Me encanta provocar ...
Aquí confieso lo que más me excita y cuento cosas que me han pasado a raíz de eso.
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Me llamo Laura, y soy una chica española jovencita de 21 años. Mido un metro cincuenta, y soy delgada, aunque con buen cuerpo puedo deducir. Mi culo es pequeño pero redondo y mis tetas no son enormes pero también sobresalen bastante. Tengo el pelo negro, nariz respingada y ojos marrones, los cuales me encantan maquillar usando eyeliner.
La gente suele pensar que soy normal porque no saben casi nada de mí. Siempre he parecido una chica muy santa para mis amigos y mi familia, pero lo cierto es que santa es lo último que soy. El motivo es la excitación y el placer tremendo que me causa provocar a desconocidos. Es algo que nadie puede imaginarse. Iré contando todo lo que me ha ocurrido debido a ese fetiche que tengo, y del cual, sinceramente, no me arrepiento.
Con 17 años empecé a vestir con ropa corta, solo porque me gustaba como se veía. A veces no tenía más remedio porque debía llevar un uniforme al Instituto cada día, los cuales tenían y tienen una falda en su conjunto que apenas cubren los muslos. En verano había crecido bastante en lo que respecta a convertirme en una mujer. Era algo más alta, aunque de estatura siempre he sido muy pequeña. Mis pechos habían crecido pero sobre todo mi culo había adquirido una forma circular, pomposa y, aunque era pequeño, por algún motivo mi culo se marcaba en la falda y los shorts que llevaba.
Como todo se me marcaba me fui dando cuenta de que muchos hombres se me quedaban mirando. No eran miradas de decepción; todos me miraban de forma lujuriosa. Me comían con la mirada, algunos me silbaban y piropeaban. Una noche estaba volviendo a casa y un grupo de chicos comenzaron a seguirme. No eran descarados; solo los veía de reojo girando la esquina. Aquello me asustó, y me oculté donde pude en un portal y cerca de la entrada ya que para cuando conseguí meterme me pisaban los talones. Entonces, pasaron al lado, y los escuché decir lo siguiente.
"¿Pero has visto los shorts que llevaba?"
"Todos lo hemos visto. Se le marcaba muy bien ese culito. Está para rompérselo."
"Lo hacía para provocar, seguro, no sé..."
Puede parecer mentira, pero oír por primera vez qué pensaban de mí todos los hombres cuando me veían así me volvió completamente loca. A la mayoría de las mujeres las asustaría, pero lo cierto es que en ese mismo portal noté como las bragas se me mojaban. Intenté calmarme pero no pude. Me escondí donde pude y como una loca me bajé los shorts, me quité las bragas y me empecé a frotar. Nunca lo había disfrutado tanto, y mis gemidos apenas eran controlables. Mi vagina, la cual es estrecha, rosada y siempre está depilada, se retorció en un orgasmo que literalmente me hizo gritar. Antes de que alguien bajase me subí rápido las bragas y los shorts y salí corriendo del edificio.
Cuando llegué a casa me tumbé en mi cama (estaba sola esos días, así que nadie me recibió), y empecé a tener remordimientos por excitarme ante algo así. No fue tanto por saber qué decían ahora que lo pienso, si no por darme cuenta de que realmente todos pensaban en follarme como un animal. El poder generar esos sentimientos y deseos en tantas personas era algo que me volvió loca esa noche. Me volví a masturbar, esta vez gimiendo con todas mis fuerzas y mojando toda mi cama. Fue una noche en la que disfruté conmigo misma como jamás lo había hecho en toda mi vida aun sabiendo que lo que me estaba excitando tanto era algo que estaba mal
Tras esa noche, esos remordimientos se esfumaron, pero traté de controlar esos pensamientos. Durante todo ese curso pude, llevando ropa larga en invierno y primavera. Ya me había olvidado cuando en verano empecé a ir a la playa y piscina en bikini. Nuevamente, muchos hombres me miraban, y esos días iba con mi familia lo que hacía todo más complicado. En agosto toda mi familia fue para Francia de viaje. Yo me negué. Me inventé una excusa, porque no podía decirles cual era mi verdadera intención. Iban a estar en Burdeos un mes... un mes que fue de los mejores de mi vida.
