June 20

Siempre en mi memoria

Tiempo estimado de lectura: [ 165 min. ]

¿Puede un amor de juventud, sobrevivir en el tiempo intacto? Descúbrelo en este relato lleno de pasión, dolor e infidelidades, junto a una historia cruel de separación de sus protagonistas (+150 min.)

Recuerdo que acabábamos de entrar de lleno en el siglo XXI. Yo por entonces tenía…casi mejor no diré edades, pero todavía era un chavalín que pasaba de la niñez a la pubertad y que empezaba a despertar ante muchas cosas de la vida, incluida el sexo. Todavía no entendía por qué todas las mañanas me levantaba con el pito duro y tieso como un lápiz y hasta que no se pasaba, me costaba orinar horrores.

—Son cosas en la vida de los chicos. —Decía mi madre divertida al verme así. —No te preocupes cariño, no es nada malo, ya lo entenderás.

Vivíamos en un pueblo de León, cerca de las cuencas mineras. Mi familia la componíamos mi padre, que era ingeniero de minas, mi madre, que era geóloga, y yo, que era hijo único. Trabajaban para la misma compañía, que se dedicaba a la explotación de los recursos naturales que proporcionaban las minas.

Vivíamos en una especie de chalet inmenso que la compañía nos proporcionaba y que, al ser tan grande, lo habían dividido consiguiendo dos viviendas muy espaciosas. Como vecinos, en este caso vecinas, teníamos a Susana, la otra protagonista de esta historia y a su madre Lucía, una joven viuda a la que la mina le arrebató a su marido, sepultándolo bajo toneladas de piedras y escombros.

Realmente no lo recuerdo muy bien, es algo que está confuso en mis recuerdos, ya que era muy pequeño, pero si lo sentí como años muy difíciles y tristes y lo que si recuerdo con nitidez fue la ayuda y el apoyo que mis padres dieron a Susanita y su madre. Ahora pasado los años y ya siendo adulto, sé que esa ayuda fue vital para que esas dos personas no se derrumbasen y se viniesen abajo.

Susanita y yo desde entonces fuimos inseparables, éramos más que amigos, éramos hermanos, aunque no consanguíneos. Nos criamos juntos, jugábamos juntos y hacíamos nuestra vida uno al lado del otro.

La compañía se portó muy bien económicamente con la madre de Susi. Le ofreció la vivienda sin coste alguno y entre lo cobrado por el accidente de su marido, el seguro de vida y la pensión de viudedad, se pudo permitir el lujo de no trabajar y dedicarse de lleno al cuidado de su hija y el mío, ya que, en agradecimiento, mientras mis padres trabajaban casi todo el día, esa buena mujer se convirtió en mi segunda madre.

El vivir en ese inmenso chalet, de solo dos vecinos, que además se conocían, se llevaban bien y eran casi familia, hacia que las puertas de las viviendas permaneciesen siempre abiertas. Mi casa era una extensión de la suya, lo mismo que la suya era una extensión de la nuestra. Muchas noches y fines de semana, lo pasábamos en una casa o en la otra. Preparábamos fiestas, sesiones de películas, tardes de juegos de mesa, y en verano, días de piscina y barbacoa ya que mi padre compró una gran piscina que instaló en la parte trasera del chalet lejos de las miradas de curiosos.

Creo que hasta este momento todo parecía idílico. Era una convivencia entre vecinos y amigos. La madre de Susi no tenía tiempo de pensar en su viudedad y en su difunto marido. Un niño y una niña que se llevaban dos años eran como un terremoto, dando guerra todos los días y agotando al más paciente.

Pero en el verano del 2001, a finales del mes de junio, todo cambió de manera drástica. Susi y yo habíamos crecido, ya no éramos tan niños. Los cambios en nuestros cuerpos eran evidentes. Susi era dos años menor que yo, pero para su edad estaba muy desarrollada, demasiado desarrollada, y era muy precoz, aunque yo no lo apreciase. Para mí, mi compañera de juegos seguía siendo esa personita camorrista, picante, lanzada, agresiva y que no temía a nada, ávida de descubrir cosas nuevas. Aparte de eso era una beldad de niña, rubita, de inmensos ojos azules, cariñosa y sobre todo muy íntegra y fiel a sí misma.

Como decía ella, yo era su protector, su caballero de brillante armadura que la protegía continuamente de todo y de todos. Era quien la amparaba y defendía cuando íbamos con mis amigos y ellos protestaban por llevar a una chica, aunque estuviesen encantados de ver como se involucraba en las más absurdas peleas con piedras o palos, con las "pandillas" rivales, siempre al frente…siempre atacando. Raro era el día que no llegábamos a casa con alguna pequeña herida o rasguño y la madre de Susi se enfadaba con nosotros por no tener más cuidado.

Como comentaba en ese verano del 2001 algo cambió drásticamente y sería determinante en nuestra vida y en nuestro futuro.

Como dije, nuestras casas estaban abiertas todo el día. Mis padres siempre salían muy temprano a trabajar y a mí me dejaban durmiendo en mi cuarto, pero bajo el cuidado de la madre de Susi.

Casi todos los días, eran Susi y su madre las que venían a despertarme a una hora prudencial. Nunca me dejaban levantarme tarde, aunque a mí me encantaba y la madre de Susana la dejaba en mi cuarto, con la misión de que me despertase y me levantase.

Ese día fue como muchos otros. Escuché de lejos las risas de mi amiga y a su madre hablando con ella hasta que entraron a mi habitación:

—Buenos días Javi, vamos campeón es hora de levantarse, hay muchas cosas que hacer. Tienes que ducharte, desayunar, ir a por pan con Susana y hacer el gamberro como es vuestra costumbre, además, hace un día estupendo y os podéis bañar en la piscina. —Decía la madre de Susi con mucho ánimo.

La escuché salir de la habitación y noté como Susanita, se subía en mi cama y me zarandeaba:

—Venga Javi despierta, tienes que levantarte, es muy tarde ya.

—Joooo…estate quieta, déjame dormir un ratito más. —Protesté.

Noté como se movía mi cama, abrí un ojo y vi a Susi de rodillas mirando en una estantería los comics que tenía. Vi que tomaba uno de los muchos que había y se tumbaba boca abajo.

Ese día, como otros muchos, Susi llevaba un vestidito corto y fresco. Al tumbarse, su vestido se subió más de la cuenta dejando sus braguitas al aire. No sé si al subirse a la cama, o si ya las llevaría así, uno de los laterales de su braguita se había metido entre sus nalgas dejando la derecha al descubierto, mostrando una posadera blanca, tersa, redondita y por su aspecto, muy, muy suave.

No era la primera vez que veía el culo de Susi. Ya en alguna ocasión, después de salir de bañarnos en el rio, nos secábamos y nos cambiábamos de ropa. Mentiría si no dijese, que, aunque estuviésemos de espaldas, mi vista traviesa se iba a su cuerpo desnudo y lo recorría. Vi con nitidez su culo y su sexo lampiño, pero fue tan fugaz como breve, ya que a la velocidad de la luz retornaba a mi posición y escuchaba la voz divertida de Susanita:

—¡¡No hagas trampas Javi, no mires!! —Decía riendo Susi.

Pero esta vez, no sé por qué era diferente. La miraba con otros ojos, y no podía apartar mi vista de esa nalga desnuda. Así como estaba, metí mi mano por dentro de mi calzoncillo y acaricié mi pito, duro, que se puso más duro aún de lo que estaba. Estuve durante unos minutos así, mirando ensimismado ese culito hasta que la voz de Susana me sacó de mis perversos pensamientos:

—Vengaaaa… Javiiiii…levantaaaa. —Me conminaba Susana.

—Ya voy pesada. —Protesté molesto.

Pero al levantarme no lo pude evitar. Me incorporé me arrodillé a su lado, y besé con cariño esa nalga desnuda y perfecta.

—¿Qué haces Javi? Jijiji… —Rió nerviosamente Susi.

—Besarte el culete…voy a ducharme. —Dije bajándome de la cama rápidamente, avergonzado.

Ya en la ducha intenté tranquilizarme. Estaba sintiendo algo que nunca había sentido y no lograba identificar. Ahora que recuerdo esa sensación, era excitación, una excitación que no lograba controlar. Cuando mi micropene volvió a su estado normal, todavía no estaba desarrollado del todo, me puse mis pantalones cortos y mi camiseta y volví a mi dormitorio donde Susi seguía tumbada enseñando sus braguitas y su culo, no había hecho nada por taparse:

—Vamos a desayunar Susi, ya estoy listo. —Dije, volviendo a excitarme.

—Ay, espera que termine de leer esto. —Protestó Susana.

Como vi que no hacía nada por levantarse, y levantando sus pies los dejaba mirando al techo mientras los mecía de adelante a atrás, decidí subirme a la cama junto a ella y sentarme con la espalda pegada a la pared, mientras a mi alcance tenía ese culito que me llamaba a acariciarlo.

No sé en que estaría pensando, bueno si, en tocar esa nalga desnuda y acariciarla, y eso es lo que hice. Con miedo acerqué mi mano y con las yemas de los dedos rocé muy suavemente esa nalga de piel suave y tibia, noté como su piel se puso "chinita" momento en el que Susi me miró con una sonrisita pícara arrugando su naricilla:

—Me haces cosquillas. —Susurró de forma melosa.

Pero lejos de quitarme la mano, o molestarse por estar haciendo lo que estaba haciendo, ella volvió a su lectura. Estuve durante unos minutos con esas caricias suaves, hasta que ella, con su mano izquierda hizo que el otro lado de su braguita se metiese entre sus nalgas, quedándose como si llevara un tanga.

No me dijo nada, pero entendí perfectamente lo que deseaba de mí. Al poco mis caricias, suaves al principio, se habían convertido en un manoseo a fondo de su culo. Mi pito volvía a estar más duro que el pan de cuatro días. Tuve que meter una mano en mis calzoncillos y colocármela, del dolor que estaba experimentando y de la excitación que empezaba a apoderarse de mí.

No sabía lo que hacía, solo sabía que estaba manoseando a conciencia el precioso culo de Susi, esas nalgas suaves, que encima ella elevó coquetamente para que mis caricias fuesen más contundentes. Mis dedos ya se perdían por sitios prohibidos, haciendo que mi amiga, dejase de leer su comic y apoyase su cara en la sábana abriendo ligeramente sus piernas para que mis dedos llegasen más lejos.

No sabía decir cuánto tiempo estuvimos así. Solo sé que Susi, se había puesto de rodillas, había abierto sus piernas y elevado su culito, para que mi mano acariciase, sobase a conciencia sobre su braguita su sexo y mi dedo corazón presionase su rajita.

Susi emitía unos soniditos muy agradables que aumentaban mi excitación. Pero yo estaba experimentando algo muy nuevo que requería de algo más y no sabía que era. En mi cabeza, necesitaba meterme dentro de Susana, fundirme con ella en ese momento ¿pero cómo?

—¡¡NIÑOSSS!! ¡¡¿VAIS A DESAYUNAR…O ESPERAMOS A LA COMIDA?!! —Gritó la madre de Susi desde la puerta de su casa.

—¡¡Ya vamos mamá!! —Respondió Susana de inmediato intentando ahogar un gemido.

Nos bajamos de la cama los dos excitados, rojos como la grana por la vergüenza, pero antes de salir, Susana me paró, se puso frente a mí y besó mis labios, dejándome parado y viendo como corriendo, iba hacia la cocina de su casa.

Y ahí me quedé yo, pasmado como un espantapájaros, intentando asimilar lo que había ocurrido y lo que estaba por ocurrir. Antes de entrar en esa cocina donde me esperaban la madre de Susi, y la misma Susana, me fui al servicio, me bajé los pantalones y mi ropa interior y froté mi pene, que rabiaba de lo duro que estaba. Fueron segundos, pero noté algo increíble que ahora sé que fue mi primer orgasmo. Solté dos o tres chorros de semen, era la primera vez y me asusté, me asusté muchísimo, me limpié como pude, me puse lo más presentable posible y me fui a desayunar. Ese día lo pase, entre la excitación de estar con mi Susi, y entender lo que me estaba pasando con ella.

Llegando la noche, cenamos todos juntos en la casa de mis padres. La madre de Susi y Susana habían sido invitadas como otras muchas noches, éramos como una familia. Susi como siempre se sentó a mi lado, y como siempre, nos estuvimos "chinchando" entre risas hasta que cerca de medianoche, se fueron a su casa.

Esa noche, soñé. Soñé con Susana, su culito, sus braguitas metidas entre sus nalgas y mi mano acariciándola, frotando su sexo con la palma de mi mano y notando una humedad y un calor que no conocía, todo era nuevo para mí y estoy seguro de que para ella también.

Al día siguiente no hizo falta que viniese a despertarme. Ya cuando se fueron mis padres a trabajar estaba más que despierto, solo estaba deseando que viniese mi Susi a despertarme. Se me hizo eterno, pero llegó la hora y Susana y su madre entraron a mi cuarto a despertarme como todos los días. Y como todos los días, Susanita se quedó conmigo para que no me volviese a dormir. Pero ese día, traía unos pantaloncitos cortos y una camiseta. Se sentó en una silla y tomando la PSP se puso a jugar, como hacía muchos días, pero ese día me fastidió mucho que lo hiciese. Me levanté malhumorado, y pasé un día fatal, ya que Susana actuaba como si nada hubiese ocurrido.

Pasó algo más de una semana, en la que nada cambió. Volvimos, como siempre, a nuestros juegos y alguna que otra aventurilla con la pandilla que teníamos. De lo que pasó, no hablamos nada, ni ninguno de los dos reclamó nada. Al principio estuve enfadado con ella, pero recuerdo que se me pasó enseguida y quedó como una experiencia excitante en mi memoria y que aún recuerdo hoy en día. Pero después de ese corto periodo de tiempo, en el que pensé que ya no ocurriría nada más, pasó algo más excitante.

Acabábamos de terminar de desayunar. Todavía era temprano y hacia algo de fresco para estar en la piscina. Estaba en la casa de la madre de Susi, y cuando terminamos nos dijo que se iba al mercado, que no hiciésemos trastadas y que si salíamos le dejásemos una nota de donde nos íbamos. Recogimos nuestros desayunos, los dejamos en la pila del fregadero y nos fuimos al salón. En un principio, Susi puso la televisión, pero yo saqué de mi bolsillo la PSP y me puse a jugar. Poco tardó Susanita en interesarse más por lo que yo hacía, que por lo que estaban echando por la televisión.

—¿A que juegas? —Preguntó Susi interesada, echándose encima de mí y mirando la pantalla.

—Al Tekken. —Dije sin apartar la vista de mi PSP.

Ese día, Susana llevaba un vestidito cortísimo y muy fresquito. Su madre le había hecho dos trenzas muy bonitas que caían a mitad de su espalda dejando su fino cuello al aire y remarcando su perfecta carita:

—¿Me dejas jugar? —Me pidió Susana.

—Claro, toma. —Dije ofreciéndole la PSP.

Pero hizo algo que aun, hoy en día, me perturba. En vez de tomar la PSP, Susi se levantó y se sentó sobre mí, apoyando su culito sobre mi sexo y dejando caer sus piernas una a cada lado de mí, con lo que se quedó, expuesta y abierta de manera obscena. Apoyó su cuerpo sobre el mío y su cabecita reposó de manera delicada sobre mi hombro:

—¿Te molesto? —Preguntó con esa vocecita que embelesaba.

—N…no…¿Tú estás cómoda?

—Mucho. —Respondió moviendo ligeramente su culo sobre mí.

Desde mi posición veía los muslos infinitos y suaves de mi Susi que se perdían bajo la escasa faldita de su vestido. Si avanzaba algo mi cabeza, lograba ver a duras penas su sexo tapado por la braguita. Eso me excitó sobremanera e hizo que mi pequeño pito se irguiese como pudo dentro de mis pantalones y presionando el culete de Susana. Ahora sé lo que Susi esperaba de mí, pero era tan inmaduro, tan indeciso, que no sabía si hacer lo que mi mente me pedía a gritos:

—Javi, ¿lo estoy haciendo bien? No logro pasar la pantalla. —Me decía Susana.

Puse mis manos sobre las suyas, en una caricia, mientras mis dedos bailaban sobre los suyos, mimándonos, haciendo que el "bueno" del juego ganase al malote de turno.

Dejé caer mis manos a los lados de mi cuerpo, pero Susana agarró primero mi mano izquierda y la puso sobre su muslo suave y tibio. Luego hizo lo mismo con la derecha y siguió jugando. Pero ante mi inacción, fue ella la que con delicadeza agarró mi mano y la dejó cerca de su ingle.

Estaba claro, mi Susi me estaba pidiendo a gritos que la metiese mano y cerrando mis ojos, no me lo pensé y subí mis manos hasta sus ingles, rozando su braguita y su sexo. Susi, en clara invitación abrió aún más sus piernas, mientras se supone, jugaba sin jugar a una partida que no estaba en la PSP.

—Ahhhhhh…Javiiiii. —Gimió mi niña.

Mi mano empezó a sobar sobre la braguita, la vulva de Susana, que dejó la PSP y se centró en las sensaciones que le proporcionaba mi mano sobando su sexo. Para entonces mi pequeño pene ya estaba haciendo mucha presión sobre el culo de Susi que no paraba de mover sus caderas, hasta que agarró mi mano y la metió por dentro de sus braguitas, para que tocase sin obstáculos su vulva.

La sensación fue muy intensa. Pensé que Susi se había orinado de lo mojado que estaba. Mi dedo corazón recorría su rajita en toda su longitud hasta notar como mi dedo se metía dentro de ella para luego subir hasta rozar una especie de granito muy duro, momento en el que Susanita gemía más fuerte:

—Así…siiiiiii…ahhhhhh… — Suspiró Susi.

En ese momento noté el temblor en el cuerpo de Susana y como cerraba sus piernas con fuerza, aprisionando mi mano con ellas. Empezó a respirar muy fuerte mientras sus caderas se movían espasmódicamente y notaba en mi mano un líquido muy caliente y viscoso que salía de su sexo. Me quedé quieto, sin moverme, esperando que se tranquilizase. Mi pollita dolía a rabiar bajo la presión del culo de Susi, pero mentiría si no confesase como me gustaba sentir su culo frotándose sobre mí.

—Me…me ha gustado mucho Javi…más que lo del otro día en tu cuarto. —Comentó Susi.

Nos quedamos callado los dos. Susana volvió a abrir sus piernas y poniendo su mano sobre la mía, la acarició con suavidad y cariño. Empecé a mover de nuevo mi dedo sobre su rajita, pero ella me detuvo inmediatamente.

—Ahhhh…no, no hagas eso ahora es muy molesto.

Dejé mi mano quieta, solo acaparando su vulva como si fuese su braguita. Sus dedos acariciaban el dorso de mi mano con suavidad:

—¿Eso que noto tan duro en mi culo es…es tu "cosa"? —Preguntó Susana.

—Si Susi, es mi pito, y me duele horrores. —Dije agobiado.

—Perdona Javi, —dijo Susana poniéndose en pie rápidamente, —no quería hacerte daño.

Metí mi mano entre mi ropa interior e intenté colocarme lo mejor posible mi dolorida "cosa". El contacto con mi mano provocó un estremecimiento en mí. Cuando miré para abajo y vi mis pantalones supe que tendría que cambiarlos, estaban muy mojados del "pis" de Susi.

—¿Me la enseñas? —Me pidió.

—¡¡NOOOO!! ¡¡COMO CREES!! —Respondí avergonzado.

—Bueno, yo te he dejado tocar lo mío y míralo. —Dijo bajando sus braguitas y mostrándome su sexo.

—Ya Susi, pero no es lo mismo.

—¿Qué no es lo mismo? Jo, yo quiero vértela.

En ese momento escuchamos como se abría la cancela de la entrada, síntoma de que la madre de Susi, dentro de nada entraría en casa.

—Salvado por la campana, pero mañana me la enseñas. —Dijo Susi como un ultimátum subiéndose sus braguitas.

En ese momento, entró la madre de Susi y nos miró a los dos acusadoramente:

—¿Qué estabais haciendo? Algo malo seguro, par de trastos, ¿Susi por qué estás tan colorada? ¿Y tú Javi? ¿Por qué tienes mojados los pantalones? ¿Y que es este olor tan raro por Dios? —Preguntó la madre de Susana en tropel.

—Es…es que Susi me estaba persiguiendo con un vaso de agua y me lo ha tirado encima. —Comenté con lo primero que se me ocurrió.

—Anda Javi, vete a cambiar a tu casa, y tú Susi, tráeme el ambientador, a ver si desaparece este olor tan raro. —Pidió su madre.

Hice lo que me pidió. Me fui a mi casa y ya en mi habitación me desnudé de cintura para abajo, mis calzoncillos también estaban mojados. Mi pollita estaba algo flácida, pero la curiosidad me venció y acercando mis pantalones mojados a mi nariz, aspiré su aroma con algo de reticencia pensando que olería a pis, pero no, era un olor penetrante, diferente y muy excitante que hizo que mi sexo se irguiese de nuevo dolorosamente.

Con esa prenda en mi nariz, aspirando las feromonas de Susi mi mano bajó a mi sexo y empecé a masturbarme, recordando mi mano acariciando su rajita. Noté mi excitación, las sensaciones que tenía cuando tocaba a Susana, su olor, la suavidad de su piel…

—Susi…mi amor. —Gemí empezando a correrme.

Esta vez no me asusté. Disfruté de todos y cada uno de los latigazos de semen que mi pequeño miembro expulsó. Cerré mis ojos y recordé mi dedo recorriendo la vulva de Susanita y como me gustaría tenerla a mi lado ahora mismo.

—Wow…Javi…ha sido alucinante. —Dijo Susana desde el marco de la puerta, viniendo hacia mí.

—¡¡SUSANA!! Des…desde cuando… yo, osea…¡¡UFFF!! Que fuerte. —Exclamé avergonzado.

—¿Ha sido por mí? —Preguntó Susi ilusionada.

A quien quería engañar. A estas alturas suspiraba por mi Susi, deseaba estar con ella, tocarla, que me tocase, ser parte de ella. Ahora siendo adulto lo sé, estaba enamorado por primera vez en mi vida de una persona maravillosa, aunque en ese momento no lo identificase así o no supiese explicarlo.

Vi como Susana se acercaba a mí y se ponía a mi lado mientras me miraba con cariño, besaba mi mejilla y con delicadeza apartaba mi mano de mi miembro babeante y lo agarraba con la suya. Su tacto, fue un calambrazo de alta tensión y escuché como me lo preguntaba de nuevo:

—Dime Javi, ¿estas así por mí?

—Dioooos…siiiiiii…no lo puedo evitar. —Gemí.

Susana, se puso frente a mí, y juntó sus labios con los míos, pero por primera vez noté como su lengua pugnaba por meterse dentro de mi boca. Separé mis labios y su lengua se metió dentro de mi boca y cuando salía, mi lengua iba a buscarla con desesperación a la suya. No sé si fue un buen beso, fue nuestro primer beso con lengua y a mí me fascinó, y por la cara de Susi cuando nos separamos, creo que también.

—Yo también te quiero, más de lo que imaginas. Sin ti me moriría de pena. —Confesó Susi.

Su mano seguía agarrando mi colita, acariciándola con suavidad y pasando suavemente las yemas de sus dedos por mis huevos, dándome un placer enorme hasta que al cabo de los minutos no aguante más:

—Susiii…voy a…me voy a…a…AHHHHHH.

Por suerte Susi tuvo el tiempo suficiente de apartarse mientras mi colilla escupía semen como si no costase. No me había dado cuenta, pero mi mano se había metido bajo su vestido y amasaba su culo con gula:

—Había oído que los hombres echabais esto por vuestra cosa, pero ha sido mejor verlo, que oírlo decir. —Dijo Susi, soltando mi miembro y levantando su mano para ver restos de mi corrida caer desde su manita. —¡Aggggg! Que asco, parecen mocos.

—Bueno, —dije fatigado, —tú por ahí, —dije señalando su entrepierna, —echas algo parecido.

—Eso nos pasa a las chicas, cuando nos corremos, lo mismo que te ha pasado a ti cuando te has corrido. —Comentó Susana.

—¿Correrse? —Pregunté sorprendido.

—Venga Javi, ¿no me digas que no lo has escuchado? Correrse, tener un orgasmo, eso significa. Anda vístete, mi madre se va a mosquear si no aparecemos.

Como dije, Susana era muy precoz para la edad que tenía, y por supuesto, me daba cien vueltas en muchas cosas y una de esas cosas era el sexo. Se quedó mirándome mientras me ponía unos calzoncillos nuevos y unos pantalones de deporte:

—Me gusta tu pene, me encanta y es mío.

—¿Y esto? —Dije tocando su sexo. —¿Esto es mío?

—Claro que si tonto, tuyo para siempre.

Ese comentario me hace esbozar una sonrisa recordándolo. Éramos demasiado jóvenes, idealistas y nos prometíamos cosas que de seguro no podríamos cumplir, como así ocurrió.

Recuerdo ese día con nitidez ya que Susanita se pegó a mí y todo el rato quería besos y que la abrazase. Debíamos tener cuidado con su madre ya que nos podía pillar en cualquier momento, pero por suerte fuimos cautos, no hicimos nada fuera de lo normal, con lo que su madre no sospechó nada.

Esa noche me costó dormirme pensando en todo lo que había pasado. Estaba excitado y solo quería estar con mi Susi y poder tocarla, besarla y abrazarla como había hecho, la tenía a pocos metros de mí, solo era cuestión de levantarme con sigilo, cruzar a su casa y entrar a su habitación, meterme en su cama y hacer de todo con ella. Empecé a urdir mi plan de escape de mi casa y el asalto a la cama de Susi, pero entre medias intentando mejorar mi técnica, me quedé dormido, solo un beso me despertó, como en los cuentos:

—Buenos días Javi, ¿has dormido bien?

—¡¡SUSI!! ¡¡TU MADRE NOS VA A VER!! —Exclamé aún dormido.

—Tranquilo, mi madre ha salido a hacer unos recados y volverá a la hora de la comida. Me ha dicho que te despierte, desayunemos y no hagamos nada malo…pero yo solo pienso en hacer de todo contigo. —Confesó Susanita con picardía.

Cuando conseguí abrir mis ojos y enfocar la preciosa cara de esa niña, una gran sonrisa se dibujó en mi cara.

—Esta noche he soñado contigo. —Atiné a decir con una sonrisa bobalicona.

—¿En serio? —Preguntó ilusionada. — Tengo algo para ti.

—Si, ¿el qué?

Susana se alejó de mi cama y se plantó en medio de la habitación. Mis ojos se abrieron como platos, estaba, estaba preciosa. Una faldita plisada que apenas lograba tapar su sexo y su culo y una camiseta tan ajustada a su cuerpo que dejaba adivinar sus incipientes tetitas y unos pezones que iban a traspasar la tela.

—¿Te gusta? Me he vestido así para ti. —Confesó Susana con coquetería.

—Dios, estas preciosa. —Atiné a decir embobado.

—Pues hay algo más. —Dijo con picardía.

Diciendo esto se quitó la camiseta dejándome ver esos pezones, pequeños, rosaditos e inhiestos. Me miró de una manera que me enamoró y subiéndose a mi cama, y apoyando su espalda en la librería que estaba a mis pies, flexionó sus piernas y las abrió, mostrándome su sexo, libre de braguitas. Con sus manos abrió sus labios mostrándome su interior, brillante, rosadito. Creo que Susana me estaba regalando el mejor de los presentes. No podía apartar la vista de esa preciosidad que poseía entre las piernas y me lo preguntó:

—¿Te gusta?

Esa mañana, los dos desnudos en mi cama, nos metimos mano como dementes y nos corrimos infinidad de veces. Pero éramos tan inocentes que ni se nos pasaba por la cabeza la penetración y es lo que nuestros cuerpos nos pedían a gritos sin saberlo nosotros.

