Encaprichada con mi padre 1/1.
Todo empezó cuando se acercaban las vacaciones de verano, ellas, muy groseras, nos coqueteaban a todos los estudiantes ya hartos de las clases. Yo estaba feliz porque me había ido muy bien al adaptarme a un nuevo entorno con enorme facilidad, a pesar de la incertidumbre por no saber mis calificaciones finales, me sentía confiada, y los nervios, muy al contrario de lo que dirían otras personas más sensatas, me provocaban cierto placer. Soy rara, lo sé.
A lo largo de la preparatoria, hice tres amigas sobresalientes, y nos volvimos prácticamente inseparables. Las cuatro, éramos las que hacíamos absolutamente todo juntas, ya sabes… «Las mejores amigas». Sobre todo, yo con Fernanda, y Perla con Erika. Por tanto, no era extraño que de manera frecuente, hiciéramos las tareas en equipo juntas, aunque en durante la marcha termináramos haciendo otras cosas que nada tenían que ver con la escuela.
Resulta ser que, cuando terminó el cuarto periodo escolar, los padres de Perla pretendían organizar un viaje para acampar en una playa que está más o menos a cien kilómetros de la ciudad donde vivíamos, así que Perla nos invitó a Fernanda, Erika y a mí, a ese inspirador y necesario viaje de playa que sentíamos que tanta falta nos hacía. En el momento en que Perla nos dijo la noticia el penúltimo día de clases, todas nos pusimos muy emocionadas, aunque minutos después, todas estábamos pensando en formas de pedir el permiso a nuestros padres para que nos dejaran ir.
Mi padre era muy estricto conmigo, respecto a quedarme en casas de otras amigas, y básicamente cualquier cosa que me diera un poco de libertad, la verdad es que era bastante sobreprotector, una razón para que él fuera así, supongo, se debe a que era su única hija, y la otra mitad de su familia cercana. Igualmente para mí, irremediablemente, mi padre era mi otra mitad, el sentido de mi vida, pues mi madre falleció en un accidente de automóvil cuando yo tenía tan solo dos años de edad, de manera que nunca la conocí, más que en las fotografías que mi papá había guardado. Evidentemente, a falta de una madre, mi papi tuvo que hacerse cargo totalmente de mí, y tomar el rol de madre. Desde pequeña, recuerdo que él, siempre ha estado conmigo, aunque a veces me dejaba al cuidado de tías o familiares. La verdad es que hasta ahora, soy consciente de que, los motivos detrás de dejarme al cuidado de mis tías, era porque tenía citas con zorras que nunca conocí. Mi padre es un hombre de rostro triste y sereno, no es nada feo, un mujer puede encontrar en ese rostro a una persona de bellos sentimientos. Supongo que por eso que tiene novia cada que cambia la estación del año, no obstante, es interesante ver que por alguna razón oculta, terminan sus relaciones al pasar el tiempo. Pero con Alexa la novia más actual, lleva un récord de dos años...
Cuando se daba la insólita situación de que me quedaba a dormir en casa de alguna amiga, mi papá tenía que llamar a los padres de dicha amiga e investigar todos los pormenores de la situación. Luego, él mismo me dejaba en casa de mi amiga y hablaba con los padres de ella para asegurarse de que estuviera lo suficientemente vigilada.Ante estas actitudes de mi padre, me era muy difícil que me dejara ir a citas con algún chico, o a fiestas con mis amigas, no sería una sorpresa que me fuera tremendamente difícil que me dejara ir a la playa en esta ocasión. Pero yo tenía en mi posesión, el conocimiento de algunos trucos para conseguir permisos en ocasiones especiales. No eran recursos que pudiera utilizar todos los días, pero en momentos clave funcionaban a la perfección.
Esa misma noche, decidí dar el golpe utilizando el recurso más poderoso de todos, debía de actuar rápido, en el momento en que lo viera de buen humor, cuando no existieran problemas personales, o que yo no hubiera cometido algún error. Ese era el momento perfecto.
Fui hacía mi padre, él miraba su noticiero favorito mientras se tomaba una cerveza helada. Al mirar que se la terminaba, le llevé otra. Él me agradeció y se sumió en un silencio prestándole atención a la guapa presentadora de las noticias. Me senté a su lado, esperé a que dieran comerciales. El noticiero era muy aburrido, por lo que decidí dar un paso pequeño: puse mi cabeza en su hombro usándolo de almohada y lo abracé. Mi padre me ignoraba por completo, a él, le interesaba más el acontecer del mundo que los empalagosos cariños de su hija.
Llegaron los comerciales, y mi padre soltó un eructo. Me pareció asqueroso, pero no le di importancia, él siempre hacía esa clase de cosas. Y fue justo después del eructo que solté la bala de amor. Apreté mi abrazo y le dije: «Papito te quiero mucho». «Yo también te quiero hermosa», respondió él con una sonrisa sincera. Y entonces inoculé el veneno.
Puse cara de niña buena, de ángel incorruptible, de mujer de ensueño, voz chiqueada, de la hija más ejemplar del universo. Y abrazándolo mucho y conjuntando todos esos encantos mencionados, le dije:
—Pa, ¿será que puedo ir a con una amiga?
—¿A dónde? —preguntó mi padre dando un trago al bote de cerveza.
—¿Cuándo? —investigó mi padre.
—Bueno, todavía falta, ya veremos si te portas bien, si te va bien en la escuela, si obedeces… Quizás.
—Ay, papito. Por favor, déjame ir. Nunca me dejas ir a ningún lado —rogué con cierta tristeza fingida.
