Incest
June 5, 2022

Strip Póker en Familia [15].

Analía.


Mi papá le dio la orden a Erik para que repartiera las cartas. No sé si lo hizo a propósito o si fue porque era la persona que tenía frente a él, pero esto hizo que mi tía girara una vez más la vista hacia el rígido pene de su sobrino; noté cómo titubeaba. Seguramente tendría la cabeza llena de preguntas. Sin embargo no se fue, se quedó allí, recibió sus cartas y la partida de póker continuó… a pesar de lo tenso que estaba el ambiente.

Mientras jugaba, mi tía Analía le iba dando pequeños sorbos a lo que tenía dentro del vaso. Recordé que la primera vez que jugué a esto, al principio me avergonzaba mucho el estar completamente desnuda frente a mi familia; pero en el caso de mi tía, esto no parecía ser importante. Estaba sentada de forma relajada, con las piernas abiertas, enseñándonos su (muy) húmeda intimidad, casi como si quisiera que la miraran.

La ronda la ganó mi primo Ariel y estoy casi segura de que lo hizo sólo para demostrarnos que su derrota en la partida anterior había sido un mero infortunio; él era tan competitivo como mi madre.

—¿De qué forma puedo castigarlos? —preguntó mirando a los únicos dos jugadores que habían permanecido con las cartas en la mano hasta el final y habían sido derrotados: mi papá y mi hermana—. Podría darles castigos por separado, pero sería más interesante si lo hacen juntos. —Mi mamá y yo sonreímos al unísono; el chico comprendía las intenciones de este juego—. Si yo dijera que Mayra se la tiene que chupar a su papá estaría siendo un machista, porque dirían que siempre son las mujeres las que tienen que hacerlo…

—Diría que sos un degenerado —lo reprimió su madre— ¿cómo le vas a pedir algo así? Es la hija…

—Es un juego —le recordó Victoria—. ¿Cuántas veces tenemos que explicártelo?

—¿Y cuántas veces tengo que decirles que esto me parece demencial?

—Se te ofreció más de una vez la oportunidad de retirarte, tía. Nos estás cansando a todos —dijo Mayra con su natural severidad—. Si te jode mucho, andate de una vez, yo quiero seguir jugando y voy a hacer lo que tenga que hacer.

—¿De verdad? —Preguntó Ariel abriendo mucho los ojos, noté que su pene dio un leve saltito—. De todas formas vos no tendrías que hacer nada —simuló estar relajado pero yo podía adivinar la ansiedad que llevaba dentro—. Para no me acusen de machista, digo que tiene que ser el tío Pepe el que te la… chupe… a vos —tartamudeó un poco al final, inseguro de sus propias palabras.

—Por mí está bien —dijo Mayra poniéndose de pie, demostrando que ya no era una niña.

Caminó con paso firme hasta el sillón en el que yo tuve que cumplir con el desafío anal y se sentó. Separó mucho las piernas y las colocó sobre el apoyabrazos mostrándonos cómo su húmeda y pequeña rajita sonrosada se abría como los pétalos de una flor en primavera, el dulce néctar que manaba de ella hizo agua la boca a más de uno en la mesa; hasta yo me sentí cálidamente atraída por la escena. La pequeña de grandes y expresivos ojos era una princesita sexual que esperaba que un gran ogro profanara su intimidad.

—Pepe, decime que no vas a hacer semejante cosa… —mi tía se puso aún más nerviosa cuando vio a su hermano ponerse de pie; sin embargo ella dedicó un par de largos segundos a admirar el falo oscuro y erecto que portaba ese hombre entre las piernas.

—Ya te lo dijimos, Analía. Es un juego. Si decís una palabra más, me vas a hacer enojar… y vos no querés verme enojado. —Me dio la impresión de que esa era una amenaza recurrente, posiblemente él le decía esas palabras desde que eran pequeños.

La espalda de mi padre eclipsó mi panorama cuando se colocó de pie frente a su hija menor. Me sorprendió ver la angulosa forma de los músculos de sus glúteos, tomé un sorbo de mi vaso para poder digerir mejor la calentura que me envolvió. Mi mente me jugó una mala pasada, me imaginé envuelta en esos fuertes brazos, con una firme boca marcando mi cuello y embestidas poderosas y varoniles que se perdían dentro de mí. Sin darme cuenta separé mi pierna izquierda de la derecha y con la rodilla choqué el muslo de mi primo Ariel, él volteó inmediatamente y clavó la mirada en mi concha, la cual parecía estar pidiendo atención masculina. Él acarició suavemente mi pierna, mi primera reacción fue apartarme, pero luego recordé que todo esto era parte del juego que yo quería jugar, dejé que sus dedos indiscretos treparan por la cara interna de mi muslo. Hicimos contacto visual y le dediqué una simpática sonrisa, casi impropia de mí.