A partir de ese día, nuestros encuentros ganaron en excitación. Todos los días descubríamos cosas nuevas y ya no nos cortábamos en demostrarnos nuestro deseo. Todavía me acuerdo de ese día que por vez primera me comí el coñito de Susana y ella me hizo mi primera mamada.

Jugábamos a médicos y enfermeras. Susana haciendo de paciente me decía que le picaba mucho "ahí" abierta de piernas y mostrándome su coñito. Su olor me estaba nublando los sentidos, y el deseo me pudo. Acerqué mi boca a su sexo y mis labios empezaron a besarla, para seguidamente sacar mi lengua y devorar ese manjar.

Los gemidos de Susi y como se corrió en mi boca me hizo desearla aún más. Cuando cambiamos los papeles y yo era el paciente, según ella me tenía que dar un tratamiento de choque, debido a la inflamación que tenía en mi polla y que no remitía. Fue increíble sentir sus labios, la humedad de su boca y sus dientes raspando mi glande. Fue mi primera mamada y además de la personita que más quería, pero lo más increíble fue que avisé que me iba a correr y ella no quiso parar ni apartarse. Aunque insistí en quitarla, al final exploté en su boca y la pobre mía se atragantó, debido a la corrida tan abundante que inundó su boca.

Cuando nos tranquilizamos y Susi dejó de toser, me miró desafiante y con audacia:

—Si tú te tragas mi corrida, yo me trago la tuya. —Dijo aun colorada y con determinación.

Esa era mi Susi. Nunca se amedrentaba ante nada y nuca decía no a un reto, y por lo que parecía, yo era su reto y quería probar sus límites. Ese verano creo que fue el mejor de mi vida. Siendo como era, un chavalín, creo que era de los pocos afortunados que, a tan corta edad, tenía el privilegio de tener una amiga que deseaba experimentar como yo cosas de "mayores".

Lo que un principio era como un juego, descubriendo nuestros cuerpos, pronto se convirtió en algo más y los sentimientos hicieron acto de presencia. Quiero dejar claro que a Susana la quería, como dije era como mi hermana, nos habíamos criado juntos, crecido juntos, íbamos al colegio juntos…pero ahora había descubierto una nueva faceta de ella y me tenía confuso, por que deseaba estar con ella a todas horas, besarla y abrazarla y sobre todo, acariciar su cuerpo. Como se podría llamar a eso, ¿amor? ¿Deseo? Pronto lo descubriría de la manera más surrealista.

Recuerdo que habíamos quedado con la pandilla para ir a nuestra charca a bañarnos. Decíamos que era nuestra charca, porque nosotros la habíamos creado en el rio, habíamos hecho a base de colocar piedras, una pequeña represa, grande y ligeramente profunda, pero que dejaba fluir el rio sin problema. Pero cuando llegamos, la pandilla rival de toda nuestra vida quería hacerse con el control de nuestro pequeño paraíso, cosa que no íbamos a permitir sin luchar.

Como siempre fue Susana la que, agarrando la primera piedra, la lanzó a la otra orilla dando en un hombro a uno de los "enemigos" que llorando de dolor se retiró a la retaguardia:

—¡¡SI PENSÁIS QUE VAIS A LLEGAR Y QUEDAROS CON NUESTRA CHARCA, LO LLEVÁIS CLARO…MAMARRACHOS!! ¡¡LARGO DE AQUÍ!! —Gritó Susana lanzando su segunda piedra que esta vez no acertó en nadie.

A raíz de esto, piedras y palos, cruzaron de una orilla a otra. Nuestra ventaja es que teníamos más sitio para protegernos, pero solo éramos seis, mientras que ellos eran diez. Aun así, nuestra puntería era claramente mejor, y ya veíamos los estragos que estábamos causando en las filas enemigas, aunque nosotros no es que estuviésemos mejor:

—No podemos seguir así, —dijo Susi,— tenemos que hacer algo y rápido, así no aguantaremos mucho más.

—¿Has pensado algo? —Pregunté lanzando otra piedra.

—Si, voy a subir rio arriba, lo voy a cruzar y los voy a atacar por la espalda. Cuando se den cuenta, vosotros cruzáis rápidamente a la otra orilla y les damos lo suyo.

Aunque intenté disuadirla, ya que era una locura, Susana agachada y protegida por la maleza, se retiró rio arriba para llevar a cabo su plan. Aunque estábamos agotados por tanta lucha, intentamos distraerlos para que no se percatasen de nuestra jugada, pero uno de nuestros rivales, uno que era más mayor, se percató de la jugada y esperó a Susi. Yo solo pude oír sus gritos pidiendo ayuda y por Dios juro que en ese momento sentí un pánico horrible por si la perdía.

Creo que me volví loco de angustia y ahora, después de los años sé que era una tontería, cosas de críos, pero en ese momento mi vida era Susi y sin ella me moriría, y en ese momento supe, que por ella mataría si hacía falta…la amaba.

No quiero aburriros con muchos detalles que están difusos en mi cabeza después de tantos años, pero sí sé que saqué valor de no sé dónde y fui a por mi amada. Sabía que no estaría lejos de esos capullos y al final la encontré, escondida entre la maleza, maniatada con cables, pero lo que más me dolió fue verla desnuda de cintura para abajo.

Ya que nos íbamos a bañar, Susi llevaba su bikini puesto. El capullo que la descubrió la llevó a otro sitio, y la inmovilizó con esos cables, y para que no gritase, le quitó la braguita de su bikini, rompiéndosela y metiéndosela en la boca:

—¡¡SUSI!! —Susurré con énfasis.

Ella me miró de una manera que nunca olvidaré, y dándome prisa le quité su braguita del bikini de la boca y me deshice de sus ligaduras. Según se sintió libre, Susi me abrazó con fuerza, y me besó hasta dejarme sin aire:

—Has…has venido a por mí. —Susurró sin creérselo.

—¿Acaso lo dudabas? —Dije haciéndome el valiente. —Eres mi chica y siempre estaré a tu lado.

Vi la emoción y el brillo de sus ojos. Le había confesado que era mi chica y eso casi nos convertía en novios…Ahhh…bendita inocencia. En ese momento, fui consciente que querría pasar el resto de mi vida con mi Susi…inocente.

Por desgracia, el animal que la atrapó rompió la braguita de su bikini, con lo que no podía presentarse medio desnuda. Como llevaba mi mochila, y dentro tenía una muda para cambiarme, me quité mi traje de baño y se lo ofrecí a Susi. Yo me puse mi ropa interior y unos pantalones cortos y después de hablarlo, nos fuimos a por esos capullos, que no se esperaban a dos chicos a sus espaldas.

La paliza que les dimos fue humillante. Recuperamos nuestra querida charca y les amenazamos diciéndoles que no queríamos verlos en nuestros dominios, que el rio era muy grande y se buscasen su propia charca. Pero tengo que decir que Susana se ensañó con el chaval que la atrapó. Le molió a palos y para terminar le dio una patada en los huevos que nos dolió a todos los chicos.

—¡¡ESTO POR LO QUE ME HAS HECHO!! —Le gritó Susi. Y dándole otra patada en su estómago,— y esto por meter tu dedo donde no debes…Mamonazo. —Le dijo casi en un susurro.

Dejamos a esos perdedores, solos, derrotados, ensangrentados y retorciéndose de dolor. Pero en mi cabeza resonaba lo último que había dicho al chaval que la atrapó y se lo pregunté:

—¿Qué te ha hecho ese desgraciado? —Pregunté asustado.

—Cuando me ha quitado la braguita del bikini, y me ha inmovilizado, ha pasado su dedo por ahí, —dijo señalando su sexo,— y me lo ha metido, haciéndome mucho daño.

—Será…será…—Repetí indignado.— Se va a enterar ese capullo, ahora verás. —Dije yéndome hacia él.

—No Javi, déjalo, será más humillante para ese bicho, el saber que una chica, más pequeña que él, le ha dado una paliza y además delante de sus amigos.

Al final se nos hizo tarde y no pudimos disfrutar de nuestra charca, mañana sería otro día. Hasta que llegamos a casa Susi no me soltó la mano y me miraba de una forma muy amorosa. Fue complicado, cuando llegamos, explicar por qué llegábamos con alguna herida, raspados, y lo más preocupante, por qué Susi llegaba sin las braguitas de su bikini.

Su madre se enfadó bastante cuando le contamos lo que había pasado, omitiendo el desagradable momento en el que el estúpido ese acarició su sexo con su dedo. Ciertamente se me ponía mal cuerpo al pensar que hubiese podido ocurrir, si no hubiésemos "ganado" esa batalla y yo no me hubiese armado de valor al ir a por ella y rescatarla. Pero por otra parte se sintió orgullosa de mí, al saber cómo había protegido a su niña.

Esa noche, como era habitual entre nosotros, cenamos todos juntos. La madre de Susi, mis padres, Susi y yo. Pero esa noche, cenando no nos chinchamos como era habitual entre nosotros. Veíamos a nuestros padres hablando entre ellos y riendo y Susi y yo en nuestro mundo, acariciándonos y mirándonos de una manera como nunca lo habíamos hecho:

—Esta noche me paso por tu cuarto, espérame. —Me dijo Susi.

—¡¡Estas loca!! Se van a dar cuenta. —Respondí preocupado.

—No, lo tengo todo pensado. —Respondió Susana con seguridad.

Eso es algo que admiraba de mi Susi. Lo que se proponía lo conseguía. Era autosuficiente y no necesitaba de nadie para llevar a cabo lo que deseaba, y esa noche, deseaba con todas sus fuerzas estar conmigo.

Cuando me acosté, sabía lo que iba a pasar. Aun con algo de miedo por si nos descubrían, me metí en la cama desnudo, esperando a mi chica, al gran amor de mi vida.

No sé qué hora sería, pero me quedé dormido esperando. En mis sueños noté algo suave y cálido besando mis labios, enseguida pensé en Susi y en sueños la nombré. Pero la sensación era muy intensa y terminé abriendo mis ojos, encontrándome con la bella carita de mi Susi a escasos centímetros de mí.

—Estas monísimo cuando duermes. —Me confesó Susana.

Cuando terminó de decir esto, se quitó su camiseta quedándose completamente desnuda para mí, se subió a la cama, y quitando la sábana que cubría mi cuerpo, se puso a horcajadas sobre mi frotando su húmedo sexo contra mi pene.

Mis manos se aferraron a su culo, sobándoselo, acariciando su anito y la entrada de su vagina mientras que mis labios se apoderaban de sus pezones y los chupaban con gula oyendo los gemidos ahogados de Susana, notando como sus caderas se movían más rápido sobre mi pequeño pene empapándolo con sus juguitos. Estuvimos así unos minutos, hasta que Susi decidió hacer algo nuevo. Elevó algo sus caderas y agarrando mi pene, empezó a pasarlo por toda su rajita, empapándolo aún más y centrando sus caricias sobre ese granito duro que más tarde me enteraría que era su clítoris y corriéndose un par de veces haciendo eso.

—¿Te gustaría follarme Javi? —Susurró excitada Susana.

—Dioooos…siiiiiii… —Gemí aún más excitado que ella.

Uffff…iba a ser mi primera relación sexual, iba a follar con una chica. Susanita agarró mi polla, la dejó en la entrada de su coñito, y se dejó caer un poco entrando solo la puntita. Pero mis nervios y mi excitación jugaron en mi contra. Fue sentir su calor abrasador en mi glande, lo apretado de su vaginita y me vine como lo que era, un primerizo sin experiencia. Ahora lo recuerdo y todavía siento escalofríos. Lo hicimos sin protección y aunque no fue una penetración completa, eyaculé en su interior y aunque Susi todavía tenía ausencia de periodo, si podía quedar embarazada. Se que esa primera vez para los dos, no fue la mejor, pero perfeccionaríamos con el tiempo.

El día, o mejor dicho, la noche que cambió todo entre nosotros, fue cuando mis padres y la madre de Susi organizaron una barbacoa nocturna. Todo fue muy divertido, Susi y yo como siempre juntos y nuestros padres a lo suyo. La noche transcurrió normal hasta que Susana y yo, ya agotados, nos fuimos al salón y nos tumbamos en el sofá quedándonos dormidos.

No sé qué hora sería, pero me desperté en mi habitación. Ni idea de cómo había llegado, pero vi durmiendo en la cama supletoria junto a la mía a Susi. Me quedé embobado mirando su dulce carita. Tenía sed, así que me levanté y me fui a la cocina a por un vaso de agua fría. Pero cuando iba de nuevo a mi habitación, vi que la puerta de la habitación de mis padres estaba abierta y ellos siempre la cerraban cuando se iban a dormir. Me acerqué con cautela y vi que dentro no había nadie y eso me preocupó, entonces escuché algo, no sé si una risa o un grito, pero que provenía de la casa de Susi.

Me fui en silencio hacia su casa. La puerta de la entrada no estaba cerrada del todo, con lo que sin hacer ruido me metí dentro y ya escuchaba con más claridad un rítmico… PLAS, PLAS, PLAS… Me acerqué a la puerta de donde provenía ese sonido y entonces escuché a mi madre:

—Eso cariño, fóllate a esta puta y llénala de leche.

La puerta de la habitación de la madre de Susana estaba entornada y se veía lo que ocurría en su interior.

Sobre la cama de matrimonio, estaban desnudos, mi padre, mi madre y la madre de Susi. La madre de Susana en cuatro recibía los envites de mi padre, gimiendo y moviendo su culazo, mientras mi madre abría sus nalgas y metía su lengua en su culo.

La impresión que me llevé fue mayúscula, tan mayúscula como excitante al ver por primera vez la inmensa polla de mi padre entrando y saliendo del coño de la madre de Susana, que gemía presa del placer que le estaban proporcionando mis padres.

Fue inevitable el que metiese mi mano por dentro de mi slip, y frotase mi pene, durísimo en esos momentos. Estuve observando fascinado como mi padre daba placer a una mujer, su cara de lujuria lo decía todo hasta que, en un gruñido bronco, se agarró de las caderas de esa hembra y clavando su polla en lo más hondo de su coño empezó a correrse, momento en el que la madre de Susi, tapando su boca, gritaba su orgasmo también.

No sé cuánto tiempo llevaba mirando como un vulgar voyeur. Mi padre se había corrido dentro del coño de la madre de Susi, se había follado a mi madre y le había arrancado dos orgasmos más y después de descansar y recuperar fuerzas, oí algo que me dejó perplejo saliendo de la boca de la madre de Susi:

—Fóllame el culo. —Pidió, poniéndose en cuatro de nuevo y ofreciéndose a mi padre que volvía a tener una erección de caballo. —Cariño, pásame el lubricante. —Pidió a mi madre

En ese momento escuché un ruido detrás de mí y cuando me giré para ver qué es lo que era me encontré a Susi, viniendo de puntillas vestida únicamente con unas braguitas. Enseguida llevé mi dedo índice a mis labios para indicarle que no hiciese ruido.

—¿Qué pasa Javi? ¿Qué haces aquí? —Murmuró casi inaudiblemente

—Son nuestros padres, están…están…

—¡¡Están!!, ¿están, qué? Javi, ¿qué hacen?

—Follar Susi, están follando. —Le dije susurrándoselo en su oído.

Susana me miró con los ojos muy abiertos, mientras sin dejar de mirarme, se ponía delante de mí y miraba a través de la rendija de la puerta. Ella se inclinó algo, sacando su culo para que yo pudiese ver también. En ese momento mi padre empezaba a meter su polla en el culo de la madre de Susi, y ella se giró mirándome muy sorprendida:

—¡¡SE LA ESTÁ METIENDO POR EL CULO!! —Musitó Susi muy sorprendida.

Yo solo asentí, viendo como el pollón de mi padre abría el culo de la madre de Susi y esta, excitada movía sus caderas provocativamente para que entrase hasta el fondo. Supimos que le había entrado hasta el fondo por el comentario de la madre de Susi…

—Ahhhh…noto tus huevos en mi coñoooo…la tengo hasta el estómago…

Mi padre empezó a follar ese culo con fuerza, haciendo gemir a la madre de Susi, que se tapaba la boca para poder casi gritar de gusto. Mi madre hizo algo parecido. Se dio ese lubricante en el culo y se puso en cuatro al lado de la madre de Susi y mi padre al verlo empezó a alternar follándose por el culo a mi madre para al poco, sacarla, y follarse el culo de la madre de Susi.

Fue inevitable que pegase mi cuerpo al cuerpo de Susana que excitada miraba todo lo que pasaba en esa cama. Mi polla estaba pegada a su culo, y veía como una mano suya había desaparecido entre sus piernas para acariciarse su coñito. Entonces, viendo la excitación de los dos, bajé sus braguitas, hasta que ella con un pequeño movimiento de sus pies se deshizo de ellas y abrió sus piernas. Yo a su vez me quité mi slip y abriendo los cachetes del culo de Susi, encajé mi polla entre ellos y agarrándola de sus caderas empecé a masturbarme con su culo.

Susi movía sus caderas de arriba a abajo ayudándome. Mis manos se fueron a sus incipientes tetitas y agarrando sus pezones empecé a excitarlos y acariciarlos. Noté como Susana empezaba a respirar más fuerte y a agitarse, y yo con todos los estímulos que estaba teniendo, no pude evitar correrme sobre la espalda y el culo de Susi, que al notar mi semen caliente saliendo de mí, se corrió, teniéndola que sujetar por el temblor de sus piernas.

En ningún momento dejamos de mirar lo que hacían nuestros padres. Aún hoy en día, después de tantos años, no me explico de donde sacaba mi padre la vitalidad y el poder de recuperación para satisfacer a esas dos lobas hambrientas de sexo, imagino, que de alguna pastillita milagrosa.

Pero volvamos al recuerdo imborrable de aquella noche.

Después de habernos corrido Susi y yo, mi querida Susanita se separó un poco de mí y con su manita aun metida entre sus piernas, la llevó hasta mis huevos acariciándolos con mimo, para seguidamente agarrar mi polla durísima todavía y dejarla entre sus muslos y apoyada en su vulva.

—Haz como si me follases… —Me pidió.

Eso hice mientras veía como mi padre se ponía encima de mi madre y se la metía hasta los mismísimos huevos mientras aullaba de gusto besando a mi padre para que no se oyeran sus gritos.

Yo seguía "follándome" a Susi, sintiendo como empapaba mi polla con sus juguitos. El roce era intenso sobre su clítoris y mi glande abría sus labios empapados hasta que ocurrió lo inevitable. Mis movimientos eran intensos y golpeaba con fuerza el culo de mi amiga, hasta que, en una de estas embestidas, la naturaleza alineó mi polla con la entrada de su vagina, y como mi padre, se la metí hasta los mismísimos huevos.

La sensación fue increíble para mí, pero creo que no tanto para ella. Noté su tensión, se incorporó y mordió su mano para no gritar. Me fui a salir de su interior, pero ella me lo impidió:

—¡¡NO!! —Susurró con énfasis. —No te salgas ahora, espera. —Me pidió.

La follada de nuestros padres para mi pasó a un segundo plano. Aunque los escuchaba gozar, me estaba centrando en mis propias sensaciones, al estar mi polla metida en la vagina de Susi. Notaba como palpitaba, como apretaba mi falo, su calor abrasador, su suavidad, su humedad…pasados unos minutos, noté como Susi empezaba a mover sus caderas de forma delicada y escuché un gemido ahogado procedente de su garganta:

—¡¡Ahhhh!!…Javiiiii…estas dentro de miiiiii…

Lo que ocurría en esa cama dejó de ser interesante para nosotros. Susi volvió a inclinarse apoyándose en la pared y dejando su cuerpo en ángulo de noventa grados. Fue ella la que empezó a follarse mientras mis manos acariciaban su espalda, sus tetitas y se aferraban a sus caderas para hacer más intensa la penetración.

—Javi…Javiiiii…

Susi y yo nos corrimos casi a la vez. Los espasmos de los músculos de su joven vagina recién estrenada fueron devastadores para mí y mi poco aguante, y sin posibilidad de tener más resistencia, me corrí abundantemente dentro de ella, lanzando chorros y chorros de semen dentro de su tierno útero.

Cuando recuperamos nuestras respiraciones, me salí del interior de mi Susi. Ella se incorporó, y dándose la vuelta me besó con mucho cariño. Cuando terminó el beso, acarició mi cara y me susurró en mi oído.

—Vamos a nuestro cuarto mi amor.

Era la primera vez que Susana me decía "mi amor" y a mí me sonó a música celestial. Recogimos nuestra ropa interior y limpiamos con ella lo que habíamos manchado. Susana agarró mi mano y sin importarnos lo que ocurría en ese dormitorio, nos fuimos a mi habitación. Antes nos pasamos por la ducha donde nos lavamos bien mutuamente y Susi me dejó listo para un nuevo asalto.

Según llegamos a mi cama, Susi se tumbó, se abrió bien de piernas, me puse entre ellas, y agarrando mi polla, la dejó de nuevo a la entrada de su coñito, solo me dejé caer, con un gemido prolongado de mi chica que se abrazó con fuerza a mí, mientras empezaba a bombear como un pistón revolucionado en su coñito.

Perdí la noción del tiempo, estaba con la personita que más amaba y haciendo algo que ni en mis mejores sueños hubiese pensado. Susana se corrió infinidad de veces y yo por lógica, empecé a tener más aguante y más control. Me corrí tres veces más dentro del coñito de Susi…sin pensar en lo que podría ocurrir. De hecho, es que ni se nos pasaba por la cabeza, así de irresponsables éramos.

El resto de la noche y parte de la mañana dormimos juntos, los dos abrazados y desnudos. Cuando nos despertamos, cerca de las diez de la mañana, todo estaba en silencio. Fui yo quien me levanté e indagué un poco. Mis padres dormían en su cuarto, y pasando a casa de Susana vi a su madre en la cama profundamente dormida. Con cuidado, pasé al cuarto de Susi y tomé unas braguitas limpias de su cajón. Cuando llegué de nuevo a mi cuarto, Susi me esperaba impaciente en mi cama. Según llegué, no hubo que decir nada, me tumbé a su lado, ella se subió a horcajadas encima de mí, acarició mi polla con su coñito babosito, y colocándosela se dejó caer volviendo a follar o ¿hacer el amor?

Si, ese fue el mejor verano de mi vida. Follamos como condenados, todos los días, tres, cuatro, hasta cinco veces. En mi casa, en su casa, en la piscina, en nuestra charca, no podía dejar de hacerlo con ella y ella me lo pedía a todas horas, me buscaba, me tenía excitado y duro en todo momento y la que yo creía que era una polla pequeñita, la satisfacía, ¡y de qué manera!

Su postura favorita era cabalgándome, mientras mi polla entraba y salía de su coñito, le comía las tetas y amasaba su culito mientras un dedo mío jugaba con su anito…por Dios que recuerdos…si, desde luego que sí, fue el mejor verano de mi vida…y por suerte no ocurrió una desgracia y no se quedó embarazada ya que no pusimos ningún medio y todas mis corridas terminaron dentro de ella.

Pero algo horrible iba a ocurrir sin yo saberlo. Algo que me separaría de mi amor cientos y cientos de kilómetros. La empresa para la que trabajaban mis padres decidió trasladarles a las minas de Rio Tinto en la provincia de Huelva. Mis padres no me quisieron decir nada, pero lo sabían desde antes del verano. De hecho, ya tenían casa allí, que por supuesto les había proporcionado la compañía y a mí ya me habían hecho el traslado de expediente y buscado un nuevo instituto.

El día que nos fuimos, ese día lo he intentado borrar de mi mente por lo espantoso que fue. Creo que no se puede expresar con palabras, ese sentimiento tan pavoroso, al saber que, sin remisión, te separan de tu amor. Un dolor espantoso en el pecho que te dejaba sin aire, mis lágrimas y las de Susi mezclándose en un abrazo infinito, nuestros padres llorando y ya sin posibilidad de continuación montándonos en nuestro coche e iniciando la marcha. Bajé la ventanilla y Susi vino corriendo y me besó:

—No sé cómo lo voy a hacer, pero voy a venir a por ti. Te quiero Susi.

—Te quiero mi amor. —Se despidió Susi llorando, momento en el que el coche iniciaba la marcha.

Mis padres no me preguntaron, ni hicieron mención sobre ese abrazo infinito que nos dimos Susana y yo y el posterior beso en los labios. Las casi ocho horas de viaje, me las pasé llorando sin consuelo. Mis padres intentaban animarme y mi madre me abrazaba contra ella para consolarme, pero también notaba su tristeza y su congoja.

Ese primer año fue, sin duda a equivocarme, el peor de mi vida. Solo hacía que pensar en Susana, en sus besos, en su cariño, en su cuerpo. Su recuerdo acudía a mi todas las noches y era inevitable el excitarme y terminar por masturbarme pensando en ella. En el instituto iba muy mal, no tenía motivación alguna y nada más que suspendía asignaturas. Entré en una depresión muy fuerte y mis padres asustados me llevaron al médico ya que casi no comía y me estaba quedando en los huesos.

Pero algo en mi cambió. Una noche que terminé de ducharme y me vi en el espejo, me asusté de lo demacrado y delgado que estaba. Me asusté cuando fui consciente de cómo me había abandonado y tomé la determinación de alcanzar unas metas, para que cuando me viese de nuevo mi amor, estuviese orgullosa de mí.

Esas metas que me impuse me hicieron soportar mi depresión. Lo primero que hice fue enfocar todo mi esfuerzo en sacar el curso, seriamente dañado por mi dejadez y mi apatía. Luego en recuperar mi aspecto físico, el llevar una buena dieta y el hacer mucho ejercicio me ayudarían.

Y eso hice. Fue una rutina que hizo que sobrellevase mejor la pena que sentía al no poder estar con mi chica. Todas las semanas hablábamos por teléfono, pero no era lo mismo. Estábamos casi una hora contándonos de todo y recordando todo lo que hicimos y lo que lo echábamos de menos, incluso llegamos a tener sexo telefónico…pero no era lo mismo.

Por suerte para mí, logré sacar el curso por los pelos, pero pasé limpio al siguiente curso. De hecho, gané un diploma a la progresión tan positiva que tuve durante el curso. Luego el marcarme una rutina de ejercicios y el alimentarme bien, hizo que ganase peso y empezase a tener un cuerpo bastante atractivo aun siendo tan joven. Mis padres respiraron aliviados tras el episodio de depresión que tuve, y una gran noticia, hizo que la alegría se instalase en mí.

Mis padres alquilaron un chalet en primera línea de playa en Punta Umbría (Huelva) y lo mejor, Susi y su madre pasarían todo el mes de agosto con nosotros, de vacaciones y de nuevo volvería a tener a mi amor conmigo.

No os voy a engañar. Según tuve frente a mí a Susanita, más guapa que nunca, nos abrazamos y lloramos de felicidad. Teníamos un mes por delante y muchas cosas que contarnos. Esa misma noche, mis padres y la madre de Susi se fueron de juerga o a follar. Nosotros no perdimos el tiempo, y según se fueron, nos desnudamos y terminamos follando, pero con una novedad. Cuando fui a penetrarla, ella sacó un preservativo y me hizo ponérmelo:

—Mi amor lo siento, pero ya tengo el periodo y me puedo quedar embarazada.

Lo entendí, por supuesto que lo entendí, pero entenderéis los que lo habéis probado, no es lo mismo, ni por asomo, hacerlo a pelo que hacerlo con preservativo. Pero las circunstancias mandaban. Fue un mes increíble en el que Susi y yo afianzamos aún más nuestra relación y nuestro amor. Pero el tiempo pasa inexorable y llegó el día de la despedida con el mismo drama que viví cuando nos fuimos de nuestra casa en ese pueblo minero de León.

