Cornudos Consentidos: Cumpleaños Feliz
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(Marce va a recibir un regalo muy especial por su cumpleaños: la infidelidad de su esposa)
Cornudos Consentidos: Cumpleaños Feliz.
(Marce va a recibir un regalo muy especial por su cumpleaños: la infidelidad de su esposa)
Iba a ser un cumpleaños distinto para Belén y Marcelino, un cumpleaños que iba a cambiar sus vidas. Marce cumplía 60 años, una edad enigmática que se merecía una gran fiesta con la familia. Y además, en la agencia de seguros donde trabajaba le prejubilaban. Marce siempre decía que jubilación viene de júbilo, así es que empezaba para él una época dorada, una época de tiempo libre donde podría dedicarse a sus hobbies, como la pesca, leer y escribir poesía. Siempre fue muy romántico. Ya tenía achaques propios de la edad, como el colesterol alto, diabetes y hacía unos años había sufrido una angina de pecho. Tomaba medicamentos de por vida. También su físico había sufrido un ligero deterioro. Se le había encanecido el cabello, con una incipiente calva en la coronilla, tenía ojeras y sus primeras arrugas en la cara.
Su mujer era mucho más joven que él. Belén tenía 42 años y era ama de casa. Se conocieron en la boda de un amigo en común y se casaron tras dos años de noviazgo. Ella salía de una relación estable que había durado casi diez años y Marce estaba soltero y sin compromiso. A Belén le pareció un hombre entrañable, de buen ver, de buena posición económica, por lo que la diferencia de edad no supuso un problema para ella ni para su familia. Simplemente, se enamoró de él. Tenían dos hijos pequeños de cinco y tres años. Eran felices, tenían una vida cómoda y se respetaban.
Belén se encargó de organizar la fiesta de cumpleaños. Se celebraría en la hacienda que tenían sus padres a las afueras de Sevilla, una hacienda donde había un cortijo grande de dos plantas dotado de ocho habitaciones y un gran salón apto para una velada como la que Belén pretendía. El que quisiera, podía quedarse a dormir. Asistiría toda la familia al completo, los hermanos y sobrinos de su marido y los padres y hermanas de ella. Un servicio de catering se encargaría de la bebida y el menú. Como era verano, montaron una carpa frente al cortijo para cenar al aire libre. Belén prefirió quedar los niños con una amiga, sabía de sobra que la juerga se alargaría hasta altas horas de la madrugada y así no tenía que estar pendientes de ellos.
Fue un sábado al atardecer, tipo boda, donde los más de cuarenta invitados acudieron vestidos de fiesta. Los hombres casi todos con traje de chaqueta y corbata y las mujeres luciendo espléndidos modelitos. Había música y buen ambiente. En el precio del catering se incluía un servicio de camareros. Hubo un bufete antes del banquete, donde se hicieron numerosos corrillos de gente charlando animadamente. Todo el mundo felicitaba a Marce por su sesenta cumpleaños y también por su jubilación. Se lo merecía después de cuarenta años de vida laboral.
Belén se compró un vestido para la ocasión. Iba muy hermosa. A sus 42 años, tenía un cuerpo macizo, algo rellenito con motivo de sus dos embarazos seguidos. No lograba quitarse los kilitos de más, se le notaban los michelines del vientre, las tetas le habían engordado, las tenía muy lacias y caídas, con un volumen muy redondo en la base, aureolas claras y pezones diminutos. También le había engordado el culo, más ancho, con nalgas más abombadas. Al ser más bien bajita y tener las tetas tan grandes, con las caderas muy curvadas, desnuda parecía que llevaba dos campanas colgando. Tenía una cara guapa de ojos verdes y labios finos, y su melena era larga y lisa con la raya al medio, con mechas, aunque esa noche se había hecho un moño en lo alto de la cabeza que le dejaba la nuca al descubierto, con un precioso flequillo que le tapaba casi toda la frente. Los collares que llevaba y los pendientes de aro conjuntaban con el peinado recogido. Eligió un vestido de noche muy veraniego de color negro. Era cortito y de tirantes, con escote recto, de satén con paneles de flecos tipo bailarina de cabaret, con cremallera por la espalda y con la pechera del vestido bordada en alegres colores tipo mantón de manila. Sus tetas eran tan gordas que parte de la masa esponjosa y la ranura le sobresalía por encima del escote, muy apretujadas bajo la pechera, como si le fueran a reventar. Y para un toque de sensualidad, unas sandalias negras de tiras, con bastante tacón.
Todo el mundo le dijo lo guapa que estaba. Iba radiante. Contoneaba el ancho culo con encanto. Una orquesta amenizó el animado ambiente del bufete. Los invitados se iban entonando. Ella fue saludando a todo los invitados, donde muchos de ellos le entregaron los regalos a Marce. Fue allí donde conoció a Tino, el amigo de Teo, sobrino de su marido, hijo de su hermano Goyo. Tino iba como acompañante de Teo porque en aquellos momentos pasaba unos días de vacaciones en su casa. Era un joven de dieciocho años muy atractivo. Alto, delgado y musculoso, piel bronceada y depilada y melena al viento, muy lisa. Iba vestido todo de negro, con unos pantalones de lino y una camisa por fuera. Tenía una voz seductora y era amable, las jovencitas de la fiesta no se apartaban de su lado tratando de ligar con él. Y luego estaba Teo, el sobrino de Marce, también con dieciocho años, más campechano, más gordito, aunque igual de extrovertido. Belén se llevaba estupendamente con Teo y cuando le presentó a Tino se tiraron un montón de tiempo hablando.
- ¿Has visto qué tía más guapa tengo? – le dijo a Tino dándole un besazo en la mejilla.
- Guapa no es, es guapísima – subrayó Tino de manera encantadora.
- Gracias, me vais a poner colorada.
Durante el bufete la hicieron tanto reír y se divirtió tanto con ellos que se olvidaba del resto de invitados, incluso Marce tuvo que ir a buscarla. Verla al lado de aquel joven tan guapo, le provocó un ramalazo de celos, pero eran unos celos reprimibles. Le llevaba dieciocho años a su mujer y era natural que a veces le gustara tratar con la juventud. No tenía motivos para cobijar los celos en las entrañas y solían difuminarse al rato.
Cenaron bajo la carpa en un ambiente familiar muy animado. La noche era espléndida y una preciosa luna llena decoraba el cielo estrellado. Eran mesas grandes rectangulares y había tres filas de mesas. Tino y Teo se sentaron frente a Belén y no pararon de tontear con ella durante toda la cena, hasta el punto de provocar los celos de Marce, que trataba de apaciguarlos a base de alcohol, como si necesitara serenarse. No podía evitarlos al ver a su mujer divertirse con un joven tan guapo que podía ser su hijo, que ella fuera el centro de atención de él y su sobrino Teo. Daba la impresión de que se habían encaprichado de ella y pasaban de las jovencitas. Tampoco quería ser malpensado, se trataba de su sobrino y Belén sabía mantener la compostura. No quería pasar un mal trago, así es que trató de entretenerse con sus hermanos. No tenía motivos para esa ola de celos, sólo complejo de edad.
Tras la animosa cena, vino el baile con orquesta. Inauguraron el baile Marce y Belén, pero enseguida Teo le sustituyó. Bailaron muy pegados. Teo la rodeaba por la cintura con los brazos y la apretujaba contra él, percibiendo su perfume y la blandura de sus tetas. Luego la invitó a bailar Tino, el joven de pelo largo, otra canción lenta donde bailaron muy pegaditos. Las jovencitas se morían de envidia al verla con él. Tino bailaba con encanto y le susurraba piropos al oído, piropos que la ruborizaban.
