Hijastra
June 7, 2023

La hija de mi mujer se convierte en mi amante (4)

Mi hijastra merece un castigo, y yo se lo doy. Aunque creo que el castigo lo encontró tan placentero como yo.⚡

El verano seguía su curso, los días seguían sucediéndose, unos a otros y las vacaciones veraniegas llegaron por fin.

Tan inmerso estaba en mi nuevo rol de amante de Mónica, que no había sido consciente de que teníamos las vacaciones, con el viaje que había programado hacía varios meses, a la vuelta de la esquina. Me sacó del olvido María, una buena noche, al llegar a casa me recordó que, en apenas 15 días, además de comenzar el periodo vacacional, íbamos a hacer un viaje que, aunque cuando decidimos hacerlo, me pareció una buenísima idea y una gran oportunidad de acercarnos de nuevo en nuestra relación, en ese momento, con todo lo que estaba pasando con Mónica, no me parecía lo más oportuno. Pero ya era demasiado tarde para cambiar de planes.

Aquél recordatorio me hizo estar más retraído y distante con Mónica. Si en el transcurso de unos días íbamos a estar de vacaciones todos en casa y, además, íbamos a hacer un viaje: un crucero por el Mediterráneo también los tres juntos, lo mejor que podía hacer era poner un poco de sosiego y de espacio entre ella y yo, pues de lo contrario nos resultaría mucho más difícil mantenernos alejados el uno del otro con su madre delante. Y eso sí sería un problema.

Una tarde en la que me encontraba distraído en el sofá del salón, ojeando un libro, y tras varios días en los que esquivé todos los intentos de Mónica para que termináramos en la cama, me pidió explicaciones:

- ¿Te ocurre algo? ¿Hay algo que haya hecho o dicho que te haya molestado? –me preguntó de forma directa.

- No, cariño. No has hecho nada. Pero tenemos que tener más cuidado que nunca. Estamos a punto de estar los tres todo el día en casa, no recordaba las puñeteras vacaciones, fíjate cómo me tienes. Y además, vamos a pasar una semana en un crucero, compartiendo hasta el camarote. Que podría tu madre haberme hecho caso y haber cogido un camarote para ti, pero con ese empeño suyo de pasar más tiempo juntos…

- Bueno, bueno. Que para que eso llegue aún faltan unos días, y se terminará pasando. Lo que no puedes es castigarme así, de esta manera, a no poder estar contigo. Me apeteces Dani –y al decir su última frase, Mónica alargo su suave mano para acariciarme cariñosamente la mejilla. Me deshice por dentro.

- Sabes que puedes volverme loco, Moni.

- Sé volverte loco, y sé que te gusta…

Mónica se subió a horcajadas sobre mi, abrió su deliciosa boca y me besó de la manera más sensual y entregada que yo recordaba. Su lengua parecía poseída por una fuerza extraña, moviéndose alocadamente dentro de mi boca, envolviendo y acariciando mi propia lengua, mientras su delgado y joven cuerpo se movía contra el mío, provocando el roce de su sexo en el mío a través de la ropa.

Pronto logró que quería. Mi polla comenzó a emerger de su letargo, y mis manos se aferraron a su pelo y su espalda empujándola, aún más si cabe, contra mi. Era hipnótico sentir el roce de su entrepierna caliente sobre mi sexo, y el suave empuje de sus pequeños pechos sobre mi cuerpo.

Llevábamos varios días en los que no habíamos mantenido sexo. Es cierto que yo me había masturbado en la ducha varias veces, recordando el suave y cálido cuerpo de Mónica, imaginándola conmigo, sintiendo como mi verga penetraba cada uno de sus orificios, a cual más dulce y tentador, …. Pero, a pesar de ello, no era lo mismo que follar.

Por la forma en que Mónica se movía sobre mi, deduje que ella, si se había masturbado, cosa que no dudaba porque alguna tarde creí reconocer algún gemido ahogado proveniente de su habitación, tampoco tenía suficiente. Ambos habíamos probado la miel, no nos íbamos a conformar con menos.

