Incest
June 5, 2022

Strip Póker en Familia [19].

La Jaula de la Leona.

Tomé aire y entré desnuda, a la jaula del león… mejor dicho, de la leona. El cuarto de mis padres parecía estar aún más ordenado de lo que podía recordar, sentada en la cama, tan desnuda como yo, se encontraba mi tía Analía, con la mirada fija en el televisor. Al escucharme entrar giró su cabeza sorprendida; pero en un parpadeo pasó a tener la vieja expresión de rabia que tanto la caracterizaba. Cerré la puerta detrás de mí y escuché su ladrido:

—¿Qué querés? —me preguntó groseramente.

—Me cansé de tu actitud, tía. Tenemos que hablar.

—No voy a hablar con vos, andate.

—Este es el cuarto de mis padres y ellos me autorizan a estar acá, no como otra que yo conozco, que se mete sin pedir permiso.

—¿Y bajo qué condiciones te permiten entrar? ¿Sin ropa, por ejemplo? ¿Te obligan a hacer con ellos cosas inapropiadas… en esta misma cama?

—No me obligan a nada. Lo haría encantada, si me lo pidieran. Pero no ha sido el caso —sólo había tenido un encuentro sexual con mi madre en esa cama, pero preferí no tocar ese tema, por el momento.

—Sos una desvergonzada, Nadia. Te creía más inteligente.

—Y tal vez lo soy, pero vos no te das cuenta. De todas formas no soy yo la inteligente de la familia, ni tampoco lo sos vos.

—Pero soy la más sensata —apoyé mi espalda contra la puerta por si ella intentaba marcharse, debería pasar sobre mí—, yo no hago esas locuras.

—Pero has hecho “otras” locuras. Eso de estar cogiendo con cuánto grupo de amigo se te cruce, ni siquiera lo hago yo… y mirá que admito que soy bastante puta. Al principio duele un poco admitirlo, pero cuando podés hacerlo aprendés a vivir con mayor tranquilidad. Me gusta el sexo ¿y qué? Y estoy segura de que alguna vez en tu vida habrás hecho la misma afirmación. Algo te dijiste a vos misma para no sentirte culpable y sucia cada vez que terminabas bañada por el semen de tus amigos. Eso no es algo que haga cualquier mujer. —Por la mueca en su cara me di cuenta de que estaba tocando una de sus fibras sensibles—. Algo también me dice que esos “encuentros grupales” no terminaron con tu adolescencia. ¿Cuándo fue la última vez que te acostaste con más de dos hombres al mismo tiempo? O con más de cuatro… Sé que no me vas a contestar por orgullo…

—Hace un año y medio fui de viaje a Venezuela —me interrumpió—. Conocí a un grupo de amigos, que eran de “alta cuna”. Estaban podridos en guita. Ellos me invitaron a pasar unos días en el Archipiélago Los Roques. Es un lugar precioso, especialmente si te gusta bucear y mirar corales. Aunque no es barato. De no ser por ellos, yo no me lo hubiera podido permitir. Si conseguí visitar ese lugar fue gracias al pequeño bikini que estaba usando. Era algo indiscreto… demasiado. O sea, eran apenas unas tiritas que cubrían mi concha y mis pezones. Todo el resto de mi anatomía estaba perfectamente a la vista… y como tengo la piel morena…

—Habrás estado preciosa.

—Sí, y muy porno. Pero como estaba lejos de casa, no me importó.

—¿Y qué pasó en el Archipiélago? —Me senté en la cama. Su historia había captado mi atención.

—Ahí me hicieron probar un afrodisíaco al que le llaman “levantamuertos”.

—Ay… ¿son drogas?

Mi tía soltó una carcajada.

—No, nena… no es más que una mezcla de mariscos. Pero, supuestamente, son muy buenos para incentivar la actividad sexual en la gente. Ahí me quedó claro que me querían garchar. A ver, que ya lo suponía desde antes; pero yo creía que el que me quería coger era uno solo, el líder del grupito. Sin embargo, mientras comíamos mariscos, empecé a recibir halagos de parte de todos. No sé si el afrodisíaco funcionará o no; pero yo me empecé a calentar cada vez más. Además los pibes, que tenían apenas unos años más que Ariel, estaban todos muy buenos, con cuerpos atléticos y fibrosos. —Tragué saliva—. Fueron muy corteses conmigo, en ningún momento me faltaron el respeto... no sabés lo lindo que se siente ser penetrada por un hombre joven y vigoroso mientras mirás el atardecer en el mar.

—¿Cuántos eran?

—Cinco; y ninguno pasaba los veintiséis años. ¿Qué pensás de mí?

—No voy a juzgarte tía, la imagen que tenía de vos hoy cambió muchísimo. Siempre te vi como una mujer... normal. Ahora me doy cuenta de que somos más parecidas de lo que te imaginás.

—Pero eso no fue todo. Después se sumaron tres más… no sabría como explicar lo que sentí al ser invadida por tantas pijas… y con gente mirando, porque si bien el archipiélago no estaba lleno de gente, había otros turistas. Los otros tres ni siquiera eran conocidos, creo que ni hablaban en español, podrían ser brasileros, ni idea, no me puse a conversar con ellos. Simplemente me prendí a sus pijas gordas y venosas y dejé que me hicieran de todo. Eso duró como cuatro días, Nadia. Durante todo ese tiempo estuvieron dándome casi sin parar. Solo parábamos para dormir un poco. Fue la experiencia sexual más maravillosa y liberadora de mi vida.

—Me encantaría hacer algo como eso —aseguré.

—Si sos tan puta como decís, podrías ir a visitarlos. Todavía tengo el número de teléfono de algunos de ellos.

—Me encantaría, hasta podríamos hacer el viaje juntas. Tendríamos sexo con los mismos hombres, en la misma cama… —esta idea la sorprendió—. Me encantaría ver cómo te cogen.

—¿Y entre nosotras?

—Seguro. Yo te chupo la concha todo lo que quieras ¿Eso te molestaría?