Después hubo un baile muy marchoso donde formaron la cola de un tren. Ella quedó entre Tino y Teo. La toquetearon y se rozaron con ella hasta la saciedad, y ella, dócilmente, se moría de risa. Poco a poco, a medida que avanzaba la noche, la fiesta iba despejándose, algunos porque se iban a casa y otros porque subían a dormir. Ya había más de uno que se había pasado con la bebida. Marce, por ejemplo, se había pasado con el alcohol y ya sufría temblores por efecto de la mezcla con los medicamentos. Al final se quedó dormido en una hamaca del porche, borracho como una cuba.
Belén se ocupó de atender los últimos invitados. Sus padres y los hermanos de Marce ya se habían subido a dormir. Al final, ella y los dos jóvenes eran los más espabilados. Teo y Tino se encontraban tomando una copa sentado en dos sofás de terraza, en el porche. Belén despidió al último invitado y se encargó de cerrar la verja. Después se dejó caer al lado de Tino, resoplando. Su marido roncaba en la hamaca de al lado.
- Uff, qué paliza.
- Aquí nadie se acuesta todavía – le dijo su sobrino -. Tú eres la anfitriona, no vas a dejarnos solos, ¿no?
- No, no, me apetece tomarme algo tranquila, así, con este fresquito – dijo abanicándose con las manos -. Qué gusto sin tanto jaleo.
- ¿Te sirvo una copa? – se ofreció Tino.
- Sí, sí, me tomo una copa con vosotros, pero antes, ¿por qué no me ayudáis a subir a Marce? Mirad como está. El pobre me da no sé qué que duerma ahí…
- Claro, te ayudamos, vamos, Teo.
- Menuda borrachera tiene el cabrón – señaló Teo burlándose.
Trataron de reanimarle, pero Marce no daba en sí y tan sólo entreabría los ojos. Le incorporaron entre los dos y lo condujeron hacia las escaleras con los pies arrastrándolos por el suelo y la cabeza colgando hacia abajo. Belén iba delante de ellos y al subir por las escaleras los dos chicos se miraron al ver cómo movía el amplio culo. Al ir unos escalones por arriba, podían asomarse bajo la falda, aunque sólo lograban ver parte de los muslos de las piernas. Estaba algo gordita, maciza, pero les causaba mucho morbo.
Belén abrió la puerta del dormitorio y ladeó la colcha.
- Tumbadlo en la cama.
Le tendieron boca arriba y Belén se curvó hacia su marido para desabrocharle la camisa, dándoles la espalda. El vestidito se le subió un poco, casi hasta el límite de sus nalgas, provocando el delirio de los dos chicos. Tardó un buen rato en desnudarle, le dejó en calzoncillo delante de los jóvenes. Tenía un cuerpo raquítico y bastante arrugado en algunas zonas, con vello canoso en el pecho. Contrastaba con el cuerpo macizo de su esposa. Ambos merodeaban por la habitación esperándola. A Belén le daba corte decirles que la esperaran abajo y atendía a su marido algo ruborizada por la presencia de los jóvenes. Y para colmo, tenía que hacer algo íntimo delante de ellos.
- Teo, haz el favor, ¿me acercas la cuña que está debajo de la silla?
Teo le entregó una cuña de plástico transparente.
- ¿Para qué?
- Toma una pastilla para la próstata y tiene que orinar varias veces antes de dormir. Y cualquiera lo levanta, y con la que tiene encima. Si me queréis esperar abajo, no tardo…
- Tranquila – se anticipó Tino -, te esperamos, por si necesitas ayuda.
- Igual os da un poco de asco…
- Venga, tía, no seas tonta.
Se acercó al borde de la cama y le dio unas palmaditas en la cara. Marce entreabrió los ojos.
- Tienes que orinar, Marce, aunque sea en la cuña. Venga, que te la pongo. ¿O quieres levantarte? -. Lo negó con la cabeza, sin fuerzas para emitir palabras -. Bueno, pues venga.
Les miró de reojo. Permanecían atentos a todos sus movimientos. Le daba mucho corte hacer aquello delante de ellos, pero no se atrevía a echarles. También temió que Marce se diera cuenta. Dio un paso lateral hacia la cintura de su marido y se curvó hacia él. Le bajó un poco la parte delantera del calzoncillo. Tenía un pene muy pequeño y lacio, una colita parecida a un cigarro. Se la sujetó con las yemitas de los dedos y se la metió en la cuña. Marce soltó unos chorros intermitentes. Ella se la sostenía para mantenerla dentro del tubo de la cuña. Estaba agarrándole el pene a su marido delante de dos chicos de dieciocho años, una situación embarazosa que no sabía afrontar.
- Qué chica la tiene, ¿no? – bromeó su sobrino.
- La edad, Teo, la edad, ya te tocará.
- ¿Y tienes bastante con eso?
- Suficiente, y cállate, anda, no te burles de tu tío.
La sacó de la cuña y le subió el calzoncillo. Luego entró en el lavabo y la vieron verter el pis en la taza. Se retocó el moño y el maquillaje y después bajaron al porche.
Eran dos sofás colocados en forma de L, con una mesa rectangular acristalada en medio, bajita, donde estaban las botellas, los refrescos, fruta y una bandeja con porciones de la tarta. Teo se sentó en un sofá y Belén en el de al lado. Tino se ocupó de servir las copas. Eran las dos de la mañana.
- Qué bien se está aquí, con el calor que ha hecho todo el día y con el ajetreo de la fiesta. Qué ganas tenía de sentarme – dijo ella.
Tino le lanzaba miradas con profundidad, miradas penetrantes. Belén se prestaba con simpatía al cortejo, sintiéndose joven, sintiéndose halagada por ser el centro de atención de aquellos dos jovencitos, de que un chico tan guapo como Tino se fijara en una mujer tan madura como ella. Temía perder la cabeza por aquel chico tan mono, nunca había engañado a su marido y no quería hacerlo. Marce no se lo merecía. Se sentó a su lado e intimó con ella, se tiraron conversando durante mucho rato. Se divertía con ellos, se reía con sus tonterías y batallitas.
Se fumaron unos porros, Belén al principio no quería, ella no solía fumar, pero ellos la convencieron para que le diera unas caladas. Compartía los cigarrillos con Tino y su sobrino. La marihuana la colocó más de lo que estaba, le provocaba una risa tonta y frenéticas sensaciones que la estimulaban. No quería dar la sensación de ser una carroza con ideales obsoletos, quería aparentar ante ellos una personalidad progresista, no una estrecha anticuada.
Luego Tino preparó un par de rayas de coca sobre la mesita de cristal, una para él y otra para Teo. Después vertió una rayita pequeña y cortita en la palma de la mano derecha, y la elevó hacia la cara de Belén.
- Anda, pruébala, te va a poner como una moto.
- No, Tino, yo no, a mí esas cosas me sientan muy mal.
- Venga, tía Belén – la animó su sobrino -. Aquí nadie se acuesta hasta que canten los pajaritos, y para eso tienes que aguantar. Tómala, es poco.
- Bueno, pero sólo por esta vez, y ni una palabra de esto a nadie, ¿eh?
Se tapó un orificio con la yema del dedo y acercó la nariz a la palma de Tino. Esnifó parte de la raya y al hacerlo se puso a carraspear, esparciendo el polvillo por la palma de Tino.
- Uy, qué fuerte – exclamó carraspeando.
- Has dejado casi todo – le dijo Tino -. Chúpalo.
Sonrió temblorosamente, pero sacó la lengua y le lamió la palma como una perrita, le dio varias pasadas hasta atrapar todos los granos. Luego se irguió y le dio un sorbo a la copa. Miró a Tino sonriéndole. Tino le apretujó las mejillas sacudiéndole la cara.
- Qué guapa eres, cabrona.
- Ay – le dijo apartándole el brazo -. Que yo soy muy vergonzosa.
- ¿Cómo eres tan guapa? – insistió Tino.