Tras unos minutos en los que nuestras bocas demostraron la ansiedad que sentían, mis manos se colaron por debajo del veraniego top que Mónica vestía. Nada más se interponía entre su piel y mis manos, por lo que éstas pudieron acariciar sus firmes pechos. Los pezones ya habían comenzado a endurecerse, y yo les ayudé a hacerlo.

El placer añadido que Mónica sintió mientras yo masajeaba sus pechos y pezones, me lo devolvió en forma de largos y pronunciados movimientos de su pelvis sobre mi polla. Le ardía la entrepierna, pude sentir realmente una sensación abrasadora sobre mi verga.

Sin dejar de besarnos, y sin que mis manos se soltaran de sus pechos, consiguió deshacerse de mi pantalón de deporte y de mi bóxer, al menos lo suficiente para que mi excitada polla se hiciera visible. En ese momento sí dejó mi boca para lanzarla con furia sobre mi verga y aplicarle un tremendo chupetón con sus labios. Creí tocar el cielo.

- Quiero follarte ya –le dije como pude

- Vas a follarme, papi –me respondió antes de descargar de nuevo toda la furia de su boca sobre mi glande para hacerme estremecer de placer.

A continuación se levantó para quitarse la ropa: un pantalón de deporte muy corto, braguitas y top. Ver como se agachó delante de mi para retirar su ropa provocó una reacción en mi que no estaba premeditada: la hice ponerse sobre mi, echada sobre mis rodillas y azoté su culo en varias ocasiones.

- ¿Has visto lo que has hecho, niña mala? –le pregunté mientras mi mano se marcaba sobre sus blancas nalgas.

- Sí, he sido mala

- Has sido muy mala, Mónica. Y tendré que castigarte.

- Mmmm, no sé si voy a poder aguantar tu castigo, papi.

- Estoy seguro de que sí, lo vas a aguantar, pero te va a doler.

Estaba completamente enloquecido, fuera mi. Mi hijastra conseguía volverme loco, sacar el lado más oscuro y oculto de mi sexualidad y de mi deseo. La deseaba con todas mis fuerzas, con todas mis ganas. Deseaba ese cuerpo, como nunca había deseado ningún otro, ni siquiera el de su madre.

Cada día, en los últimos días, había soñado con ella, con sus gemidos, sus besos, sus fluidos…, había soñado con penetrar su cálido coño, con vaciar mis huevos en su boca suave y húmeda y, lo que más me estaba ocupando la mente cada vez que me masturbaba, era probar su culo, el que esperaba que aún fuera virgen y pudiera soportar las embestidas de mi polla.

- ¿Cómo me vas a castigar? –preguntó Mónica tras varios azotes más tras los que la marca de mi mano se hicieron más visibles.

- Voy probar tu culo, y tu culo va a probar mi polla.

- Mmmmmmm, lo estoy deseando, papi –respondió mi hijastra cargando sus palabras de morbo y provocación.

La moví con facilidad, y la coloqué sobre el sofá a cuatro patas, ofreciéndome sus dos orificios más incendiarios y, mientras mis dedos jugaban con su clítoris y entraban y salían de su empapado coño, mi boca comenzó a besar su ano. Primero por fuera. Un beso suave y delicado. Pero pronto el beso se hizo más intenso, presionando con mis labios en su oscuro y estrecho orificio, sin que mis dedos dejasen de masajear y penetrar su coño.

Poco después fue mi lengua la que tomó el mando, abriéndose camino en una larga caricia que comenzó en la parte final de su coño y terminó en su segundo orificio, el cuál ensalivó cuánto pudo antes de comenzar a presionar en él con la punta de la lengua.

Su cuerpo me sabía a gloria, nada podría saberme mejor. De su coño no dejaban de manar fluidos que empapaban mis dedos y mi mano, mientras mi lengua seguía perforando, poco a poco, su delicado y estrecho ano.

De nuevo volvieron mis labios a besarlo, a succionarlo y a apretarlo con más ímpetu e intensidad que en la primera ocasión.

Separé un poco mi cara de su cuerpo. Separé sus nalgas con mis manos, y contemplé el paraíso. Escupí en su ano con mi boca, para embadurnar con mi saliva la entrada de su culito y ahora, con el dedo pulgar, comenzar a dilatárselo poco a poco.

