Madrastra
March 18, 2023

Una noche con mi madrastra

Frank vuelve una noche a su casa y encuentra a su madrastra esperando por su padre para celebrar su aniversario de casados, sin embargo, una llamada anunciará que el hombre estará ausente unas horas, lo que desencadenará una noche de juegos prohibidos y secretos entre la mujer y su hijastro.

Una noche fría y lluviosa, de fuerte tormenta eléctrica, volvía Frank a su casa de la de su novia. Siempre iba muy atento al camino, pues no quería estrellar su regalo de cumpleaños: una Chevrolet usada que cuidaba más que a su vida. Llevaba poco tiempo manejando y todavía no podía considerarse alguien experimentado en la materia. Además, esa noche era especialmente difícil mantener la atención en el camino, no solo por las grandes gotas de lluvia y los relámpagos enceguecedores, sino también porque regresaba a su casa decepcionado y pensativo por no haber podido al fin tener sexo con su novia.

Frank y Carla llevaban ya algunos meses saliendo y lo máximo que había logrado era poner su mano sobre sus pechos, eso sí, por encima de la ropa, una vez mientras se besaban. Ella era de familia cristiana muy apegada a los valores de antaño, entonces siempre que el chico intentaba avanzar un paso, ella lo frenaba. ‘’Así sé que ella vale la pena’’, se repetía todo el tiempo; ‘’una mujer así es digna de matrimonio’’, recitaba en su cabeza mientras conducía a casa con la verga a reventar después de una tarde de besos y deseos sexuales frustrados por la voluntad de su novia.

Sin embargo, los consuelos funcionaban poco o nada para Frank, ya que el chico lo que de verdad añoraba era darle rienda suelta a todas sus fantasías, calmar los deseos que le atormentaban casi a diario, su apetito de carne: todo ello menos casarse.

Se acostumbró a quedar un rato en el parqueadero mirando porno en su celular y haciéndose la paja para no entrar a su casa con una erección en la entrepierna cada vez que volvía de la casa de Carla, pero había dejado esa costumbre desde el día en que casi lo descubre su padre, Antonio. Entonces al llegar a casa esa noche, como todos los días, dejó el auto aparcado junto al espacio vacío donde se supone que debía estar la camioneta de su padre, salió del auto, luego del parqueadero y subió por las escaleras a la sala.

En la sala se encontró con un escenario anormal: estaba todo lleno de velas que iluminaban la penumbra que reinaba en gran parte del lugar, sobre una mesita había una caja de regalo que apenas se notaba, una botella de champán y dos copas adornadas con azúcar en el borde. Frank cruzó el pasillo pisando algunos pétalos de rosa regados por el suelo y avanzó hasta el centro de la sala con afán de averiguar lo que sucedía.

Allí encontró a Kathe, su madrastra.

UNA NOCHE CON MI MADRASTRA

Por: La tía Tati

I

Kathe cumplía ya una década viviendo con su padre, es decir, llevaba diez años en el rol de madre adoptiva. Había llegado cuando Frank apenas era un niño y aunque su relación nunca fue tan estrecha, sí existía gran respeto de parte de ambos. Ella se había esforzado por ser una madre para él, pero por más que Frank lo intentaba, le era imposible aceptarlo.

Para empezar, Kathe era más joven que su padre, aunque no demasiado. Le llevaba casi treinta años a Frank y por eso él la veía como una figura de autoridad desde muy pequeño, cuando se preguntaba por qué Antonio, su padre, había cambiado a su madre por esa mujer.

Después llegó a la pubertad y tuvo una idea más completa del caso.

Kathe era una mujer alegre, activa, cariñosa y complaciente con su padre, además que sobresalía de ella una sensualidad innata. Apenas tuvo edad para notarlo, Frank supo que su madrastra tenía caderas llamativas, piernas tersas y gruesas que hacían juego con sus grandes nalgas. A él le gustaba verla caminar de atrás, era todo un espectáculo el rebotar de esas nalgas para el jovencito precoz.

También le gustaba verla sentada, así podía espiar entre su escote e imaginar la forma real del par de volcanes que se alzaban por su cuerpo. Ese par de tetas que tantas veces intentó espiar sin éxito, le volvían loco.

En su época más enfermiza llegó a masturbarse 5 veces al día, la mayoría pensando en el objeto del deseo más cercano que tenía: su madrastra. La miraba de todos los ángulos, se aprovechaba cuando usaba ropa corta para alcanzar a ver más piel... estaba loco por esa mujer.

Algunas noches salía de su cuarto y se paraba frente al de sus padres solo para espiarlos. Un par de veces pegó el oído y pudo escuchar entre otros ruidos los gemidos de su madrastra. Se la imaginaba encima suyo, sintiendo sus nalgas sobre su pene, apretando con sus manos los senos desnudos, besando sus pezones... imaginó eso una vez frente a la puerta del cuarto de sus padres y no tuvo más remedio que masturbarse escuchando lo bien que gemía su madrastra, pero con tan mala suerte que, sin poder anticiparlo, lanzó un gran chorro de semen que quedó todo pegado en la puerta y tuvo que correr a limpiarlo para no ser descubierto.

Con los años fue parando su obsesión, más aún porque empezó a conocer otras chicas que suplantaron ese deseo prohibido que había desarrollado, sin embargo, en el momento que ya se creía del todo desapegado de la afición clandestina a su madrastra, la vida le presentó otra situación en la que pudo revivir sus viejos deseos, esta vez de forma más efectiva.

Kathe y su padre habían decidido tener un bebé, lo que significó para el chico algunos meses acompañando a su madrastra embarazada en algunos quehaceres y citas médicas, entre otras actividades. Después del parto donde nació su hermanastra, nada fue distinto para Frank, en ese entonces pasaba mucho más tiempo en casa ayudando a Kathe, ya que su padre siempre vivía metido en el trabajo, y digamos que su rol de acompañante le otorgaba ciertos beneficios.

Por ejemplo, cuando salían de paseo juntos, Kathe llevaba uno de esos vestidos ceñidos que contornean muy bien las curvas y usaba por comodidad según ella.

Ver el voluptuoso cuerpo envuelto en aquel vestidito regresaba a Frank a sus épocas de mayor obsesión por su madrastra, sobre todo por los senos, que en ese entonces cargados de leche, aumentaron una o dos tallas.

¡La mejor parte de todas era que casi nunca usaba brasier! Una novedad grandísima para el chico, porque nunca recordó haberla visto sin bra, suponía que ella era muy cuidadosa con su cuerpo y prefería no mostrar más de lo deseado, (y estaba en lo cierto) pero esta vez ocurría algo fuera de lo común.

Pudo ver por primera vez cómo se le marcaban los pezones por encima de la ropa, ya que cada tanto ella debía realizar la actividad que toda madre con una hija recién nacida está obligada a hacer: alimentarla.