- Ay, Tino, qué corte. Tengo que ir al servicio – dijo levantándose, como si quisiera rebajar la tensión sexual que allí se respiraba.
- ¿Vas a mear? – le preguntó Teo.
- Sí.
- ¿Por qué no meas en el jardín? ¿Ahora vas a subir? Mira que como te quedes, subimos a buscarte…
- Cómo sois. En el jardín me da no sé qué, por la oscuridad y los bichos.
- Tino y yo te acompañamos. No queremos que pases miedo, ¿verdad, Tino?
- Claro, nosotros somos tus guardaespaldas, estamos aquí para protegerte. Venga, vamos – la animó tendiéndole la mano.
- Qué galantes sois.
La acompañaron hasta la zona ajardinada que rodeaba la piscina. Gracias a la brillante luna llena, la noche aparecía bastante clara. Ella se sentía muy mimada por los dos jóvenes, aunque el ambiente resultaba muy voluptuoso y eso la cohibía. Pero el efecto de los porros y la raya la empujaban hacia un carácter distendido.
Se detuvieron detrás de unos setos. Belén se adelantó a ellos unos pasos y se giró hasta tenerlos de frente.
- Daos la vuelta, ¿no?
- Venga coño, mea de una puta vez – le soltó su sobrino -. Estamos entre amigos, ¿no?
- Ya lo sé, venga, voy.
Con gestos pudorosos, se curvó ligeramente hacia ellos, se levantó la falda por detrás para evitar que la vieran y se bajó las bragas hasta las rodillas, luego se acuclilló ante ellos. Comenzó a salirle el pis. Ellos la miraban embelesados, a sólo metro y medio de distancia. Podían ver el lateral de las nalgas y las bragas negras en las rodillas. Una vez terminó de mear, se puso de pie a la vez que se subía las bragas, luego se alisó el vestido de flecos.
- Bueno, ¿me invitáis a otra copa antes de que me venga abajo o no? – les preguntó por romper el hielo, por evadir ese arrebato pudoroso que sentía al mear delante de aquellos dos jovencitos.
- Yo te invito a lo que quieras – le encajó Tino empleando su tono seductor.
Al pasar entre ellos en dirección al porche, el sobrino de su marido le atizó una buena palmada en una nalga, por encima del vestido.
- ¿Has visto, Tino, lo bien que se conserva mi tía, con cuarenta y dos tacos?
- ¡Au! – exclamó ella llevándose la mano al culo -. No seas grosero, Teo.
Teo le apretujó las mejillas como antes había hecho Tino.
- Es que tienes un culo que quita el sentido, cabrona.
- Ay, Teo, déjame – protestó apartándole el brazo.
- Anda, tira, vamos a tomar una copa.
Volvieron al porche. Esta vez Teo se sentó al lado de ella, a su derecha, mientras que Tino se encargaba de llenar las copas. Se desabrochó la camisa y se la abrió hacia los lados, abanicándose con la mano, enseñando su barriguita cervecera, blandengue y peluda, de un tono blanquecino. Teo le pasó el brazo por los hombros y la acurrucó contra él. Belén, esforzándose en aparentar naturalidad, se echó sobre su costado, apoyando la cabeza en su hombro.
Tino les entregó las copas y todos le dieron un sorbo después de un brindis.
- Por lo guapa que es tu tía – brindó.
- Cómo sois – dijo ella como una tontona.
Hablaron unos instantes. Tino continuaba de pie ante ellos, fumando un porro. Se pasaban la colilla de uno a otro. Teo la mantenía acurrucada contra él. Terminaron la copa y Tino volvió a servirles otra más. Después se quitó la camisa y exhibió sus musculosos pectorales y su vientre plano y bronceado. Belén le miró con admiración.
- Está bueno mi amigo, ¿verdad? – le preguntó Teo.
- Sí, es muy guapo, tendrás a todas loquitas – le dijo mirando a Tino a los ojos.
- ¿Y a ti no te pongo loquita? – le desafió Tino.
- Yo ya soy muy mayor, hijo mío.
- Tú estás como un puto tren, cabrona – le soltó su sobrino -. ¿Está bueno o no?
- Que sí, está bueno.
- ¿Te gustaría probarlo?
- Qué tonto eres, Teo.
- Mira qué cuerpo tiene, mira qué abdominales -. Tino continuaba de pie ante ellos, sólo con los pantalones de lino, y Teo la obligó a erguirse retirando la mano de sus hombros -. Tócale, ya verás que músculos.
Belén alzó el brazo izquierdo y deslizó su manita por el vientre y las abdominales. Tenía la piel dura, pero suave y depilada, muy bronceada y tersa.
- ¿A qué llevas tiempo sin tocar a un tío tan bueno?
- Sí, mucho – dijo retirando la mano.
- ¿Quieres verle el culo? – insistió Teo.
- ¿Cómo va a enseñarme el culo? – preguntó con una sonrisa apocada.
- Enséñale el culo, Tino, verás cómo le gusta.
Tino se giró dándoles la espalda y lentamente se bajó los pantalones de lino junto con el bóxer hasta descubrir su culo impoluto, de nalgas robustas y duras, bronceadas y depiladas. Belén tenía el culo a escasos centímetros de su cara. Al tener las piernas arqueadas, podía verle los cojones entre los muslos, unos cojones redondos y duros, sin rastro de vello.
- ¿Te gusta el culo de mi amigo Tino?
Miró a su sobrino y le sonrió.
- Sí, claro que me gusta, es un culo perfecto, muy bonito.
- Tócaselo – le pidió Teo.
Tino les miraba por encima del hombro. Alzó de nuevo la manita derecha y le acarició una de sus nalgas, notando la tersura de la piel. Pero retiró la mano enseguida dándole una palmadita cariñosa.
- Tienes un buen culito, Tino.
- ¿Por qué no le das un beso, tía Belén?
- ¿Cómo le voy a dar un beso? – preguntó soltando unas carcajadas.
- ¿No le besas el culo a tu marido? – le preguntó Tino
- No – respondió arqueando las cejas, sin abandonar la sonrisa.
- Dale un beso, anda – la animó Teo -. Vas a tener pocas oportunidades de tener un culo como el de mi amigo -. Belén acercó la cara a una nalga y le estampó un besito -. Otro -. Esta vez le asestó una serie de besitos pequeños, dos o tres en cada nalga -. ¿Te gusta?
- Un culito perfecto, ya os lo he dicho.
- ¿Quieres olerlo? -. Antes de que insistiera más, acercó la nariz a la raja y le olfateó el culo, aunque apartó la cabeza enseguida -. ¿Te gusta?
- Sí, pesado – le dio una palmadita en la nalga a Tino -. Anda, tápate.
Tino se subió sólo el bóxer.
- ¿Te importa si me quedo en calzoncillos? Tengo calor.
- No pasa nada, lo que tú quieras.
Se quitó el pantalón y los zapatos y se quedó sólo con el bóxer marrón, un bóxer ajustado donde se definían los contornos de la verga tumbada a un lado. Teo le volvió la cara hacia él.
- Ahora tengo celos de que a él le hayas besado el culo.
- ¿También quieres un besito? Qué envidioso.
Teo se puso de pie desabrochándose el cinturón. Se quitó la camisa, mostrando su barriguita rodeada de vello por la zona del ombligo y los pechos. Se quedó descalzo y se quitó los pantalones, quedándose únicamente con un slip negro elástico, con un bulto considerable en la parte delantera. Belén trató de calibrar la situación a pesar de que estaba muy colocada por los porros y la raya. Estaba ante dos chicos jóvenes en calzoncillos, besándoles el culo, prestándose a sus jueguecitos. La situación podía írsele de las manos.
