Aislado Entre Mujeres [35].
La cena no fue tan tensa como me lo había imaginado. Por supuesto, no pude dejar de pensar que Brenda tenía las mejillas rojas porque acababa de coger con mi hermana. Y me atrevo a decir que no fui el único que pensó eso durante la comida. La única que no estuvo presente en la mesa fue Ayelén, y me alegro por eso. Esa chica llegó a un punto de irritabilidad tan alto que ya nadie en la casa la soporta. Ni siquiera su propia madre.
Brenda agradeció una y otra vez que le hayamos brindado, de tan buena manera, el privilegio de quedarse unos días en nuestra casa y aseguró que en cuanto las cosas con su madre mejoraran, se iría. Gisela le dijo, bien clarito, que podía quedarse todo el tiempo que le diera la gana, al fin y al cabo se lo debíamos. Sé leer entre líneas. Ella se refería a todos los años en los que su madre no la dejó vivir en paz. Todos los años en los que tuvo que ocultar su sexualidad.
Me llenó de alegría verla feliz, abrazando a su amiga. Hubo momentos en los que mi hermana se emocionó casi hasta las lágrimas, como si no pudiera creer que esto realmente estuviera ocurriendo. Creo que la única mujer de la casa que no se siente a gusto con las relaciones lésbicas (además de mi mamá) es Tefi; pero ella respeta la felicidad de los demás y en ningún momento hizo un comentario desubicado. Aunque yo me muero de ganas de hablar con ella y preguntarle qué piensa de todo este asunto. Espero que su rechazo al sexo lésbico no llegue a formar una brecha entre ella y Gisela.
A pesar de que la cena marchó bien, y hasta pudimos comportarnos como una familia normal, eso no me preparó para lo que vino después.
Llegó el momento en que todas se retiraron a sus respectivas habitaciones, Gisela y Brenda esperaron a que Tefi y Pilar se marcharan, para hacer lo mismo. Me dio la impresión de que esperaron solo para no parecer tan desesperadas, pero en el fondo se morían de ganas de volver a la pieza, para quitarse la ropa y…
No pienses en eso ahora, Nahuel. ¿Acaso querés que Brenda te vea con la pija dura? Ya suficiente tenés con el video que te pasó Gisela… sí, porque me le pasó. Ese mismo video en el que podría ver, una y otra vez, como entre mi hermana y Brenda le comían la pija al guardia de seguridad de la oficina.
Con esas imágenes en mente entré al cuarto de mi mamá. Tal y como ella anunció, hoy me tocaría dormir ahí… y probablemente debería hacerlo durante varios días, no veía otra opción… a menos que pudiera recuperar mi propio cuarto, cosa que ahora mismo no veo viable, menos bajo las condiciones impuestas por mi prima.
Apenas entré al cuarto, y antes de que pudiera decir algo, Alicia comenzó a desvestirse. Cerré la puerta de inmediato, por puro reflejo. Tuve miedo de que, por casualidad, Brenda decidiera pasar por allí y no quería tener que explicarle por qué mi madre se desnudaba con tanta soltura frente a su hijo de dieciocho años.
Alicia se quedó solo con una sencilla bombacha blanca de algodón, no es la prenda de vestir más erótica que le vi usar, aunque debo admitir que le dan un aire juvenil que le queda muy bien. Cuando se inclinó para acomodar las sábanas pude ver como sus grandes tetas colgaban. Tuve ganas de apretarlas.
Sabía que después de lo ocurrido con Gisela estaba en desventaja, pero si algo aprendí al pasar tanto tiempo con las mujeres de mi familia es que nunca tengo que mostrar signos de debilidad. Por eso intenté actuar como si fuera un día normal… bueno, normal para los estándares de mi familia.
Me quité la ropa… toda la ropa. Quedé con la verga colgando entre las piernas y me acerqué a la cama como si no tuviera nada que lamentar, ni nada que temer. Pude notar como Alicia seguía mi miembro con la mirada.
Me acosté en la cama, sin preocuparme por cubrirme con las sábanas y dije:
―Sé que te vas a enojar por lo que viste, pero si te vas a enojar con alguien, que sea conmigo. La culpa es mía. Gisela no hizo nada malo… y si querés decirle algo al respecto, al menos te pido que esperes hasta el día que Brenda se vaya. Gise merece tener unos días de paz con su… em… amiga.
Alicia se acostó a mi lado, ella tampoco se molestó en cubrirse, incluso debió pensar que estaba demasiado cubierta, por lo que se quitó la bombacha. Pude admirar su pubis, estaba perfecto, como si se hubiera depilado hoy mismo.
―No estoy enojada ―dijo, con total calma. La miré con suspicacia. ¿Estaba siendo sincera?
