Terapia Sexual Intensiva 10
Tiempo estimado de lectura: [ 28 min. ]
Julieta y su hermana Gabriela tienen una charla muy intensa sobre algunos secretos familiares.
CapĂtulo 10.
Charly, aquà Julieta, reportándose. ¿Me extrañaste?
Hace un tiempo te contĂ© una extraña situaciĂłn que vivĂ junto a mi familia, en la que vi a mi papá acariciando la concha de Gabriela, como si fuera lo más normal del mundo. ÂżTe acordás? Fue por la discusiĂłn sobre el vello pĂşbico femenino. ÂżLas mujeres son más lindas con la concha al natural o depilada? Fue la primera vez que me animĂ© a quedarme completamente desnuda delante de mi familia. TodavĂa pienso en ese momento como si hubiera pasado hace apenas unos minutos. Y sĂ, sĂ© que te acordás, vos tenĂ©s todo escrito en tus páginas. Tal vez no seas muy conversador, pero sĂ© que tenĂ©s una memoria perfecta.
DespuĂ©s de lo que pasĂł en la casaquinta de RubĂ©n, y en la sesiĂłn con Germán, mi vida volviĂł a ser tediosamente rutinaria. Pero llegĂł el fin de semana y yo estaba dispuesta a hacer algo diferente. QuerĂa socializar un poco más con mi familia. Conocerlos mejor y saber quĂ© tan lejos llegaban al aplicar la filosofĂa de vida de Gabriela.
Se me ocurriĂł la idea perfecta para hacer eso.
Me acerqué al cuarto de mi hermana y pegué la oreja a la puerta, escuché su agitada respiración y de inmediato supe lo que estaba haciendo.
AbrĂ la puerta, sin golpear. Gabriela estaba totalmente desnuda, acostada en su cama, con las piernas abiertas. Su concha acaparĂł toda mi atenciĂłn, pude ver cĂłmo entraba y salĂa un grueso pene plástico; supuse que ese era el consolador de mi mamá. ÂżCĂłmo se llamaba? ÂżJuan? ÂżJosĂ©? ÂżJorge? No recuerdo. DespuĂ©s voy a preguntar bien. SĂ© que lo escribĂ en tus páginas, Charly… pero me da mucha fiaca revisarlas.
Gabi lo estaba usando con total soltura, penetrándose rápidamente. Cuando me vio entrar no se detuvo, me mirĂł con sus ojos inyectados de lujuria y sonriĂł. Su frente y sus tetas estaban cubiertas por pequeñas perlas de sudor. Su concha sonrosada chorreaba flujos, se abrĂa y se cerraba, con cada movimiento del consolador.
―Veo que la estás pasando bien ―le dije, con buen humor.
ÂżNo te parece loco, Charly? Unas semanas antes me hubiera asqueado al encontrar a mi hermana en esa situaciĂłn, incluso esto pudo haber sido el inicio de una discusiĂłn. Ella se hubiera quejado de mi interrupciĂłn y yo la hubiera tratado de puta. Pero nada de eso ocurriĂł. Esa barrera habĂa sido superada; al fin y al cabo vi cĂłmo a Gabi se la cogĂan entre dos tipos, y ella me vio haciendo prácticamente lo mismo. Nuestro vĂnculo de hermanas era más fuerte que nunca.
―¡Mas que bien! ―Aseguró ella―. ¿Querés que te lo preste un ratito?
―Ahora mismo, no. Pero tal vez más tarde… Gabi, querĂa pedirte un favor.
―Bueno, es que estuve viendo que la concha te queda muy linda si nada de pelitos… y empecĂ© a preguntarme quĂ© tal me quedarĂa a mĂ.
―¿Querés que te la depile? ―Se detuvo en seco, dejando el consolador bien metido en su concha.
―¡Para nada! Estaba esperando que me pidieras ayuda con eso.
DejĂł el consolador en la cama, se puso de pie y me agarrĂł de la mano. Prácticamente me arrastrĂł fuera de su cuarto. Yo no entendĂa nada. Juntas llegamos al living-comedor, donde estaban mi padres. Me puse roja de la vergĂĽenza.
Ah, perdĂłn, Charly. Soy una boluda. Me olvidĂ© de contarte un dato muy importante: En el momento en que yo golpeĂ© la puerta del cuarto de mi hermana, yo estaba completamente desnuda, lo Ăşnico que lucĂa en mi concha era una enmarañada alfombra de pelitos, nada más. Te lo tendrĂa que haber dicho antes, pero no soy perfecta en esto de la narraciĂłn. Se me pasĂł.