Su sobrino se colocó ante ella y se giró dándole la espalda. Ella le bajó el slip un poco, descubriendo sus nalgas carnosas y peludas, más blancas, con una raja llena de vellosidad. Acercó la cara y le dio unos besitos a una nalga, más blanda que la de Tino, y luego pasó a la otra para darle otros dos besos.
- ¿También quieres que te lo huela?
- Sí, seguro que te gusta.
Le olfateó el culo aspirando muy cerca de la raja, luego apartó la cara, pero Teo echó los brazos hacia atrás y se abrió la raja, enseñándole el ano, un orificio de esfínteres muy arrugados y ennegrecidos, con pelillos alrededor.
- Bésame ahí.
- No seas guarro, Teo.
- Venga.
Se impregnó del pestífero olor que desprendía al acercar los labios y darle un besito en el ano. Apartó la cara enseguida y le subió el slip levantándose precipitadamente, temerosa de que todo se terminara desmadrando. En su mente había un batiburrillo de sensaciones, desde el temor y el pánico hasta el placer por lo morboso.
- ¿Os echo otra copa?
- Sí, adelante.
Los dos amigos se sentaron juntos en el sofá, reclinados frente a la mesita de cristal, en calzoncillos, observando cómo llenaba los vasos. Teo se rascaba bajo los huevos y Tino se daba pasadas con la palma. Tras entregarle las copas, ella se sentó en el otro sofá. De nuevo, Tino propuso un brindis por lo guapa que era y Teo preparó otro porro. Le ofrecieron unas caladas. Ella estaba muy a tono, muy lanzada, temerosa de la nociva morbosidad que allí se respiraba. Belén trató de sacar algún tema de conversación. Teo se irguió y se partió un trocito de tarta.
- Está rica, ¿verdad? – le preguntó ella.
- Deliciosa.
- ¿Me partes un trozo?
- Claro, aquí estamos para servirte.
Teo extendió la pierna y metió el pie en la tarta, llenándose los dedos y parte de la planta de nata y pedacitos espesos de pastel. Después dirigió el pie hacia la cara de su tía. Ella sonrió con las cejas arqueadas.
- Qué gracioso, ¿no?
- ¿No querías probarlo? Pruébalo.
Le sujetó el pie por el tobillo con las dos manos y acercó la boca. Sacó la lengua y comenzó a lamerle el dedo gordo, manchándose los labios de nata, después le chupó los otros dedos, mordisqueándolos para atrapar las diminutas porciones de pastel, y finalmente le pasó la lengua por la planta. Le dejó el pie baboseado. Tino también pisoteó la tarta, manchándose toda la planta y los dedos. Después lo dirigió hacia ella.
- Qué malos sois conmigo.
Le sujetó el pie por el tobillo y se puso a lamerle los dedos, metiéndoselos dentro de la boca y sorbiéndolos. Luego le chupó el dedo gordo, como si fuera un diminuto pene, después le lamió toda la planta arrastrando la lengua por ella, y finalmente le lamió el talón. Le dejó el pie limpio de restos de pastel y se lo soltó para limpiarse los labios y darle un trago a la copa.
- ¿Está rica la tarta? – le preguntó Tino.
- Sí, pero sois muy malos, ¿eh?
- ¿Por qué no te sientas con nosotros, tía Belén?
- Porque me dais miedo.
- Anda, ven, siéntate aquí con nosotros.
Le abrieron un hueco y ella se sentó entre los dos jovencitos, dos jovencitos con ganas de jugar, dos jovencitos en calzoncillos, dos jovencitos que sabían cómo calentarla, que sabían arrastrarla hacia un estado de lujuria que ella quería evitar. Se sentó erguida, tratando de taparse las piernas con el corto vestido. Ellos continuaban reclinados.
- Te hemos enseñado el culo y tú a nosotros no nos has enseñado nada – le dijo Tino pasándole una mano por encima de las rodillas -. Con lo buena que estás.
- Porque vosotros habéis querido, yo no lo he pedido y no pienso enseñaros el culo.
- Enséñanos esas tetas que tienes – le pidió Tino, aún acariciándole las rodillas.
- Pues ya ves qué cosas, son normales, hasta Teo me las ha visto en la playa, ¿verdad?
- Enséñaselas, tía Belén, no seas tontona, deja que mi amigo te vea las tetas.
- Que no – protestó.
Teo se irguió tras ella. Belén se hallaba erguida, sentada en el borde, ligeramente ladeada hacia Tino. Sintió las manos de su sobrino por los hombros deslizándole los tirantes hacia el brazo, susurrándole al oído.
- Deja que te vea las tetas, le gustan mucho tus tetas…
- Pero me da corte…
- Tú tranquila.
Le corrió los tirantes hacia los codos y se encargó de bajarle la pechera, descubriendo sus tetas gordas, bronceadas, blanditas, con aureolas que abarcaban toda la base y con pezones erguidos. Tino y ella se miraban. Su sobrino le metió las manos bajo los brazos y se las acarició suavemente con las palmas.
- Mira qué tetas tiene mi tía -. Las hizo botar sujetándolas por la base con las palmas -. Están ricas. Mira qué blanditas. ¿Quieres probarlas, Tino?
- Ummm, sí…
Tino se irguió y le pasó la lengua por encima de un pezón, después volvió a reclinarse. Teo retiró los brazos de los pechos de su tía. Tino le cogió la manita derecha a Belén y se la plantó encima del bulto del bóxer. Ella notó la extrema dureza del pene bajo la tela, su anchura y tamaño.
- Mira cómo me tienes -. Ella movió un poco la mano a modo de caricia -. Hazme una paja.
Belén actuaba con docilidad. Metió la mano por dentro del bóxer, rebuscando, y le sacó la verga, una verga impoluta, de piel fina, como un grueso puro. Él se bajó toda la parte delantera enganchándosela bajo los huevos y Belén comenzó a machacársela. Estaba depilado, sin rastro de vello. Sus dos tetazas se balanceaban ligeramente con las agitaciones del brazo. Tino la miraba respirando por la boca y ella a él, seria, acelerando los tirones a la verga. Tenía los huevos tan duros que apenas se le movían. La verga parecía de acero.
- Sigue así… Ummmm… Lo haces muy bien…
Teo observaba la paja que le hacía con la barbilla apoyada en el hombro de su tía.
- ¿Te gusta su polla? – le susurró el sobrino.
- Sí – sonrió temblorosamente.
- Dale más fuerte, menéasela fuerte -. Aceleró bastante las sacudidas, ya con sus tetas bailando al ritmo del brazo -. Muy bien, así… Mira… Pronto vas a hacer que se corra… Sigue así… Más fuerte… - Aceleró aún más, bombeando. Casi no se le veía la mano. Tino exhalaba acezosamente por la boca -. Sigue… Bien… Más fuerte… -. Dio otro fuerte acelerón -. Se va a correr… Dale… Pon el vaso… Que se corra en tu vaso.
Acercó el vaso con la mano izquierda inclinando la polla sin dejar de sacudirla, hasta meterle el capullo dentro. Cuando le vio verter pegotes de leche espesa dentro del vaso, disminuyó los tirones, soltando salpicaduras, hasta escurrirle el glande apretándolo fuerte. Los pegotes resbalaban por el cristal del vaso de tubo hasta mezclarse con el whisky.
Su sobrino la giró hacia él sujetándola por los hombros. Las tetas le chocaban una contra la otra. Soltó la polla de Tino para poder ladearse hacia Teo y dejó el vaso en la mesita. Su sobrino se bajó el slip hasta las rodillas, descubriendo unos muslos robustos, una polla gruesa de piel oscura, con mucho vello denso alrededor y unos huevos gordos y peludos, con estrías y piel muy áspera.