―No. No sé qué tan lejos habrás llegado con Gisela…
―… pero sé que es consecuencia de la crianza que les dí. Siempre creí que estaba haciendo lo mejor por ustedes, y ahora entiendo que fui demasiado estricta. Todo esto es mi culpa. No tengo derecho a enojarme con nadie. Estoy pagando las consecuencias por mis propios errores.
Me quedé helado. Nunca me imaginé que mi madre fuera capaz de admitir su culpabilidad en un hecho tan grande como la crianza de sus propios hijos. Para ella debe ser muy duro reconocer esto, no solo porque es muy orgullosa, sino también porque sé que sus hijos somos la parte más importante de su vida. Es como si estuviera diciendo: “Fracasé en la vida”. Eso me rompió el corazón.
―Tampoco tenés que ser tan dura con vos misma, mamá. Nadie es perfecto y no podemos negar que la mayoría de las cosas las hiciste muy bien. Criaste cuatro mujeres y un varón prácticamente sola.
―Sí, la verdad es que eso no fue nada fá…
Alicia interrumpió sus palabras súbitamente. Nos quedamos mirando como si dijéramos: “¿Escuchaste lo mismo que yo?” La respuesta a esa pregunta llegó cuando un agudo gemido resonó en la habitación… y luego otro… y otro.
―¿Esa es…? ―Comencé a preguntar.
―No es Gisela ―dijo Alicia―. Así que solo puede ser…
Otro gemido. Mi verga se despertó como si hubiera un detector de gemidos en su interior. Mi mamá se dio cuenta de este detalle.
―Pero… ¿acaso esta chica no tiene modales? ―Preguntó Alicia.
Los gemidos continuaron en rápida sucesión.
―Espero que no salgas a hacer un escándalo ―le dije―. Gisela nunca te lo perdonaría.
―Ay, Nahuel… pero… tiene que tener un poquito de decencia, es la primera vez que viene a mi casa y ya está pegando gritos a viva voz. ¿Qué van a pensar los vecinos?
―No creo que los vecinos escuchen, la pieza de Gisela está en el medio de la casa y da a un patio, que a su vez da a la calle. El vecino más próximo está bastante lejos. Creo que lo que te molesta es que ellas están cogiendo, y vos no.
―Como quieras, podés enojarte conmigo, con Brenda y con el mundo. Pero no vas a decirles nada. ¿Está claro? Porque ahí sí que me voy a enojar. Podrías ver esto como la forma que tiene Gisela de devolverte los años que la hiciste sufrir ―mi madre apretó tanto sus labios que se pusieron blancos―. ¿Realmente querés enmendar tus errores? Dejalas coger en paz. No sigas siendo esa madre castradora, porque a nadie le gusta. Hasta vos sufrís con eso.
Se mordió el labio inferior. En su fuero interno debía estar librándose una feroz batalla. Por un lado estaría la Alicia controladora que necesitaba imponer su autoridad en la casa, y por otro lado estaría la madre, arrepentida de sus errores, que solo quiere ver feliz a sus hijos.
No dijo nada. Se giró y se quedó mirando fijamente al techo, con las tetas apuntando al cielo raso. Hice lo mismo, más que nada para poder centrarme en otra cosa. Pasaron los minutos y los gemidos no cesaron un poco. Al menos me convencí de que Alicia no montaría un escándalo y aguantaría buena parte de la noche. Lo que me preocupaba es que esas dos se mantuvieran cogiendo mucho tiempo, hasta agotar la paciencia de Alicia. Eso podría desencadenar una catástrofe de la cual mi familia nunca se repondría.
¿Y si había una feroz pelea entre Gisela y Alicia? ¿Y si Gisela se hartaba y decidía ir a vivir a otro lado? Con su salario no le sería difícil conseguir un departamento, quizás ahí estaría más feliz, aunque a mí me dolería mucho tenerla lejos.
Mi visión periférica captó un movimiento a mi izquierda. Cuando giré la cara me encontré con que mi madre se estaba frotando la concha al son de los gemidos que provenían de la otra habitación.
―¡Ajá! ―Exclamé―. Entonces yo tenía razón… lo que te jode es que ellas la estén pasando bien, y que vos tengas que recurrir a la paja.
―¿Por qué sos tan cruel, Nahuel?
―No estoy siendo cruel. Solo estoy puntualizando un hecho. Al menos podrías reconocer que te calienta escucharlas gemir. No soy tonto, mamá. Por más que digas que no te gustan las relaciones lésbicas, es obvio que la pasaste bien con mujeres… hasta permitiste que Macarena te chupe la concha.
―¿Me lo estás recriminando? ―Preguntó, sin dejar de masturbarse.
―No. Lo que digo es que, a nivel moral, no te podés quejar del comportamiento de Brenda. ¿Por qué no lo pensás de otra manera? Si ella está gimiendo así… Gisela la debe estar pasando muy bien. ¿No te parece?