Sin embargo, el joven trataba de mantener un perfil bajo para no incomodarla y perder sus silenciosos privilegios.

Frank se ocultaba cada vez que ocurría eso para que Kathe no llegara a sentirse incómoda y dejara de hacerlo a la vista de él. Detrás de una ventana espiaba todo el proceso, rogaba por ver uno de esos pezones al natural, era todo un espectáculo ver esas tetas, por fin tenerlas tan cerca al desnudo. Todo eso lo ponía tan caliente que debía masturbarse mientras espiaba, siempre cuidando de no hacer demasiado ruido.

Todo le estaba dando pleno resultado y se satisfacía con lo poco que podía ver, hasta aquella ocasión en que debió ponerle pausa a su momento de amor propio, pues Kathe lo llamó para pedirle ayuda.

Al principio creyó que su madrastra lo había descubierto en el pecaminoso acto de espiarla y masturbarse, lo que lo puso más nervioso que de costumbre. Temblando de miedo subió sus pantalones y acudió al llamado insistente de Kathe, quien lo esperaba sentada en la cocina con su hermanastra en brazos.

Esperó un poco para no llegar de súbito y aparecer sospechosamente rápido, mientras tanto intentó perder su erección teniendo pensamientos poco agradables, pero siempre volvía a su cabeza la imagen de las tetazas de su madrastra escurriendo leche. Ahora debía ir hasta allá y tendría a centímetros los montes sagrados de Kathe que tanto quería escalar.

Frank apareció en la cocina respondiendo cordialmente al llamado, en el momento preciso que la niña paró de comer dejando a la vista del joven libidinoso uno de los pechos desnudos de su madre.

Kathe limpiaba a su hija y poco o nada le importó quedar con una teta al aire, sin pensar nunca en las miradas lascivas que recibía por parte de su hijastro, ni mucho menos en el tronco de carne que ganaba fuerza en medio de sus pantalones.

El pezón de color rosa oscuro, erecto, grande y voluminoso por el que escurría una pequeñísima gota blanca, hipnotizó a Frank y lo hizo perderse en él por un momento, fantasear como loco con el blanco lechoso encima de la teta de su madrastra. En el día menos pensado había dado un gran paso en su fantasía más oscura, muchos años después de descubrir sus deseos casi incestuosos.

A partir de ese día todo se descontroló de nuevo en su cabeza y volvió a caer en esos viejos placeres que le otorgaba el cuerpo de Kathe, sus sueños se plagaron de escenas utópicas donde su madrastra dejaba a un lado a su hija y le decía ''Bebé, ahora es tu turno de comer, ven'' mientras le ofrecía sus tetas desnudas en todo su esplendor.

Y Frank con la verga parada se le acercaba y empezaba a lamer sus grandes pezones que botaban leche para todos lados, una leche que le sabía a gloria, mientras Kathe lo masturbaba y le decía lo rico que se sentía su pene. Sus pensamientos eran tan fuertes que casi sentía esas tetas en su cara, en su lengua… los sueños, cada vez más realistas, atormentaban todos los días a Frank.

Así pasaron los días de Frank acompañando a su madrastra y sacando todas las fantasías que le podía brindar su cabeza de púber necesitado. Así, hasta que sintió que Kathe empezaba a sospechar, entonces él decidió de nuevo cortar sus fantasías y centrarse en algo que pudiera volverse real con mayor facilidad, pues tenía claro que ella estaba muy por fuera de sus posibilidades. Solo en sus sueños más oscuros podría hacer suya a su madrastra.

Tiempo después logró dejar de imaginar a Kathe en esas situaciones, consiguió una chica con la que pudiera perder la virginidad y le dedicó todas sus pajas al porno. Lo malo era que su chica todavía no le había dado nada, por lo que su tan esperada primera vez seguía en la lista sin tachar de Frank.

No obstante esa noche, justo la noche fría y lluviosa de fuerte tormenta eléctrica que él venía decepcionado y caliente de la casa de su novia, aparecía una pequeña luz al final del túnel.

Kathe salió del fondo de la sala con unos tacones super altos y sexys, una minifalda y una blusa de encaje toda negra, semitransparente. Sus piernas las decoraba un par de medias veladas con flores tejidas; un gran escote hacía que resaltaran sus dos atributos delanteros mientras que la minifalda era lo bastante estrecha para que se formara perfectamente el relieve de su culo. Frank la vio y pensó de nuevo, como tantas veces antes, que su madrastra era un espectáculo de mujer.

Kathe: Ah, eres tú. Pensé que era tu padre.

Luego del escueto saludo de Kathe a su hijastro, de inmediato bajó el telón. Acabó con el espectáculo que Frank apenas empezaba a disfrutar, cerrando por completo un gabán que colgaba de sus hombros y que antes él no había notado.

Kathe: En la cocina te dejé servido, hoy estamos de aniversario, por eso la decoración.

Frank: Oh, felicitaciones Kathe, no sabía, espero que tengan una linda noche.

Kathe: Gracias, nene, cuando subas revisa a tu hermanita, yo la dejé dormida pero si se despierta, te toca cuidarla.

Frank: Dale, no hay problema.

Frank entró en la cocina pensando en lo afortunado que era su padre, esa noche iba a cenar como los dioses con Kathe así vestida y dispuesta a todo. Lo envidiaba, envidiaba terriblemente a Antonio, en especial porque aquella noche todas las circunstancias lo dejaban de nuevo imaginando sucesos imposibles con su madrastra.

Era increíble como el suertudo de su padre comía tan bien mientras él tenía que conformarse con pajas nocturnas a la luz del monitor de su computador para no morir de hambre. Las piernas de Kathe metidas entre esas mallas de flores, sus senos atrapados en el sostén ajustado que gritaban ‘libérame’, su culo apretado dentro de esa falda que le volvía loco mientras su pene no dejaba de crecer.

Maldijo a Carla, su novia: ''Maldita mojigata, me calientas y luego me dejas así, un día de estos voy a cogerte tan fuerte que me voy a desquitar de todas, puta santurrona, y me reiré del pendejo de tu padre que tanto te cuida, ojalá nos espíe para que vea como me clavo a su hija pendeja…''. Su cena se resumió en esos pensamientos de odio contra todo y todos por su mala suerte.

Incluso llegó a pensar en despertarse a la madrugada, como antes, e intentar escuchar lo que ocurría en el cuarto de sus padres. Una parte de él extrañaba esos dulces gemidos que de más joven lo hicieron explotar contra la puerta. La tierna voz de Kathe que en las mañanas le avisaba que el desayuno estaba servido, gimiendo como loca de placer.

De todas formas desechó rápido esa tonta idea, le pareció que ya estaba demasiado grande para continuar en esas andanzas de chico desesperado y se concentró en cenar rápido para subir a su cuarto y liberarse con un video de Milfs, luego llamar a su novia y acostarse a dormir.

