Incest
May 22, 2022

Encaprichada con mi padre 2/3

Capítulo 6

Me sentía inspirada, respiré hondo al llegar a la casa de verano de los padres de Perla, un aroma oceánico impregnó por completo mi joven alma llenándola de vigor.

Las cuatro amigas nos pusimos trajes de baño diminutos. La madre de Perla iba algo más discreta, pero Alexa estaba de verdad despampanante con sus senos inmensos y un trasero trabajado en el gimnasio.

Mi papá y el de Perla, estaban con la baba de fuera cuando nos vieron salir a Alexa y a mí cambiadas para disfrutar de la playa y del intenso calor. Pero no solo se les caía la baba con ella, sino con mis amigas también.

Debí de sentirme inquietada por el hecho de que el padre de Perla, no me quitara la vista de encima, dirigiendo su vista constantemente con destino a mis nalguitas paradas. Era bastante evidente que no paraba de verme y quizás todos lo notaron, pero nadie dijo absolutamente nada. Aunque el hombre también miraba a las demás chicas. Mi padre no se quedaba atrás, y echaba miraditas raras a todas las chicas presentes, incluyendo a su bebita, o sea yo. Sabía que mi padre ansiaba ver mi cuerpo muy en el fondo, pero en ese viaje su dueña era sin duda Alexa, por más que me pesara, así eran las cosas y debía aceptarlo.

En la playa nos divertimos bastante. En cierto momento, mis amigas y yo nos tomamos fotos en la arena en diferentes poses. Quise hacer las mías algo más provocativas que las de mis amigas, entonces decidí darles un pequeño show a los hombres que nos acompañaban: mi papi y el de Perla. Así que hice poses que rayaban en lo erótico mientras Fernanda me tomaba las fotos, entonces yo abría las piernas, y me tiraba en la arena mientras paraba el trasero. No dejaban de verme los dos hombres sin ningún disimulo. Fuera de eso, no pasó nada extraordinario ese día. Llegué incluso a pensar que mi padre me regañaría por comportarme de esa manera tan sugerente, pero no ocurrió absolutamente nada. Muy al contrario, mi padre parecía estar feliz de la vida en ese idílico lugar.

Pasaron dos días sin mayores contratiempos, ya solo nos quedaba una noche más. Tristemente, la mañana siguiente nos iríamos del lugar, así que esta última, sería la noche más especial y constituiría una especie de despedida, una fiesta pequeña entre todos. Con ese talante, esa tarde se tornó poco a poco en una alegre noche en la que los padres de Perla, Sergio y Alexa, tomaron mucho alcohol, y a nosotras, por supuesto, no nos lo permitieron.

En medio de esa reunión, todas comíamos muchos bocadillos y bebidas no alcohólicas, pero como los padres de Perla, Sergio y Alexa si lo hacían, acudían de manera frecuente al único baño que tenía la casa. Los hombres por su parte, contaban con la posibilidad de ir fuera de la casa a orinar, pero como casi siempre estaba desocupado, aun así entraban. Mi padre con diferencia el que con más frecuencia iba al baño, producto de tomar cerveza en excesiva abundancia.

En una de las ocasiones en las que mi padre estaba en el baño, a Fernanda le entraron ganas de orinar, pero ella no tenía idea de que el baño estaba ocupado. Ella se dirigió al baño y giró la manecilla de la puerta que estaba sin seguro, esta se abrió y ella tuvo una sorpresa... Se encontró a mi papá con el pene de fuera, orinando. De manera instantánea, los ojitos de mi mejor amiga se dirigieron hacia la verga de mi padre. Inmediatamente ella se disculpó, y cerró la puerta despavorida. Fernanda no aguantaba las ganas de orinar, así que se quedó esperando fuera de la puerta a que mi papá saliera.

En el momento en que mi papá salió, este le dijo que el baño ya estaba listo. Al parecer, él no le había dado ninguna importancia al asunto. Cuando ella regresó del baño, nos contó todo lo que había sucedido con lujo de detalle.

—No mamen, abrí la puerta porque pensé que no había nadie —dijo Fernanda con un tono entre risa y disculpa.

—Y ahí estaba tu papá. Neta, que tiene, una vergota —continuó Fernanda dirigiendo su primera frase hacia mí, y la segunda a todas mientras hacía con los dedos una pantomima de lo grande que era el pene de mi padre.

—¿En serio? ¿Neta tan así? —preguntó Perla con aire de gran incredulidad.

—¡Oigan es mi papá! —dije yo indignada por el tema de conversación que estábamos teniendo.

