Madrastra
January 7, 2023

¹ Rafa, su enorme falo y su madrastra.

Rafa tuvo que someterse a una operación de fimosis, viendo como su madrastra Amara, se ofreció a realizarle las curas de los puntos. Al realizar éstas se percata de las dimensiones del cipote de su hijastro, ofreciéndose a ayudarle a superar sus complejos con las mujeres debido al tamaño de su vástago.

Rafa tuvo que someterse a una operación de fimosis, viendo como su madrastra Amara, se ofreció a realizarle las curas de los puntos.

Rafa era un joven que acababa de cumplir los veinticuatro años, recién terminada su carrera de ingeniero informático, quien, tras pasar unos años en el extranjero, con ayuda del programa “erasmus”, regresaba contento por fin a su ciudad natal y a la casa de su padre Julián, con la satisfacción del deber cumplido como estudiante.

El joven había perdido a su madre cuando tenía los catorce años de edad, debido a una enfermedad terminal de aquella. El padre, aún era un hombre que todavía no había alcanzado los cincuenta años, cuando ocurrió el terrible desenlace. El ancestro del joven había quedado bastante afectado y con una gran depresión, por lo que, tardó en buscar una nueva mujer con la que vivir el tiempo que le restaba de vida. Tras marchar el joven a la universidad, y luego al extranjero, aquel se vio bastante solo y pronto Rafa supo que se había puesto a vivir con una nueva mujer. El, únicamente conocía de ésta, que se llamaba Amara y que por las referencias que le dio su padre, no sobrepasaba los treinta y dos años. 

Tras unos meses, el joven quedó impresionado ante la rapidez con la que su padre le comunicó que había decidido contraer matrimonio con la misma, fijando el domicilio familiar en la casa donde el joven había nacido. Pese haber sido invitado a la boda, al encontrarse en el extranjero y terminando un máster, se vio impedido para poder acudir.

Había visto algunas fotos enviadas por su padre mediante capturas de wasap, pero no la conocía en persona. Fue así, como a su llegada al aeropuerto de la capital, observó que su padre se hacía acompañar de una mujer, que por las fotos que había visualizado, entendió que se trataba de Amara, la nueva esposa de su padre. El joven quedó gratamente sorprendido de la belleza de la mujer, y alabó el buen gusto de su padre, comprobando que la mujer que estaba observando tenía un físico perfecto. No era muy alta, sobrepasando apenas 1,65 de altura, pero su figura era bastante definida, con muchas curvas, piernas bien torneadas, casi plana de barriga, y denotando unos pechos que se le antojaron bastante voluminosos y firmes. Por otro lado, la verla por detrás, constató que disponía de un buen trasero, que remataba con unas nalgas marcadas, y sin apenas varices. Pero, sobre todo, le maravillo su gran belleza, su sonrisa dulce, agradable y cariñosa, y sus ojos verde aguas. ¡La realidad era que jamás llegó a pensar que su padre hubiera contraído nuevas nupcias con una mujer tan bella como Amara!

Rafa, ya había tenido algunos encuentros con algunas chicas de su edad, pero sin llegar a consumar satisfactoriamente ninguna relación sexual. Desde pequeño se había caracterizado por su gran timidez, y ello se puso de manifiesto al relacionarse con la personas del otro sexo. Tampoco tenía tendencias homosexuales, ni nada por el estilo, destacándose desde su pubertad por ser un gran consumidor de porno en internet, masturbándose con relativa frecuencia. Sin embargo, arrastraba un problema que le tenía algo agobiado desde la adolescencia, ya que padecía de “fimosis”, y por ello, apenas podía descapullar, y le dolía bastante al intentar hacer el acto sexual. Pese a lo que ello le acarreaba, su extrema timidez, nunca le permitió revelárselo a su padre. Pensó que si su madre hubiera estado viva seguro que se lo habría contado.

Al ver aquella mañana a la mujer de su padre, no pudo evitar un escalofrío que recorrió su cuerpo, especialmente al contemplar la belleza y fabuloso cuerpo de aquella. ¡No llegaba a entender como su padre había conseguido aquella mujer! Mas tarde, en las primeras conversaciones en casa, pudo saber que su ancestro la había conocido a través de una hermana de aquella, que había emigrado desde una zona rural a la ciudad donde ahora vivían, y que, en una de las visitas de Amara a su hermana, conoció casualmente a Julián, fraguándose una relación que terminó en matrimonio.

Rafa llegó a conocer que la nueva mujer de su padre procedía de una zona rural del centro de Castilla. Imaginó que quizás, la posibilidad de salir de aquel entorno fue la que le llevó aceptar casarse con su padre. Según le comentó aquella, había estudiado unos cursos de ATS, aunque no llegó los llegó acabar, pero, sin embargo, había estado trabajando en un centro médico del pueblo como enfermera auxiliar.

Durante los primeros días de estancia en la casa, al joven le parecieron bastante difíciles, especialmente al tener que convivir con una mujer que no era su madre, y que ahora era la nueva esposa de su padre, y por lo tanto “su madrastra”. No obstante, el trato agradable de Amara, su especial dulzura, facilitó la relación y pronto hicieron buenas migas, llegando a mantener largos momentos de charlas hablando de los más diversos temas.