- Hazme una paja, me tienes cachondo como un perro. Agárrame la polla -. Belén rodeó con su manita la polla gorda de su sobrino -. Muy bien… Ummm... Así… Mastúrbame… -. Comenzó a menearle la verga atizándole fuertes tirones hacia abajo, apretando la carne, zarandeándola -. Ohhh… Qué gusto… Qué bien pajea mi tía.
Belén se afanaba en machacarla con potencia. Notó las yemas de los dedos por la espalda. Tino se la acariciaba. La barriga blandengue de Teo subía y bajaba fruto de la acezosa respiración. Tenía la verga menos ligera que la de Tino, como si le pesara más.
- ¿Te gusta así? – le preguntó ella.
- Sigue… Sí… Tócame los cojones…
Acercó la palma de la mano izquierda y se los comenzó a sobar suavemente al son de la masturbación, percibiendo su blandura. Se los amasaba con delicadeza, hundiendo las yemas, estrujándolos, clavándole las uñas.
- Qué bien lo haces – le susurró Tino al oído -. Pareces una puta.
- Qué malo sois.
- Mueve las tetas – le pidió su sobrino, recostado contra el respaldo.
Meneó el tórax para provocar ligeros vaivenes en sus pechos, sin dejar de masturbarle ni amasarle los huevos. Ella estaba caliente por hacerle una paja a los dos, resultaba una sensación irreprimible. El morbo había podido con ella. Sabía de antemano que se arrepentiría, pero moverle la polla le resultaba muy erótico.
- Qué bien lo haces, puta – le dijo su sobrino en tono jadeante.
- Ay, no me digáis eso…
- ¿Por qué no me la chupas un poquito?
- No, Teo, confórmate con esto – replicó meneándosela.
- Venga, un poquito solo, imagina que eres una puta… Anda, sé buena.
Su sobrino la agarró por la nuca y la forzó a curvarse sobre él, aplastando las tetas contra el muslo de su pierna. Se comió la polla hasta la garganta y le hizo una pequeña mamada de medio minuto, después volvió a erguirse agilizando la masturbación. Ya empezó a provocarle las primeras contracciones en el estómago, con los ojos entornados. Ella misma retiró la mano de los cojones para coger el vaso. Lo inclinó y al segundo comenzó a evacuar goterones de leche, goterones que se mezclaban con el semen de Tino y con los dos dedos de whisky que quedaban.
Belén dejó caer la verga con el vaso en la mano. Miró el contenido y lo agitó, mezclando el whisky con el esperma, que flotaba en diminutas partículas.
- ¿No te lo vas a beber? – la retó Tino, que como Teo, seguía con la verga por fuera del bóxer.
- Después de lo que me habéis obligado a hacer, ¿os pensáis que no me atrevo?
- Adelante, bébetelo.
Empinó el codo y se lo bebió todo de un trago, chasqueando la lengua, como si le hubieran quedado partículas en la boca.
- Esto es de locos, no sé cómo he podido dejarme embaucar por dos mocosos como vosotros.
- Porque te gusta – le soltó Tino acariciándola por la cara -, porque te has sentido muy puta.
- Desde luego, me he portado como una puta. No quiero ni pensar si alguien se entera de esto -. Les miró a los dos -. Venga, tapaos, ¿qué hacéis con eso fuera? Ya no hay más, ¿eh? Olvidaos – les dijo sonriente, subiéndose el tirante derecho, tapándose una de las tetas.
Teo se incorporó.
- Te debemos una, tía Belén, seguro que estás muy cachonda y es nuestra obligación desahogarte…
- Tienes derecho – añadió Tino, que le impedía subirse el otro tirante.
- No hace falta, os lo perdono, tengo que subir.
Trató de levantarse, pero ellos se lo impidieron. Continuaba con un pecho por fuera.
- ¿Dónde vas? Ahora te toca a ti, tía Belén.
- Dejadme, hombre, necesito subir al baño…
Esta vez consiguió levantarse, aunque ellos también se levantaron, sujetándola de los brazos, aún con las vergas por fuera.
- ¿Quieres mear?
- Pues claro que quiero mear. Anda, dejadme…
Su sobrino cogió una jarra vacía de cerveza.
- Puedes mear aquí.
- ¿Estás loco?
- Venga, relájate…
Le subieron el vestido hasta la cintura, dejándola en bragas, unas bragas negras de encaje. Ella trató de impedirlo, bajándoselo, pero no lo consiguió. Aún tenía una teta por fuera. Le bajaron las bragas entre los dos, enrollándoselas a la altura de las rodillas, dejándola con el culo al aire, un culo grande y abombadito, así como su chocho carnoso y bastante velludo.
- Inclínate un poquito – le pidió Teo agarrándola por la nuca, forzándola a curvarse hasta apoyar las manos en las rodillas.
- Ay, Teo, no me hagáis esto…
Mientras Teo se ocupaba de mantenerle el vestido subido en la cintura, Tino se arrodilló pegándole la boca de la jarra en el chocho, abarcando la sabrosa rajita. Tuvo que separar las piernas. Cayeron primeramente unas gotas. Después un goteo que poco a poco fue transformándose en un hilo fino y débil. Su sobrino le mantenía las manos en el culo para que no se le bajara el vestido y Tino sostenía la jarra pegada en el coño, para que meara dentro. Meó escasamente un dedo de pis. Tino retiró la jarra cuando aún le goteaba. La soltó sobre la mesita y se levantó. Belén también se incorporó, con la intención de subirse las bragas.
- Ya me habéis visto mear, ahora dejadme que me vista…
- Ahora queremos desahogarte – apremió su sobrino -. Tienes el mismo derecho que nosotros. Seguro que estás caliente como una jodida perra…
- Sí estoy, pero esto no es…
- Ven, relájate…
Entre los dos la giraron hacia el sofá y la obligaron a arrodillarse encima del cojín. La forzaron a curvarse sobre el respaldo. Belén se aferró con ambas manos al canto del respaldo, apoyando la frente, sin querer mirar hacia ellos. Era incapaz de pararles los pies. Estaba tan caliente que la tremenda lujuria le impedía dominar sus impulsos y resistirse.
Le quitaron un zapato y le abrieron el culo en la zona anal. Resopló nerviosamente cuando notó el roce del tacón en el ano.
- Me va a doler, por favor…
- Tranquila, relájate…
Era un tacón con forma de cono, con la punta fina y la base ancha. Le pegaron la base circular en el ano rosado y le fueron hundiendo el tacón lentamente. Ella contraía las nalgas, aunque entre los dos le mantenían el culo abierto.
- Au… Au… - resoplaba -, de verdad, me duele… Au… Ahhh…
Intentaba ahogar los quejidos para hacer el mínimo ruido. Le dejaron el talón encajado en el ano hasta la base ancha, dejándole el ano muy dilatado.
- Chsss, relájate… - la animó Tino.
Una babilla transparente le fluía del chocho y le resbalaba por la cara interna de los muslos.
- Mira la hija puta, se está corriendo como una perra – Le comentó Teo a su amigo.
Tino cogió un plátano de la bandeja de frutas, un plátano grande, duro y con una pronunciada curvatura. Teo se encargó de abrirle el chocho y Tino le hundió el plátano con lentitud hasta la mitad, dejándoselo clavado.
- Ahhhh… - jadeaba cabeceando y resoplando, aunque con el cuerpo inmóvil, con el zapato metido en el culo y el plátano en el chocho -. Ay… Ay… Joder…
Contraía las nalgas, como si las contracciones le provocaran un roce estimulante. Los dos jóvenes la observaban. Teo comenzó a machacársela, embelesado en el culo de su tía, con el zapato acoplado en mitad de la raja y el plátano sobresaliéndole de la entrepierna, hundido en el chocho. Belén trataba de relajar la respiración, mirando al frente, contrayendo las nalgas, como concentrada en percibir el roce. Aparecieron gotitas de sudor en las sienes. El tacón clavado en el ano le dolía, nunca la habían penetrado analmente, pero el plátano en el chocho le estaba ocasionando mucho placer. Ya no pudo resistirse. Echó el brazo izquierdo hacia atrás, empuñó el plátano y comenzó a masturbarse con él como si fuera un vibrador, hundiéndolo y sacándolo unos centímetros, mirando hacia ellos por encima del hombro, con el ceño fruncido y despidiendo jadeos ahogados.