―¿Y te creés que no pienso en eso? Desde que esa chica empezó a gemir no puedo dejar de imaginarme a Gisela dándole tremenda chupada en la concha.
―Ajá… es una escena muy erótica ―dije, agarrando mi verga―. Sé que Gise es tu hija, pero no podés negar lo linda que es. ¿Alguna vez imaginaste qué se sentiría chupar unas tetas como las de Gise?
Mi táctica consistía en sacarla de su estado de enojo y llevarla hacia la calentura, así al menos no patearía la puerta del cuarto de mi hermana para hacer un escándalo monumental.
―No tengo que imaginarlo ―aseguró―. Ya sé lo que se siente chupar tetas como esas.
―¿Acaso le chupaste las tetas a Gisela? ―Pregunté, incrédulo.
―No, tarado. A Gise, no. Pero… a Cristela, sí… un montón de veces. Y las tiene más o menos del mismo tamaño que Gisela.
―Ah, sí… es cierto. Y vos también tenés tetas muy buenas.
―Gracias ―pude notar que estaba sonriendo. Es una buena señal. Los gemidos de Brenda se transformaron en una rápida sucesión de quejidos cortos―. ¡Ay Dios! ―Exclamó Alicia al mismo tiempo que aceleraba el ritmo de su masturbación―. Grita como si se la estuvieran metiendo…
―Gisela no tiene nada para meterle…
―Claro que sí… los dedos. Ahora mismo le está metiendo los dedos.
La imagen de mi hermana colándole los dedos en la concha a Brenda me invadió y provocó que la pija se me pusiera como un palo. Mi mamá se fijó en este detalle y creo que eso fue lo que la llevó a abrir el cajón de su mesita de luz para sacar un dildo color carne de buen tamaño. Sin siquiera hacer un comentario al respecto, empezó a metérselo en la concha.
―¿Usás mucho estos juguetes? ―Le pregunté.
―Mentirosa. ¿Tanto te cuesta ser honesta conmigo?
―¡Uf! Está bien. Sí, los uso mucho. Siempre tengo un dildo en la mesita de luz y me lo meto cada vez que puedo. ¿Contento?
―Un poco. Me alegra saber que les das buen uso.
―Es que… o sea… no puedo vender algo sin haberlo probado antes.
―¿Así que probaste todos los juguetes que están en el baño?
―Em… sí… todos, y algunos los probé más de una vez.
―Después te digo… ahora estoy concentrada en otra cosa.
Empezó a darse con el dildo manteniendo un buen ritmo, los gemidos de Brenda se calmaron un poco, y sonaron más apagados, pero era obvio que aún seguía en pleno acto sexual.
―Uf… ahora Brenda le está chupando la concha a Gisela… están haciendo un 69.
―¿Cómo podés estar tan segura?
―Sé cómo suenan los gemidos de una mujer mientras le come la concha a otra… y si ella está gimiendo tanto solo puede ser porque Gisela también se la está chupando.
Mi calentura se incrementó. Yo también tenía ganas de darle rienda suelta a la paja… o quizás algo mejor. Recordé una de las últimas charlas que tuve con mi madre y quise ponerla a prueba.
―¿Me la chupás? ―Pregunté sabiendo que esto podría terminar muy mal.
Ella me miró de reojo, finalmente giró hacia a mí y quedó boca abajo justo frente a mi verga.
―Está bien, te prometí que te la chuparía cuando lo necesites…
―Y también cuando lo necesites vos ―aclaré.
―Sí, es cierto… y ahora mismo necesito meterme una buena pija en la boca.
Su mandíbula se abrió al máximo y se tragó buena parte de mi verga. Casi al instante empezó a succionar, a lamer y a hacer todo el repertorio de un buen pete… de un pete hecho por una profesional en el tema. Ya estoy convencido de que los rumores son ciertos. Sin dudas mi madre debió ser la mejor petera del barrio.
La succión ejercida por sus labios fue tan potente que me hizo retorcer de placer. Alicia estaba realmente preciosa desde mi punto de vista. El vaivén de sus tetas acompañando el movimiento rítmico de su cabeza era simplemente maravilloso. No necesitaba ver lo que ocurría entre sus piernas para saber que aún se estaba metiendo el dildo en la concha.
Mientras todo mi miembro iba quedando cubierto de la saliva de mi madre, pude notar que los gemidos del cuarto contiguo iban menguando de a poco. Sin embargo esto no nos importó. Ellas tal vez hubieran quedado satisfechas, pero acá, en este cuarto, mi madre y yo seguíamos con una calentura descomunal.
No dejé que Alicia hiciera todo el trabajo, yo también colaboré dándole pequeñas embestidas dentro de la boca. Si no me equivoco, esto le debe gustar mucho… y la forma en que sus grandes ojos se clavaron en mí, me dio la razón. El sonido gutural que se producía cuando mi verga llegaba al fondo de su garganta me volvía loco. Me costaba concebir que esa mujer atragantada con pija era mi madre… y la pija también era mía.