Al mes de su llegada, Rafa encontró trabajo rápidamente en una buena empresa, dada su condición de ingeniero informático, lo que le permitió acudir al trabajo de forma dispar, con la posibilidad de poder teletrabajar desde su casa. A tal fin, su padre le permitió que utilizara la parte baja, y lindante con el jardín trasero de la casa, donde había una especie de habitación que habilitó como despacho, el cual pronto el joven la ocupó de ordenadores y aparatos informáticos, totalmente extraños para Amara y para su propio padre. Ello le permitía al joven pasar bastante tiempo en casa, y permanecer más tiempo con Amara que, hasta su propio padre.

Al poco tiempo, el joven ante su problema de fimosis, que no le permitía mantener una relación sexual completa, decidió vencer sus miedos y acudió a visitar un urólogo. El citado profesional rápidamente le indicó que era necesario intervenir quirúrgicamente para poder dejar libre el glande. Le señaló que, si lo hubiera realizado en su etapa infantil la curación habría sido más rápida, pero que, aunque ahora era más molesta, pero que tampoco tenía muchas complicaciones. Únicamente tenía que llevar a cabo unas curas hasta que se le cayeran los puntos, para lo cual tendría que acudir a una enfermera, al efecto.

Para ello debió mantener unos días en casa y con baja médica. No sabía cómo decírselo a su padre y a Amara. Pese a ser su padre, su timidez le impedía contárselo al mismo. No obstante, su buena sintonía con su madrastra le llevó a contar el problema a la misma. Al conocerlo aquella le indicó: - ¿La verdad que no comprendo como has tardado tanto? En el centro médico del pueblo asistí a varios niños y jóvenes tras la intervención, yo misma le realicé la curas. Son sencillas. No te preocupes, “si quieres, yo misma puedo hacerte las curas en casa”. Así no tienes que estar acudiendo todos los días al centro médico.

Rafa se quedó algo preocupado, ya que no esperaba que aquella se ofreciera a realizarle las curas. ¡Que la mujer de su padre le viera sus atributos masculinos, era algo que le atormentaba! Era bastante tímido. Sin embargo, no hacerlo iba a suponer que aquella se molestara, por lo que se vio obligado aceptar.

Tras la operación quirúrgica, tuvo que quedarse en la casa. Amara conociendo la timidez del joven, tampoco le dijo nada a su marido. Como el joven podía estar en casa, en su despacho trabajando, nadie se iba a sorprender. El problema radicó cuando, al día siguiente de la intervención, Amara le indicó que debía hacerse las curas: -Hola Rafa. ¿Cómo te sientes? ¿Has tenido muchas molestias? Mejor será que te realicemos las curas. He adquirido todo lo necesario en la farmacia para ello.

-si claro. -se quedó nervioso y agitado el joven.

Pensaba en decirle que iría al centro médico, pero sabía que aquello podía ser interpretado de otra forma y podía molestar a su madrastra. Especialmente cuando aquella se había molestado y había adquirido todo lo necesario para realizar las curas en casa. No podía negarse.

Ella le dijo que se prepara, que iba a buscar los fármacos y regresaría a la habitación del joven. Al llegar, al comprobar que el joven aún estaba con el pantalón corto puesto, le dijo: ¿aún estas así?... luego le miro, dándose cuenta de que el joven era bastante tímido. Por ello, adoptó una situación más cariñosa y con autentico mimo, le dijo: Ya sé que te da pudor mostrar tus genitales. Pero Rafa, lo mismo lo vas a hacer ante una enfermera del centro, que ante mí. Anda quítate el pantalón y bájate el slip. Te prometo que nadie lo va a saber. Ni siquiera tu padre.

Bastante nervioso, el joven se desprendió de sus pantalones, y luego del slip, quedando con todo su aparato genital al descubierto, salvo con el vendaje que tenía rodeando el glande del pene. Cuando por fin de giró hacia su madrastra, notó la expresión de la cara de aquella, al observar sus genitales.

Y, ¿no era para menos? Amara, jamás pensó que su hijastro pudiera disponer de un aparato semejante al que tenía ante sus ojos. Se dio cuenta, ruborizándose, que el pene del joven era de unas dimensiones bastante considerables, y de un buen grosor. Ella había visto, durante sus días de enfermera, algunos penes juveniles y también de mayores, pero ¡nunca tan dimensionado como aquel!. ¡Y eso que estaba en reposo!, pensó. Sin embargo, sobreponiéndose a su primera impresión, comenzó a retirar el vendaje del glande, hasta que por fin lo dejó al descubierto, comprobando que los puntos estaban bien, y realizando las curas apropiadas. Para ello, tuvo que tomar en su mano varias veces el pene del hijastro, constando el grosor y longitud del mismo, que aún en reposo le parecía grande.

La cara de Rafa era un auténtico poema. En un momento dado, cuando ella le miró, le dijo: -los puntos están bien. Te voy a hacer las curas.

Tras limpiar la zona afectada y curarla, volvió a colocarle un ventaje. El joven estaba tan nervioso que apenas se le erectaba su pene. Cuando terminó, ella se marchó y todo continuó normal. Y, así ocurrió durante las tres curas siguientes. Llega la cuarta cura, Amara comprobó que algunos puntos ya se habían caído, pero todo seguía bien. Le comentó que mejor era que ya no se pusiera el vendaje, sino realizar las curas adecuadas a diario.