Sin embargo, algo interrumpió su comida: de la sala le llegó una fuerte voz que discutía sin recibir respuesta. Se asomó y vio a Kathe enfadada con su celular en la mano.

Kathe: ¿Cómo es eso que no te espere, en dónde estás?

Kathe: Hace una hora me dijiste que llegabas en una hora ¿y ahora te atreves a decirme que no te espere?

...

Kathe: ¿Sabes al menos qué día es hoy? ¿Mi cumpleaños? Me cansé, olvídalo, me voy a la cama. Te bajo tu almohada y una cobija, suerte durmiendo hoy ¡EN EL SOFÁ!

Resonó por toda la planta el golpe que Kathe le dio a su teléfono contra la mesa, era irreal para Frank la actitud que mostraba su madrastra, pues no recordaba haberla visto así de enfadada antes, menos con su padre. Él apenas se atrevió a mirar por el borde de la puerta para descubrirla con ambas manos en la cara, visiblemente afectada porque los planes no habían resultado como ella esperaba.

No estaba seguro si debía intervenir o no, pero sintió un poco de lástima por su madrastra, pues no era la primera vez que sufría un desplante así por parte de su padre, entonces salió de la cocina y se sentó en el sofá junto a ella, quien casi ni lo nota.

Frank: ¿Todo bien?

Kathe levantó rápido la mirada y limpió dos lágrimas que nacían de sus ojos. Intentó disimular como pudo, pues no quería que su hijastro la viera en ese estado.

Kathe: Nada, nene, no te preocupes, es que a veces me pongo sentimental.

Frank: ¿Segura?

Kathe: Sí, descuida, mejor ayúdame a guardar esta botella en la cocina, yo llevo las copas...

Frank: Oh, déjame adivinar... ¿está en una reunión? ¿o tal vez se le alargó una cita con un cliente importante? ¿o tuvo un imprevisto urgente en el trabajo?

Kathe miró a los ojos de Frank con extrañeza, le sorprendía escucharlo así pero una parte de ella lo entendía, pues ambos habían sido víctimas ya de los desplantes de su esposo.

Kathe: ¿Cómo supiste?

Frank: Ya ha pasado en mis cumpleaños, antes de que se conocieran. También la vez que jugamos la final con mi equipo del cole y nunca llegó a verme, ¿te acuerdas? Conozco a mi padre y no me extraña que haga este tipo de cosas.

Kathe se quedó muda, apenas miraba a su hijastro y pensaba en que tenía razón, el muchacho también sabía lo que era ese rechazo y le dolió más, pues sintió lástima por él. Ese pobre, de niño, había tenido que soportar momentos de soledad y no era su culpa.

Conmovida, le acarició la frente y le habló suavemente...

Kathe: Ven aquí...

Pasó ambos brazos por encima de los hombros de Frank y lo abrazó fuertemente.

Frank, conmocionado por el abrazo inesperado, no pudo hacer más que quedarse tieso como una pared mientras escuchaba a su madrastra...

Kathe: Lo siento mucho, nene, tu padre necesita saber cuáles son sus prioridades o podría arrepentirse gravemente… es más, un día de estos se va a arrepentir y va a pagar por ausentarse como lo hace, confía en mí.

Sentir el cuerpo de Kathe pegado al suyo, junto con esas palabras que sonaban a centímetros de su oído, despertaba en Frank a la bestia interior deseosa de carne. Había olvidado por completo sus traumas de la infancia y no podía pensar en otra cosa que en Kathe y sus labios gruesos.

Cómo era posible que nunca antes los hubiese sentido tan cerca. Apostaba que besarlos sería toda una experiencia, sentir ese par de franjas carnosas, cálidas y húmedas sobre su boca era todo lo que deseaba, pero esos instantes se desvanecieron tan rápido como llegaron.

Kathe separó a Frank y lo miró con una sonrisa conmovedora.

Había algo en ella que lo hacía sentir confiado, tal vez era eso que tenían en común en aquel momento, no podía saberlo, pero sospechó como nunca antes que esta era la oportunidad para acercarse a su madrastra y al menos ganarse un poco más de su confianza.

Frank: Qué lástima, mira todo esto desperdiciado. Yo no sé mucho de tragos pero una champaña así debe costar un ojo de la cara, además mira las copas, wow, hiciste un gran trabajo para fijar el azúcar. Una pena desperdiciar todo este esfuerzo.

Kathe: Tonterías, nene, ayúdame a recoger esto y nos vamos a dormir, total hay que dejarle libre la cama a tu papá, porque hoy conmigo no duerme ese canalla.

Frank: Jajaja, ¿en serio lo vas a dejar durmiendo aquí en el sofá?

Kathe: Es mi pequeña venganza, me la merezco, ¿no? Que duerma aquí como pueda, yo me olvido.

Frank: Totalmente, al menos podrás disfrutar de la cama para ti sola.

Kathe: Así es, nene, todo siempre tiene sus ventajas, hasta lo malo.

Las palabras de Kathe habían descrito exactamente lo que moraba en la cabeza de Frank. El chico estaba sacando ventaja de algo malo, el abandono de su padre esa noche, y no solo eso, el chico estaba maquinando una verdadera venganza a su padre que Kathe no alcanzaba a vislumbrar y que podría incluir, si todo salía bien, una velada con la dueña de sus más perversos deseos reprimidos.

Frank: Y, ¿qué tal si hacemos más interesante la venganza?

Kathe: ¿Más interesante cómo?

Frank: Qué tal si en vez de desperdiciar todo el trabajo que hiciste y la plata que gastaste en esta botella, que él después tendrá el descaro de beberse mientras ve fútbol o alguna de sus películas aburridas, la abres y brindamos los dos… ya sabes, ¡las víctimas de su abandono! Después de todo, también cumplimos diez años de vivir en la misma casa.

Kathe soltó una carcajada, le parecía una locura impensada brindar con su hijastro, pero al final él tenía razón, además del aniversario con su esposo, también cumplía diez años de conocer y compartir hogar con Frank, igualmente ella había hecho muchos esfuerzos para organizar una gran noche y al menos se merecía un poco de diversión.

Kathe: ¿Sabes qué? No me parece lo más correcto pero tienes toda la razón, en vez de amargarme la noche y encerrarme a ver la novela, tú y yo vamos a brindar.

Frank: ¿En serio?

Kathe: Sí, ven, alcánzame la botella.

Frank tomó la pesada botella de champán por el cuello y se la pasó a Kathe, quien en un rápido movimiento aflojó el corcho con sus dedos e hizo que volara de un estallido por la sala.

¡Boom!

Un chorro largo y espumoso emergió de la boca de la botella, parecía que iba a derramarse por todo el suelo, pero Kathe en un movimiento hábil pegó su boca y sorbió todo lo que pudo. La imagen de su madrastra bebiendo de esa forma le dio a Frank un par de ideas morbosas al respecto.

