May 16

PAREDES DE PAPEL 34

Capítulo (34)
¡Toma lo tuyo!
Con un nuevo embate, su pelvis incidió con violencia en la mía,
presionando su glande en lo más profundo de mi ser.
— ¡Oh! —se me escapó una interjección, al quedarme sin aliento.
Atrapada por su cuerpo incrustándome en la pared, sentí cómo su
pubis impactaba contra mi clítoris, provocándome una eléctrica
sensación que recorrió toda mi espina dorsal, a la vez que mis nalgas
se aplastaban contra la vertical superficie.
Despatarrada sobre sus caderas, gocé de la potencia del joven
percutiendo en mi anatomía una y otra vez, con el característico
retumbar que se escuchaba como consecuencia de la rítmica
compresión de mis glúteos contra la estructura del dormitorio.
Cada poderoso impacto me producía un cúmulo de sensaciones que
sinérgicamente volvían a disparar mi libido hasta llevarme al borde del
orgasmo. Esa maravillosa herramienta masculina exigía el máximo
esfuerzo de mis músculos internos para abrazar con fiereza su grosor,
mientras su redondeado extremo me cortaba la respiración al
presionarme la matriz. Mi botón, duro como una china en el zapato,
vibraba con cada golpe pélvico en él, produciendo ondas expansivas
que colisionaban con las ondas sísmicas originadas en mi culito
sometido al aplastamiento de tan placentera prensa de carne y yeso.
Esa colisión de energías confluía con el tórrido festival de dilataciones
y contracciones de mi vagina, precipitándome inminentemente a la
liberadora explosión.
Entre acompasados martilleos a la pared, mezclados con mis jadeos e
interjecciones, pude distinguir en mi oído los bufidos de mi macho
comportándose como un toro bravo, embistiéndome sin descanso hasta
darme la gran cornada con la que su asta me desgarraría por dentro.
Pero su aguante era proporcional al tamaño de su miembro, y antes de
que alcanzara su apogeo, provocó de nuevo el mío.
— ¡Aaaahhhh…! —grité como una auténtica puta.
Completamente abierta, ensartada en esa vigorosa polla, y brutalmente
empotrada, alcancé un devastador orgasmo que hizo temblar todo mi
cuerpo mientras la cabeza me daba vueltas entre delirios de placer.
Como si fuera una exótica fruta tropical, Fer me exprimió hasta que de
mí brotó, en cálido estallido, el jugo de hembra lujuriosa que sólo él
sabía obtener, regalándole a mi cuerpo las indescriptibles e intensas
sensaciones del clímax total.
— ¡Dios, qué gozada! —exclamé, recobrando el aliento.
— Sí —asintió mi amante—, es una gozada follarte y que te corras así.
Estás para empotrarte una y otra vez… —añadió, haciéndome sentir
que su v3rga no había perdido vigor.
— ¡Joder!, ¿tú no te has corrido?
— He estado a punto de irme contigo, preciosa, pero aún me falta un
poco… A lo mejor deberías ponerle remedio, ¿no crees? —preguntó
con socarronería, a la vez que sacaba su estoque de mis carnes y me
depositaba en el suelo.
Volviendo a sentir la fuerza de la gravedad, mis piernas flaquearon un
instante, pero mantuve el equilibrio admirando cómo el erecto y
enfundado falo brillaba recubierto con mis fluidos, los cuales habían
escurrido por los muslos del muchacho delatando mi recientemente
descubierta capacidad eyaculatoria.
Sabía lo que Fernando quería de mí en ese momento, y no iba a dudar
ni un segundo en dárselo, pues era lo que yo misma anhelaba hacer.
Así que, sintiendo mi culito algo magullado por el “maltrato” recibido
contra la pared, me arrodillé ante mi adonis con las posaderas sobre los
talones, y empuñé su cetro para retirarle suavemente la goma que lo
cubría.