—Ya veremos Alisa —zanjó mi padre.
—Está bien, lo tomaré como que me estás dejando ir pero luego puedes arrepentirte —dije dándole muchos besos en la cara.
—Sí mi niña, solo portate bien, y lo consideraré. Si veo que todo está en orden quizás te deje ir. Pero tienes que entender que tengo que confirmar que las cosas sean seguras, no pues ir nada más así a cualquier lugar. Te puede pasar algo y es lo último que quiero. ¿Me entiendes? —explicó mi padre.
—Sí papito. Me voy a portar bien. Y te aseguro que encontrarás todo muy seguro, hasta los padres de Perla van a ir al viaje —solté.
—¿Viaje? ¿Pues que tan lejos está la condenada playa? Creí que querían acampar en un lugar cercano. Esto no me está gustando, pero… Dices que los padres de tu amiga estarán allí, tendré que hablar con ellos del asunto.
—Sí, es que la playa queda un poco lejos. Y pues sí, yo sé que tienes que hablar con ellos, y también sé que encontrarás todo muy seguro —dije dándole un beso en la mejilla.
Luego me puse a brincar de la felicidad, diciéndole que era el mejor papá del mundo para comprometerlo con mi felicidad, de esa manera si no me dejaba a ir, él sabría que me estaba quebrando la felicidad a consciencia y se sentiría culpable.
Le di el contacto de los padres de Perla y de mis otras amigas, para que me diera el permiso lo antes posible. Mi padre, sí que se portaba pesado a veces, me trataba como a una niña chiquita delante de las personas, y la verdad me molestaba muchísimo cuando hacía eso, ya que me ponía en vergüenza para con mis amigas, y toda la gente en general.
Mi amigas, mantenían la costumbre de mentir a sus padres diciéndoles que se quedarían a dormir en la casa de alguna de las otras para irse de fiesta, o hacer otras cosas diferentes, a veces, cuando hacían eso, yo no iba porque mi padre era demasiado agudo y a cualquier signo de mentira o de que simplemente no le agradara la idea, me negaba la salida tajantemente. Lo que más que podía hacer respecto a salirme con la mía, era cuando le decía que era importantísimo quedarme en la escuela para hacer tarea en la biblioteca, o alguna cosa así, entonces podía quedarme algunas horas en casa de alguna amiga, o ir a tomar alcohol en la playa de la ciudad. Pero mentir perpetuamente no era lo mío. Y me estaba hartando, de hecho, mi padre no me dejaba ni siquiera tener novio, ni llegar muy tarde a la casa cuando le pedía permiso de antemano para hacer tareas de verdad en casa de alguna de las chicas. Quién sabe hasta cuándo ese hombre se iba a dar cuenta de que ya no era una niña pequeña.
Esa noche, tras hablar con los padres de Perla, mi padre actuó como una persona demasiado pensativa, yo atribuí el hecho a que comenzaba a darse cuenta, aunque fuera un solo un poco, de que yo estaba creciendo, puede ser, que se debiera a que los padres de mis amigas eran un poco más relajados al respecto y le contagiaran parte de esa conducta mucho más civilizada. Mi padre al hablar con ellos, evidentemente se tranquilizó lo necesario como para dejar de lado su patológico miedo a que me pasara algo en su ausencia, pues me dio su permiso de manera oficial. Se miraba que le pesaba, no sé que le habrán dicho los padres de Perla, sobre todo para ponerlo en un estado en el que me diera su consentimiento de ir a un lugar a muchos kilómetros de donde vivíamos. Ahora que lo pienso, esa sería la primera vez que en teoría, estaría realmente lejos de mi padre.
La sonrisa no se me quitaba de los labios, abracé a mi padre, abracé a un oso de peluche gigante que aguardo en mi habitación pues no había nadie más en la casa a quien abrazar, y luego llamé a cada una de mis amigas para darles la noticia. Dormí esa noche muy feliz, ahora estaba segura de que no me convertiría en una marginada social, de que no me perdería de una gran experiencia, de esas que ocurren una sola vez, de algo que sentía que necesitaba vivir de algún modo u otro, algo para lo que, si lo realizaba a los veinte o treinta, no tendría tanto sentido ni tanta emoción. El significado de la experiencia solo se contenía en este periodo de la vida, y era un componente que pensaba formaría parte del resto de mi vida.
Por su puesto, el permiso que mi padre de mala gana me había otorgado, contenía letras pequeñas, pequeñas, insidiosas y muy molestas. En el momento del viaje, no todo transcurriría en tonalidades de rosa, ni mucho menos, mi padre pues, me hizo prometer que contestaría el teléfono siempre que él me marcara, ya fuera la mañana, la tarde o la madrugada. Hizo hincapié en que me hablaría prácticamente cada tres horas para comprobar que yo estuviera bien. En otras palabras, iba a arruinarme la poca libertad que tendría desde hace mucho tiempo. Aun así, yo estaba feliz, después de todo, ya encontraría la manera de librarme de tanta llamada: le diría que el teléfono se me descargó, o que olvidé el cargador, y que los cargadores de mis amigas no pueden ser compatibles con mi teléfono, o no le contestaría hasta que regresara a casa, entonces le diría que el teléfono se me cayó al mar, con esa estrategia, conseguiría un teléfono nuevo de paso.
Ya en mis sueños, estaba planeando la ropa que llevaría, las maletas que usaría, los calzados adecuados, conseguir un envase de mi tipo de protector solar, trajes de baño... Etcétera.