LO PEOR
Lo peor no es que España esté regida por ladrones, por ineptos y por traidores. Tampoco es lo peor que la invasión migratoria nos haya convertido en la cloaca del Tercer Mundo.
O que una casta parásita haya vendido nuestra soberanía a entes multinacionales. Ni que nuestro Ejército reciba órdenes de Washington, que el Jefe del Estado sea un bufón patético al servicio de las Agendas globalistas o que nuestros impuestos sirvan para subvencionar a nuestros enemigos y para atraer más invasores.
Lo peor no es que los jóvenes españoles no puedan acceder a una vivienda o a un trabajo dignos. O que las muchachas españolas estén siendo violadas por moros o por sudamericanos sin que las generosamente subvencionadas feministas digan ni ¡oink!
Lo peor es la resignación borreguil (los progres lo llaman resiliencia) de un pueblo lobotomizado por las televisiones y anestesiado por la pereza mental.
Lo peor es la estupidez convertida en ejemplo social, la degeneración convertida en mandamiento y la ignorancia convertida en motivo de orgullo.
Lo peor es la falsa disidencia fagocitando el descontento y desactivando las revueltas mediante sus monigotes liberales (alvises, vitoquiles, abascales y demás clowns sistémicos).
Lo peor es el hooliganismo de los votantes que siguen apoyando la partitocracia obscena que lleva engañándolos cincuenta años.
Lo peor es saber que hace tiempo que dejaron de ser posibles las soluciones pacíficas.
Y lo triste es saber que, cuando llegue la hora de las gotas que desborden el vaso de lo soportable, la sangre que se derramará no será la de los marrajos con escaño, con escolta o con coche oficial porque ya habrán huido como ratas a Estoril, a Miami o a Ginebra.