Al principio costó un poco que una pequeña parte de mi dedo entrase en aquella cueva estrecha y húmeda. Pero poco a poco fue venciendo la resistencia de su ano y comenzó a entrar en él.

Pedí a Mónica que se relajara, pues había podido percibir que sentía dolor y, por nada del mundo, quería que el dolor la hiciera rechazarme esa tarde. Ahora era yo quién decidía y había tomado el control: y había decidido follarle su preciso y redondito culo.

Tras unos segundos en los que dejé mi dedo inmóvil en su culo, mientras con la otra mano acariciaba sin descanso su coño y su clítoris, su cuerpo se habituó a la presencia de mi dedo dentro de ella, y pude seguir perforando, poco a poco, su enloquecedor ano.

Tras unos breves minutos mi dedo pulgar se encontraba completamente enterrado en su ano, sintiendo el palpitar de su recto en él, y la suavidad y calidez del lugar.

Ya no la dolía, volvía a disfrutar de la presencia de mi dedo en su agujero trasero, mientras mi otra mano continuaba excitando y estimulando su, cada vez más, empapado y ardiente coño.

- Dios, me gusta mucho –me dijo cuando comencé a mover mi dedo dentro de su cuerpo en pequeños círculos.

- Me vuelves loco, y hoy vas a pagar todas las locuras que me haces pensar y hacer

Continué con el diabólico movimiento en círculos, a la vez que sentía como Mónica colocaba y movía su cuerpo de tal forma que la ayudara a sentir mi dedo más dentro de ella misma. Y sin dejar de empapar mi otra mano con sus fluidos, cada vez más viscosos.

Si quería meter mi polla ahí dentro necesitaba que su culo dilatara aún más. Saqué mi dedo pulgar y comencé a empujar con los dedos índice y corazón a la vez. Volvió a costar un poco al comienzo, pero el ano ya estaba un poco dilatado, y costó menos introducirlos dentro de lo que le había costado entrar a su compañero unos minutos antes.

Mónica jadeaba y gemía de placer, sintiendo como dos de mis dedos penetraban sin descanso su culo, follándola como si fuese la más caliente y dura polla. A la vez que mi otra mano seguía estimulando y masturbando su clítoris, completamente hinchado y duro, y su coño, tan empapado que provocaba sonidos de chapoteo de mis dedos en él.

Transcurridos algunos minutos más saqué mis dos dedos del interior de su culo y se lo abrí con ambas manos para comprobar cuánto había dilatado. Y sí, para mi alegría, había dilatado bastante, había una gran diferencia al aspecto que tenía apenas unos minutos antes.

Por fin, había llegado el momento.

Me coloqué detrás de Mónica, de pie. Con una mano me sujeté a una de sus caderas, mientras con la otra cogí mi caliente y dura polla y la coloqué en la palpitante entrada de su ano. La moví, ejerciendo algo de presión, arriba y abajo, arrastrando con ella los restos de sus propios jugos y mi saliva, antes de comenzar a empujar dentro.

Meter mi polla dentro costó un poco. Mi glande es grueso, bastante más que los dos dedos que le había metido. Y eso la hizo daño, se quejó y gimió, más por dolor que por placer. Pero no dejé de empujar, no dejé de decirle que se relajara y aguantara, porque ese era el castigo por haber sido tan mala conmigo.

Continué empujando, continué tirando de su cuerpo a través de sus caderas. A cada empujón mi polla se abría paso, milímetro a milímetro, en su estrecho y caliente culo. La sensación que me producía cada pequeño avance era de un placer absoluto, inmenso.

Seguí empujando, seguí pidiéndola que aguantara y se relajara. Poco a poco lo hizo, sus gritos de dolor se convirtieron en pequeños gemidos y jadeos de placer. El glande ya estaba dentro, abriéndole paso al resto de mi verga, que había vuelto a adquirir toda su dureza y grosor.

Sin que hubiera necesidad de pedírselo, recolocó su cuerpo para hacer más fáciles mis embestidas, y dirigió una de sus manos a su coño, dónde le esperaba un festín de jugos y placer.