Quiero añadir que tenía ya 18 años recién cumplidos, lo cual me hacía sentir más libre con mi morbo. Al estar sola, me descontrolé por completo. Empecé a ir a una playa poco transitada de mi ciudad, y un ví que había varios grupos de chicos. Me puse un bikini muy ajustado, que mostraban absolutamente todo mi culo, y me arriesgué a ir sin sujetador. Era completamente a propósito, y en cuanto bajé ya me miraban todos de una forma tal que si las miradas embarazasen, ya habría tenido hasta gemelos impares. Yo hice como si nada, pero mis pezones rosaditos estaban empezando a endurecerse de la excitación. Estaba muy nerviosa y tenía la entrepierna empapada. Esos días aparte estaba ovulando, por lo que mi descontrol era absoluto. Estaba deseando en el fondo que todos me follasen como si no hubiera un mañana, y sabía que todos lo deseaban también. Todos deseaban follarme y era algo que notaba en sus miradas cada vez que me metía en el agua y los miraba de reojo. Estuve toda la tarde en la playa, y cuando comenzó a anochecer me levanté y comencé a recoger todo para irme. El agua del mar camuflaba mis fluidos, pero de no ser por él habría sido una absoluta cascada. En ese momento solo quedaba un grupo de chavales de unos 20 años, los cuales habían estado ahí desde el principio. Comenzaron a seguirme, y me empecé a sentir nerviosa, extremadamente nerviosa. Sabía lo que quería, pero sabía que estaba tan mal que así como me volvía loca, me asustaba. Pero el miedo no podía hacer nada. Uno de ellos me tocó el culo. Que fueran tan directos no me lo esperaba. Me giré intentando encararlos; realmente deseaba aquello, pero intentaba no hacerlo porque sabía que estaba mal. Recuerdo exactamente todas las cosas que me dijeron.
- "Llevas en esta playa toda la tarde en un bañador super ajustado y con esas tetas tan ricas al aire. Vienes para provocar."
Yo intenté negarme pero no me salían palabras. Todos me devoraban con la mirada, algunos descaradamente se estaban colocando bien su miembro en el bañador, los cuales estaban duros. Eran bastante atléticos, lo cual no ayudaba a calmarme. No podía hablar, y mis piernas no querían huir. Todos me estaban soltando palabras que me volvían aún más loca. Todo era acerca de lo buena que estoy o que ellos decían que estoy. Lo que más deseaban hacer era romperme mi culo pequeño y pomposo. Uno de ellos se acercó a mí y sin preguntar me agarró de la cintura y me besó de una forma muy intensa. Era de una altura tan grande y yo medía tan poco, que saber que me tenía completamente dominada me terminó por enloquecer. Respondí a su beso fuera de mí misma jugando con su boca. Rodee su cuello con mis brazos para que los demás pudieran acercarse y hacer conmigo lo que quisieran. No había vuelta atrás.
Todos vinieron hacia mí como locos y me metieron las manos debajo del bikini jugando con mi clítoris. Yo gemía mientras iban tomando turnos con mi boca. Solo esos roces, los besos, como me manoseaban y lo que me decían me daban más placer, mucho más, que el que sentí en aquel portal hacía meses. En un momento dado pararon y me cogieron en brazos.
- "Vamos a follarte como salvajes en mi apartamento".
De mis labios seguían sin salir palabras. Por suerte, el apartamento del chico estaba justo en frente de la playa. En cuanto entramos todos (eramos yo y 5 chicos) comenzaron a ser más intensos. Empezaron a jugar con mis tetas. Eran chicos tan grandes que una mano podía agarrarme una de las tetas al completo. Me obligaron a tumbarme boca arriba, aunque no sé si era una obligación porque estaba más que encantada de hacerlo. En cuanto me tumbé me arrancaron el bikini; literalmente lo destrozaron. Uno de los chicos, que era negro de piel, empezó a jugar con mi clítoris usando un pulgar y de forma muy agresiva, mientras me decía.