—Pues no es mi culpa que la tenga grandota, ja, ja, ja. No te voy a mentir, yo si me lo cojo —dijo Fernanda dando una sorpresiva revelación que no me agradó para nada. Al mismo tiempo, ella me miraba a los ojos con desafío. Pero no caí en su provocación, no quería crear un escándalo por una cuestión tan ridícula.

—Ay, pero si ya está bien ruco, tiene como cincuenta años, sin ofender Alisa —dijo Erika con cierta repugnancia.

—No me ofendo, y sí tienes razón, ya es muy mayor para ti Fer, además tiene dueña —dije, haciendo énfasis en la palabra «dueña» mientras volteaba ligeramente mi cabeza y mis ojos en torno a Alexa que estaba sentada en un sillón en el polo opuesto del recinto.

—Solo digo la verdad, si le hubieran visto lo mismo que yo, pensarían diferente ja, ja, ja. Bueno ya, vamos a bailar, vente —dijo Fernanda mientras agarraba mi mano y me levantaba del suelo para llevarme a bailar.

Todas estábamos bailando cumbias. No es la música que suelo escuchar, pero es lo que estaba a la mano y nos estábamos divirtiendo bastante. Unos minutos después dejamos de bailar, y los padres de Perla se fueron a dormir. Mi padre y Alexa se quedaron platicando en voz muy baja, en ese momento nosotras estábamos afuera descansando, tomando jugo de piña con vodka a escondidas, la vigilancia se había reducido tanto, que Perla se atrevió incluso a encender un cigarro y nadie con capacidad para reprendernos lo notó. De esa forma nos quedamos platicando ocultas en las afueras de la casa, pasándonos el cigarrillo, aunque particularmente ni Erika ni yo lo probamos pues nos provocaba asco el olor, de modo que yo era un conducto para pasarlo entre Perla y Fernanda por estar en medio de ellas.

Un poco más tarde, entramos de nuevo a la casa, mi padre y Alexa continuaban hablando por lo bajo en el mismo lugar. Un par de minutos después, Alexa se marchó a dormir y mi padre se quedó viendo la televisión en la sala sin prestarnos atención. Un rato después, me di cuenta que daban las dos de la madrugada, y Fernanda fue a hacerle platica a mi papá. Para ese entonces, nosotras ya nos servíamos alcohol sin importarnos que estuviera mi papá, él parecía estar muy tomado y no daba cuenta de nada de lo que ocurría a su alrededor, la repetición de un partido de futbol dominaba su difuso poder de concentración.

Al mismo tiempo que Fernanda se acercó sigilosamente para intercambiar palabras con mi padre, Erika se puso a bailar una canción de reguetón, Perla y yo le seguimos el juego. Estábamos perreando y nos divertíamos mucho. Solo una canción después, Fernanda se mostraba ya muy confianzuda con mi padre; ella trataba de que él se levantara para bailar junto a nosotras, lo jalaba de sus manos, y al principio mi padre se negaba con la tozudez de un borracho alegre, pero al final cedió a la petición insistente de Fernanda, pues mi amiga llegó a tener la osadía de rogarle. Sencillamente, tras unos cuantos ruegos de Fernanda, mi padre se puso a bailar con ella. ¿Qué demonios le estaba sucediendo a Fernanda? ¿Es esa mi mejor amiga o una extraña que me comienza a parecer irreconocible? ¿Por qué se mostraba ella tan ofrecida con mi padre? No conocía la respuesta, pero estaba comenzando a sentir una preocupación muy grande, parecía que de pronto el control de todas las situaciones de mi vida me era arrebatado sin piedad, una desilusionadora opresión en el pecho me lo confirmaba.

Al principio Fernanda y mi padre bailaron separados, duraron una canción completa así. En la siguiente canción que puso Perla, una música que contenía más ritmo, Fernanda comenzó a acercarse más a mi padre.

Me sentía terriblemente celosa, y un coraje emergente estaba gestándose agresivo dentro de mí, pero no se me podía notar porque algo me impedía expresarlo libremente. Para la tercera canción, Fernanda ya tenía sus brazos en el cuello de mi papito, y después, ella muy descarada, se volteó dándole la espalda a mi padre, y le restregó el trasero provocativamente, una mirada de profundo odio le lancé a Fernanda pero ella no se dio cuenta. Ahora ambos tenían contacto físico bastante intimo, y la furia se me acumulaba en la boca del estómago provocándome acidez, pero no podía hacer nada al respecto, me sentía atada de manos, de pies, y de todo lo posible. Solo me quedaba observar como una estúpida.