En fin, sigo. Estaba desnuda frente a mis padres, y si bien no era la primera vez que ellos me verĂan asĂ, aĂşn no estaba acostumbrada a presentarme en concha ante ellos. Para Gabi era la situaciĂłn más normal del mundo, ella estaba tan desnuda como yo y además su concha presentaba claros signos de masturbaciĂłn. Los flujos vaginales le chorreaban por la cara interna de las piernas. Un espectáculo digno de ver y no puedo culpar a mi papá por haberse fijado primero en eso. Sus ojos se clavaron en la concha de Gabriela, pero despuĂ©s hicieron lo mismo con la mĂa.
ÂżLas estarĂa comparando? ÂżSe estarĂa preguntando si quedaba mejor depilada o al natural? No sé… Âżvos quĂ© opinás, Charly? Si fueras un ser de carne y hueso ÂżpreferirĂas las conchas con o sin pelos? Bueno, ni puta idea; sĂ© que no vas a responder. Mejor sigo con lo que te estaba contando.
―Mamá, ocurrió un milagro ―dijo Gabriela―. Julieta por fin accedió a depilarse la concha.
―¡Ay, no lo puedo creer! ―Exclamó mi mamá. ―Zulema se puso de pie, ya no le importaba el programa que estaban pasando en la televisión. Me tomó de las manos, con una sonrisa de oreja a oreja y dijo―. Ya mismo voy a preparar todo, vas a ver, te va a quedar preciosa.
Tengo que admitir que este pequeño momento me conmoviĂł bastante. Primero porque no acostumbraba a ver a mi mamá comportándose como una joven adolescente que iba a pasar una pijamada con sus mejores amigas. Segundo porque ella no suele mostrarse tan afectiva conmigo. A veces me da la impresiĂłn de que para ella no existo. Que soy un ente que anda deambulando por la casa. Su atenciĂłn parece estar puesta siempre en su marido y en Gabriela. Pero ahora toda la atenciĂłn era para mĂ. Ni siquiera puedo recordar cuándo fue la Ăşltima vez que mi mamá me hablĂł mirándome a los ojos y sosteniĂ©ndome las manos.
En fin, no quiero ponerme demasiado sentimental, porque sino voy a terminar llorando. Mejor sigo contando.
―Antes tenés que mostrarle cómo te quedó a vos ―dijo Gabi.
―Ah, sĂ… no tengo ningĂşn problema en mostrarle.
Mi mamá se bajĂł el pantalĂłn, con total naturalidad. Lo habrá hecho miles de veces frente a su marido, y seguramente lo hizo otras tantas frente a Gabriela; pero que lo hiciera frente a mĂ era algo atĂpico.
A continuaciĂłn se quitĂł la bombacha, quedando totalmente en concha. Me sorprendiĂł que ella se viera tan bien estando desnuda. Es caderona y rechoncha, pero sus curvas están perfectamente definidas. Tiene un cuerpo similar al mĂo, pero por alguna razĂłn en ella queda bien.
Por supuesto, su concha estaba totalmente depilada. Sin una sola marca de pelo. MirĂ© de reojo a mi papá, que seguĂa toda la escena sentado en su sillĂłn, sin apartar la mirada de al menos una de las tres conchas presentes.
Gabriela hizo algo que me dejĂł atĂłnita. AcercĂł una de sus manos y acariciĂł toda la concha de Zulema. No solo el pubis, sino toda. Los labios, el clĂtoris, todo.
―Mirá, tocá ―me dijo―. Fijate lo suavecita que la tiene.
―Em… bueno… ―dije, con timidez.
Toqué un poco el pubis, apenas apoyando la yema de mis dedos, y retiré rápidamente la mano, como si hubiera tocado una superficie incandescente.
―SĂ, la tiene muy suave ―dije, sonrojada.
―SĂ, ya toquĂ© ―usĂ© el tĂpico tono de las peleas entre hermana.
―No tocaste. Esperá, mamá, tengo que hablar con Julieta, en privado. Vos andá buscando todo lo necesario para la depilación.
Mi madre asintiĂł con la cabeza, ya no sonreĂa pero aĂşn se la veĂa animada.
Gabriela volvió a tirar de mi brazo y me arrastró de regreso a su habitación. Cerró la puerta y me puso contra la pared. Se acercó a mà de la misma forma en la que se hubiera acercado un tipo en una discoteca, por un momento pensé que me iba a besar. Pero lo que ocurrió fue mucho más intenso.
Sus dedos bajaron hasta mi concha. EmpezĂł a acariciarme de la misma forma en que lo hacĂa ella cuando se masturbaba. Todo mi cuerpo se electrificĂł, los pezones se me pusieron duros al instante, y mi vagina se humedeciĂł.