—Sí, por dos buenas razones —me mostró un par de dedos formando una “V”—, no me gustan las mujeres y vos sos mi sobrina.

—Es cierto, pero si fuera tu hija la propuesta sería la misma. ¿Ves tía? No sos tan mala como decís, cuando te hablan de algo que vos disfrutaste, te ablandás. ¿Cuántas mujeres conocés que disfruten tranquilamente el sexo grupal?

—No muchas. Una vez tuve una amiga que lo hacía... pero es cierto, sé que no es un comportamiento habitual.

—Seguramente te habrás sentido marginada, ¿cuántas veces te dijeron puta de forma despectiva?

—Perdí la cuenta, pero fueron más de las que te imaginás. Hubo casos en que los mismos hombres con los que me acosté me discriminaron, algunos creyeron que al gustarme tanto el sexo, podrían acostarse conmigo cada vez que lo quisieran, tuve muchos problemas con eso... también tuve problemas con los hombres casados...

—¿Te acostaste con hombres casados?

—No... al menos que yo sepa, pero los problemas los tuve con las esposas que tuvieron algunos de estos hombres, que seguían siendo mis amigos. Con los años ellas se enteraban que yo alguna vez me acosté con sus maridos, y me prohibían entrar a sus casas. Perdí muchos amigos. Con los años me fui cansando de estar constantemente marginada e intenté dejar esas prácticas en el pasado, hasta intenté tener una pareja seria, estable... pero no funcionó.

—¿Seguís dolida por lo que te pasó?

—Un poco... pero el mundo es así, te aparta hipócritamente ante el primer suceso extraño en el que te ves envuelta. ¿Sabés la cantidad de mujeres que me deben haber llamado puta y ellas mismas son infieles a sus maridos? Tengo la certeza de que al menos un par era de esta calaña.

—¿Acaso no te das cuenta que en esta familia no sólo no te vamos a agredir por eso sino que además nos encantaría escuchar tus anécdotas? —Estrujó los dedos de sus manos, había logrado ponerla nerviosa—. ¿Tu miedo es que lo que ocurrió hoy salga a la luz?

—Es posible... en el momento ustedes no piensan en las consecuencias, lo sé mejor que nadie. También hice muchas locuras en un momento de calentura. También sé que esto es un círculo vicioso. La primera vez que tuve sexo grupal me sentí culpable, sucia... quería revertir lo que había hecho... pero por cuestiones del destino tuve una segunda experiencia de este tipo y ya no me sentí tan mal... me convencí a mí misma que si a mí me gustaba, entonces podría disfrutarlo... pero las consecuencias llegaron igual. ¿Te imaginás las consecuencias que podría traer eso que hicieron esta noche? ¡Por Dios, Nadia! Tuviste sexo con tu papá... en frente de toda tu familia.

—No soy tonta, tía. Sé muy bien que todo esto podría arruinar a la familia, pero también sé que somos muy unidos, no vamos a permitir que nada de esto se sepa. Va a ser nuestro gran secreto. Todos tenemos nuestros secretos en la vida.

—Hay límites, Nadia. No se puede hacer lo que a uno le plazca porque, te repito, siempre hay consecuencias.

—Esos límites los elige cada uno. Hasta yo debo tener alguno… por ahí guardado… no sé dónde; el día que lo encuentre, te lo digo. ¿Cuáles son tus límites?

—No acostarme con mujeres ni con parientes cercanos.

—¿Todo el resto está permitido?

—Casi todo… algunas cosas más que, obviamente, no las haría; pero sí, se podría decir que sí, que el resto está permitido.

—Es decir; ¿Si un extraño viene y te pide que te vayas a un hotel con él, lo harías?

—Dependiendo del contexto en el que me lo pida y de la confianza que el sujeto me inspire, posiblemente sí; lo haría.

—Bueno, creo que tengo que estar de acuerdo con vos, yo tal vez lo haría… antes de que todo esto pasara con mi familia, yo sólo estaba dispuesta a tener sexo con alguien que fuera mi pareja, y tal vez llegué a pensar tirar alguna cañita al aire con algún amigo; sin embargo me di cuenta lo mucho que me aburre el sexo convencional, estar con un pobre infeliz que se desvive por llenarte de amor, caricias y palabras dulces… no veo nada de malo en eso, pero descubrí que eso no sirve para mí... yo quiero vivir experiencias intensas. Posiblemente esté loca, pero no creo ser la única mujer que aborrece el romanticismo.

—Dan ganas de vomitar —dijo ella con una sonrisa—, por eso es que nunca tuve novio... mejor dicho, por eso es que nunca funcionaron mis relaciones serias; pero jamás me faltó el sexo.

—Creo que Mayra es un tanto diferente, a ella sí le agradan las situaciones románticas... pero también son poco convencionales. Vos y yo, en cambio, no somos tan distintas. A las dos nos gusta el sexo… el sexo rudo. A vos seguramente también te aburre estar con una sola persona a la vez luego de haber disfrutado el enorme placer de tener la atención de tantos hombres en tu cuerpo.

—Sí, a veces sí; pero he tenido buenas experiencias con un solo hombre, aunque son la minoría. De poder elegir, prefiero que haya al menos dos... pero Nadia, eso sólo satisface mi deseo sexual... no hablo de romanticismo exagerado, pero a veces es lindo tener a alguien a tu lado, que te quiera por lo que sos.

—No sabría si estar de acuerdo con vos o no, yo soy medio nuevita en esto del sexo y el romance. Hasta hace unos meses sólo había estado con mi ex novio. Tal vez algún día te dé la razón y te diga que extraño el afecto de un hombre...

—O podrías buscarlo ahora mismo. Te doy un consejo de vieja... hay hombres de todo tipo. Tal vez tu ex novio era demasiado blando para tu gusto, pero nada te impide encontrar a un hombre que te satisfaga en todo sentido, yo no lo encontré, pero creo que eso se debe a que comencé la búsqueda demasiado tarde... vos estás a tiempo.

—Gracias tía, pero en este momento sólo puedo pensar en lo que ocurrió con mi familia...

