Encaprichada con mi padre 1/2
Al dĂa siguiente caminĂ© a la escuela. Una cuestiĂłn normal para mĂ, puesto queel instituto se ubicaba cerca de mi casa. Hubo un tiempo en que mi padre insistĂa en acompañarme hasta la entrada, en esa Ă©poca, trataba de pasar desapercibida ya que la preocupaciĂłn natural de mi padre lo invitaba a preguntar al personal de la escuela los cambios en los horarios, los mĂ©todos de seguridad de los que los alumnos disponĂamos al salir, y cuĂĄndo estarĂa un guardia de seguridad custodiando los perĂmetros de la escuela. Por suerte, despuĂ©s de ese primer semestre preparatoriano, mi padre comenzĂł a relajarse un poco con ese asunto y resolviĂł que si otras chicas que vivĂan cerca caminaban todos los dĂas junto a mĂ, Ă©l no tendrĂa porque acompañarme, despuĂ©s de todo eran buenas chicas y Ă©l conocĂa a sus padres. Esas chicas, eran tambiĂ©n amigas miĂĄs, Samanta y Vanesa eran sus nombres. Sin embargo, ellas pertenecĂan a una generaciĂłn detrĂĄs de la mĂa, por lo que no compartĂa con ellas un destino mĂĄs allĂĄ del camino a la escuela.
Era ese dĂa, un viernes soleado y hermoso de verano, calculĂ© con mucha exactitud que no tenĂa mucha ropa para ir a la playa, y no sabĂa si el dinero que me darĂa mi padre me alcanzarĂa para comprar las cosas que ocupaba. A pesar de todo, me ganaba el optimismo y me decĂa a mĂ misma que ya encontrarĂa una soluciĂłn en su momento. DespuĂ©s de todo, aĂșn faltaban dos semanas para el anhelado viaje.
Ya en el salĂłn de clases, como era de esperar, mis amigas y yo, platicamos obsesivamente sobre los pormenores del viaje, y como consecuencia todos los maestros nos mandaban callar de manera frecuente en el triste par de clases que tuvimos. Fue un dĂa confeccionado por horas libres, y aun asĂ, podĂamos seguir sacando tela del tema del viaje. De hecho, la Ășltima hora no tuvimos clase y nos fuimos a comer a una pizzerĂa todo el grupo completo. Fue genial, ojalĂĄ hubiera tenido mĂĄs dĂas asĂ, pues en ese momento no valorĂ© esos instantes de felicidad grupal que una vez una crece un poco, no se vuelve a repetir de la misma manera. Ocurren reuniones inolvidables mĂĄs adelante, sĂ, pero jamĂĄs con esa Ășltima inocencia decadente que se ve amenazada con cada vez mĂĄs fuerza por el consumo general de alcohol y tabaco, y una existencia expuesta a nuevas adversidades de la vida cuando se cumple la mayorĂa de edad. Las reuniones dejan de ser lo mĂĄximo cuando se realizan en pizzerĂas, cafĂ©s o en la casa de algĂșn compañero cuando sus padres se marchan, y son sustituidas por bares, tugurios y el departamento de algĂșn compañero que puede permitirse vivir solo.
Veloces pasaron los dĂas, y aĂșn albergaba dentro de mĂ la incertidumbre de no tener la suficiente ropa, mĂĄs que nada en materia de trajes de baño. HabĂa mantenido en diversas ocasiones, quizĂĄs demasiadas, charlas con mis amigas respecto a las necesidades de la vida en la playa, y el saber cĂłmo ellas me tenĂan mucha ventaja al respecto, activĂł lo que yo llamo: mis alarmas de supervivencia social. Estaba sĂșper estresada por todo ese tema, y una leve locura me invadiĂł con soltura. Sin embargo, existĂa un asunto que no habĂa tomado en cuenta, algo que se me borrĂł de la cabeza por alguna razĂłn misteriosa... Una semana despuĂ©s de que terminara el periodo escolar, se entregaba a los alumnos la boleta con las calificaciones del Ășltimo bimestre, junto con las calificaciones promediadas de todo el ciclo, y si por casualidad te atrevĂas, como si alguien lo deseara, a reprobar una materia, debĂas realizar un examen extraordinario para poder aprobar la materia y asĂ poder continuar en el siguiente semestre con normalidad. Si eso no sucedĂa, tenĂas que repetir la materia hasta cursarla para poder pasar al siguiente grado. Y, ÂĄoh sorpresa!, ya habĂa pasado la semana.