―Gaby… ¿qué estás haciendo?
―Te estoy quitando la vergĂĽenza ―sus dedos presionaron mi clĂtoris―. Miraste a mamá como si su concha te diera terror.
―Es que… me cuesta mucho verla desnuda… y más si me pide que se la toque.
Los dedos de Gaby se movĂan con maestrĂa, brindándome el mismo placer que me darĂa yo misma al hacerme una paja… o tal vez más.
―Eso te pasa porque seguĂs viendo el sexo como algo tabĂş, no como algo natural. ―MetiĂł sus dedos en mi concha, soltĂ© un gemido, más por la sorpresa que por la excitaciĂłn; pero aĂşn asĂ debo admitir que fue muy agradable―. ÂżQuĂ© problema hay en tocarle la concha a otra mujer, si ella te da permiso?
Ella me estaba pajeando tan bien que no querĂa que se detuviera. Es mi hermana, lo sĂ©; pero me mirĂł con esos hermosos ojos… desde tan cerca. Sus tetas estaban pegadas a las mĂas, la vi tan preciosa que no pude resistirme. Parezco lesbiana diciendo esto, pero no lo digo en ese sentido. Gaby es fascinante… sexualmente fascinante, aunque una no sea lesbiana.
―Yo también te doy permiso ―me dijo―. Dale, tocame la concha, para que se te vaya el miedo.
Iba a decirle que no, pero mi mano me traicionĂł antes de que pudiera hablar. AcariciĂ© sus lampiños labios vaginales, cubiertos por una espesa capa de flujos. Ella empezĂł a pajearme rápido, sus dedos entraron y salieron, el clĂtoris empezĂł a quemarme, de tanto que me lo frotĂł. Quise demostrarle que yo tambiĂ©n tengo talento para la paja, y empecĂ© a replicar sus movimientos. Cuando ella me clavaba los dedos, yo hacĂa lo mismo… fue muy lindo sentir el calor del interior de su concha. Ella me frotĂł el clĂtoris y yo frotĂ© el suyo.
―Dale, seguà asà ―me dijo, en un susurro―. Lo estás haciendo muy bien.
De pronto estar tocándole la concha a otra mujer ya no me pareciĂł algo tan raro. HabĂa visto coger a mi hermana, sĂ© cĂłmo es de calentona y cĂłmo disfruta del sexo. Ella tambiĂ©n me vio toda abierta, suplicando que me metieran la pija. ÂżQuĂ© tiene de malo admitir que me excita el sexo, y que a ella tambiĂ©n? Lo raro serĂa que no lo hiciera. En ese caso serĂamos robots.
―Estoy re caliente ―admitĂ.
―Yo también, ¿me querés chupar las tetas?
La frase fue como un cachetazo para mĂ. Lo pidiĂł con tanta naturalidad que me quedĂ© congelada. Pero sĂ© que Gaby es asĂ, no anda con vueltas, si ella quiere algo, lo pide directamente. Sin embargo yo…
―¿Por qué no? Solamente tenés que meterte la teta en la boca… mamá me las chupó varias veces.
―¿De verdad? ―Como ella siguió pajeándome intensamente, volvà a mover mis dedos en el interior de su concha―. ¿Pero fue algo rápido? ¿Una chupadita y ya está?
―No. Me las chupó en serio. Durante un buen rato. Dice que mis tetas le gustan mucho.
―¿QuĂ©? No sabĂa… ―me costaba mucho hablar, en parte por la calentura y en parte por la confusiĂłn―. ÂżElla tiene tendencias lĂ©sbicas?
―El sexo es mucho más complejo que “gente heterosexual” y “gente homosexual”. No le des bola a esas cosas. Vos tenĂ©s que hacer lo que te gusta, y punto. La primera vez que mamá lo hizo estábamos asĂ, pajeándonos la una a la otra, pero en la cama. Ella empezĂł a decir que mis tetas eran muy grandes y que le parecĂan muy lindas. Dijo que mucha gente fantasearĂa con chupármelas. Eso me gusta… me encantan mis tetas. Entonces le dije que le daba permiso para chuparlas… y ella lo hizo.
CerrĂ© los ojos e imaginĂ© toda la escena, con mi madre acostada a su lado, metiĂ©ndole los dedos en la concha… y con la teta de Gaby en la boca. ¡Mi mamá! Chupándole las tetas a su propia hija. Si me hubieran contado eso de otra familia tal vez lo hubiera creĂdo, me hubiera parecido una locura; pero lo hubiera creĂdo. Pero me costaba mucho asimilar que mi madre serĂa capaz de hacer una cosa asĂ. Sin embargo me producĂa un morbo inmenso. Le echo la culpa de eso a Gabriela, que me estaba haciendo una paja espectacular.