- Así, puta… Date fuerte… - la animaba Tino, quien sólo se limitaba a observar con la verga por fuera.
- Joder, qué caliente está la hija puta…
Teo, que se machacaba su verga velozmente, dejó de hacerlo dando un paso hacia el culo de su tía. Ella le lanzó una mirada suplicante retirando la mano del plátano. Entonces él se lo sacó tirándolo al suelo. Se bajó la verga y pegó la pelvis al culo de su tía, sumergiendo la polla en el chocho caldoso. La sujetó por las caderas, mirándose a la cara, y la folló aligeradamente, embistiéndola sin parar, hasta que antes de un minuto le sacó la polla, se dio unos tirones y le salpicó el chocho de porciones viscosas, porciones que le inundaron la raja.
- Joder, qué gusto – exclamó Teo limpiándose el capullo con las bragas de su tía.
Belén se sacó el tacón del ano y se apeó del sillón. Teo se había subido el slip y Tino se había guardado la verga en el bóxer. Primero se puso el zapato, después se subió las bragas sin limpiarse la vagina, y después se bajó el vestido tras subirse el tirante. Sudaba a borbotones. Se sentó en el centro del sofá y Tino se sentó a su lado.
- Uffff, me siento, no sé, como vosotros decís, tan puta.
- No pasa nada, mujer, hemos pasado un buen rato.
- Sí, sí… Necesito una copa.
Tino sirvió dos copas, una para ella y otra para él. Teo recogió su ropa colocándosela bajo el brazo. Vio que Tino y ella brindaban y le daban un buen trago a la copa.
- Te dejo con mi amigo, seguro que os apetece charlar un ratito.
- Yo no voy a tardar, ¿eh? – Dijo ella -. Y ni una palabra de este desmadre a tu tío. No quiero jaleos, Teo.
- Tú tranquila.
Teo se inclinó y le dio dos besos en las mejillas, después entró en la casa y les dejó a solas, tomando el fresco en el sofá, tratando de relajar la calentura que les corría por las venas. Los dos permanecían reclinados, dando pequeños sorbos a la copa, gozando de la fresca brisa de la noche y del espléndido silencio.
- ¿Te lo has pasado bien?
- Sí, pero, no sé, muy fuerte, que he follado con mi sobrino, Tino, en casa de mis padres, con mi marido durmiendo ahí arriba. Me siento mal, de verdad. Me he divertido con vosotros, pero, no me gusta hacerle esto a Marce, no se lo merece. No puedo beber, está claro, y esos porros…
- Tranquila, sólo has pasado un buen rato… Eres tan guapa.
Se miraron a los ojos profundamente y sus caras se fueron acercando hasta fundirse en un beso apasionado. Se abrazaron morreándose y manoseándose, él a ella por encima de los flecos del vestido y ella a él acariciándole su tórax robusto. Fue un beso largo e impulsivo. Una mujer madura y un chico joven y guapo de dieciocho años que podía ser su hijo. Belén se apartó.
- Será mejor que suba.
- Me gustas mucho – le confesó Tino.
- Y tú a mí, pero, Tino, esto vamos a tomarlo como un juego. No me siento bien. Tengo que subir.
- Te acompaño.
Se levantaron y Tino le echó el brazo por la cintura, dirigiéndose hacia la casa como si fueran una pareja de novios enamorada.
En la habitación de matrimonio de la planta de arriba, a Marce le entraron ganas de vomitar. Se sentía muy mareado. Al abrir los ojos vio en el reloj de agujas de la mesita de noche que eran las seis de la mañana. Había bebido demasiado. Iba a pedirle a su esposa que le ayudara a levantarse, pero al girarse comprobó que el hueco de la cama estaba vacío. Le resultó extraño, tan tarde, tan cerca del amanecer. No se oía ruido ninguno fuera. La cabeza le daba vueltas y vueltas, pero logró incorporarse y meterse dando tumbos en el lavabo. Estuvo vomitando y después se refrescó la cara hasta conseguir espabilarse un poco. Decidió ir en su busca, la ausencia de su mujer le resultaba muy rara.
Pero al abrir la puerta que daba al pasillo, frenó en seco, manteniéndose oculto, aunque ligeramente inclinado para mirar. Le abordó una terrible sensación de celos. Su habitación estaba ubicada en el fondo, de cara al pasillo. Apagó la luz cuando vio a su mujer terminando de subir las escaleras, abrazada a Tino, el amigo guapo de su sobrino, quien iba en calzoncillos, con su imponente torso y piernas a la vista. Se llevaban los brazos pasados por la cintura, como una parejita de tortolitos, susurrándose cosas al oído y cómplices sonrisitas. Se fijó en cómo le botaba el paquete bajo el bóxer, con los contornos de la verga claramente visibles. Su mujer se la estaba pegando con aquel chico joven, y no le extrañaba, últimamente las relaciones sexuales con su esposa no atravesaban por un buen momento por sus problemas de salud, de hecho a veces precisaba de medicamentos para conseguir una erección. Y Belén aún era joven, aún atraía a los hombres. Se había dejado embaucar por aquel chico.
Se detuvieron junto a la puerta del dormitorio donde dormía Tino. Se miraban a los ojos. Poco a poco, rodeados por la cintura, frente a frente, retrocedieron hasta que la espalda de Belén chocó contra la pared. Comenzaron a morrearse con pasión. Marce veía el paquete de Tino aplastado contra el vestido, mientras que ella le manoseaba por la espalda musculosa. Ella empezó a tocarle, a acariciarle el bulto con la palma de la manita derecha. El morreo de prolongaba, atornillando los besos con lengua.
Marce observaba la escena, desfallecido, acosado por los celos, aunque entendía la necesidad de su mujer. Él ya no valía para esa fogosidad sexual. El joven le levantó el vestido hasta la cintura y ella misma se bajó las bragas nerviosamente, después se encargó de bajarle la delantera del bóxer, agarrarle la polla y bajársela para metérsela ella misma en la entrepierna. Adhirieron sus cuerpos, removiéndose, morreándose, manoseándose. Vio las manitas de su esposa resbalar por la espalda de Tino hasta adentrarse dentro del bóxer, apretándole las nalgas para que se le pegara más. El chico comenzó a contraer el culo, follándola de manera aligerada. Ella se lo acariciaba con las manos dentro del bóxer. Él le acariciaba los muslos de las piernas y la besuqueaba por el cuello. Sólo resoplaban para no hacer ruido.
Marce les veía pegados, frente afrente. A veces, Tino echaba el culo hacia atrás y distinguía parte de la polla follando el chocho de su mujer, pero enseguida se mantenía pegado removiéndose sobre ella mientras la baboseaba. Cuando más velozmente la estaba follando, cuando ella con más rabia le pellizcaba el culo, giró por instinto la cabeza hacia el fondo del pasillo y descubrió a su marido asomado. Sus ojos se desorbitaron, sus manos se inmovilizaron dentro del bóxer, sus resoplidos se fundieron, y mirando a su marido, dejó que Tino terminara de follarla, apretujándola contra la pared, lamiéndola por el cuello, contrayendo el culo cada vez más apresuradamente.
Marido y esposa se miraban a los ojos. Ella mantenía la cabeza ladeada hacia él, pero recibió una severa palmada en la cara que le volvió la cabeza hacia Tino.
- Mírame, zorra, mírame cuando me corro.