A mĂ siempre me habĂa ido bien en lo que a estudios se refiere, era muy dedicada en la escuela, pero a veces ocurrĂan accidentes, materias para las que una no era lo suficientemente apta, o los profesores no eran personas a las que les agradaras y no tenĂan piedad en perjudicarte. Debo decir en mi defensa que estudiĂ© lo mejor que pude, que no pude percibir que la maestra me odiara o algo parecido, o que me creĂa una inepta para la materia. Sin mĂĄs preĂĄmbulos, estas fueron mis calificaciones de ese periodo:
Especialidad en contabilidad: 9.5
Lengua adicional al español (Inglés II): 5
SuspirĂ© aliviada cuando vi los dieces y nueves impresos en la boleta, pero cuando lleguĂ© a la Ășltima calificaciĂłn, no lo pude asimilar completamente, no entreveĂa el panorama completo en ese instante. Dije en voz alta para mĂ misma: «No puede ser, tendrĂ© que hacer el examen, pero seguro lo pasarĂ©. InvestigarĂ© porque razĂłn reprobĂ©...». En mi pantanosa inocencia, todavĂa no daba cuenta de todo lo malo que era esto, y lo que significaba para el curso que tomarĂa mi destino.
Mientras conseguĂa el nĂșmero de telĂ©fono de la maestra, para preguntar quĂ© habĂa sucedido, sĂșbitamente caĂ en cuenta de que el hecho de reprobar la materia de InglĂ©s,significaba que no podrĂa ir al viaje, en parte porque mi padre me castigarĂa sin piedad impidiĂ©ndome ir al viaje, y, ademĂĄs, porque el examen es justamente el primero de julio, coincidentemente un dĂa despuĂ©s del viaje. O sea que, aunque mi padre no me castigara, me perderĂa del viaje. Entonces me quedarĂa en la ciudad como una paria, haciendo el puto examen, marginada por completo, mientras mis amigas lo pasarĂan de lo mĂĄs increĂble, viajando por el hermoso desierto, respirando los limpios aires camino a un paraĂso de playa, me lo perderĂa todo.
DespuĂ©s de llamar a la maestra, me enterĂ© de que reprobĂ© porque me fue mal en el examen final y no entreguĂ© un trabajo importante el primer bimestre, luego mandĂ© mensajes a mis amigas por Facebook, contĂĄndoles todo lo sucedido. Resulta que una de ellas, Erika, sĂ pasĂł todas las materias, las otras dos, aĂșn no habĂan pasado por sus calificaciones a la escuela, para cuando cayĂł el anochecer, todas estaban enteradas de que, en efecto, habĂan aprobado sin ningĂșn inconveniente. Me sentĂ sola en la desgracia.
IncreĂble, yo tenĂa mejor promedio que ellas, y, aun asĂ, no habĂan reprobado ninguna de las asignaturas. «Perla, de seguro, se la chupĂł al profesor de matemĂĄticas para que le pusiera un ocho de calificaciĂłn, porque siempre le va mal en esa materia, es ridĂculo que saque ocho por mĂ©rito propio» pensĂ© enervada. ÂżPor quĂ© siempre las mĂĄs pirujas del salĂłn siempre terminaban teniendo pocos problemas escolares, y las que nos esforzĂĄbamos lo tenĂamos mĂĄs duro?
DespuĂ©s de intercambiar informaciĂłn con ellas, no se volviĂł a mencionar el tema del viaje, ellas comprendĂan por obviedad que yo no irĂa, al menos no me hachaban en cara lo genial que se lo pasarĂan. Yo tampoco les harĂa eso, la verdad.
ApaguĂ© la computadora y me puse a llorar en silencio sobre mi cama, mi padre estaba en su cuarto, seguramente coqueteando por telĂ©fono con la golfa de Alexa, y no hablo del asistente virtual de Amazon, sino de la arrogante novia de mi padre. No sĂ© porque, pero era una molestia para mĂ esa mujer, cada vez que yo la miraba a los ojos o ella pasaba cerca de mĂ, me invadĂa una ira que me esforzaba en ocultar. Mi padre a sus cuarenta años y Alexa a sus veintiocho, se veĂan felices juntos y era un tema del cual yo siempre dudaba que fuera real. «Para mĂ que ella finge su amor hacia Ă©l», pensĂ© un dĂa en que los escuchĂ© teniendo relaciones cuando llegaba de la escuela. Alexa gemĂa con fuerza desmedida, a leguas se evidenciaba que existĂa falsedad en los gemidos. Ese dĂa despuĂ©s de escuchar los gemidos de esa mujer, me encerrĂ© en mi habitaciĂłn y me puse los auriculares para que la mĂșsica opacara el relajo sexual que mi padre provocaba.
En mi necesaria soledad, intentĂ© que mis llantos por no ir al viaje, no fueran audibles para mi padre. Y lo logrĂ© sin duda, pero no por mucho tiempo. Un rato despuĂ©s, mi padre tocĂł la puerta de mi habitaciĂłn para avisarme que ya habĂa llegado una pizza que habĂa encargado. SabĂa que me encantaba la pizza hawaiana, y que odiaba cuando esta se enfriaba. Pero yo no contestaba a sus llamados, me quedĂ© en silencio total porque sabĂa que mi voz saldrĂaquebrada por el llanto, junto a los mocos que salen al lloriquear, y los leves temblores que afectan la calidad de la expresiĂłn del que lagrimea descontroladamente.
Mi padre insistió en tocar a la puerta de mi habitación y llamarme por mi nombre, porque, precisamente, era inusual que no le contestara cuando supuestamente yo estaba encerrada en mi cuarto. En fin, cuando noté inquietud y algo de susto en su voz, decidà abrir la puerta y evitar hacer contacto visual para que no viera mis ojos rojos.