- "Eres una zorra, y te vamos a dar una lección."
Yo empecé a gemir escuchando esas palabras y sintiendo como me presionaba el clítoris. Nunca había tenido sexo, pero esos chicos iban a arrancarme la virginidad de forma espectacular. Por suerte mi himen ya estaba roto; lo hice a voluntad propia días antes con un dildo de plástico, para evitar que saliera sangre si pasaba esto.
- "O nos dices lo que quieres o te echamos de aquí."
Me dijo uno que era rubio y estaba tremendo. Cuanto más me exigían más fuerte me daba el chaval negro, quien me había empezado a meter los dedos. No podía hablar, mis gemidos lo impedían.
- "Por... por favor... quiero..." - el chaval negro sacó los dedos y le dio el paso a otro quien me los metió al completo y de forma mucho más agresiva.
- "Por favor... Dios mío... folladme, usadme como os plazca, soy una zorra como ninguna." - No creía estar diciendo esas cosas, pero en aquel momento ya era una zorra en celo. - "Me encanta provocar, es lo que me excita, que todos penséis en follarme como animales. Ahora destrozadme, folladme, rompedme como queráis."
Los chicos en toda la sala se rieron y empezaron a bajarse los bañadores. Eran todos enormes. No tuve tiempo para quedarme embobada. Me agarraron del pelo suavemente y me pusieron de rodillas. Formaron un círculo a mi alrededor, con sus pollas increíbles acariciándome la cara. Uno de ellos me levantó la mirada tomando mi barbilla, pues no era capaz de mirar hacia arriba.
Ninguno decía nada, se limitaban a dirigirme. La visión que obtuve fue maravillosa. Todos mirándome con sus enormes pollas muy cerca de mi boca y absolutamente deseosos de follar mi pobre carita de zorra... justo ahora recordándolo estoy escribiendo con una mano, y frotándome con la otra.
Algunas gotas de pre semen caían en mi cara, y yo me limpiaba la cara con el dedo y lo chupaba. Era salado, y me encantaba.
- "Empieza a chupar, zorra. Usa esa boquita."
No sabía con cual empezar, todas me daban muchísima hambre. Ellos tampoco parecían estar dispuestos a esperar. El rubio me agarró la cabeza y paso su polla por mis labios. Me dijo que abriese la boca, y así lo hice. Sabía que el quería follarme la cara, pero yo le aparté las manos y empecé a chuparle la polla por mí misma con un frenesí increíble. Él comenzó a gemir mientras me tragaba esa polla tan rica, y dos de los chicos agarraron mis manos y las pusieron en sus pollas. Sabía qué debía hacer y comencé a masturbarlas.
Los tres gemían muchísimo y yo estaba enloqueciendo. No podía dejar de chupar y chupar. Me encantaba meterme la polla de aquel rubio por la garganta y notar sus manos agarrando mi cabeza.
Yo obedecí. Saqué la polla del rubio y enterré mi cara en la de uno que tenía ojos verdes y pelo castaño. Movía mi cabeza hacia arriba y hacia abajo sin parar, porque era lo que más les hacía gemir a cada uno.
- "Dios, es como follarse un coño... ahhhh"
Sus gemidos eran lo que más me enloquecían. Cuanto más gemía más rápido y con más ansia y hambre me tragaba las pollas. Eran todas muy ricas; todas echaban bastante pre semen y eso mejoraba mucho el sabor. Me habría quedado así toda la noche, comiendome esas pollas tan deliciosas, pero me dieron la orden de tumbarme boca abajo. Yo obedecí como una buena zorra y noté como unas manos me agarraban mi culito con fuerza y hundían su cara en él, lamiendo tanto mi coñito como mi ano. Nunca me habían comido el culo pero el placer que aquello me daba era increíble.
- "Más... cómeme más por favor..." - suplicaba entre gemidos.
