December 3

POLLOS, POLÍTICOS, CERDOS Y ESPAÑOLITOS DOMESTICADOS.

Uno de los cada vez menos disimulados objetivos de las agendas globalistas es la destrucción de nuestro sector primario. Una nación que controle su agricultura, su pesca y su ganadería es más difícil de someter a los designios de la oligarquía financiera.

Es mucho mejor para los intereses de los diversos sanedrines y logias del capitalismo anglosionista una nación endeudada, sin industria y con su sector alimentario en manos de grandes oligopolios.

No es casual que las disparatadas leyes de "bienestar animal" y demás monsergas estén condenando a nuestro sector ganadero a la desaparición. El inasumible coste de las delirantes trabas burocráticas y fiscales impuestas por la UE a nuestra ganadería, conlleva que se inunde nuestro mercado de productos-basura procedentes de Marruecos, de "Israel" o de las Chimbambas.

No es casual que la cada vez más sumisa ralea periodística difunda las reglamentarias campañas de terrorismo informativo (virus del mono, gripe aviar, peste porcina africana y lo que le manden). O que se obligue a confinar nuestras gallinas mientras se traen pollos de Marruecos sin ningún control sanitario.

La endofobia ha llegado al sector alimentario. La misma dinámica perversa que lleva a traer y legalizar a millones de inmigrantes para precarizar las condiciones laborales de los trabajadores europeos, es la que lleva a desmantelar nuestra agonizante soberanía alimentaria a la mayor gloria de monsantos y mercadonas.

El españolito domesticado por la telebasura ve normal la obscena subida de precio de la cesta de la compra mientras los grandes holdings alimentarios pagan una miseria al productor.

También ve normal que la actual generación de jóvenes españoles sea la primera, desde el final de la Guerra Civil, que vive peor que sus padres a su edad.

El españolito domesticado consiente que los sueldos de los trabajadores no den para llegar a fin de mes mientras los beneficios empresariales y bancarios alcanzan cotas de récord.

El españolito domesticado sufre sin protestar que la marabunta de panchos, moros y negros colapse nuestra Sanidad. O que se considere inevitable la generalizada corrupción de los políticos - excesivos, incapaces, inútiles y ladrones- de la partitocracia que lleva sangrando nuestra economía desde el 78.

El españolito domesticado sabe que en un par de generaciones será minoría en su país y le da igual. Sabe que posiblemente sus nietos serán obligados a comer comida "halal" y sus nietas a llevar burka, niqab y demás ropones moriscos y tampoco le importa.

El españolito domesticado ya prefiere comer ceviche o tacos en vez de jamón serrano y no le importa que la extinción de su estirpe se haga a ritmo de reguetón o de las demás subculturas musicales del caribe, del altiplano o de los tambores tribales de la sabana africana.

El españolito domesticado ve lógico que en los anuncios de la tele nunca aparezca una familia normal - hombre y mujer heterosexuales, blancos, con hijos y con aspecto de ducharse a menudo-. No hay un solo anuncio en el que no parezca que el cliente objetivo del producto es el mercado nigeriano, asiático o amerindio.

El españolito domesticado a lo peor se merece- como el resto de europeos progres y endófobos- su desaparición en el estercolero de la Historia.

J.L. Antonaya