Ya en la noche, Rafa percibió como se le endurecía el pene pensando en todo lo ocurrido con la mujer de su padre. No podía pajearse, y llevaba días sin hacerlo, por lo que tenía sus testículos cargados, y esa circunstancia le estresaba. Cuando esa mañana Amara entró en su dormitorio para hacerle la cura, su cara enrojeció, quedándose un poco sorprendida la mujer, ya que no quería mostrarle sus genitales. Ella le pregunto: ¿te ocurre algo Rafa? ¿Se te han soltado los puntos?

-No no es eso. Es que… lo siento… fue lo único pudo salir de su boca del joven.

Amara sospecho algo, y le dijo: ¿anda déjame verte el pene?... ¿Necesito saber si todo va correcto?.

Cuando Rafa por fin retiró sus manos, apareció ante la mujer el pene del joven con una evidente semi-erección. Al ver como se había erectado aquella verga, le comentó: oh… vaya. Bueno…. Si quieres lo dejamos para después. Sin embargo, no retiró su mirada del pene del joven. Aquel se mostraba con una cierta erección… no obstante, decidió hacerle la cura diciendo: -vale, tranquilo. ¡Estas cosas pasan! Y tomando el pene del joven comenzó a realizarle la cura, comprobando que se habían caído todos los puntos. Al tocar el pene, comprobó que estaba con cierta dureza, y apreciaba mejor su grosor.

Amara se dio cuenta de que el joven llevaba tiempo sin masturbarse, y que los testículos debían estar llenos. Tras acabar, abandonó la habitación, diciéndole que la cura, a partir de ese momento, podía hacerse cada tres días.

Amara, no esperaba ver ni sentir nada parecido. Había tocado el pene de su hijastro esa mañana y había comprobado la dureza del mismo. Rafa sería hijo de Julián su esposo, pero, en cuanto a genitales, no se parecían en nada. El padre tenía unos genitales más o menos normales, pero los del hijo eran descomunales. Al momento, se dio cuenta que su braga se había mojado, viéndose obligada a cambiarla.

Tras los primeros años de matrimonio, las relaciones sexuales con su marido habían descendido escandalosamente. Antes, le hacia el amor hasta dos veces por semana, pero en aquellos momentos, esos encuentros amorosos se habían esparcido hasta el punto de que muchas veces pasaban hasta dos semanas sin un encuentro sexual. Para colmo, la mujer había notado que Julián había descendido en su potencia, hasta el punto de que, en la mayoría de las ocasiones, ella quedaba insatisfecha sin obtener el orgasmo, teniendo que fingirlo.

Por ello, al visualizar los genitales del hijo, y haber palpado la dureza de su pene, no pudo evitar su excitación. Era su hijastro, y no debía pensar en nada indecente, pero tampoco ella había previsto que aquel tuviera unos genitales tan grandes. Amara se había criado en una familia bastante conservadora y religiosa, y siempre le habían inculcado que esos pensamientos estaban considerados como un pecado grave. No obstante, sin poder remediarlo, comenzó a percibir que el solo pensamiento sobre las dimensiones del pene del hijastro notaba que sus fluidos calaban su braga.

A Rafa, le ocurría otro tanto. Era la mujer de su padre. Sin embargo, no podía dejar de pensar en aquella mujer, su hermoso cuerpo, y fantaseaba con poder tomarla y follarla a placer. Esos pensamientos le llevaron a poder realizarse una pequeña masturbación, ya que tenía miedo a lastimarse. Pronto comenzó a trabajar, por lo que la siguiente cura, se realizó bastante rápido, en la tarde, ya que temían que llegara el padre. Durante esa nueva sesión de cura, Amara observó que el pene del joven estaba casi curado. Entendió que ya no era necesario practicarle más curas. Pero, en su interior surgió la necesidad de poder continuar viendo el pene del joven, por lo que le expresó que era preciso volver a examinarlo, al menos una semana después con el fin de comprobar que todo continuaba bien.

Rafa viendo que su pene se mostraba curado, no tuvo problema en volver a masturbarse, aunque temía hacerlo de forma bastante compulsiva. Había leído en internet que algunas pacientes, se les había soltado los puntos tras una relación sexual con una operación reciente, y que ello conllevaba infecciones, etc. Eso reprimió los deseos masturbatorios del joven, descendiendo a la mínima expresión.

De esta forma, transcurrió una semana más, cuando una mañana, el joven se quedó a trabajar desde la casa. Llevaba varios días sin poder realizar teletrabajo, debido a que la empresa le requirió el trabajo presencial debido a la instalación de una programación nueva en el sistema informático por caída de la red.

Esa mañana se había levantado algo tarde, comprobando que Amara había salido, seguramente a comprar. El joven tras desayunar bajó y comenzó a trabajar en la planta baja, en su despacho. Tras el transcurso de unas dos horas, decidió subir a la planta alta para tomar un refresco, ya que hacía bastante calor. Al subir, se encontró con Amara que estaba en la cocina, y que según parecía había regresado de realizar la compra.