—¿Y ahora… con quiénes te acostaste?

—¿Querés la verdad? ¿La cruda verdad? Tal vez no te guste.

—Decime la verdad; prometo no armar un escándalo.

—Lo hice con mi hermana; con mi tío Alberto; con mi hermano, con él lo hice más de una vez; me acosté con mi mamá, en esa misma que en la que estás sentada —giró la cabeza para mirar incrédula el colchón—; y hoy, como habrás visto, tuve el enorme placer de hacerlo con mi papá, con él sólo había tenido sexo oral.

—No lo puedo creer...

—Esperá que no termine —una vez más volvió a mirarme asustada—, pero estos no son tan importantes como los anteriores; me acosté con un empleado de mi papá, al cual él le pegó cuando nos descubrió haciéndolo... esto es todo.

—¿Con Ariel no lo hiciste?

—Todavía no. ¿Te molestaría si lo hiciera?

—No lo sé... es mi hijo... vos sos su prima... no considero tan grave cogerse a una prima... distinto es que lo hayas hecho con Erik, eso sí me molesta.

—Te entiendo, si esa frase viniera de otra persona, la tomaría diferente. Tal vez me sentiría mal conmigo misma, pero como viene de vos... me cuesta verla como una acusación... es decir, sos la menos indicada para quejarte por mi comportamiento, eso es lo que me causa mucha bronca en todo este asunto. No quiero pelear con vos tía, pero te estás comportando como una hipócrita —me observó como si mis palabras la hubieran ofendido—. Tengo entendido que en varias ocasiones tuviste sexo frente a tu propio hermano, es decir, mi papá —frunció el ceño—. No me mires como si te estuviera mintiendo, si querés lo llamo para que corrobore que esto es cierto. Como te lo dije antes, tía, todos tenemos secretos, todos hemos hecho cosas malas e indebidas, que nos arrepintamos o no, es cuestión de cada uno, pero me jode mucho que nos taches de degenerados cuando vos misma lo sos. Hasta que todo esto comenzó a mí ni siquiera se me había ocurrido caminar desnuda frente a Erik, pero ojo, no te estoy juzgando. Aclaremos las cosas, tía. ¿Me vas a decir que nunca te volviste loca pensando en lo mal que veía la sociedad lo que vos hacías… y sin embargo vos lo hacías igual? Me refiero tanto al sexo grupal como al hacerlo frente a tu hermano. Habrás pensado mil veces “ellos se lo pierden, esto es lo más maravilloso del mundo”.

—Puede ser...

—Bueno, eso es lo mismo que pensamos nosotros al respecto. Que vos te opongas sólo nos excita más, sabemos que está mal, de hecho, es ilegal; sin embargo lo disfrutamos mucho, apenas lo estamos descubriendo y estamos rompiendo esas barreras y límites de los que hablaste. El Strip Póker se transformó en nuestra excusa perfecta, soy consciente de que sin ese juego, nada de esto hubiera ocurrido, seguiríamos siendo la misma familia de siempre.

—Una familia normal...

—¿Te parece normal esta familia? Quitemos todo lo que ocurrió después del póker. Vos serías “la puta” de esta familia, luego de las cosas que hiciste, especialmente en tu juventud. Mi tío Alberto tal vez seguiría fantaseando con la idea de ver desnuda a sus sobrinas o a su hermana —fui enumerando con los dedos cada punto que destacaba—. ¿Quién sabe qué cosas imaginaría mi papá al pensar en vos? Esto no lo sé, ya que nunca hablé con él sobre este tema, pero seguramente lo habrás marcado mucho al actuar de esa forma. Mayra estaría llena de dudas en cuanto a su sexualidad y seguiría estando enamorada de mí en secreto —Analía me miraba como si todas estas ideas hubieran sido arrebatadas de alguna macabra película de terror—. De mí... bueno, no sé qué decir de mí. Antes te de que todo esto ocurra me consideraba una chica bastante normal, sin ideas extrañas en la cabeza, y a mí es a quién más toman por sorpresa estos sucesos; pero también me considero una de las que más termina disfrutando y deseando que ocurra lo que ocurrió, así que tan normal no debo ser —levanté otro dedo—. Erik continuaría cachondo con su madre, vaya uno a saber por qué, pero tengo entendido que le gustaba acercarse a ella más de lo debido. Por último, mi mamá... —medité durante un instante y finalmente me decidí a revelarle esa información—, ella continuaría teniendo una “aventura” con Ariel —la cara de mi tía se desfiguró, pasó de la sorpresa a la ira, me miró como si yo fuera su enemigo y por un momento pensé que me atacaría.

—¿QUÉ? ¿Ahora esa hija de puta pretende meterse también con mi hijo? —bramó.

—Calmate, tía...

—¿Cómo querés que me calme? ¿Qué clase de aventura...?

—Tuvieron sexo una vez, antes de que esto ocurriera.

—¡La voy a matar!

Intentó levantarse de la cama, pero me acerqué a ella y la sostuve con toda la fuerza de mis brazos. La lucha fue breve, me pidió que la soltara y, por razones obvias, me negué. Le pedí que se tranquilizara, procuré convencerla de que la mejor forma de resolver el problema, era hablando conmigo. Sabía que si se enfrentaba a mi madre en ese estado de furia, la disputa sería tan grande que toda mi familia terminaría discutiendo.

—Tu hijo ya es grande y él fue quien provocó a mi mamá —cuando le dije esto se quedó quieta, mirándome a los ojos.

—¿Él?

—Sí tía —disminuí la fuerza con la que la sostenía, había logrado captar su atención—. Nadie lo obligó a hacer nada, es más, diría que él prácticamente forzó a mi mamá a acostarse con él...

—Ariel no es ningún violador —me dijo con rabia.

—Nunca dije eso... ¿por qué siempre pensás lo peor?

—¿Entonces por qué decís que él la forzó?

—Porque fue como un juego de poder entre ellos, no estoy segura de quién lo gano, creo que ambos llegaron a lo que querían llegar; pero Ariel cumplió el rol del dominante.