Volvieron a ser días muy difíciles para mí, pero logré sobreponerme y aun con mi tristeza por no tener a Susi a mi lado, volvía a mi rutina de estudios y ejercicio físico. Sabía que ella lo estaba pasando tan mal o peor que yo y eso me angustiaba por no poder estar a su lado y consolarla. Solo le decía que fuese fuerte y creyese en mí, que cada día que pasaba, era un día menos que nos quedaba para estar juntos, pero eso era polvo en el aire con más de setecientos cincuenta kilómetros de separación entre nosotros.

Por desgracia y siendo previsible lo que iba a ocurrir, en los siguientes años se cumplió y la relación se enfrió de manera alarmante. No niego que hasta que ocurrió lo inevitable, Susi y yo follábamos, pero ya no era tan apasionado y costaba que conectásemos desde el primer momento. Pero fue en el quinto año desde que abandonamos ese pueblo minero, en el que todo terminó acabándose.

Recuerdo que Susana y su madre llegaban en coche a Punta Umbría. Cuando se bajaron el encuentro entre Susi y yo fue frio, glacial. Yo ya tenía dieciocho años y Susana dieciséis. Era una joven preciosa, con un cuerpo impresionante y unas tetas que era imposible dejar de mirar, así con ese culito redondito y respingón que soñaba con poder follármelo de una vez por todas. Me saludó con un simple beso que casi ni rozó mi mejilla. La miré confundido y ella solo me sonrió por compromiso.

Durante la semana que se quedaron con nosotros, solo una semana, Susana no me dejó acercarme a ella y por supuesto no me dejó tocarla un pelo. Su madre también se mostró fría y distante con mis padres y ellos lo apreciaron con tristeza. Susana y su madre hicieron "piña" y todo empezó a derrumbarse a mi alrededor.

Me enteré por una conversación de mis padres, que la madre de Susi había conocido a un hombre, que le debía de dar lo que mis padres no le daban ya. Imaginé que Susana, mi Susi, debía de tener algo parecido, así que un día la agarré de un brazo y la obligué a que hablase conmigo y me aclarase que demonios le estaba pasando, yo no podía seguir con esa frialdad por su parte:

—Javi lo siento, pero yo no puedo seguir así. —Empezó a decir Susana.

—Así, ¿cómo? —Pregunté asustado.

—Javi, nos vemos unos días al año y tenemos que esperar once meses para vernos de nuevo. Luego toca la despedida y de nuevo me quedo echa polvo y llorando tu ausencia por meses…y ya no aguanto más. Tengo dieciséis años y estoy dejando pasar mi adolescencia sin divertirme como debería.

—¿Qué me quieres decir con eso Susi?

—Que quiero conocer a otros chicos, salir con ellos, disfrutar de la vida.

—Entiendo, —dije intentando no llorar, — has dejado de quererme.

—Te quiero Javi, pero ese amor que teníamos hace años ya no existe, ahora necesito algo más y tú estás muy lejos para dármelo. Además, me he dado cuenta de cómo te miran las chicas en la playa, ¿me vas a decir que en todos estos años no te has follado a otras?

—Susana, solo me importas tú, y a tu pregunta, no, no me he follado a ninguna otra.

—No te creo. De todas formas, lamento decirte que yo sí he follado con otros chicos. De hecho, ahora estoy saliendo con uno, llevamos seis meses de relación y no quiero fallarle. Siento habértelo dicho así, pero esto tenía que terminar. Y lamento decírtelo, pero este es el último año que venimos aquí, por lo menos por mi parte.

—¿Con quién estas saliendo? ¿Le conozco? —Pregunté con las lágrimas desbordando mis ojos.

—¿Eso importa? —Respondió con indiferencia.

—A mi si me importa. Tú me importas.

—Bueno, si en el fondo me da exactamente igual que lo sepas o no. Estoy saliendo con Lucas.

—¿Lucas? ¿El Lucas que conozco de nuestra pandilla? —Pregunté temiendo la respuesta.

—Ese mismo. —Respondió Susi.

—¡¡¿Te has vuelto loca?!! Ese tío es un animal, alguien que te va a hacer mucho daño y te joderá la vida.

—Joderme desde luego que lo hace…y de qué manera. —Dijo Susana haciendo estallar mi corazón. —Intenta asumirlo Javi, fue bonito mientras duró, pero lo que había entre nosotros está acabado, por lo menos por mi parte, ya no quiero saber nada más de ti.

—Eso…¿eso es lo que quieres? —Dije llorando como un niño pequeño.

—Si, eso es lo que quiero…aunque no lo que deseo. Fuiste la primera persona con la que hice el amor y de la que estuve muy enamorada y eso nunca se olvida, pero como te he dicho, esto tiene que acabar, no puedo seguir así. Adiós Javi.

Es resto del día pasó con mucha pena y sin ninguna gloria. Susana y su madre se mostraron muy frías y distantes. Antes de comer se fueron las dos y ya no las vimos hasta la noche que llegaron, saludaron fríamente y subieron a su habitación. Por un momento Susi y yo nos miramos a los ojos y como los míos, vi los suyos muy rojos, síntoma inequívoco de que había llorado, pero rápidamente apartó su mirada y desaparecieron por las escaleras.

Esa noche lloré y lloré, y de madrugada, antes de amanecer, escuché como salían de nuestro chalet, se montaban en su coche y se perdían en la noche. Susana, mi Susi, salió de mi vida de la peor manera posible y ni le pude decir que ese año empezaba en la universidad de Navarra mi carrera de arquitecto y que estaría a tres horas de donde vivía ella, con lo que todos los fines de semana nos podríamos ver, pero eso, ya daba igual.

Lo pasé mal, muy mal. Hasta que empecé la universidad me dediqué a guardar en una caja todo lo que representaba a Susana. Fotos, pulseritas, un anillo, regalos infantiles, un tanga que me dejó de recuerdo la última vez que follamos, un sujeta pelo, cartas…en fin, multitud de detalles que me evocaban a ella y que hice desaparecer en esa caja, cerrarla con tres candados, guardarla en el rincón más inaccesible y tirar las llaves bien lejos. Luego borré su número de teléfono, la eliminé de todas mis redes sociales y de nuevo me autoimpuse nuevas metas, para poder olvidarla lo antes posible…algo que no ocurrió.

De todas formas, el tiempo lo cura todo, pero deja unas cicatrices muy profundas que te recuerdan continuamente porqué tienes esas marcas en tu corazón.

Mi paso por la universidad disparó mi éxito con las chicas. A la semana de empezar las clases ya estaba follando con una andaluza, morena, de ojos azules que alucinó con mi polla. Debo confesar que es otra sorpresa que iba a tener con Susi. De los diecisiete a los dieciocho años mi cuerpo cambió mucho y mi polla creció de manera exponencial, teniendo un señor pollón, según veía en el gimnasio cuando me iba a duchar.

Los años fueron pasando y terminé mi carrera de arquitectura. Con veinticinco años me fui a Estados Unidos, hice un master en arquitectura y al año, volví a España, a Huelva, a casa de mis padres. Ahora por delante se presentaba un reto aún mayor, encontrar un trabajo.

Confieso que durante todos los años que duró mi carrera, todos los días, absolutamente todos, Susana tenía su cupo de pensamientos. Aunque reconozco que me harté de follar con chicas increíbles, era inevitable no compararlas con mi Susi, el gran amor de mi vida. Eso de alguna manera hizo que muchos de los encuentros que tenía con mujeres y que podrían haber terminado en una bonita relación no llegasen a buen fin, al no conseguir pasar página de esa etapa de mi vida.

Para no entrar en muchos más detalles, con treinta años, cometí la locura de irme a vivir a Madrid, donde conocería a mi futura esposa y crear mi propio estudio de arquitectura. Aunque los comienzos fueron difíciles, conseguí con mucho esfuerzo y trabajo, sacar adelante mi empresa. Con treinta y tres me casé con esa mujer que me recordaba a Susana en su manera de ser. Con treinta y cinco fui padre de un niño y con la misma edad, me divorciaba de mi mujer al saber que ese hijo no era mío y que mi mujercita, cuando me iba de viaje, organizaba unas orgias tremendas en el chalet donde vivíamos.

Y ahora mismo mi vida es así. Mi trabajo y mi estudio de arquitectura. No es que sea millonario, pero tengo una posición muy desahogada y un estatus social envidiable. En mi vida no hay nadie, salvo mi familia. Muchas veces he pensado en llamar a Susana y preguntar por su vida, y por qué no, quedar para tomar algo y vernos en persona, saber cómo está, que es lo que hace, si llegó a casarse o si tendría hijos, pero por algún motivo, que se podría definir como cobardía, no lo hacía, aparte de no tener su número de teléfono después de casi veinte años, aunque eso, sé que no es excusa.

Susana.

Era un ruido molesto, reiterativo y agobiante que no lograba identificar, hasta que mi cerebro empezó a despertar del sopor del sueño. Era el maldito despertador, machacón, que, a las cinco de la mañana, me recordaba que debía de ponerme en pie para empezar mi día.

Era rutinario. Me levantaba, me duchaba, me vestía y me maquillaba ligeramente frente al espejo pensando siempre en lo mismo y haciéndome la misma pregunta una y otra vez, ¿qué es lo que había hecho mal para llevar la mierda de vida que llevaba?

Estaba casada con un hombre al que no quería, pero que era el padre de mi hijo. Apenas le veía un par de veces al mes y algunas veces ni eso. Se dedicaba al transporte de mercancías por Europa y no paraba en casa. Lo mismo que mi hijo de dieciocho años que embelesado por las historias que le contaba su padre sobre sus viajes y aventuras por toda Europa decidió dejar los estudios, y enfocar su esfuerzo en sacarse el carné de conducir para camiones de gran tonelaje y trailers, algo que conseguiría prácticamente sin esfuerzo. Por el momento y dependiendo porque carreteras y en que países, Lucas le dejaba conducir el tráiler y orgulloso comentaba lo bien que lo hacía.

Mi vida era repetitiva y vacía. Estaba sola y no tenía a nadie que me apoyase cuando llegaba a casa y me preguntase lo que siempre deseaba, ¿qué tal tu día cariño? Y me sorprendiese con una cena romántica o simplemente con una cena y algo de cariño y compañía. Odiaba mi vida y todo lo que me rodeaba y no me importa confesarlo…estaba amargada, triste y muy mal, pero que muy mal follada.

Se suponía que teniendo un marido que trabajaba de la manera que lo hacía, nuestra economía doméstica debería estar saneada. Pero un mes, lo recuerdo perfectamente, nuestra cuenta corriente quedó al descubierto, solo quedaban unos céntimos y el banco empezó a rechazar los recibos y los gastos de la tarjeta y tuve que vivir más de medio mes de prestado, gracias a mi madre que me dejó dinero.

Pero también recuerdo con amargura la conversación que tuve con mi marido. Aparte de que me costó contactar con él y preguntarle por qué no había dinero en la cuenta, su respuesta me sorprendió y me hizo enfurecer:

—Pues princesita, ya va siendo hora de que muevas ese culo tan gordo que tienes y te busques un trabajo, porque a mí ya me duelen los huevos de mantenerte. A partir de ahora se ha cerrado el grifo. Si quieres dinero, folla conmigo, para eso soy tu marido y te ingresaré lo que crea conveniente para que puedas subsistir. —Dijo tratándome como a una puta.

—Cuando, me dejaste embarazada te juré que no follaría contigo, así fueses el único hombre sobre la tierra. Si quieres mantener tus huevos a salvo, mantente alejado de mí, cabrón de mierda. Y para puta tu madre, que ni ha sabido educarte. —Dije terminando la llamada.

Ese era Lucas, mi marido, la persona que elegí, cambiándola por mi amor verdadero, Javi, para se supone, divertirme y aprovechar mi juventud. Y como me dijo Javier, Lucas era un animal y me jodería la vida, y desde luego no erró en ninguna de sus predicciones.

Cuando me entregué a él, según llegué de Punta Umbría abatida y triste, me trató de manera burda y salvaje, me trató como a una fulana, follándome con violencia e insultándome, llamándome de todo mientras con dolor, recibía sus envites en mí ya dolorida vagina. Pero lo peor, aunque le rogué que no lo hiciera, se corrió dentro de mi sin protección, y lo que era inevitable ocurrió, con dieciséis años recién cumplidos, me quedé embarazada y a dos meses de cumplir los diecisiete di a luz a un precioso niño.

A partir de ahí, mi vida sí que empezó a ser un infierno. El que Javi y sus padres, se fuesen a Huelva y nos dejasen solas a mi madre y a mí, fue lo peor que nos pudo pasar. A raíz de que mi madre conociese a su nueva pareja, mi vida fue a peor. Ese hombre aprovechaba todas las oportunidades que podía tener para insinuarse y meterme mano. Incluso un día llegó a meterse en el baño cuando me estaba duchando y quiso violarme, pero no lo consiguió y aunque se lo dije a mi madre, no hizo nada al respecto, ni siquiera, hablarlo con él por miedo a perderle.

Con dieciocho años, una vida arruinada y un niño de algo más de un año, dejé los estudios. No pude terminar el bachillerato y ni pude optar a entrar a la universidad como era mi deseo. Lucas me arrastró con él hasta León capital donde empezó a ejercer como autónomo del transporte. Vivíamos en un cuchitril y fue ahí donde empecé a lamentar muchas decisiones erróneas que había tomado en mi corta vida y una de ellas fue dejar tirado a Javier. A los pocos años, nos vinimos a vivir a Madrid, donde crié a mi hijo sin ayuda, hasta que empecé a quedarme sola, muy sola y sin oficio ni beneficio.

Y entonces, era inevitable, a mi cabeza acudían los recuerdos de mi infancia y de mi adolescencia, y sin poderlo evitar, mis lagrimas brotaban pensando en Javier, mi Javi, la persona que más quise y sigo queriendo, la única persona que me hizo gozar cuando hicimos el amor por primera vez y que me regaló lo mejor de sí mismo. La persona que más me cuidó, me protegió y me dio su amor y su cariño…y yo no lo supe ver así en su momento y le abandoné a su suerte, humillándolo, despreciándole, para que me odiase y así no fuese tan dolorosa esa ruptura, esa última vez que estuvimos de vacaciones en su chalet de Punta Umbría.

Me gustaba recordar todo aquello, porque fue la mejor época de mi vida y donde disfruté como nunca lo he vuelto a hacer. Siempre fui consciente que era muy curiosa y precoz y que para la edad que tenía, empezaba a tener unas curvitas muy apetecibles. Muchas veces cuando me duchaba, me miraba en el espejo y me gustaba mi cuerpecito y sobre todo ese culito que ya empezaba a sobresalir mostrándose redondito, suave y respingón.

Siempre que hacía eso, me lo preguntaba, ¿le gustaré a Javi? Javi era mi referente y mi todo. Me crie con él y hacia todo con él, éramos inseparables y casi me da vergüenza reconocerlo, lo que sentía por él era amor, un amor infantil e incondicional pero no correspondido. Solo a él le dejaba que me viese desnuda cuando íbamos al rio a bañarnos solos y luego nos cambiábamos. Sabía que al igual que yo, el también miraba, pero eso era parte del juego.

Me acuerdo un día de que aburrida, rebuscando en el armario de mi madre, vi una caja con algo escrito "cosas de papá". Me entró curiosidad y abrí la caja encontrándome con algunas cosas, que imagino serían de mi padre, entre ellas dos DVD. Me entró la curiosidad y ya que estaba sola en casa, me fui a nuestro reproductor e introduje uno de los discos.

Cuando se empezaron a reproducir las escenas, abrí mucho mis ojos, entre fascinada y asustada. En la televisión aparecía una chica guapísima, totalmente desnuda, tumbada en una gran cama, abierta de piernas, mientras un tío guapísimo y con una "cosota" enorme la metía dentro de ella y la sacaba brillante, así una y otra vez. Gemía, se retorcía, movía sus caderas, pensé que de dolor, pero su cara reflejaba otra cosa, hasta que, pasados unos minutos, ella gritaba y el bufando, se metía dentro de ella con energía haciendo desaparecer su "cosota" dentro de esa chica y algo le pasaría ya que su cara reflejaba que algo muy agradable le había ocurrido. Cuando sacó su "cosa" de dentro de ella, algo espeso y blanquecino se escurría de su rajita, cayendo entre sus nalgas y depositándose en la sábana haciendo un charquito.

Que recuerdos. Ahora cuando lo evoco, me hace gracia mi inocencia al llamar "cosota" a un pollón enorme, "rajita" a un coño precioso y que ese liquido espeso y blanquecino, era la intensa corrida de ese hombre dentro del coño de esa chica.

Recuerdo que durante días me vi esos DVD. Eran películas pornográficas donde se follaba morbosamente. Mi excitación era enorme y a lo último ya no evitaba deshacerme de mis braguitas, abrirme bien de piernas, meterme el mango de un cepillo hasta que un ligero pinchazo hacía que lo sacara y me tocaba mientras veía en la televisión como esas chicas recibían pollones inmensos como si no costase pensando que era a mí a quien le metían esas "cosotas" tan enormes.

Pero también aprendí las diferentes posturas, las mamadas, las comidas de coño…en fin, todo lo que se podía ver en una película porno. Y también aprendí algo, aunque no mucho, de la excitación previa, como calentar a un hombre. Todas las chicas siempre iban con falditas o vestidos cortísimos que apenas les tapaban y dejaban poco a la imaginación y que cuando se lo quitaban tenían unas braguitas que nunca había visto, mínimas y que se metían por la raja de su culete dejándolo a la vista mientras por delante apenas lograba tapar su coñito.

Sonrío y me seco una lagrima que cae por mi rostro, recordando aquella tarde en mi cuarto, probándome todas las braguitas que tenía, a ver si me quedaban igual que a las chicas de esas películas, pero lógicamente eran braguitas de adolescente, no de una mujer que elegía su propia ropa interior.

Pero había unas que me gustaron. Me quedaban muy justas, eran algo pequeñas, y a poco que me moviera una parte se introducía entre mis nalgas, dejando parte de mi culete a la vista. Esas utilizaría para excitar a Javi y ver eso que casi todos los días veía y no era otra cosa que un abultamiento exagerado en su slip.

Me acuerdo de esa primera vez, sabía el espectáculo que le estaba ofreciendo. Mi madre me dejó, como hacía todos los días entre semana, encargada de que Javi se levantase. Cuando me subí a su cama, noté como uno de los laterales de mi braguita se metía en la rajita de mi culo. Ese día mi madre como era costumbre de ella, me había puesto un vestidito muy corto y fresco y a poco que me moviese, agachase o inclinase mi cuerpo, ofrecía una vista privilegiada de mis braguitas. Me tumbé en la cama de Javi, a los pies, mientras leía un comic. Mi vestidito se había subido tanto que dejaba mi culo al aire, y esperé, a ver qué ocurría.

Cuando noté los labios de Javi besando mi nalga desnuda un calambrazo de placer recorrió mi cuerpo y riendo nerviosamente se lo pregunté

—¿Qué haces Javi?

—Besarte el culete. —Me respondió con sinceridad.

Inmediatamente se bajó de la cama y me dijo que se iba a la ducha, pero pude ver perfectamente lo abultado de su slip.

Lo esperé en la misma posición, leyendo la misma página una y otra vez sin prestarle atención, mientras pensaba si realmente quería llegar más lejos. La respuesta me la dio mi sexo. Metí mi mano entre mis piernas y lo encontré tan húmedo, como cuando veía esas películas y mi cabeza me exigió llegar hasta el final.

Cuando Javi llegó de ducharse y me dijo de ir a desayunar, le pedí que me dejase terminar ese comic. Él se subió a la cama y se sentó perpendicular a mí pegando su espalda a la pared y al poco noté las yemas de sus dedos rozando suavemente la piel de mi culo. Fue una sensación increíble que nunca olvidaré, lo mismo que no olvidaré como metí mi braguita por mi culete a modo de tanga y las manos de Javi pasaron de las caricias a un magreo enfermizo que hizo que elevara mis caderas, sacase mi culo provocadoramente y abriese mis piernas para que su mano, sus dedos, sobasen a conciencia mi culo y mi coñito.

Dios, cada vez que me acuerdo de ese momento, es inevitable que me moje de una manera brutal, sus caricias me volvieron loca y recuerdo que no quería que parase, pero por desgracia un grito de mi madre me privó de terminar lo que habíamos empezado. Nos bajamos de la cama de Javi colorados por la excitación y la vergüenza, pero antes de ir a desayunar, le di un beso en los labios que me supo a poco.

Aunque por unos días intenté aplacar mis ganas de que Javi me metiese mano, pasaría cerca de una semana, en la que mi madre se fue a hacer unos recados dejándonos solos a Javi ya mi en mi casa. Ese día como era habitual en mi para estar en casa, solo llevaba una braguita y un vestido muy cortito y fresco. Cuando se fue mi madre, nos fuimos al salón y nos sentamos muy juntitos, yo viendo la televisión y Javi, sacando su PSP, jugando a un juego que me llamó más la atención que lo que ponían en la tele.

Con la excusa de la PSP, me senté en las piernas de Javi, con mi culo apoyado en su sexo y mis piernas abiertas en clara invitación a que me metiese mano. Apoyé amorosamente la espalda en su pecho y apoyé mi cabeza en su hombro, pero el muy tonto no hacía nada y yo ardía en deseos de sentir sus caricias. Tuve que ser yo quien, agarrando sus manos, las puse sobre mis muslos desnudos, pero su inacción ya empezaba a preocuparme y poniendo una mano sobre la suya la subí hasta dejarla en mi ingle, rozando mis braguitas.

A partir de aquí Javi tomó la iniciativa y sus manos se apoderaron de mi coñito. Pero quería más y agarrando su mano la metí por dentro de mi braguita e hice que su piel tocase mi vulva, piel con piel y fue brutal, creo que fue mi primer orgasmo en toda regla y me dejó agotada y muy sensible, tanto que, si Javi movía su mano, lo que antes era un placer indescriptible, ahora se transformaba en una sensación muy desagradable.

Recuerdo que después de ese orgasmo tan intenso, quise que Javi me enseñase su pene, algo a lo que se negó en redondo. Pensaba que la tendría tan grande como esos chicos de las películas, sin ser consciente de que todavía no estábamos totalmente desarrollados. La llegada de mi madre y la gran mancha que dejé en sus pantalones al correrme hizo que Javi se fuese a su casa a cambiarse.

Al poco fui a su casa, directamente a su habitación y le vi desnudo de cintura para abajo, susurrando mi nombre mientras olía su pantalón, donde había dejado la gran mancha de mi corrida y masturbándose furiosamente hasta que empezó a eyacular. Imaginé el placer que debía de estar sintiendo y quedé fascinada.

Sé que se sintió muy avergonzado cuando exclamé mi fascinación, pero sin miedo me acerqué a él y sabiendo que estaba así por mí, le acaricié, primero sus huevos, con mimo. Recuerdo que le besé, y mientras nos besábamos, empecé a masturbarlo como vi que lo hacían las chicas de las películas, hasta que noté como su polla se ponía durísima, palpitando y empezaba a soltar latigazos de semen que impactaban contra el suelo de manera violenta.

A partir de ese día, de esa primera vez, todo cambió mucho entre nosotros, sabía cómo excitarle y lo mejor, quería hacerlo continuamente. Necesitaba de él en todo momento y lo quería cerca de mi recibiendo su cariño. Al día siguiente le desperté de la mejor manera, con un beso muy húmedo y vestida de una manera tan provocativa que sabía que le iba a volver loco, además, mi madre nos había dejado solos y volvería a la hora de comer, con lo que teníamos toda la mañana para nosotros y la aprovechamos, vaya que si la aprovechamos.

A raíz de estos encuentros, empezamos a ir más allá. Javi fue el primer chico que me comió el coño y el culo y me volvía loca del gusto que me daba hasta que me corría con su boquita dándome placer. Pero también Javi fue al primer chico al que le hice una mamada y le dejé correrse en mi boca, aunque el principio me dio mucho asco y me atragantaba por las copiosas corridas. Sabía que Javi estaba intrigado por como innovaba en el sexo, pero nunca le diría que todas las ideas las sacaba de películas porno.

Pero había algo que todavía no habíamos hecho, aunque lo deseaba y me asustaba a partes iguales y eso no era otra cosa que el que Javi me penetrase, sentir su polla dentro de mí. Cuando miraba esas películas, veía ensimismada como esos pollones entraban y salían del coñito de esas chicas y como gemían de gusto sintiéndose penetradas y yo anhelaba sentir eso.

Hubo dos momentos que fueron, para mí, cruciales.

El primero fue cuando en una pelea con otra pandilla por el control de nuestra charca. Me quise hacer la valiente y un chico más grande que yo y de la otra pandilla me atrapó y llevándome a un lugar más apartado, me ató de pies y manos y ante mis gritos de socorro, me arrancó la braguita del bikini y la metió en mi boca. Después de los años, todavía recuerdo su mirada de lascivia con su vista clavada en mi sexo y metiendo su mano entre mis piernas metió un dedo en mi interior haciéndome mucho daño:

—Cuando derrotemos a tus amigos, vendré a por ti y te follaré putita. —Dijo ese chico horrible.

Lloré asustada dando por hecho lo que me ocurriría, ya que nosotros estábamos en inferioridad numérica. Intenté quitarme esas ataduras, pero eran cables eléctricos y ese estúpido los había apretado bien y encima cuando lo intentaba me hacía daño.

Estaba llorando, resignada a lo que, de seguro, sería la peor experiencia de mi vida. Cuando escuché susurrar mi nombre y volteando mi cabeza, vi a Javi, mi Javi, mi chico, y para mí en esos momentos mi hombre, me eché a llorar, había venido a por mí y no me había dejado abandonada a mi suerte. Según me liberó de mis ataduras y me pude quitar la braguita del bikini de la boca, me abracé con todas mis fuerzas a él y lo besé hasta dejarlo sin aire y porque estábamos en una situación complicada, pero no me hubiese importado follármelo en esos momentos y darle todo de mí.

Javi se preocupó de mí, por tapar mi desnudez y que me encontrase bien. Con él me sentía poderosa, invencible, y cuando estuvimos dispuestos, fuimos a por esos capullos que no se esperaban un ataque por su retaguardia.

La paliza que les dimos fue épica, y todavía me siento orgullosa al recordarlo, me ensañé con el capullo que supuestamente me iba a violar y delante de todos sus amigos le humillé y eso lo logré gracias a Javi y al valor que tuvo al irme a buscar, para mí era mi héroe.

Ese día, aparte de la bronca de mi madre, recuerdo que no me separé ni un momento de Javi. Lo quería todo de él, necesitaba sentirle, y esa noche, cenando en casa con sus padres se lo dije, esa noche me pasaría por su cuarto y lo tenía clarísimo, iba a dejar que me follase, necesitaba sentirlo dentro de mí, ser parte de él.

Esa noche no es que fuese de las mejores. Nuestra excitación estaba por las nubes, los dos desnudos, yo a horcajadas sobre él frotando mi coñito sobre su polla, él agarrándome el culo y comiéndome mis tetas. Elevé mis caderas y agarrando su pene lo pasé repetidas veces por mi rajita dándome placer centrándome en mi clítoris, hasta que alcancé dos orgasmos riquísimos. Miré a Javi y vi su preciosa cara, sus ojos brillantes y se lo pregunté:

—¿Quieres follarme?

Por supuesto que lo quería, tanto o más que yo. Dejé su pene en la entrada de mi vagina y me la fui introduciendo poco a poco. La sensación era brutal. Notaba como abría mis labios y se iba acoplando a las paredes de mi coñito y entonces ocurrió. Noté como Javi se tensaba, su polla empezaba a palpitar para seguidamente empezar a correrse dentro de mi como una fuente. Parte de su corrida acabó sobre él y en la sábana y yo me quede con las ganas de sentirle totalmente dentro de mí y que con su polla alcanzase un orgasmo.