Lamentablemente en esta casa vive demasiada gente (y ahora más que nunca) por lo que los momentos de paz no suelen durar mucho.
Alguien golpeó la puerta. Mi mamá se quedó dura, con la verga aún metida en la boca. Volvieron a golpear.
―¿Quién es? ―Preguntó, claramente ofuscada por tener que dejar de chupar la verga.
―Ho… hola… em… soy Brenda. ¿Podemos hablar un minuto? Si es mucha molestia, claro…
―Ay, la puta madre ―dijo Alicia en susurros.
Se quitó el dildo de la concha y lo dejó sobre la cama, cuando me dio la espalda, me acerqué rápidamente a ella. Conozco muy bien a mi mamá (de hecho, cada día la conozco mejor) y pude adivinar sus intenciones. Estaba enojada. Quizás por la interrupción, o porque aún consideraba una desubicada a Brenda por gemir de esa manera. No quería que esto terminase en una discusión. Por eso agarré a mi madre por la espalda. Crucé mis brazos frente a su cuerpo y me aferré con fuerza a sus tetas.
Sabía que podía hacer algo para distraer su mente, para llevarla a un estado en la que ese enojo se disipara y fuera reemplazado por otro sentimiento: la calentura. No tenía que hacer mucho, ella ya estaba bastante excitada, solo necesitaba darle un pequeño empujón.
Aproveché que mi verga estaba bien dura y lubricada, al igual que su concha. Apunté hacia ese agujero y la penetración fue limpia y profunda.
―Em… no te preocupes, Alicia ―dijo Brenda desde afuera―, lo dejamos para otro momento.
―No, esperá… ya voy. ―Mi madre parecía decidida a hablar con la amiga de su hija.
Moví la verga con fuerza, dandole dos o tres embestidas bastante duras. Se sintió de maravilla y espero que a ella le haya parecido igual.
―Ay, Nahuel… ¿qué haces? ―Me preguntó en voz baja.
―Cuando hables con Brenda ―le dije al oído―, intentá mostrarte un poco más simpática. No seas la Alicia controladora de siempre.
Volví a dar otra dura embestida contra su concha.
―Porque no quiero que Gisela se harte de vos, y si Gisela se harta de vos, va a pasar lo mismo con las demás. ¿Te das cuenta de eso? Tenés que demostrar que, alguna vez en la vida, podés ser la madre copada, la madre buena onda. Aunque te cueste… aunque tengas que actuar. Por favor, hacelo por Gisela… y por mí.
Mi verga comenzó a salir, porque ella se inclinó hacia adelante, pero yo la volví a meter hasta el fondo.
―Está bien, está bien… ―dijo, intentando apagar sus gemidos―. Pero Brenda no te puede ver acá.
―¿Me prometés que la vas a tratar bien? ¿Vas a ser simpática?
―Yo me voy a esconder en el baño, y te prometo que si en algún momento noto que tratás mal a Brenda, voy a salir… desnudo y con la pija dura. Eso te va a dejar en una situación muy difícil de explicar. ¿Entendido?
―Confío en vos, mamá. Sé que podés cambiar. Respirá hondo y dejá salir toda tu simpatía, porque sé que en alguna parte la tenés escondida.
Me aparté de ella y como anuncié, fui a esconderme al baño, sin embargo no soy tan idiota, quería ver y escuchar lo que ocurría. Aproveché que el cuarto de baño estaba totalmente a oscuras y no cerré del todo la puerta, así podría ver la habitación de mi madre a través de una pequeña rendija.
―Ya voy, ya voy… ―se apresuró a decir Alicia antes de que Brenda desistiera.
Mi mamá se puso de pie, vio mi ropa en el piso (donde suelo dejarla) y la pateó debajo de la cama. Sin darse cuenta, también pateó buena parte de su ropa (que también estaba en el piso, para que después no ande diciendo que el desordenado soy yo).
―No quiero molestar ―dijo Brenda, y esto solo puso más presión en mi madre.
Alicia parecía un animal enjaulado al que están por ejecutar. Pensé que le daría un ataque de nervios, sin embargo ocurrió todo lo contrario. De pronto se quedó muy quieta, cerró los ojos y pude ver como su pecho se inflaba. Respiró profundo, dejó salir el aire y sonrió. Fue como si hubiera sufrido una transformación total.
Pero esta no fue mi mayor sorpresa. Lo que más me descolocó fue lo que hizo a continuación. Se acercó a la puerta y la abrió, así sin más, sin tapar ni un centímetro de su cuerpo, con las tetas bien erguidas por delante.
―Hola, Brenda. Adelante ―se hizo a un lado y la dejó pasar.
La chica estaba pálida, sus ojos parecían dos platos. Entró como por inercia y justo antes de que se diera la vuelta, mi mamá cerró la puerta detrás de ella.