Mayra parecía una diva, sentada de forma tan relajada en el sillón frente a todos nosotros, mi padre ya había ocupado su lugar arrodillándose frente a ella. Supuse que la prueba duraría los ocho minutos previamente establecidos, por lo que programé el cronómetro con ese tiempo. Mientras tanto Ariel continuaba acariciándome con disimulo, al mismo tiempo en que intentaba mirar la escena que transcurría a su izquierda. Mi hermana me miró fijamente y pude notar mucho desprecio hacia mí en su ceño fruncido, pero en cuanto mi padre levantó la cabeza para mirarla, ella le sonrió con dulzura, volviendo a transformarse en la chiquilla tímida que siempre creí que era.

Mi tía Analía quedó boquiabierta en cuanto vio que su hermano no dudaba ni un segundo en lanzarse de boca contra la almejita de su hija; Mayra ladeó la cabeza y entrecerró los ojos al recibir el primer contacto con esa lengua experta.

Desde mi posición pude ver como los labios externos de su vagina parecían hincharse para dar lugar al hombre que exploraba por vez primera uno de los puntos más íntimos de su anatomía. Los húmedos chasquidos llegaron hasta mis oídos junto con los primeros suspiros de Mayra, por un momento sentí envidia de ella; quería ser yo quien ocupara su lugar. Para apartarme un poco de las enfáticas lamidas que le brindaba mi padre miré a mi tía; ella continuaba con la boca abierta como si no pudiera creer que eso estaba ocurriendo realmente. De repente sentí un intenso cosquilleo a pocos milímetros de mi vagina, mi primo tenía el brazo estirado hacia atrás e intentaba tocarme sin mirar, como si esto lo eximiera de un castigo.

No tenía tiempo para jueguitos estúpidos, los gemidos de mi hermana se estaban tornando tortuosamente intensos y cada vez que la miraba ella se encargaba de mostrarme lo mucho que disfrutaba de la comida de concha que le estaba dando su querido padre; sobaba sus pechos utilizando ambas manos, arqueaba su espalda elevando su plano vientre y sacudía sus caderas emulando los movimientos de la lengua que la penetraba. Tomé la mano de Ariel y la obligué a tocarme la concha, él tanteó con desconfianza, como si hubiera tocado la boca de un monstruo feroz que pudiera comerle los dedos; sin embargo, pocos segundos después, se animó a tocarme con mayor soltura. Escaneé mis alrededores y él único que se percató de estos toqueteos fue mi tío Alberto, quien me dedicó una pícara sonrisa mientras se masturbaba lentamente. Nadie estaba mirando hacia atrás por lo que pude estirar una mano por debajo de la mesa, él comprendió mis intenciones y se acercó un poco hacia mí, arrastrando su silla sin hacer ruido.

Me apoderé de su verga y comencé a mover su prepucio de arriba abajo. Volví la vista hacia Mayra, ella pudo ver perfectamente los toqueteos que se desarrollaban, pero supo disimular bastante bien. Mi primo Ariel logró colar uno de sus dedos en mi agujerito y comenzó a masturbarme con torpeza, me hacía doler un poco pero no me importaba, estaba demasiado excitada como para quejarme por pequeñeces. Analía seguía abstraída en la incestuosa escena que se desarrollaba frente a sus propios ojos y parecía ajena a los intensos toqueteos a los que yo me veía sometida por parte de su hijo. Ariel era bastante brusco a la hora de meterme los dedos pero cumplía con su función, realmente necesitaba sentir algo duro dentro de mi sexo y el tocarle la verga a mi tío sólo me recordaba aquellos momentos en los que había sido sometida anal y vaginalmente por él. Me incomodaba escuchar los intensos gemidos de Mayra y verla sacudiéndose como una puta, adoraba a mi hermanita, pero sabía reconocer una provocación, seguramente ella había notado cuán interesada estaba yo en ser poseída por mi padre. No me quedó más remedio que aguantar con un nudo en la garganta que me impedía disfrutar a pleno de los toqueteos. Por culpa de esto perdí la noción del tiempo; al parecer a mi padre le pasó lo mismo ya que se puso de pie al mismo tiempo que decía:

—¿Ya es suficiente?

Mi hermana parecía haber pasado una loca noche de sexo; su cabello estaba revuelto y su pecho subía y bajaba rápidamente intentando recuperar el aire. Aparté rápidamente la mano del pene de mi tío y mi primo quitó los dedos de mi vagina, mi tía miró alrededor como si hubiera sido despertada de golpe luego de un largo sueño. Para disimular miré el cronómetro sobre la mesa.

—Todavía faltan más de dos minutos —le dije.

—Perdón, no sabía que estaban tomando el tiempo —se disculpó; su verga estaba aún más rígida que antes, me sentí un poco incómoda al ver que él había disfrutado tanto chupando la concha de Mayra— ¿tengo que seguir? —preguntó Pepe.

Antes de que él pudiera reaccionar, su hija menor se abalanzó rápidamente hacia adelante y se apoderó de su pene erecto sujetándolo firmemente con ambas manos. Todos quedamos boquiabiertos, Analía era la más sorprendida, ella aún no podía reponerse de la impresión que le causó ver a su hermano practicando sexo oral a la hija… o tal vez su aturdimiento se debía a que una vez más fracasó en sus intentos por tocar el miembro de Erik.