Pero el segundo momento fue el mejor. Recuerdo que hicimos una barbacoa por la noche. Todo muy animado, había música, juegos y aunque hacia algo de fresco, nos bañamos en la piscina, pero con el fuego de la barbacoa, enseguida entrabamos en calor. Ya no recuerdo la hora, después de tantos años. Javi y yo nos quedamos dormidos en el sofá y solo recuerdo que nos llevaron a la habitación de Javi y nos metieron en la cama, Javi en la suya y yo en una supletoria.

Escuché ruidos, y vi a Javi que pasaba por delante de la puerta de la habitación. Imaginé que iría a beber un vaso de agua y volví a acostarme, pero pasados los minutos y viendo que no venía, me levanté para ir a buscarle. Fui a la cocina y no vi a nadie, volví hacia nuestra habitación y me acerqué a la habitación de sus padres, constatando que no había nadie y la cama no estaba ni deshecha.

Volví sobre mis pasos y entonces un murmullo llegó a mis oídos proveniente de mi casa. Con cuidado y sin hacer ruido me acerqué y cuando llegué no me costó trabajo encontrar el origen de ese murmullo. Salía de la habitación de mi madre y delante de la puerta, mirando por la abertura que quedaba, Javi observaba lo que ocurría dentro.

Aunque iba con cuidado de no hacer ruido, Javi notó mi presencia y cuando pregunté que hacía allí y me lo dijo me quedé impresionada:

—Nuestros padres están follando Susi.

No me lo podía creer, así que, mirando a través de esa abertura en la puerta, vi a mi madre y los padres de Javi desnudos en la cama de mi madre y esta con su culo en pompa esperando a que el padre de Javi se lo follase.

Impresionada, excitada, encendida y más caliente que el horno de un panadero, empecé a ver como esa tremenda tranca profanaba el culo de mi madre que con su mano en la boca ahogaba los gemidos de placer que ese hombre le proporcionaba. Fue inevitable que mi mano se metiese por dentro de mis braguitas, es la única vestimenta que llevaba puesta, y acariciase mi vulva y frotase mi clítoris. Javi estaba detrás de mí, apoyando su polla en mi culo, notaba lo duro que estaba y entonces hizo algo que me encendió aún más. Bajó mi braguita y me deshice de ella y él se quitó su slip. Abrió los cachetes de mi culo e incrustó su polla entre ellos empezando un movimiento como si me estuviese follando.

Yo lo ayudé, moviendo mis caderas de arriba a abajo, masturbándole con mi culo, mientras mi mano frotaba con furia mi clítoris. Mi orgasmo explotó con furia en el momento que noté como Javi se corría en mi espalda y en mi culo. Dios fue un orgasmo épico, pero que me dejó con unas ganas terribles de que Javi me follase.

Separándome un poco de él y con mi mano aun metida entre mis piernas, busqué sus huevos y los acaricié con mimo. Agarré su polla y la metí entre mis muslos dejándola apoyada en mi vulva:

—Haz como si me follases. —Le pedí.

Y lo hizo. Vaya que lo hizo. Notaba como su glande abría mis labios y frotaba mi clítoris. El placer era impresionante. Entre eso y lo que veía lo que ocurría en esa cama, no tardé en alcanzar un nuevo orgasmo. Notaba como mis juguitos bajaban por el interior de mis muslos, estaba empapada y entonces ocurrió. Noté como la polla de Javi entraba dentro de mi hasta chocar con mi útero. Fue como una especie de pinchazo y luego un calor abrasador que me quemaba por dentro. Fue muy desagradable y doloroso al principio, pero pasados unos segundos empecé a notar algo muy diferente. Javi fue a salirse, pero le paré:

—No, no te salgas ahora, espera.

Esperé a que mi vagina se acostumbrase al nuevo invasor y entonces empecé a notar un placer muy diferente, algo que no había notado nunca, bueno, era obvio, nunca me habían follado. Entonces fui yo misma la que empecé a moverme de delante a atrás, haciendo que mi culo, chocase con el pubis de Javi, haciendo que su polla bombease en mi tierno coñito recién desvirgado.

Lo que ocurría en esa habitación dejo de importarme. Solo me centré en el placer que estaba sintiendo, siendo follada por mi chico, por mi amor. Noté como algo muy grande nacía dentro de mi hasta que explotó en forma de orgasmo brutal y que hizo que Javi se corriese dentro de mí de manera bestial, fue…fue algo increíble que me hizo amar a ese chico de una manera irracional. En ese momento supe que le quería en mi vida para siempre, sin él me moriría de pena.

Cuando nos recuperamos, limpiamos lo que pudimos con nuestra ropa interior para eliminar algún rastro de nuestra "aventura" nocturna y agarrando su mano nos fuimos a su habitación. Antes pasamos por la ducha donde nos lavamos bien. El interior de mis muslos era una mezcla de sangre y fluidos y la colilla de Javi estaba con restos de sangre reseca.

Ya en la ducha excité de nuevo a Javi y mi coño parecía una fuente sabiendo lo que iba a ocurrir. Cuando nos secamos, nos fuimos a nuestra habitación, cerramos la puerta con seguro, me tumbé en la cama y metiendo entre mis piernas a Javi, me volvió a follar de manera increíble. Fue una noche inolvidable, en misionero, a lo perrito, en cucharita…Javi me folló de una manera que nunca olvidaría, y recuerdo todos los orgasmos que tuve esa noche y las tres corridas de Javi en mi interior que disfruté de manera impensada sin ser consciente del riesgo de embarazo que existía.

Esa noche dormimos juntos y muy abrazados. Cuando nos despertamos, pedí a Javi que fuese a mi cuarto a por una braguita limpia. Cuando llegó de nuevo a la cama, me dijo que mi madre y sus padres dormían, no me extraña, después de la nochecita que tuvieron. Según le tuve de nuevo desnudo, me subí encima de él y le cabalgué hasta que nos corrimos los dos.

Fue un verano increíble en el que disfruté un montón de la persona que más amaba. Siempre dispuesto para mí, dándome su cariño, su amor, su todo. Con él era feliz y aunque suene ridículo, me sentía muy mujer a su lado, hasta ese fatídico día en el que le separaron de mi lado.

No me quiero acordar de esos momentos ni de esos años porque fueron lo más horrible que me pudo ocurrir, ni aún con el paso de los años he podido olvidarlo. Me quitaron de manera cruel a mi amigo, a mi confidente, a mi hermano, a mi amante, a mi amor, a la persona que más quería en este mundo, a mi compañero de aventuras. El dolor y la pena que sentí en esos momentos no se puede expresar con palabras y ese primer año sin él y sin sus padres para mi supuso casi caer enferma de tristeza y pensar…pensar muy seriamente en quitarme la vida.

Ese primer año, aunque fue horrible tuvo de bueno que, llegando el verano, los padres de Javi nos invitaron a su chalet de Punta Umbría. Sobra decir que según nos vimos, nos abrazamos como buenos amigos, pero notar su cuerpo de nuevo pegado al mío hizo que mojase mis braguitas sabiendo lo que iba a ocurrir como así fue.

Javi me llevó a la playa, una inmensa playa y ya dentro del agua nos metimos mano como desesperados y nos masturbamos hasta que alcanzamos nuestro orgasmo. Me aferré a él y lo cubrí de besos, Dios, lo había echado tanto de menos. Esa misma noche, nuestros padres se fueron de fiesta, imagino que también se tendrían ganas. Javi y yo nos quedamos solos y follamos hasta hartarnos, aunque esta vez fuimos más precavidos y utilizamos preservativos.

Pero un mes pasa rápido, y esa despedida al terminar las vacaciones fue tan horrible y dolorosa como la primera, aunque nos asegurasen que el año que viene volveríamos. Por Dios, todo un año sin él y él sin mí.

Sobra decir que la distancia y los años hicieron su trabajo hasta que llegó ese último y fatídico año en el que fuimos sin ganas a Punta Umbría. Me gustaría deciros que fui fiel a mis principios y no fallé a Javi, pero mi juventud y mi inmadurez, me hicieron sucumbir a los encantos de un chico al tercer año de estar sin Javi. Estuvimos un mes liados follando como conejos, hasta que otro chico me gustó más y me lie con él, dejando al otro plantado.

Los encuentros con Javi empezaron a enfriarse cuando íbamos a pasar las vacaciones. Yo lo notaba y él lo notaba. Cada año que pasaba estaba más guapo y cambiado, bueno, al igual que yo, pero ese deseo, esa conexión que teníamos se iba desvaneciendo. Cuando regresaba al pueblo, me convertía en una puta que se dejaba follar por el primer chico que me atraía hasta que apareció Lucas, ese fue el principio de nuestro fin. Ese y el que mi madre conociese a un hombre horrible que le dio lo mismo que le daba el padre de Javi.

Recuerdo ese último año con una pena horrible dentro de mí. Iba decidida a romper con Javi, a decirle que lo nuestro no tenía futuro. Según me bajé del coche y lo vi, me arrepentí de todo lo que tenía pensado. Estaba guapísimo y con un cuerpo que parecía esculpido por los dioses. Quise parecer fuerte y lo saludé muy fríamente y en todo momento me mostré seca y cortante. Javi lo acusó y aunque quiso mostrarse amable y cariñoso conmigo…no se lo permití, ni le permití que me tocase un pelo.

Tenía decidido dejarle, y más aun viendo como muchas de las chicas de la playa se lo comían con la mirada. Estaba segura de que en mi ausencia se follaría a todas las que se pusieran en su camino. Eso me decía a mí misma para acallar mi conciencia…que estúpida fui. Recuerdo cuando agarrando mi brazo me llevó a un lugar apartado, y me pidió explicaciones de mi comportamiento.

Quiero olvidar eso, sus lágrimas corriendo por sus mejillas, después de la sarta de barbaridades que le dije. Cuando terminé y le dejé llorando, derrotado, humillado y triste, me fui a buscar a mi madre llorando por mi crueldad. Le pedí que nos fuésemos a comer por ahí, que no podía estar más en ese chalet con Javi sin hacer una locura. Pasamos el día fuera y ya por la noche el ambiente era muy tenso. Cuando entramos en el salón del chalet y miré a Javi a los ojos, supe que no había parado de llorar y eso me hizo sentir como un monstruo, aunque yo también lo hiciese durante todo el día. Esa misma madrugada hicimos la maleta, y sin despedirnos, como furtivos, nos montamos en el coche y nos fuimos a nuestro pueblo en León, donde me esperaba mi futuro, Lucas y mi padrastro.

Todo esto lo pienso, con mis recuerdos que acuden a mi todos los días, mirándome al espejo, entre triste y excitada, con mis lagrimas recorriendo mis mejillas, por la vida que elegí vivir, y volviéndome a preguntar, ¿qué es lo que he hecho mal? y ¿por qué seguía con Lucas? Me gustaría poder hablar con Javi, con mi amor, y rogarle que perdonase mi inmadurez. Pero imagino que ya me habrá olvidado, estará felizmente casado, incluso con hijos. Miro la hora y me tengo que dar prisa, si no, voy a llegar tarde al trabajo.

Y si, después de la conversación que tuve con Lucas, empecé a buscar trabajo, pero solo con la E.S.O. (Enseñanza Secundaria Obligatoria) y sin saber de nada y sin experiencia, solo encontré un puesto como limpiadora en una empresa de servicios, pero que me ayudaba a pasar el mes sin lujos, ya que Lucas ingresaba una miseria en nuestra cuenta del banco.

Javier.

Eran las cuatro y media de la mañana y no paraba de dar vueltas en la cama. Hoy a las diez de la mañana tenía una reunión muy importante con los inversores, para la construcción de un mega centro comercial que tendría de todo, hasta piscinas cubiertas para el invierno y piscinas al descubierto para verano, semejando una playa del caribe, aparte de tiendas, cines, restaurantes, pistas de kart, tirolinas…en fin, de todo para el ocio.

Llevábamos ya casi dos años, con el proyecto y que, de salir adelante, nos dejaría unos beneficios increíbles, por eso era importante para mí y mi empresa. Llevaba semanas preparando esa reunión, examinando los planos y todos los mínimos detalles que fuesen importantes. Sobre mis hombros recaía toda la responsabilidad, para eso era el gerente y director comercial, aparte del arquitecto que había dado forma a esos planos.

Volví a mirar la hora, faltaban diez minutos para las cinco de la mañana y decidí levantarme, ducharme e irme a la oficina a repasar todo de nuevo y perfilar lo que sería mi hoja de ruta para exponer mi proyecto, había mucho en juego y mi reciente divorcio había interferido negativamente en mi trabajo.

Durante el camino hacia mi estudio no dejaba de pensar en todo, y sobre todo en Susana y lo que me gustaría tenerla a mi lado en esos momentos. Ella me daba seguridad en mí mismo y me hacía sentir que lo que me propusiese lo conseguiría sin problema.

Cuando llegué al edificio donde estaba mi empresa el de seguridad me saludó sorprendido:

—Don Javier, buenos días. Muy temprano llega usted, ¿hoy es el gran día?

—Buenos días Emilio, si, hoy es el gran día, ¿se nota mucho? —Respondí riéndome.

—Noooo…solo un poquito, —dijo riendo también, — por cierto, seguramente se encuentre con las señoras de la limpieza. Hace unos veinte minutos que han venido.

—Gracias por avisarme Emilio, espero no molestarlas. Que tengas un buen día.

—Le deseo lo mismo Don Javier.

Tomé el ascensor y pulsé mi planta. Cuando llegué, las luces de mi empresa estaban encendidas y vi movimiento dentro. Cuando pasé por delante de la cristalera vi de espaldas a una mujer alta, rubia, que llevaba su pelo recogido en una gran cola de caballo y que en ese momento tomaba una de las papeleras del suelo mostrando un culazo perfecto.

—Joder como está la niña, vaya polvazo que tiene. —Pensé para mí.

Entré decidido y me fui directamente a mi despacho, pero saludé antes a ese bellezón:

—Buenos días, espero no entorpecer su trabajo. —Saludé amablemente.

—Lo…lo siento pensé que hasta las nu…e…ve…no…no…¡¡¿JAVI?!! —Exclamó esa chica, pronunciando mi nombre.

Cuando me di la vuelta y la miré, fue…fue como un shock, una regresión en el tiempo. Frente a mí, aún más guapa de lo que la recordaba, estaba Susana, mi Susi. Vi como sus ojos se desbordaban mientras sus manos iban a su boca intentando acallar el grito que quería salir de su garganta.

—¡¡SUSI, ¿ERES TÚ?!! —Exclamé sin creérmelo.

Susana abrió sus brazos y vino hacia mi llorando para darme uno de los abrazos más fuertes, cálidos y emotivos que me han dado en toda mi vida. No lo pude evitar y mis lagrimas también desbordaron mis ojos mientras nos llenábamos de besos y llorábamos a partes iguales.

Cuando deshicimos ese abrazo nos miramos con intensidad, acariciándonos, estábamos los dos muy emocionados y nos mirábamos con un cariño inmenso:

—No…no te lo vas a creer, pero esta mañana como muchas otras, me he levantado pensando en ti. —Dije sin creer que tenía abrazada a la mujer que más amé y seguía amando.

—Yo llevo más de diecisiete años, pensando en ti…a todas horas. —Dijo Susana echándose a llorar de nuevo. — Y dime cielo, ¿trabajas aquí? —Me preguntó cuando se tranquilizó.

—Bueno, sí. Este es mi bebé, mi empresa, soy arquitecto y la fundé hace unos años. —Respondí orgulloso.

—Dios, que orgullosa estoy de ti. Sabía que triunfarías en la vida…no…no como yo, que soy una fregona. —Dijo tapándose la cara y echándose a llorar de nuevo.

—Cielo, tendrás tus buenas razones y no te avergüences, tu trabajo es tan importante o más que el mío.

—Se que lo dices para que me sienta mejor, pero para mí es una vergüenza que me veas así. En cambio, mírate tú, —dijo separándome de ella y mirándome de arriba abajo, — un hombre elegante, guapísimo y todo un arquitecto. — Proclamó Susana con cariño y admiración.

—Susana, créeme, tú también estas guapísima, eres una preciosidad de mujer.

Nos volvimos a abrazar y estuvimos así durante varios minutos, acariciándonos, besando nuestras mejillas con cariño, pero tenía que poner final a eso, estaba abrazando a, para mí, la mujer más importante en mi vida y notaba su anatomía pegada a mi cuerpo, y eso, me estaba excitando y poniendo nervioso. Así que, con pesar, deshice el abrazo separándome de ella mientras nos mirábamos con un inmenso cariño.

—¿Nos podemos tomar un café? —Pregunté ilusionado. —Te invito a desayunar. —Le propuse alegre.

—Cielo, lo siento, pero debo de terminar mi trabajo, si no, cuando venga mi supervisora a ver como ha quedado todo, si no he terminado o está mal hecho me echa unas broncas impresionantes y me juego mi puesto de trabajo.

—¿Tan mal estas en tu empresa, que ni puedes tomar un café? —Pregunté sorprendido.

—Es lo que ocurre cuando eres la última mierda. —Respondió Susana con pesar.

—No digas eso Susi, tú eres increíble y lo sabes.

Susana me miró y sonrió de manera triste. En efecto, parecía muy avergonzada de que la viese limpiando mi oficina, con su bata de color marino y el nombre de la empresa en su espalda.

—Bueno, me imagino que podremos quedar para poder comer o cenar o simplemente pasear. Deseo que nos sentemos tranquilamente y hablemos de nosotros. Después de tantos años, creo que tenemos muchas cosas que contarnos.

—Javi, estoy casada y tengo un hijo. No creo que a mi marido le atraiga la idea de que salga con el que fue mi primer hombre y el gran amor de mi vida.

—Bueno, pues que venga tu marido también. —Dije sin pensar.

—Eso, no creo ni que sea una buena idea. Lucas es muy celoso.

—¡¡¿Sigues…sigues con Lucas?!! —Pregunté asombrado y dolido.

—Si, él es…es…es ahora mi marido. —Respondió Susana avergonzada y sin mirarme a la cara.

—Bueno, eso…eso lo cambia todo. Ahora entiendo tu…Bueno da igual… ¿Me darías tu número de teléfono? ¿O eso también te pondría en una situación difícil? —Pregunté ya desilusionado.

Vi como Susana dudaba. Pero sacando su teléfono móvil del bolsillo de su bata me lo dio y me lo dijo:

—Marca tu número en mi teléfono y llámate, así quedaran registradas las llamadas.

Eso hice, y cuando mi teléfono empezó a sonar, mirando a Susana a los ojos corté la llamada y le volví a dar su teléfono. Vi como hacía algo en él, imagino que guardarlo en memoria, y mirándome con tristeza se despidió de mi:

—Javi te aseguro que eres lo mejor que me ha pasado hoy y no te haces una idea de lo que me alegro de volver a encontrarte, pero debo de seguir con mi trabajo, ¿lo entiendes verdad?

—Claro que lo entiendo, —dije con tristeza, — estaremos en contacto.

Cuando terminé de decir esto último, Susana me abrazó de nuevo con todas sus fuerzas y me dio un beso muy cerca de la comisura de los labios, un solo movimiento por mi parte y hubiese sido un beso en los labios. Vi cómo se alejaba hacia la sala de reuniones y hacía su trabajo, la miré por interminables minutos, grabándome su cara en mi cabeza, su cuerpo estilizado oculto tras esa bata y preguntándome, morbosamente, si debajo de esa vestimenta llevaría solo la ropa interior o algo más.

Me fui a mi despacho, todavía quedaba mucho tiempo por delante para preparar todo y la reunión que tenía ocupaba mi cabeza. Aunque el encuentro con Susana me había dejado un sabor agridulce, no quise que ese momento eclipsase el motivo por el cual estaba tan temprano en mi estudio, aparté de mis pensamientos a Susana y me centré en lo importante de ese día. Más adelante me pondría en contacto con ella.

Será una tontería, pero el encuentro con Susana resultó ser premonitorio. Esa reunión fue un éxito y el proyecto que expuse ante los inversores fue muy superior a lo que ellos esperaban. De acuerdo que también era de los más caros, pero ofrecía unas garantías y tiempos de ejecución de las obras que fue lo que decidió la balanza a mi favor. Sabía los márgenes de error con los que trabajaba, pero eso era un reto y lejos de asustarme, eso era un aliciente para seguir adelante.

Esa noche, cuando llegué a mi casa, un impresionante chalet en una exclusiva urbanización a las afueras de Madrid, me desnudé y me fui a dar un baño a la piscina cubierta que tenía en la casa. Aun con la excitación y la alegría que tenía por mi éxito en esa reunión, cuando entré en el agua y me puse a nadar, las imágenes de mi exmujer nadando desnuda en esa misma piscina junto a tres hombres, asaltaron mi cabeza.

Aun no puedo olvidar esas imágenes, de esos tres hombres, sobando, frotándose con mi mujer dentro del agua y como salían de esa piscina, uno de ellos se tumbaba en una hamaca, mientras mi mujer se follaba ese pollón enorme y lo hacía desaparecer en su coño. Ella se inclinaba ofreciendo su culo al que estaba detrás de ella y la sodomizaba con otro pollón y el tercero se ponía frente a ella y con una polla parecida a la de sus compañeros, se la metía en la boca hasta que su nariz tocaba el pubis del felado. Todavía puedo oír los jadeos, los gritos de placer y los bufidos de los hombres mientras llenaban con sus corridas todos los orificios de mi exmujercita. Luego de haber terminado, se escuchaba nítidamente a mi exmujer decirlo fatigada.

—Vamos a mi cama chicos, esto no ha hecho nada más que empezar, quiero más.

Y debo de ser un estúpido tan grande como el universo, pero todavía guardo ese DVD que el investigador privado me dio como prueba de las orgias que mi exmujer organizaba en mi casa, a veces ella sola con tres o más hombres, a veces con amigas que yo conocía y otras veces, con gente que no había visto en mi vida. Pero el denominador común era follar, follar sin medida ni límites y lo peor, a pelo, sin preservativos. Todavía no concibo, como en ese tiempo mi exmujer no contrajo, y por lógica, me transmitió una ETS.

Algo que si hice cuando ocurrió todo y se descubrió, aparte de echar a mi exmujer y su hijo de mi casa, fue cambiar el agua de las piscinas, la cubierta y la exterior, y todos los filtros de las dos depuradoras. Y una vez estuvieron vacías, contraté a un servicio de limpieza y desinfección para que limpiasen a fondo las paredes, suelos y tuberías de esas piscinas y lo desinfectasen, no quería que quedara un solo resto de esas orgias. También cambié todos los colchones, almohadas y ropa de cama y baño, sofá, sillones, hamacas, sillas…en fin casi hubiese sido mejor vender ese inmenso chalet, pero era mío, yo lo diseñé y mandé construir antes de casarme. Yo fui quien ordené donde quería cada cosa y como la quería y aunque me dolía por la infidelidad de mi exmujer, era mi primera obra, salida de mi cabeza y plasmada en esa impresionante construcción.

Esa sensación agridulce seguía en mí. Salí de esa piscina sin haber disfrutado de mi baño y me fui a duchar. Me preparé algo ligero de cena y me dispuse a ver los últimos mensajes de mi teléfono y uno de ellos era de Susi:

—No he podido dejar de pensar en ti en todo el día. Para mi eres como un sueño que se ha hecho realidad. Que descanses. Un beso.

—Yo tampoco he podido dejar de pensar en ti y solo deseo estar contigo. Mañana te veo en el trabajo. Que descanses tú también. Un beso enorme. —Respondí.

Esa noche, me acosté pensando en Susi, soñé con ella y me desperté pensando en ella. De nuevo se había metido en mi cabeza de manera intensa e iba a ser muy complicado y difícil sacarla de ahí.

A las siete y media de la mañana, entraba en mi estudio con dos cafés en la mano y dos croissants recién hechos. Si no recordaba mal, cuando éramos todavía pareja en Punta Umbría, le gustaba el café con leche y tres cucharadas de azúcar. Cuando entré en mi oficina la vi atareada, pero según me vio, dejó todo y vino hacia mi corriendo a abrazarme:

—Has venido, pensé que no lo harías, tu entras a trabajar mucho más tarde.

—Como te dije en mi mensaje, solo deseo estar contigo. Te he traído un café, espero que te siga gustando con leche y tres cucharadas de azúcar.

—¡¡No lo has olvidado!! Eres un cielo. —Dijo Susana con cariño.

Ese día la noté más comunicativa y aunque no dejó de hacer su trabajo, estuvo todo el tiempo hablando conmigo, aunque no de lo que yo deseaba, que hablásemos de nosotros. Fue una conversación cotidiana sobre el tiempo, algo de política, y lo caro que estaba todo y como había subido el coste de la vida, no así los sueldos.

Esta situación se alargó durante unas cuantas semanas. Yo notaba como Susana cada vez venía más arreglada al trabajo y siempre le ofrecía un café y conversación. Intenté varias veces llevar el peso de la charla hacia lo que realmente me interesaba, saber de su vida y que ella se interesase por la mía, pero era inteligente y esquivaba esas preguntas para ella algo incomodas. Tampoco cejé en mi empeño de que quedásemos un día para salir a tomar algo y casi pasado un mes desde nuestro primer encuentro fue ella la que pidió que quedásemos un sábado:

—Javi, mañana es sábado y Lucas está de ruta y he pensado que, si no tienes ningún compromiso y si tu mujer quiere, podíamos quedar para tomar algo.

—¿Que te hace pensar que estoy casado? —Le pregunté

—Bueno, no sé, lo supuse, vamos estaba segura de ello. Un hombre como tú no puede andar suelto sin pareja, es casi un pecado. —Dijo Susana ruborizándose.

—Pues no, no tengo mujer. Estoy divorciado y sin compromiso.

—¡¡¡Divorciado!!! ¿Qué ocurrió? —Preguntó Susana.

—Es una historia muy truculenta que te la contaré en otro momento. Pero básicamente mi mujer era un putón "desorejao" que se follaba a todo hombre que se pusiese en su camino.

—Vaya, que mal. ¿Y tuvisteis hijos?

—Bueno, ella sí tuvo un niño, pero no era mío.

—Uffff, que fuerte. No tuvo que ser agradable para ti.

—No, no fue agradable, pero es una página de mi vida que he pasado y quiero olvidar. Pero centrémonos en ti y en mí. ¿Qué te parece que te pase a buscar a tu casa sobre las doce y pasemos el día juntos?

—Me parece una idea genial, pero prefiero quedar en otro sitio, no quiero que las cotillas de mis vecinas vayan con el chismorreo a Lucas y me monte una bronca. Por ejemplo, podíamos quedar en la cafetería que hay frente a tu estudio.

Antes de las doce del mediodía me encontraba en esa cafetería, nervioso como un primerizo en su primera cita. No sé qué ocurriría ese día, pero sería un necio y un mentiroso si no confesase que deseaba con todas mis fuerzas llevarme a Susi a la cama y hacer mil diabluras con ella, mientras mi polla profanaba de nuevo su boca y su coño y espero que también su culo. Y a la mierda Lucas, ese patán no se merecía a una mujer como Susana.

Pasados unos minutos de las doce del mediodía, Susana entraba en esa cafetería, preciosa, radiante, arreglada de forma impresionante y dejándome con la boca abierta a mí y a todos los hombres y algunas mujeres que estaban tomando el aperitivo. Cuando llegó a mi altura la recibí con un delicado beso en la mejilla al que ella me correspondió con un abrazo y un susurro en mi oído:

—No te haces una idea de lo feliz que me siento al estar aquí contigo.

—La misma felicidad que siento yo al tenerte abrazada…anda, vámonos a otro sitio. —Sugerí a Susana, que aceptó de inmediato.

Nos fuimos hacia mi coche, un flamante Mazda CX-60, que Susana admiró según lo vio y estuvo montada en su interior. El primer sitio en el que fuimos fue al Pardo a tomar el aperitivo, empezaba a hacer buen tiempo y en lo alto, había muchas terrazas y bares y allí tuvimos una charla muy animada.

