LOS REYES MIDAS AL REVÉS
Y es que todo lo que tocan lo convierten en mierda. Los progres, digo. Los de derechas y los de izquierdas. No hay causa noble o idea elevada que no conviertan en una caricatura esperpéntica o en un circo hipócrita y aspaventero.
Sólo hay que ver el espectáculo obsceno que han montado con la flotilla perroflautesca que presuntamente iba a ayudar a los palestinos masacrados por los judíos en Gaza.
Al final, los juden les echaron el alto, los guarretes se acojonaron, tiraron sus iphones al agua (suponemos que siguiendo órdenes de Moncloa para que no quede constancia de incómodas consignas y coordinaciones) y no hubo nada. No tardaremos mucho en verlos desfilar por los platós de las teles perrosanchistas contando lo mucho que han sufrido en su crucero y poniendo el cazo.
Con "amigos" así (etarras reciclados, barbichonis de reality, separatistas profesionales, pijiprogres postureicos, miramelindos de sauna y camioneras de pelo en sobaco) no hacen falta enemigos. Los palestinos, por si no tuvieran bastante con ver morir a sus hijos asesinados por Israel, tienen que soportar a esta fauna convirtiendo su causa en un trasnochado evento hippy o en un festival vegano de porros y orgullos "woke".
Eso en cuanto se refiere a la banda izquierda de la cancha partitocrática. Por el otro lado del teatrillo, en el payasesco territorio pepero, tampoco escatiman en carnavales y sandeces. Con motivo del Día de la Hispanidad, es decir, de aquel 12 de Octubre en que España descubrió América y civilizó a las tribus más o menos caníbales y astronómicas que por allí había, la Comunidad de Madrid ha preparado toda una serie de saraos, bailes y pachangas para que la cada vez más numerosa comunidad amerindia que nos enriquece culturalmente con su presencia, se sienta como en casa.
Madrid es cada vez más indistinguible de un barrio marginal de Quito. Recientemente hemos visto a estas comunidades celebrar -en España- su separación de España. En una de estas celebraciones -creo que era de peruanos o así- se nos llamaba hijos de puta a los españoles. Toda una muestra de agradecimiento por haberlos acogido y por darles unas coberturas sociales y sanitarias que ya quisieran en sus países. Todo con el aplauso y la mirada benevolente de Ayuso y sus mariachis. De ésos que dicen que necesitamos más inmigración.
A la patronal beneficiaria de esta avalancha inmigrante se la pela nuestra dignidad nacional. Si hay que montar exposiciones donde se propaguen los tópicos y embustes habituales sobre el genocidio indígena, el saqueo de no sé qué oro y demás fábulas elaboradas en cualquier logia inglesa, se montan. El caso es que los salarios en España no suban nunca. Es fundamental mantener esa reserva de inmigrantes dispuestos a trabajar en unas condiciones que rechazaría cualquier obrero español.
Y a la avalancha inmigrante, educada durante generaciones en los tópicos de la leyenda negra, se la pela España. Esa visión romántica que cierta derecha -por ingenuidad o por interés- tiene de los sudamericanos, católicos, amantes de la Madre Patria y buenos chicos, es infundada. El sudamericano viene aquí porque España es el país que más ayudas concede a los extranjeros y porque el idioma no es un problema. En el fondo -con honrosas y raras excepciones- nos desprecian tanto como la morisma y la negrada.
Una cosa es la Hispanidad, concepto imperial, glorioso y pretérito, y otra la invasión migratoria, esa estrategia del Globalismo que los peperos y afines, para más escarnio, barnizan con la capa folclórica y sentimentaloide de una leyenda rosa tan nociva como la negra.