―Contame más ―le supliqué.
―De mamá, de papá… de cualquiera de los dos. ¿Qué más hiciste con ellos?
Era obvio que no estaba pensando, sĂłlo estaba haciendo tiempo, y en todo ese rato no dejĂł de mover los dedos. No me quejĂ©, lo que estaba haciendo me gustaba… más de lo que deberĂa gustarme.
SĂ, Charly, ya sĂ© que es mi hermana. En ningĂşn momento me olvidĂ© de eso. Justamente ese es el detalle que más me preocupa. Porque si una chica que conocĂ en una discoteca me tocara la concha de esa manera, me sentirĂa rara; pero al ser mi hermana… me sentĂa rara y medio.
Al parecer Gabriela encontrĂł la anĂ©cdota que estaba buscando, porque sus ojos volvieron a posarse fijamente en mĂ.
―¿Vos te considerás buena petera? ―Me preguntó.
Lo dijo con un tono tan autoritario que estuve a punto de saludar como un soldado y decir: “SĂ, señora”.
―Creo que sĂ… al menos sĂ© que le pongo muchas ganas a los petes. Aunque no hice muchos. Vos seguramente tenĂ©s más experiencia en eso.
―SĂ, eso te lo aseguro. ÂżY vos pensás que mamá es buena petera?
La pregunta me generó mucha incomodidad, para mà (y creo que para cualquier persona) siempre va a ser raro imaginarme a mi mamá de rodillas frente a un tipo, comiéndole la verga.
―No sé, puede ser. Lleva años casada con papá, ya debe tener mucha práctica.
―¿Y qué te hace pensar que ella le chupa la pija a papá?
―Qué se yo ―dije, encogiendome de hombros―. ¿Los años de casados?
―Bueno, paso a comunicarte que mamá no sabe chupar la verga… o no sabĂa. SegĂşn lo que me dijo papá, ya mejorĂł bastante.
―Pará, vos me contaste que viste a mamá chupándole la verga a papá, y dijiste que ella le puso muchas ganas.
―Ponerle ganas no es lo mismo que hacerlo bien. ―Supongo que ella tiene razón con eso―. Lo que mamá necesitaba eran algunos consejos de una experta… o sea yo.
AĂşn resonaba en mi mente la idea de mi madre practicando sexo anal, desde que mi papá dijo la frase “A ella le gusta por atrás”, esas imágenes me persiguen cada noche, cuando quiero dormir. Además ahora me tenĂa que imaginar a mi madre practicando regularmente para ser una buena petera, posiblemente lo hacĂa cada noche… mientras yo intentaba dormir.
―¿Qué consejos le diste a mamá para que aprenda a chupar la verga? ―Pregunté.
Me estaba acostumbrando a tener los dedos entrando y saliendo de mi concha; y lo estaba disfrutando más. Tuve ganas de decir: “Gaby, que buena paja me estás haciendo”, pero eso solo hubiera inflado su ego hasta la estratĂłsfera. Además no me animaba a decir en voz alta que mi propia hermana me estaba haciendo una paja. Mis dedos se habĂan detenido sobre su concha, al estar tan atenta a lo que ella decĂa, pasĂ© a acariciarla suavemente. Al parecer Gabriela podĂa concentrarse mucho mejor en hablar en pajearme a la vez. IntentĂ© mostrarle que estaba cĂłmoda con la situaciĂłn (bueno, más o menos… porque la cosa aĂşn me parecĂa muy rara). Le acariciĂ© el clĂtoris y luego metĂ dos dedos, recorriendo las paredes internas de su concha. Ella me dedicĂł una hermosa sonrisa que casi me derrite.
¡Callate, Charly! No es cierto que me gusta mi hermana… al menos no en ese sentido. Lo que pasa es que Gabriela tiene mucho encanto natural. Me puedo pelear con ella mil veces, pero eso no significa que deje de ser una chica encantadora, carismática y sumamente atractiva. Lo que me pasĂł fue eso, sucumbĂ a su carisma natural. Nada más. Y en mi defensa puedo decir que no es fácil resistir a los encantos de Gabriela cuando la tenĂ©s tan cerca, completamente desnuda y además te está manoseando los genitales. Quisiera saber cuántas personas son capaces de resistirse a eso. Y más aĂşn… ella me estaba permitiendo recorrer su concha con los dedos… y sus tetas estaban pegadas a las mĂas.
En fin, no necesito dar más excusas. Ella sonriĂł y a mĂ se me mojĂł la concha, todavĂa más. Incluso tuve ganas de besarla…
Ah, carajo… SĂ. Lo confieso.