Kathe: A ver, primero acá, luego en tu copa… y listo. Toma.

Le largó a Frank una copa llena de la espumante bebida, ambos dijeron salud al tiempo, chocaron sus copas y se echaron un buen trago.

Frank apenas había bajado un poco de líquido, pues no estaba acostumbrado al amargo burbujeante de esas bebidas, mientras que Kathe prácticamente desocupó la copa de un sorbo, ella claramente tenía mucha más experiencia que él con los licores y los disfrutaba más.

Ella vio con ternura los gestos que hacía su hijastro en un esfuerzo por asimilar el sabor fuerte de la bebida.

Kathe: Al principio es amargo, pero luego le encuentras el sabor dulce. Mira, tienes que hacer así si te sabe muy fuerte, para eso es el azúcar.

Kathe tomó la copa por el tallo y pasó su lengua por el escarchado de azúcar que envolvía la boca de la copa. Frank veía la lengua de su madrastra hipnotizado, no prestaba nada de atención a lo que ella decía, simplemente la veía como tonto.

Kathe: Con tu permiso me sirvo otra más.

Y Kathe, después de llenar la copa casi por completo, volvió a vaciarla de otro sorbo. Bebía sin medidas, era como si ella sola quisiera acabar con la botella completa. Frank hizo lo que pudo para acabar con su copa y pedirle otra.

Kathe: No, tú ya estás bien, no quiero que amanezcas con dolor de cabeza por mi culpa. Después tu padre me mata si sabe que te estoy dando alcohol sin su permiso.

Frank: Pero cómo se va a enterar, yo no pienso decir nada.

Kathe: Tu padre no es tonto, si encuentra la botella abierta y a ti con resaca me va a culpar.

Frank: Entonces hay que deshacernos de la evidencia completa. ¡Adelante yo te ayudo!

Kathe soltó una pequeña carcajada ante la hábil respuesta de Frank y le sirvió de nuevo en su copa.

Kathe: Te lo ganaste, nene, y disfrútalo mientras te dura porque es el último.

Ambos brindaron de nuevo y bebieron casi a la par, Kathe mucho más adelantada y hábil tomaba ventaja y se servía más, pero Frank intentaba no quedarse atrás. Kathe lo notaba y le parecía tierna la actitud de su hijastro, queriendo demostrar madurez y a la vez intentando hacer que ella pasara una noche divertida. Estaba totalmente conmovida así que decidió olvidarse un poco de todo para solo seguir charlando y charlando mientras ambos bajaban el contenido de sus copas, ella rellenando el suyo con mucha más frecuencia y él convenciendo a su madrastra que cada vez era más permisiva con la botella de champán.

A medida que pasaba el tiempo, la conversación iba desde el trabajo de Kathe, los estudios de Frank, sus amigos, sus planes a futuro y muchos otros temas, hasta las aventuras que hacía ella de joven, cuando tenía la edad de Frank.

Kathe: A tu edad mis padres no me dejaban tener novio, ni rogándoles. Para ir a fiestas y beber un poco de alcohol tenía que escaparme con mis hermanas y volver antes de que se dieran cuenta… eran buenos tiempos, menos peligrosos que estos.

Frank: De todas formas no es que ahora seamos unos locos libertinos, no. O no sé pero al menos no es mi caso.

Kathe: Pero te dejan, nene, puedes traer a tu novia a casa e ir a la de ella, eso es algo en comparación a mis tiempos. Mis padres solo me permitían eso si me pensaba casar con el tipo… y claro que no era siempre el caso.

Frank: ¿Salías con muchos novios cuando eras más joven?

Kathe: Novios… como tal no, digamos más bien ‘’amiguitos’’.

Frank: ¿Entonces tenías muchos amiguitos antes de conocer a Papá?

Kathe: No tantos como piensas, jaja, pero sí algunos, ya sabes, una tenía lo suyo de más joven y los chicos se esforzaban por invitarte a salir.

Frank: Todavía tienes lo tuyo…

Kathe: ¿Qué dices?

Frank: Nada, nada, supongo que algo es algo ¿no? al menos tenías varias opciones.

Kathe: Sí, así es…

Frank se quedó en silencio después del comentario atrevido e involuntario que acababa de lanzar sobre el cuerpo de su madrastra, se arrepentía de su insolencia, pues eso podría costarle lo poco que había logrado hasta ese momento. Por otro lado Kathe, mucho más reflexiva, se preguntaba si había interpretado bien el comentario de su hijastro.

¿Realmente se refería a su cuerpo de esa manera? ¿estaba Frank elogiando su físico de esa forma tan carnal?

De cualquier forma, de la última respuesta de Kathe nació un silencio incómodo que la mujer prefirió romper para dejar de pensar en el inadvertido comentario.

Kathe: ¿Carla se llama, cierto? ¿Cómo vas con ella?

Frank: Prefiero hablar de otra cosa.

Kathe: Oh, ¿están teniendo problemas? Anda, dime, yo tengo experiencia y puedo ayudarte.

Frank: Nada, no te preocupes todo está muy bien con ella, solo que no quisiera hablar de mi relación.

Kathe: No me mientas, algo te he llegado a conocer. Anda dime qué pasa, al menos desahógate conmigo si no crees que te puedo ayudar, prometo no contarle a nadie, ni a tu padre.

Frank, ya un poco mareado por las copas que había bebido, pensó por un momento si era conveniente o no contarle a su madrastra que el problema era no haber tenido sexo con su novia, jamás habían tocado ese tema y le daba un poco de pena.

Kathe: Anda, anda, anda, quiero saber, ¡dime que si no, no duermo!

El muchacho aguantó todo lo que pudo, pero ante la insistencia de su madrastra por sacarle información, decidió soltarlo de golpe.

Frank: Mal, vamos mal porque yo quiero coger y ella no.

Después de haber terminado de pronunciar esas palabras toda la sala quedó de nuevo en profundo silencio. Frank, bastante apenado agachó la cabeza y quiso pedir excusas por sus palabras.

Frank: Discúlpame esa no era la forma…

Pero Kathe, anonadada ante el comentario tan crudo de su hijastro, lo interrumpió con una enorme carcajada.

Kathe: ¡Jajajajajaja! Vaya, con que ese es el problema. Claro, debí haberlo imaginado, a tu edad eso es lo más común del mundo. Entiendo que te sientas mal, perdona la risa, fue una reacción involuntaria. Pero continúa, cuéntame bien.

Frank: Bueno pues, tú ya sabes, a veces cuando nos estamos besando pues, pasan cosas que me hacen querer hacerlo con ella, pero parece que a ella no.

Kathe, también bajo los efectos tempranos del champán espumoso y animada por la libertad con la que hablaba Frank, se animó a responder con toda confianza.

Kathe: ¿Entonces cuando la besas se te para mucho?

Esa pregunta tan abrupta excitó un poco a Frank, nunca imaginó a su madrastra hablando de su pene.