—¿Juego?

—Sí, algo que empezó hace mucho...

Le narré a Analía lo que mi madre me había contado, no di tantos detalles pero le di un buen panorama de lo ocurrido. También le dije que Viki nos había contado, a Mayra y a mí, lo que ocurrió cuando ellas eran jóvenes y que comprendíamos por qué se detestaban tanto.

—Tu madre siempre quiso competir conmigo —me dijo volviendo a su actitud agresiva—. Nunca toleró que yo despertara más interés en los hombres.

—No lo veo así, y no es porque ella sea mi madre, estoy segura de que ambas habrán sido muy atractivas de jóvenes...

—Yo todavía lo sigo siendo.

—...pero también eran inmaduras y se peleaban por sonseras de forma poco ortodoxa. No les reprocho nada, a veces tengo peleas absurdas con mi hermanita —recordé los días que habíamos pasado ignorando la existencia de la otra—, pero ya pasaron como cien años de aquellas peleas...

—¡No soy tan vieja!

—...deberían razonar como adultas —ignoré sus interrupciones—, el pasado ya quedó atrás.

—Nadia, suponé que ya no discuto con tu madre, cosa que no va a pasar, eso no quiere decir que esté de acuerdo con la locura que están haciendo.

—¿No va a pasar? ¿Entonces para qué carajo estoy gastando saliva al hablarte si de todas formas vos vas a seguir siendo la misma vieja testaruda y celosa de siempre?

—¿Qué tiene de malo ser un poco celosa? Con eso uno demuestra que quiere a la otra persona.

—¿Qué otra persona? No tía, estás confundiendo mi argumento, me refiero a celos por los logros de otro, no a celos que uno puede tener con su pareja o con alguien que quiere mucho... ¡Esperá! Vos te estás refiriendo a eso —la señalé con mi dedo—, ¡vos estás hablando de celos por amor!

—¿Amor a tu mamá? ¿Estás loca?

—No te hagas la boluda tía, sabés que no hablo de mi mamá.

—¿Entonces de quién hablás?

—No sé, eso me lo tenés que contestar vos... —se quedó callada y orgullosa—. Dejame pensar, tus celos comenzaron cuando te sacó a su novio, del cual, supuestamente estabas enamorada. Luego ella comenzó a salir con tu hermano, tal vez te daba celos que Pepe pasara tanto tiempo con ella, ignorando a la linda hermanita que tenía a su lado...

—Eso es desagradable, Nadia.

—Vamos tía, te paseabas delante de él desnuda, ¡hasta tenías sexo con hombres delante de tu hermano! ¿Qué querés que piense? Vos lo viste desnudo... vos viste que Pepe está bien equipado... es un buen tipo... y nunca ibas a poder acostarte con él porque es tu hermano... para colmo él salía con esa chica que te había robado el novio... celos, celos y más celos. Recién te conté lo de Ariel y te pusiste como loca, porque sentís que te roba a tu querido hijo; pero yo pienso que no es solamente porque sea ella quien lo hizo lo que te enoja, lo que a vos te molesta es que se meta con tu hermano o con tu hijo, personas a las cuales querés mucho. Sos odiosa, caprichosa, amargada, pero a Ariel y a Pepe los querés mucho.

—¿Está mal quererlos? Son mi único hermano y mi único hijo...

—No está mal quererlos... ¿pero en qué sentido los querés? ¿Es el amor puro de una madre o de una hermana o tu enorme libido también metió la pata en eso? Cuidado, no estoy diciendo que sientas por ellos algún amor de “pareja”, simplemente me refiero a si alguna vez te calentaste con ellos... —hice una pausa pero se negó a hablar—. Estoy segura de que mi papá te habrá producido más de una calentura... eso explicaría por qué querías que él te viera desnuda, como si fuera lo más natural del mundo, y también explicaría por qué querías que te vea en pleno acto sexual... yo estaré loca tía, pero eso tampoco es normal, los hermanos no tienen sexo uno delante del otro porque sí... a mí todo esto me deja una gran intriga... primero pensaba que era una posibilidad loca, ahora ya estoy pensando que hay grandes probabilidades de que haya ocurrido... ¿Te acostaste con él? —me miró asustada—. Vamos tía, vos sabés muy bien que no te voy a juzgar si eso pasó... tampoco se lo voy a contar a mí mamá, ya que considero que es algo que deberían hablar entre ustedes...

—No me acosté con él... —me dijo con voz suave.

—No te creo.

—Creelo porque es la verdad... lo único que pasó fue...

—¿Si? —no me respondió—. Dale, contame qué pasó. Me acosté con él y me viste, creo que me debés al menos eso...

—Lo único que pasó fue que una noche, después de que tu madre se fue, Pepe entró medio borracho a mi pieza, yo justo me estaba masturbando y él creyó que tenía ganas de acostarme con alguien, entonces se metió en la cama conmigo y me acarició un poco, él se reía y creía que lo que hacía era normal... no lo sé, no estaba dentro de su cabeza, pero yo le pedí que se fuera... pero no me enojé, se lo pedí bien.

—¿Se fue?

—Sí, no insistió más... y no pasó más nada... nunca me acosté con él. Lo juro. Tampoco pensé mal de él. Tal vez lo hizo como una lección para mí, demostrándome que era poco prudente que yo siguiera comportándome de esa manera frente a él... y dejé de hacerlo, no fue algo de un día para otro ya que no quería hacerlo sentir mal; pero progresivamente me fui cuidando más de andar desnuda en su presencia.

—Me desilusiona, pensé que había alguna historia entre ustedes dos...

—¿Por qué te desilusiona eso?

—Es que hubiera sido mucho más fácil acerté entender nuestra posición si hubieras tenido al menos una historia similar... ahora ya no sé qué decir.

—Es decir que te mandaron a vos para convencerme a mí de pensar lo contrario...

—No me mandaron, yo vine sola... bueno... al principio me negué, pero sabía que alguien tenía que hablar con vos, no puedo permitir que la familia se arruine solo porque vos estás en desacuerdo.