La boca de Mayra se abrió tanto que creí que se había fracturado la mandíbula, logró introducir una considerable parte del grueso pene de mi padre y comenzó a darle una mamada digna de una excelente película porno. Su saliva chorreaba por la comisura de sus labios y su cabeza se sacudía frenéticamente de atrás hacia adelante. La escena me pareció tan excitante que por puro instinto comencé a masturbarme friccionando mi clítoris con la yema de los dedos de mi mano derecha.

Di un rápido vistazo hacia mi tía y no me sorprendió para nada verla con la boca aún más abierta y los ojos desencajados, una media sonrisa se dibujó en mi rostro; si bien sabía que lo que Mayra estaba haciendo era una provocación directa hacia mí, no podía negar lo mucho que me calentaba verla succionando ese duro pene. Por un momento me olvidé de toda mi bronca y rencor hacia ella y me relaje mientras me masturbaba abiertamente frente a mi familia, no me importaba qué pudieran pensar los demás y sabía que más de uno tenía ganas de hacer lo mismo que yo.

El único que siguió mis pasos fue Erik, quien comenzó a sacudir su miembro libremente mientras observaba fijamente a su hermana menor tragando la verga de su padre hasta donde la garganta le permitía y sacándola emitiendo un húmedo quejido. Su carita parecía considerablemente pequeña ante un hombre tan grande como mi padre y más aún, con un trozo de carne tan grueso enterrado entre sus labios, pero ella seguía lamiendo y engullendo con total comodidad y evidente placer.

El pitido del cronómetro terminó con la bella y candente escena tan rápido como ésta había comenzado, tenía la incómoda sensación de que me hubieran arrebatado algo que por derecho era mío, pero al mismo tiempo me había excitado mucho al verlo. ¡Maldita Mayra! Ella sabía lo mucho que me calentaba verla excitada. La pequeña sabía jugar y jugaba sucio.

Cuando mi padre regresaba a su sitio le lanzó una fría mirada a su hermana ya que ésta estuvo a punto de acotar algo; pero guardó silencio, agachó la cabeza y apretó los puños; clara señal de impotencia. Con esto Pepe le decía que el juego seguiría su curso y que ya no tenía ganas de escuchar alguna de sus quejas.

La partida se reanudó con total normalidad; el tener a mi tía en silencio, al menos por un rato, era una gran ventaja. Esta vez la mejor combinación de cartas la recibió mi tío Alberto, yo me había retirado porque prefería participar como espectadora, al menos por un rato más y de esa forma ver si a mi hermanita se le ocurría alguna nueva treta para provocarme. Hubo tres perdedores, mi tía Analía fue uno de ellos y por lo mala que eran sus cartas tuve la sospecha de que perdió a propósito; los otros dos fueron mi mamá y mi papá.

—No se exceda con lo que va a pedir —le dijo Analía a Alberto con severidad.

—No se preocupe señora, seré suave con usted —miró a mi primo Ariel y le sonrió—. ¿Por qué no nos cuenta cómo fue el día en que se concibió a este muchachito? Seguramente a él le interesará conocer los detalles de cómo llegó al mundo.

—¿A qué se refiere con “los detalles”? —preguntó la mujer frunciendo el ceño.

—Ya sabe… hoy le perdonamos que no nos contara lo que ocurrió esa noche, pero tal como dijo Mayra, podíamos usarlo como algún desafío… pero tendrá que contarlo con lujo de detalles… o retirarse; usted decide.

—¿Tiene que escuchar también mi hijo?

—Sí Analía —dijo Victoria, quien parecía dispuesta a llevarle la contra durante toda la noche—. Ese es el punto más importante del desafío, ahí está la parte “humillante”, por decirlo de alguna manera. El nene no se va a traumar, ya es bastante grandecito. —Sorprendí a mi primo mirando otra vez entre mis piernas, le devolví la mirada junto con una sonrisa; él también sonrió.

—De todas formas, no hay mucho para contar —comenzó diciendo mi tía—. Estaba borracha, en la casa de unos amigos; uno de ellos comenzó a franelear conmigo hasta que consiguió excitarme, me llevó a una de las piezas y allí hizo lo que tenía que hacer. Luego sus amigos fueron ocupando su lugar, de a uno a la vez; por la borrachera yo ni siquiera podía reaccionar.

—¿Entonces… te violaron? —preguntó Erik un tanto asustado.

—Estás mintiendo, Analía —intervino mi papá mientras rascaba sus pesados testículos; lo cual me hizo suspirar como a una niña tonta, por suerte nadie lo notó—. La versión que yo conozco es muy diferente a esa. Ramón, uno de los chicos que estuvo presente, me contó varios detalles de lo ocurrido esa noche y, por lo que me dijo, vos no estabas borracha.

—Ramón te habrá mentido…

—O tal vez estás mintiendo vos —insistió Pepe.

—¿A quién le vas a creer, a tu hermana o a Ramón? —Preguntó mi tía con severidad.

—A Ramón. —Nos reímos porque la respuesta llegó al instante, sin titubeo—. Así que contá la verdad o te descalificamos.