No obstante, el joven se quedó anonadado al comprobar la indumentaria que llevaba puesta la mujer de su padre. Aquella llevaba esa mañana, una falda bastante corta, y una camiseta sumamente ajustada y algo abierta por delante, percatándose que no se había puesto sostén. Amara pensaba que estaba sola en la casa, por lo que se había puesto aquella indumentaria, que a veces solía ponerse cuando estaba sola, ya que se sentía más cómoda. Por ello, al escuchar la voz del hijastro se quedó sorprendida y bastante nerviosa: Oh ¿eres tú? ¿No sabía que te habías quedado en casa? ¿Pensaba que estabas trabajando en la empresa? Le comentó ruborizada, al ver como el joven contemplaba la indumentaria que lleva puesta.

-No. Hoy por fin me he podido quedarme en casa. ¿Estás haciendo la comida?

-Si. No pensaba que hubiera nadie en casa, por eso me he puesto de esta lid. – le comentó intentando justificarse, sonrojada.

-No pasa nada Amara. ¡Estas en tu casa! Además, te favorece mucho.

La mujer le miro, y le preguntó agitada ante el comentario de su hijastro: -¿lo dices en serio?. ¿Si tu padre me ve con esta vestimenta pensará que soy una cualquiera?. ¡Solo me la pongo cuando estoy sola en casa!

Mas sorprendida se quedó cuando volvió a escuchar al joven manifestarle: -Pues, deberías usar ropa similar más a menudo. Eres muy joven aun para vestir tan tradicionalmente. Además, Amara tiene un buen cuerpo. Y ¡esa ropa te favorece bastante!

La mujer no se creía lo que estaba oyendo del hijo de su marido. Aquel joven tan tímido, no esperaba que le dijera esas cosas. Por ello, le contesto: -Vaya. No se… ¿si tú lo dices? ¿Oye…? .¿No le irás de decir a tu padre que me has visto en esta lid? ¿Ya sabes que es algo tradicional?.

-No te preocupes. Soy una tumba. Tú tienes más secretos míos que yo de los tuyos. Le dijo, haciendo referencia a que ella le había visto sus genitales.

Tras esto, ella le dijo: ¡espera que vaya a cambiarme!

El joven la detuvo diciéndole: ¡no lo hagas! ..de verdad Amara, me gusta verte así. De veras…” quédate con esa ropa”. Mi padre no vendrá hasta la tarde.

La mujer se sonrojó. No se esperaba esa reacción del hijastro, por ello añadió: ¡Ay, Rafa!, ¡que soy la mujer de tu padre! ¿No estes pensando en nada raro?

-claro que no Amara. Solo que me gusta ver que la mujer de mi padre es bonita, hermosa y viste de forma moderna.

Amara se volvió a sonrojar, excitada y alagada por aquella palabras del hijo de su marido. Tras pensarlo, sonriéndole, decidió hacerle caso y no cambiarse. El joven tomo un refresco y se sentó en la mesa. Ella, mientras conversaba seguía haciendo la comida, pero se dio cuenta de que el joven, seguía sentado a la mesa contemplándola de arriba abajo. ¡Un escalofrío recorrió todo su cuerpo! Al momento notó como los fluidos vaginales fluían y mojaban su braga. Menos mal que llevaba el salva-slip, ¿que si no?, hubieran chorreado por sus muslos. ¡no sabía que le estaba pasando!

En un momento dado, tuvo que agacharse para tomar un caldero que se hallaba en la parte baja. Se lo pensó antes de agacharse, pero luego le entró cierta morbosidad, decidió contonearse un poco realizando la maniobra bastante despacio. Se percató que, al agacharse, con aquella indumentaria, iba a dejar a la vista del joven, por la posición privilegiada de aquel, gran parte de sus muslos y con casi toda seguridad, sus bragas. Una vez agachada, se recreó buscando el caldero, con la finalidad de que el hijastro pudiera contemplar mejor sus muslos, y sus nalgas desnudas.

El joven, no perdió detalle. La visión de aquellos hermosos muslos, y especialmente del trasero desnudo de la mujer, ya que las nalgas quedaron completamente a la vista, viendo que la braga era una especie de tanga, hizo que emergiera de forma descontrolada su pene, formando un bulto más que ostensible en su pantalón.

Cuando la madrastra se levantó, se giró, y le dijo: Rafa… ¿no me estarías mirando el culo? ¿para eso querías que me quedara con esta falda?

-Yo. .. lo siento Amara. No he podido contenerme. Le contesto con cierto rubor el joven al sentirse sorprendido.

La mujer se seca las manos, y se dirigió hasta donde él se encontraba. Su mirada se centró claramente en el tremendo bulto del pantalón del joven. Eso la hizo enrojecer. No obstante, se sentó en la mesa a su lado y le dijo al joven: ¿por cierto Rafa ¿. ¿No me has contado nada sobre tus amores? ¿Ya tienes pareja? Se que eres muy comedido. Pero ¿me gustaría que fueras sincero conmigo?

-La verdad es que no. Le contesto el joven, con cierta timidez nuevamente. Es cierto que hay algunas trabajadores de la empresa, que me andan rondando. Pero … ¡todavía no me he decidido!