Él me miraba con una sonrisa perversa, disfrutando de cómo mis
hábiles dedos desenfundaban su arma mientras mi ruborizado rostro y
lasciva mirada de fuego verde declaraban, abiertamente, que yo
deseaba aquello tanto como él, siendo mi perversión aún mayor que la
suya.
Sin barreras de por medio, mis jugosos labios se posaron sobre su
glande, llegándome el intenso aroma de mis fluidos derramados sobre
su pubis mientras la enrojecida cabeza pasaba entre mis pétalos, que se
amoldaban a su forma. La suave piel del pétreo músculo se deslizó por
mi lengua, dejando un inicial regusto a látex en mis papilas que se
diluyó con saliva para permitirme disfrutar del verdadero sabor a polla,
de la que ya brotaban unas deliciosas gotas que barruntaban mi festín.
Enfebrecido por la follada que acababa de darme, el chico no estaba
para sutilezas, así que, agarrándome la cabeza con las dos manos, me
penetró la boca hasta incrustarme la punta de la lanza en la garganta.
La brusca exploración de mis tragaderas me provocó una arcada, pero
fue inmediatamente contenida al sentir un tirón de cabello con el que
la v3rga desalojó mi cavidad hasta dejarme solo el balano dentro. Fue
un breve respiro porque, inmediatamente, mi boca volvió a llenarse de
carne que chupé con ganas, succionando con mis carrillos hundidos
para acompañar el deslizamiento de la acerada barra que me penetraba
oralmente.
Una vez superado el inicial impulso de rechazo de mi garganta, tras un
par de introducciones con las que Fer ya gruñía de gusto, cedí a mi
desbordante ansia por devorarle. Mis manos se aferraron a sus
marmóreos glúteos y tiré de él, tragándome su polla hasta el fondo,
engulléndola de tal modo que la testa dilató mis profundidades para
sondear el estrecho conducto, que estranguló cuanta v3rga se alojaba
en él.
Se me hizo la boca agua, salivando de tal modo que el lubricante
fluido corría por mi barbilla y goteaba sobre mis pechos al deglutir,
con cortos movimientos de entrada y salida, cuanta virilidad fui capaz.
— ¡Diooss, Mayca…! —escuché en apenas unos segundos— ¡Me
ordeñaaass…!
Sentí el espasmo y el ligero aumento de volumen del eyaculatorio
músculo, inmediatamente seguido de la cálida sensación de un licor
escanciándose en mi faringe.
El macho tiró de mi negra melena, desalojando mi garganta para que el
glande expeliese un segundo borbotón de leche que inundó mi boca
con su ardiente y delicioso sabor.
Con la boca llena, mamé de esa impetuosa fuente, tragando el denso
elixir a la vez que un nuevo tirón de cabello hacía deslizarse la v3rga
hacia fuera, obligándome a recibir una nueva descarga con el balano
emergiendo de entre mis labios, haciendo que el blanco, y aún
abundante fluido masculino, rezumase entre ellos.
Me chupé los labios tratando de no perder ni una gota del exquisito
néctar que ya corría por mis comisuras, pero la gloriosa polución no
había concluido, así que con la punta del falo aún en contacto con mis
pétalos, recibí un nuevo chorro directamente sobre ellos.
Miré fijamente a los ojos del orgásmico informático, quien con las
mandíbulas apretadas no perdía detalle de cómo recibía su corrida, y
me relamí para él jugueteando con mi lengua para introducirme en la
boca la leche nuevamente derramada.
La polla, ya totalmente liberada y ante mi rostro, volvió a eyacular por
sorpresa, regándome la cara con un nuevo disparo que escurrió
densamente por ella.
Era la segunda vez que se corría en mi cara, resultándome obsceno y
perversamente excitante, por lo que empuñé el tremendo manubrio
para masajearlo sobre ella, de tal modo que una última erupción,
menos impetuosa y copiosa, salpicó mi cutis de blanquecinas gotas
para satisfacción de mi amante, y la mía propia.
— Qué preciosidad —comentó, sonriendo complacido.
Continuará