Comencé a embestir, poco a poco, suavemente al principio. Haciendo entrar toda mi polla en su maravilloso culo, dejándome engullir por ese cuerpo tan tentador como mágico.

Mi polla acabó entrando por completo en su culo. No la tengo muy larga, pero sí gruesa, y eso provocó que me sintiera engullir por su ano y su recto.

Su mano continuaba masturbándose, excitándose y estimulando uno coño y un clítoris que no dejaban de provocarle placer y fluidos, mientras mi polla se moví dentro de su culo, cada vez a mayor velocidad, más deprisa y con más profundidad. Sentía como mis huevos golpeaban en sus blancas nalgas, en las que aún eran visibles mis palmetazos.

Y volvió a suceder, volví a sacudir un par de palmetazos en su culo, sin dejar de follarlo, sin dejar de meter y sacar mi polla dentro de su cálido y estrecho culo, para preguntarle:

- Y ahora, Mónica ¿quién manda?

- Tú, papi.

- Así me gusta, que tengas claro quién manda y que sepas quién te posee.

- Tú, y sólo tú, papi.

Mónica respondió entre jadeos y gemidos, cada vez más sonoros, más profundos y más constantes.

Mi polla seguía abriéndose camino en su maravilloso coño, sintiendo como mis huevos, a la vez que golpeaban ese maravilloso cuerpo con cada embestida, se iban llenando del producto de mi placer.

- Fóllame, papi, fóllame, no pares.

- No pienso parar hasta llenarte con mi leche

Su grito, entre desesperado y suplicante me encendió aún más. La estaba follando con fuerza, con mucha fuerza. Tan profundo como podía. Era increíble lo de esta niña. Su culo sí era virgen, era la primera vez que alguien al rompía el culo, y lo estaba aguantando de maravilla. No era de extrañar que me tuviera tan loco.

Instantes después, sus gemidos se hicieron uno solo. Un grito de placer que laceró mis oídos, mientras su cuerpo se arqueó aún más para sentir hasta el último instante del orgasmo que Mónica acaba de tener.

Pude sentir el latigazo de su cuerpo, la electrificación que el orgasmo le produjo. Su recto engulló aún más mi polla, que la llenaba en cada embestida, que la forzaba a sujetarse con fuerza a través de la cabeza apoyada en el respaldo del sofá.

Mis manos volvieron a sujetarla con fuerza por las caderas, tirando de ella contra mi, acompasando esos tirones a los empujones y embestidas de mi polla. Todo para llenarla más, para castigar más su delicioso culo.

Mis huevos estaban completamente llenos de leche, mi polla envuelta de placer dentro de su cuerpo, y mi cabeza absolutamente enloquecida. Necesitaba correrme.

Incrementé aún más el ritmo de mis embestidas, la fiereza con la que lo hacía, los tirones que desde sus caderas hacían mis manos.

Y comencé a gemir, a gemir con fuerza, con rabia, con la certeza de que iba a tener uno de los más intensos orgasmos de mi vida.

Y lo tuve. Acabé derramando toda mi leche en su culo. Cuatro largos e intensos chorros de leche emergieron de mi polla para llenar sus entrañas con el resultado viscoso, pegajoso y caliente del placer que había acabado de experimentar.

Continúe moviéndome un poco más, unos instantes más. Mónica siguió masturbándose hasta alcanzar un nuevo orgasmo. Menos intenso que el anterior, pero que la dejó exhausta.

Continué dentro de su culo hasta que la erección perdió fuerza, y mi polla se fue deslizando fuera de ese bendito cuerpo, envuelta en mi propio semen.

Como final, deslicé mi mano derecha por debajo de su cuerpo, recogiendo parte de sus fluidos y de mi semen. La hice girar y ambos chupamos y succionamos mis dedos con ansia y deseo.

Una semana después nos embarcamos en un crucero, los tres. Aunque Mónica y yo, ya hacía algún tiempo que nos habíamos embarcado en un delicioso viaje.

(continuará)
© El Escriva del Sexo