- ¿Y ello por qué? ¿No creo que ya tengas problemas para tener una buena relación sexual con ellas? ¡Tu problema se ha solucionado! - le comentó ella, haciendo alusión a su fimosis.

El joven se quedó algo nervioso, y luego le contesto dubitativo: ¿No se…?

-¿No me digas que aún tienes miedo de volver a fracasar?. ¡Tu problema de fimosis ya ha desaparecido! Y además… bueno- ahora fue ella que se quedó dudando, nerviosa, aflorando los colores a su rostro al darse cuenta de lo que iba a decirle. No obstante, se decidió y continuo: bueno me refiero a que “tienes unos genitales bastante grandes”. No creo que tengas problemas para tener una relación normal.

Viendo que el joven, se quedaba algo desconcertado, sin querer hablar, la mujer se acercó más al mismo, y colocando su mano sobre su muslo, en forma cariñosa, le preguntó: ¿Cuál es el problema? ¿no te gustan las mujeres? eres ….

-¡No, eso no. No soy gay!. ¡claro que me gustan las mujeres!, pero…

-tranquilo. Puedo ayudarte. ¿dime cual es el problema entonces?

El joven la mira, luego baja la cabeza y le comenta: ¡Verás Amara! ¡Ya he tenido otras experiencias y, tengo miedo de que las jóvenes se echen para atrás al ver mi pene! Se detiene, tomo aire, y añadió: ¿Ya ha visto mis genitales?¡ Hasta tu misma has dicho que te parece grande! Algunas se han asustado nada más ver mis genitales. ¿No creo que ninguna chica esté dispuesta a mantener una relación conmigo viendo mi pene?

Amara se excito ante aquella confesión. Era verdad que, hasta ella misma, tenía sus dudas, pero era evidente que aquel joven podía satisfacer plenamente a cualquier mujer. No obstante, se percató que el joven se sentía indeciso ante las experiencias vividas. Un sentimiento de compasión la abordó, y adoptó el papel de madre o amiga comprensiva, diciéndole de forma cariñosa: No se Rafa. Yo solo he tenido relaciones sexuales con tu padre. Es cierto que tienes un pene mayor que lo que he visto. Pero ¿seguro que el tamaño de tu pene no debe ser problema para mantener una buena relación con una joven?

El joven, se puso nervioso, con cara de abatido, y, casi sin decirle nada, bastante agitado, se levantó y marchó a su despacho, sin contestar a la mujer. Amara quedó pensando en todo ello. Comprendía el nerviosismo del joven ante sus malas experiencias. Por aquellas palabras, “se dio cuenta de que su hijastro nunca había tenido una relación plena con una mujer”. Es más, estaba segura de que nunca había existido penetración, por lo que pudo deducir de la palabras del joven. Pensó en ese momento, en los genitales de su marido, y en la circunstancia de que no la no la dejaba satisfecha. Excitándose, se dijo en voz baja: ¿seguro que con un pene como el de Rafa?… quizás… ¿Pero que qué estoy pensando? ¡joder que es mi hijastro!

Ese día transcurrió sin nada más digno de trascendencia, ya que pronto regresó Julián. 

Amara había quedado en volver a revisar los genitales del joven, pero dada la excitación de aquel día, no se atrevió a solicitárselo. Pero, además, las circunstancias impidieron que lo pudiera hacer en los días siguientes, transcurriendo otra semana más.

Una noche, la mujer se acostó notándose bastante caliente, e intentó persuadir a su esposo para que le hiciera el amor. Sin embargo, pese a intentarlo, todo se quedó en el intento, ya que Julián parecía estar en horas bajas, y apenas pudo mantener un breve espacio de tiempo su erección. La mujer se quedó contrariada, nerviosa y casi sin dormir en toda la noche. Instintivamente, pese a tener a su marido al lado, llevó sus manos a su entrepierna y se tocó pensando en el hijastro, aunque no alcanzó el orgasmo. Ya de madrugada, su marido, le manifestó que no la esperara almorzar ni a cenar, y que llegaría tarde. Según le informó, tenía una reunión del comité de empresa de su trabajo, y posiblemente luego irían a cenar.

Esa circunstancia contrarió más a la mujer, que esperaba volver a intentarlo en la noche siguiente. Ya en la mañana, tras prepararle el desayuno a su marido y ver como marchaba el mismo, se dirigió a su habitación echándose sobre la cama. Se tocó los pechos, notando que estaba endurecidos. Luego, instintivamente metió su mano entre sus piernas. ¡Estaba caliente! ¡Necesitó un polvo! -se dijo.

En ese preciso momento sintió que alguien entraba en la casa. Ella aún llevaba puesta solo la bata de levantar, y debajo una tentación (compuesta de un camisón semitransparente y sin sostén), que se había puesto la noche anterior para persuadir a su marido. Pensando que era Julián, que quizás se había olvidado de algo, salió sin cambiarse, viendo con sorpresa que la persona que había llegado no era su marido, sino su hijastro: Ah. ¿Eras tu? ¿Pensé que era tu padre que se había olvidado de algo? ¿no fuiste a trabajar?