―Estás desnuda ―comentó Brenda.
―¿Eso es un problema? ―Aunque no sea habitual en ella, mi madre se las ingenió para que esta pregunta no sonara agresiva, hasta casi pareció que estaba pidiendo disculpas.
―No, ningún problema. Lo que pasa es que… em… apenas nos conocemos y se me hace muy raro ver desnuda a la madre de mi… de mi amiga. Mi mamá jamás haría una cosa así, ni siquiera frente a sus hijas.
―Bueno, pero yo no soy como todas las madres ―dijo Alicia, con una radiante sonrisa. Me quedé sorprendido por sus dotes actorales, aunque se notaba que, por dentro, estaba haciendo un gran esfuerzo―. Además, nena… no podemos decir que vos estés muy discreta.
Brenda miró su propio atuendo como si recién se percatara de ello. Solamente tenía puesta una remera que le quedaba un poco grande.
―Ay, sí… perdón. Esto es culpa de Gisela. Cuando le dije que quería hablar con vos, me sacó de la pieza desnuda. Después se apiadó de mí y me tiró una de sus remeras, para taparme un poco.
―¿Qué? ¿Se enojó porque querías hablar conmigo?
―No, no… nada de eso ―Brenda soltó una risita―. Fue solo una broma de su parte. Me da mucha vergüenza estar así frente a vos, pero mi psicóloga me dijo que no debería sentirme así frente a otras mujeres, mucho menos si son de confianza.
―Tu psicóloga tiene una razón, y quizás nos conocimos hace poco, pero prácticamente soy tu suegra. ¿No te parece que esta es una forma genial de romper el hielo? Hablar… a calzón quitado.
―Calzón quitado, literalmente ―volvió a reírse.
―Vení, pasa ―dijo Alicia, mientras se acercaba a la cama―, acostate ahí y contame por qué querés hablar conmigo.
Mi mamá se acostó de lado, mirando hacia la puerta del baño. Fue muy astuto de su parte elegir esa ubicación, porque a Brenda no le quedó más alternativa que acostarse dándome la espalda. Así yo podría espiar con mayor tranquilidad.
Cuando Brenda se acostó, ocurrió algo mágico, divino. La remera se le subió lo justo como para mostrar una parte de sus nalgas… y sus turgentes labios vaginales apretados entre sus piernas.
―Ay… ¿qué es esto? ―Preguntó Brenda, al mismo tiempo que levantaba el dildo.
―Uy, qué vergüenza… no me di cuenta de que lo dejé sobre la cama. A ver, voy a ser muy honesta con vos, Brenda, porque quiero que esta relación de nuera y suegra comience bien. Sé perfectamente lo que estuviste haciendo con mi hija, escuché todo…
―Ay, perdón, justamente de eso quería hablar, no fue mi intención molestar, es que…
―No tenés por qué pedir perdón. Me encanta que mi hija disfrute, y por cómo gemías, se nota que vos también la pasaste bien. ―A pesar de que la estoy viendo de espalda, puedo intuir que sus mejillas se pusieron rojas―. Y bueno, yo no soy de madera, nena. Entre tanto gemido y traqueteo de la cama… se me subió la temperatura. Por eso recurrí a este juguetito.
―Wow… nunca imaginé que una madre pudiera tener un consolador.
―Me parece que vos comparás a todas las madres con tu mamá.
―Sí, perdón. Y ya me queda claro que vos no sos como ella. Mi mamá jamás, pero jamás de los jamases, tendría un consolador en su pieza… y mucho menos admitiría que lo usó. Y vos me lo contás con mucha calma.
―Es que, por un tiempo, me dediqué a vender esos juguetitos.
―Sí, y no te voy a mentir, algunos son realmente muy buenos, como ese… se siente casi como si fuera real.
―Uf… em… qué lástima que Gisela no tenga uno como este, podríamos haberle dado un buen uso… ¡Ay, perdón! Me desubiqué. Es tu hija y no debería decir esas cosas.
―No te disculpes, nena. Ya quedamos expuestas las dos. Vos sabés que estuve pajeandome con el dildo… y yo sé que estuviste cogiendo con Gisela. Hablemos claro y nos vamos a entender mejor. Se estuvieron chupando las conchas y seguramente les hubiera venido muy bien tener un juguetito como este.
Me sorprendió escuchar a mi madre diciendo eso, al parecer logré llevarla a ese punto de calentura donde se desinhibe un poco.
―Uf, está bien, voy a intentar ser honesta con vos, Alicia. Antes estos temas sexuales eran muy difíciles para mí, pero gracias a Gisela y a mi psicóloga pude soltarme un poco… y también ayuda que ahora esté un poquito… cachonda.
―Y cómo no vas a estarlo, si no hace ni dos minutos tenías la lengua de Gise en la concha.