Frank: Pues, tú sabes… sí.

Kathe: ¿Y ella lo sabe?

Frank: Supongo…

Kathe: ¿Cómo que lo supones? ¿Nunca antes lo ha sentido o nunca se lo has hecho sentir?

Frank: ¿Qué cosa?

Kathe: Pues qué cosa, de qué estamos hablando… ¡pues tu pene!

Frank: No sé, no, creo que no, ¿cómo se supone que deba saberlo?

Kathe: ¿Cuando se están besando no se acercan tanto que tu pene termina rozando sus piernas o alguna otra parte?

Frank: No sé, supongo, pero no creo que lo note.

Kathe: Te aseguro que lo nota, nene, las mujeres no somos tontas y sabemos cuando el pene de nuestro chico está erecto, pero debes hacer que ella sepa que tú lo haces con todas las intenciones, tienes que ser muy directo o lo ignorará por siempre.

Frank: No sé cómo hacer eso.

Kathe: ¿Entonces cómo esperas que ella se entere que quieres hacerlo con ella?

Frank: Bueno pues una vez…

Kathe: Déjame adivinar ¿Alguna vez le tocaste el culo o los senos, verdad?

Frank asintió.

Kathe: Qué predecibles son ustedes, por eso es que no lo logran, no entiendo cómo hacías antes de ella, ¿cómo te funcionó eso de toquetear con las anteriores?

Frank: ¿Qué?

Ambos guardaron silencio por un segundo.

Kathe: ¿Me estás diciendo que nunca antes lo has logrado? Me estás diciendo que eres… ¿virgen?

Frank: ¿Virgen? Pfff claro que no, qué te pasa, tampoco soy un niñito.

Kathe: ¿Seguro que no eres? No tiene nada de malo serlo, nene.

Frank: Que no, yo ya lo he hecho, solo que con Carla aún no.

Kathe: ¿Sí y con cuántas lo hiciste?

Frank: Ufff, varias ya…

Kathe: Uy, sí, se ve que eres todo un experto, me imagino que debes ser la talla más grande de condones y todo.

Frank: Sí… no, tampoco la más grande pero sí la anterior.

Kathe soltó una aguda carcajada mientras Frank intentaba disimular el nerviosismo que le producía ser descubierto por su madrastra y pasar la pena de confesarle que no había tenido sexo todavía.

Kathe: No existen las tallas de condones, nene, no me mientas.

Frank: Sí, claro ya sabía, qué graciosa… ja-ja-ja.

Kathe lanzó una mirada fulminante a Frank, que después de una sonrisa incómoda agachó la cabeza con los cachetes rojos de vergüenza y otro silencio incómodo se apoderó de la sala hasta que Kathe, que no le había quitado los ojos de encima, decidió continuar.

Kathe: ¡Es lo más tierno que he escuchado! Casi todos los chicos a tu edad ya han… tú sabes, pero bueno, no me hagas caso, no te preocupes, no es motivo para apenarse, yo te voy a ayudar. Te voy a enseñar lo que debes hacer para estar con tu novia. Pero ven, no te achantes, no es nada del otro mundo, de hecho, hay mujeres que lo consideran muy atractivo.

Frank: ¿En serio? ¿Pero qué de atractivo tiene ser un perdedor?

Kathe: Aunque no lo creas, muchas mujeres no están nunca con un hombre virgen, porque ustedes tienen acción primero que nosotras siempre… de hecho, ya que estamos de confesiones, yo nunca estuve con un hombre virgen y te puedo asegurar que muchas consideramos eso como una rara especie que no todas tienen la oportunidad de probar.

Kathe empinó su copa y bebió de un sorbo lo que quedaba, se levantó del sofá y jaló a Frank a su lado. Estando ya ambos de pie puso algo de música y lo tomó de los brazos.

Kathe: El primer paso para acercarte físicamente a una mujer, con éxito, no es tocándola sin su permiso, si lo haces así te aseguro como mínimo el rechazo por un buen tiempo, si no es que un golpe. Por eso lo primero que debes hacer es algo que se disfrute, que ambos puedan divertirse mientras se da, como por ejemplo, ¡bailar! A ver, muévete.

Frank: No... estás loca, tú sabes que yo no bailo, nunca.

Kathe: Por eso es que nada te funciona, a ver, déjate llevar, escucha la música, ven conmigo, bailar es la técnica más vieja y efectiva para ligar o avanzar hacia la acción.

Las manos de Kathe tomaron a Frank por la cintura y empezaron a moverlo al ritmo de la música. El chico era más rígido que una viga, pero intentaba seguir a su madrastra. Continuaron con el intento de danza hasta que la música paró. Apenas hubo terminado la canción empezó a sonar reguetón.

Kathe: Ven, intentémoslo con este, esto es más de tu generación.

Frank: Estás demente, yo no sé bailar reguetón, no me gusta y no lo voy hacer.

Kathe: ¡Que vengas te dije!

De un tirón lo volvió a llevar hacia ella. Ahora cambiaron de posiciones y Kathe se puso de espaldas a él, tomó sus manos y con ellas rodeó su cintura, lo jaló hacia adelante para que ambos quedaran pegados y pudieran moverse a un solo ritmo.

Kathe: En este no soy experta pero he visto que lo único que debes hacer es seguirme el ritmo con la cadera, ven.

Kathe se aseguró de que sus cuerpos estuvieran totalmente juntos, en sus nalgas podía sentir el botón del pantalón de su hijastro, entonces empezó a menear su trasero lentamente de izquierda a derecha, buscando que él la siguiera.

Kathe: Muy bien, así, despacio, así es que te debes mover, sin penas.

Volvía a pegar más su cuerpo al de Frank, que un poco ebrio ya, apenas reaccionaba a todo lo que estaba ocurriendo.

Kathe: Así mismo, sí, y cuando te pierdas puedes guiarte con las manos, ya sabes, sin tener pena, anda.

Kathe puso las manos de Frank sobre sus muslos mientras se movía y le intentaba explicar cómo no perderse del ritmo, al tiempo que movía las manos de su hijastro de abajo a arriba.

Kathe: Luego puedes subir de las piernas a las caderas, sientes como se mueven, ¿verdad? Siente mi cuerpo con el tuyo, nene, esa es la clave. También puedes subir a la cintura, pon tus manos aquí, aprieta un poco y me abrazas… así.

Frank había quedado completamente abrazado a la cintura de su madrastra, podía sentir su culo meneándose justo en su entrepierna y empezaba a sentir como crecía una gran erección. Necesitaba distraerse, pensar en algo más, no quería estar en una situación así y quedar como un precoz frente a ella.

Pero era imposible concentrarse con esas nalgas moviéndose, invitándolo a sentirlas con la verga parada. Nada de lo que pensaba podía ayudarle y para empeorarlo todo, su madrastra lo tomó de nuevo por las manos y las subió lentamente por su abdomen hasta llegar al inicio de sus senos, ahí se detuvo y los rodeó casi por completo hasta su pecho.