—Si lo que te preocupa es que yo ventile al mundo lo que ocurrió hoy acá, no te preocupes porque no voy a contarle nada a nadie. No soy tan mala persona, sin embargo me molesta mucho que las cosas sean así.

Me había quedado sin argumentos, no sabía qué decirle a esta mujer para que cambiara su opinión al respecto, no pretendía que se uniera a nuestros juegos, pero al menos quería que no nos odiara por eso. De repente recordé una frase que ella misma me dijo minutos atrás.

—Tía... vos me dijiste que no te parecía malo que un chico se acueste con su prima...

—No lo veo como algo grave, no es un parentesco tan directo. Si se puede evitar, mejor... pero si ocurre, no es para armar un escándalo.

—Sin embargo vos armaste un escándalo —me miró intrigada—. Bueno, en el caso de que pienses que la relaciones entre tía y sobrino sean similares...

—No lo son, son cosas diferentes, puede ser que tampoco lo considere para armar un escándalo; pero no es eso lo que me molestó de tu madre, no es el hecho de que sea la tía de Ariel, me molestó que se metiera con él.

—No hablaba de mi mamá y Ariel sino de vos y Erik. Recuerdo que todo se fue a la mierda en el preciso momento en el que él te penetró... me pareció una exageración, todavía lo sigo pensando así...

—Entre él y yo sí hay un vínculo sanguíneo, es el hijo de mi hermano...

—Está bien... pero dudo que tu enojo haya sido por eso... hubo otro asunto que te mantuvo enojada durante casi todo el juego, sé cómo es oponerse por no querés semejante exposición ante tu familia, yo misma lo viví, pero vos tenés mucha más experiencia en sexo que yo y sos muy abierta al respecto, puede que tu límite sea acostarte con un hijo o un hermano, o una mujer; pero vos estuviste mirando a Erik desde que se desnudó, con un deseo que se te traslucía en los ojos. No soy tonta, tía. Presto atención. A mí me parece que acá hubo otra cosa... algo que te molestaba que no estaba a la vista... primero pensé que podía ser alguna vieja historia con mi papá, hay algo de eso, pero no como para enfadarse tanto... estuviste desnuda delante de él, eso demuestra que no te molesta hacerlo...

—Te dije que dejé de hacerlo, si me enojé es porque sabía qué consecuencias podía tener ese juego.

—¿Y qué más?

—¿Te parece poco?

—Viniendo de vos, sí. Si fuera otra persona lo consideraría más que suficiente.

—Estás fabulando, Nadia.

—Puede ser, pero sigo pensando que hay algo que vos no querés que se sepa —me miró irritada—. Podemos estar todo el tiempo que quieras acá, no me voy hasta saber todo. Te conté los secretos de cada miembro de la familia, eso es lo que nos une ¿no entendés? Todos compartimos los mismos secretos. Vos estás acá, apartada, odiando a todos, porque vos también tenés secretos y no querés compartirlos.

—Ese es el problema, ustedes pretendían que yo les cuente mis secretos solo por ser parte de un puto juego. ¿A mí que mierda me importaba el juego? Hay cosas que son muy privadas y pueden perjudicar mucho a las personas si se revelan.

—¿Pero hablarías de eso si supieras que te apoyaríamos y buscaríamos la mejor solución posible? —me miró dubitativa.

—¿Sin perjudicar ni juzgar a nadie?

—Sí, cuidando mucho de no perjudicar o juzgar a nadie.

—Espero que estés diciendo la verdad.

Comenzó a narrarme un suceso que había ocurrido hace casi dos años y me contó las repercusiones que tuvo el mismo, escuché sin decir una palabra. No sé si diría que me sorprendió lo narrado, pero sí me dejó bastante intranquila y confundida. Luego de contarme lo ocurrido, empezó a llorar, era un llanto mudo y triste. Nunca había visto a Analía abatida de esa forma. Ahora comprendía por qué ella opuso tanto rechazo durante el juego de póker y no la culpaba por comportarse como una arpía.

—No sé cómo pensás solucionar eso —me dijo mientras se limpiaba las lágrimas con las sábanas.

—Creo que lo primero sería contárselo a tu hijo, después veremos cómo lo resolvemos.

—¡No! No le cuentes...

—Tía, si querés que el problema se solucione, lo mejor va a ser que él también lo sepa —me miró asustada—. Te prometo que voy a hacer mi mayor esfuerzo porque todo salga bien.

*******

Después de convencerla salí del cuarto de mis padres, aún seguía completamente desnuda. Miré hacia ambos lados en el pasillo y lo encontré completamente vacío y en silencio. Mordí mi labio inferior y me di cuenta de que este era un asunto delicado y que, a pesar de lo que le dije a mi tía, no tenía idea de cómo manejarlo.

Al llegar al comedor comprobé que allí no había nada tampoco, a excepción de la cantidad de vasos, botellas y ropa que aún estaba tirada, cualquiera que viniera pensaría que allí hubo una orgía y tal vez se asombraría mucho si descubría que tenía razón. No sabía dónde se habían metido todos, tal vez estaban en sus dormitorios, pero primero quise revisar la cocina. Cuando entré a ella escuché las voces de mi tío Alberto y de Mayra, no sabía de qué hablaban, seguí las voces hasta llegar al patio interno que estaba junto a la cocina. Allí, sentados alrededor de una mesa de jardín, estaban todos, a excepción de mi mamá. Seguían completamente desnudos, los hombres ya tenían sus penes flácidos y mi hermanita estaba sentada en su sillón con las piernas bastante separadas, enseñando su sonrosada rajita.

—¿Mamá ya se fue a dormir? —pregunté.

—Sí —contestó Mayra—, está en el cuarto de Erik.

—Pobrecita, la dejé fundida —se jactó Ariel.

—Fundida la dejamos nosotras —dijo Mayra con una sonrisa.

—¿Ustedes, por qué? —preguntó él.

—Eso no tiene importancia —lo interrumpí—, Ariel, vení que tengo que hablar con vos.