Belén frunció el entrecejo al percibir cómo la llenaba, cómo despedía escupitajos dentro del coño. La morreó mientras frenaba y después se separó de ella sacándole la polla y tapándose con el bóxer.
- Qué gusto follarte – suspiró él.
Se subió las bragas precipitadamente y se bajó el vestido alisándoselo.
- Tengo que irme.
- Hasta mañana, guapa.
Se despidió de ella atizándole un cachete en el culo antes de meterse en su habitación. Ella recorrió el pasillo amedrentada, afectada por un temblor en las piernas. Su marido la había descubierto echando un polvo con Tino y ahora su matrimonio pendía de un hilo.
Al entrar le encontró sentado en la cama. La miró cuando ella cerraba la puerta.
- Lo siento, Marce. Yo no quería, pero no sé qué me ha pasado – fue hasta él, se sentó a su lado y le cogió las manos. Marce seguía cabizbajo -. He bebido mucho y no sé qué ha pasado. Todos hemos perdido la cabeza.
- ¿Todos?
- Teo también estaba.
- ¿Has follado con él?
- Sí.
- Joder, Belén…
- Prepararon unos porros y me convencieron para probar una raya de coca. Y ahí me he perdido. Estaba borracha y colocada y cuando he querido darme cuenta… Para mí no ha significado nada, Marce, yo te quiero.
Marce la miró y le sonrió amargamente.
- Eres joven y guapa, es culpa mía…
- No digas eso, amor, para mí tú eres…
- No puedo corresponderte como hombre y te entiendo.
- Calla, Marce, no digas nada -. Belén le abrazó -. Perdóname, ¿vale? Yo te quiero mucho y tú sabes que yo te quiero mucho.
Culminaba un día de cumpleaños que iba a marcar nuevas pautas en el matrimonio. Su mujer le había sido infiel y Marce entendió que debía resignarse, porque era guapa, porque era joven y porque él ya no podía corresponderla. Belén se sentía culpable, su marido no se lo merecía, pero los atisbos de remordimiento se mezclaban con la incontenible lujuria. Había vivido una experiencia de sexo duro con dos chicos jóvenes, una experiencia que la habían sumido en un permanente estado de excitación.
Marce le había perdonado el desliz, al menos eso transmitía su actitud cariñosa, actuando con resignación, actuando como si nada hubiera pasado, como si comprendiera sus necesidades sexuales. Cuando se despertaron ya se oían susurros en el porche. Oyó a su madre refunfuñar, maldiciendo a quien se hubiera meado en la jarra de cerveza y quien hubiera pisoteado la tarta. Le vinieron a la mente los momentos vividos cuando la obligaron a mear o cuando hizo la lamida de pies.
Se dieron un beso de buenos días.
- ¿Estás bien? – le preguntó ella.
- No te preocupes, ¿vale? Estoy bien. Puedes quedarte tranquila.
Marce se metió a darse una ducha mientras Belén aireaba el cuarto abriendo las ventanas. Saludó a sus padres y a otros familiares que desayunaban en el porche y se puso a hacer la cama justo cuando Marce salía de la ducha, ya vestido. Ella estaba en braguitas, unas braguitas color crema. Se echó por encima una bata de satén cortita, de tono morado, bien abrochada.
- ¿Sales? – se interesó ella.
- Desayuno e iré a dar un paseo.
Se dieron un besito en los labios y la dejó haciendo la cama. Estaba recorriendo el pasillo, cuando su sobrino Teo salió de la habitación. Su presencia le puso nervioso, pero tragó saliva y trató de mantener la entereza. Llevaba una camisa desabrochada y estaba en slip, un slip negro elástico donde se le distinguía un abultado paquete.
- Buenos días, Teo.
- Buenas. ¿Está tía Belén en la habitación? ¿Está ya despierta?
- Sí, ¿por qué?
- Nada, una cosilla.
Teo tomó el rumbo hacia el dormitorio de su tía. Marce se le quedó mirando, anonadado, sin capacidad de reacción. Cuando le vio encerrarse con su esposa, dio unos pasos hacia la puerta.
Belén alisaba la colcha cuando le vio entrar. Se irguió cerrándose el escote del batín.
- ¡Teo, qué haces aquí!
- He venido a verte, no sabes lo cachondo que me has tenido toda la noche.
Escandalizada por su presencia, rodeó la cama hacia él. Empujó las ventanas para que no les oyeran desde el porche. Fuera, Marce permanecía con la oreja pegada a la madera, escuchando la conversación.
- Vete, Teo, no empeores las cosas…
- ¿Te follaste a Tino?
- Teo, te lo ruego… -. El trató de capturarla con los brazos, pero ella se deshizo mediante manotazos -. Déjame, Teo, no es el momento…
- ¡La puta perra! – vociferó indignado.
- Teo, Chsssss.
- ¡Eres una zorra de mierda!
- Por favor, Teo, tranquilízate…
- Me calientas la puta polla y ahora me tocas los huevos, jodida perra…
- Yo no quería, Teo, fue un error, perdóname… - le suplicaba con un gesto en señal de ruego.
- Ven acá, cabrona…
La sujetó del codo y la empujó hacia él. Le bajó bruscamente el batín hacia los hombros dejándola con las tetas al aire, luego la agarró de la melena y le cruzó la cara con la lengua, desde una mejilla hasta la sien.
- Me la vas a chupar, ¿verdad, perra?
- Sí, sí – trató de sonreír -. No te pongas así, ¿vale? Cálmate…
La agarró de un pezón y le tiró de una teta hacia abajo, tensándole la carne. Ella frunció el entrecejo, dolorida por el tirón, e irremediablemente se fue arrodillando ante él para evitar un mayor estiramiento de su teta. Marce asistía tras la puerta a los insultos y quejidos de su mujer.
- Jodida puta…
Belén se encargó con diligencia de bajarle el slip hasta las rodillas y liberar la polla gorda. Se la sujetó por la base, bajándosela hacia la cara, y le dio una serie de sacudidas antes de lamerle el capullo. Comenzó a saborearle el capullo con ansia, mojándolo mediante mordiscones y rodeos con la lengua, mirándole sumisamente, como queriéndole demostrar que quería comportarse como una buena chica. A veces se la sacudía sobre la cara y después le atizaba lamidas por el tronco. Teo le apartaba el cabello a un lado para ver cómo se la chupaba.
- Muy bien, puta… Ummm… Así… Así… Sigue, puta…
Ella agitaba la cabeza mordiendo el capullo, luego se empezó a comer la polla, asintiendo con la cabeza a un ritmo apresurado, deslizando los labios desde el glande hasta la base. Utilizaba la manita izquierda para acariciarle el muslo peludo de la pierna. Se esmeraba en hacerle una buena mamada, con las tetas por fuera.
- Así me gusta, zorra, que seas una buena chica… Wow… Ahhh…
Le estaba lamiendo los huevos, se los comía con el mismo ansia, metiéndose las bolas dentro de la boca y degustándola como si fueran caramelos. Teo se la comenzó a machacar él mismo mientras su tía, con la cabeza ladeada, envuelta en esa mirada sumisa, le deformaba los huevos con los labios y la nariz, impregnándolos de gruesos salivazos.
- ¿Te gustan mis huevos, zorra?
Ella apartó la boca de los cojones. En ese momento, un hilo de baba unía su barbilla con los cojones.
- Sí.
- Chúpame el culo, cabrona…
Teo se giró y se curvó ligeramente hacia el canto de la ventana, observando a los familiares desayunando animadamente en el porche. Se metió el brazo derecho bajo la barriga y se la empezó a sacudir. Belén le abrió el culo con los pulgares y empezó a lamerle el ano velludo pasándole la lengua entera por encima, una y otra vez, hasta secar su garganta por el olor y sabor. Las lamidas anales eran siempre iguales, pasando la lengua por encima del orificio, manteniéndole abierta la raja con los pulgares, rozándole la rabadilla con la punta de la nariz, pegándose pelillos en la lengua, impregnándose del hediondo sabor, pero sin gestos de repulsa. Apartó un poco la cara para tomar aire y escupir algunos pelillos, manteniéndole el culo abierto con los pulgares.