En ese momento se me ocurrió algo, quería ser muy mala con mi tía para castigarla por comportarse como lo hice yo la primera vez que jugamos; no tenía mucha lógica pero ahora que veía lo pedante que podía ser esa actitud, sabía que merecía un castigo, yo también recibí unos cuantos aquella noche de juego, e incluso después; no quería que ella se fuera airosa.

—Ella nos mintió, yo le tomo el desafío como fracasado —dije, con la rectitud de un árbitro de fútbol—. Deberían darle una penalización por haber hecho eso, es lo justo. —A todos les brillaron los ojos al unísono y miraron a mi tía con una sonrisa vil en sus rostros.

—Nadia tiene razón. —Me sorprendió que el apoyo viniera de parte de mi hermanita—. Propongo que además de contarnos lo que ocurrió, que represente “teatralmente” algunas de las escenas.

—¿Cómo sería eso de representar las escenas? ¿Tengo que hacerlas con mímica como si fuera un juego de chicos? —Mi tía hablaba en tono burlón, casi riéndose de la idea de su sobrina; a pesar de mis diferencias con Mayra, me molestó mucho que la tratara de esta forma, pero la pequeña sabe defenderse muy bien.

—Algo así, veo que no sos tan lerda para entender… lo que no te quedó claro es que este es un juego con contenido sexual, la “mímica” no la vas a hacer sola. Vos estuviste con cuatro hombres, me parece mucho para una sola mujer, no va a ser necesario utilizar tantos, podés elegir dos colaboradores, para que veas que no soy tan mala. —Todos nos quedamos mirándola mientras ella hacía girar sus ojos de un pene a otro.

—¿Cuáles vas a elegir, tía? —le pregunté para apurarla un poquito.

—¿No hay otro método de pago? Este juego me parece demasiado… riguroso.

—Si no fuera riguroso, sería aburrido —se apresuró a decir mi mamá—. El desafío ya está impuesto y creo hablar por todos al decir que nos parece justo, te agradecería que aceleraras un poquito las cosas, nos tenés a las vueltas con todo y se nos va a terminar la noche entre tantas discusiones.

—Es cierto, mamá. Dejate de joder un poco y relajate, este juego no está tan mal —dijo Ariel dedicándole una amplia sonrisa a mi madre.

—Vos callate, porque… —en ese momento mi tía notó la expresión de furia en los ojos de su hermano y cerró la boca al instante. Ella lo conoce bien y sabe que Pepe puede perder los estribos si se lo presiona demasiado—. Está bien, entonces elijo a Alberto y a… —miró una vez más alrededor—. El resto son todos parientes míos, esto no me gusta.

—Tenés que elegir uno más, es obligatorio —sentenció Mayra—. De todos los males, elegí el menor.

—Está bien… Alberto y Erik —dijo poniéndose de pie—. ¿Qué tengo que contar exactamente?

—¿Cómo empezó todo esa noche? —Pregunté con curiosidad.

—Bueno… —sus ojos abarcaron casi todo lo que tenía frente a ella; la vi titubear.

—Tía, acordate que ya no podés mentir… —le dije con severidad, estaba enojada con ella porque la veía como una amenaza para nuestro juego.

—¡Ya sé, Nadia! Ya entendí —Contestó tajante.

Volvió a mirar los duros penes que apuntaban hacia ella; sabía muy bien lo incómodo que podía ser tener a familiares desnudos frente a tus ojos, pero en éstas últimas semanas me había acostumbrado mucho a ver este tipo de cosas. Pude seguir argumentando en su contra pero preferí guardar silencio, esto la obligaría a empezar a hablar.

—Ustedes tienen suerte, recuerdo muy bien esa noche ya que fue una de las más excitantes de mi vida. Lo primero que se me viene a la memoria es que un amigo me invitó a su casa. Allí me encontré con los cuatro…

—¿Vos sabías que iban a estar? —preguntó mi madre.

—Sí, ya me lo habían dicho.

—¿Y cuál era el motivo de tu visita?

—¿Esto es un interrogatorio? —se quejó Analía.

—Podría ser un método para que de verdad nos cuentes lo que ocurrió —agregó Viki con tranquilidad.

—El motivo era porque Ernesto, el dueño de la casa, se quería acostar conmigo.

—¿Es decir que vos fuiste hasta su casa con la intención de acostarte con ellos? —Erik intentó hacer una pregunta inteligente, pero no le salió del todo bien.

—No, dije que mi intención era hacerlo con Ernesto, los otros supuestamente no sabían nada y no iban a participar de ninguna forma.

—Evidentemente algo cambió —acotó mi madre—. ¿Qué fue lo que te llevó a tener sexo con cuatro hombres?

—Porque me lo propusieron —miró al piso como si estuviera avergonzada, pero inmediatamente su mirada se torció hacia el pene de mi tío Alberto.

—¿De qué forma se lo propusieron? —le preguntó él.

—Es que yo le dije a Ernesto, a modo de broma, que él sería incapaz de dejarme satisfecha. Sus amigos se rieron y él, en lugar de decirme que podría dejarme bien satisfecha, me dijo que para eso tenía amigos. Si él no me saciaba, entonces podía seguir con el resto de los presentes, que allí tendría… verga para toda la noche.