Decir eso hizo que lo hiciera con más intensidad. Un chaval moreno me calló metiéndome su polla en mi boca. De alguna forma se metío en la cama de rodillas y entre él y el que me estaba devorando el culo y el coño me elevaron en el aire. Mientras el chaval me restregaba y hundía su cara y lengua cuanto podía en mi coño, el otro me agarraba por ambas axilas y me golpeaba la garganta follandome la boca como si fuera un coño. Muchas veces me daban arcadas pero me daba igual. Estaba totalmente agarrada como un objeto sexual, parecían saber como darme placer. Me habría quedado así toda mi vida si de mí hubiera dependido.
- "Dios, me voy a correr..." - dijo.
Yo pensaba que el quitaría su polla pero lo cierto es que aumentó la intensidad, gimiendo descontroladamente. Me hizo mirarle y así lo hacía como podía. El que me comía el coño empezó a meterme los dedos, mientras que los otros 3 empezaron a jugar con mi ano y clitoris. Estaba completamente enloquecida... si una persona pudiera haber muerto de placer habría sido ese el momento para mí. El moreno gimió casi gritando, agarró mi cabeza y la enterró contra su increíble y suave polla, la cual se vino en mi boca.
- "Dios... trágatelo todo zorra, no dejes escapar ni un poco." - me decía mientras lo miraba y tragaba obedientemente. Seguía moviéndola dentro de mi boca y echando más. Me dio palmadas en la cabeza cuando vio que obedecía. - "Eso es, buena chica."
Nunca pensé que el semen podía saber tan bien. Yo tragué todo muy hambrienta, hasta la última gota. Aún cuando la sacó me hizo limpiarle la punta. No me dejaron un solo momento para decansar. Me pusieron a cuatro patas y empezaron a acariciarme el coño con la punta de sus pollas. Supliqué que la metieran antes de que ellos me dijeran que suplicase. Sabía lo que querían oír. Y sabían lo que yo quería. El chico negro fue quien me la metió. No fue suave, agarró mis nalgas y empezó a follarme el coño como un animal. Yo gemí como nunca antes lo había hecho. Me estaba rompiendo el culo.
El rubio se acercó y sin decir nada abrí mi boca y comencé a chupársela muy hambrienta. Su polla era mi favorita, era enorme y aunque todas eran increíbles la suya me volvía loca. Mientras me follaban el culo yo se la tragaba con ansias. Tanto el negro como el rubio gemían como locos, estaban tan descontrolados como yo.
- "Dios que culo tan follable." - dijo el negro. - "Es increíble como se siente, voy a follarte hasta que pierdas el conocimiento".
Yo le respondí moviendo mi culo, hacia delante y atrás, tomando toda esa polla tan increíble que él tenía. El de ojos verdes se acercó a mi boca y comenzó a follármela también. No tenían ansias por compartir mi boca, estaba constantemente cambiando de polla pero me encantaba porque controlaban mi cabeza y la ametrallaban como locos. Y como gemían... Dios mío.
El último chaval (recordemos que otro se había corrido ya) me la metió en el culo, y aunque dolió al principio lo que siguió fue la mayor oleada de placer de mi vida. Me estaban reventando mi coño, mi culo y mi garganta entre gemidos. Nunca había sido tan feliz. Quería más, ojalá hubiera durado para siempre.
En los pocos momentos que pude tener mi garganta libre supliqué entre gemidos que no cesasen de follarme, que durase toda la noche, les supliqué que me usasen como quisieran. Y ellos respondieron siendo más salvajes. Tras una hora en la que fueron intercambiando (y descansando para evitar correrse, aunque sin dejarme descansar a mí), me agarraron entre todos y empezaron a follarme el coño con sus dedos. Me dijeron durante 5 minutos que me corriera, mientras me chupaban las tetas y me seguían rompiendo el coñito con los dedos. Y por fin, tras estar gimiendo como una loca, absolutamente dominada por esos hombres, tuve el mejor orgasmo que he tenido en toda mi vida, chorreando por todos lados. Y mientras me corría y me retorcía en ese placer, rápidamente me pusieron abajo y empecé a comerme sus pollas como una perra sin control. Imaginad como mujer lo maravilloso que es estar corriéndose y comiéndose una rica polla a la vez.