Para comer, la invité a un sitio fantástico, el restaurante del Hotel Barceló, en la Torre de Madrid, un restaurante con fabulosas vistas y bastante acogedor y romántico. Nos dieron una mesa que ni a propósito la hubiésemos conseguido, era casi un reservado muy discreto, donde pudimos hablar y comer con toda tranquilidad.

La comida fue esplendida, bien servida y deliciosa. El sitio era idílico y las vistas espectaculares. Notaba a Susana impresionada y encantada de estar en ese sitio, degustando cada plato, cada palabra, cada minuto conmigo. En los postres, la jefa de sala nos invitó a un combinado, algo que yo rechacé ya que tenía que conducir, pero que Susi aprovechó, pidiendo un Martini blanco con limón. A mi amablemente me trajeron dos licores sin alcohol para que eligiese el que más me gustara. La conversación seguía fluida y muy entretenida, hasta que Susana se puso seria y me lo dijo:

—Javi, llevo intentando decirte esto desde que nos volvimos a encontrar, pero necesito pedirte perdón por el día en el que rompí contigo en Punta Umbría.

—Venga Susi, ha pasado mucho tiempo desde aquello, ya ni me acuerdo. —Mentí dolorosamente. —Ahora estamos aquí y todo es muy diferente.

—No, quiero hacerlo y quiero explicártelo, mis motivos y el por qué. Se el daño que te hice, lo estúpida que fui…pero nunca me he podido quitar de la cabeza el ver como llorabas por mí, por lo nuestro y lo déspota y soberbia que fui. Quería hacerte daño, quería que me odiases con todas tus fuerzas, para que te olvidases de mí.

—Pues siento decepcionarte, pero no lo conseguiste, ni te acercaste.

—Fue una de las decisiones más difíciles y equivocadas que tomé en mi vida. —Dijo Susana humedeciendo sus preciosos ojos azules.

Permanecimos callados durante unos minutos. Susi agarró mi mano y entrelazó sus dedos con los míos mientras acariciaba mi mano y llevándola a sus labios la besaba con cariño:

—Si te pregunto algo… ¿Vas a ser sincero conmigo? — Solicitó Susana.

—Claro, pregunta lo que desees. —Respondí con seguridad.

—¿A cuántas chicas te follaste antes de que rompiese contigo?

—¿Quieres escuchar la verdad…o lo que te gustaría oír?

—Javi…la verdad…siempre la verdad.

—Pues la verdad, es que no me follé a ninguna chica, aunque oportunidades no me faltaron. Susana, tú eras mi amor, mi prioridad, mi vida…mi todo. No concebía a nadie que no fueses tú para hacer el amor. ¿Gilipollas? Por supuesto que sí. Pero no me arrepiento de mis decisiones.

—Yo…yo…no, no pude…no fui capaz de…¡¡Diooooos que mal!! —Exclamó Susana.

—Aunque si eso te va a hacer sentir mejor, cuando empecé mi carrera de arquitectura en Pamplona, a la semana ya me estaba follando a una compañera.

—¿Pamplona? ¿Hiciste tu carrera de arquitectura en Pamplona? ¿Y no viniste a verme? Estabas a algo más de tres horas de donde vivíamos. —Protestó Susana molesta.

—¿Para qué iba a ir a verte Susi? Tú habías tomado una clara decisión sobre lo nuestro y yo no quise interponerme entre Lucas y tú, estaba muy lejos para hacerlo. Creo que arrastrarme ante ti pidiendo que reconsiderases tu decisión, hubiese sido un gran fallo por mi parte, ¿no crees? —Dije convencido.

—¡¡PUES DEBERÍAS DE HABERLO HECHO…JODER!! —Exclamó Susana muy enfadada.

Me sorprendió ese acceso de ira sin venir a cuento. Su expresión era de rabia y dolor y me miraba como si yo tuviese la culpa de algo. Estuvimos algunos incómodos segundos sin decirnos nada, sin mirarnos, hasta que Susi se levantó de la mesa y lo dijo de forma seca y cortante:

—Discúlpame, necesito ir al baño. —Dijo rompiendo ese silencio incomodo.

Aproveché el momento para pedir la cuenta y cuando llegó de nuevo, pasados unos interminables quince minutos, vi que tenía los ojos muy rojos, síntoma de que había llorado.

No es que fuese un lince, pero conocía a Susana muy bien, creo que mejor que ella misma. Fueron muchos años juntos y conocía sus estados de ánimo y estaba seguro de que algo muy grave había pasado en su vida y algo peor estaba pasando, pero es que no me contaba nada.

—¿Susana quieres que nos vayamos? Algo me dice, que no estas a gusto.

—Cielo, perdona mi salida de tono, tú no eres culpable de mis malas decisiones.

—Nunca hemos hablado de ti, ni de tu vida. Aparte de haber sido pareja, una pareja precoz, también hemos sido los mejores amigos, amigos que se contaban todo y compartían las alegrías y las decepciones. Si necesitas contarme algo, si deseas confiar en alguien, sabes que siempre te apoyaré…por nada del mundo quiero perderte otra vez.

—Lo sé mi amor, te aseguro que lo sé. Anda, demos un paseo, hace muy buena tarde. —Sugirió Susana.

No es lo que más me apetecía, pero con tal de estar con ella, me aguantaría las ganas de follarla que tenía desde que la vi. Pero todas estas semanas con ella, me habían dejado percibir, que ocultaba algo, había cosas que no me cuadraban, no sabía achacarlo a nada, más que nada por el hermetismo de Susi, pero mi intuición me decía que algo muy grave pasaba en su vida.

Esa tarde paseamos como dos personas que empezaban a conocerse. Aquella Susana, que yo recordaba, segura de sí misma, picante, lanzada y transgresora, había dejado paso a una Susana insegura, temerosa y desconfiada. Pasamos un buen día, aunque por mi parte me hubiese gustado terminarlo en mi casa, bañándonos desnudos en la piscina y follando como conejos hasta la madrugada.

Pero, aunque esos eran mis deseos, mi intuición me aconsejaba ser cauto y esperar. Susana necesitaba en esos momentos confiar en sí misma y en mí. Habían pasado muchos años y como decía ella las personas cambian con los años. A las diez de la noche la dejaba frente a la cafetería donde habíamos quedado, no me dejó acercarla a su casa, era algo impensable y aunque insistí, no hubo manera de hacerla cambiar de opinión.

Nuestros encuentros siguieron en la misma tónica. Yo llegaba pronto por las mañanas y por lo menos estaba un rato con ella. Hablábamos del trabajo, de nuestro día…Yo le comentaba sobre mis proyectos, el proyecto que era tan importante para mí. Intentaba por todos los medios saber más de ella, pero era imposible. Cuando se veía superada por mis preguntas, huía alegando el mucho trabajo que tenía. Mi maldito presentimiento seguía martilleándome, me decía que insistiese, que algo malo le ocurría, hasta ese día que volvimos a quedar para pasar el día juntos de nuevo y ocurrió algo que hizo que saltaran todas mis alarmas.

Estábamos sentados en una terraza de un centro comercial. Charlábamos de todo de forma distendida y se me ocurrió hacerle un comentario que creo que toda madre acepta sin problemas:

—Susi, en todo este tiempo que llevamos juntos, me extraña que no me hayas enseñado una foto de tu hijo, me gustaría conocerle.

—Bueno, una foto si puedo enseñarte. —Seguidamente sacando su móvil buscó esa foto. — Mira, este es mi hijo. —Dijo mostrándome la pantalla de su teléfono móvil.

Era una foto de mala calidad. Era una imagen sacada con el móvil de otra foto. En ella se veía a un niño muy guapo con cara de felicidad y una gran tarta con cinco velitas imagino que por su quinto cumpleaños. Pero también había una fecha grabada en la foto, el día no se veía bien, pero si el mes y el año, mayo del dos mil once.

—¡¡¿Cómo?!! —Pensé para mí. —Esto es…es imposible. —Seguía diciéndome.

Susana seguía hablándome mientras miraba esa foto, pero yo no la escuchaba mientras mi cabeza pensaba y echaba cuentas. A ver, era una cuenta muy sencilla. Si como ella decía ese era su hijo y la foto era del dos mil once y su hijo tenía cinco años, entonces ella tendría veintiuno con lo que se quedó embarazada… ¡¡a los dieciséis años!! Una punzada de dolor atravesó mi corazón. Según rompió conmigo o ya estaba embarazada, o según llegó al pueblo, Lucas la folló y la dejó embarazada, e imagino que, con la mentalidad de los pueblos, Susana no lo tuvo que pasar bien y mucho menos pensar en el aborto. Como predije en su momento, Lucas le jodería la vida, como así había ocurrido. Lo que ocurrió después es lo que tenía que averiguar.

—Javi…Javi, ¿me oyes? Estas pálido. —Me decía Susana preocupada.

—Yo…yo…no…no me encuentro bien.

—Vámonos a urgencias, te llevo. —Dijo Susana asustada.

No tenía motivos, vamos, no me tendría que importar en absoluto, pero me sentía muy dolido y traicionado. A mí me obligaba a ponerme un preservativo y a Lucas le dejó correrse en su interior con el resultado de un chico de diecisiete o dieciocho años en este mundo.

Susana fue la que condujo mi coche hasta las urgencias del hospital. Durante el trayecto me fui encontrando peor y cuando llegamos y me atendieron, lo único que me pudieron decir es que había sido una bajada de tensión o un ataque de ansiedad. Por el resto me encontraba perfectamente, me dieron un tranquilizante y me mandaron a mi casa.

Susana, a través del GPS del coche, me llevó a mi chalet y cuando llegamos se quedó impresionada viendo donde vivía. El tranquilizante que me dieron en urgencias me estaba haciendo efecto y solo quería mantener los ojos cerrados. Susana me ayudó a subir a mi dormitorio y sé que solo me dejó con mi bóxer metiéndome en la cama. Se quedó conmigo hasta que me quedé profundamente dormido.

Cuando me desperté, serian cerca de las dos de la madrugada, la casa estaba en silencio. Estaba algo desorientado, pero me acordaba perfectamente de mi cita con Susi, como me afectó el saber que había sido madre siendo una adolescente cuando me enseñó esa foto y como me llevó a urgencias y luego a mi casa, ayudándome a desvestirme y a meterme en la cama. Cuando me incorporé, la vi tumbada a mi lado, totalmente vestida y solo tapada con una manta ligera.

Necesitaba ir al baño, así que con sumo cuidado me levanté, pero el movimiento que hice la despertó y me miró preocupada:

—¿Qué te ocurre? ¿Te encuentras mal otra vez? —Preguntó inquieta.

—No ni mucho menos, —respondí, —me encuentro perfectamente, solo necesito ir al baño.

Me levanté y fui al servicio. Cuando entré de nuevo en la habitación, Susi estaba sentada en la cama y me miraba algo avergonzada, solo iba con mi ropa interior y en ella se marcaba claramente mi verga medio morcillona.

—Susana, es muy tarde, me visto y te acerco a tu casa, no quiero que tengas problemas con tu marido.

—Tranquilo, Lucas no viene hasta la semana que viene, si es que viene. Prefiero quedarme contigo y cuidarte.

—Como quieras, pero por lo menos quítate la ropa y duerme más a gusto, yo te dejo una camiseta a modo de camisón y si lo deseas puedes dormir en el cuarto de al lado.

—No, prefiero quedarme contigo, así si te sientes mal, estaré a tu lado. Y ahora si me das esa camiseta me iré a cambiar. —Dijo Susana somnolienta.

Eso hice. Le di una camiseta grande que casi no usaba, y ella se fue al baño a cambiarse. Cuando vino de nuevo al dormitorio, supe que debajo de esa camiseta iba completamente desnuda. Vi como dejaba su ropa en una silla y en ella se veía perfectamente su ropa, su sujetador y su tanga. Pero lo que hizo seguidamente me dejó aún más sorprendido. Pensé que se acostaría y se taparía con la manta para "mantener las distancias" pero para mi sorpresa apartó el edredón, se metió dentro y acercándose, se pegó a mí y con voz mimosa me lo dijo:

—Abrázame, ¿quieres? Tengo algo de frio.

Tan sorprendido como excitado, hice lo que me dijo, ella ronroneó un poco, enredó sus piernas con las mías y al poco, su respiración acompasada, me decía que se había quedado profundamente dormida y a mí excitado al sentir su cuerpo pegado al mío y con una erección, al saber que estaba completamente desnuda debajo de esa camiseta, que sería muy difícil controlarla con Susi dejándome sentir su calor.

Ya no pude dormir, vaya, me había pasado toda la tarde y parte de la noche dormido, debido al tranquilizante y ahora estaba desvelado. Hice intento de dormir, pero fue imposible con Susana tan pegada a mí. Me recreé en su olor, su fragancia, la suavidad de su pelo y de su piel. Fui un poco temerario y metí mi mano derecha por debajo de su camiseta, acariciando su muslo y casi llegando a su culo, pero no quise seguir más adelante ante la ingobernabilidad de mi erección.

Con los primeros rayos de luz que entraban por el gran ventanal de mi habitación, decidí que, aunque estaba muy a gusto con Susi a mi lado, ya no aguantaba más en la cama. Con todo el cuidado del que fui capaz, me deshice del abrazo de Susi y de su enredo de piernas y me separé de ella, momento en el que se removió y ronroneó de nuevo:

—Javi mi amor, no me dejes nunca, quédate a mi lado siempre.

Me limité a besar su cabecita, y muy a mi pesar, abandoné mi habitación. Mi estómago rugía de hambre, desde la comida de medio día de ayer, no había probado bocado y tenía sed y hambre, así que me fui a la cocina y me preparé un desayuno, digno de una persona que se muere de hambre y me senté en uno de los taburetes de la isla de mi cocina para saborearlo mientras revisaba mi correo y leía las noticias.

Al poco tiempo, la voz de Susana irrumpía en el silencio de la casa:

—¡¡¿Hola?!! ¿Javi, dónde estás?

—En la cocina cielo. —Respondí en voz alta.

—¿Y dónde está la cocina? Esto es muy grande.

—Tú sigue mi voz y me verás enseguida. —Rei divertido.

Cuando volví a mirar hacia la puerta, apoyada en el marco, bellísima y con su larga melena rubia suelta, Susana me miraba con cariño. Todavía llevaba mi camiseta e imaginé que debajo seguía sin ropa interior. Vino hacia donde estaba sentado andando felinamente para meterse entre mis piernas y abrazarme contra ella, abrazo que fue correspondido por mi parte. Su pubis estaba pegado a mi sexo, sus tetas a mi pecho y mi polla empezaba a llenarse de sangre, presionando ligeramente sobre su vulva. Susi se separó de mí y me miró, acariciando mi cara y pasando sus dedos por mi pelo:

—Lo que te ocurrió ayer, ¿te había pasado antes? —Preguntó Susana.

—Nunca me había ocurrido nada de eso. Creo que en las últimas semanas he sufrido demasiado stress, ese fue el desencadenante.

Deshice el abrazo con Susana. O ella no quería darse cuenta de que estaba excitándome o quería excitarme y follarme. Fui a la cafetera y le hice un café con leche y un par de tostadas con mantequilla y mermelada de fresa.

—No me lo puedo creer, te acuerdas de todo lo que me gusta. —Exclamó Susi emocionada

Mientras ella desayunaba recogí mi desayuno y lo metí en el lavavajillas. Cuando terminé, me senté frente a Susana y contemplé como terminaba de desayunar.

—Dime la verdad Javi, ¿qué ocurrió ayer? Según te enseñé la foto de mi hijo, te pusiste pálido como la nieve, ¿qué viste? —Preguntó Susana.

—Susana, ¿eres consciente que desde que nos volvimos a encontrar, hace ya casi dos meses, no me has hablado de tu vida, ni de tu matrimonio, ni de Lucas y por supuesto, ni de tu hijo? ¿Qué ocurre en esa vida que llevas tan en secreto?

—Es complicado Javi, mi vida es complicada.

—Mira, sé que en tu vida ocurre algo, y ese algo es muy grave. Ayer cuando me enseñaste esa foto, supe que Lucas te dejó embarazada a los dieciséis años, pero si no me lo cuentas, si no me dejas ayudarte, no podremos seguir adelante.

—Que…que quieres decir con "no podremos seguir adelante". —Preguntó Susana asustada.

—Susana, nunca he dejado de quererte, sigo muy enamorado de ti y mi intención es que te divorcies de Lucas. Sé que no eres feliz con él, seguro que nunca lo has sido, solo hace falta ver tu tristeza, pero tienes que ser tú quien me cuente que es lo que pasa.

Por nada del mundo quería que Susi se disgustase, pero necesitaba arreglar esto de alguna manera. Y por nada del mundo me iba a convertir en su amante, ser el segundo plato en su vida. Quería, necesitaba, que su vida cambiase, que fuese mi mujer y yo su hombre, necesitaba amarla, que se sintiese querida y valorada, por Dios tenía treinta y tres años y parecía una mujer mucho más mayor.

Con tristeza vi como miraba su plato y caían dos grandes lagrimones y bajo ningún concepto quería que Susi se entristeciese, aunque el tema a tratar era triste y delicado. Me fui a su lado y ella me recibió abriendo sus piernas para que la abrazase. Por unos milisegundos vi su coñito lampiño, me abrazó con fuerza contra ella y mi ya incipiente erección se apoyó en su vulva. Yo la abracé también y agarrando su carita y mirándola a los ojos la besé tiernamente en los labios. El beso duró poco tiempo, según se separó ligeramente de mí, me miró y su cara reflejaba felicidad:

—Se que te acordarás, yo por lo menos no lo he podido olvidar. La última conversación que tuvimos en Punta Umbría, cuando te dije que salía con Lucas, me lo dejaste bien claro —"ese tío es un animal, alguien que te va a hacer mucho daño y te joderá la vida"— y no erraste nada de lo que me dijiste, solo me limité a burlarme de ti sin saber lo desgraciada que iba a ser a partir de ese momento.

—Bueno Susi, lo intuía por como conocía a Lucas y como se comportaba. Pero no consigo entender cómo le consentiste que te embarazase.

—Cuando llegué a nuestro pueblo, después de marcharnos de Punta Umbría, llegaba destrozada y muy triste. Había terminado con la persona que más amaba y me sentía vulnerable. Fui una estúpida y esa misma noche fui a buscar a Lucas, estaba solo en su casa y…y…me…me violó. —Dijo Susi echándose a llorar de nuevo. —Me trató como a una puta y me folló con rabia, haciéndome un daño enorme. Le pedí que no se corriese dentro, pero me insultó, me dijo cosas terribles y sin atender a razones, inundó mi útero con su corrida y me dejó embarazada. A partir de ese día, mi vida se fue a la basura y ese desgraciado me hizo sentir como una mierda, él y el cabrón del hombre que se supone quería a mi madre.

—Pero Susi, no entiendo, como… ¿cómo uniste tu vida a él después de lo que te hizo? Tenías que haberle mandado a tomar por culo. —Dije molesto.

—Por Dios Javi, parece mentira que no te acuerdes. Vivíamos en un pueblo donde todo el mundo se conocía. —Empezó a decir Susana, secándose las lágrimas. —No es que fuese una santa, todo el mundo conocía de mis correrías con los chicos y a nadie le extrañó que Lucas me preñase. Pero era un puto pueblo, y mi madre me obligó a tener ese hijo y ligar mi vida a Lucas, aunque no le quisiese. Cuando cumplí los dieciocho años, Lucas, sin contar conmigo, me llevó a León junto con mi hijo, y allí empezó la porquería de vida que he llevado desde entonces.

—Pero… ¿pero tu madre no te ayudó? ¿No sabía por lo que estabas pasando? —Pregunté asustado.

—Mi madre era una puta en la cama, creo que no habrás olvidado lo que vimos, y una beata estúpida frente a la galería. Su hija había incurrido en pecado y tendría que asumir las consecuencias. El aborto, que es lo que yo le pedí, ni lo contempló, y me obligó, ella y ese horrible hombre del que se había enamorado, a seguir con mi embarazo, dando plenos poderes a Lucas sobre mí.

—Dios, no me lo puedo creer, tu madre, una de las personas que más quería. —Respondí con tristeza.

—Pero lo peor estaba por llegar. —Dijo Susana.

—Susana por Dios, ¿pero hay algo peor? ¿Hay algo más? —Dije asustado.

—Por supuesto que sí. Ese hombre horrible que decía estar enamorado de mi madre quiso abusar de mí. Vivía con nosotras y no desaprovechaba ocasión para rozarse, meterme mano incluso meterse en el baño cuando me estaba duchando y querer violarme, pero lo peor es que se lo conté a mi madre y no hizo nada…¡¡¡NADA!! —Gritó Susana volviendo a llorar. —Estaba en la mismísima mierda, sola, sin nadie que me apoyase…sin ti, abandonada a mi suerte. Por eso cuando Lucas me dijo que nos íbamos a León, no dudé ni un segundo en salir de mi casa, no sabiendo que salía de Málaga y me metía en Malagón. Han sido tantos años horribles que quiero olvidar, que no sé si podré lograrlo.

—¿Y tu hijo? —Pregunté con curiosidad.

—Mi hijo no quiere saber nada de mí. Lucas lo ha puesto en mi contra. Ahora está a punto de cumplir los dieciocho años y está con su padre por Europa, recorriendo aventuras con el tráiler y no le veo hace más de un mes, bueno, a él y a su padre. Son tan irresponsables, que su padre le deja conducir de vez en cuando esa monstruosidad de camión que tiene, sin ni siquiera tener el permiso de conducir.

—No deseo el mal a nadie, pero eso que hacen es una temeridad, y me gustaría que les pillasen en un control de carretera y se le cayese el pelo a Lucas y a tu hijo.

Susana y yo seguíamos abrazados. Lo peor es que Susi me achuchaba hacia ella a la vez que adelantaba las caderas y ya empezaba a notar la humedad de su coñito en mi ropa interior ya que mi erección era muy notable y seguro que ella lo notaba perfectamente. Pensé, erróneamente, que en esa cocina iba a ocurrir algo en breves momentos, Susana me tenía tan abrazado, y sus manos hablando por ella recorriendo mi cuerpo, que cuando me lo dijo, me dejó un poco hecho polvo:

―¿Por qué no me enseñas tu casa? Es alucinante. ―Me dijo Susi separándome de ella.

—Claro, ¿ayer cuando vinimos no te diste una vuelta? Estás en tú casa. —Dije con sinceridad.

—Ayer estaba más preocupada por ti, que por husmear por tu casa.

—Pues ven que te enseño todo. —Dije agarrando su mano.

Realmente quería enseñarle su futura casa, porque mi intención era que cuanto antes se viniese a vivir conmigo y desde mi casa, empezar con los trámites del divorcio. Por nada quería que Susana se encontrase sola ante lo que se avecinaba.

Susi se quedó fascinada por donde vivía y las comodidades que tenía. La casa estaba domotizada y con una tablet se podían controlar muchas funciones, pero realmente lo que más le gustó fue la piscina cubierta y el jacuzzi.

—Dios, es todo tan increíble, solo tu cocina es más grande que mi casa. Y dime, ¿cómo encontraste este palacio? —Preguntó Susana.

—No, yo solo compré el terreno. Luego diseñé la casa donde quería vivir y bueno, aquí está el resultado.

—Es impresionante Javi, y esta piscina, me encantaría darme un baño.

—Pues a que esperas. —Le animé.

—No tengo traje de baño.

—Bueno, eso no es problema, te dejo sola y te bañas desnuda. Yo lo hago a menudo.

—Y mejor, ¿Por qué no te bañas desnudo conmigo? —Sugirió Susana quitándose la camiseta y mostrándome su cuerpo.

Enseguida se tiró al agua, privándome de la visión de su espectacular cuerpo. Cuando salió a la superficie me miró divertida y me retó:

—Vamos cobarde, ¿o te asusta que vea tu pequeña pollita? —Dijo echándose a reír.

Sin dejar de mirarla, me quité mi camiseta y me deshice de mi bóxer, mostrando mi príapo en su máxima expresión, momento en el que Susi abrió mucho sus ojos y nadando hacia el borde se quedó mirándome desde el agua.

—Joder Javi, sí que has crecido desde la última vez que nos vimos desnudos, si, vaya pollón.

—Los dos hemos cambiado mucho Susi, eres un bellezón.

Me tiré al agua y cuando Sali a la superficie, tenía a Susana frente a mí. Volvió a abrazarme y literalmente devoró mi boca, mientras su mano bajaba hacia mi sexo y lo masturbaba acariciando mis huevos con suavidad. Cuando terminamos ese beso, estábamos enfebrecidos y solo deseaba follarme de nuevo a mi chica.

—No te haces una idea de lo que necesitaba sentirte así. Desde que nos encontramos sueño con esto. —Confesó Susana.

Mis manos bajaron a su culo y la apreté contra mí. Ella abrazó con sus piernas mi cintura y mi polla que apuntaba al cielo rozaba su coñito con dulzura.

—Por Dioooos mi amor, follameeeeh…métemela hasta los huevos.

—Te voy a reventar cariño, llevo soñando con esto muchos años.

Fue la misma Susana la que metiendo su mano entre nuestros cuerpos, agarró mi verga y dejándola a la entrada de su vagina se dejó caer, metiéndosela ella misma y clavándose mis veintiún centímetros hasta la empuñadura.

—¡¡POR DIOOOS MI AMOOOR…QUE GUSTOOOO!!

—Joder Susi, que apretadita estas, Diooos… —Gemí excitado.

Susana se abrazó con fuerza a mí, gimiendo su placer, follándose ella misma mientras mis manos amasaban su culo y mis dedos jugaban con su anito. Yo aguantaba como buenamente podía la follada de Susi, pero la excitación de la noche, unida al abrazo de la cocina estando entre sus piernas y ahora notando como el coñito de Susi exprimía mi polla, hicieron que mi orgasmo creciese imparable dentro de mí.

—Susi, Susi cariño…no…no aguanto más, me voy a correr…¡¡Susiii!!… Exclamé, notando como mi polla se hinchaba y empezaba a llenar el útero de mi amada.

—¡¡¡AHHHHH…MI AMOOOOR!!! —Gritó Susana empezando a correrse.

Noté como, mientras Susana me daba un beso profundo, su cuerpo se convulsionaba y su vagina literalmente exprimía mi polla hasta sacar la última gota de semen. Y sería una estupidez, de hecho, seguro que lo era, pero follar en esa piscina con otra mujer, me resarció de alguna manera, de la infidelidad que vi y viví con mi exmujer en su momento. Y quizás sería por lo enamorado que estaba de Susana, pero era como una bendición para esta casa, como un amuleto, un atrapasueños, que alejaba de mi mente lo vivido con mi exmujer.

—Javi ha sido increíble, —decía Susi fatigada, —Hacia años que no sentía esto y ha sido la leche.

—¡¡¿Años?!! —Pregunté asombrado.

—Más exactamente, desde la última vez que tú me regalaste un orgasmo, allá por el dos mil cinco. —Dijo Susana volviéndome a besar.

—En todo este tiempo…Lucas no… ósea…joder que fuerte.

—Ese desgraciado solo me folló para embarazarme. Pero cuando supe lo que me había hecho, le prometí que nunca más me tocaría un pelo. Lo intentó, por supuesto que lo intentó, hasta querer violarme, pero las patadas que le di en los huevos le dejaron claro que no quería nada de él. Solo un consolador ha sido quien me ha ayudado durante todos estos años. Lucas y yo estamos casados, pero no hacemos vida marital.

—Pero entonces, ¿por qué estás con él? No lo entiendo.