—¿Sobre qué?

—Si te digo que vengas es porque te lo tengo que decir a vos sólo. Es sobre tu mamá.

—Está bien, ya voy.

Estuve a punto de irme cuando me percaté de que Mayra abría y serraba las piernas un poquito, como si estuviera jugando con ellas.

—Ojito vos —le dije con la intención de pedirle que se portara bien.

—¡Hey! ¿Por qué me decís a mí? —se quejó—. Decile a ellos, que no me sacan los ojitos de encima —todos se rieron—. Además quedate tranquila que en un rato yo también me voy a dormir.

—Eso espero.

—Sí, mamá —se burló de mí.

Me fui de allí, seguida por mi primo, lo conduje hasta mi cuarto, allí podría hablar con él sin que nadie escuchara, a no ser que Mayra estuviera muy apurada por ir a dormir. Apenas entramos al cuarto y cerré la puerta, Ariel me agarró las tetas con fuerza, por detrás. Apoyándome con su pene flácido la cola. Sus pesadas manos apretujaron mis pechos como si éstos fueran globos llenos de agua. Por la forma en que presionaba mis tetas hacia él, me hizo arquear la espalda, esto levantó mi cola, su pene me producía cosquillas en la vagina.

—Ariel, ¿qué hacés?

—Vamos primita, ese cuento de “tengo que hablar con vos” no se lo cree nadie. Vos te quedaste con ganas.

—No, nada que ver. Te dije que tenía que hablarte de algo... sobre tu mamá, es importante.

—Entonces te escucho —dijo poniendo su mentón sobre uno de mis hombros.

—Así no... primero tenés que soltarme.

—No te creo nada primita. Sé que viste atentamente cómo le rompía el culito a tu mamita, ¿vos querés lo mismo?

Extrañamente esa pregunta me hizo correr una oleada de calor por el cuerpo. Tan sólo recordar la forma en la que penetraba a mi madre, y la historia que luego ella me contó, me excitaba. También debía tener en cuenta el calor que emanaba su cuerpo y que su miembro comenzaba a despertarse.

—No Ariel, te aseguro que no es eso. Soltame las tetas, me estás haciendo mal.

—Me encantó verte desnudita, Nadia. Te imaginé mil veces así —lo miré de reojo con las cejas levantadas—. No te imaginás todas las pajas que me hice pensando en tus tetas —las apretó con más fuerza— y en tu culito —se pegó más a mi cuerpo, la verga se le estaba poniendo dura—. Todavía me acuerdo de aquella noche en la que salimos a bailar juntos ¿Vos te acordás? Todavía salías con el boludo de tu novio... ¿cómo se llamaba? No me acuerdo; pero lo importante eras vos.

Tenía un recuerdo muy vago de esa noche a la que él hacía referencia, recordaba que él nos había acompañado porque yo quería presentárselo a una amiga, pero nunca congeniaron y no supe por qué.

—Me acuerdo poco —le dije; me estaba acalorando mucho al sentir sus dedos pellizcándome los pezones y su miembro creciendo entre mis nalgas.

—Esto te lo creo, porque esa noche te tomaste todo... me acuerdo que estabas con una pollera cortita y un escote que acaparaba todas las miradas. El salame de tu novio se paseaba por toda la disco tomándote de la mano, como si fueras su gran premio.

—Probablemente lo era —dije dejando mi modestia de lado, el tener a Ariel arrimándome me excitaba mucho y me sentía la mujer más sexy del mundo.

—No lo dudo, primita, eras un bomboncito... y todos te querían comer, inclusive yo.

—Pero no lo hiciste.

—No lo hice porque me pareció mucho, estaban tus amigos y sabían que éramos primos, pero tu novio se enojó mucho conmigo... y con vos también.

—¿Por qué?

Estrujé mis recuerdos y sólo podía divisar luces que parpadeaban al ritmo de la música estridente, recuerdo haber bailado de forma muy provocativa con mi novio y también me venía a la mente los toqueteos... sabía que sus manos no habían sido las únicas que habían explorado mi cuerpo, pero siempre creí que se trataba de desconocidos que bailaban cerca de mí aprovechando la situación. No recordaba que mi novio estuviera enojado, pero tal vez lo estuvo en ese momento y luego se le pasó.

—¿Se enojó porque otros chicos me tocaban? —al terminar la pregunta solté un gemido, una de las manos de Ariel me acarició la concha, provocándome una puntada de placer en el clítoris.

—Sí, te manosearon de lo lindo... y vos no decías nada. Hasta te vi agarrándole la verga por arriba del pantalón a un vago que bailaba con vos. Estabas hecha una puta.

—Cuando tomo alcohol me pongo muy puta —me encendía confesar eso.

—Lo sé... creeme que lo sé muy bien, ¿quién te creés que te pagó todas las bebidas?

—Imagino que vos.

—Por supuesto, quería verte borrachita...

—Pero vos no sabías que yo me ponía así... ¿cómo lo adivinaste?

—No lo adiviné... simplemente te quería emborrachar a modo de broma, pero cuando vi que eso te iba poniendo “putita”, tuve una mejor razón para hacerlo.

—¿Y qué fue lo que hizo esta putita? —la verga de Ariel ya estaba completamente dura y su glande amenazaba con enterrarse en el agujero de mi concha, la cual estaba muy húmeda y deseosa de que la clavaran.

—Te pusiste a bailar conmigo, mientras tu novio nos miraba. Me calenté mucho porque meneabas el culo contra mi verga y se te levantaba la pollerita, yo te acariciaba las piernas —al decir esto me mostró cómo fueron esas caricias, pasó sus manos suavemente por mis muslos, subiendo hasta la vagina, entretanto yo meneaba la cola como si estuviéramos bailando, sintiendo como su glande se perdía entre mis labios— ¿No te acordás de eso?

—Si hubiera estado sobria, me acordaría... pero sinceramente recuerdo muy poco... sé que estaba muy excitada, tenía la bombacha empapada... también recuerdo que alguien me tocó la conchita un rato, ¿ese fue mi novio?