—¿Y vos qué le respondiste? —Esta vez fue Mayra la que preguntó. Analía levantó la vista hacia su hijo, como si temiera que sus siguientes palabras pudieran afectarlo negativamente.

—Les dije que si eran tan hombres, que me sacaran la ropa y empezaran.

—¿Y qué pasó después? —Pregunté debido a que ella se había quedado en silencio.

—Ernesto se me acercó y me quitó la blusa, antes de que me diera cuenta ya tenía a los cuatro desnudándome y manoseándome.

—¿Te molestó? —le preguntó su hijo.

—No, para nada. Yo de verdad fantaseaba con esa idea desde hacía tiempo.

—Describinos cómo fue ese momento —le pidió Viki.

—Yo estaba sentada en un sofá —se sentó, con las piernas bien separadas, en el sillón que habíamos utilizado previamente mi hermana y yo—. Tenía tantas manos encima que no sabía de quién era cada una; a veces sentía un pellizco en los pezones. —Mi tío Alberto se le acercó y presionó con sus dedos uno de esos oscuros y erguidos pezones, ella no pudo reprochar nada, era parte del desafío—. Otras veces alguno de ellos intentaba meterme un dedo por la vagina. —Esta vez fue mi hermano quien se le acercó pero en cuanto puso una mano arriba del sexo de su tía, ésta lo detuvo—. Ni se te ocurra meterlo —se quejó—. Dijimos mímica, no hechos concretos. —Erik no tuvo más remedio que obedecer y sólo simuló que la estuviera tocando; aunque, astutamente, aprovechaba para rozar esa húmeda vagina—. Poco después —continuó mi tía—, Ernesto sacó su pene y me pidió que se lo chupara.

Mi madre le hizo una seña indicándonos que nos mostrara cómo había ocurrido; este desafío cada vez me divertía más, me gustaba ver a Analía siendo humillada de esa forma. Ella no tuvo otra alternativa que sujetar el duro pene de Alberto con su mano izquierda y acercar su cabeza a él, como si fuera a engullirlo; sólo abrió la boca e hizo el típico meneo de cabeza de atrás hacia adelante.

—Cuando los amigos de Ernesto vieron lo que ocurría, ellos también quisieron participar activamente. —Siguió relatando sin soltar la verga de mi tío; él parecía muy complacido por eso y continuó sobándole uno de sus pechos—. Ramón fue el segundo en bajarse el pantalón y mientras yo se la chupaba a su amigo, me hizo agarrársela con la otra mano. —Erik tomó la mano libre de su tía y la obligó a agarrar su verga; ella titubeó, pero después de un segundo la apretó firmemente entre sus dedos y estiró el prepucio hacia abajo, liberando completamente el glande, lo admiró durante unos segundos y continuó con su historia—. Ya había tenido una experiencia previa con dos hombres, pero nunca con tantos a la vez; por un momento pude sentirme la mujer más hermosa y deseada del mundo, los tenía sólo para mí. No hubo muchas sutilezas esa noche; uno de los chicos, se llamaba Antonio, se apresuró a metérmela mientras yo estaba entretenida con la de Ramón.

Le hizo una seña a mi tío Alberto para que se colocara frente a ella, él la tomó por las piernas y con una sonrisa bonachona se le acercó, su espalda me impedía ver lo que ocurría por lo que tomé mi silla y me senté detrás de la silla de mi primo, desde allí pude ver que el pene de mi tío se posó entre los labios abiertos de la concha de Analía y comenzó a moverse como si estuviera penetrándola, pero en realidad sólo se movía por fuera, de todas formas esto tuvo cierto impacto en mi tía, sus ojos se entrecerraron y percibí un leve gemido escapando de su boca, allí tuve la sensación de que ella estaba disfrutando al narrarnos esta historia; si yo tuviera que narrar la primera vez que tuve sexo con mi hermano, estaría tan excitada como ella.

—Mientras Antonio hacía todo lo posible por metérmela, el cuarto chico se me acercó, con su “instrumento” en mano y ni bien yo me lo metí en la boca. —Para ilustrarnos dirigió el pene de mi hermano hacia sus labios, éstos rozaron con el glande y un hilo de líquido preseminal quedó colgando de ellos—. El pobrecito acabó. Ni siquiera pude disimular, casi me atragante con el semen, parecía que el chico no había descargado en años. Sus amigos se reían.

—Por boludo y por precoz —dijo Ariel a tono de burla.

—Ese boludo es tu papá —le respondió mi tía dejando al chico confundido y boquiabierto.

—¿Qué hiciste con el semen? —Preguntó Mayra incrementando mis sospechas sobre el fetiche que la chica tenía con las eyaculaciones masculinas; ya que la vi disfrutar mucho aquella vez que mi tío le acabó en la boca.

—Intenté tragarlo, pero no pude hacerlo con todo; una buena parte se me salió de la boca.

—Debió ser una imagen muy excitante —aseguró mi hermanita.

—Lo fue, Antonio lo percibió y comenzó a metérmela con más fuerza… y yo, por supuesto, lo disfruté mucho.