Brenda soltó una risita, esta vez noté un poquito de picardía en ella.
―Necesito preguntarte algo, Alicia. ¿No te molesta que yo, siendo mujer, tenga sexo con Gisela?
―No, para nada ―”Mentirosa”, pensé. Sin embargo, en este caso en particular lo mejor es que mi madre mienta―. De hecho, yo misma tuve varias experiencias lésbicas en mi vida. ―Bueno, eso sí es cierto.
―¡Wow! ¿De verdad? Nunca te hubiera podido imaginar teniendo sexo con otra mujer. Para mí todo esto del sexo lésbico es muy confuso… pero lo disfruto un montón.
―Para mí fue igual, muchas veces me pregunté ¿Por qué estoy haciendo esto? Sin embargo… ay… no puedo negar que comerse una buena concha es algo hermoso. Las mujeres tienen una sensualidad que los hombres no poseen.
―Así es… me costó mucho admitirlo, pero a mí también me pasa… y perdón si te molesta lo que te voy a decir, pero tengo que reconocer que sos preciosa, Alicia. Tenés un cuerpo fantástico… y unas tetas divinas.
―¿Cómo me va a molestar? Al contrario. ¿Sabés hace cuánto que no me dicen cosas así? Me estás alegrando la noche. Decime la verdad ¿te gustan las tetonas? ¿por eso te gusta tanto Gisela?
―Bueno, sí… lo admito. Me encantan las tetas grandes, me caliento un montón cuando veo una mujer con buenas gomas, antes no lo hubiera admitido ni bajo tortura; pero ya aprendí a convivir con eso. ¿Y vos, Alicia? ¿Qué le mirás a una mujer?
Me di cuenta de que Brenda también estaba muy desinhibida, quizás porque estaba disfrutando de este jueguito con su “suegra”, o bien por calentura pura y dura.
―Depende de cada mujer ―respondió mi mamá―. En algunas me gustan las tetas… porque chupar un buen par de tetas es relajante…
―Sí, entrás como en un trance hipnótico difícil de describir. Gisela se ríe cada vez que le chupo las tetas, porque sabe que cuando empiezo, no voy a parar en un buen rato.
―A mí me ha pasado. Y bueno, en otras mujeres me fijo mucho en la cola. O sea, ver un lindo culo respingón, y la concha asomándose por debajo, me excita un montón.
Mi mamá acababa de describir lo que yo estaba viendo en Brenda. Tenía unas ganas tremendas de meterle la pija. Pero obviamente no lo hice. Eso sí, recurrí a mi fiel compañera, la paja, que nunca me falla.
Estas dos están tan calientes que echan chispas. Me muero de ganas de saber hasta dónde llegarán con sus comentarios sexuales, porque sé que esto puede escalar mucho más.
―Me voy a sarpar un poquito con lo que voy a decir ―advirtió mi madre―, pero… me gusta mucho chuparle el culo a una mujer… meterle la lengua en el agujero y ver cómo se le abre. ¿Vos le chupás el culo a Gisela? Porque, seamos honestas, con el orto que tiene… no lo podés dejar pasar.
―Ay, Gise me va a matar por estar dando estos detalles, pero sí… ella misma me lo pide. Me dejó bien clarito que la excita mucho sentir una lengua entrando en su culo.
―En eso habrá salido a la madre ―aseguró Alicia―. Cuando una mujer me mete la lengua por el orto, me mojo toda.
El nivel de mi paja estaba alcanzando proporciones peligrosas, pero aún así me las ingenié para hacerlo en el más absoluto silencio.
―Y estoy segura de que la mujer que lo haga también la va a pasar de maravilla ―dijo Brenda.
―Lo mismo puedo decir de vos, tenés un culo muy lindo ―mi mamá acarició una de las nalgas de Brenda, provocando que la remera se le subiera todavía más, además con un apretón separó las nalgas y pude ver el agujero del culo de la amiga de mi hermana.
―Me alegra que mi hija tenga una amiga como vos, y espero que puedan seguir disfrutando mucho en la cama.
―Mil gracias, Alicia. Sos un amor, y sos la madre más copada que conocí en mi vida. ―Pude notar una genuina sonrisa en Alicia, al parecer ella estaba disfrutando mucho de los halagos―. Pero insisto en que es una verdadera pena que Gisela no tenga uno de estos. ¿Sería muy atrevido pedirlo prestado?
―No, pero no te lo voy a prestar. Se me ocurre algo mucho mejor. Esperá acá, ya vuelvo.