—No lo sé, puede que sea él, pero yo también lo hice, cuando me pediste que te acompañe al baño. Ni siquiera entraste, nos quedamos en un rincón oscuro, hablando de estupideces, mientras yo te acariciaba la conchita.

Pasó sus dedos por la división de mi vagina y comenzó a masturbarme frotando el clítoris. Esa escena sí la recordaba, especialmente ahora que él se encargaba de aclararme la memoria. Recordaba los ojos de Ariel muy cerca de los míos y mi tremenda calentura.

—Vos me pediste que te haga un pete —le dije rememorando sus palabras.

—Así es, pero vos fuiste mala, y no me lo hiciste... me lo debés... me calentaste toda la noche y me dejaste con las ganas.

—Es que en esa época yo no chupaba vergas...

—¿Y ahora lo hacés?

—Sí, me encanta hacerlo... me vuelve loca tener una verga bien dura llenándome la boca —todo lo que decía era por culpa de mi excitación, la cual me llevaba a confesar más de lo prudente y a decirlo de forma cruda, sin tapujos.

—Entonces, ¿me vas a hacer ese pete que me debés?

—Ahora no...

—¿Por qué no? Sos mala, che.

—Es que así estoy bien... —solté un gemido muy sensual al mismo tiempo que cerraba los ojos y levantaba mi colita, el glande se introdujo en mi conchita—. Preferiría que me cojas... pero bien cogida... no como lo hizo mi novio esa noche, que me dejó con las ganas. ¿Es mucho pedirle a un hombre? Todos dicen ser capaces de dar una buena cogida... pero ya descubrí que no es así.

—A una putita como vos hay que cogerla como se merece.

—Eso es lo que yo digo.

El ego se me estaba subiendo a la cabeza ¿hay algo de malo agrandarse un poquito? Era un juego sexual, podía permitirme creerme más de lo que soy por un rato, creo que toda mujer se lo merece... dejar de lado sus inseguridades, para zambullirse en un pleno momento de placer.

—Mi conchita se merece que la traten muy bien... si quieren disfrutar de todo esto —tomé las manos de mi primo e hice que acaricie mi cuerpo, comenzando por las tetas y bajando por mi plano vientre hasta llegar a mi entrepierna—, entonces que lo hagan bien.

—Vos sos tan adicta a la verga como tu mamita —su pene se iba clavando muy lentamente en mí.

—Sí, me gusta mucho la verga.

De pronto me enterró su falo con violencia, mi concha se dilató rápidamente y sintió la furia de la embestida. La verga se clavó hasta los huevos, pude haber gritado, pero en lugar de eso una acumulación de gemidos agónicos se apoderaron de mi garganta.

—¿Así te gusta? —su voz sonó junto a mi oído, una de sus manos continuaba acariciando mi clítoris, la otra me estrujaba una teta.

—Sí, así... —volví a gemir— dame fuerte que me gusta.

Cumplió mis deseos dándome dos duras embestidas, en las cuales sacó su verga casi completa y me castigó la concha. Luego empezó a cogerme con movimientos cortos pero constantes.

—¡Ay, sí... dámela toda!

Había olvidado por completo el verdadero motivo de mi reunión con Ariel, ahora era mi libido quien controlaba todo mi ser y sólo quería obtener satisfacción sexual. Me incliné más hacia adelante y separé un poco las piernas para recibir todo su pene, podía sentir mis propios flujos chorreando por la cara interna de mis muslos.

—¿Sabés qué es lo que más me calentó de vos, Nadia? —me dijo sin detenerse, él respondió la pregunta sin que yo le dijera nada:— que hayas dicho que entregás el culo. Eso me hizo imaginar un montón de situaciones... te imaginé en cuatro gritando como una puta mientras te rompían el orto —sus palabras me calentaban aún más y su verga continuaba entrando y saliendo de mi húmeda cavidad—. ¿Cuántas veces te rompieron el orto?

—Tres o cuatro... depende de si contamos el consolador que me metieron hoy... —respondí entre jadeos.

Podía entender a mi mamá, Ariel tenía algo especial en su forma de imponerse ante una mujer que lo hacía más interesante, humedecí con saliva dos de mis dedos y los llevé hasta mi colita. Repetí la acción dos o tres veces más.

—¿Qué hacés? —me pregunto sin dejar de darme.

—Me estoy lubricando... porque sé que me vas a romper el orto.

—¿Eso querés? —su meneo se hizo más rápido, yo también sabía cómo provocarlo y calentarlo.

—Sí, quiero que me dejes el culito bien abierto.

—Ponete en cuatro y pedímelo.

Hice lo que él ordenó, estaba en llamas. Me puse de rodillas en el borde de la cama, apoyé mi cara contra el colchón y me abrí las nalgas con las manos.

—Haceme el orto —le supliqué.

Ariel se me acercó por detrás y sin darme tregua, me clavó el glande en el ano. Curiosamente, no me dolió, sino todo lo contrario, fue sumamente placentero. Luego retiró su miembro, lo humedeció con más saliva y volvió a clavarme la punta. Solté un bufido, le pedí que me la metiera más adentro y así lo hizo. Poco a poco, embestida tras embestida, me la fue enterrando toda en el culo. Cuando empezó a metérmela con fuerza sentí un poco de dolor, pero éste se disipó rápidamente, dejando que el placer tomara su lugar.

—Así, montame como a una yegua —le dije.

Él me sujetó del cabello obligándome a levantar la cabeza e inclinarla hacia atrás y comenzó a darme con más fuerza. Mis tetas saltaban cada vez que su cuerpo chocaba contra el mío. No sentía tanto placer anal desde que le había entregado el culo a mi hermano, él la tenía más grande que Ariel, pero mi primo parecía tener más experiencia en el tema y se movía con mayor soltura.