ÂżEso querĂas escuchar, Charly? ÂżEso?
AcerquĂ© la cara a ella, sin darme cuenta, y me prendĂ a su boca, como habĂa hecho con mis ex parejas. La besĂ© con suavidad y cariño, como diciĂ©ndole: “Me alegra que nos estemos llevando tan bien”. Ella transformĂł el beso en otra cosa, metiĂł su lengua en mi boca y acelerĂł el ritmo de su masturbaciĂłn. Con la mano libre me agarrĂł una teta y me la masajeĂł. Yo le agarrĂ© una nalga y busquĂ© su lengua con la mĂa.
¡Carajo, fue el mejor beso de mi vida!
Me lo dio mi hermana, y sĂ… asĂ fue. Me hubiera gustado que fuera con algĂşn chico. Pero resulta que Gabriela es excelente besando. Ninguno de los tipos con los que estuve sabe besar de esa manera. Y no, eso no significa que mi hermana me guste… ya te lo dije. Es linda, besa bien y ahora me estoy llevando mucho mejor con ella. Pero de ahĂ a que yo sienta algo incestuoso y lĂ©sbico por Gabriela, hay mucho trecho.
DespuĂ©s del beso ella volviĂł a sonreĂr y me dijo:
―Esto no te lo iba a contar porque me imaginĂ© que podĂas pensar mal; pero creo que ya estás lista para escucharlo. Consideralo una prueba de fuego. Si te desagrada mucho lo que te voy a contar, o no podĂ©s comprender por quĂ© no lo veo como algo malo, entonces tal vez este estilo de vida no sea para vos.
TraguĂ© saliva. Me puse re nerviosa, Charly. PensĂ© en quĂ© ocurrirĂa si yo no pasaba esa “prueba de fuego”. ÂżGabriela dejarĂa de contarme lo que hacĂa con mis padres? ÂżMe expulsarĂan de la familia? ÂżSeguirĂa siendo eternamente la oveja negra?
―Está bien ―le dije, con inseguridad.
―PasĂł hace unos dĂas, mientras vos estabas trabajando. ―SĂ© que Gaby no lo dijo con ningĂşn tipo de malicia, pero esa frase me doliĂł, porque siento que me estoy perdiendo de los mejores momentos de mi vida por culpa de ese trabajo que me absorbe todo el dĂa―. Mamá y papá estaban en su cama, en pleno “precalentamiento”. Ellos a veces cogen con la puerta abierta.
―Seguramente lo hacen cuando yo no estoy en casa, porque nunca los vi haciéndolo.
―SĂ, asĂ es. Pero como saben que a mĂ no me molesta verlos coger… es más, creo que a ellos les gusta tener espectadores. ÂżNo te sentiste un poco más puta mientras cogĂas con RubĂ©n y Claudio, sabiendo que yo te estaba mirando?
―La verdad es que sà ―dije, sonrojándome más de lo que ya estaba.
―Bueno, creo que a mamá le pasa lo mismo… y a mà también, por supuesto. A mà me encanta que me vean coger.
Le iba a responder que a mà me encanta verla coger, sin embargo temà que ella malinterpretara mis palabras después del beso que nos dimos. Gabriela es una chica muy hermosa y siempre es un lindo espectáculo verla desnuda, más si está en pleno acto sexual.
―Me imagino que no te quedaste mirando como papá y mamá cogĂan.
―No, porque vi que mamá empezó a chupar la verga, y a pesar de que le estaba poniendo ganas, no lo estaba haciendo bien.
―¿Yo lo hago bien? Vos me viste haciéndolo…
―Vos sĂ, podrĂas hacerlo mejor, con más práctica; pero tenĂ©s talento para el pete.
―Gracias ―dije, con una amplia sonrisa. Nunca me habĂa puesto tan feliz de que me dijeran “petera”. La sola insinuaciĂłn de eso me hubiera hecho enojar en otro momento. Pero viniendo de Gabriela era un gran halago.
―AsĂ que me acerquĂ© a ellos y empecĂ© a darle consejos a mamá, de cĂłmo tenĂa que chuparla. Para eso agarrĂ© la pija de papá y le fui marcando todos los puntos sensibles. Hacer un buen pete no es solo cuestiĂłn de meterse la verga en la boca y nada más. Se pueden hacer cosas muy interesantes con la lengua, y no hay que olvidarse de recorrer todo, los huevos incluĂdos. Mientras yo le explicaba esto a Zulema, ella iba pasando la lengua en distintos sectores de la pija, preguntándome si lo hacĂa bien. Papá estaba en la gloria, Ă©l dijo que nos podĂamos tomar todo el tiempo que quisiĂ©ramos para que todo se entendiera bien.