Pasar sus manos por el borde de esas tetas mientras sentía el culo de su madrastra era la mejor sensación que había podido tener, casi se iba a venir encima, sin mencionar que obviamente ya sobresalía una gran erección de su pantalón.

Kathe sentía todo lo que pasaba allá abajo, sabía que sin quererlo había logrado algo, así que siguió sin más reparo, intentando no hacerlo incómodo para el chico.

Kathe: Y este es el momento cuando debes hacerle sentir esa cosa.

Dijo Kathe mientras lanzaba su culo con fuerza golpeando el pene de Frank, separándolo un poco de su cuerpo. Sin embargo el joven en medio de su delirio de cachondez, volvía a pegarse sin remedio.

Kathe: Así ella va a saber lo que logró en ti y si le gusta no va a querer parar hasta… bueno, hasta donde sea que lleguen.

Con el culo aprisionando la verga parada de Frank, Kathe empezó a perrear más rápido, ahora moviéndolo de arriba a abajo parecía simular como si algo entrara y saliera de ahí mientras hacía cara de placer mirando a su hijastro.

Él no pudo resistir más y tomó a Kathe con fuerza de sus caderas y la empujó con más fuerza, tal como si la estuviera cogiendo ahí mismo, sentía como si su pene estuviese entrando y saliendo de ella.

En ese momento cerró los ojos y casi sintió que se iba a correr en sus pantalones, pero Kathe se zafó de sus brazos alejándose de súbito.

Kathe: Vaya, parece que ya aprendiste… bueno, así es como debes hacer con Carla para tenerla muy pronto como quieres. De nada, jajaja.

Y riendo se sentó de nuevo en el sofá mientras se servía una nueva copa de champán. Frank, anonadado se quedó de pie, con una erección más que evidente y avergonzado.

Kathe: Ven, no te quedes ahí parado como un tonto, nene, ¿aprendiste la lección?

Frank: Sí… claro.

Frank tomó su copa y la vació por completo de un sorbo.

Kathe: Ve despacio que no creo poder cargarte hasta tu cama.

Frank: Sírveme otro, necesito algo que me ayude a relajarme.

Kathe: Oh, jajaja entiendo. Adelante, te lo mereces, nene, por ser un buen alumno.

Kathe vació lo que quedaba en la copa de Frank y la suya. Sin darse cuenta, ya habían desocupado un champán entre los dos. Tal vez por eso ella no pensaba mucho en lo que había hecho, ni le parecía tan malo. Por un momento volteó a ver a su hijastro y pensó en que había acabado de perrear con él hasta el punto de pararle la verga.

Eso estaba mal, muy mal. Lo había hecho sin pensar en los efectos que tendría y con la única motivación de ayudarlo a saber acercarse de manera sexual a una mujer. Tal vez había llevado la demostración demasiado lejos, pensó. De todas formas, agradecía en silencio que él bebiera con tanto entusiasmo, así se olvidaría de todo y nada se tornaría raro después de esa noche.

Sin embargo, una súbita pregunta de Frank rompió el silencio en el que se ocultaban los pensamientos de ambos.

Frank: ¿Siempre que bailas con hombres haces que se les pare?

Kathe: ¿Qué dices?

Frank: Sí, que si siempre que bailas con hombres haces que a ellos se les pare así…?

Dijo Frank mientras echaba una mirada que apuntaba a su propia entrepierna.

Kathe: No, claro que no, no siempre se baila igual con todos, ¿sabes? Hay límites y más cuando se está comprometida como yo.

Frank: Lo siento yo solo pensé que…

Kathe: Contigo hice una excepción porque te estaba enseñando cómo acercarte físicamente a una mujer, pero no creas que hago esto con todos, no soy una cualquiera.

Frank: No quise decir eso, solo que… bueno, como lo hiciste así conmigo, pensé que te pasaba más seguido.

Kathe: No digas tonterías, nene.

Kathe lo dijo mientras se levantaba del sofá e iba a la cocina.

Frank: ¿A dónde vas? ¿Qué pasó?

Kathe salió de la sala dejando solo a Frank, quien no podía pensar en otra cosa distinta a que seguro el comentario le había cagado toda la noche, se quería lanzar por la ventana hasta que la vio volver con una botella de aguardiente en la mano.

La mujer se sentó junto a Frank y puso la botella sobre la mesa.

Kathe: A ver si uno de estos te sirve para aliviar eso.

Kathe sirvió una copa de aguardiente mientras apuntaba con sus labios y echaba una mirada de reojo a la abultada entrepierna de Frank, señalando a lo que ella se refería con su comentario. Dejó la copa frente a él, después sirvió otra para ella y la bebió de un sorbo.

Frank se sintió confiado e hizo lo mismo que su madrastra, pero contrario a ella, casi vomita.

Kathe: Olvídalo, nene, me pasé con esa. Ya fue suficiente para ti. A dormir.

Pero la mano de Frank impidió que Kathe se llevara de vuelta la botella de aguardiente. Él, apenas pudiendo hablar después de casi vomitar todo lo que había tomado, le reclamó.

Frank: Déjala, yo puedo seguir.

Kathe: No, nene, no quiero que te desmayes aquí, ya para.

Frank: No.

Frank le rapó la botella a Kathe, la puso detrás de su cuerpo y mantuvo una posición desafiante ante ella, que apenas lo miraba asombrada.

Kathe: Ah, ¿sí? ¿Muy hombrecito ahora? Pues vas a ver.

Y Kathe se lanzó encima de Frank para intentar quitarle la botella de las manos, sabía que estaba queriendo parecer más fuerte pero en cualquier momento dejaría de resistir. Sin embargo, le sorprendía que en verdad su hijastro era muy fuerte, a pesar de que su cuerpo más bien fuera escuálido.

Cansada de forcejear sin resultados, Kathe encaramó sus piernas sobre las delgadas piernas de Frank, sus muslos gruesos dejaron sin poder moverse al chico que aún se defendía con las manos.

Kathe: Así que no te rindes, ¿eh?

De un empujón Frank quedó completamente acostado sobre el sofá, Kathe aprovechó para sentarse encima, puso su culo justo arriba de la entrepierna de su hijastro y empezó a dar pequeños saltitos al tiempo que intentaba quitarle la botella con las manos. En uno de esos saltos con ánimo de ahogar al chico para ganar la batalla por el aguardiente, el gabán de Kathe empezó a desatarse dejando cada vez más a la vista de su hijastro, el gran escote que escondía.

Frank estaba hipnotizado por las tetas de su madrastra, que rebotaban apenas a centímetros de su cara, mientras que sentía como el culo de ella le daba brincos encima. Era como estarla cogiendo pero con ropa mientras ella se reía e intentaba quitarle la botella. Pero pronto Kathe empezó a usar más su fuerza y se volcó encima de Frank, con intención de ahogarlo con el peso de su cuerpo, de todas formas Frank, a pesar de la falta de oxígeno, siguió luchando.

