Fin de semana para recordar
“Nena, prepárate que este fin de semana por fin podré acercarme a casa.”
Es el mensaje con el que me desperté el miércoles por la mañana. Carlos llevaba más de dos meses fuera de casa por viaje de negocios y, aunque hablamos todos los días por teléfono, por WhatsApp y hacemos video llamada, sí algunas sexuales, no es lo mismo.
Somos una pareja muy sexual, y el estar separados nos mata a la vez que nos vuelve locos de pasión.
De esas charlas nocturnas salen verdaderas historias llenas de morbo, las cuáles hemos dicho de hacer realidad alguna, pero nunca llega el momento, ya que cuando estamos juntos, todo se para, y solo estamos él y yo.
“¡Qué bien, cielo! necesito tenerte entre mis piernas…”
“Prepárate pequeña, tendrás cuarenta y ocho horas de placer, puro y duro. No necesitarás ropa en todo el fin de semana. Ni siquiera las braguitas, que tanto te cuesta dormir sin ellas”
La semana se me hizo eterna, y eso que solo tenía que pasar miércoles y jueves, ya que Carlos llegaba el viernes por la mañana y, aunque yo tendría que ir a trabajar, cogí la tarde libre para poder estar con mi hombre.
Me cambió el ánimo, llevaba unas semanas bastante cabizbaja, nunca habíamos estado tanto tiempo separados. Siempre que viaja se había podido escapar algún fin de semana, pero esta vez le había resultado imposible hasta ahora.
Con la alegría de verme todo el fin de semana retozando como una “perra”, la cara se me iluminó y se me subió el guapo. Me vestí para ir a trabajar aquella mañana con ropa habitual, pero me sentía sexy, sensual y muy follable. Así que antes de salir por la puerta le mandé a Carlos una foto con una gran sonrisa y el dedo en la boca. Es cierto, los ojos me brillaban, la foto resultó de lo más pícara. Cuando mi sonrisa y los ojos deslumbran la pantalla del móvil, Carlos se vuelve loco.
Tal era mi… “Guapura”, que más de un compañero y compañera de trabajo me hicieron la pequeña apreciación sobre la luz que irradiaba mi rostro y lo guapa que me veía.
El miércoles y el jueves transcurrieron de forma tranquila, solo deseaba que llegara el viernes por la tarde para poder estar entre sus brazos, poder sentir su aliento en mi nuca, sus labios recorriendo mi cuerpo acompañados de sus fuertes manos y, claro está, poder sentirle dentro mía.
Por fin llegó el viernes por la mañana, me levanté y me duché. Al mediodía cuando llegara a casa, Carlos no me iba dar opción a duchas, nos teníamos demasiadas ganas.
Me preparé un “kit de supervivencia” para llevarme al trabajo, yo tampoco quería perder tiempo al llegar a casa. En una bolsita metí toallitas íntimas, crema corporal, maquillaje para retocarme, cepillo y por supuesto lencería. Para esta ocasión elegí un tanga burdeos con detalles dorados y, un sujetador dorado con detalles burdeos. Conjuntada sí, pero nada tradicional, me gusta contrapear los conjuntos. Me parecen mucho más… ¿Cómo decirlo? sugerentes.
Salí de casa a las ocho en dirección al trabajo. La mañana se me hizo eterna, no veía el momento de terminar mi jornada laboral y para colmo, tenía la agenda llena de reuniones. ¡Con las ganas que tenía de jugar! Durante estas jornadas laborales previas a un encuentro así, nos gusta ir calentando el ambiente con mensajes insinuantes, fotos y audios…. Eso hace que, al llegar a casa, estemos más que preparados.
Por fin llegaron las dos, recogí y me fui al servicio para refrescarme. Entré en una cabina, me desnudé entera, puse el móvil encima de la cisterna del servicio, programé el temporizador y de espaldas a la cámara… ¡Foto! y enviar.
“Estás preparado para lo que te espera” Este texto acompañaba a mi foto completamente desnuda, de espaldas con los brazos y las piernas abiertas en forma de “x” y la cabeza ligeramente mirando a cámara.
Saqué las toallitas y me refresqué, tenía que estar limpia. Era una cosa más mía que de Carlos, ya que a él le encanta cuando huelo, ese olor característico de excitación que vas teniendo durante el día. Me eché crema olor vainilla, por las zonas erógenas, es un olor que le embriaga, me puse el tanga y el sujetador y… ¡Foto! y enviar.
“¿Cuánto me va a durar puesto?” esta vez era la misma postura, pero de frente, mordiéndome los labios, expresión que le enciende.