―¿A él no le molesta saber que su hija es tremenda petera? Lo digo por vos…
―No, para nada. A veces me hace chistes sobre eso. Y yo le conté de varias anécdotas que tengo chupando pijas… incluso más de una a la vez. A él le gusta le que cuente esas cosas… y a mamá también. Tampoco le molesta que mamá nos cuente sobre las pijas que se comió antes de conocer a papá.
―¿Qué, de verdad? Siempre pensé que mamá era tremenda santita, hasta que vos la degeneraste.
―Yo no la degenerĂ©. Solo la ayudĂ© a sentirse más cĂłmoda con su vida sexual. Pero Zulema se comiĂł varias pijas, papá no fue su primer novio… ni el segundo… ni el tercero. Antes de salir con papá a ella ya le habĂan hecho bien el orto. TardĂł años en confesarle esto a Oscar ―me ponĂa un poco incĂłmoda que ella se refiriera a nuestros padres por su nombre de pila, como si fueran sus amigos. Pero fue justamente eso lo que me ayudĂł a entender el por quĂ©. Gaby ya tenĂa una relaciĂłn de amistad con ellos, no eran solo padres e hija.
―Me imagino que vos tuviste que ver con esa confesión.
―SĂ, yo le dije a Zuli que le contara a Oscar sobre sus experiencias con el sexo anal.
―¿Y cómo se lo tomó papá?
―Muy bien… porque en secreto Ă©l siempre le quiso dar por el culo a su mujer, pero nunca se animĂł a pedĂrselo. Una pena, se perdieron años de buen sexo anal, solo por no tener buena comunicaciĂłn entre ellos. Ese mismo dĂa mamá nos contĂł cĂłmo fueron sus primeras experiencias por el culo, no fueron la gran cosa, pero sirvieron para que a papá se le pusiera dura la pija. DespuĂ©s ellos se fueron a la pieza y sĂ© que a mamá le rompieron el orto.
―Pará… me contaste sobre una vez en la que papá te metiĂł los dedos en la cola, y vos hiciste lo mismo con mamá. CreĂ que ese fue el momento en el que descubriste que a mamá le gustaba el sexo anal. ―Gabi sonriĂł con picardĂa.
―Bueno, te dibujĂ© un poquito la situaciĂłn, porque creĂ que te ibas a ofender si te decĂa la verdad. Lo que pasĂł en realidad es que papá me estaba contando cĂłmo le rompiĂł el orto a Zuli, y ella me mostrĂł que todavĂa lo tenĂa bien abierto… no habĂan pasado ni diez minutos desde que cogieron por el culo. Yo le metĂ un poquito los dedos a mamá… por la cola, y el resto sĂ pasĂł más o menos como te lo contĂ©.
―Ya veo. Incluso me da la impresiĂłn de que todavĂa no estás siendo totalmente honesta conmigo.
―Tal vez sĂ… tal vez no ―una vez más esa sonrisa de “pequeña diablita”.
―¿Qué más hiciste mientras le enseñabas a mamá a chuparla?
―Al principio no hice nada más que señalarle dĂłnde chupar, la que tomĂł la iniciativa fue ella. Para que entiendas bien: papá estaba acostado boca arriba, y nosotras dos estábamos boca abajo, justo delante de su pija. Zuli me acariciĂł una pierna y subiĂł hasta mi culo… sin dejar de chuparla. Obviamente yo estaba desnuda… bueno, ella tambiĂ©n. Sus dedos alcanzaron mi concha y empezĂł a tocarme asĂ. ―Me mostrĂł lo que habĂa hecho mi madre, usando mi propia vagina como ejemplo. RecorriĂł mis labios por fuera y masajeĂł un poco mi clĂtoris―. DespuĂ©s me metiĂł los dedos ―al decir eso, tambiĂ©n efectuĂł la acciĂłn. Sus dedos volvieron a penetrarme y me imaginĂ© quĂ© se sentirĂa si fueran los de mi propia madre―. EntendĂ que ella querĂa agradecerme por los consejos que le estaba dando. Me mojĂ© enseguida. Siempre me mojo fácil. ―MetĂ los dedos en la concha de Gaby, Âżhabrá sentido mi madre lo mismo que yo? El sexo de mi hermana estaba exquisitamente tibio―. QuerĂa que Zuli se sintiera cĂłmoda, por eso empecĂ© a hacerle lo mismo. Le mandĂ© dedo en la concha y descubrĂ que ella estaba más mojada que yo, lo cual es mucho decir.
