La hermana de mi amigo
En aquel verano yo tenía 23 años. Fue el verano en que Luz, la hermana pequeña de mi amigo David, mostró interés por mí. Ella tenía 18 años recién cumplidos, pelo castaño rizado, ojos azules, piel pálida, delgada, buen culo y tetas no demasiado grandes pero firmes y redondas.
Todo comenzó en unas fiestas de un pueblo cercano al nuestro. Ella y sus amigas salieron con nosotros de fiesta. Desde el principio de la noche noté que no me quitaba ojo y que se reía continuamente con todo lo que yo decía. Nos conocíamos desde siempre, pero yo nunca me había fijado en ella como mujer hasta ese día. Sin duda que Luz había crecido muy bien. ¡Vaya que sí!.
Yo mido 1.80 cm, fuerte, ancho de espaldas, pelo oscuro, ojos negros, suelo llevar barba de tres días y tengo una bonita sonrisa franca que atrae a las mujeres. Soy atractivo y me cuido.
Luz bailaba como una mariposa a mi alrededor y me di cuenta de que buscaba rozarme constantemente. Yo por mi parte hacía como que no me daba cuenta, pero era difícil no notar sus pechos rozando mi espalda. Sus pezones duros clavándose en mi piel. Sus manos suaves acariciando mis brazos constantemente. Bebimos mucho esa noche y nos lo pasamos muy bien.
Llegó el momento de los bailes lentos y ella se pegó a mí como una lapa. Notaba su cálido aliento en mi cuello. Sus ojos azules brillantes como zafiros clavados en los míos. Sus pechos aplastados contra mi pecho. Mis manos en su cintura acariciando su piel bajo su top ajustado.
Comencé a excitarme más de la cuenta con la situación y ella lo notó, me miró con lujuria y deseo casi físico. Lo cual aumentó mi excitación y, aumentó considerablemente mi incipiente erección. Pronto los bailes se volvieron más sensuales y su estupendo trasero se restregó en mi entrepierna. Ella notó la dureza de mi miembro y me robó un beso fugaz como el aleteo de una mariposa.
Yo la sujeté con firmeza y la besé con fuerza. Un beso profundo. Húmedo. Caliente. Dejando nuestras lenguas jugar entrelazadas. Ella me tomó de la mano, me sacó de la verbena y de la plaza del pueblo.
- Llevo desde que era una niña esperando este momento -me dijo volviendo a besarme en la oscuridad- La de veces que he soñado con esto.
Yo la abracé y la besé y mis manos apretaron sus nalgas atrayéndola contra mí. Nos acariciamos sin dejar de besarnos. Nuestras manos recorrían nuestros cuerpos con cálida excitación.
Apreté sus pechos sintiendo sus pezones duros como piedras marcadas en la tela blanca de su top, jugué con mis dedos sobre ellos. Ella se arqueó con un temblor al sentir el roce de mis dedos.
- Joder, como te deseo -dije mordiendo sus labios turgentes.
Ella sonrió con picardía y me llevó de la mano bajo el pórtico de la iglesia del pueblo.
Nos sentamos en un banco de piedra y ella se sentó sobre mí y comenzó a comerme la boca con pasión.
- Soy toda tuya -susurró en mi oído lamiendo mi cuello. Haciendo que un escalofrío de excitación corriera por mi espalda.
Besé su cuello. Lamí su garganta. Levanté su top. No llevaba sujetador y comencé a comerle los ricos pezones sonrosados que me miraban erectos y desafiantes. Ella gemía y jadeaba mientras me acariciaba el pelo.
- Me pones a mil -dijo mordiéndose los labios arrebolada de placer.
Mientras yo mordisqueaba sus pezones ella desabrochó mi cinturón y desabotonó los botones de mi pantalón acariciando mi polla por encima de la ropa interior.
- Esta durísimo -dijo encantada -Es súper gruesa.
Yo gemí al notar como apretaba mi polla con su mano.
Pronto la dejó libre y comenzó a masturbarme mirándome a los ojos con un deseo ardiente.
La dejé hacer durante un rato disfrutando de su paja.
Al cabo de un rato se acurrucó entre mis piernas y comenzó a lamer, primero despacio, pero pronto la metió entera en su boca y me hizo una mamada de escándalo.
Tuve que pararla porque estaba a punto de hacer que me corriera.
La levanté la falda y le acaricié el coño sobre la tela del pequeño tanga que estaba empapada.
- Dios -jadeó completamente excitada.
Aparté la tela y jugué con mis dedos sobre su coño húmedo y caliente. Hinchado y ansioso. Sintiendo mis dedos entre su vello y sus pliegues. Comencé a masturbarla. Se corrió casi al momento henchida de excitación, mordiendo mi hombro para ahogar los gritos que pugnaban por salir de su garganta.
-Fóllame, Carlos -balbuceó con ansia- Fóllame.
La bajé el tanga y la acomodé sobre mí. Mi polla se deslizó despacio en su interior y ella se clavó en mi. Apreté sus pálidas nalgas empujándola contra a mí y comencé a balancearme entrando y saliendo de ella. Mientras le comía los pechos turgentes que me golpeaban la cara.
Con un dedo jugueteaba rozando su agujerito trasero mientras la penetraba cada vez más rápido, más fuerte y más profundo. Se volvió a correr empapando mi polla de sus jugosos fluidos, muy abundantes y calientes. Después se salió y me devoró hasta que no pude evitar regalarle toda mi leche dentro de su boca.