—A lo primero por inmadura, estaba embarazada, asustada y sola. Luego porque me hacía falta alguien que aportase dinero para criar a nuestro hijo, ese niño ocupaba mis veinticuatro horas. Y cuando estaba criado, y encarrilado para que fuese alguien importante en la vida, vino su padre, le llenó la cabeza de pájaros, abandonó sus estudios, lo puso en mi contra y me dejaron sola y hundida, hasta…hasta que tú apareciste.

—Pero eso va a cambiar a partir de ahora, ¿a que si Susi?

—Estoy muy asustada Javi, asustada y feliz. Por primera vez en mi absurdo matrimonio le he sido infiel a mi marido, pero es que, ni he pensado en él cuándo follábamos, solo en ti mi amor y en el placer que me estabas dando, he tocado el cielo contigo.

A todo esto, yo seguía dentro del coñito de Susana, con mi polla bien clavada en su interior. Notaba el calor abrasador de su vagina y sus músculos apretando mi falo, mimándolo, con lo que no había perdido nada de erección, pero ya llevábamos cerca de media hora en el agua y si seguíamos, íbamos a parecer garbanzos a remojo.

—Cariño, que te parece si salimos de la piscina, nos secamos, nos subimos a nuestra habitación y terminamos lo que hemos empezado. —Sugerí a Susana.

—Estaba deseando que me lo pidieses. —Dijo Susana, mientras sacaba de su interior mi balano.

Nos salimos de la piscina y nos secamos. Susana agarró mi mano y me llevó hasta nuestro dormitorio, entrando a gatas en la cama mostrándome su perfecto culo mientras me miraba lascivamente. Para entonces mi rabo ya estaba más duro que el granito, Susana se tumbó de medio lado y mirándome como una gatita mimosa dio unas palmaditas en el colchón para que me tumbase.

—Ven aquí mi amor, quiero ver eso tan grande que tienes entre las piernas más de cerca.

Me tumbé en la cama con mi polla apuntando al techo y enseguida Susana se arrodilló mirándola seducida y agarrando mi mástil, empezó una suave paja.

—Todavía me acuerdo la primera vez que te masturbé ¿te acuerdas? —Preguntó Susi.

—Cielo, no he podido olvidar nada de lo que hicimos. Lo tengo grabado a fuego en mi cabeza. Te lo dije, te he pensado, todos y cada uno de los días que hemos estado separados.

Susana me miró con amor y dejando sus artes onanísticas trepó por mi cuerpo besándome con cariño:

—Yo tampoco dejé de pensarte y nunca creí que el destino nos volviese a unir. Pero por suerte me equivoqué y ese destino que me hizo tomar una muy mala decisión, me da otra oportunidad. Te amo Javi, te he amado, te amo y te amaré siempre. Te quiero y no me pienso separar de tu lado, nunca más.

Esa mañana nos devoramos. Hicimos un sesenta y nueve, donde Susi me hizo una mamada impresionante y yo me comí su coñito y follé su anito con mi lengua hasta que los dos estallamos en un poderoso orgasmo.

Su sabor me enloqueció. Mi pituitaria y mis papilas gustativas no la habían olvidado y lo tenía muy claro, no quería que Susana volviese a su casa, quería que se quedase conmigo, no quería volver a perderla, y a saber de lo que sería capaz Lucas si se enteraba de que estaba conmigo.

Pero esa mañana nos follamos a placer, misionero, en cuatro, cabalgándome ella, en cucharita…disfruté de ella, y ella de mí. Cuando me cabalgaba devoré sus tetas mientras clavaba mi polla en lo más hondo de su coñito y Susi aullaba de placer todos sus orgasmos y disfrutaba de todas y cada una de mis corridas y como cuando éramos unos inconscientes, sin poner ningún medio para que Susi no quedase embarazada, aunque a estas alturas de la vida, me daba exactamente igual.

A la hora de la comida, no nos quedó más remedio que hacer un alto para recuperar fuerzas y sobre todo para recuperarme yo. Estaba seco y mi polla pedía un receso para recuperarse también. Pedimos comida a un restaurante y comiendo, Susana me explicó con detalle la existencia que llevaba con su marido, quedándome sorprendido por la vida tan desgraciada y amarga que ese cerdo había hecho pasar a Susana.

Pero también me dio información muy precisa de la empresa para la cual trabajaba su marido, matrícula de su camión y lugares que frecuentaba cuando iba a cargar. Me resultaba extrañísimo, que solo Lucas apareciera un par de veces al mes por su casa y a veces ni eso, y el muy desgraciado solo ingresara quinientos euros en la cuenta, y de ahí que Susana pagase parte del alquiler, e hiciese las compras necesarias para comer y pasar el mes, de ahí ese trabajo esclavo que tenía, pero que por lo menos le ayudaba a estar algo más desahogada.

Pero cuando estábamos relajados en el sofá, viendo la televisión, los dos desnudos, Susana me hizo esa pregunta incómoda que sabría que me haría en algún momento:

—Yo te he contado todo lo que tenías que saber de mi desde que dejamos de vernos. Pero ¿Qué ocurrió en tu vida? ¿Qué ocurrió en tu matrimonio? —Preguntó Susana.

—Bueno, sabía que este momento llegaría tarde o temprano. —Dije incómodo.

—Javi, es lógico que después de todo lo que hemos pasado, queramos saber todo el uno del otro después de más de diecisiete años, ¿no crees?

—Si, por supuesto que sí, pero duele hablar de ciertas cosas. —Dije ya molesto.

—Lo se mi amor. ¿Piensas que me he sentido cómoda contándote la mierda de vida que me tocado vivir? ¿Crees que no estoy avergonzada al contarle al amor de mi vida lo inútil que he sido?

—Pues ni te avergüences ni te sientas una inútil. Lo que me sorprende que con lo guerrera que eras cuando estábamos juntos, dejases que ese capullo te desgraciase la vida.

—Lo que pasa es que cuando te das cuenta de cómo un niñato te ha jodido la vida y que ni siquiera la única persona que se supone debe protegerte te deja tirada por un mal hombre, —dijo haciendo referencia de su madre, —tu autoestima, tus ganas de luchar, de revelarte, de mandar todo a la mierda, están ya tan desaparecidas, que solo quieres morirte para salir de ese pozo. Solo mi hijo me hizo seguir adelante…y mira cómo me lo ha agradecido, no quiere saber nada de mí. —Dijo Susana con rencor. —Pero hablemos de ti, de mí ya hemos hablado mucho.

—Bueno, con veinticinco años terminé mi carrera de arquitectura y me fui a Estados Unidos a hacer un master y con veintiséis regresé a Huelva, a casa de mis padres. Por delante tenía un futuro muy difícil hasta que encontré trabajo en un estudio de arquitectura y empecé a adquirir experiencia.

—¿Y dime, en la universidad follaste mucho? —Preguntó Susana.

—¿Eso es importante? —Pregunté sorprendido.

—No, pero me gustaría saberlo. —Respondió Susana.

—Susana, follé lo que pude y me dejaron, pero si, follé mucho. ¿Contenta?

—No, pero quería saberlo. Continúa, y no te enfades conmigo. —Dijo Susana con mimo.

—Bueno, cuando vi que en Huelva no tenía futuro, me vine a vivir a Madrid. Había estado ahorrando todo lo que podía y privándome de muchas cosas para hacer una pequeña fortuna. Estuve buscando en estudios de arquitectura, pero en ninguno me dieron la oportunidad de aplicar mis conocimientos, así que al poco de llegar y viendo que encontrar trabajo era muy complicado, me lié la manta a la cabeza y monté mi propio estudio de arquitectura con solo un empleado, yo mismo.

—Le echaste mucho valor. Los emprendedores en España lo llevan bastante mal. —Comentó Susi.

—El caso es que no se si fue suerte o que alguien vio mi potencial, pero al cabo de dos meses tenía un proyecto para construir quince chalets en una urbanización. Me puse manos a la obra y a las pocas semanas ya tenía los planos y todos los documentos de construcción. Pero hubo un problema legal con los terrenos donde se iba a edificar y se tuvo que poner en manos de un bufete de abogados para solucionar el problema. Fue en ese bufete donde conocí a la que sería mi mujer.

—No sé por qué, pensé que tu exmujer sería también arquitecto. Así que era abogada. Y dime, ¿cómo era? ¿Era guapa?

—Si que lo era, era tan guapa como puta, una zorra desalmada que no dudó en demostrarme que no me quería ni me respetaba y que utilizó esta casa como…como…picadero para sus orgias.

—¿Cuánto tiempo estuvisteis de novios? —Preguntó Susana.

—Unos tres años.

—¿Y en ese tiempo no viste o notaste algo raro? ¿Qué te hizo enamorarte de ella?

—Pues no, en todo ese tiempo no vi nada extraño, salvo que trabajaba mucho y hacia muchos viajes por temas legales en otras ciudades. Imagino, que en esos viajes es donde se desmadraba y se follaba a todo lo que se movía, ya fuera hombre o mujer. ¿Y que me hizo enamorarme de ella? Pues su manera de ser que en ocasiones me recordaba algo a ti. Eso hizo que me enamorase de ella perdidamente. Había momentos en los que cerraba los ojos cuando la escuchaba hablar e imaginaba que eras tú.

—Mi amor, —dijo besándome con cariño, —te aseguro que voy a hacer que olvides a esa zorra. Pero continúa.

—Bueno, durante esos años y debido a que mi estudio empezó a tener más clientes, pude construir la casa que estás viendo. Cuando terminó la construcción y estaba equipada y amueblada, me casé con la que pensé era la mujer que andaba buscando. El primer año fue vivir con ella como en una nube, todo era perfecto, sexo desenfrenado casi a diario, viajes a lugares exóticos, hasta que me dijo que se había quedado embarazada. Eso, eso no me lo esperaba.

—¿Cómo que no te lo esperabas? No entiendo.

—Es algo ridículo. Mi exmujer y yo nunca hablamos de si ella se cuidaba o no, pero tampoco me dijo que terminase fuera de ella cuando lo hacíamos o me pidió que utilizase preservativo. Di por hecho que ella ponía los medios, pero me equivoqué.

—Típico de los hombres, la mujer es la que siempre debe de poner los medios. —Respondió Susana con ironía. —Por cierto, desde que nos encontramos sabía que terminaríamos así, vamos estaba segura, yo si me cuido.

—Pues gracias por decírmelo, pero te lo aseguro, tener un hijo contigo sería lo más bonito que me podría ocurrir.

—¿Lo dices en serio? —Preguntó Susi, con un brillo especial en sus ojos.

—Por supuesto que lo digo en serio. ¿De cuantas formas puedo decirte que te quiero? En fin, esa noticia me pillo un poco fuera de juego, pero me alegró, ya tenía treinta y cuatro años e iba siendo hora de tener familia. Lo había pasado muy bien con mi mujer, pero no éramos tan jóvenes y si esperábamos mucho, luego sería complicado tener hijos. El caso es que durante todo el embarazo no paro de trabajar y hacer viajes. Por aquel entonces me encargaron un proyecto que estaba fuera de Madrid, con lo que algunos meses estaba más tiempo fuera de casa. Hasta que llegó el día del parto, ese día no lo olvidaré.

—Bueno, tuvo que ser un gran día, no me extraña que no puedas olvidarlo. ¿Sabes que cuando yo di a luz a mi hijo, estuve sola, completamente sola? Ni Lucas ni mi madre se dignaron a aparecer, uno por que dijo que tenía trabajo y la otra porque no le dio la gana de venir. Fue deprimente.

—Yo no lo digo por eso. Al principio fue bonito mientras vi como nacía el que se supone era mi hijo, pero cuando después de asearlo y hacerle las pruebas correspondientes lo tuve por primera vez en mis brazos, supe que ese niño no era mío.

—¿Qué te hizo sospechar? —Preguntó Susana.

—Su color de piel, más oscuro de lo habitual, siendo los padres más blancos que la leche. Su pelo negro y rizado y luego su olor. Ese niño tenía un olor especial que me hizo sospechar aún más. El tiempo que estuvo ingresada mi exmujer en la clínica, aproveché para tomar muestras de ese niño y hacer una prueba de paternidad que como esperaba dio negativa, yo no era el padre.

—¿Y qué hiciste, en ese momento abandonaste a tu mujer?

—No, soy un estúpido morboso. Sabiendo que me había sido infiel, quise saber con quién. Contacté con una agencia de investigación y mientras tanto me comporté como un marido ejemplar. Mientras llegaban los resultados, hice dos viajes más y al cabo de tres semanas, más o menos, la agencia se puso en contacto conmigo asegurándome que tenía pruebas concluyentes de la infidelidad de mi mujer. Cuando nos reunimos, no me digas como lo hizo esta agencia, pero se veían imágenes del interior de mi casa, era como Sodoma y Gomorra y se veían escenas de todo tipo con mi mujer como si fuese una estrella porno, en la piscina cubierta, en el salón, cocina, dormitorio, jardín, con tres, cuatro o cinco tíos a la vez y con unas pollas enormes que la follaban sin descanso y se corrían dentro de ella, con lo que ese niño, podía ser de cualquiera, menos mío. Me dieron un DVD con todo, videos fotos y un dosier completo con entradas, salidas y actividades extramatrimoniales.

—Dios, no me puedo imaginar cómo te sentiste cuando lo viste. —Dijo Susana con tristeza.

—Pero lo más gracioso, es que, humillado y hundido, llegué a mi casa y mi exmujer me recibió como si nada. Cuando quiso besarme la rechacé y cuando le enseñé todas las pruebas que tenía, sonrió y tomando su teléfono, hizo una llamada sin dejar de mirarme.

Hola…si, ya ha ocurrido. ¿Vienes a buscarme?… Vale, te espero. No tardes.

Esa fue su conversación y levantándose de donde estaba sentada me miró con condescendencia y me lo dijo con una tranquilidad pasmosa.

Lo siento Javi, de veras que lo siento, te quiero, pero la vida que deseo llevar, tú nunca la aceptarías.

Me quedé sentado sin saber lo que hacer o que decir. Al rato bajó con dos maletas y con su hijo. Me dejó una carpeta en la mesa.

En esa carpeta están los papeles del divorcio ya firmados por mí. Lógicamente con las pruebas que tienes no pienso pedirte nada. Fírmalos, dáselos a tu abogado y todo habrá acabado. A por el resto de mis cosas, vendré otro día. Adiós Javi.

Joder que frialdad… ¿Así sin más? Preguntó Susi.

—Así sin más. Casi inmediatamente llegó un todo terreno enorme del cual se bajó un tipo que parecía un armario ropero. Tomó al niño en brazos, una maleta y subiéndose los tres en el coche, desaparecieron por la calle hasta que los perdí de vista y dando por terminado mi matrimonio relámpago de algo más de dos años.

—Lo tuviste que pasar muy mal con todo aquello. —Dijo Susana.

—No te niego que lo pasase mal, pero el dolor de perderte fue muchísimo peor, te lo aseguro.

—Mi amor, te aseguro que no me volverás a perder. Hay algo que no entiendo, si su forma de vivir era follarse a todo hombre, ¿por qué se casó contigo? Y lo peor, ¿por qué tuvo un niño?

—Se lo pregunté cuando vino de nuevo a terminar de llevarse sus cosas y me dio una respuesta ambigua, solo me dijo que nuestro matrimonio le dio cierta estabilidad y que ese embarazo había sido algo inesperado, pero que cuando se casó conmigo me quería. Por supuesto que no creí nada de lo que me dijo. Solo ella sabrá por qué hizo lo que hizo. Después de eso, me gasté un pastizal en desinfectar la casa, cambiar el agua de las dos piscinas y el jacuzzi, filtros de las bombas de agua, cambio de colchones, sofá, sillones, sillas, sábanas, almohadas, toallas de baño y de lavabo, en fin, todo lo que esos hijos de mil padres pudieron tocar y ensuciar con sus fluidos.

—Bueno cariño, pero ahora estoy contigo y todo eso solo será un mal recuerdo.

Susana retrepó un poco y me besó con cariño para seguidamente meter su cabecita entre mi cuello y mi hombro. Seguíamos desnudos y tumbados en el sofá, empezamos a acariciarnos, pero nos entró sueño, quedándonos dormidos muy abrazados.

Susana.

Que caprichoso es el destino. Esa mañana cuando mi despertador me sacó de mi sueño y mientras me preparaba, recordaba al amor de mi vida y todo lo que vivimos, nada hacía presagiar lo que me ocurriría dentro de algo más de una hora.

Recuerdo que cuando nos montamos en la furgo que nos llevaba a nuestros sitios de trabajo, la supervisora iba diciendo a las chicas los lugares donde debían limpiar. Cuando llegó mi turno y me lo dijo:

—Susi, a ti te toca el piso decimo, el estudio de arquitectura. Haces buen trabajo, pero te pido que hoy te esmeres aún más, ya que según me han comentado, se va a celebrar una reunión muy importante y quieren todo impoluto.

Yo solo asentí con mi cabeza, sin contestar nada. Estaba con mis pensamientos, mirando por la ventanilla, como las calles estaban prácticamente vacías debido a lo temprano que era. Al poco llegamos a la entrada de un gran edificio ya conocido por mí y nos recibió el agente de seguridad. Fuimos al cuarto de los utensilios, cada una recogió lo que le hacía falta y tomando el ascensor nos fuimos repartiendo por las diferentes plantas.

Cuando llegué al estudio de arquitectura y encendí las luces, supe que sería un trabajo muy relajado. Todo estaba muy limpio, solo vaciar las papeleras, quitar el poco polvo a las mesas de trabajo y dejar limpios los servicios y la sala de reuniones.

En eso estaba, limpiando y vaciando papeleras cuando una voz me sobresaltó:

—Buenos días, espero no entorpecer su trabajo.

Quise disculparme con ese hombre que por cualquier circunstancia llegaba antes a trabajar, pero cuando lo vi, se me heló la sangre en las venas. Estaba muy cambiado, pero no me costó reconocerlo, delante de mí estaba el amor de mi vida, la persona que más quise y seguía queriendo, cambiado, sí, pero guapísimo y solo atiné a decir su nombre:

—¡¡¿JAVI?!!

Vi cómo me miró y su cara se transformó en una de felicidad absoluta, preguntándolo sin creérselo:

—¡¡¿SUSI, ERES TÚ?!!

No me lo podía creer, quise gritar de felicidad, pero mis manos lo impidieron. Mis ojos se inundaron y me eché a llorar mientras me abrazaba a él con todas mis fuerzas y le llenaba de besos. Habían pasado diecisiete años, diecisiete años de penuria y tristeza, siempre acordándome de él, de cómo me trataba, el amor que me tenía y lo feliz que era a su lado.

Pero enseguida me avergoncé de mí misma, sabia la imagen que daba, la de una persona que no había triunfado en la vida y solo había podido encontrar trabajo como limpiadora. A él le veía de traje, muy elegante, oliendo de una manera que enamoraba, aspiré su aroma me quise quedar con su olor y mentiría si no dijese que mi tanga estaba muy húmedo, sintiendo su cuerpo pegado al mío y si me hubiese pedido follar con él en ese mismo momento no lo habría dudado y me lo habría llevado a cualquier despacho para que me tumbase en una mesa y me hiciese suya de nuevo.

Me sentí muy orgullosa de Javi, cuando me dijo que era arquitecto y que ese estudio de arquitectura era suyo, lo había creado él de la nada y con su esfuerzo lo había sacado adelante. Le vi llorar de felicidad al saber que nos habíamos encontrado de nuevo. Nos atropellábamos al hablar queriendo saber cosas el uno del otro, Dios, teníamos tantas cosas que contarnos.

Nos confesamos que en todos estos años no habíamos dejado de pensar el uno en el otro, y eso hizo que nuestro abrazo se alargara más aun, Dios, me sentía tan bien entre sus brazos. Hacía muchos años que no me sentía así, querida, protegida y ese sentimiento hizo que me abrazase aún más, necesitaba sentirle, que notase mi cariño, mi amor y mi admiración por él.

Pero cuando se pasó el efecto de las endorfinas, mi cabeza recordó cómo me porté con él al final, como le humillé y me burlé cuando decidí dejar lo nuestro. Aunque lo hice para que me odiase y me olvidase cuanto antes, eso fue un error que me estuvo corroyendo durante años. Noté como su abrazo perdía intensidad y me miraba ilusionado y risueño, pero yo empecé a sentirme como una mierda:

—Nos podemos tomar un café, te invito a desayunar. —Me pidió Javi.

Lo podía haber hecho sin problema, pero puse una excusa tonta, como que tenía que terminar mi trabajo, si no mi supervisora me echaría la bronca. Me pidió entonces que quedásemos para comer o cenar, el pobre mío solo quería estar conmigo, pero yo estaba muerta de miedo y con un montón de dudas.

Le dije, como si eso fuese una excusa para mí, que estaba casada y tenía un hijo, y Javi me dijo que no era problema, que viniese mi marido también y fue cuando le dije que no sería buena idea, que a Lucas no le haría gracia.

Vi que no puso buena cara con lo que le dije. Creo que no esperaba que después de tantos años siguiera con ese impresentable, pero no le quedó más remedio que aceptarlo. Solo al final, sabiendo que no nos podríamos ver por la cantidad de impedimentos que le puse, solo me pidió mi número de teléfono móvil que no dudé en dárselo. Por lo menos sería una manera de estar conectada con él y no perderle de nuevo. Con pesar me despedí de él, le abracé de nuevo y dándole un largo beso muy cerca de sus labios me fui a seguir haciendo mi trabajo. Se que se me quedó mirando muchos minutos, pensando vaya usted a saber qué y enfadándome conmigo misma, al no haber sido más valiente.

Ese día fue uno de los mejores de mi vida desde hacía muchos, muchos años. No pude quitármelo de mi cabeza, estaba excitada, ilusionada y muerta de miedo, porque según fue pasando el día lo único que deseaba era estar con él y sentirle de nuevo abrazándome, pero temía que me echase en cara el daño que le hice cuando le abandoné y eso me martirizaba.

Por la noche cuando llegué a mi casa y me encontré sola de nuevo, tomé mi teléfono y le mandé un mensaje que aun guardo:

—No he podido dejar de pensar en ti en todo el día. Para mi eres como un sueño que se ha hecho realidad. Que descanses. Un beso.

Quizás fuese muy diplomática. Era un mensaje que, sin ser pasional, sí que le decía muchas cosas, o eso quería creer, pero que le iba a poner:

—Estoy en mi cama desnuda, abierta de piernas, metiéndome dos dedos en mi encharcado coño y pensando que eres tú quien lo hace.

Quizás eso hubiese sido mejor y más directo porque es lo que deseaba desde que le vi. Y recordé que tenía que ir al ginecólogo y que me recetase la píldora anticonceptiva, porque si o si, Javi y yo terminaríamos en la cama follando como animales en celo.

Esperé su respuesta, que pensé que sería inmediata, pero me entristeció que al cabo de media hora ni siquiera apareciesen los simbolitos del wasap en color azul diciéndome que lo había leído. Al final lo dejé y me fui a la ducha y a hacerme algo de cena. Cuando miré de nuevo el teléfono mi cara se iluminó, Javi me había respondido:

—Yo tampoco he podido dejar de pensar en ti y solo deseo estar contigo. Mañana te veo en el trabajo. Que descanses tú también. Un beso enorme. —Me respondió Javi.

Abracé el teléfono contra mi pecho, para seguidamente llenar la pantalla de besos. El amor de mi vida deseaba estar conmigo, ¿qué más podía pedir? Esa noche dormí como hacía tiempo que no lo hacía y mi sueño fue para Javi, soñé con él, me desperté pensando en él y me arreglé pensando en él y aunque me dijo que me vería en el trabajo, sabía que Javi llegaba más tarde, mucho más tarde, me conformaría si solo le veía de pasada cuando dejásemos el edificio donde limpiábamos.

Pero me equivoqué. A las siete y media de la mañana, Javi entraba por la puerta de su estudio de arquitectura con dos cafés y dos bollos, para desayunar conmigo, eso me emocionó hasta casi hacerme llorar, pero lo más fue cuando me dio mi café.

—Tú lo tomas con leche y tres cucharadas de azúcar, ¿a que si? —Me dijo con esa sonrisa que me derretía.

Se acordaba, se acordaba de todo lo que me gustaba, no me había olvidado. Me abracé de nuevo a él, llenándole de besos y sintiendo su cuerpo de nuevo pegado al mío y notando como algo crecía y presionaba mi pubis mojando mi tanga de nuevo, tanga que deseaba que me quitase y me follase hasta que se vaciase dentro de mí.

Esta situación se alargó por muchas semanas. Yo todos los días me arreglaba mucho para él, para gustarle de nuevo. Pero Javi quería saber todo de mí, sabía, estaba segura, de que estaba loco por mí, pero sus preguntas muchas veces eran muy comprometidas y por no responderle y contarle toda la verdad de mi penosa vida, evitaba responderle y me escudaba en que tenía que continuar con mi trabajo, para desesperación de Javi.

Seguía intentando quedar conmigo fuera del trabajo para estar más relajados y no estar pendientes de la hora, y yo, estúpida de mí, pudiendo quedar sin problema, incluso si él quería, irnos de vacaciones una semana juntos, le seguía poniendo impedimentos, alegando que si estaba casada, que si mi hijo…excusas absurdas ante mis miedos al rechazo y que como me dijo Javi en su momento, el hombre con el que no me quedó más remedio que casarme, me jodería la vida y sería una desgraciada, cuánta razón tenía y yo me burlé de él. Maldito karma.

Pero una de esas semanas, ya no aguante más. Sabía que si seguía con esa aptitud Javi se cansaría y aunque estuviese loco por mí, dejaría de mostrar interés y dejaría correr lo nuestro hasta que se diluyese en el olvido. Además, para que negar lo evidente, los dos nos deseábamos y mi coñito no dejaba de lubricarse cuando estaba junto a él, esperando que su polla me abriese y llegase hasta mi útero. Así que ese mismo viernes antes de que nos despidiésemos le mentí un poquito y le dije que ya que Lucas estaba de ruta, podíamos quedar al día siguiente. Solo por la cara de ilusión que puso y por cómo me abrazó contra él, ya mereció la pena.

El sábado por la mañana me levanté pronto. Me duché y me depilé bien, piernas, axilas, coñito y culo. Si como esperaba, las cosas salían como tenía pensado, después de comer, ya fuese en un hotel o en su casa, me lo iba a follar hasta dejarle más seco que la mojama. Elegí la ropa interior que me iba a poner, un tanguita tan mínimo que a duras penas lograba tapar mi pubis y con un hilo casi invisible que subía por encima de mis caderas y se perdía por la rajita de mi culo. Un sujetador que levantaba mis tetas, ligeramente caídas debido al embarazo y a la lactancia de mi hijo, pero que se transparentaba y no era difícil vislumbrar mi areola y mis pezones. Un vestido precioso que subía un poco por encima de las rodillas, con un insinuante escote, zapatos de salón con taconazo y una gabardina ligera, ya empezaba a hacer buen tiempo. Cuando me miré en el espejo, me gusté muchísimo. Hacía mucho tiempo que no me arreglaba así para alguien.

Había quedado con Javi en una cafetería frente a su trabajo. Cuando entré vi como todas las miradas se centraban en mí y eso me asustó. Busqué a Javi y cuando lo vi, una gran sonrisa se dibujó en mi cara. Me miró embobado y cuando llegué a su altura, me abracé a él, me dijo lo bellísima que estaba y le susurré en su oído lo feliz que era estando con él.

Enseguida nos fuimos de esa cafetería. Cuando Javi me llevó a su coche me quedé impresionada. Era un cochazo y con un interior muy lujoso. Me llevó a un sitio que no conocía, El Pardo, un lugar lleno de restaurantes donde empezamos tomando el aperitivo.

Todo, absolutamente todo era impresionante para mí. Javi me trataba como a una reina, siempre atento, deseando complacerme, pendiente de mí. Manteníamos una conversación muy animada y me sentía conmovida por tantas atenciones.