―A todo esto.... Âżvos tenĂas la pija de papá muy cerca de la cara, mientras mamá se la comĂa? ―Solo con hacer esa pregunta sentĂ una rica convulsiĂłn en la boca de mi estĂłmago.
―Asà es, la verga estaba tan cerca que ni siquiera tuve que mover la cara para pasarle la lengua.
―Un poquito, para mostrarle a mamá cĂłmo hacerlo. Le comentĂ© que no es solo cuestiĂłn de pasar la lengua, sino de hacerlo con sensualidad. Para demostrar que tenĂ©s muchas ganas de chupar esa pija. Las dos empezamos a lamerla desde abajo hacia arriba. Nuestras lenguas se encontraban en la punta de la pija. Hicimos eso varias veces hasta que en una yo me metĂ el glande de papá en la boca e hice girar la lengua todo alrededor. Oscar dijo que eso le habĂa gustado mucho. ―QuedĂ© boquiabierta. Mi padre habĂa admitido que le gustĂł el chupĂłn que le dio su propia hija, en la punta de la verga―. Le expliquĂ© a mamá cĂłmo hacerlo y ella lo repitiĂł varias veces, se emocionĂł bastante porque me empezĂł a meter los dedos muy rápido… asà ―Gaby acelerĂł mucho el ritmo de la masturbaciĂłn, tanto que me hizo soltar unos cuantos gemidos. Eso ya no eran meros toqueteos, mi madre le habĂa hecho tremenda paja a su hija―. A mĂ me gustĂł que lo hiciera y se lo demostrĂ© tocándola igual. VolvĂ a meterme la pija de papá en la boca, pero esta vez la traguĂ© un poco más. Le dije a Zuli que un dĂa de estos le iba a enseñar a hacer una “Garganta Profunda”. Es algo que requiere un poco de práctica. Le mostrĂ© cĂłmo es, tragándome toda la verga de papá…
―Ay, Gaby ―dije, entre gemidos―. Sos tremenda puta. Le comiste la pija a papá. No lo puedo creer.
―¿Y eso te molesta? Yo solo lo hice para que ellos dos se soltaran un poquito más con el sexo.
―Por extraño que parezca, no me molesta.
Asà es, Charly. No me molestó y tal vez el tener a Gaby tan cerca, metiéndome los dedos en la concha, haya nublado un poco mi juicio. Pero incluso ahora, mientras escribo estas palabras, lo que me contó ella sigue sin molestarme. Al contrario, me produce un poquito de morbo. Un poquito bastante.
―Se ve que a papá le gustó lo que hicimos con Zuli ―continuó diciendo―. Normalmente él tarda en acabar, tiene buen aguante… pero esta vez la pija le explotó bastante rápido, justo cuando mamá se la iba a meter en la boca otra vez.
―¡Ay dios! ¡Y vos estabas re cerca! ¿Te saltó leche en la cara?
―¡Uf, un montón! Es más, yo terminé con la cara más enlechada que mamá. A mà me re calienta que me acaben en la cara.
―Sigue siendo semen que viene de una buena pija.
―Mamá empezĂł a reĂrse, porque vio que yo casi no podĂa abrir los ojos, por todo el semen. Entonces ella, como buena petera que es, empezĂł a lamerme toda la cara, tomándose la lechita.
―Uf, eso debió ser tremendamente excitante.
―Lo fue… además mamá se tomó la libertad de meterme la lengua en la boca… y bueno, yo la dejé.
―Gaby, es muy loco todo esto que me estás contando. Me da la sensación de que cuando yo no estoy, en esta casa vive una familia completamente diferente a la que yo conozco. Siento que me quedé afuera de todo eso.
―Te quedaste afuera porque siempre fuiste una acomplejada con el sexo. ÂżSabĂ©s quĂ© es lo que más me impactĂł de lo que escribiste en tu diario? No fueron todas las pajas que te hacĂ©s, sino que pienses que no sos linda. Vos hablás de mĂ como si fuera la mujer más hermosa del mundo… y ni siquiera prestás atenciĂłn a lo hermosa que sos vos. A lo bonito que es tu cuerpo, a lo llamativas que son tus tetas. TenĂ©s una carita preciosa y una sonrisa que enamora. ―Ni siquiera mis novios habĂan hablado asĂ de mĂ―. Sinceramente no entiendo por quĂ© te menospreciás tanto.
―No sé… te juro que no sé. Siempre que intento sentirme linda, me acuerdo de que no lo soy.
―Pero todos los tipos siempre te van a preferir a vos, antes que a mĂ.
