A VUELTAS CON LORCA Y JOSÉ ANTONIO.
Federico García Lorca tuvo la mala suerte de ser asesinado en zona nacional al inicio de la Guerra Civil. Muy mala suerte. Lorca, un chico "bien", había abandonado el Madrid frentepopulista en el que las bandas gubernamentales de matones marxistas estaban implantado el terror de las checas, las "sacas" de los presos políticos en las prisiones y los "paseos" de cualquiera que fuese considerado enemigo político.
Un afeminado señorito andaluz, por muchos coqueteos intelectuales que mantuviera con algunos escritores rogelios, tenía bastantes papeletas para ser detenido cualquier madrugada por una banda de milicianos quién sabe si acusado de degeneración burguesa o algo así. Mejor buscar el aire provinciano y tranquilizador de los viejos predios familiares. No fue muy buena idea, como es sabido.
Fueron precisamente las viejas rencillas familiares la causa de su asesinato. A pesar de los intentos de la Falange por salvarle la vida, en esos primeros compases del Alzamiento la vieja derecha caciquil era muy fuerte y brindaba la ocasión perfecta para ajustar cuentas.
Salvador Dalí, el mejor amigo de Lorca, describe mejor que nadie las circunstancias del asesinato:
"Los rojos, los semirrojos, los rosas e incluso los malva pálido aprovecharon la muerte de Lorca para una vergonzosa y demagógica propaganda, ejerciendo así un innoble chantaje. Intentaron, e intentan todavía hoy, convertirlo en un héroe político. Pero yo, que fui su mejor amigo, puedo dar fe ante Dios y ante la Historia de que Lorca, poeta cien por cien puro, era consustancialmente el ser más apolítico que jamás he conocido. Fue simplemente víctima propiciatoria de cuestiones personales, ultrapersonales, locales, y, por encima de todo, víctima inocente de la confusión omnipotente, convulsiva y cósmica de la guerra civil española."
Hasta aquí, los hechos sobre el lamentable crimen.
La propaganda roja, sin embargo, no podía desaprovechar la ocasión para incluir al poeta granadino en su particular martirologio convirtiendo su figura en la de un adalid del comunismo masacrado por el Fascismo por su condición de homosexual.
Ni Lorca era comunista, ni le asesinó el Fascio, ni la causa de su muerte fue su homosexualidad, pero ya sabemos cómo escriben la Historia los progres.
Especialmente repulsiva fue la colección de mentiras, inexactitudes y estupideces divulgadas por Ian Gibson, ese lamentable personajillo con ínfulas de escritor. Este tipejo fue uno de los primeros en sacar a colación una presunta amistad entre Lorca y José Antonio con la poca disimulada intención de denigrar la figura del Fundador de la Falange con repulsivas insinuaciones.
La misma izquierda que hoy convierte en cansina bandera política la reivindicación de ciertas tendencias sexuales, utiliza las mismas como sambenito insultante para sus enemigos. Todo muy coherente.
Se han escrito innumerables artículos, ensayos y textos varios sobre si José Antonio y Lorca se conocían o no. Entra dentro de lo probable que así fuera. José Antonio, uno de los hombres más cultos de su tiempo, posiblemente conociera la obra poética de Lorca. Alguno de los biógrafos de José Antonio llega a afirmar que éste admiraba la poesía del granadino. Que llegaran a conocerse personalmente es más dudoso. Mi admirado Juan Manuel Cepeda, enciclopedia viviente de la Historia falangista, afirma que no se llegaron a conocer.
Personalmente, se me da una higa que se conocieran o no. Algo tan anecdótico resulta irrelevante para la Historia del Nacionalsindicalismo.