
Nieta y abuelo esperaron a que los padres de Juanita se marcharan a trabajar. Estaban ansiosos, y Fernando, encantado. Cuando todo esto había comenzado, él creyó que fue por casualidad, pero dudaba de que a su edad y después de tanto tiempo sin sexo, su cuerpo ya no reaccionase.

Fernando estaba en el salón viendo la tele cuando vio pasar a Juanita, su nieta, dirigiéndose a la puerta. Al poco, ella regresó con Luz, una de sus amigas.

Mario miraba a aquel tipejo que había venido a buscar a su hija. Joven, desgarbado, con el pelo casi rapado y... con pendientes. Y encima le tuteaba y le llamaba papi. La sangre le hervía en las venas.