December 24, 2024

LAS FÁBULAS DE MAGDEBURGO

A medida que la opinión pública europea se vuelve más cobarde y borreguil, las mentiras y manipulaciones del poder son asimismo más ramplonas y descaradamente cínicas.

Ya no es necesario elaborar complejas versiones oficiales para desinformar y manipular a la peña. Ya se pueden permitir los cuentos más disparatados en la seguridad de que colarán. Sea por simple estupidez o por miedo a las sanciones y censuras, nadie la discutirá.

En lo referente a los crímenes y atentados con los que el islamismo nos obsequia de vez en cuando, la evolución de las versiones oficiales difundidas por los medios pesebreros es reveladora.

Hace unos años, cuando algún enemigo del jamón de los que enriquecen nuestra sociedad decidía acabar con unos cuantos infieles, el discurso progre difundido por los periodistas en nómina se centraba en convencernos de que se trataba de un “caso aislado“. Que todos los mojamés que mantenemos en suelo europeo son en realidad seres de luz incapaces de lapidar una mosca.

Cuando el número de “casos aislados" se volvió estadísticamente escandaloso, los voceros oficiales del buenismo endófobo empezaron a decir que se trataba de casos siquiátricos.

No es que el morito en cuestión quisiera ganarse la eternidad entre voluptuosas huríes eliminando a unos cuantos infieles como le había sugerido el imán de su barrio. Nada de eso. Es que en realidad estaba como un cencerro. Pobrecito.

Ahora, a raíz de la última y efusiva manifestación de multiculturalismo en Magdeburgo, el relato oficial da una surrealista vuelta de tuerca. Resulta que el moro que ha matado a varios europeos en Magdeburgo en realidad odia al Islam.

Posiblemente lo que quería era atentar en alguna mezquita pero se lió y acabó en un mercado navideño.

Y quien ponga en duda esta versión es un facha peligroso y un intolerante.

J.L. Antonaya