âÂżQuĂ© tienes mi amor? âpreguntĂł con tono de preocupaciĂłn paternal dĂĄndose cuenta al instante de que algo estaba mal conmigo.
âNada... Es que, no podrĂ© ir al viaje âdije al mismo tiempo que reiniciaba el llanto, solo que ahora sin ser capaz de controlar el volumen de mis quejidos.
âÂżPor quĂ© dices eso princesa?
âEs que reprobĂ© papi⊠Tengo que hacer el examen y ademĂĄs me vas a castigar âsollocĂ© lastimeramente.
âAy hija, ÂżcuĂĄl reprobaste? âinterrogĂł sin enojarse, con cierta neutralidad, como si evaluara primero todo el asunto antes de sentenciar una condena mortĂfera.
âLa de InglĂ©s âconfesĂ© mientras me limpiaba las lĂĄgrimas con los dedos, y me volvĂa a entregar a los llantos.
âAh, ya nena, no llores, ven acĂĄ, no pasa nada. âMe abrazĂł al decirme esoâ. Ya vendrĂĄn otros viajes mejores. âSiguiĂł consolĂĄndome con sus palabras, segĂșn Ă©l.
âÂĄNo!, yo querĂa ir a este... âMe emberrinchĂ©, como cuando era mĂĄs pequeña.
âYa mi amor, mira, no podemos hacer nada al respecto, ÂżcuĂĄndo es tu examen?
âEl primero de julio, el dĂa siguiente del viaje âdije tratando ya, de calmar mis llantos.
âYa, mira, ven, vamos a sentarnos, a calmarnos, y ver quĂ© podemos hacer âdijo mi padre muy pensativo.
âNo creo que se pueda hacer nada papi. âExtrañamente, ya me estaba calmando, ya no lloraba en llantos, pero si tenĂa la cara un poco hinchada, con lĂĄgrimas, y me limpiaba los mocos, pero mi voz ya era controlada y recuperaba su calma habitual.
âMira se me ocurre una idea âexpresĂł mi padreâ, pero no sĂ© si te vaya a agradar, despuĂ©s de todo, tĂș quieres estar con tus amigas a solas, pero, por otro lado, tambiĂ©n estarĂĄn los padres de tu amiga Perla, por lo que... No sĂ© quĂ© pienses al respectoâŠ
â Ya dime papi, ÂżquĂ© es lo que se te ocurre? âdije muy curiosa, aunque una parte de mĂ, ya intuĂa por donde iba todo el asunto.
âPues se me ocurre que, quizĂĄs, despuĂ©s de tu examen, yo pueda llevarte. Bueno, es un viaje un poco largo, pero tendrĂa que hablar con Eduardo y SinaĂ. ÂżQuĂ© piensas de esto que te propongo?
En fracciĂłn de segundos, mi mente fabricĂł locas simulaciones estando yo en la playa con mi padre cuidando cada movimiento que yo hacĂa, y mis amigas, molestas por la intrusiĂłn de un elemento que enturbiaba las vacaciones de todas. Aunque probablemente mi padre se quedarĂa platicando todo el rato con los padres de Perla, pero, aun asĂ, Âżno harĂa mala tercia como dicen en algunas partes? Pero despuĂ©s de pensarlo un poco mĂĄs, vino a mi mente la puta esa, sĂ, Alexa, si la llevaba, se la pasarĂa todo el tiempo con ella, y en teorĂa me dejarĂa en paz, y no serĂa una molestia para los padres de Perla, ÂĄwow!, ÂżcĂłmo no lo imagine desde el principio?
â ÂżLlevarĂĄs Alexa verdad? âinterroguĂ©.
âTendrĂ© que invitarla mi amor, Âżpor quĂ©?, Âżte molesta?
âNo. Claro que no, solo querĂa saber, de hecho, me alegra, me agrada toda la idea.
âMuy bien, en ese caso no se diga mĂĄs, comamos y despuĂ©s hablarĂ© con Eduardo para ver que piensan y ponernos de acuerdo. Vamos, que se nos enfrĂa la pizza âdijo llevĂĄndome abrazada hacia la mesa.
Mi papĂĄ era estricto, pero cuando veĂa que yo sufrĂa, o sea, cuando hacĂa berrinches, se ablandaba y me cumplĂa los caprichos de turno. Bueno, no siempre, pero la mayorĂa de las veces ocurrĂa, y me alegro de que esta vez las cosas no estuvieran tan mal, a pesar de todo.
Ya todo se habĂa decidido, la suerte estaba echada, mi padre hablĂł con los papĂĄs de Perla, y se pactĂł que Ă©l me llevarĂa en cuanto hiciera el examen, un dĂa despuĂ©s exactamente, asĂ que no me perderĂa de mucho. TendrĂa aĂșn algunos dĂas de diversiĂłn, y ya podrĂa volver a emocionarme junto con mis amigas sobre el viaje, pues solo me perderĂa de muy poca cosa.