-sí, pero, tras solucionar unos problemas, he decidió volver y trabajar desde casa. Llevó varios días de bastante trabajo en la empresa y de casi agotamiento, y necesitaba descansar y hacer teletrabajo tranquilamente desde casa. Le comentó el joven.

La mujer le contesto: sí. Ya lo he notado. He visto que has estado bastante estresado estos días. ¡Apenas nos saludabas! Se veía que estaba tan metido en tu trabajo que parecía que estabas solo en casa -

-Vaya lo siento. Es que surgieron unos problemas graves de caída del sistema informático de la empresa y me ha llevado bastante tiempo arreglarlo. Pero, parece que todo ahora está solucionado. Le contesto el joven intentando justificar su proceder.

-¡Ya!. Pero “se te nota cara de cansancio”. Necesitas descansar un poco y rebajar ese estrés. Le sugirió aquella.

Mientras le hablaba al joven, no se había percatado que su bata se había abierto un poco, dejando a la vista una parte de sus pechos, que, al no llevar sostén, evidentemente afloraron por la abertura de la prenda, captando la mirada del joven. La mujer observó aquella mirada hacia su pecho, percibiendo el nerviosismo de aquel, quien, dejándola con la palabra en la boca, se retiró bajando muy deprisa hacia su despacho.

Amara se sorprendió por la reacción del joven. Instintivamente miró su bata, y al verla abierta, se dio cuenta de la circunstancia que había puesto tan nervioso al hijastro. Nerviosa, volvió a su dormitorio. La agitación del joven al ver sus senos, la había excitado aún más, incrementando su calentura. Ello, le llevó a pensar morbosamente, en la necesidad de volver a contemplar los genitales del joven. Se quedó un rato en la cama pensando. Pero, tras meditarlo, decidió bajar y decirle al joven que quería volver a examinar su pene, con la finalidad de verificar si todo iba correctamente tras la operación. ¡Era consciente de que ello no era necesario, pero necesitaba buscar una justificación para volver a contemplar los genitales del hijastro!.

Pensó en cambiarse, y sabiendo que su marido no llegaría hasta la noche, decidió colocarse la misma falda bastante corta, con la que el joven la había visto la otra vez en la cocina; a la que añadió una blusa bastante descotada. Tomo el botiquín y bajó al despacho donde se encontraba el hijastro. Al llegar, aquel se quedó sorprendido por la vestimenta que portaba su madrastra, viendo como irremisiblemente su pene se volvió a erectar.

Nervioso le comentó: - Hola Amara. ¿Qué haces con ese botiquín?

La mujer lo miro. Pero esta vez, su mirada no era la de otras veces. Había bastante morbosidad declarada en su rostro, de lo que se percató el joven. Y, mayor sorpresa se llevó, cuando aquella le dijo: ¡creo que tenía que haber revisado tu genitales desde hace tiempo! ¡Ha pasado un cierto tiempo desde la operación y es mejor comprobar que todo está correcto! ¿has ido al urólogo de nuevo?

-¡No aún…! Tenía que haber ido, pero con el trabajo de la empresa… contesto el joven.

-Ya. “Pues no está de más, que como enfermera te examine yo”. Hay que ver si ha quedado bien curada la herida, no sea que tengas alguna infección y luego sea peor,

- No creo que sea necesario. - le contesto el joven, agitándose, ante la pretensión de su madrastra de volver a revisar sus genitales. Sabía perfectamente que tenía una erección importante entre sus pantalones, y en modo alguno iba dejar que aquella pudiera presenciar su estado.

- ¿Cómo qué no? exclamó la mujer ¿acaso eres médico o enfermero? ¡No quiero que puedas tener alguna infección, y luego sea peor! ¡Anda, no seas tan quejica y bájate los pantalones! le contesto aquella con energía y de forma casi autoritaria.

El joven se quedó dudando, pero ante la firmeza con la que la mujer de su padre le hablaba, se quedó indeciso. Le constaba que, aquella se iba a sorprender cuando comprobara su erección. Y, lógicamente deduciría que ella, era le motivo de que su pene se endureciera de aquella forma. Sin embargo, bastó la mirada expectante de la mujer, para que, con bastante nerviosismo, comenzara a bajarse los pantalones, mostrando ante la mujer su slip, con un abultamiento considerable.

Amara se dio cuenta de esta circunstancia, y los colores afloraron a su cara. No se esperaba una erección tan considerable en el joven. Ello aumentó su morbosidad, y ansió contemplar el pene del joven en todo su esplendor. Al ver la indecisión del joven, abrió el botiquín diciéndole de forma autoritaria: ¡anda no sean tan tímido! Termina de bajarte el slip.

El joven, bastante nervioso, y temiendo que aquella le reprochara que se mostrara de aquella forma, al final decidió bajarse el slip, con lo cual, emergió su pene, el cual salió disparado hacia delante, con una erección importante. Cuando Amara contempló el instrumento del joven, se quedó boquiabierta, casi sin habla, terminando por exclamar: oooh… , ¡Pero ….Rafa!….¡Chico como estas!