Todo iba sobre ruedas y todo presagiaba que terminaríamos como yo deseaba. Me invitó a comer en un restaurante increíble con unas vistas maravillosas, pero lo fastidié todo, fui una estúpida y metí la pata como era habitual en mí.

Quise disculparme y darle las razones por la manera en que dejé lo nuestro en Punta Umbría y como me burlé de él, pero como dice el refrán, "la mierda cuanto más se remueve, más huele". Hice preguntas que no debería de haber hecho. Necesitaba saber si cuando estuvimos separados durante cinco años me fue fiel:

—¿Quieres la verdad, o lo que tú quieres oír? —Me preguntó.

Yo quería la verdad y quería oír como cuando estábamos separados se follaba a muchas chicas. Pero lo que me dijo me hizo sentir aún peor, ya que en esos cinco años yo era su prioridad, su todo, no como yo, que al tercer año de estar separados me abría de piernas ante el primero que me gustaba.

Luego cuando me enteré de que había estudiado arquitectura en Pamplona, me molestó mucho que ni se pasase a verme por el pueblo, y se lo hice saber, ya que estábamos a algo más de tres horas de autocar. Su respuesta, lógica, sin discusión, fue que yo había tomado mi decisión, le había dejado, y para que me iba a ver si yo ya no quería saber nada de él y encima estaba saliendo con Lucas. Eso me enfureció y se lo grité:

—¡¡PUES DEBERÍAS DE HABERLO HECHO…JODER!!

Se que ese grito, dejó a Javi sorprendido y a mi avergonzada, y desde luego, él tenía toda la razón, si le había dejado, humillado y hundido, ¿para qué tenía que ir a verme? Me entraron unas ganas de llorar enormes debido a mis decisiones y a mi estupidez, y de forma seca y cortante, debido a mi enfado, me levanté disculpándome para ir al baño a desahogarme. Me metí en una cabina y lloré con angustia, dándome cuenta de las malas decisiones que tomé con Javi.

Sabía que no podía estar mucho tiempo en el baño, así que, intenté tranquilizarme, me lavé la cara para intentar quitar las pruebas de haber llorado, algo que creo no conseguí, y me fui de nuevo a la mesa que ocupábamos. Para cuando llegué Javi me miraba preocupado, me disculpé con él por mi actitud y muy amablemente me invitó a irnos, me hacía falta pasear, estar junto a él y demostrarle mi cariño y respeto.

Esa tarde no terminó como yo deseaba, vamos, ni se acercó a lo que quería hacer con Javi. Paseamos, hablamos, reímos, pero Javi, aunque iba a mi lado, lo tenía a kilómetros de distancia. Se mostró amable, respetuoso y atento, pero ni una muestra de cariño, ni un beso furtivo y menos robado, ningún abrazo…estaba devastada. Lo único que me alegró el día, fue enterarme de que estaba divorciado, no estaba casado, cosa que yo daba por hecha, aunque me dejó muy sorprendida el motivo de su separación, por lo que se ve su exmujer era una puta de cuidado.

Cerca de las diez de la noche, Javi me dejó frente a la cafetería donde por la mañana, nos habíamos encontrado. Quiso acercarme a casa, pero aparte de las vecinas tan cotillas que tenía y que si me veían llegar en ese cochazo se lo dirían a Lucas, me avergonzaba que viese en donde vivía, en un barrio muy conflictivo y en un edificio cochambroso.

Ya en mi casa no pude reprimir mi llanto al ser tan estúpida y haber fastidiado un día que podía haber sido perfecto. Quise culpar a Javi de mi desgracia por no ir a verme cuando estaba en la universidad, pero realmente, ¿para qué? Si hubiese venido a buscarme, habría salido espantado al verme embarazada, o ya con mi hijo en brazos, y entonces, ¿qué le iba a decir?

Me estaba hundiendo en un pozo de desesperación y la única culpable era yo. Tenía que ser más sincera con Javi y contarle que lo que predijo en mi despedida, se cumplió al pie de la letra, que era una desgraciada, sin vida, sin estudios y siendo un cero a la izquierda…pero dolía tanto el aceptarlo viéndolo a él.

Esa noche casi ni dormí del disgusto que tenía y me hundí más en mi desesperación al no recibir ni un mensaje de mi Javi. Tuve el teléfono en mis manos para intentar mandarle un mensaje, algo, que me respondiese y me hiciese sentir que estaba conmigo, pero me faltó valor para hacerlo. El domingo pase un día fatal, esperando una llamada o un mensaje que nunca llegó. Si el lunes por la mañana Javi no venía como siempre hacía, para estar conmigo y tomar un café, sería algo que no quería ni pensar, sería algo terrible para mí.

Pero Javi no me falló. El lunes a las siete y media estaba como un clavo en su estudio con dos cafés y dos bollos. Entró con esa sonrisa que me derretía y no lo pude evitar, me abracé a él y le besé en los labios de pura emoción:

—Como te he echado de menos. —Le confesé.

—Creí que estabas molesta conmigo. —Me dijo Javi. —Quise llamarte, pero preferí dejarte espacio, no quería agobiarte.

—Pues deberías de haberlo hecho. —Le respondí, esta vez con cariño y volviéndolo a besar.

A partir de esa mañana, fantástica para mí y creo que para él también, me prometí a mí misma que sería más transparente para Javi, y que respondería a todas sus preguntas, tenía que saber la vida que llevaba.

Todo iba sobre ruedas, ya habíamos quedado unas cuantas veces y nuestra confianza había subido muchos enteros. Hablábamos de todo, pero no sé si por miedo por parte de Javi o mi propio miedo, las preguntas sobre mi vida pasaron a un segundo plano.

Pero todo dio un cambio radical. Un día que habíamos quedado, estábamos sentados en una terraza, charlando y Javi me pidió algo inocente, pero que haría cambiar todo:

—Susi, me extraña que todavía no me hayas enseñado una foto de tu hijo, todavía no lo conozco.

Enseguida busqué una foto en la galería de mi teléfono, y encontré una de cuando mi hijo cumplió cinco años, no es que fuese una foto muy buena, pero a mi hijo se le veía perfectamente, a él y su gran tarta con cinco velitas, le pasé el teléfono a Javi y lo miró con atención:

—Es tan guapo como su madre. —Comentó.

Sonreí agradecida, ¿a qué madre no le gusta que alaben a su hijo? Miraba a Javi deseando que ese niño hubiese sido suyo cuando vi como perdía la sonrisa de su cara y empezaba a ponerse pálido. Le hablaba, pero parecía que no me oía y me empecé a asustar:

—No me encuentro bien. —Me dijo Javi en un susurro.

Asustada, pagué la consumición, tomé las llaves de su coche y lo más rápida que pude ir, le llevé a urgencias, mientras aterrada, agarraba su mano y se la besaba para que me hablase, pero estaba como ido.

Cuando por fin le atendieron, al rato salió una médico y me dijo que había sufrido un episodio de tensión muy baja, agudizado por una crisis de ansiedad, debido al trabajo o a algo que le había impresionado mucho.

—Ahora está estable, lo que le hace falta es descansar, y sobre todo que no esté solo. Le hemos suministrado un ansiolítico y un tranquilizante, con lo que dormirá mucho, pero no se alarme, es normal.

Cuando Javi salió, me hice cargo de él. Estaba solo en Madrid, su familia estaba en Huelva y en León, así que, sería yo quien le cuidase, y aunque no era en mejor momento, me sentí feliz, le cuidaría mejor que a mi vida.

Ya en el coche y con movimientos torpes, manejó el GPS y eso me indicó como llegar hasta su casa. Cuando llegamos, no pude menos que mirar todo asombrada con la boca abierta. Delante de mí estaba un impresionante chalet, que Javi con un mando a distancia abrió para que metiese su coche. Le ayudé a bajarse, estaba grogui debido a las pastillas. Con una llave codificada abrió la puerta de su casa y guiándome me llevó a su habitación, dejándose caer sobre la cama y creo que quedándose dormido al instante.

No pude dejarlo de esa manera, así que, con esfuerzo y poco a poco le quité toda la ropa, hasta dejarlo solo con su ropa interior. Y no pude evitar mirar el tremendo bulto que marcaba su pene.

—Joder Javi, ¿qué escondes aquí? —Susurré.

Lo acaricié por encima de la tela, pero no hubo respuesta. No lo quería así, quería que Javi se excitase y me poseyese. Esa tarde me quedé con Javi, velando su sueño, asegurándome que estaba bien. Cuando llegó la noche, aunque tenía hambre, no me atreví a investigar en esa casa tan enorme. Lo poco que vi me dejó impresionada, era un lujo que solo había visto en las revistas del corazón, cuando algún famoso abría las puertas de su casa. Y sobre todo me maravilló lo limpio y ordenado que estaba todo.

Cuando me entró sueño, me tumbé vestida en la cama de Javi, pero a su lado. Me tapé con una mantita ligera y me quedé dormida casi enseguida, estaba agotada. No sé qué hora sería, pero noté movimiento en la cama y vi a Javi sentado. Pensé que se encontraba mal de nuevo, pero lo único que quería era ir al baño. Cuando salió me lo dijo:

—Es muy tarde Susi, espera que me visto y te llevo a casa, no quiero que tengas problemas con Lucas.

—Lucas esta de ruta, no viene hasta la semana que viene. —Le respondí.

—Bueno, entonces no duermas vestida, te dejo una camiseta de las mías que te quedará como un camisón y puedes dormir en la habitación de al lado.

—Prefiero dormir contigo, no quiero que estes solo por si te vuelves a encontrar mal.

Javi me lo agradeció con una gran sonrisa. Abrió un cajón de su vestidor y me dio una camiseta. Me fui al baño a cambiarme y cuando estaba en ropa interior, me miré al espejo y me lo dije a mi misma, —mejor oportunidad que esta…se lo voy a poner muy fácil. —Me desnudé completamente y me lavé bien mi coñito y mi culo en el bidé.

Cuando Sali de nuevo a la habitación, llevaba toda mi ropa doblada pulcramente y cuando dejé todo encima de una silla, quise que se viese perfectamente mi ropa interior, que Javi supiese que debajo de esa camiseta iba completamente desnuda para él, y por la mirada que me echó cuando me metí en su cama, bajo el mismo edredón, supe que se había dado cuenta.

Pero mi plan de que esa noche pudiese follarme quedó en un intento. Aunque me arrimé a él, pegue mi cuerpo al suyo, le dije que me abrazase y pasase una pierna mía por encima de su cuerpo dejándola descansar sobre su pubis y yo quedando abierta de piernas, no fue suficiente para que Javi reaccionase. En el fondo lo pude entender, estaba sedado y quizás no fuese el mejor momento. Me dio igual, estaba en la cama con el hombre que amaba, me tenía abrazada y si quería algo de mí, estaba dispuesta a dárselo.

Pero no ocurrió nada. En algún momento creí notar como su mano acariciaba mi muslo hasta llegar a mi nalga y acariciarla también. Pero el sueño me venció totalmente y cuando me desperté estaba sola en una cama inmensa. Palpé donde había estado acostado Javi, y todavía estaba caliente, besé la almohada y me levanté. Fui al baño y cuando salí, vi mi ropa interior y quitándome la camiseta me la fui a poner, aunque lo pensé y me lo dije a mi misma:

Nada de ropa interior, desnudita, si quiero que pase algo, cuanta menos ropa mejor.

Cuando fui hacia las escaleras para bajar, desde esa perspectiva se veía un salón enorme, muy iluminado por los grandes ventanales y tragaluces del techo. Todo era grande, muy grande. La televisión, una mesa preciosa con doce sillas, muebles impresionantes.

Cuando bajé, no vi a mi chico por ningún lado y entonces le llamé, estaba en la cocina, pero ¿dónde estaba la cocina en ese casoplón? Y la pregunta fue lógica:

—¿Y dónde está la cocina?

—Tu sigue mi voz y la encontraras. —Dijo Javi riéndose.

Fue fácil encontrarla con su voz guiándome. Cuando llegué, me apoyé en el marco de la puerta y le miré enamorada, joder, estaba buenísimo. Iba con una camiseta y unos bóxer y esa cocina como toda esa casa era una pasada, tan grande como mi casa. Estaba sentado en un taburete alto terminando de desayunar. Me fui hacia él, me metí entre sus piernas y le abracé con todas mis fuerzas. Mi vulva quedaba a la altura de su polla y la noté perfectamente empezando a notar la humedad en mi coñito. Nos acariciamos, el me miró con cariño y yo me derretía entre sus brazos, pero preocupada por él se lo pregunté:

—Lo que te pasó ayer, ¿te había ocurrido antes?

Lo negó. Le quiso quitar importancia, achacándolo a stress de su trabajo, pero yo sabía que me ocultaba algo, y ese algo tenía que ver con la foto de mi hijo que le enseñé y se lo dije. A partir de aquí no me quedó más remedio que confesarle lo que pasaba en mi vida. Javi sabía que Lucas me había dejado embarazada con dieciséis años, esa foto lo confirmaba con una fecha que después de los años ni me acordaba que estaba ahí.

No me quedó más remedio que desnudar mi alma para él. Intenté contenerme, pero sabiendo la vergüenza que iba a pasar, de mis ojos cayeron dos lagrimones que Javi vio perfectamente. En esos momentos me sentía indefensa y muy vulnerable y Javi vino hacia donde estaba sentada, en un taburete alto, abrí mis piernas para recibirle y por su mirada, supe que había dejado a la vista mi coñito, algo que, para él, no me importó mostrar.

Me abrazó con cariño, y yo me abracé a él apoyando mi cara en su pecho y con su polla presionando mi coñito de una manera deliciosa. En esa postura, le conté la mierda de vida que había llevado desde que le dejé en Punta Umbría. No me quedó más remedio, y para mí fue una liberación, el confesarle que su predicción de que Lucas era un animal y me jodería la vida fue premonitoria, como así ocurrió. Javi no me reprochó nada, solo se limitó a escucharme, aunque no entendió como había podido aceptar ese tipo de vida durante tantos años.

Durante algo menos de una hora, estuvimos abrazados, hablando de mi vida, pero notando como su príapo presionaba mi vulva y mi clítoris, rozándose contra mí, y yo sin cortarme, adelantando mis caderas suavemente para notarle mejor. Estaba muy excitada y mojada, notaba mis pezones ardiendo, duros como piedras y mi coñito abierto y preparado para recibir su polla hasta los mismísimos huevos. De hecho, si en esos momentos me hubiese penetrado, mi vagina lo habría abducido literalmente.

Sabía lo que iba a ocurrir, yo lo estaba deseando desde que le vi la primera vez, aun con mis miedos. Y estaba segura de que él lo deseaba tanto como yo, pero ¿en el taburete de una cocina? Nooo, quería algo más cómodo, más íntimo, más especial y entonces se me ocurrió y desde luego sé que rompí el momento:

—¿Porque no me enseñas tu casa? —Le pregunté de forma cariñosa.

—Claro, —dijo con naturalidad, —ven que te enseño esto.

Noté su frustración, como también vi la tremenda mancha de humedad que dejé en su ropa interior cuando nos separamos. Según me puse en pie, noté como bajaban por el interior de mis muslos, los juguitos que mi coñito destilaba y que no dejaba de producir.

Javi me enseñó ese chalet increíble. Envidié de manera sana su manera de vivir, totalmente opuesta a la mía, que vivía en un cuchitril al que yo llamaba hogar, pero en uno de los barrios más pobre y conflictivo de Madrid. Todo, absolutamente todo era lujo y comodidad y estaba fascinada, pero lo que realmente me maravilló, fue esa piscina interior climatizada, no muy grande, pero lo suficientemente amplia para que cuatro personas retozasen sin problemas y ese jacuzzi, que invitaba a meterse desnudos y follar hasta caer desmallados.

Fue un juego de niños el picar a Javi, quedarme desnuda frente a él y retarle a que se bañase desnudo conmigo. Pero para lo que no estaba preparada fue para constatar que Javi, ya no era ese niño que conocí. Ahora calzaba una polla enorme, larga, gorda y preciosa que me hipnotizó según la vi. Se que le dije algo que no recuerdo mientras nadaba hacia el bordillo y miraba embobada ese tremendo pollón desde abajo y viendo dos huevos grandes, hermosos y totalmente carente de vello, algo que me gustó mucho.

Cuando Javi se lanzó al agua de cabeza, al salir a la superficie ya me tenía frente a él. No hubo juegos preliminares, estábamos los dos desnudos y deseaba a ese hombre como nunca había deseado a nadie salvo a él. Nos besamos hasta quedarnos sin aire mientras mis manos acariciaban su hombría y amasaban con dulzura sus huevos. Se que le dije que lo deseaba y cuando sus manos agarraron mi culo y noté su pollón, duro, recio, en mi tripita, abracé con mis piernas su cintura notando su polla en mi vulva. Estaba tan excitada que se lo dije:

—¡¡¡Fóllame mi amor…métemela hasta los huevos!!!

Metí mi mano entre nuestros cuerpos y agarrando ese tótem de carne dura lo dejé en la entrada de mi vagina, solo tuve que dejarme caer, notando como entraba dentro de mí de nuevo al cabo de los años, abriéndome, ensanchando mi infrautilizada vagina hasta que un dolor placentero me indicó que había llegado al fondo de mi coño:

—Mi amooor…que gustooooo… —Gemí mientras le comía la boca con desesperación.

Sus palabras mientras me follaba, subieron aún más mi excitación:

—Te voy a follar hasta reventarte. —Susurró Javi en mi oído, mientras su polla entraba y salía de mi interior.

La sensación de plenitud era brutal, sus manos agarrando mi culo, su dedo índice acariciando mi anito y el hombre que más amaba me tenía entre sus brazos dándome un placer indescriptible. Todo eso desembocó en un orgasmo gigantesco que hizo temblar mi cuerpo casi al mismo tiempo que la polla de Javi se hinchaba y empezaba a llenar mi útero con su inagotable corrida. No hubo preguntas de si me corro dentro o fuera, él quería hacerlo dentro y yo deseaba que lo hiciese. De hecho, si lo hubiese preguntado mi respuesta hubiese sido esa, —dentro mi amor, hazlo dentro.—

El hacerlo dentro del agua, me trajo muchos recuerdos de cuando éramos mucho más jóvenes, morboso y placentero, pero el estar tanto tiempo metidos en el agua, tampoco era muy agradable, aunque la temperatura fuese la ideal. Pero Javi manejaba muy bien los tiempos y sin sacarla de mi interior y aún muy excitados me lo dijo:

—¿Por qué no salimos de aquí, nos secamos y subimos a nuestra habitación a seguir con lo que hemos empezado?

Diooos, eso sonó tan bien, "nuestra habitación", estaba deseando que me lo dijese, y sin dilación, lo hicimos. Javi se portó de una forma tan tierna y delicada que me fascinó. Me ayudó a secarme llenándome de besos y caricias, elevando mi excitación, acariciándome, mimándome…desde que éramos críos, no me sentía así de querida por nadie y solo él me hacía sentir que era muy especial.

Cuando subimos a nuestra habitación, se desató la pasión entre nosotros. Fue un sexo en principio, desesperado, casi violento, muy guarro y haciendo las perversiones más excitantes. Me folló y me lo follé. Me comí ese vergote, hasta casi vomitar, y él me comió mi coñito como hacía años, muchos años, desde que estaba con él en Punta, nadie me lo comía. Me tragué su corrida y él se sació con las mías. Javi me folló de todas las maneras conocidas, en misionero, en cuatro, en cucharita. Yo le cabalgué dejándole ver como su inmensa polla entraba y salía de mi coñito que la devoraba con avidez. Mis pezones ya me dolían de los mordisquitos y succiones de mi chico. Sus corridas ya me desbordaban, mi útero no tenía más cabida, hasta que cerca de la hora de comer, tuvimos que parar para reponer fuerzas.

Comimos desnudos, admirándonos, excitándonos. Cuando terminamos nos fuimos a tumbar en el gran sofá de su salón, encima de una cálida manta que Javi tuvo a bien poner ya que mi coñito no paraba de soltar mis juguitos y sus corridas. Mientras en la televisión ponían una de esas películas de misterio a la cual no hicimos caso, aproveché para que Javi se sincerase conmigo y me contase lo que ocurrió en su vida y su fallido matrimonio.

Confieso que sentí celos de su paso por la universidad. Recuerdo ese fatídico día cuando lo abandoné, lo guapo que era, su cuerpo perfecto y si encima ya calzaba esa polla, las debía tener haciendo fila. Pero lo que realmente me dejó perpleja fue la experiencia que tuvo que vivir, al enterarse de que la mujer con la que se había casado era una puta con mayúsculas. El saber que ese hijo no era suyo, y luego tener que ver como su mujer llevaba doble vida y organizaba auténticas orgias en esa maravillosa casa. Tuvo que ser algo difícil de digerir.

No sabía lo que ocurriría a partir de ahora. Tenía claro lo que quería, y eso no era más que compartir mi vida con la persona que siempre amé y no había podido olvidar y que por lo menos, olvidase ese terrible matrimonio que casi lo destroza. Me acordé vagamente de Lucas y me limité a sonreír, no sentí remordimiento alguno por ponerle unos cuernos tan grandes que no podría ni entrar en una casa sin arañar el techo, aunque bien pensado, seguro que yo, ya los llevaba de mucho antes. En el fondo me daba igual, nuestro matrimonio fue una farsa y solo serví a ese desgraciado para criar a su hijo

Estábamos cansados. Yo estaba en la gloria, desnuda, sintiendo el calor de mi amado, los dos muy juntos, casi fundidos el uno con el otro, mi cabeza apoyada en su pecho, mientras él me tenía abrazada contra su cuerpo, oía su corazón palpitar y en esos momentos me lo prometí a mí misma, quería hacer feliz al amor de mi vida y ser todo para él, que se sintiese orgulloso de mí.

**********

No sé cuánto tiempo estuvimos dormidos, pero el despertarme y ver a Susi abrazada a mí, durmiendo con un rictus de felicidad en su cara y sintiendo la calidez de su cuerpo desnudo, hizo que una gran sonrisa adornase mi cara recordando el sexo tan salvaje que habíamos tenido por la mañana.

Al poco noté como Susana también se despertaba y con cariño besaba mi pecho, mientras su manita bajaba por mi abdomen, apropiándose de mi polla que ya empezaba a llenarse de sangre, para seguidamente sobar con mimo mis huevos, haciendo que mi verga se irguiese en todo su esplendor.

—Ummm mi amor, vuelves a tener los huevos duritos y bien llenos. —Dijo Susana con mimo. —Creo que voy a tener que curarte como cuando éramos más pequeños, ¿recuerdas? —Comentó Susana con picardía.

Me limité a sonreírla y besar su boca, en un beso lleno de cariño y lujuria. Cuando Susi dejó de besarme, fue bajando por mi pecho, abdomen, pelvis, hasta que llegó a mi polla que palpitaba de deseo por ella. Mirándome a los ojos como una gata salida, se metió más de la mitad de mi príapo en su boquita empezando una mamada increíble…

—Dioooos Susi…que gustooooo… —Gemí de placer.

Susana me miró divertida, mientras mi polla desaparecía en su boquita para volver aparecer llena de babas. Acariciaba su cabecita y hundía mis dedos en su melena rubia, suave, sedosa, mientras cerraba mis ojos con fuerza, intentando no correrme. Creo que ella fue consciente de ello y levantándose, se tumbó sobre mí, me besó de nuevo y agarrando mi polla la dejó en la entrada de su vagina y se dejó caer hasta que mis huevos hicieron tope en su culo.

—Dioooos mi amor, como me gusta sentirla dentro de mi…te voy a dejar sequito. —Gimió Susana excitada.

Me agarré a su culo mientras mi boca se apoderaba de sus tetas y mi pelvis daba golpes secos metiéndosela hasta que mi polla hacia tope dentro de ella. Mi dedo índice se fue hacia su anito y empecé a jugar con el hasta que al rato ya lo tenía metido en su culito notando como su esfínter apretaba rítmicamente mi dedo hasta que a punto de correrme Susana estalló en un gran orgasmo:

—Javiiiii mi amooor…me corrooo…me corroooo…

—Dioooos Susiiiiii…

Toda esa avalancha de sensaciones hizo que inundase de nuevo su útero con mi corrida. Su vagina tenía que ser declarada patrimonio de la humanidad por el poder que tenía para sacar, exprimir hasta la última gota de la esencia de un hombre.

Nos quedamos abrazados, con Susi llenándome de besos, mientras nuestro orgasmo remitía y nos dejaba relajados. Dios, la amaba tanto que se me hacía difícil pensar que tendría que volver a su casa. Deseaba que se quedase conmigo e intentaba desechar de mi cabeza la idea de que Lucas apareciese y le hiciese daño de nuevo, eso me enfurecía.

—Cariño, siento romper este momento, pero me voy a tener que marchar a mi casa, mañana es lunes y madrugo mucho. —Me dijo con pena Susana.

—Lo se cariño, lo sé, —respondí, —pero antes démonos un baño, quiero enseñarte algo.

Desnudos como estábamos, fuimos de la mano hasta llegar a la piscina cubierta. Allí en un sitio privilegiado con un gran ventanal, estaba el jacuzzi, que previamente había puesto en marcha desde mi tablet para que la temperatura del agua fuese la idónea.

Era prácticamente de noche y solo una muy tenue iluminación del propio jacuzzi nos iluminaba. Cuando nos metimos dentro del agua, yo me apoyé en uno de los costados y Susana, abriendo mis piernas se sentó entre ellas, apoyando su espalda en mi pecho. Los dos quedábamos frente al gran ventanal con unas bonitas vistas y un cielo estrellado con una luna en cuarto creciente.

—Dios Javi esto es precioso. Va a ser difícil volver a mi casa después de lo vivido. —Confesó Susi.

—Sabes que esta es tu casa y puedes venir siempre que quieras, vaya, como si quieres vivir aquí. —Respondí besando su cabecita.

Ella me pidió que la abrazase. Nos quedamos callados por unos minutos, era un momento muy íntimo y personal. Cada uno estábamos con nuestros pensamientos. Yo tenía claro mi siguiente movimiento. Necesitaba saber de la vida de Lucas y esas largas ausencias de la que se supone era su casa y su mujer, había algo que olía muy mal y quería saber qué es lo que era. Estaba con esos pensamientos, cuando Susana me lo preguntó:

—¿Qué va a ocurrir a partir de ahora Javi?

—¿A qué te refieres?

—Estoy asustada, no sé a dónde va a ir a parar lo nuestro, lo que si tengo claro es que no quiero ser alguien con la que quedar y follar unas horas y por supuesto, no quiero que seas mi amante, quiero ser todo para ti.

—Cariño, y yo no quiero que lo seas. Yo lo que quiero es que estes conmigo, no como amantes, si no como algo más, mucho más. Pero para eso tú debes de tener claro lo que deseas y si deseas ser todo para mí, eso solo pasa por un trámite, ¿sabes cuál? —Pregunté.

—Si, divorciarme de Lucas, algo que deseo hacer desde que me obligaron a decir "si quiero" delante del cura. Pero me da miedo Lucas. Es muy agresivo y cuando le pida el divorcio se va a volver loco y temo que haga alguna locura. —Dijo Susana con temor.

—¿Qué temes? ¿Qué te haga daño? ¿Daño físico? Susana, ese loco ya te ha hecho mucho daño, te ha robado tu juventud y el cariño de tu hijo. De todas formas, cuando eso ocurra tu estarás a salvo en mi casa, a mi lado y ese desgraciado solo se limitará a hablar con mis abogados si es lo que deseas, no temas nada.

—Lo pintas tan fácil que incluso me anima, pero sé que a partir de ahora todo serán escollos que salvar. —Recalcó con tristeza Susana.

—Bueno cariño, pues los iremos salvando juntos. No temas nada.