Mi mamá se levantó y rodeó la cama, se acercó al baño y yo retrocedí, a pesar de que Brenda todavía me daba la espalda. Alicia entró y cerró la puerta detrás de ella, luego prendió la luz. Inmediatamente sus ojos se clavaron en mi verga. Pensé que iría directo a su colección de juguetes eróticos, pero en lugar de eso se puso contra una de las paredes, apretando las tetas contra los azulejos, y dijo en un susurro:
―Dale, aprovechá… estoy re caliente… clavame fuerte…
No esperé confirmación, sabía que solo teníamos unos pocos segundos. Me coloqué detrás de ella, la tomé por la cintura, y empecé a enterrarle la verga a pasos agigantados, en dos o tres embestidas logré metérsela completa. Ella apretó sus labios para no gemir. Volví a darle tres, cuatro, cinco veces más… no quería apartarme, pero esto no se podía extender para siempre, o Brenda empezaría a sospechar algo raro… o peor aún, se enfriaría, algo que podría arruinar la diversión de mi madre.
―Uf… listo… dejame buscar algo…
Le di paso, abrió la puerta del escobero y rebuscó entre las cajas. Sacó un consolador color violeta que no alcancé a ver en detalle porque tan rápido como entró, salió del baño, no sin antes apagar la luz otra vez.
Por suerte Brenda aún seguía dándome la espalda. Yo tenía unas ganas tremendas de seguir penetrando a mi mamá, pero no podía arruinar su juego, no ahora que había llegado tan lejos.
―Te regalo esto ―le dijo a Brenda, mientras volvía a acostarse a su lado, esta vez se puso tan cerca de ella que sus tetas debieron quedar apretándose las unas contra las otras.
―¡Ay!, pero… ¿qué es esto? ―Preguntó Brenda, que no se apartó de Alicia ni un milímetro. Sus caras estaban tan cerca que, de haber querido, hubieran podido besarse.
―Es un consolador doble ―contestó mi madre―. Ideal para el sexo lésbico.
―Es bastante ancho, no sé si voy a poder con eso.
En efecto, este dildo doble era más ancho que el que estaba usando mi madre antes de que Brenda llegara.
―No te preocupes, nena, estoy segura de que las dos van a poder aguantarlo, y les va a gustar mucho. Mirá, vamos a hacer una pequeña pruebita, vas a ver que podés.
Vi como la punta del dildo aparecía entre las piernas de Brenda para luego comenzar a enterrarse en el agujero de su concha. La chica estaba tan caliente que ni le importó.
―Ajá… sí… está entrando ―dijo―. Es ancho, pero… no duele.
―Sí… es raro… aunque… ya me cogieron con una verga bien ancha…
―¿Te gustan las vergas grandes al igual que las tetas grandes?
―Y… bueno… si puedo elegir el menú, me quedo con tamaño más grande ―Brenda soltó una risita cómplice―. ¿Y a vos? ¿Te entra esto?
―Uf, nena… claro que sí. Ya tengo experiencia en pijas anchas, más de la que te imaginás.
Tuve que ponerme en puntas de pie y asomar la cabeza fuera del baño, pero así pude ver cómo mi madre se introducía en la concha el otro extremo del dildo. Este juguete flexible quedó entre ellas formando un tenso arco.
―Ay… ―dijo Brenda―. Ahora se siente aún mejor, no sé por qué.
―Por la posición en la que estamos, se genera mucha tensión, el dildo quiere estirarse, volver a su forma original, pero como lo tenemos metido en la concha, lo estamos forzando a quedarse doblado. Vení, acercate un poquito más, cuando lo tengas más adentro vas a entender por qué este juguetito es una maravilla.
Brenda se acercó tanto que tuvo que poner una de sus piernas sobre la de mi madre. Alicia aprovechó para agarrarle las nalgas y creo que Brenda hizo mismo.
―Ay, Alicia… si ayer me hubieran dicho que iba a terminar con tus tetas contra mi cara, le hubiera dicho a esa persona que está totalmente loca.
―Bueno, vos dijiste que mis tetas te gustan, aprovechá para mirarlas de cerca.
―Necesito hacer más que mirarlas.
Brenda se lanzó contra una de las tetas de mi madre y comenzó a chuparla. Seguramente de la misma forma succionó los pezones de Gisela, y si lo hizo con tanto énfasis, mi hermana debió disfrutar mucho. Alicia se movió un poco, como si intentara penetrarla, y en realidad eso hacía. El dildo se fue hundiendo más y más dentro de la concha de Brenda. Los dedos de mi madre recorrieron todo el agujero del culo, no se metieron en ningún momento, pero si le dieron un buen masaje a esa zona.
Pasaron los segundos y yo seguí con mi paja silenciosa. Mi madre tuvo que esforzarse para ahogar sus gemidos. Todo el tiempo miró hacia el baño, quizás podía verme, o tal vez no; pero era como si me estuviera diciendo: “Esto te lo dedico a vos”.
―Me encantaría que te quedes más tiempo, Brenda, de verdad. Tenemos mucho de qué hablar, pero sé que te morís de ganas por ir a probar este juguetito con Gisela.