Amara se percató al instante que, el pene que ahora tenía delante, nada tenía que ver con el que había contemplado en estado de reposo. Era evidente que el joven se había recuperado, y ahora su pene podía adquirir una completa erección. Pero, se percató, además, que, con la erección, el pene del hijastro no solo había aumentado de tamaño, sino también de grosor, detectando que las venas externas le concedían una visión más poderosa. Por otro lado, al haberse practicado la fimosis, el glande apareció casi de inmediato, quedando el pene descapullado en gran parte.

Un tremendo escalofrío recorrió toda la columna vertebral de la mujer ante la visión de aquel tremendo cipote. Tras sobreponerse, tomó la verga del joven en su mano, comprobando con toda nitidez la enorme dureza del mismo, sobrecogiéndose. Cuando su mano rodeo el nabo, para terminar de descapullar el pene, con la justificación de contemplar las cicatrices de la fimosis, detectando las intensas palpitaciones de aquel pedazo de carne. ¡Vaya Rafa! ¿Parece que estás curado del todo? El cirujano hizo un buen trabajo. Apenas se detectan las cicatrices.

Luego, excitada, miró hacia la cara del joven y morbosamente le pregunto: Pero Rafa. ¿Por qué te has puesto así? ¿me puedes decir poque estas empalmado? ¿aun no te masturbas? Y, sin esperar respuesta, por primera vez echo mano a los testículos del joven, comprobando que éstos eran bien proporcionados, y que estaban en consonancia con el pene. Tras palparlos, detectó que aquel joven llevaba una buena carga de semen dentro. Eso le produjo un escalofrió.

La mujer, bastante excitada con la visión del tacto de sus manos sobre los genitales del hijastro volvió a preguntarle: ¡Los tienes bien cargados! ¿Cuánto hace que no te masturbas?

El joven se sorprendió con aquella pregunta. Sonrojado, pero igualmente excitado, ante aquellas preguntas, y especialmente viendo el tratamiento táctil que la mujer de su padre estaba dado a sus genitales, terminó por contestarle: bueno… ¿aún tengo un poco de reparo? ¿crees que ya puedo hacerlo sin que afecte a la herida?

La mujer le miró y le dijo: ¡pues claro! …¡se nota que estas perfectamente curado! No solo puedes masturbarte, sino que ya pueden mantener relaciones sexuales. ¿no creo que ahora tengas problema?

Rafa la miro, y agachó de nuevo su cabeza exclamando: Respecto a tener relaciones… no se…¿no creo que me atreva?.

-¿Y porque no?. ¿No me digas que aún tienes miedo? Le preguntó la mujer sorprendida.

El joven se colocó el slip y los pantalones sin contestarle. Luego se quedó como abatido, sentando y volviendo al ordenador. Amara, en el fondo, le dio pena, y un sentimiento de compasión hacia el hijo de su marido, la llevó a colocándose detrás del mismo, colocando las manos sobre los hombros del joven, diciéndole con cierta dulzura: -Venga. No te pongas así. ¡Seguro que pronto vencerás ese miedo y dejarás más que satisfecha a las jóvenes!

El joven no le contestó, bajando de nuevo la cabeza. La mujer decidió retirarse.

Ya en su dormitorio, comenzó a pensar en todo lo ocurrido. Había visto la pieza del joven, casi a pleno rendimiento, y notaba que su vagina se mojaba sin poder evitarlo. Era verdad que ella también tenía cierto recelo ante las dimensiones de aquella verga, pero sabía que una vez lubricada, aquel falo daría mucho placer a una mujer. Solo pensarlo, la hizo tocarse instintivamente su vagina. Amara estaba bien necesitada. Luego se dijo: ¿en qué estoy pensando? Es el hijo de mi marido. Me estoy volviendo una degenerada.

Ese día nada más ocurrió. Fueron pasando las semanas, y a los tres meses aproximadamente, Amara observó como el joven volvía de una fiesta, pero le extraño, al contemplar la cara de circunstancias del mismo. Ella aún estaba viendo la tv en la sala, y lo hacía con una bata de dormir. Tras saludarla, el joven se fue rápidamente hacia su habitación. Julián su marido ya dormía, comprobando que lo hacía profundamente. Algo preocupada por las expresiones de la cara del joven, la llevó a acercarse a la habitación del joven. Tras tocar, aquel le dijo que pasara. Una vez dentro, observo que el joven se encontraba dentro de la cama, como abatido. Ella se acercó hasta la cama, se sentó al borde de la misma, y le pregunto: ¿Qué te ocurre Rafa? ¿Qué ha pasado en la fiesta? ¿has tenido algún altercado con alguna persona?

El joven apenas le miró, contestándole: No es nada de eso… , pero no quiero hablar de ello.

La mujer intuyó que había tenido algún problema con alguna joven. Por ello le insistió: ¿has estado con alguna joven?

Rafa, no quiso responderle, pero la mujer se dio claramente cuenta que había puesto el dedo en la llaga. Por ello, le puso la mano arriba, y le preguntó casi cariñosamente: ¿anda dime que te ha ocurrido? ¿No has podido hacerlo?

El joven no le contestó tampoco, pero por la expresión de su cara, detectó que había vuelto acertar. Era evidente que el joven estaba frustrado. Tras la fimosis, pensaba que todos los problemas para poder conseguir una plena erección y una penetración estaban solucionados. Ahora se daba cuenta de que existía una problema de autoestima del joven, y eso le hacía fracasar.