Analía jadeaba mientras hablaba y mi tío Alberto se movía rápidamente, frotando su verga entre los carnosos labios de esa mujer; ella aprovechaba para masturbar a Erik, pero lo hacía como si fueran movimientos naturales de su mano.

—Luego —continuó—, el que me estaba penetrando le cedió el lugar a Ramón, él parecía tener más experiencia ya que lo hizo con mucha soltura; yo seguía muy entretenida con la carne que tenía para degustar. —Al decir esto abrió la boca y dio un fuerte chupón al glande de mi hermano emitiendo un húmedo chasquido.

—¿Siguieron todo el tiempo en la misma posición? —pregunté porque quería que la escena tuviera más dinámica.

—No, Ramón estuvo un rato allí y luego empezaron a insistir con que, el futuro padre de Ariel, debutara. Era un chico muy tímido que solía usar gruesos anteojos. Al parecer esa sería su primera vez y me sentí orgullosa de que fuera conmigo. —Con un gesto pidió a mi tío que se apartara—. Me acomodé mejor para que el chico pudiera meterla cómodamente. —Mientras decía esto se colocó en cuatro a lo ancho del sillón, mi tío Alberto se puso de pie junto a la cabeza de Analía y mi hermano hizo lo mismo, pero en la parte de atrás, él se acercó tanto a ella que con sólo empujar un poquito hacia adelante, la penetraría—. El pibe no se animaba, aparentemente la escena lo inhibía mucho y tenía miedo de que el papelón de minutos atrás, se repitiera; sin embargo lograron convencerlo —Erik frotaba su glande entre los grotescos labios vaginales de su tía; ella le dio un manotazo a esa verga que amenazaba con colarse dentro indicándole que no tenía permitido entrar—. Este chico terminó siendo el padre de Ariel, porque fue el único que acabó dentro de mí, aunque esta vez demoró un buen rato más, dándome buena cantidad de placer, ya que lo hacía con una torpeza y una perseverancia que daban ternura; pude ponerme a chupar tranquila mientras disfrutaba. —Al decir esto se metió de un solo intento la verga de Alberto en la boca, no fue un solo chupón; esta vez comenzó a mamarla a gusto, haciendo que entre y salga de su boca repetidas veces. Cuando mi hermano vio esto creyó que tenía su gran oportunidad, avanzó tímidamente y su glande se fue perdiendo en el interior de ese gran orificio— ¡No Erik! —Le gritó Analía prácticamente escupiendo lo que tenía en su boca— ¡Salí! —él retrocedió de puro miedo y mi tía creyó haber ganado la batalla—. Aclaramos que no era más que mímica —esta vez su excusa era contradictoria ya que lo que estaba haciendo con el pene de mi tío no era mímica—. Como les decía, el pobre boludo terminó adentro y yo, sinceramente, no me preocupé porque hacía poco que había tenido mi período y creí que no quedaría embarazada.

—Ese “error de cálculos” hoy se llama Ariel —le dijo Mayra.

—Es cierto, pero no me arrepiento de nada; pasé una de las mejores noches de mi vida y tuve el regalo más hermoso.

—Si Ariel es ese “regalo hermoso” entonces te estafaron, tía —Acotó la pequeña; todos sonreímos, en cambio mi primo miró a Mayra con fingido desprecio—. Sos un hijo de puta —le dijo ella.

—Hey, ¿por qué me insultás? —se quejó Ariel.

—No es un insulto; es un hecho. Analía es puta, eso ya nos quedó bien claro… y es tu mamá. Por ende, sos un hijo de puta —el rubio se quedó mirándola sin saber qué contestarle mientras todos nos reíamos de él—. ¿Qué pasó después?

—Después fue el turno de Ernesto, el dueño de la casa. Él tenía fama de venir bien equipado y yo ya había comprobado que esa fama era totalmente cierta. Por eso quería acostarme con él.

—Viste… es como yo te digo. Sos un hijo de puta.

—Tu mamá tampoco es una santa… y ni hablemos de Nadia.

—Nadia tiene culo sociable —la muy maldita lo dijo dedicándome una pícara sonrisa—. Eso ya lo sabemos todos, pero de las mujeres presentes, creo que mi mamá y yo somos las más… normales.

—Hablá por vos Mayra… y mejor no aclares nada sobre mí. —Supe que mi mamá dijo eso para aliviar un poco la tensión entre la pequeña y yo; de lo contrario la hubiese insultado porque me molestó mucho su comentario.

Habíamos perdido de vista la escena por unos segundos y en cuanto volvimos a mirar nos dimos cuenta por qué mi tía no emitía palabra alguna, le estaba dando a Alberto una mamada increíble; con mucho ímpetu. Erik giró su cabeza y me miró, aproveché la ocasión para indicarle con señas que se la metiera toda. Él negó con la cabeza, asustado; pero yo le insistí. En cuanto él comenzó a hundir su verga mi tía dejó de chupar una vez más y se quejó:

—¡Erik, salí de ahí— dijo, sin mirar y dando manotazos a la altura de sus nalgas como si intentara apartar moscas— ¡Te digo que salgas!