“Deja de calentarme y ven cagando leches. Te deseo”
Me terminé de arreglar rápidamente, pero como todo en esta vida es la ley de Murphy, cuanta más prisa peor. Todos los semáforos en rojo, todos los pasos de peatones ocupados… Eterno el camino de vuelta a casa y encima, aparcar. Carlos había metido el coche en el garaje y me tocaba dar vueltas. No suele haber problemas de aparcamiento, pero ese día cómo no… Los había.
Por fin aparcada, me dirijo hacia casa, donde me espera ese hombre hambriento de mí. Deseaba empezar esas cuarenta y ocho horas de placer desenfrenado.
Abro la puerta y me encuentro a Carlos en la entrada con dos copas de vino blanco en las manos. Me acerco y le doy un piquito, pero mis manos se van directamente a su paquete, veo que está duro, muy duro. Deja las copas encima de la repisa de la entrada y como un lobo hambriento se lanza sobre mi boca, con sus manos abarcando mi cara, mis brazos le rodean, cerramos la puerta tras nosotros. Me abre la blusa arrancando los botones, el sujetador lo baja sacando mis pechos de las cazuelas. Me estampa contra la puerta de la calle y devora mis tetas. Pasa de una a otra con voracidad. Las besa, las amasa, las chupa y las muerde. Sin apenas poder moverme Carlos me devora, sus manos se deslizan por mi cuerpo hacia mi culo, levanta mi falda, eleva mi pierna a su cadera y echando a un lado el hilo del tanga me penetra con los dedos sin dejar de besarme.
Con un charco entre mis piernas, sus dedos se deslizan fácilmente por mi sexo, una y otra vez. Cada vez más rápido, más fuerte hasta que mi pierna comienza a temblar y sujetándome a él tengo el primer orgasmo de los muchos de ese fin de semana.
Sin dejar de besarnos y acariciarnos llegamos dando vueltas hasta el sofá del salón, donde le empujé y me arrodillé para devorar ese miembro duro que estaba a punto de reventar los pantalones del chándal que llevaba.
Le bajé los pantalones hasta los tobillos y poniéndome entre sus piernas comencé a lamer, chupar y succionar. ¡Dios, qué rica estaba! Estaba completamente empapada, pero su sabor… Hacías dos meses que no me llenaba de él, y estaba como loca por hacer que se corriera en mi boca. Era casi una necesidad más que un deseo.
Mi lengua jugaba con su frenillo mientras le miraba, eso le ponía cachondo, y yo lo sabía. Así que jugué y jugué hasta que me agarró de la cabeza y comenzó a follarme la boca. Primero lentamente pero profundo, más tarde aumentó la velocidad, las arcadas hicieron aparición, me quitó y besó mi boca con pasión mientras mis manos seguían pajeándole.
Una vez me recuperé de las arcadas, le puse las manos a la espalda y retomé mi labor. No había bajado ni un milímetro, podía sentir sus venas cada vez más hinchadas, me deleité un rato en dibujar con mi lengua el recorrido de sus venas, bajé a sus huevos, depilados, los metí en mi boca y jugué con ellos otro poco, sin descuidar a mi gran amiga.
Subiendo de los huevos a su capullo, mi lengua fue dejando un reguero de saliva, sus ojos no se perdían nada, y su cadera estaba impaciente, se le movía inconscientemente, se le iba de un lado a otro siguiendo el recorrido de mi lengua.
Introduje su capullo en mi boca y empecé a mamársela de nuevo. Esta vez marcaba yo el ritmo, lento y profundo, sus caderas me ayudaban a interpretar sus necesidades. Su capullo casi palpitaba, mi lengua jugaba con el frenillo y se introducía con suavidad en su agujero.
Aumenté el ritmo, cada vez más rápido, sin dejar de frotar el frenillo, más y más rápido, solo su capullo, intercambié con alguna profunda, sacándola rápidamente para evitar parar, hasta que esas palabras me pusieron bruta: “Nena me voy a correr”
Le sujeté de la cadera sin parar de mamársela, sacó las manos de detrás de la espalda y agarrándome de la cabeza me folló la boca hasta explotar en mi interior toda su esencia y las ganas de mí. Un chorro caliente inundó mi boca. ¡Dios qué corrida! Apenas podía mantenerla en la boca ni tragar. Me retiró para sacarme la polla, me levantó y sentó en su regazo. Me abrazó y besó, compartiendo toda su corrida. Nos chorreaba por las comisuras mientras nos besábamos, tragábamos, pero había sido una corrida monumental.