Fernanda empezó a perrear de manera cada vez más agresiva y tentadora para cualquier hombre, ella frotaba sus nalgas, porque básicamente eso era lo que hacía, en el pene de mi padre. Él tuvo una erección y todas lo notamos al cabo de un par de minutos, pero ninguna mencionó el asunto. En mi interior las emociones se arremolinaban hirvientes, semejante a una olla de presión que amenaza con estallar en cualquier momento, salpicando su contenido en una potente cólera.

Fernanda se estaba portando cual verdadera puta con mi papá, pero tenía que aguantar el obsceno espectáculo para no crear un drama con amplio potencial de agrandarse. Me sentía tan impotente y humillada a causa de no poder hacer nada al respecto. Pero mi padre estaba feliz teniendo el trasero de mi mejor amiga frotándose en su miembro, esa amiga que me había «quitado» a mi padre frente a mí, con total desvergüenza.

Al terminar la canción, Perla y Erika se fueron a dormir, y yo, desgraciadamente advertía unas ganas de orinar martirizante, si no entraba al baño rápido, presagiaba que me orinaría sobre mis ropas. La verdad es que no quería dejar solos ni un segundo a mi papá y a Fernanda. Ella era se había convertido en una enemiga ventajosa, demasiado peligrosa, una que avanzaba muy rápido con los hombres y me lo estaba demostrando con hechos. Pero ya no aguantaba las ganas de orinar, no podía más y me sentía fisiológicamente obligada a ir al baño. Así que terminé yendo en contra de mi voluntad.

Regresé a la sala, y la escena que vi no solo me espantó, sino que hizo acelerar mi corazón con una desesperación desoladora: Ellos se estaban besando en la boca mientras bailaban despacito, como si fueran ya una pareja bien cimentada.

Me acerqué lo suficiente, entonces podrían advertir mi presencia, y en apariencia se percataron: En cuanto llegué, ellos se despegaron y se sonrieron. De los dos, Fernanda exhibía la sonrisa más amplia, era una expresión de grosera victoria, una que engreídamente revelaba que ella podía conseguirse a ese hombre y salirse con la suya incluso si la hija o la pareja de ese hombre se encontraban en la misma casa. Y realmente lo había conseguido justo en mis narices. Miré a mi padre fríamente, él no me volteó a ver siquiera, yo sabía que él era consciente de que yo estaba presente, y tras un par de escuetos segundos, él solo convino en irse a dormir sin mediar palabra alguna conmigo como si lo que yo pensara fuera un asunto irrelevante. Yo no le dije nada a Fernanda al respecto, es decir, no le reclamé por lo que había hecho. Me tragué la humillación que me invadía y solo le solté: «Vámonos a dormir amiga». La tristeza de sentirme ignorada por mi padre, se acumuló a la lista de desgracias que me estaban sucediendo, a la serie de crueldades que mi padre me hizo durante todo el viaje.

A punto de acostarnos nos encontrábamos, aún me faltaba lavar mis dientes, pero descubrí que mi cepillo lo había dejado en un bolso que olvidé en la camioneta. De modo que necesitaba las llaves que aguardaba mi padre. «Ojalá y no haya cerrado la puerta con candado. Con lo descuidado que ha sido hoy, no me sorprendería que estuviese la puerta abierta», me dije en voz baja cuando iba por las llaves.

Pensaba mientras caminaba por el pasillo, en la locura que sucedió entre Fernanda y mi papito, aún me sentía muy enojada, sobre todo porque no encontré forma de evitar que eso ocurriera. La impotencia que me dominaba, torturaba mi espíritu en cada respiración que realizaba. Debí de saber desde el principio que Fernanda lo besaría como mínimo, sobre todo con mi ausencia. Después de todo, sería difícil para un hombre resistirse a Fernanda. No me sorprende que los dos hombres que estaban en la casa se enamoraran de ella, pues era guapa con exageración, de rostro bastante bonito y piel bellamente tostada. Fernanda no poseía unos senos tan grandotes como los míos, eran visiblemente más pequeños, pero Fernanda sí que estaba dotada con unas caderas más amplias y «más carne»: Piernas más gruesas y sexis, un trasero más grande. Y quizás algún día ella tuviera pechos más grandes que los míos, pues me había confesado meses atrás, que tarde o temprano se los operaría para acabar con esa «deficiencia». Si llegaba ese día, me temo que su belleza probablemente terminaría por opacar a la mía en muchos sentidos. Sufriría yo, de un elemento doloroso del mundo femenino que las derrotadas debemos de sobrellevar con clase, usando otros recursos para resaltar nuestra belleza natural, y mejorando en otros aspectos ajenos a la mera apariencia. Después de todo, algo que suelo practicar mucho, es una voz sexi de niña, y una personalidad linda para ser más atractiva.