Él volvió a mirarme y con una seña le dije que la ignorara y siguiera; lo hizo con fuerza, clavándola completamente hasta el fondo, Ariel abrió los ojos pero no fue sólo por sorpresa, pude ver un brillo de placer en ellos.

En cuanto Analía abrió la boca para soltar un gemido, supongo que de puro goce, Alberto aprovechó para clavar una vez más su grueso pene en las fauces de esa mujer. La sostuvo por la cabeza mientras iniciaba el mismo movimiento en vaivén que había comenzado mi hermano.

Uno se la cogía por la concha y el otro lo hacía por la boca. Ella quedó con las manos fuertemente apoyadas contra el sillón soportando las tremendas embestidas de su sobrino, se la estaban cogiendo de la misma manera que lo habían hecho la noche en que Ariel fue concebido; tal vez incluso en esta ocasión era mejor, ya que mi hermano tenía talento para coger… bueno, después de las veces que solté quejidos de placer y dolor por culpa de sus penetraciones, tenía que admitir que el chico tenía talento. Analía se puso roja y su concha se dilató tanto que la verga de mi hermano entraba y salía con enorme facilidad. Él la sostenía con fuerza por la cintura y por más que ella hubiera querido ponerse de pie, no hubiera podido; la fuerza de Erik era considerablemente mayor a la suya.

Los bufidos sordos de mi tía me transportaron a un mundo de goce sexual, puse los pies sobre los travesaños que unían las patas de la silla y comencé a masturbarme; no me importó que mi tío y mi primo me estuvieran mirando, al contrario, se podría decir que lo hacía para brindarles otro espectáculo digno.

Mayra me miró con el ceño fruncido, ella estaba sentada detrás de todo y nadie volteó para mirar cuando comenzó a jugar con su clítoris, solo yo podía verla. Cuando ella se percató de esto me dedicó otra de sus pícaras sonrisas, giró levemente en la silla y me mostró su sonrosada almejita mientras se introducía dos dedos. No comprendía a qué estaba jugando ahora, pero me agradó verla.

Analía recibió una gran cogida pero al parecer quiso recuperar su dignidad, comenzó a dar manotazos para todos lados, ninguno de los dos hombres tenía compasión por ella, seguían invadiendo sus orificios a discreción. Por la expresión en el rostro de Alberto pude adivinar que él estaba acabando… y lo hacía justo dentro de la boca de esa mujer que no tuvo más remedio que tragar todo. De su concha goteaba flujo, puros líquidos sexuales; una espumita blanca se había formado alrededor de sus labios internos y Erik seguía clavándola bruscamente. Pensé que ella debía estar disfrutando más de lo que aparentaba, pero su increíble orgullo no le permitió gozar al máximo de tan buen momento.

En cuanto Alberto se apartó, ya con la verga flácida goteando restos de semen y saliva, ella puso un grito en el cielo:

—¡Salí carajo! —Giró su cadera y empujó a mi hermano obligándolo a retroceder— ¿¡Cómo me vas a hacer eso!?

—Calmate Analía, no es para tanto —le dijo mi madre.

—¿Que me calme? ¡Pero si el degenerado me la metió sin que yo le diera permiso! El que se tendría que calmar es él. —Nuevamente la intensa sensación de odio hacia esa mujer se encendió en mí. La muy desgraciada jugaba con fuego pero no hacía otra cosa que llorar cuando se quemaba… sabiendo muy bien que se iba a quemar.

—Era parte del juego… —dijo mi hermano y esto fue para peor.

—¡No! Eso no era parte de ningún juego. Me cogiste sin mi autorización, pendejo —ella estaba hecha una furia.

—Analía, bajá un poco los decibeles, vos sabías que eso iba a pasar —le dijo mi padre.

—¡Yo le dije que no lo hiciera!

—¿Y de verdad pensaste que él te iba a hacer caso? Vamos hermana, es un pendejo de veinte años con la verga parada… y vos te le ponés en cuatro adelante. ¿Qué esperabas que pase? —Ella titubeó, seguía enfadada pero ya no tenía muchos argumentos con qué defenderse.

Uno a uno retornamos a nuestros respectivos lugares dispuestos a continuar con el juego. Analía se sentó bruscamente sin dejar de refunfuñar, era obvio que su única intención era mostrar el desagrado que sentía por este juego pero, a pesar de eso, seguía jugando. Cartas van; cartas vienen. Todos estábamos a la expectativa pero sólo tres llegamos hasta la última instancia de esa mano.

Quedé enfrentada directamente contra mis padres, estaba segura de que podía ganar y ya estaba pensando en el desafío que les impondría, me relamía y presionaba mis piernas entre sí para que éstas rozaran contra mi clítoris.

Logré formar un full de reinas y nueves, lo coloqué sobre la mesa y sonreí altanera y orgullosa, inflando mí pecho; gesto que gustó a mi hermano y a mi primo que clavaron sus miradas en mis voluminosas tetas erguidas. Mis padres colocaron las cartas boca arriba sin decir nada, las de mi padre formaban un par de reinas (sólo porque había dos en la mesa) y otro par de dieces, el cual tenía en mano.