Kathe: Ríndete. Devuélvemela, nene, o te asfixio.

Frank: Vas a tener que asfixiarme.

Kathe: ¿Me estás retando?

Frank: No serías capaz.

La mujer dejó que el peso completo de su cuerpo cayera sobre el abdomen de su hijastro. Esas piernas y ese culo voluptuoso lentamente aplastaban a Frank, que no paraba de luchar, el pecho del chico soportando el peso del par de tetas de su madrastra. Kathe, con gabán casi abajo, dejando todo su atuendo a la vista, sentía leves toques del pene de su hijastro, aún erecto, sobre su entrepierna, pero prefería ignorarlo, pues para ella solo se trataba de un juego algo subido de tono.

Al final ambos quedaron mirándose el uno al otro, desafiantes y con sus rostros muy cerca, mientras el ancho cuerpo de Kathe ahogaba la delgadez de Frank, pero justo cuando el chico empezó a ponerse demasiado rojo en la cara, Kathe lo liberó corriéndose levemente hacia un lado.

Frank respiró hondo, se notaba que estaba haciendo su mayor esfuerzo por sostener el aire que le quedaba.

Kathe: Ya estuvo, dámela.

Frank: Te gané, ahora es mía esta botella.

Kathe: ¿Ah sí?

Frank: Sí y ¿qué vas hacer, acusarme con mi padre?

Kathe: ¡Le voy a decir que no obedeces a tu madre!

Después de pronunciar la palabra ''Madre'', Kathe se dio cuenta que era la primera vez que se refería a sí misma como la mamá de Frank y no como su madrastra, o simplemente como ‘’Kathe’’. Siempre le había parecido atrevido de su parte dado que la madre del chico todavía vive, responde por él y, a pesar de no vivir cerca a ellos, Frank iba a visitarla a su ciudad en las vacaciones.

Frank, sin saber qué responder ante eso, pero consciente de lo que estaba sintiendo Kathe, prefirió obedecer.

Frank: Tienes razón, debo obedecerte Mamá, toma.

Kathe recibió la botella totalmente enmudecida. Por un lado estaba apenada, sabía que había sido en parte un atrevimiento, pero también se sentía bien por la respuesta de su hijastro, quien al fin la reconocía como su madre. Era como haber entrado al fin totalmente a la familia.

Como no supo qué decir, ayudó a Frank a levantarse y le dio un fuerte abrazo, seguido de un gran beso en la mejilla.

Kathe: Ahora sí nos merecemos otro brindis. Salud, desde hoy seré tu Madre, hijo.

Frank: Salud, Mamá.

Y en un último choque de copas, seguido de otro intento de vómito por parte de Frank y carcajadas por parte de Kathe, ambos se sentían en una nueva comodidad, como si el espacio ahora fuese más íntimo entre ellos y ya casi no existieran secretos.

Kathe: Gracias de verdad, hijo, sin ti esta noche habría sido horrible.

Frank: No me tienes que agradecer, mamá, me divertí mucho contigo.

Kathe: Sí debo agradecerte, te mereces mucho más que eso, malgastar tu noche conmigo fue un lindo gesto de tu parte.

Frank: No, Mamá, no malgasté nada, no me tienes que agradecer, de verdad fue divertido.

Kathe: Dime cómo puedo pagarte por todo lo de hoy, no importa si necesitas dinero o lo que quieras, dime.

Frank: Que no, olvídalo, la pasé super.

Kathe: Pensaré en algo yo, pero bueno mientras tanto ayúdame a levantar todo, ya es hora de irnos a dormir o tu papá nos va a encontrar aquí y eso sí que no lo quiero.

Frank quería quedarse, por su cabeza pasaban mil escenarios en los que podría seguir sintiendo el cuerpazo de su madrastra, incluso pensó en decirle que le pagara de forma sexual, pero rápidamente rechazó esa idea, pues si salía mal iba a echar por la borda toda la confianza que le había costado ganarse hasta ahora.

Por otro lado, sabía que su madre tenía razón, Antonio llegaría en cualquier momento y ese sí sería el fin de toda diversión sin tiempo de corregir errores, así que decidió aceptar sin más.

No obstante, no podía dejar de pensar en el culo de su madre moviéndose violentamente mientras bailaban, o en su cadera aprisionando su pelvis contra el mueble, o en sus tetas rebotando cerca a su cara… pero en lo que más le costaba dejar de pensar, y lo que más lo ponía cachondo, era que Kathe acababa de nombrarse a sí misma como su madre, justo después de haberle provocado una erección monumental.

Eso no era normal, no podía serlo, pero de cierta forma no dejaba de sentir el calor que recorría su cuerpo al pensar en dicha situación.

Kathe: Qué pasó, nene, te elevaste.

Frank: Perdona, Mamá me distraje pensando, pero mejor levantemos y a dormir ya.

Ambos estaban notablemente ebrios e intentaban disimularlo, sobre todo Frank, que levantó con cierta dificultad las dos botellas y la caja de regalo que había sobre la mesa.

Kathe: Espera, espera, esa me la llevo yo.

Dijo Kathe mientras le quitaba la caja de las manos a su recientemente reconocido hijo.

Frank: ¿Puedo saber qué es?

Kathe: La curiosidad mató al gato.

Frank: Yo pensé que ya confiabas un poco más en mí.

Kathe: Cómo te haces la víctima, no. Bueno, es un traje.

Frank: ¿Un traje para el trabajo?

Kathe: No... más bien un traje para cuando tu padre y yo estemos solos, ¿entiendes?

Frank: Oh... ¿Entonces le compraste algo que usará él o tú?

Kathe: Yo.

Frank: Wow…

Sin preguntar nada, Frank le arrebató la caja de las manos a Kathe con mucha velocidad, pero con tan poca fuerza y agarre, que terminó cayéndose al suelo y abriéndose para dejar a la vista un babydoll negro semitransparente de manga larga y una tanga tipo hilo del mismo color.

Kathe: ¡Noooooo!

Kathe, completamente ruborizada, recogió ambas prendas y las puso como pudo en la caja, pero ya su hijastro había visto lo que guardaba ese regalo.

Kathe: No te di permiso de abrirlo.

Frank: Perdón mamá, fue un accidente, pero de todas formas necesitaba verlo.

Kathe: ¿Ah sí? ¿Y para qué ‘’necesitabas verlo’’?

Frank: Sabía que era algo muy especial si no me dejabas verlo y quería imaginar cómo se vería eso puesto…

Kathe: Veo que ese problema de ahí abajo no se te ha ido, no. Vaya confiancita la que tomaste, hijo.