Me dijeron que me iba a tragar todas sus corridas. Yo estaba encantada de hacerlo; es más, lo deseaba. Amaba el semen y con el sabor del otro chaval, que se había apuntado nuevamente, quería más. El negro empezó a masturbarse encima de mi cara. Yo abrí mi boquita y saqué mi lengua, por lo que él dirigió su polla hacia el interior de mi boca, y se vino entre gemidos.
- "Trágatelo todo, trágate toda esa corrida que tanto te gusta" - me dijo, y yo obedecí mirándolo fijamente.
Después vino el moreno de antes. Sin dejarme descansar y de forma precoz se corrió nuevamente y me obligó a tragarme su rica corrida mientras seguía follándome la boca.
El siguiente chaval era otro moreno, que fue quien me había dado por el culo. También me tragué su corrida. Cuánto más tragaba, más quería. Cuando fuí con el rubio, que era al que más ganas tenía, me levantó y me volvió a poner a cuatro. Me agarró del culo y metió su polla hasta el fondo. No tuve tiempo para quejarme, sabía qué intentaba. El otro chaval, el de los ojos verdes, me metió la polla en la boca y empezó a destrozarme la garganta. Los gemidos eran increíbles, y realmente deseaba que el rubio y el otro me llenasen a la vez. Era un contenedor de semen, era en lo que había vuelto. Logré sacarme la polla del chico de ojos verdes para gritar con muchísimo deseo lo que más me enorgullezco de haber gritado.
- "Córrete dentro de mi, por favor... lléname entera, quiero sentir como me llenas."
Volví a comerle la polla con ansias al de ojos verdes. Se la mamaba mientras lo miraba y sentía el placer más intenso con una polla rompiéndome una vez más mi coñito. El de ojos verdes empezó a gemir más fuerte. Saqué la boca y lo masturbé mientras le succionaba sus ricos huevos. En cuanto lo oí gritar que se corría, me tragué su polla entera y sentí como su rico semen inundaba mi boca. Me tragué su semen con ansias, sin que él me lo pidiera, y salió de la cama dándome una palmada en la cabeza.
- "Me voy a correr dentro de ti zorra, prepárate"
- "Dios sí, lléname, fóllame hasta vaciar tus bolas en mi coñito." - gritaba mientras movía mi culo contra su polla.
Ya no sentía mis nalgas. Me habían embestido durante tanto tiempo que ya no las sentía, pero sí sentía y cada vez más fuerte las embestidas a mi coñito. Supe que se iba a correr cuando apretó su polla contra mi coño lo máximo posible y me agarró del pelo. No pude hablar porque fue una sensación tan buena sentir como me llenaba de semen que estaba casi adormecida. En medio de todo ese placer, y con mi coño goteando semen, me dormí.
A la mañana siguiente desperté, dormida entre ellos. Todos estaban prácticamente derrotados con todo el esfuerzo de la noche anterior y yo seguía sin sentir mis piernas.
Como pude, me levanté y completamente avergonzada salí corriendo de allí. Estaba desnuda, lo sabía, pero era temprano y nadie transitaba las calles a esa hora. Llegué a casa; lo único que llevaba de vuelta era mi bolso. En cuanto entré a mi casa, me tomé una ducha. Pero en plena ducha me rocé el clítoris, y con la alcachofa del baño me vine otra vez. Pero el placer no era tan intenso como el de aquella noche. Como una loca estuve todo ese día frotándome y tuviendo orgasmos. Lo hice con un cepillo de dientes, con la pared... Pero al final del día me di cuenta de que me había dejado llevar demasiado, y de que estaba desarrollando hipersexualidad.
Pero al día siguiente se me olvidó. Así fueron varios días hasta que me dejé llevar por el placer, y asumí que era una zorra. Muchas más cosas han pasado desde entonces.
Sé muy bien lo mucho que esta historia de mi vida habrá causado, sobre todo excitación a muchos hombres. Subiré más anécdotas conforme pase el tiempo porque mi intención contando estos episodios tan excitantes de mi vida es la misma por la que salgo fuera a la calle con ropa muy corta: provocar.