Tiró tanto de mi cabello que hizo que mi espalda quedara pegada a su pecho, me obligó a girar la cabeza hacia él y su lengua atacó e invadió mi boca. Mientras nos besábamos comencé a masturbarme a gran velocidad. Estuvimos un buen rato así y luego él se apartó de mí. Caí con las manos en la cama y miré hacia atrás, Ariel se sentó al borde de la cama de mi hermana.

—Vení, putita, sentate arriba de mi verga.

No me hice la difícil, me paré dándole la espalda y me agaché con las piernas juntas dejando que mi culito cayera sobre su miembro erecto. Volví a clavarla y comencé a menearme de arriba hacia abajo sosteniéndome con mis manos sobre mis propias rodillas.

—¡Cómo le gusta comer pija a este culo! —exclamó mientras me acariciaba las nalgas con ambas manos.

Cada vez que la verga entraba completa, me quedaba allí, zarandeándome hacia los lados, disfrutando a pleno. Luego de un rato Ariel me agarró por las tetas y me forzó a quedarme sentada, me hizo abrir las piernas y comenzó a masturbarme, no sólo me frotó el clítoris sino que también me metió dos dedos repetidas veces. Lo alenté con mis gemidos.

—¿Sabés una cosa, Nadia? —Me dijo al oído—. Siempre pensé que eras muy pajera... una mina que está tan buena como vos, debe estar todo el día haciéndose la paja pensando en todos los tipos que se la quieren coger.

—Sí, no puedo vivir sin hacerme la paja —eso era cierto, muchas veces me encerraba en el baño o aprovechaba que estaba sola en la pieza para autosatisfacerme—. A veces Mayra se la hace a la par mío. Ella también es muy pajera.

—¿Y hacen chanchadas juntitas?

—Sí... a veces sí. Nos chupamos la concha entre nosotras.

—Me encantaría ver eso algún día... me gustó ver cómo te limpiaba la leche de tu papá cuando él te llenó la concha.

Toda esta charla inmoral incrementaba mucho mi calentura. Comencé a dar saltos cortitos gimiendo al sentir la verga de Ariel castigándome el culo.

—Quiero ver cómo te pajeás —me pidió.

Para complacerlo me puse de pie, él se acostó a lo ancho de la cama individual y me puse sobre él, apoyándome con las rodillas en el colchón. Volví a sentarme sobre la verga y ésta se metió completita en mi culito, luego comencé a masturbarme mientras me sobaba las tetas. Él observaba dejando sus manos sobre mis muslos. Cerré mis ojos, me chupé los dedos, jadeé y continué dándome placer, abriendo ocasionalmente los labios de mi vagina para que Ariel pudiera verla por dentro. Luego él se sentó en la cama y sin sacarme la verga empezó a comerme las tetas una a una, estirándolas al chupar mis pezones con furia, sabía que me quedarían marcas después de eso, pero no me importó. Cuando mis tetas lo dejaron satisfecho, volvió a recostarse. Di muchos saltos cortitos sintiendo cómo la verga entraba y salía y de pronto mi concha comenzó a expulsar juguito. Éste saltó fuera y salpicó todo el estómago y el pecho de Ariel mientras yo me sacudía los labios y el clítoris con los dedos. Mientras gozaba de mi orgasmo, mi ano se cerró alrededor del pene por acto reflejo, esto ocasionó que me doliera un poco cuando entraba; sin embargo no me detuve. Cuando mi vagina dejó de escupir, me levanté y luego me puse de rodillas en el suelo, lamí el estómago de Ariel, sorbiendo mis propios jugos y luego comencé a hacerle el pete que le debía. Tragué su verga completa y sacudí mi cabeza sin parar. Se la llené con mi saliva y le di fuertes chupones en el glande.

—¿Te vas a tomar toda la lechita? —me preguntó.

—Sí, dámela toda y yo me la tomo.

Acto seguido le chupé los huevos mientras lo masturbaba intensamente. Después dejé la boca abierta ante él y comenzó a pegarme en la cara con la verga, me calentó mucho que hiciera eso, tanto que no aguanté las ganas de volver a tragarla una vez más y seguir chupando como una desaforada. Poco tiempo después recibí mi preciada recompensa, el semen de Ariel comenzó a descargarse en mi boca, el primer chorro saltó con fuerza e impactó contra mi paladar, sin embargo dejé mis labios apretados alrededor del pene y fui tragando su leche poco a poco, sin dejar de mamársela. No sólo me supo deliciosa, sino que también me excitó mucho hacerlo.

Mi primo se las había ingeniado muy bien para hacerme olvidar de mi propósito y hacerme calentar tanto que terminó cogiéndome; pero no me arrepentía de haberlo hecho ya que yo también había disfrutado muchísimo. Nos quedamos acostados en la cama de Mayra, uno junto al otro, recuperando el aliento y dejando que nuestra temperatura corporal descendiera un poco.

Sabía que no podía zafar de esa charla tan delicada que tenía pendiente con Ariel, se lo había prometido a mi tía, pensé muchas veces en qué palabras podía usar, intenté hablar más de una vez pero siempre me quedé muda. Me esforcé por despejar mi cabeza, lo mejor sería hablar del tema con naturalidad y de frente. Cuando estuve más serena lo encaré.

—Ariel, todavía tengo que hablar con vos...

—¿Así que eso era cierto? —preguntó con tranquilidad.

—Sí, y es un tema bastante delicado... —me senté en la cama y lo miré a los ojos—. Quiero que sepas que hice esto para que entiendas que confío en vos. No te considero una mala persona —me miró intrigado.

—¿Qué es lo que pasa, Nadia?

—Tu mamá me contó algo bastante... serio. Supuse que lo mejor sería hablarlo directamente con vos para conocer tu versión —noté cierta intranquilidad en él, a mí me temblaban las manos—. En fin, no quiero hacértela más larga... tu mamá me contó que vos a veces la tocás mientras duerme... y a veces hacés más que tocarla.

Tragué saliva y miré fijamente a mi primo, él estaba pálido, como si le hubieran arrebatado toda la sangre del cuerpo, sus ojos vibraban y parecían a punto de abandonar sus cuencas, la noticia había sido tan dura para él, como para mí dársela.