Estuve a punto de imponer mi desafío cuando las cartas de mi madre le dieron un buen cachetazo a mi ego. La muy desgraciada había formado póker de reinas; me quedé boquiabierta. Llegué a dudar de si ella perdía a propósito, porque cuando ganaba lo hacía de forma contundente. Tuve que tolerar la risa de la mayoría de los integrantes del juego, la única que mantuvo su expresión huraña fue mi tía.

Estuve a punto de lamentarme por haber perdido de esa forma pero luego fui consciente de que debía cumplir un desafío con mi padre. Lo miré a los ojos y sus facciones se tornaron serias, tragué saliva.

—¿Qué tenemos que hacer? —pregunté casi sin gesticular.

—Dejame pensar… —dijo Victoria, dándose golpecitos con el índice en la comisura de su boca— ya nos demostraste que podés recibir objetos de buen tamaño por atrás, pero… ¿podrás con algo de ese tamaño por delante? —señaló la dura verga de Pepe.

Me quedé tensa. ¿De verdad ese momento iba a llegar ahora? Había fantaseado cientos de veces con ser penetrada por mi padre y estaba a punto de hacerlo… gracias a la ayuda de mi madre. Tenía la certeza de que ella lo hacía por mí, sabía muy bien cuáles eran mis deseos más perversos y me encantó tener su apoyo.

—¡Esto se acabó! —El grito de mi tía me arrancó de mis ensoñaciones; se puso de pie y golpeó la mesa con la palma de sus manos—. ¿Cómo puede ser que le pidas semejante cosa? ¿No fue suficiente con lo que tuvo que hacer Mayra? —Su furia era tan desmedida que nadie se atrevió a decir nada—. Están completamente locos. Lo que le hicieron hacer a la chiquita fue una asquerosidad, una perversión, pero me quedé callada porque no quería hacer un escándalo; esto ya no puedo permitirlo. Podré ser muy abierta sexualmente pero todo tiene un límite. Esto es insano. —Sus palabras salían a borbotones de su boca y cada vez que mencionaba a alguien, señalaba con el índice al aludido—. Estoy muy avergonzada por tu actitud Viki, te comportás como si tuvieras veinte años… y vos Pepe… ¿qué puedo decir de vos? ¿Por qué no me sorprende todo esto? —No supe a qué se refería con esas acusaciones pero no me animé a intervenir— ¿Escuché bien? ¿Le pediste a tu marido que penetre a tu hija? —Mi madre abrió grande los ojos como si fuera una niña sorprendida haciendo una travesura— ¿Y cómo piensan mirarse a la cara después de todo esto? ¿Qué va a pasar después? —Miró alrededor pero sólo hubo silencio y rostros avergonzados— Ariel, vestite; nos vamos de acá.

—Yo no me voy —le respondió mi primo cruzando los brazos frente a su pecho.

—Soy tu madre y si te digo que nos vamos… nos vamos.

—Tengo veinte años… y ya tengo trabajo, no podés darme más órdenes; ya no dependo de vos.

—Si yo te digo que nos vamos… entonces nos vamos —insistió mi tía mientras recogía su ropa de la pila que habíamos formado— no me voy a quedar a participar de un “juego” de esta índole… una locura total, no tienen ni un poco de decencia… ni un poco. ¡Y vos Erik, no creas que me voy a olvidar de lo que me hiciste! Un día de estos te voy a decir todo lo que tu madre tendría que haberte dicho.

—No te metas con mis hijos —le dijo mi mamá con voz tan tranquila que me atemorizó; ella estaba al borde de un ataque de furia y se estaba conteniendo a duras penas.

—También son mis sobrinos —agregó ella— creo que tengo un poco de derecho a opinar… especialmente cuando se llega a tal punto —volvió a clavar la mirada en su hijo— ¡Ariel, buscá tu ropa y vestite!

—¡Te dije que no! —Pocas veces había visto a mi primo así de enfadado— Andate si querés, yo me voy a quedar.

—No me voy de acá hasta que vos no te vayas.

—Qué mal por vos, te vas a tener que quedar… y yo voy a hacer lo que quiero, si a vos no te gustó el juego… entonces no molestes, andate.

—¿Llaman a eso un juego? —Tiró al piso el puñado de ropa que tenía en la mano— ¡Hagan lo que quieran! Ustedes saben muy bien lo mal que está esto… no importa la excusa que pongan, está mal y punto. Esto les va a traer problemas en el futuro… si es que ya no los trajo. Pueden verme como la mala de la película, pero soy la única persona sensata que queda por acá.

Caminó con paso rabioso pero no se dirigió hacia la puerta de salida sino que tomó la dirección contraria, hacia el pasillo en el que se encuentran las habitaciones. La escuchamos entrar al dormitorio de mis padres y dar un estruendoso portazo.

—No va a salir de ahí en largo rato —dijo mi papá agachando la cabeza.

Todos habíamos quedado abatidos por las crueles pero ciertas palabras de mi tía y ninguno se atrevía a mirar a los ojos a otro. Tal vez ella tenía razón… habíamos llegado demasiado lejos… o tal vez el error fue incluir a Analía en el juego; de todas formas ya era muy tarde, no podíamos volver el tiempo atrás.