Tener a Susi, apoyada en mí, con mis manos acariciando sus tetas y su barriguita, y con su culo, prácticamente apoyado en mi polla hizo imposible que no me empalmase como un burro. Mi mano derecha bajó por su abdomen hasta llegar a su coñito. Susana se abrió bien de piernas, esperando que mis dedos la follasen, pero según toqué su sexo e introduje mis dedos dentro de ella se quejó, y no precisamente de placer.

—Ufff cariño, para, para. —Se quejó Susi.

—¿Te hago daño? —Pregunté.

—No es eso mi amor, pero ha sido un día muy intenso y mi coñito no está acostumbrado a tanto placer…estoy escocida…pero si quieres y viendo como estas, te puedo aliviar.

—No mi amor, si te soy sincero, yo también estoy algo irritado. Ya tendremos más momentos como este.

Nos quedamos abrazados dentro del jacuzzi, los dos callados, acariciándonos, hasta que Susana, con disgusto, decidió terminar ese último baño:

—Lo siento mi amor, pero tengo que irme a mi casa, mañana madrugo y ya es tarde.

Cuando salimos, con cariño la puse un albornoz y yo otro y la abracé contra mí, nos volvimos a quedar abrazados y callados, intentando alargar todo lo posible ese encuentro, que estaba destinado a terminar en breves minutos. Sin decir una palabra, subimos a nuestra habitación y empezamos a vestirnos, mirándonos con cariño:

—No me quiero ir, quiero quedarme contigo. —Lloriqueó Susana.

—Pues mi vida, quédate y mañana nos vamos a trabajar juntos. —Le dije ilusionado.

—Cariño, te aseguro que me encantaría hacerlo así, pero yo entro a trabajar mucho antes que tú, y además, tengo que preparar la ropa de trabajo y poner una lavadora. Aun así, ¿mañana desayunaremos juntos?

—Eso no lo dudes. —Dije con seguridad.

Fuera de todo pronóstico, cuando fui a llevar a Susi a donde la dejaba siempre, lejos de donde vivía, me dijo que la llevase a su casa directamente. He de reconocer que el barrio y el edificio donde vivía Susi era de todo punto muy deprimente, un lugar de apariencia peligrosa con gente turbia y de mirada oscura, y que según pasaba con mi coche lo miraban de una manera, podríamos decir, poco sana.

Al poco llegábamos al portal donde vivía Susana. En ese portal dos personas charlaban y según paramos dejaron de hacerlo, mirando con curiosidad ese coche tan nuevo y elegante:

—Lo que me faltaba, —dijo disgustada Susana, —las dos más cotillas del bloque ya nos han "fichado"

—¿Esto va a suponer un problema para ti?

—¿Sinceramente? Me da exactamente igual, ya estoy harta. Me gustaría besarte y abrazarte, pero no quiero ser la comidilla de estas brujas. Ya estoy deseando que llegue mañana y poder verte y comerte a besos.

Sin ni siquiera darme un beso en la mejilla de despedida, Susana se bajó del coche con pena y cerró la puerta sin dejar de mirarme a los ojos. Se que saludó a esas vecinas, antes de que entrase en su portal y yo arrancase, bajo la atenta mirada de esas dos brujas, que me siguieron con la mirada hasta que giré en la siguiente calle.

Al día siguiente más puntual que de costumbre estaba en mi estudio con Susana abrazada a mí y comiéndome a besos, mientras mis manos amasaban con gula el culo tan increíble que tenía Susi y la atraía hacia mí para que notase mi verga bien dura sobre su pubis.

Los dos sabíamos que solo podíamos hacer eso, besarnos como desesperados, Susi tenía trabajo que hacer y aunque nos supiese mal, tuvimos que deshacer ese abrazo. Desayunamos y hasta que se fue Susana no paramos de hablar de nosotros.

Cuando me encontré solo, busqué la tarjeta de la agencia que destapó la infidelidad de mi exmujer y me puse en contacto con ellos. Necesitaba saber que ocurría en la vida de Susana, y sobre todo en la de Lucas. Desde que éramos pequeños, nunca nos llevamos bien, aunque estuviésemos en la misma pandilla, digamos, que nos ignorábamos mutuamente y también sé que envidiaba el que Susana y yo estuviésemos tan unidos, era codicioso, acaparador y embustero y le gustaba sembrar la duda y malmeter entre los amigos, para que no hubiese unidad entre nosotros.

Poco antes del mediodía, la persona de esa agencia de investigación que me atendió la primera vez estaba sentada frente a mí y le explicaba todos los pormenores de mi situación y la de Susana. Tomó todos los datos que le di sobre Lucas, todos los que sabía, que no eran muchos, pero que si eran suficientes para ir tirando del hilo y empezar a deshacer esa "madeja".

Durante esa semana, todos nuestros encuentros fueron esos, solo por las mañanas, un ratito corto y prácticamente a la carrera ya que Susi tenía que terminar su trabajo. Una de esas mañanas tuve el desagradable placer de conocer a la supervisora que controlaba la calidad del trabajo que hacían las limpiadoras. Fue una suerte que en esos momentos yo estuviese en mi despacho y Susana limpiando la sala de juntas. No se dirigió a mí en ningún momento, solo le dijo a Susi de malas maneras, que se diese más prisa, que era la que más lenta iba y eso retrasaba a las demás. Cuando nos quedamos solos de nuevo, fui a su encuentro y vi su cara de disgusto:

—Ves porque te digo que no me puedo retrasar en mi trabajo. —Dijo Susana con enfado.

—Cariño, tienes que dejar este trabajo, no es para ti. —Dije convencido.

—¡¡AHH… ¿SI?!!! —Exclamó Susi. —Este trabajo me ayuda a pagar mis facturas y la comida. Pero claro, tu ese problema no lo tienes, eres rico, y no sabes de lo que te hablo. —Dijo Susi a modo de reproche.

—Susi, aunque te quedases sin trabajo no te faltaría de nada y lo sabes.

—No Javi, que te quede muy claro que no quiero ser una mantenida, y menos una mujer florero para ti.

—Ni yo pretendo que lo seas. Estoy seguro de que tienes otras metas y otros deseos para tu vida, solo déjame ayudarte a conseguirlos, pero que te quede claro que, si estamos juntos, tu vida no va a ser ni de mantenida, ni de mujer florero, te lo aseguro.

—¿Me lo prometes? —Preguntó Susana.

—¿Alguna vez te he mentido? —Pregunté con seguridad.

—Nunca que yo recuerde. —Afirmó Susana. —Perdona si he sido una borde, pero esta mujer me saca de mis casillas.

Seguro que os estaréis preguntando, por qué después de trabajar no nos encontrábamos para tomar algo o cenar y solo nos limitábamos a las mañanas y los fines de semana. El motivo era el trabajo y el poco tiempo que teníamos y que muchos días hacía que llegase a mi casa cerca de medianoche.

Solo hicieron falta quince días, para que esa agencia de investigación pusiese encima de mi mesa un informe completo, con fotos, videos y actividades de ese ser. Mi sorpresa fue mayúscula, al enterarme que Lucas estaba casado con otra mujer, una alemana, que su domicilio en Alemania era un magnífico chalet, tenía tres hijos, dos chicas y un chico y que los transportes que hacía no eran del todo legales, traficando con estupefacientes y en algunas ocasiones con personas.

No le quise decir nada a Susana de momento, eso era insultante para ella, no quería que hiciese ninguna tontería y tampoco me fiaba de Lucas. Si le contaba a Susi todo lo que sabía y que habían averiguado de su marido, a lo mejor le llamaba y le montaba la de Dios, no sabiendo la reacción de ese animal.

Pero todo se alió para que los acontecimientos se precipitasen. Fue una mañana como otra cualquiera. Había llegado con mi consabido desayuno para los dos y nos fuimos a mi despacho para estar cómodos y poder tener algo de intimidad. Durante el desayuno, no pude dejar de observar el brillo tan especial que Susana tenía en su mirada. Cuando terminamos, Susi se levantó de su silla, me llevó a un sofá y abriéndose su bata de trabajo me mostró su cuerpo desnudo. Me miró lasciva y pasándose un dedo por su rajita, me lo puso en los labios, abriendo mi boca y lamiéndolo con deleite.

—Fóllame mi amor. —Susurró Susana.

—Primero déjame devorar tu coñito, sabes deliciosa.

—En otro momento cariño, ahora no tenemos mucho tiempo. —Dijo Susana bajando mis pantalones y slips.

Susi se puso encima de mí, dejando sus tetas a merced de mi boca mientras mis manos agarraban ese culo de ensueño y le ayudaba a que se follase mi polla. No nos dijimos nada, solo nuestros cuerpos, nuestras manos y nuestros actos hablaron por nosotros. Mi despacho se llenó de gemidos, besos de locura y chapoteos de mi polla taladrando el coñito de Susi.

No hizo falta hablar entre nosotros para saber que los dos estábamos al borde del orgasmo. Cuando noté como la vagina de Susi se aferraba a mi polla, me dejé ir dentro de ella llenando su útero con mi corrida mientras ella me abrazaba con fuerza disfrutando de su orgasmo:

—¡¡¡¿QUÉ COÑO ESTA OCURRIENDO AQUÍ?!!! —Se escuchó la desagradable voz de la supervisora.

—Creo que es obvio boba, me estoy follando a nuestro cliente. —Dijo, Susana besándome a continuación.

—Eres una golfa, una puta. Ahora mismo voy a llamar a la empresa para decirles lo que estabas haciendo. Te aseguro que a partir de ahora estás despedida. Sabía que ocultabas algo, zorra. —Escupió la supervisora.

—Llama a quien quieras, vieja amargada. Eres una negrera, tratas a tu gente con desprecio y te recuerdo que tú estuviste limpiando, y por lo que me han dicho, eras muy guarra. Por como tienes tus rodillas, tuviste que comerte muchas pollas para llegar hasta donde estas ahora mismo. —Sentenció Susi.

—¡¡¡ASQUEROSA, ESTAS ACABADA!!! —Dijo esa bruja, y dándose media vuelta salió de mi estudio.

Los dos nos quedamos mirando hacia la puerta de mi despacho, viendo como esa vieja amargada salía corriendo, imagino, que para informar a sus superiores de la bochornosa actitud de Susana. Mi balano aún seguía clavado hasta los huevos dentro del coñito de Susi, notando como los músculos de su vagina, se aferraban a mi polla todavía dura como el granito, mimándola, exprimiéndola, aferrándose a ella. Nos volvimos a mirar y Susana me besó con cariño:

—No te haces una idea de lo a gusto que me he quedado contestando a esa bruja, y tenías razón, este trabajo no es lo mío. —Me confesó Susana.

—Bien, y que quieres hacer ahora. —Pregunté.

—Divorciarme de Lucas. Tenía que haberlo hecho hace mucho tiempo.

Nos volvimos a besar, y con pesar por parte de los dos, ya que estábamos muy a gusto, Susana sacó mi verga de su interior:

—¿Puedes perder unas horas conmigo? —Preguntó Susi.

—Puedo perder todo el día si quieres.

—Eres un amor. Vamos a mi trabajo a por mis cosas, y luego llévame a casa a hacer las maletas. Aunque sé que no es posible, quiero estar contigo las veinticuatro horas del día.

—Creo que esa es una idea excelente. —Alabé el comentario de Susana.

Nos llevó casi toda la mañana hacer esas dos simples cosas. En su trabajo la estaban esperando, para que firmase el finiquito de su despido, cosa que hizo sin problema. Realmente lo que más tiempo nos llevó, fue recoger todo lo que tenía en su casa y que era suyo, todo lo demás lo dejó como estaba, aunque los dos sabíamos que volveríamos a por más cosas.

Cuando nos dirigíamos a mi casa, paramos en un restaurante y mientras nos tomábamos el aperitivo, encargamos comida para llevar. Aunque podríamos haber comido allí, Susana prefirió llegar cuanto antes a su nueva casa para empezar a organizarse y como me dijo:

—Ahora estoy entre emocionada y excitada por lo que estoy haciendo. Acabo de dar un giro a mi monótona vida de 180°, pero cuando se me pase el "subidón" sé que me voy a venir abajo.

—Tranquila cariño, estoy contigo y estamos en esto juntos. —Le dije con afecto.

Cuando llegamos a casa, Susana se abrazó a mí y me besó con cariño:

—Gracias por todo lo que estás haciendo por mi…no…no me lo merezco.

—Si que te lo mereces, no te menosprecies.

Ayudé a subir las maletas a nuestra habitación y pasándola al vestidor, le ofrecí un gran armario para que guardase su ropa y sus zapatos, pero una llamada de mi estudio me hizo dejar a Susana sola en casa, había un asunto que requería de mi presencia.

—No tardes mucho, me voy a encontrar muy sola en esta casa tan grande. —Me pidió Susi con mimo.

—Tranquila, no tardaré y recuerda, estas en tu casa, puedes hacer lo que te plazca. —Dije despidiéndome.

Nos besamos en la puerta y montándome en mi coche fui a mi estudio. El trámite que tenía que atender no me llevó mucho tiempo, tenía unas ganas enormes de estar de nuevo con Susana, así que cuando terminamos, me fui a mi casa rápidamente. Cuando entré, iba tan contento y excitado que lo dije en voz alta:

—¡¡YA HE LLEGADO!!

—¡¡CARIÑOOO!! —Escuché la voz de Susi en el piso de arriba.

No pude dejar de admirarla según bajaba las escaleras corriendo, llevaba su larga melena rubia suelta, y llevaba un vestidito muy liviano por encima de medio muslo. Al venir corriendo sus tetas botaban libres de sujetador y cuando llegó a mi altura se abrazó con fuerza a mí y abrazó mi cintura con sus piernas, llenándome de besos.

—Si cada vez que llegue a casa este va a ser tu recibimiento, pienso hacerlo muy a menudo. —Dije amasando su perfecto culo.

—Bueno, no siempre será así, pero te estaba echando muchísimo de menos.

—Voy a subir a cambiarme. —Dije deshaciendo el abrazo de Susana.

Ella tomó mi mano y me llevó a nuestra habitación. El movimiento de sus caderas y culo era hipnótico, y cuando subimos las escaleras, debido a lo corto de su vestido, podía ver la parte baja de sus perfectas nalgas, eso hizo que mi rabo empezase a llenarse de sangre.

Como no quería que me viese así, me metí en el vestidor, mientras ella se sentaba en nuestra cama y me contaba algo de lo que había hecho mientras yo estaba fuera, pero cuando me di la vuelta, por Dios que visión. Susi estaba tumbada en la cama, apoyada sobre las almohadas totalmente abierta de piernas mientras se acariciaba el coñito y con sus dedos abría sus labios, brillantes por la humedad, pero mi vista se fijó en algo que parecía un diamante y lo tenía metido en su perfecto culo:

—Su…Susi, eres perfecta, una preciosidad, ¿pe…pero que tienes en tu culo? —Pregunté estúpidamente con una erección imposible de disimular.

—Es un plug anal, y sirve entre otras cosas, para dilatar mi anito y que tú, mi amor, te lo puedas follar cuando quieras. Sé que te gusta mi culo, estas obsesionado con él, desde críos sabía que te gustaba y en muchas ocasiones estuve tentada de dártelo, pero me aterraba el dolor. En cambio, ahora, ahora quiero ser tuya totalmente, ven conmigo mi amor.

Me pareció tremendamente morboso que Susi me pidiese que la empalase por el culo, era mi sueño desde que empezamos a follar. Vi cómo se incorporaba y se quitaba el vestido quedándose completamente desnuda, volvía a tumbarse y volviéndose a abrir de piernas de manera exagerada, me llamaba abriendo sus brazos hacia mí.

No tardé nada en quitarme la ropa que me había puesto, mi polla saltó dura como el acero, congestionada y llena de venas a punto de explotar. Vi como Susana se mordía el labio inferior y me miraba con lujuria:

—Diooos mi amor, me encanta el pollón que tienes, es enorme. —Gimió Susana excitada.

Me tumbé sobre ella, pero con mi cabeza entre sus piernas y la cabeza de ella entre las mías. Metí mis manos por debajo de su culo y la atraje hacia mi boca para comerle el coño y darme un banquete con sus juguitos que no paraban de salir de su coñito. A su vez, su boca se apropió de mi verga y una mano suya acariciaba mis huevos y mi perineo dándome un placer enorme. La muy cabrona empezó a jugar con sus uñas suavemente en la base de mis huevos y mi ano, acariciándolo mientras su boca devoraba mi miembro:

—Ufff…Susiii…vas a hacer que me corra…

Ella seguía devorándome y yo a ella. Los dos estábamos al borde del orgasmo, lo sabíamos, entonces ella me pidió que me quitase de encima, me besó de manera pasional y mirándome como una gata salida se puso lascivamente en cuatro.

—Y ahora mi amor…¡¡REVIÉNTAME!! —Me pidió Susana.

La visión era de todo punto pornográfica. Susana de rodillas, con sus piernas bien abiertas, exageradamente abiertas, sus riñones hundidos y su torso pegado al colchón, dejaba su coñito completamente abierto y expuesto y su plug anal a mi entera disposición.

Tomé mi polla y la enfilé directamente a su coñito, entró del tirón hasta que mi pelvis hizo tope con su culo…

—Dioooos mi amooor…que gustoooooh…follameeeeh…

Gimió Susi levantando su cabecita para tomar aire, momento en el que agarré su melena rubia y tiré de ella haciendo que arquease su espalda de una manera muy sensual. Bombeé en su coñito controlando mi excitación. Susana apretaba mi polla de una manera deliciosa hasta que noté como empezaba a correrse:

—Cariñooo…cariñoooo…me…me corrooooooh…

Temblando su orgasmo como estaba y sin sacar mi polla de esa cálida gruta, jugué con el plug de su culito tirando y volviendo a meterlo, incrementando así su placer y alargando su orgasmo. Pero notaba que mi aguante, mi control sobre mi orgasmo empezaba a desaparecer y realmente lo que quería era dejarle el culo más abierto que las puertas de una catedral. Tiré del plug y sacándolo vi el anito de Susi boqueando, llamándome para que lo profanase. Fue ella misma la que con sus manitas separó sus nalgas, ofreciéndomelo:

—Hazlo despacio mi amor, no tengas prisa. —Me pidió Susi excitada.

—Tranquila cariño, relájate.

Saqué mi polla de su coñito muy lubricada y la apunté a su anito e hice algo de fuerza. Vi como el glande entró sin apenas esfuerzo y un gemido salió de la garganta de Susi:

—Ahhhhhww… mi amooor…que ricoooooooh…sigueeeeh…

Sus manos seguían abriendo sus nalgas, dejé caer algo de saliva en mi verga para lubricar y volviendo a empujar de nuevo, vi como mi príapo empezaba a desaparecer dentro del culito de mi amada:

—Dioooos Susiiiiii…que gustooooo…

—Hasta los huevos mi amor…revientameeeeh… —Me pidió Susana.

Fui un chico obediente, y con mi orgasmo, ya imparable, de un golpe de caderas, la enculé hasta que mis huevos rebotaron en su coñito. El grito que dio Susi, retumbó por toda la casa, y en ese momento se desató la tormenta de placer entre nosotros. Susi aullaba de gustazo y mi polla entraba y salía de ese perfecto culo sin problema. No aguantaba más, ver como mi polla desaparecia en el culito de Susana una y otra vez era más de lo que podía aguantar, demasiados estímulos, tanto visuales como físicos:

—Susiii…me corroooh…no aguanto más…

—Siiiiiiiii…siiiiiiiiiii…correteeee…correteeeeee…ahhhhhh…

Noté la primera contracción del esfínter de Susana y mi polla empezó a escupir litros de semen en sus intestinos, mientras un orgasmo brutal atravesaba nuestros cuerpos. Del coñito de Susana, caían babitas en forma de hilos a las sábanas debido a sus orgasmos y a mi polla descargando leche en su culo. Cuando nuestro orgasmo se fue diluyendo, Susi cayó agotada y yo lo hice encima de ella sin sacar mi polla de su interior y besando su cuello, hombros y espalda.

—Dios Javi, ha sido impresionante. Te quiero mi amor. —Me dijo Susana aun fatigada.

—Yo también te quiero, más que a mi vida. —Dije besando su cuello, saliéndome de su culito y tumbándome a su lado.

Enseguida Susana se abrazó a mí, enredando nuestras piernas y quedándonos relajados bajo las sábanas, hasta quedarnos los dos dormidos.

Seria cerca de la hora de cenar cuando los dos nos despertamos y empezamos a calentarnos de nuevo. De la cama pasamos a la ducha y allí, volvimos a follar hasta que los dos nos corrimos. A Susi la notaba feliz, pero al día siguiente yo me iría a trabajar y ella se quedaría en casa, así que tenía que empezar a pensar que iba a querer hacer a partir de ahora. Conmigo, tenía todas las oportunidades que ella desease. Fue en la cena donde ella abordó su situación:

—Bien, a partir de mañana empieza mi nueva vida junto a ti. Lo primero que quiero hacer es presentar mi demanda de divorcio. —Dijo Susana.

—Bueno, mañana mismo llamo a mis abogados y empezamos los tramites…Emmm…Susana, ¿crees que Lucas te va a poner pegas, o no va a querer concederte el divorcio?

—No lo sé, pero con lo bruto y lo animal que es, seguro que me va a hacer la vida imposible y va a montar en colera.

—Voy a comentarte algo que quizás te moleste. Pero quiero que tengas claro que lo hice por ti. Mandé a la agencia de investigación que destapó la infidelidad de mi exmujer, que investigase a Lucas y lo que descubrieron fue bastante revelador. —Dije intranquilo.

—¿Qué descubrieron? —Preguntó Susana.

—Lucas es un delincuente, trafica con estupefacientes y con personas, además…además, tiene otra familia en Alemania, está casado con una alemana y tiene tres hijos.

—¡¡¡¿QUÉ?!!! —Exclamó Susana, abriendo mucho sus ojos. —Déjame ver eso, quiero verlo.

Estaba asustado. La cara de Susana, paso de la felicidad al más intenso enfado. Fui a buscar el dossier que me dio esa agencia y cuando terminó de ver todo lo que contenía, lo dijo con rabia:

—¡¡¡QUE HIJO DE PUTA!!! Este no sabe con quién se la está jugando. Gracias cariño por este regalo, te aseguro que lo voy a aprovechar muy bien. —Sentenció Susana.

Eso que dijo Susana me dio miedo. Si algo tenía seguro es que cuando Susana se enfadaba o le hacían daño, la persona que se lo hiciese estaba condenada y en ese momento me alegré de no estar en la piel de ese desgraciado, creo que ni se imaginaba lo que se le venía encima.

—Hay algo que te quiero pedir. Durante el proceso de divorcio, no quiero que Lucas te relacione conmigo. Si quieres me acompañas, pero te quedas en otra habitación aparte del despacho del abogado. —Me pidió Susana.

—Como quieras, pero como se ponga violento…

—Tranquilo, por su bien espero que no lo haga. —Me dijo Susi.

Cuando llegó el día, Susana vestida normal, con unos vaqueros ajustados, una camiseta, una cazadora y unas zapatillas de cuña, esperó en el despacho del abogado a que llegase Lucas. Yo estaba en el despacho contiguo, paseando de arriba abajo como un oso enjaulado. Estuve a punto en más de una ocasión, de entrar a ese despacho por los gritos de Lucas fuera de sí, llamando de todo a Susana, que, en ningún momento, según mi abogado, perdió la calma, ante la manera tan violenta de comportarse de ese animal.

Pasada una hora, escuché un portazo, y al poco entraba Susana sonriendo feliz, con el papel del divorcio firmado por Lucas en su mano:

—He estado a punto de entrar en varias ocasiones, estaba asustado por la violencia de ese maldito. —Dije abrazando a Susana.

—Yo estaba de lo más tranquila, con lo que sabíamos de ese desgraciado, y diciéndole que, aunque estábamos en gananciales, no quería nada de él, al final no le ha quedado más remedio que firmar. —Comentó Susana besándome a continuación.

En un momento que mi abogado y yo nos quedamos solos, me hizo un comentario que me dejó asustado y sorprendido:

—Javier hay algo que quiero comentarte. El exmarido de Susana le ha amenazado veladamente y de todo lo que sabíamos de su exmarido, solo ha utilizado la bigamia y el saber que tenía otra familia en Alemania, el resto, tráfico de estupefacientes y tráfico de personas no lo ha querido utilizar.

En ese momento, supe a ciencia cierta, que Lucas estaba condenado. No quise decir nada a Susana, que feliz, se agarró a mi brazo y salimos de ese edificio para celebrar su divorcio y su libertad. Ese día y como no podía ser de otra manera, follamos hasta caer agotados jurándonos amor eterno.

Y efectivamente, a los dos meses, en las noticias confirmaron el arresto en la frontera de España con Francia, de un camionero que traficaba con fentanilo y además en un fondo falso iban apiñadas, amordazadas y maniatadas diez mujeres de las cuales cuatro eran menores.

Lucas fue arrestado y juzgado por tráfico de estupefacientes, trata de blancas y prostitución de menores. Le condenaron a una pena de treinta y cinco años, pero en su sempiterna estupidez y para rebajar su condena, traicionó a la organización para la que trabajaba y reveló nombres y direcciones. Cuando entró a prisión, a la semana, le encontraron colgado en su celda, cosido a puñaladas y con la palabra "SAPO" escrita en su frente. Cuando me enteré se lo pregunté a Susana sin rodeos:

—¿Has tenido algo que ver con todo esto?

—Bueno, digamos que cierta información que obraba en mi poder se extravió y fue a caer en manos de la policía. Solo eso, del resto no sé nada, pero ese desgraciado tiene lo que se merece. —Dijo Susana con carita de niña buena y sin ningún atisbo de tristeza ni arrepentimiento.

Como prometí a Susana no la dejé ser ni mujer florero, ni mantenida. En estos momentos está terminando el bachiller y trabajando en mi empresa al lado de una ingeniera de estructuras y un arquitecto proyectista. Tiene claras las metas a lograr y quiere estudiar una ingeniería.

Aunque sabe que mi dinero es suyo también, ella solo utiliza lo que gana para sus gastos. Con su sueldo y mi aval, se ha comprado un coche de segunda mano en muy buenas condiciones, para poder moverse sin depender de mí.

Nuestra convivencia es impresionante, aunque sabemos que no siempre estaremos de acuerdo en algunos temas. Por el momento hay dos cuestiones que Susana quiere evitar pero que no le va a quedar más remedio que tratar. Uno es su hijo, que la abandonó para irse con su padre al cual casi no veía y otro es su madre. Aunque en su momento le pidió ayuda económica, todavía no le ha perdonado que le destrozase su juventud y su vida, obligándola a tener ese hijo y a casarse con Lucas y teniendo que soportar el asedio del que, en su momento, fue su pareja.

Y su hijo, aunque es su madre y sé que lo quiere, no le perdona que la dejase sola y abandonada y encima se enterase que vive con su madrastra y sus hermanastros y es él quien los mantiene al fallecer su padre. Se que eso no se lo perdonará en la vida. Llegará un momento que la busque, que quiera hablar con ella, entonces se dará cuenta de la equivocación que cometió, o eso espero.

Solo mis padres conocen nuestro reencuentro y mi relación con Susana y están deseando verla de nuevo y abrazarla después de tantos años. Como padres, y después del disgusto de mi exmujer, están deseando que les dé nietos, cosa que a Susi le hace también mucha ilusión y aunque todavía somos jóvenes, estamos más cerca de los cuarenta y no podemos perder mucho tiempo. Por ahora Susi quiere empezar su carrera de ingeniería y trabajar conmigo en mis futuros proyectos. Solo el tiempo, hará que logremos todos nuestros deseos, por ahora, lo más importante, es que Susi y yo estamos juntos, como cuando éramos pequeños y nos amamos de manera incondicional.