expuesta, la falda se subió mostrando todos mis muslos y parte de mi tanga, sentí como una invitación para que el hombre a mi izquierda me mirara a placer; miré a mi esposo suplicándole con mis ojos que se detuviera, el no me hacía caso y llevaba su mirada a mi entrepierna que se presentaba abierta, dispuesta, yo creía que el hombre a mi lado me tocaría de un momento a otro, pero no, solo me miraba mientras tocaba su abultado pantalón, se apretaba como si quisiera arrancárselo.
Mi esposo llevó la mano que tenía en mi cuello hacia mis senos, bajó la tira de su lado para descubrir mi seno derecho, mi pezón me dolía de lo duro que lo tenía, lo rozaba con la yema de sus dedos, apenas lo tocaba produciéndome más placer aún; su otra mano tocaba mi vulva por encima del tanga, recorría toda la vagina, apretaba el clítoris; de pronto sentí una mano en mi cuello, creí que el hombre a mi lado me tocaba y volteé a mirarlo pero no era él, era el hombre de atrás, me estaba acariciando el cuello, igual que mi esposo lo había realizado, yo me puse rígida al sentir sus dedos recorrer mi cuero cabelludo de la nuca, es muy sensible esa zona, luego llevó su mano hacia adelante hasta llegar a mi seno, lo apretó por encima de la blusa, Alberto tomó la tira de su lado y la bajo para dejar al descubierto mi seno para que aquel hombre lo tomara y lo apretara a su gusto; sabía que ya no había vuelta atrás, estábamos exactamente donde mi esposo quería…