-Vamos tranquilo. ¡Ya hablaremos mañana! Intenta descansar- le dijo ello, viendo que el joven estaba tan abatido que apenas podía hablar con el mismo.

A partir de ese momento, Amara se dio cuenta de que el joven, comenzó a quedarse en casa por las tardes y noches, se encerraba en su habitación o en el despacho y apenas salía con amigos. Era evidente que el joven estaba sufriendo un trauma importante. No solo le estaba preocupando, sino que le entristecía ver al joven de aquella forma.

Su marido le había indicado que también había detectado el abatimiento del joven, pero que aquel se negaba hablar del problema con él. Amara tampoco quiso manifestar a su esposo cual era el problema del joven. Sin embargo, tras varios días comentándolo, observó como Julián le indicó una noche: Amara. ¡quería pedirte un favor! He visto que Rafa te tiene bastante aprecio. Conmigo no es capaz de sincerarse, y me tiene preocupado. Es mi hijo, pero no sé cómo ayudarle. ¿Puedes intentar averiguar cuál es su problema? ¿quizás tu puedas ayudarle? “las mujeres tenéis más tacto para esto que los hombres”.

Amara se quedó agitada al escuchar a su esposo. Su propio marido le estaba pidiendo que hablara con el hijo de aquel, y que le ayudara. Ella sabía perfectamente cual era al problema, pero ¿Cómo podría ayudarle?

-No te preocupes. Hablaré con Rafa. Intentaré ver cuál es su problema. Aunque, ya sabes que es un joven bastante tímido e introvertido. Pero, ¡lo intentaré! Terminó por contestarle.

-Te lo agradeceré. …¿No sé?… ese joven siempre me ha preocupado. Tras la muerte de su madre, he intentado hacerlo lo mejor posible, pero una madre es una madre. Por otro lado, nunca pensé que te cogiera tanto aprecio. He comprobado que Rafa congenia mejor contigo que con su propio padre. Volvió a decirle con cierta nostalgia su marido.

-Tranquilo. Hablaré con él. Hare lo que este en mi mando para ayudarle. No te comas el coco. Intentaré ayudarle- le contestó aquella.

Al día siguiente Amara estuvo pensando en cómo ayudar el joven. Ir a un psicólogo no lo aceptaría. El problema, era vencer el miedo del joven a fracasar nuevamente al intentar penetrar a una mujer. ¿Cómo ayudarle a superar ese problema? Evidentemente, su única opción viable era hacerle ver que era capaz de mantener una relación plena con una mujer.

En ese momento pensó: ¿Y si ella lo ayudaba? ¡estaba loca!... ¡era su hijastro! además, según sus concepciones religiosas y morales, eso se consideraría “incesto” y una grave pecado.

Pero, cuanto más lo pensaba, más claro tenía que su única opción era, “seducir el joven para que terminara haciendo el amor con ella, y que superara sus miedos”. Por otro lado, pese a que su esposo era una buena persona, ella cada vez se notaba más frustrada, ya que pocas veces lograba el orgasmo con su marido. No eran pocas las ocasiones que ella fingía alcanzarlo, solo para que aquel no se sintiera frustrado. Para colmo, unos problemas de próstata en una visita al urólogo dejaron bastante preocupado a Julián.

Sin embargo, le costaba decidirse. Una mañana, observó que el joven no marchó a trabajar. Es más, no se había levantado. Tras tocarle en la puerta, entró en el dormitorio. Tras preguntarle, si estaba enfermo, aquel le comentó que no, pero que no le apetecía trabajar.

Ella le comentó: ¿pero Rafa? ¿vas a perder el trabajo?

El joven le indicó que había acudido al médico de la empresa, y que aquel le había recomendado que se tomara unos días de baja, y por ello había cogido la baja médica por depresión.

La mujer, se entristeció, y le preparó el desayuno llevándoselo a su habitación, y espero hasta que se comiera el mismo. Luego, mientras fregaba la loza en la cocina, se dijo: ¡este chico esta grave! ¡Voy a tener que hacer algo!

Por la noche, al llegar su esposo, aquel se puso bastante nervioso, incluso lloró, al contemplar el estado de su hijo. En la noche, le comentó a Amara, con bastante preocupación: Para colmo, tengo que ir por motivos de mi trabajo unos días a la capital, por unos cursos que van a impartir. Y me han dicho que serán unos cuantos días. Pero, ante el estado de mi hijo… no se… ¡Voy a tener que decirle a la empresa que no iré! ¿No puede dejar a mi hijo así?

Amara, le dijo: Julián. ¡Tranquilizante! Yo me quedó con él. Sabes, que, aunque decidas quedarte nada vas a hacerle. ¡Ve tranquilo! Yo me ocuparé y cuidaré de Rafa.

Durante la noche, Amara estuvo pensando, en el problema del joven. Su marido iba a estar fuera durante unos días, y se iba a quedar a solas con Rafa. ¡Esa noche tomó la decisión de ayudar al muchacho! Sabía que lo que pretendía nadie lo iba a entender, y que seguramente era un pecado grave, ¡pero necesitaba ayudar al joven!

continuara
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