―Eso tal vez sea asĂ porque yo tengo más carácter, porque me comporto con seguridad… y porque no doy tantas vueltas si quiero coger con alguien. Lo hago y punto. Vos dudás mucho… de todo. Lo que pasĂł en la quinta de RubĂ©n fue genial, y lo pudimos hacer porque vos dejaste de atormentarte tanto. Te liberaste, me acompañaste y te dejaste coger por dos tipos, sin darle muchas vueltas al asunto. ÂżTe arrepentĂs de haber sido la putita que se cogieron entre dos?
―No ―dije, soltando una risita nerviosa―. No me arrepiento para nada. Ya no. Tuve algunas dudas, pero ahora entiendo que esa fue la experiencia más excitante de mi vida. Y me encantĂł que vos hayas estado ahĂ, para compartir ese momento conmigo.
―Tal vez, si te dejaras llevar un poco, sin darle tanta importancia a tus miedos e inseguridades, no te quedarĂas afuera de esta familia. A mamá le enecantarĂa abrazarte fuerte mientras las dos están desnudas.
―¿De verdad? ―Pregunté, con el corazón hecho un ovillo.
―SĂ, ella misma me lo dijo. Y papá… Ă©l cree que vos sos la más linda de las dos.
―SĂ, se lo preguntĂ© un dĂa, le dije que fuera totalmente honesto. Si tuviera que elegir una novia como yo o como vos. ÂżCuál preferĂa? DespuĂ©s de pensar un rato dijo: “Una como Julieta”. Lo que te digo es verdad, te juro que no me lo estoy inventando.
EmpecĂ© a llorar, como una boluda. Nunca antes alguien me habĂa preferido por encima de mi hermana. Ella es tan tetona, tan culona… tiene una cara tan perfecta. Me parece ilĂłgico que un hombre pueda pensar que yo soy más linda… y además ese hombre es mi papá. SĂ, Charly. Estoy muy confundida. No sĂ© quĂ© pensar.
―Gracias ―le dije a Gaby, limpiándome las lágrimas―. Eso me hace sentir muy bien.
―Y te digo más: si yo fuera lesbiana, serĂa muy feliz teniendo una novia tan linda como vos.
Acto seguido, me besó. Esta vez nuestras lenguas se encontraron tan solo por una fracción de segundo, pero nuestros labios se amoldaron tan bien que puedo decir que este también fue uno de los mejores besos de mi vida.
―Si fueras lesbiana ―dije, cuando nuestras bocas se separaron―. HarĂas muy feliz a muchas mujeres. Besás muy bien… y estoy segura de que si algĂşn dĂa te animás a probar una concha, lo vas a hacer super bien.
―¿Y quién te dijo que no probé una?
―¡Vos, Gaby! ¡Vos! Me dijiste bien clarito: “Nunca probé una concha”.
―Ah, pero eso te lo dije hace varios dĂas… es cosa del pasado.
―¿Me estás diciendo que…?
―En otro momento te lo cuento. Ahora tenemos algo más importante por hacer. Nos están esperando. ¿Estás lista para que mamá te depile la concha?
QuerĂa saber más sobre esa concha que supuestamente probĂł Gabriela, pero sabĂa que ella me lo contarĂa en otro momento.
Tengo que admitir que mi hermana tiene una mente brillante cuando se trata de sexo. En unos minutos de intensa charla masturbatoria logrĂł que una situaciĂłn que me aterraba pasĂ© a interesarme tanto que me morĂa de ganas de hacerlo.
Juntas volvimos a entrar al comedor, mi madre habĂa preparado todo lo necesario para despejar de vello pĂşbico mi entrepierna.
La mirĂ© con una gran sonrisa, me movĂ con sensualidad, como si de pronto me sintiera la mujer más hermosa y confiada del mundo, me sentĂ© en un sillĂłn y abrĂ las piernas tanto como pude. No me importĂł que mi papá estuviera mirando… bueno, sĂ… sĂ que me importĂł. Mejor dicho: no me molesto. Le sonreĂ como diciĂ©ndole: “Está todo bien, papá. Mirá todo lo que quieras”.
―¿Empezamos? ―Preguntó mi mamá, muy emocionada.
―Empezamos ―le respondà con seguridad.
Lo siento mucho Charly. Lo que sigue te lo voy a contar en otro momento. Ahora mismo necesito hacer una pausa muy necesaria. SĂ, ya sĂ© quĂ© estás pensando: la pausa es para hacerme la paja. AsĂ es, esa es una de las razones. Necesito toquetearme durante un buen rato. Pero además quiero tener tiempo para acomodar un poco mis ideas, asĂ te cuento bien todo lo que pasĂł despuĂ©s.