―Sí… de verdad que sí… además… creo que es un poco arriesgado que me quede más tiempo. No quiero hacer algo de lo que después me arrepienta. Va a ser mejor que me vaya.
―Sí, es lo mejor. Gracias por venir a hablar conmigo y espero que la pases muy lindo con mi hija.
Las dos se levantaron de la cama, Alicia agarró el dildo doble para que no se saliera de la concha de Brenda.
―Y esto te lo llevás puesto ―le dijo al oído.
―Uf… sí… qué rico. Mil gracias. Sos un amor de persona. Me encantó conocerte… en especial de esta manera.
―Espero que vuelvas otra noche a conversar conmigo.
―Sí, lo voy a hacer ―aseguró Brenda justo antes de marcharse sosteniendo el dildo entre sus piernas, bien adentro de su concha.
Mi mamá cerró la puerta con tranca y yo salí del baño.
―Me sorprende que le hayas pedido que se vaya justo en ese momento ―le dije―. Ella podría haberte ayudado con la calentura.
―Es posible, pero ella puede divertirse con Gisela… y yo… quiero pija. Una de verdad.
―Acostate en la cama, Nahuel, con la pija mirando al techo.
Hice lo que ella me pidió y aguardé. No tuve que esperar mucho, Alicia se trepó sobre mí, se colocó en posición de rana y apuntó la verga hacia su concha. Cuando la pija entró, ella arqueó la espalda, tanto que las que apuntaron al techo fueron sus propias tetas.
―¡Ay, siiii! ¡Cómo necesitaba esto! ―Fue un grito dentro de un susurro. Pude escucharla claramente, pero sé que no se oyó fuera de la pieza.
Del otro lado de la pared nos llegaron los gemidos de Brenda, que seguramente ya había comenzado el “round 2” con Gisela.
Mi mamá comenzó a dar saltos sobre mi pija, como si hubiera olvidado por completo que yo soy su hijo y que esto es un acto de incesto. Pero no la culpo, en ese momento de calentura a mí tampoco me importó demasiado. Quizás después haya remordimientos y consecuencias, pero ahora mismo no me importa nada.
Comencé a darle duras embestidas, quería meterle la pija hasta el fondo. Ella dio saltos bastante amplios, lo suficiente como para que la verga saliera casi completa y se volviera a clavar hasta lo más hondo de su ser. Sus grandes tetas rebotaban para todos lados.
―Avisame cuando estés por acabar ―me dijo.
―Porque tengo muchas ganas de tomar leche.
―Sí, me encanta. Me calienta un montón que me acaben en la boca. Me calienta sentir el semen tibio y espeso sobre la lengua… me encanta tragarlo.
―Entonces eso de que sos “la mejor petera del barrio” no es solo un rumor exagerado.
―No del todo… es cierto que chupé muchas pijas en el barrio, en especial la del mecánico y la de alguno de sus ayudantes. A veces me la dieron de tomar entre dos o tres. Fue muy rico. Sabía que no debía comportarme de esa manera, lo sabía… pero no podía evitarlo. Me volvieron… adicta al semen. Me costó mucho alejarme de esa adicción, y desde que vos me acabaste en la cara, me cuesta horrores contener las ganas de chuparte la pija y de tomarme toda la leche.
―Ahora podés hacerlo ―aseguré―. Y no te sientas mal, disfrutalo… que a mí también me gusta ver cómo lo hacés.
Fue lo último que dijo antes de tragarse buena parte de mi pija.
La explosión fue instantánea, llevaba demasiado tiempo aguantando las ganas de acabar y haberle metido la pija a mi propia madre me llevó a un nivel de calentura que pocas veces experimenté. Cada vez que acabo en la boca de Alicia se siente como si fuera la primera, es algo increíble.
Ella tragó toda la leche sin dejar de chupar. Sin duda tiene experiencia en el asunto, porque no dejó escapar ni una sola gota.
―Uf… qué rica estaba. Y ni pienses que ya estoy satisfecha… me vas a clavar otra vez.
―Ok… pero ¿esta vez podemos hacerlo en otra posición?
―Otro día, tal vez… si es que esto se repite. Ya veremos. Ahora mismo… necesito ser yo la que se mueve, necesito dejar salir toda esta energía sexual que llevo adentro.
Volvió a montarse sobre mí, en esta ocasión me dio la espalda, lo que me permitió ver su hermoso culo y me brindó una nueva perspectiva de su concha engullendo toda mi verga. Aquí fue cuando descubrí que mi mamá realmente tiene buen ritmo para montar pijas, sus caderas se menearon con violencia y sus nalgas se sacudieron al ritmo de los saltos. Esta vez, ya habiendo acabado, pude relajarme mucho más. Mi pija se mantuvo dura como el hierro y deseosa de probar a fondo la concha de Alicia.
Y mi hermana le está dando con todo a su novia…