- Sigue chupando, zorra.
Teo echó el brazo hacia atrás, la sujetó por la cabeza como si fuera una pelota de baloncesto y le pegó la cara a la raja. Reanudó las lamidas de la misma forma, asintiendo con la cabeza al deslizar la lengua por encima del ano. Marce escuchaba desde fuera la sintonía de vejaciones y se imaginaba lo que la estaba obligando a hacer.
Belén oyó que soltaba jadeos secos y se esmeró en arrastrar presionada la lengua por casi toda la raja, hasta que se irguió y se giró hacia ella. La sujetó por la barbilla y le levantó la cabeza, dándose veloces tirones a la polla con la mano derecha.
- Abre la boca -. Belén abrió la boca y le colocó el capullo entre los labios, cesando las sacudidas. Transcurrieron unos segundos, después un salpicón de leche viscosa se estrelló en el paladar goteando en la lengua. Notó que le llenaba la boca mediante salpicones intermitentes, hasta dejarle sumergida la lengua por la nata. Se agitó la verga y dio un paso atrás -. Bébetelo.
Belén cerró la boca y se lo tragó todo de golpe. Necesitó dos tragos más. Teo se guardó la verga y ella pudo levantarse volviéndose a colocar el batín.
- No me seas calientapollas, ¿entendido?
- No, pero Teo, entiéndelo, esto es peligroso…
- Que no pasa nada, coño. Eres muy puta. Voy a desayunar, ¿vienes?
- Voy a darme antes una ducha. Enseguida bajo.
Marce fue a dar un paseo y cuando regresó ya todos estaban levantados, algunos aún desayunando. No eran más de las once de la mañana. Casi todos estaban en bañador, preparándose para el primer chapuzón en la piscina. La vecina les había traído a los niños y Belén se ocupaba de ellos. Se fijó en los dos jóvenes que se habían follado a su esposa. Cuchicheaban entre ellos y la miraban. Tomó asiento al lado de su hermano Goyo, el padre de Teo, tratando de batallar con los celos. Belén tenía un pareo de flores estampadas liado por el cuerpo, con un bikini rojo debajo. Se había hecho una coleta. Llevó a los niños a la piscina y les ayudó a meterse con los abuelos, que en aquel momento se daban un chapuzón. Ella aguardaba de pie en el borde de la piscina. Marce permanecía atento al movimiento y gestos de los dos jóvenes, mientras su hermano Goyo trataba de sacarle conversación.
- No tienes buena cara, hermano.
- Ayer me pasé con la bebida y no tengo buen cuerpo.
Se había percatado de que su esposa trataba de evitar a los dos jóvenes, y más después de cómo la había tratado su sobrino, pero vio que Tino, que llevaba un bañador negro tipo slip, con franjas anaranjadas laterales, se acercaba hacia ella colocándose a su altura.
- ¿Cómo estás, Belén?
- Bien – le sonrió avergonzada -. ¿Y tú?
- ¿Le has chupado el culo a tu sobrino?
Belén empalideció.
- Sí.
- Dice que lo haces muy bien, que ha sido un gustazo. ¿Le chupas el culo a tu marido?
- No, a él esas cosas no le gustan.
- ¿Y a ti? ¿Te gusta ser una lameculos?
- Nunca lo había hecho.
- Acompáñame, quiero que me chupes el culo.
- Pero, Tino, ahora no…
- Venga, joder, me tienes caliente como a un perro…
Marce vio que Tino tomaba la dirección de la casa y que su esposa le seguía. Prefirió quedarse sentado al lado de su hermano. No quería martirizarse. Los dos jóvenes abusaban de ella, pero ella tampoco ponía muchos impedimentos. Como mujer joven, estaba muy necesitada y él ya no tenía ni edad ni fuerzas para satisfacerla.
Entraron en el cuarto de baño. El cuarto de baño de la planta baja, ubicado tras la cocina, era muy pequeño, un habitáculo con un wáter y un lavabo. Tino cerró la puerta y enseguida se curvó para quitarse el bañador. Ella aguardaba de pie sin decir nada. Tenía la polla empinada. Belén se la miró, le miró su desnudez musculosa y depilada. Ciertamente, estaba muy bueno, un modelo de revista.
- Venga, chúpamelo…
Tino se colocó ante la taza y se curvó hasta apoyar la frente en la cisterna. Echó los brazos hacia atrás y se abrió la raja del culo, descubriendo su ano impoluto, arrugadito, tierno y palpitante. Belén se puso tras él y se arrodilló, luego asentó las nalgas sobre los talones, con las manos sobre las rodillas, y acercó la cara sacando la lengua. Comenzó a lamérselo despacio, pasándole toda la lengua por encima, sin pausa, olfateando el mal olor, rozando la punta de la nariz por la rabadilla.
- Ohhhh… Qué bien… - jadeaba tratando de abrirse más la raja -. Cómo me gusta… -. Ella continuaba lamiendo de la misma forma, asintiendo despacio para resbalar la lengua por toda la raja -. Qué bien lo chupas… Ummm… Qué gusto… Méteme la lengua…
Tino relajó el orificio anal para que se le abriera y Belén le insertó la punta, degustando las sustancias anales, saboreando la carne viva del interior, hundiendo la barbilla y la nariz en la raja para penetrar lo máximo de la lengua. Se mantuvo inmóvil con la cara pegada en el culo y la lengua dentro del ano. Oía los chasquidos y los tirones de verga. Cuando ya le oyó resoplar, apartó la cara del culo y él se giró hacia ella.
- Dame tú – le pidió él.
Belén se levantó, dispuesta a masturbarle. Le pasó la mano por la cintura y le acercó al lavabo.
- Ven, mejor córrete aquí.
Tino se colocó ante la taza, con la polla por encima del borde, y Belén a su derecha. Le agarró la verga y se la empezó a sacudir con ligereza. Tino levantó la cabeza hacia el techo, concentrado en los tirones que recibía, resoplando, frunciendo y desfrunciendo el entrecejo. Belén le apretaba fuerte la polla, procurando acelerar las agitaciones del brazo. Comenzó a verter leche en el lavabo, grueso pegotes gelatinosos que se quedaban pegados. Se la sacudió y se la soltó.
- Qué bien lo haces… Qué gustazo…
Belén abrió el grifo y enjuagó todo el recipiente de porcelana con la palma, deshaciendo los pegotes de semen.
- Voy a salir, ¿vale? – le dijo ella -. Espera tú un ratito, que nadie sospeche.
- Muy bien. Dame un besito.
Le estampó un besito en los labios y salió precipitadamente del cuarto de baño. Encontró a su marido apoyado en la barandilla del porche. Tenía un rostro desfallecido, aunque al verla le regaló una sonrisa. Ella le besó, después de haberle lamido el culo a los dos chicos.
- Te quiero, Marce.
- Y yo a ti.
- Siento lo que ha pasado, Marce, y todo el día de tu cumpleaños.
- Ya te he dicho que lo entiendo.
- No volverá a pasar. ¿Quieres que nos vayamos a casa?
- Como tú quieras.
- Voy a recoger a los niños.
Marce la observó cuando se alejaba hacia la piscina. Termina su cumpleaños, terminaba su cumpleaños feliz, con un regalo muy especial, la infidelidad de su esposa. Era consciente de que a partir de ese cumpleaños, todo sería diferente, a partir de aquel cumpleaños, tendría que consentirle muchos deslices como el que había sucedido, a partir de aquel cumpleaños sería un cornudo consentido. No le quedaba otra. Fin