Me parecía inconcebible que mi padre fuera tan descarado besando a mi mejor amiga de toda la vida enfrente de mí, y sé, que mi padre cayó en la provocación de Fernanda por la falta de juicio que deviene de tomar tanto alcohol. Y repugnante me pareció la actitud de Fernanda haciendo eso con mi padre, cuando supuestamente es mi más fiel compañera.

Rápidamente atravesé el pasillo. Me acerqué a la puerta del cuarto de Alexa y mi padre, y de repente escuché algo muy raro. Ruidos inusuales provenían dentro de la habitación. Se escuchan sonidos entrecortados, parecidos a leves gemidos. ¡Oh, no! ¡Dios Mío! Pero si... Pero si estaban teniendo sexo ahí dentro, y lo que escuché no eran sonidos parecidos a gemidos, eran, con toda certeza, los gemidos sexuales de Alexa. Sabrá la Virgen de Guadalupe lo que estaba haciéndole mi padre a esa mujer para causarle semejantes quejidos. Pero que no me sorprendía en absoluto, ya que cualquier cosa que se me ocurriera, mi padre ya se la había hecho a ella en múltiples ocasiones, inclusive los había escuchado tener relaciones en ocasiones anteriores, sin embargo es algo que nunca deja de impactar si es tu padre al que escuchas metérsela a su novia.

No pude seguir escuchando esos sucios berridos eróticos. No pude evitar notar, que me calentó escuchar a mi padre teniendo sexo, la adrenalina aumentó bastante en mi sistema rápidamente a causa de ello. Me sentía como una pervertida por quedarme escuchado durante tanto tiempo, cuando no fue ni siquiera mi intención. Por una parte, estaba accidentalmente excitada, y por otra, estaba que rabiaba de celos, era la sensación más confusa que había experimentado en los asuntos del amor.

Al parecer, como Fernanda había excitado a mi papá, la única solución de que él pudo encontrar, fue despertar a Alexa y echársela pues era su mujer.

En ese momento sentí que ya no aguantaba más: Todas las chicas le hacían cosas a mi padre y él les entregaba sin reserva su amor a ellas, y a mí, no solo no me daba nada, sino que me quitaba lo poco que me quedaba, era claro como el hecho de que a penas y me había hablado en todo el viaje. Estaba harta, estaba celosa, estaba caliente. Pero tenía que admitir otra nueva verdad: Quería a mi padre para mí sola, y para nadie más. Quería cogérmelo, quería que me amara, que me amara de verdad y no solo como hija, la hija tontita que debía esperar a que llegáramos a casa para que me recibiera las migajas de su amor.

Decidí en ese instante que al terminar ese viaje y volver a casa, lograría a como dé lugar, así sea lo último que hiciera, quitarme de encima a Alexa, a Fernanda, y a cualquier otra zorra resbalosa que se le insinuara a mi papito. Estaba harta y debía tomar el toro por los cuernos, ya era suficiente de humillaciones. Yo sería su único motivo de cariño, y su única novia para que me haga el amor solo a mí.

Amaneció y por fin terminó la aventura de la playa, y ya sé que suena como si estuviera harta. La verdad es que no, me la pasé genial, omitiendo la última noche, por su puesto. Lo que sucede es que estaba impaciente por llegar a casa, aún había muchas más cosas intensas por vivir y por las cuales luchar. Así que desayunamos, empacamos y nos marchamos.

Íbamos de camino a casa. Un par de horas después de haber empacado, ya estábamos mi padre y yo en casa. Alexa se quedó en su departamento. Por lo menos me quedaba el consuelo de que esa perra no se viniera a un a vivir con nosotros, o de que mi padre me abandonara para irse con ella.

Subí mis cosas a mi cuarto, me bañé. Mi papá y yo comimos juntos. Descansamos toda la tarde viendo películas, juntos. Se hizo de noche, y finalmente en mi habitación otra vez, sola. Ya había olvidado el asunto del robo, es como si hubiera ocurrido hace muchísimo tiempo atrás, como si fuese un hecho irrelevante en mi vida. Dormí en el estilo de una bebita, una que pertenecía su padre en exclusiva.