Y era cierto, primero, Frank seguía con el bulto delator en su pantalón, segundo, le hablaba a Kathe con mucha más confianza, sin tanta vergüenza. Eso la sorprendió y también la conmocionó un poco, por lo que decidió que era mejor dejar que su hijastro se fuera a acabar con esa erección, mientras ella terminaba de organizar sola.

Kathe: No vas a poder dormir bien con eso ahí, así que mejor sube y haz eso que tú ya sabes para que puedas dormir más cómodo. Si no vas a pasar la noche en vela. Ve que yo me encargo de arreglar aquí.

Frank, acostumbrado a obedecer a Kathe sin oponer resistencia, se levantó para irse a su cuarto un poco decepcionado al no obtener más, pero se quedó pensando, y antes de llegar a la escalera, se devolvió para recriminar a su madre que ya apagaba las velas de la sala.

Frank: Es tu culpa, no me parece justo.

Kathe: ¿Mi culpa?

Frank: Sí, tú hiciste que me pusiera así, ahora es injusto que deba calmarme yo solo.

Kathe sumamente sorprendida por el tono en que le hablaba su hijastro, le respondió de forma desafiante.

Kathe: ¿Y qué me estás queriendo decir?

Frank: Que así como me ayudaste a que se pusiera así, deberías ayudarme a que pare, si no, no podré dormir.

Kathe: ¿Y que te ayude exactamente cómo?

Frank: Tengo una idea, ¿qué tal si me dejas verte puesto eso que compraste para esta noche con mi padre?

Kathe: Estás loco eso no va a pasar.

Frank: Pero por qué, Mamá, no seas mala.

Kathe: Necesitas acabar con esa erección, no volverla más grande.

Frank: Por eso, si te veo así créeme que voy a acabar en un segundo.

Kathe: No puedo creerlo, ¡me estás morboseando a mí, tu propia madre! Bueno, técnicamente no, pero tú sabes a lo que me refiero.

Frank: Tú empezaste con el bailecito y eso no es algo que una madre le haga a sus hijos… ¿O sí?

Kathe: Pero yo no quería…

Frank: ¿No querías qué? ¿Provocarme una erección y mantenerme así por tantos minutos? Pues te recuerdo que yo no quería bailar desde el principio y antes de eso no pasaba esto.

Decía Frank señalando con sus manos su entrepierna protuberante por culpa de la erección que lograba mantener.

Kathe lo miraba enmudecida, sin saber cómo reaccionar ante las razones tan verídicas que le mostraba su hijastro. Él tenía razón y no era su culpa haber terminado la noche con una erección así de grande.

No era la primera vez que Kathe dejaba a un hombre con una erección en sus pantalones, pero sí la primera vez que sentía remordimiento y creía que debía hacer algo al respecto. A pesar de no tener la culpa directamente, Kathe, muy en el fondo, sabía que debía enmendar el desliz con su hijo de alguna forma, así tuviera que ceder un poco.

Kathe: Agh, está bien.

Frank: ¿En serio? Uff gracias Mamá.

Kathe: Pero cuando lo veas nos vamos directo a la cama.

Frank: Claro mamá, nos vamos a la cama, jejeje.

Kathe: Cada uno a la suya, chistosito.

Kathe tomó la caja de regalo y se alejó por las escaleras.

Frank: ¿¡Para dónde vas, tenemos un trato!?

Kathe: Tranquilo, nene, me voy a poner esto y cuando esté lista tú subes ¿o quieres que tu padre nos encuentre aquí y a mí vestida con esto?

Frank: Ah, tienes razón.

Kathe: Mejor termina de recoger todo para que no sospeche nada.

Frank: ¡Claro mamá!

Frank corrió con las botellas en la mano, limpió todo a velocidad récord y entró al baño para prepararse. Se echó un poco de agua en la cara, pues quería que el efecto del alcohol pasara para recordar muy bien lo que estaba por ver. Se revisó el pene y vio que aún estaba erecto, así que lo sacudió un par de veces para no dejar que perdiera tamaño, hasta casi venirse haciéndolo, pero supo detenerse en el momento indicado.

Kathe subió las escaleras, entró al cuarto principal, cerró la puerta y se sentó al borde de la cama. Abrió el empaque y sacó el regalo. Lo admiró por unos instantes y se quedó pensando en qué momento había aceptado mostrarle ese atuendo a su hijastro. Seguro era producto del alcohol que ambos habían ingerido antes y su pobre hijastro solo estaba delirando, pensaba. De todas formas, por el motivo que fuera, ya se había comprometido, así que suspiró, miró por última vez el babydoll que había comprado para deleite de su esposo, dejó caer el gabán que muy mal puesto colgaba de sus hombros, y empezó a desabrochar su blusa.

Después de casi media hora Frank ya había empezado a cabecear en el mueble, la erección se había ido del todo y el chico se estaba dejando ganar por el cansancio que da consumir alcohol. Unos sonidos de pasos con tacones lo despertaron y lo devolvieron a la escena del presente. Por un momento pensó que se había dormido y todo estaba echado a perder, así que decidió subir las escaleras corriendo e ir al cuarto de sus padres.

La luz todavía estaba encendida, entonces supo que su madrastra no estaba dormida, eso era algo bueno. Sin embargo, aún existía la posibilidad de que ella se hubiera dormido con luz y eso no lo dejaba tranquilo, así que decidió caminar a hurtadillas hasta la puerta y abrirla un poco para asomarse.

Cuando la puerta se abrió lo suficiente para que su ojo pudiera registrar algo, no lo pudo creer. Kathe estaba de espaldas, con el babaydoll transparente que dejaba a la vista su tremendo culo con el hilo de color negro. Se untaba labial rojo en el espejo y lo esparcía por sus labios con lo que parecía ser una sonrisa naciente, estaba tan concentrada que solo hasta terminar se dio cuenta de que su hijastro la espiaba.

Kathe: ¡QUÉ HACES AHÍ TE DIJE QUE ESPERARAS!

Frank no pudo más que ocultarse y cerrar la puerta, pero esa imagen había bastado para ponerle de nuevo la verga a mil. En un segundo había recuperado esa erección que le dolía dentro del pantalón. No podía creer lo que estaba viendo, su propia madrastra se había vestido con el regalo de aniversario para su padre, solo para que él la viera y pudiera acabar. Debía estar soñando, pensó, pero todo se sentía tan real que no tuvo por mucho tiempo esa duda.

Con su mano cercioró que su verga siguiera lo suficientemente dura para no quedar en ridículo, sin embargo sabía que apenas viera las tetas de su Madre, se pondría a mil de nuevo.

La espera se hizo eterna, pero al cabo de algunos minutos volvió a sonar el eco de los tacones ruidosos por toda la casa, entonces se abrió un poco la puerta de entrada por donde se asomó Kathe, y después de fijar la mirada en Frank, su nuevo hijo que esperaba impaciente afuera de la habitación, le invitó a pasar con su dulce tono de voz.

Kathe: Ven, te estoy esperando.